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y, liberados del pecado, os habéis hecho esclavos de la justicia. (Romanos  6, 18) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 6

II. LA NUEVA VIDA (6,1-23)

Que en la acción de Jesucristo surge un nuevo comienzo y que la humanidad obtiene la vida mediante la fe en él, representa nuevas exigencias para los creyentes justificados. La «soberanía» de la gracia de Cristo no es cómoda y no permite ningún abandono en la posesión de la salvación obtenida, sino que compromete al creyente a una obediencia total para vida.

La nueva existencia del cristiano, como de quien ha sido justificado por la fe, se mueve en una polaridad fundamental entre el ser y el deber, entre el enunciado de la salvación y el imperativo «ético». Según Pablo hay una correspondencia intrínseca entre ambas. El don incluye una exigencia. En el capítulo 6 encontramos el enlace entre el enunciado y el imperativo ético con una fórmula: justicia y obediencia. Es significativo que en dicho pasaje (6,1-11) Pablo agregue una declaración sobre el bautismo, que confirma la doctrina de la justificación; de tal modo que la nueva vida, de la cual participa el bautizado, se manifiesta, al propio tiempo, como una exigencia de comportamiento nuevo.

Las exhortaciones de este capítulo ponen singularmente de relieve que la nueva vida del justificado ha de conservarse en un enfrentamiento constante con el pecado, que una y otra vez intenta hacer valer sus viejos derechos de soberanía (véase sobre todo 6,11-14). Si Pablo tiene que exhortar con tal insistencia a guardarse de la vieja esclavitud del pecado, es porque ya antes ha proclamado con los tonos más vibrantes la realidad fundamental e incontestable del hecho de la justificación. Cuanto más impresionante es el mensaje de la gracia, con tanto mayor apremio tiene que exhortar el Apóstol a llevar una vida nueva y a mantenerse alerta contra el pecado.

1. MUERTOS AL PECADO Y VIVIENDO PARA DIOS (Rm/06/01-14)

1 ¿Qué diremos, pues? ¿Que permanezcamos en el pecado, para que la gracia se multiplique? 2 ¡Ni pensarlo! Quienes quedamos ya muertos al pecado, ¿cómo hemos de seguir todavía viviendo en él?

Partiendo de la frase de Pablo en 5,20b resultaba fácil sacar un principio práctico: a mayor pecado, mayor gracia. Ya en 3,8 tuvo que rebatir esta falsa interpretación de su mensaje. Ahora vuelve a combatir para exponer de forma más clara la verdadera consecuencia que reclama el mensaje de la justificación.

La oposición entre pecado y gracia es absoluta. La gracia otorgada en Cristo no permite comparación alguna con el pecado. Y es que la gracia significa precisamente que el pecado ha sido reducido a la impotencia y que ya no puede aspirar a nada. Por lo demás, al que ha sido liberado del poder del pecado la gracia no le deja más alternativa que la de aceptar y realizar la nueva posibilidad de vida que con ella se le ofrece. Se muestra precisamente como gracia por el hecho de que nosotros la asumimos. No permite quietismo alguno, porque éste no conduciría más que a una reviviscencia del pecado antiguo. Para quien la recibe, la gracia es más bien un punto de partida. Así lo pone Pablo de relieve con el imperativo de las exigencias éticas que se repite a lo largo del capítulo.

A dicho imperativo apuntan ya las preguntas que el Apóstol formula al comienzo del capítulo. De acuerdo con el mensaje de la justificación el hombre nuevo es la nueva posibilidad que se nos otorga, por lo demás inmerecida y gratuita. Ahí no caben delimitaciones de ninguna clase. Y la libertad del que ha sido redimido del pecado no debe en modo alguno quedar limitada por nuevos preceptos. Sin embargo, el hombre nuevo no se realiza de un modo automático, sino con una entrada total, constante y libre en la nueva posibilidad que Dios le brinda.

3 ¿O es que ignoráis que cuantos fuimos sumergidos por el bautismo en Jesucristo, fue en su muerte donde fuimos sumergidos? 4 Pues por medio del bautismo fuimos juntamente con él sepultados en su muerte, para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros caminemos en una vida nueva. 5 Porque, si estamos injertados en él, por muerte semejante a la suya, también lo estaremos en su resurrección. 6 Comprendamos bien esto: que nuestro hombre viejo fue crucificado junto con Cristo, a fin de que fuera destruido el cuerpo del pecado, para que no seamos esclavos del pecado nunca más. 7 Pues el que una vez murió, ha quedado definitivamente liberado del pecado.

Pablo recuerda el bautismo. Como bautizados hemos experimentado en nosotros la muerte de Jesús casi de una forma corpórea. Hemos sido bautizados en su muerte, lo que quiere decir que también «fuimos juntamente con él sepultados en su muerte» (v. 4). El texto deja sin resolver cómo hemos de representarnos la vinculación con Cristo en el bautismo. Probablemente piensa Pablo no tanto en un morir místico con Cristo cuanto en una asimilación a él, que continúa realizándose en la vida del cristiano y de la que el bautismo constituye la iniciación simbólica. Como quiera que sea, el «estar injertados en él, con muerte semejante a la suya» (v. 5) no se limita, según el pensamiento de Pablo, al acto puntual del bautismo, sino que se extiende de forma exhaustiva a toda la vida del cristiano. Esto responde también a la tendencia dominante de todo el capítulo 6. La «vida nueva», que el bautizado ha obtenido por la muerte de Cristo, se realiza en el tiempo, en cuanto el cristiano responde, sin limitaciones y con libertad, a las exigencias incesantes de la gracia. De este modo la conducta del cristiano se convierte en signo auténtico de la esperanza de consumación abierta con la muerte y resurrección de Jesús. Que nosotros estemos también «injertados» en Cristo «en su resurrección» no significa desde luego una esperanza infundada y vacía frente a la constante realización de la «nueva vida» en la existencia cristiana, sino una esperanza que se desarrolla en el tiempo, pues ya en ella se produce el injerto futuro con la «resurrección» de Jesús. De este modo no sólo se anticipa por el bautismo nuestra esperada resurrección, sino que el bautismo constituye el fundamento de la nueva vida del hombre justificado, como una comunión de vida esperanzada con Cristo.

Una vez más torna el Apóstol en el v. 6 al acontecimiento de Cristo y a nuestra asimilación con él. Que «nuestro hombre viejo fue crucificado juntamente con Cristo», concretamente en el bautismo como comienzo simbólico que establece la nueva realidad, tiene amplias consecuencias: «el cuerpo del pecado» tenía que ser destruido, es decir, que el pecado ya no ha de encontrar asidero alguno en la existencia del bautizado. La ruptura con el pecado es total y absoluta en el acontecimiento cristiano y, por tanto, en el bautismo. Ahora el hombre está libre del pecado. Esta libertad, que Cristo funda y define, justamente puede conservarse en cuanto en la existencia del hombre justificado se niega al pecado cualquier derecho y cualquier ocasión.

8 Por lo tanto, si hemos muerto con Cristo, tenemos fe de que también viviremos con él, sabiendo que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más: la muerte ya no tiene dominio sobre él. 10 Porque en cuanto a que murió, para el pecado murió de una vez para siempre; pero en cuanto a que vive, vive para Dios. 11 Así también vosotros consideraos, de una parte. que estáis muertos al pecado; y de otra, vivos en Dios en Cristo Jesús.

De nuevo subraya Pablo la esperanza que se nos ha abierto en la muerte de Cristo. La muerte y resurrección de Jesús no hay que entenderlas sólo como el único e irrepetible acontecimiento histórico de la salvación, desde el que se legitima fundamentalmente toda esperanza cristiana, sino que representan también nuestra existencia delante de Dios. Al igual que Cristo ha muerto al pecado y ahora vive para Dios, así también nosotros estamos muertos al pecado, aunque vivos para Dios (v. I1). Esta conexión arranca el acontecimiento cristiano del pasado y del olvido, haciendo que experimentamos a Jesucristo y la entrega de su vida más bien como el fundamento permanente de nuestra existencia. De ahí también la palabra victoriosa del v. 9: «la muerte ya no tiene dominio sobre él», no sólo sobre la existencia privada de Jesús en el pasado y en el futuro, sino sobre cuantos viven «en Cristo Jesús» (v. 11).

Si estos versículos no hablan ya del bautismo, ello no significa que haya quedado olvidado sin más; hay aquí un recuerdo de los versículos 3-5. Pues, lo que Pablo quiso sin duda subrayar con el bautismo fue precisamente el compromiso peculiar de la nueva vida, condicionada siempre existencialmente por Cristo. Pero es preciso advertir también que el recuerdo del bautismo en toda esta sección sólo tiene una importancia complementaria, porque aun en el mismo capitulo 6 el fundamento y núcleo de la argumentación paulina sigue siendo el mensaje de la justificación, antes proclamado. Creemos por lo mismo que, si se quiere ser fiel al pensamiento del Apóstol, no hay que referir directa y exclusivamente al bautismo cada una de las afirmaciones aisladas de la perícopa. Todas las afirmaciones parciales deben servir al propósito de fundamentar la realización cristiana de la vida.

12 Por consiguiente, no reine ya el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que cedáis a sus concupiscencias, 13 ni ofrezcáis más vuestros miembros como armas de injusticia al servicio del pecado, sino consagraos a Dios como quienes han vuelto de la muerte a la vida y ofreced vuestros miembros como armas de justicia al servicio de Dios. 14 Porque el pecado no tendrá ya dominio sobre vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.

Las consecuencias esbozadas en la sección precedente se exponen ahora con mayor amplitud. No reine ya el pecado. Aquí aparece con gran realce el imperativo de la exigencia moral, y desde luego en forma de exhortación. A los cristianos hay que seguir exhortándoles a precaverse de la soberanía del pecado. El pecado, que Cristo ha reducido radicalmente a la impotencia, continúa siendo, a pesar de ello, como la posibilidad negativa del cristiano. Si éste no se abraza a la auténtica y verdadera posibilidad que la gracia le ofrece, vuelve a caer en la vieja y superada soberanía del pecado, pese a la obra redentora de Jesús. Pero el cristiano no puede permitirse semejante comodidad. El asidero al que se agarra el viejo pecado es nuestro «cuerpo mortal» con «sus concupiscencias». Es el «hombre viejo» y su «cuerpo» (v. 6) sobre el que sigue levantándose el pecado. En la medida en que el cristiano se le opone en una guerra sin cuartel y se revoca a su vinculación con Cristo, se destruye sin cesar el «cuerpo del pecado» (v. 6). Lo que quiere decir que se priva al pecado de su base todavía presente en la existencia del cristiano, de tal modo que se impide la renovada encarnación del pecado. Apenas será necesario advertir que las afirmaciones de Pablo en este texto no reflejan ningún odio al cuerpo. Más bien reclama justamente una vida de obediencia corporal de cara a Dios (v. 13).

Pero antes de dar a la exhortación ética un giro positivo, Pablo insiste una vez más en el v. 13a en que la vida cristiana es una renuncia al pecado. La vida de los cristianos es una consagración a Dios, a quien son deudores como redimidos del pecado y de la muerte y como llamados a la vida. Esta consagración a Dios se realiza en la entrega de los «miembros» como «armas de justicia» 25 y no «de injusticia». Los cristianos están en un constante servicio militar a las órdenes de Dios y en contra del pecado. Sus «armas» son sus «miembros», es decir, toda su existencia corporal de la que disponen; su victoria consiste en alcanzar la «justicia», que no es otra que la «justicia de Dios» (1,17; 3,21s), creadora de salvación.

El v. 14 se remite al texto de 5,21 reforzándolo: entre el pecado y la gracia ha tenido efecto un cambio de soberanía, el nuevo señorío de la gracia compromete al hombre por completo y no tolera compromiso alguno con el pecado.

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25. Cf. 2Co 6.7; pasaje en que resulta evidente se trata de la verdad y de la fuerza de Dios que sirve a las «armas» de justicia para lograr su triunfo. Véase también 10,4; Rm 13.12; Eph_6:10-20.

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2. LIBRES DEL PECADO Y OBEDIENTES A LA JUSTICIA (Rm/06/15-23)

15 Entonces, ¿qué? ¿Podemos pecar, puesto que ya no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? ¡Ni pensarlo! 16 ¿No sabéis que, si os ofrecéis a alguien como esclavos para estar bajo su obediencia, sois realmente esclavos de aquel a quien os sujetáis: ya sea del pecado para muerte, ya sea de la obediencia para la justicia?

El v. 15 repite la pregunta del v. 1, y con ella se abre una nueva exposición de las exigencias morales que incumben al justificado para darles un mayor relieve. Las expresiones clave son ahora «esclavos del pecado», «esclavos de la justicia», «obediencia» y «libertad».

El creyente se encuentra bajo la gracia; de ello no cabe la menor duda. Sólo que ahora debe abrazar con fe la nueva realidad que se le brinda como su posibilidad. Y eso ocurre con la entrega a «la obediencia». La pregunta del v. 16 no sólo formula una regla conocida, sino que apunta de forma inequívoca a la obediencia total y vital del creyente. La imagen de la esclavitud subraya la vinculación en la que entra el cristiano con su autoentrega. Pablo utiliza comparaciones de su entorno, en este caso también sacándolas del orden general que preside la sociedad de su tiempo. Su aplicación importa aquí en la medida en que el Apóstol la da a conocer en este contexto. Que Pablo aplique la imagen de la esclavitud al estado cristiano, se funda ante todo en la oposición a la esclavitud del pecado. A ella corresponde el estado de cosas de la esclavitud en sentido propio, mientras que los cristianos han sido «liberados para la libertad» 26 Por lo que la fórmula de que el cristiano ha de hacerse esclavo de Dios, o sea de la «justicia» (v. 18s), hay que entenderla metafóricamente. Al mismo tiempo refuerza la vinculación a Cristo que se da con la obediencia del creyente y por la cual éste es arrancado a la esclavitud del pecado.

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26. Cf. Gal_5:1.13.

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17 Pero gracias a Dios que, después de haber sido esclavos del pecado, os habéis sometido de corazón a la forma de doctrina a la que fuisteis entregados; 18 liberados del pecado, os habéis convertido en esclavos de la justicia.

A partir de Cristo las relaciones resultan claras e inequívocas; lo que induce a Pablo espontáneamente a dar gracias a Dios. Porque a partir de Cristo la esclavitud del pecado es ya una forma de vida caducada. El presente se caracteriza por la obediencia de los creyentes, obediencia para la que Cristo les ha liberado. El v. 17b constituye dentro del conjunto un inciso de difícil explicación. Recuerda la fuerza vinculante de la «doctrina» que, en una determinada forma, representa el contenido de la fe cristiana.

Nosotros hemos sido «liberados del pecado», y esto significa que hemos entrado en la esclavitud de la justicia (v. 18). El contraste de la oposición entre libres y esclavos agudiza el problema ético. Ni hay por qué rebajar este contraste, cuando se aclara precisamente que la libertad es justamente una liberación de... y una liberación para. O, dicho con otras palabras, en lugar de la vieja esclavitud ha entrado ahora necesariamente la nueva esclavitud por la acción liberadora de Cristo; de tal modo que, a juicio de Pablo, nunca se puede vivir sin alguna ligadura. Con semejante explicación no se toma la libertad en toda la amplitud de su verdadero sentido. Más bien hay que acentuarla vigorosamente en el sentido que le da Pablo. Y el verdadero problema de la ética paulina consiste precisamente en esto: ¿cómo pueden realizar de hecho los cristianos esta libertad que Cristo les ha merecido? La respuesta de Pablo a lo largo de toda la sección no deja la menor duda: se realiza con la entrega personal del creyente, con la obediencia que abarca toda su vida.

19 Estoy hablando en términos humanos, a causa de la flaqueza de vuestra carne. Pues bien, así como ofrecisteis vuestros miembros al servicio de la impureza y de la inmoralidad, para la inmoralidad, así también consagrad ahora vuestros miembros al servicio de la justicia, para la santificación.

Pablo pide disculpas por su modo de hablar, porque advierte lo inadecuado que resulta presentar la existencia cristiana como una esclavitud. En realidad tampoco a él le interesa semejante descripción, sino la confirmación de los cristianos. «A causa de la flaqueza de nuestra carne», que también el cristiano, y él precisamente, debe tener en cuenta, debe amonestar y advertir apremiantemente del peligro de la vieja esclavitud, que no era otra cosa que «impureza» e «inmoralidad». Si para los que ahora están justificados antes no había más que un ofrecimiento a la impureza y a la inmoralidad, Pablo aclara que una consagración en el sentido auténtico es lo que corresponde a su nueva existencia (cf. v. 13). Esa entrega significa santificación, y en consecuencia, todo lo contrario de la impureza y la inmoralidad.

20 Efectivamente, cuando erais esclavos del pecado, erais libres con respecto a la justicia. 21 ¿Pero qué fruto recogíais entonces? ¡Cosas de las que ahora os avergonzáis! Pues el final de ellas es muerte. 22 Pero ahora, emancipados del pecado y convertidos en esclavos de Dios, tenéis por fruto vuestro la santificación, y, como final, vida eterna. 23 Porque la paga del pecado es muerte; mientras la dádiva de Dios es vida eterna en Jesucristo Señor nuestro.

En los v. 20 y 21 Pablo pone una vez más ante los ojos el pasado pecaminoso con un propósito de exhortación y advertencia. Como «esclavos del pecado» los ahora justificados tuvieron una libertad aparente, por cuanto que no sentían la fuerza de la justicia de Dios, que crea la salvación y compromete al hombre. Pero, echando una mirada atrás, el justificado se avergüenza del «fruto» que le produjo la esclavitud del pecado; ese «fruto» desembocaba en la muerte.

«Pero ahora» (d. 3, 21), en el momento presente, que se caracteriza por el acto liberador de Jesús y por la nueva obediencia de los justificados, hay que hablar de un verdadero y auténtico «fruto». Es el fruto de la consagración de los justificados, que se realiza en la «santificación», no sólo como separación preservativa del mundo pecador, sino como reafirmación de la gracia que opera la santidad, en un enfrentamiento constante con el pecado que siempre supone una amenaza. Su prueba última y definitiva es la «vida eterna» de la consumación esperada. El v. 23 lleva hasta las últimas consecuencias la fecundidad contrastante de la vieja esclavitud al pecado y del nuevo servicio de Dios.

No se puede pasar por alto que a lo largo de todo el capítulo, y pese a que la exhortación a una nueva vida está formulada en tono positivo, prevalece la amonestación a no entregarse ya más al pecado. Tal amonestación encuentra su complemento más positivo en los capítulos 12 y 13. Allí la palabra del Apóstol aclara a sus lectores que la fidelidad cristiana tiene que ser siempre consciente de su inminente enfrentamiento al pecado, pero que también y ante todo se logra con la acción del amor, que transforma al mundo.

lll. ENTRE LA LEY Y LA LIBERTAD (7,1-25)

La nueva obediencia, a la que estamos llamados, es nuestra posibilidad nueva y, justamente como una realidad viva otorgada por Cristo, conduce a la crisis. Pues, la nueva vida significa una renuncia constante del creyente a su propio pasado pecaminoso. Ese pasado, superado ya fundamentalmente en Cristo, vuelve a aparecer justamente en el hombre, que no realiza plenamente el acto liberador de Cristo también como una liberación de la ley. Pues, la ley hace que el pecado reviva, contribuyendo así no a dar la vida sino a provocar la muerte. El cristiano debe tener una idea bastante clara de que no le es posible tomar a la ligera la libertad cristiana y la obediencia de vida que se cumple en esa libertad. Por ello, en 7,1-6 vuelve Pablo a enjuiciar de forma temática la libertad del cristiano como una libertad frente a la ley. Las dos subsecciones que siguen -7,7-12 y 7,13-25- ponen sobre el tapete la cuestión de la ley. Empiezan por esclarecer la ambivalencia de la ley como una exigencia santa de Dios y como un factor de ruina en la sociedad del pecado y de la muerte. Pablo expone aquí, a modo de digresión explicativa, en qué sentido hay que tomar la libertad de la ley que él proclama. Sólo que sus explicaciones van más allá de una digresión corriente, porque con los efectos nefastos de la ley, en unión con el pecado, se descubre al cristiano de qué estado funesto ha sido liberado y con qué cautela debe andar para que la libertad lograda ahora no vuelva a trocarse en el viejo estado de cosas en que imperaban la ley y el pecado.



Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



62(ii) Libertad respecto al yo mediante la unión con Cristo (6,1-23). La descripción de la experiencia cristiana da un paso más. El cris(-)tiano ha sido dotado de una nueva vida por medio de Cristo (5,12-21), que ahora impera en vez del pecado y la muerte. Pero esta nueva vi(-)da significa una reestructuración de los seres humanos. Por medio del bautismo, se identifi(-)can con la muerte y resurrección de Cristo, y su mismo ser o «yo» queda transformado. La actitud de la persona recién justificada es tal, que excluye de su conducta el pecado. Como introducción a su explicación, Pablo vuelve so(-)bre una pregunta mencionada en 3,5-8: ¿por qué no hacer el mal para que de él pueda salir el bien? Si el pecado humano provoca la recti(-)tud de Dios (3,23-24), ¿por qué no dar a Dios más posibilidades para manifestarla? Si Dios lleva a cabo la salvación de la humanidad por medio de Cristo y todo ello es puro don, ¿por qué habríamos de intentar excluir el mal de nuestra propia vida? Pablo rechaza tal cosa con vehemencia: si uno está en unión con Cris(-)to, está «muerto al pecado y vivo para Dios».
63 1. ¿persistir en el pecado?: Una obje(-)ción imaginaria se hace eco de 3,5-8. Si la rec(-)titud procede de la fe, no de las obras, ¿por qué ha de preocuparse el cristiano de los actos malos? de ninguna manera: Véase el comenta(-)rio a 3,4. 2. los que hemos muerto al pecado: Los cristianos han muerto al pecado (5.12-21) y ya no tienen nada que ver con él. No son ellos los que viven, sino que es Cristo quien vi(-)ve en ellos (Gál 2,20). 3. ¿no sabéis?: Los cris(-)tianos de Roma, instruidos en la catequesis apostólica, debían están al tanto de los subli(-)mes efectos del bautismo, los que fuimos bau(-)tizados: En el NT, baptizein se refiere a las abluciones rituales judías (Mc 7,4; Lc 11,38), a la ablución de JBau o al bautismo cristiano (Jn 1,25.28; Gál 3,27). En este caso, lo que Pa(-)blo dice de este último se entiende muy fácil(-)mente de la inmersión, pero no es seguro que el primitivo bautismo cristiano fuera adminis(-)trado de ese modo (véase C. F. Rogers, «Baptism and Christian Archaeology», Studia bíbli(-)ca et ecclesiastica [Oxford 1903] 5.239-361; cf. E.Stommel, JAC 2 [1959] 5-14). en Cristo: La expresión eis Christon no refleja simplemente la imagen de la inmersión, ni es una mera abreviación de una expresión contable (eis to onoma Christou, «a nombre, en la cuenta, de Cristo»), como si el bautismo estableciera la condición de propietario respecto a la persona bautizada. Como otras locuciones prep. pauli(-)nas, expresa un aspecto de la relación del cris(-)tiano con Cristo, aparece muy a menudo con palabras que denotan «fe» o «bautismo» y con(-)nota el movimiento de incorporación por el cual se nace a la vida «en Cristo» (-> Teología paulina, 82:119). bautizados en su muerte: El rito de la iniciación cristiana introduce al ser humano en la unión con Cristo que sufre y muere.

La frase de Pablo es audaz; quiere des(-)tacar que el cristiano no se identifica mera(-)mente con el «Cristo que muere» que obtuvo la victoria sobre el pecado, sino que es intro(-)ducido en ese acto mismo por el cual se obtu(-)vo dicha victoria. De ahí que el cristiano esté «muerto al pecado» (6,11), asociado con Cris(-)to precisamente en el momento en que éste lle(-)gó a ser formalmente Salvador.

64 4. sepultados con él en la muerte: El ri(-)to bautismal representa simbólicamente la muerte, sepultura y resurrección de Cristo; el convertido desciende al interior de la pila bau(-)tismal, es cubierto con sus aguas y emerge a una vida nueva. En ese acto se pasa por la ex(-)periencia de morir al pecado, ser sepultado y resucitar, como Cristo. Pablo utiliza uno de sus vbs. compuestos favoritos, synthaptein, formado con el prefijo syn-, «con» («co-sepultados»). Como resultado de todo ello, el cris(-)tiano vive en unión con Cristo resucitado, unión que encontrará su término cuando un día el cristiano «esté con Cristo» en la gloria syn Christd; -> Teología paulina, 82:120). por medio de la gloria del Padre: La actividad de la resurrección se atribuye al Padre (véase el co(-)mentario a 4,24) y específicamente a su doxa, «gloria». Igual que en el AT (Ex 15,7.11; 16,7.10), los milagros del éxodo se atribuyeron a la kábód de Yahvé (véase el comentario a
3,23), lo mismo pasa también con la resurrec(-)ción de Jesús (véase Fitzmyer, TAG 202-17). De hecho, la doxa del Padre brilla en el rostro de Cristo resucitado (2 Cor 4,6) y le confiere un «poder» (Rom 1,4) «que da vida» (1 Cor 15,45). Este transforma al cristiano (2 Cor 3,18), que es glorificado junto con Cristo (Rom 8,17). también nosotros vivamos una vida nueva: Lit., «caminemos en novedad de vida». El bautis(-)mo produce una identificación del cristiano con Cristo glorificado, posibilitando que aquél viva en realidad con la vida de Cristo mismo (Gál 2,20); esto conlleva una «nueva creación» (? Teología paulina, 82:79). «Caminar» es otra de las expresiones favoritas de Pablo, présta(-)mo tomado del AT (2 Re 20,3; Prov 8,20), para referirse a la conducta ética consciente del cristiano. Éste, identificado con Cristo por medio del bautismo, queda capacitado para llevar una nueva vida consciente que no puede conocer el pecado.

6 55. pues: Los w. 5-8 afirman del cristia(-)no bautizado lo que Pablo dirá de Cristo mis(-)mo en los w. 9-10. Así, éstos proporcionan la base cristológica de la verdad expuesta acerca de la vida cristiana, hemos crecido (en unión) con (él): el pron. «él» se sobreentiende como complemento lógico de symphytoi, «crecidos
junto con» -como una rama joven injertada en un árbol crece junto con él y es alimentada por él-. Esta audaz imagen expresa la comunica(-)ción de la vida de Cristo al cristiano, por me(-)dio de una muerte como la suya: Lit., «por una semejanza de su muerte», dat. instrumental. El bautismo (6,3) es el medio por el cual los cristianos crecen junto con Cristo, quien mu(-)rió y resucitó de una vez para siempre. Algu(-)nos comentaristas (Kasemann, Kuss, Lietzmann, Sanday-Headlam, Wilckens) entienden que el dat. tó homoiómati depende directa(-)mente de symphytoi y traducen «si hemos sido conformados con la imagen de su muerte...», es decir, hemos llegado hasta la unión con el rito de una semejanza de muerte. Gramatical(-)mente, esta interpretación es posible; pero, ¿cómo crece uno junto con una imagen o una semejanza? Normalmente, para Pablo el cris(-)tiano está unido con Cristo mismo (o su «cuer(-)po»), no con una imagen del acontecimiento de la salvación (cf. F. A. Morgan, ETL 59 [1983] 267-302). también mediante una resu(-)rrección como la suya: Lit., «también lo estare(-)mos entonces (crecidos junto con él) median(-)te (una semejanza de) la resurrección». Puesto que el contexto describe la experiencia presen(-)te del cristiano, el tiempo fut. es probable(-)mente lógico, y expresa una consecuencia de la primera parte del versículo, pues el bautis(-)mo identifica a la persona, no sólo con el acto de morir de Cristo, sino también con su resu(-)citar. Pero el fut. también puede hacer refe(-)rencia a una participación en el destino esca(-)tológico. 6. el yo que fuimos en otro tiempo: Lit., «el hombre viejo», el yo sometido a la do(-)minación del pecado y expuesto a la ira divina, en cuanto opuesto al «hombre nuevo», que vi(-)ve en unión con Cristo y está por él liberado del pecado y de cualquier consideración de és(-)te. fue crucificado con él: Véanse Gál 2,20; 5,24; 6,14. para acabar con nuestro yo pecador: Lit., «con el cuerpo de pecado». Ésta expre(-)sión no denota simplemente la parte material del ser humano, en cuanto opuesto al alma, si(-)no la totalidad del ser terreno, dominado por una propensión al pecado (como muestra el resto del versículo).
En 7,24 Pablo hablará de un «cuerpo de muerte» (cf. Col 1,22). En todos los casos, el gen. expresa el elemento que do(-)mina al ser humano terreno, natural (-> Teolo(-)gía paulina, 82:102). para que dejáramos de ser esclavos del pecado: Ésta es la verdadera res(-)puesta a la objeción puesta en 6,1. La destruc(-)ción del «yo» pecador por medio del bautismo y la incorporación a Cristo significa liberación de la esclavitud respecto al pecado. De ahí que la actitud personal no se pueda centrar ya en el pecado.
6 67. el que ha muerto ha sido absuelto del pecado: Dos son las explicaciones habituales del difícil vb. dedikaiótai. Entendido en senti(-)do forense, significaría que, desde el punto de vista de la ley, una persona muerta está exi(-)mida o absuelta, pues el pecado ya no tiene ninguna demanda ni acusación contra él. Po(-)siblemente, Pablo se esté haciendo eco así de una noción judía: la muerte de una persona culpable pone fin a todo litigio (véase Str-B 3.232; cf. K. G. Kuhn, ZNW 30 [1931] 305; G. Schrenk, TDNT 2.218). La otra explicación in(-)tenta interpretar el vb. sin connotaciones fo(-)renses (así Lyonnet, Romains 89; Cranfield, Romans 310-11): quien ha muerto ha perdido el medio mismo de pecar, «el cuerpo de peca(-)do», de manera que está liberado definitiva(-)mente del pecado. En cualquiera de los dos ca(-)sos, se ha seguido un cambio de situación; en el bautismo-muerte se ha rematado la vieja condición y ha empezado una nueva. 8. muer(-)to con Cristo: Es decir, mediante el bautismo. creemos: La nueva vida del cristiano no puede ser objeto de una percepción sensible ni de una conciencia inmediata; se percibe sólo con los ojos de la fe, como señal de la cual se ha ex(-)perimentado el bautismo, también viviremos con él: Pablo piensa principalmente en la fu(-)tura forma definitiva de la nueva vida syn Christó, «con Cristo» (-> Teología paulina, 82:120). Sin embargo, el cristiano disfruta ya de una participación en esa vida, como indica 6,4 (2 Cor 4,10-11). 9. ya no muere más: La re(-)surrección de Cristo ha llevado al cristiano a la esfera de la «gloria», tras haberlo liberado ya de la esfera del pecado y la muerte. Aunque Cristo vino en la semejanza de una carne pe(-)cadora (8,3), quebrantó el dominio del pecado con su propia muerte y resurrección. Esta vic(-)toria es el fundamento de la liberación del cristiano bautizado. Pues Cristo fue resucita(-)do de entre los muertos, no simplemente para hacer pública su buena noticia ni para confir(-)mar su carácter mesiánico, sino para introdu(-)cir a los seres humanos en una nueva modali(-)dad de vida y darles un nuevo principio de actividad vital, el Espíritu, la muerte ya no tie(-)ne señorío sobre él: Es decir, puesto que él mis(-)mo ha llegado a ser Kyrios en la resurrección (Flp 2,9-11), es él, y no el Thanatos personifi(-)cado, quien impera. 10. murió al pecado de una vez para siempre: Su muerte fue un acon(-)tecimiento único, que no se ha de repetir nun(-)ca (ephapax), pues por medio de él entró en la esfera definitiva de su gloria como Kyrios. Con ello murió al pecado, «aunque no conoció pe(-)cado» (2 Cor 5,21). Esta es la base cristológica de la respuesta que Pablo da en 6,6 al objetor imaginario de 6,1. vive para Dios: Desde la re(-)surrección, Cristo disfruta de una nueva rela(-)ción con el Padre, en la cual introduce tam(-)bién a los que son bautizados (Gál 2,19). 11. consideraos muertos al pecado: Conclusión del razonamiento de Pablo. Expresa su opinión sobre el problema de la unificación de la vida cristiana. Ontológicamente unido con Cristo mediante el bautismo, el cristiano debe ahon(-)dar continuamente su fe para llegar a ser psicológicamente consciente de esa unión, en Cristo Jesús: El párrafo termina con esta signi(-)ficativa expresión de unión, descripción breve de la opinión de Pablo sobre la relación del cristiano con el Kyrios resucitado. «En Cris(-)to», el cristiano es incorporado al cuerpo de Cristo mediante el Espíritu santo y de ese modo tiene parte en su vitalidad (véase E. Schweizer, NTS 14 [1967-68] 1-14).

67 12-23. Exhortación basada en la ante(-)rior exposición doctrinal sobre el bautismo y sus efectos. ¿Refleja un sermón pronunciado con anterioridad en una liturgia bautismal? 12. que el pecado no reine sobre vuestro cuerpo mortal: Aunque el cristiano ha sido bautizado y liberado del pecado, esta libertad todavía no es definitiva. El cristiano aún puede ser tenta(-)do y puede sucumbir a la seducción del peca(-)do. (El concilio de Trento, siguiendo a Agustín, explicó «pecado» en este caso como concupis(-)cencia [DS 1515]; sin embargo, como señala Lagrange [Romains 153], aunque ésa tal vez sea una transposición teológica exacta, es una precisión que todavía no se encuentra en el texto.) Para Pablo, hamartia es esa fuerza ac(-)tiva personificada que entró en la historia humana con Adán, reinó sobre los seres hu(-)manos hasta la venida de Jesús y pretende continuar reinando.
También puede engatusar al cristiano, de manera que os haga obedecer sus apetencias: Es decir, las apetencias del cuerpo. Esta es la lectura preferible, pero en P46 (el texto más antiguo de Rom), D, G, Ireneo y Tertuliano, el texto es más bien «obedecer(-)le», esto es, al pecado. Esto tal vez fuera más lógico en el contexto, pero la variante no cam(-)bia mucho el sentido. 13. como instrumentos del mal: O, «como armas de iniquidad». La ex(-)presión es un tropo militar, como indica tam(-)bién la segunda parte del versículo. Las «ar(-)mas de rectitud» aluden al AT (Is 11,5; 59,17). Se supone que los cristianos son instrumentos al servicio de Dios, no en pro del mal. El con(-)traste entre «iniquidad» y «rectitud» se en(-)cuentra también en la LQ (1QS 3,20-21); pero allí sedeq, «rectitud», está íntimamente vincu(-)lada con la observancia de la ley, mientras que para Pablo ha asumido todas las connotacio(-)nes de la «nueva» vida cristiana. 14. el pecado ya no debe tener señorío sobre vosotros: Ya que está relacionado con la muerte. El tiempo fut. expresa una prohibición categórica (BDF 362). no bajo la ley, sino bajo la gracia: La ley no está nunca lejos del pensamiento de Pablo; en este caso la vincula momentáneamente con el pecado. En el cap. 7 desarrollará ampliamen(-)te esta relación. La nueva condición cristiana se puede llamar «rectitud», pero no está aso(-)ciada con la ley; más bien es el efecto del favor benevolente de Dios (véase 3,24).

68 15. La pregunta de 6,1 se repite y se re(-)chaza de nuevo con vehemencia. 16. esclavos: El tropo militar de 6,13 cede el paso a otro to(-)mado de la institución social de la esclavitud, que se adapta mejor a la noción de ley. Pero lo que subyace tras la comparación de Pablo no es tanto la «esclavitud» como tal, cuanto un servicio. Insiste en la libertad del cristiano res(-)pecto a la ley (Gál 5,1); sin embargo, nunca la concibe como libertinaje, como libertad para pecar (Gál 5,13). Es más bien un servicio a Cristo al que ahora está dedicado el cristiano. Ha habido un cambio de kyrioi, y, mediante el bautismo, el cristiano se ha convertido en «el esclavo de Cristo» (véase el comentario a Rom 1,1; cf. 1 Cor 6,11). 17. habéis obedecido al mo(-)delo de doctrina al que fuisteis entregados: Esta parte del v. 17 y el v. 18 se consideran a veces una glosa no paulina, pero su autenticidad paulina se mantiene a menudo con firmeza (véase Cranfield, Romans 323). La dificultad estriba en que la oración es elíptica en el texto gr.; en la versión aquí utilizada se toma en el sentido de hypehousate... to typó didachés eis hon paredothéte. La palabra crucial es typos, que básicamente significa la «impresión visi(-)ble» (de un trazo o un troquel), «marca», «co(-)pia», «imagen». Pero también se usaba para designar una «presentación concisa y tersa» de algún tema (Platón, Rep. 414a.491c). Solía ir emparejada con didaché, «enseñanza», y al pa(-)recer Pablo la utiliza en este último sentido. Parece hacer referencia con ello a un sucinto resumen bautismal de fe al que el convertido fue entregado voluntariamente después de que éste renunció a toda esclavitud respecto al pe(-)cado. En este caso, el vb. «entregados» haría referencia, no a la transmisión de doctrina tra(-)dicional (cf. 1 Cor 11,23; 15,3), sino al traspaso de esclavos de un amo a otro, sin connotación peyorativa (cf. 1 Cor 5,5; Rom 1,24). Se aludi(-)ría así a una costumbre del mundo helenístico según la cual el traspaso de esclavos a menudo se llevaba a cabo con el consentimiento de és(-)tos (véanse J. Kürzinger, Bib 39 [1958] 156-76; F.W. Beare, NTS 5 [1958-59] 206-10, donde se indican otras interpretaciones menos proba(-)bles). 18. liberados del pecado: Este versículo explícita la idea contenida en los versículos precedentes, y hasta en el capítulo entero. Por primera vez en Rom habla Pablo de la libertad cristiana, que a partir de este momento se con(-)vierte en una noción operativa (6,20.22; 7,3; 8,2.21; -> Teología paulina, 82:76). En realidad, ha estado hablando de cierta forma de libertad cristiana desde 5,12. 19. en términos humanos conocidos: Pablo se disculpa por usar un tropo derivado de una institución social para expre(-)sar una realidad cristiana, pero quiere asegu(-)rarse de que cuanto diga de la libertad cristia(-)na no es malinterpretado. No es libertinaje, sino servicio a Cristo motivado por el amor, procedente «del corazón», impureza e iniqui(-)dad: Éstos tal vez parezcan vicios típicamente paganos (véase Gál 2,15), pero los esenios de Qumrán rechazaban eso mismo en sus miem(-)bros (1QS 3,5; 4,10.23-24). santificación: Re(-)sultado final de la consagración a Dios en Cris(-)to Jesús (? Teología paulina, 82:77).

69 20. libres respecto a la rectitud: En este versículo y los siguientes, un juego de palabras con el término «libertad» subraya que el ser hu(-)mano puede ser engañado por lo que se consi(-)dera libertad.
Los vv. 20-23 hacen hincapié en la incompatibilidad de dos modos de vivir. 21. ¿qué fruto sacasteis entonces?: La puntuación de este versículo es objeto de discusión. Se po(-)dría traducir: «¿Qué fruto sacasteis, pues, de las cosas de las que ahora os avergonzáis?». El sen(-)tido, sin embargo, se ve poco afectado en cual(-)quiera de los dos casos. La afirmación impor(-)tante es que tales cosas acaban traduciéndose en muerte -no sólo muerte física, sino también muerte espiritual-. 22. vuestro fruto es la santi(-)ficación: Ser esclavo de Dios supone una entre(-)ga a él que trae consigo un abandono de lo pro(-)fano y del apego al pecado. Dicha entrega no le aparta a uno de este mundo, pero le hace vivir en él como alguien dedicado a Dios. La meta de esta entrega es la «vida eterna», una participa(-)ción en la esfera de la divinidad como tal (véan(-)se los comentarios a 2,7; 5,21). Aunque en cier(-)to sentido ya ha comenzado, su «final» todavía está por llegar. 23. el salario del pecado es la muerte: Pablo vuelve a un tropo militar y utili(-)za opsónion, «ración (de dinero)» pagada a un soldado. Subyacente tras ella está la idea de un pago repetido de manera regular. Cuanto más sirve uno al pecado, más paga en forma de muer(-)te se gana. Éste «salario» se paga con muerte a quienes sirven al pecado (véanse H. Heidland, TDNT 5.592; C. C. Caragounis, NovT 16 [1974] 35-57). el don gratuito de Dios: En contraste con el «salario del pecado» que se adeuda (4,4), la «vida eterna en Cristo Jesús nuestro Señor» es dada de gracia por Dios mismo al cristiano. No hay ningún quid pro quo, y la gracia de Dios acaba produciendo una asimilación del cristia(-)no a Dios mismo (2 Cor 3,18). en Cristo Jesús: Fórmula conclusiva (-> 50 supra).
(Byrne, B. «Living out the Righteousness oí God: The Contribution of Rom 6:1-8:13 to an Understanding of Pauls Ethical Presuppositions», CBQ 43 [1981] 557-81. Dunn, J. D. G., «Salvation Proclaimed: VI. Romans 6:1-11: Dead and Alive», ExpTini 93 [1981-82] 259-64. Schlier, H., «Die Taufe nach dem 6. Kapitel des Romerbriefes», Die Zeit der Kirche [Friburgo de Brisgovia '1972] 47-56. Tannehill, R. C., Dying and Rising with Christ [BZNW 32, Ber(-)lín 1967] 7-43. Wagner, G., Pauline Baptism and the Pagan Mysteries [Edimburgo 1967]. Wedderburn, A. J. M., «Hellenistic Christian Traditions in Romans 6?», NTS 29 [1983] 337-55.)

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



El cristiano, unido a Cristo por el bautismo, está muerto al pecado, 6:1-14.
1 ¿Qué diremos, pues? ¿Permaneceremos en el pecado para que abunde la gracia? 2 ¡Eso, no! Los que hemos muerto al pecado, ¿cómo vivir todavía en él? 3 ¿O ignoráis que cuantos hemos sido bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte? 4 Con El, pues, hemos sido sepultados por el bautismo en su muerte, para que como El resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros caminemos en novedad de vida. 5 Porque, si han sido hechos una misma cosa con El por la semejanza de su muerte, también lo seremos por la de su resurrección; 6 pues sabemos que nuestro hombre viejo ha sido crucificado con El, para que fuera destruido el cuerpo del pecado y ya no sirvamos al pecado. 7 En efecto, el que muere, queda absuelto de su pecado. 8 Si hemos muerto con Cristo, también viviremos con El; 9 pues sabemos que Cristo, resucitado de entre los muertos, ya no muere, la muerte no tiene ya dominio sobre El. 10 Porque muriendo, murió al pecado una vez para siempre; pero viviendo, vive para Dios. 11 Así, pues, también vosotros haced cuenta de que estáis muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús. 12 Que no reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, obedeciendo a sus concupiscencias; 13 ni deis vuestros miembros como armas de iniquidad al pecado, sino ofreceos más bien a Dios, como quienes muertos han vuelto a la vida, y dad vuestros miembros a Dios, como instrumento de justicia. 14 Porque el pecado no tendrá ya dominio sobre vosotros, pues que no estáis bajo la Ley, sino bajo la gracia.

La idea fundamental que aquí desarrolla San Pablo es la de que el hombre, una vez obtenida la justificación, ha roto totalmente con el pecado. El término pecado sigue usándose, igual que en la perícopa anterior (5:12-21), como fuerza personificada del mal que trata de dominar al hombre, con sentido real bastante complejo, resaltando ora un matiz, ora otro, dentro del significado general de hostilidad y separación de Dios. A veces, valiéndonos de nuestra terminología teológica posterior, podríamos traducir simplemente por concupiscencia.
San Pablo entra en el tema presentando una objeción (v.1), que quizás alguno pudiera deducir de lo que él había afirmado en 5:20 sobre pecado y gracia. En resumen, la objeción es ésta: puesto que el pecado no sólo no ha sido obstáculo para que Dios nos conceda la gracia de la justificación, sino que, al contrario, la ha hecho sobreabundar, ¿a qué preocuparnos en cambiar de nuestra vida anterior? ¡Nuestra permanencia en el pecado, dejándonos dominar por él y añadiendo transgresiones a transgresiones, será una nueva oportunidad que ofrecemos a Dios para que siga multiplicando su gracia! Desde luego, la objeción es bastante extraña, y nos resulta difícil creer que a ningún cristiano, si de veras se ha convertido a Dios, se le ocurra deducir conclusión tan disparatada; sin embargo, es posible que algunos tratasen de hacerlo (cf. Gal_5:13) y que incluso atribuyesen al Apóstol doctrinas parecidas (cf. 3:7-8). Ello es más explicable, dado el ambiente de la época, cuando abundaban las así llamadas religiones de los misterios, a cuyos seguidores bastaba la iniciación o rito de entrada para que se creyesen seguros de obtener la salud final, sin importar gran cosa el género de vida que llevaran. San Pablo rechaza categóricamente la objeción con un tajante ¡eso, no! (ìç ãÝíïéôï), cual se hace con una blasfemia (v.2). A renglón seguido añade la razón de la negativa, con un argumento ad absurdum: Los que hemos muerto al pecado, ¿cómo vivir todavía en él? La respuesta, dentro de su brevedad, incluye ya la sustancia de toda su argumentación, que en los versículos siguientes no hará más que desarrollar. Morir al pecado es desligarse de sus dominios, romper con él toda relación, como la tienen rota los muertos respecto de las funciones vitales, que es de donde se toma la metáfora. A su vez, vivir en el pecado, equivalente a permanecer en él de la objeción (v.1), significa seguir las órdenes del pecado, obedeciendo a sus concupiscencias (v.12) y sujetándose a él como esclavos (v.16).
Mas esa afirmación de que hemos muerto al pecado (v.2) era necesario probarla. ¿Dónde y cómo hemos muerto los cristianos al pecado? San Pablo lo va a explicar en los v.3-n, haciendo un fino análisis del significado místico del bautismo. Son versículos de riqueza teológica extraordinaria, que nos llevan hasta la raíz misma de nuestra vida sobrenatural a través de nuestra inserción en Cristo. Dadas ciertas semejanzas con algunos ritos de iniciación en las religiones de los misterios, entonces muy en boga, se ha querido ver a Pablo influenciado por esos ritos. No hay base para tales afirmaciones 102.
La afirmación fundamental está en el v.3: cuantos hemos sido bautizados en (åéò) Cristo Jesús, en (sis) su muerte hemos sido bautizados. No cabe duda de que, al hablar del bautismo en Cristo Jesús, San Pablo está pensando en el bautismo sacramento, aquél que instituyó Jesucristo como puerta de ingreso en su Iglesia (cf. Mat_28:19; Me 16:16; Jua_3:5) y que los Apóstoles comenzaron a exigir desde el primer momento (cf. Hec_2:38-41). Mas, junto a esa idea, hay otra, que va más lejos de la simple afirmación del hecho del bautismo y a la que directamente apunta San Pablo, la idea de inmersión en Cristo producida por el bautismo sacramento, idea sugerida a Pablo por la palabra misma bautizar (etimol. = sumergir) y por el hecho de que el bautismo se administraba entonces por inmersión, sumergiendo completamente en el agua al bautizado. Hemos, pues, de ver aquí dos cosas: una realidad y un simbolismo. La realidad es que por el sacramento del bautismo quedamos unidos místicamente a Cristo y como sumergidos en El; el simbolismo está en el hecho mismo de la inmersión en el agua bautismal, imagen de nuestra inmersión en Cristo. Pero San Pablo no se detiene aquí, sino que, en un segundo inciso del mismo, v.3, concreta más y dice que esa inmersión en Cristo producida por el bautismo es inmersión en su muerte. Con ello quiere decir que por el bautismo Cristo nos asocia de una manera mística, pero real, a su muerte redentora, quedando muerto nuestro hombre viejo o cuerpo de pecado (v.6; cf. Efe_4:22; Col_3:9), es decir, el hombre como estaba antes del bautismo, inficionado por la concupiscencia y esclavo del pecado; si Cristo, con su muerte, liquidó todo lo que se refiere al pecado, hasta el punto de que éste no pueda ya volver con más pretensiones ante la justicia divina (murió al pecado una vez para siempre, v.10), también nosotros, asociados y como sumergidos en su muerte, hemos roto totalmente con el pecado, pues la muerte de un culpable rompe todos los vínculos que le ligaban a la vida y extingue la acción judiciaria (queda absuelto de su pecado, v.7).
Con esto, la tesis de Pablo quedaba probada. Mas era una idea demasiado interesante para que el Apóstol no tratara de desarrollarla más. Y, en efecto, así lo hace. No se contenta con el aspecto negativo de nuestro morir al pecado, sino que insistirá también en el aspecto positivo de nuestra resurrección a nueva vida. Por eso, comienza ligando a la idea de muerte, de la que ha hablado en el v.3, la idea de sepultura (v.4), con lo que el cristiano, muerto y sepultado con Cristo, tiene ya completo, como Cristo, el punto de partida hacia la resurrección 103. Esta idea de resurrección, igual que la de muerte y sepultura, estaría también simbólicamente representada en el rito del bautismo (v.5), que tiene un doble momento, el de la inmersión (imagen sensible de la muerte y sepultura) y el de la emersión (imagen sensible de la resurrección). Es, pues, el bautismo como una parábola en acto, eficaz, de la antítesis muerte -vida.
En resumen, lo que San Pablo viene a decir es que por el bautismo quedamos incorporados y como sumergidos en Cristo, en su muerte y en su vida, haciéndonos así aptos para que lleguen hasta nosotros los beneficios del Calvario. A partir de esta inserción en Cristo, formamos una misma cosa con El (óýìöõôïé, i.e., animados de un mismo principio vital, como el injerto y la planta, ?.6; cf. 4:17), pudiendo con toda razón exclamar que hemos sido con-crucificados, consepultados, convivificados (v.4.6.8.n; cf. Efe_2:5-6; Col_2:12), y que ya no vivimos nosotros, sino que es Cristo quien vive en nosotros (Gal_2:20). Al fin de cuentas, es lo que ya antes, con expresión nítida y sencilla, había dicho Jesucristo: Yo soy la vid, vosotros los sarmientos (Jua_15:5). Una cosa, sin embargo, conviene advertir. Esta nueva vida a la que nacemos por nuestra inserción en Cristo, y a la que San Pablo alude repetidas veces en sus cartas (cf. 2Co_5:15-17; Efe_2:15; Col_3:9-10), comienza ya en el bautismo, pero no logra su plenitud sino después de nuestra muerte corporal y salida de este mundo (cf. 1Co_15:12-18). Ello hace que el término vida, lo mismo que antes en 5:17-18, también aquí en estos versículos tenga un sentido complejo, equivaliendo ora a la vida de gracia con su necesaria repercusión en la vida moral, ora a la vida de gloria con su complemento de resurrección de los cuerpos; de ahí que San Pablo a veces hable en presente (caminemos en novedad de vida.., v.4; vivos para Dios.., v.11) y a veces en futuro (viviremos con El.., v.8), pues fácilmente pasa de una etapa a otra.
La conclusión de todos estos razonamientos, con que se responde a la cuestión propuesta en el v.1, podemos verla en el v.11: Así, pues, también vosotros haced cuenta.. A esta conclusión sigue, como toque de alerta, una cálida exhortación a vivir vigilantes para que el pecado no reine de nuevo en nosotros, como antes , del bautismo (v.12-13). Ello supone que, incluso después de bautizados, el pecado puede reconquistar en nosotros su antiguo dominio, haciéndonos morir para Cristo y vivir para él. La lucha será dura; pero a quien diga que no tiene fuerzas para resistir en ella, San Pablo responde que eso no es verdad, pues no estamos ya bajo la Ley, que señalaba el pecado, pero no daba fuerza para evitarlo (cf. 3:20), sino bajo la gracia, que con nuestra inserción en Cristo alteró completamente el poder del pecado (v.14). Con esto volvemos al tema fundamental de toda esta sección, es a saber, que nuestra esperanza de llegar a la salud final, si permanecemos unidos a Cristo, no quedará confundida (cf. 5:5).

El servicio del pecado y el de Dios, 6:15-22.
15 ¡Pues qué! ¿Pecaremos porque no estarnos bajo la Ley, sino bajo la gracia? ¡Eso, no! 16 ¿No sabéis que ofreciéndoos a uno para obedecerle os hacéis esclavos de aquel a quien os sujetáis, sea del pecado para la muerte, sea de la obediencia para la justicia? 17 Pero gracias sean dadas a Dios, porque siendo esclavos del pecado, obedecisteis de corazón a la norma de doctrina a la que habéis sido entregados, 18 y libres ya del pecado, habéis venido a ser esclavos de la justicia. 19 Os hablo a la llana, en atención a la flaqueza de vuestra carne. Pues bien, como pusisteis vuestros miembros al servicio de la impureza y de la iniquidad para la iniquidad, así ahora entregad vuestros miembros al servicio de la justicia para la santidad. 20 Pues cuando erais esclavos del pecado, estabais libres respecto de la justicia. 21 ¿Y qué frutos obtuvisteis entonces? Aquellos de que ahora os avergonzáis, porque su fin es la muerte. 22 Pero ahora, libres del pecado y hechos esclavos de Dios, tenéis por fruto la santificación y por fin la vida eterna. 23 Pues la soldada del pecado es la muerte; pero el don de Dios es la vida eterna en nuestro Señor Jesucristo.

San Pablo sigue insistiendo en la ruptura del cristiano con el pecado. Toda la perícopa, de tipo eminentemente exhortativo, gira en torno a esta antítesis: antes estuvisteis al servicio del pecado, que lleva a la muerte; ahora habéis de estar al servicio de Dios, quien os dará la vida. Donde San Pablo se expresa con términos más claros es en los v.22-23, nombrando explícitamente a Dios como la potencia contraria al pecado a la que debemos someternos (siervos de Dios. , el don de Dios); en otros versículos, aunque la idea es la misma, hablará de obediencia para la justicia (v.16), obediencia a la norma de doctrina a la que habéis sido entregados (v.17), siervos de la justicia (v. 18.19). Esta justicia es evidentemente la justicia traída al mundo por el Evangelio (cf. 1:17; 3:21-26); y la norma de vida a la que fuimos entregados es ese mismo Evangelio, en cuanto fuerza viva o instrumento de Dios en orden a la salud de los hombres (cf. 1:16). Si San Pablo hace resaltar la idea de obediencia, ello es debido a que nuestro paso al servicio de Dios, dejando el del pecado, o lo que es lo mismo, nuestra aceptación del Evangelio, es un acto de nuestra voluntad libre, que hemos hecho de corazón (v.17). San Pablo entra en el tema de modo muy parecido a como lo había hecho en la perícopa anterior (v.15; cf. v.1), presentando una objeción basada en lo que acaba de afirmar en el v.14. Había dicho el Apóstol que por no estar bajo la Ley, sino bajo la gracia, el pecado no tiene ya fuerza para dominarnos, y ello podía dar motivo a que alguno pensase que bajo el régimen de la gracia no había por qué preocuparse ya del pecado ni de los preceptos morales. Libertades semejantes vemos que habían tratado de deducir algunos cristianos de Corinto (cf. 1Co_6:12). San Pablo rechaza enérgico la consecuencia con un tajante ¡Eso, no! (v.15), y luego trata de razonar esa negativa: No sabéis que.. (v. 16). Lo que el Apóstol parece querer decir es que, aunque, bajo el régimen de la gracia, el pecado no tiene ya fuerza para dominarnos, eso no significa que nosotros no podamos volver a caer de nuevo en su esclavitud; la única diferencia respecto de tiempos anteriores está en que ahora esa esclavitud es voluntaria, mas la naturaleza de la esclavitud sigue igual e iguales también las consecuencias a que ella nos lleva.
En la época en que escribe San Pablo, la idea de esclavitud estaba en el ambiente y era en extremo expresiva; de ahí que el Apóstol se valga de ella para mejor hacer entender a sus lectores las obligaciones que la nueva fe nos impone. Es de notar, sin embargo, que la palabra esclavitud, aplicada a nuestra sumisión al Evangelio, no le gusta a San Pablo, que más bien prefiere hablar de libertad cristiana (cf. 8:15-21; 2Co_3:17; Gal_5:1); por eso se excusa de tenerla que emplear aquí (os hablo a la llana.., v.19), en atención a que sus destinatarios no habrían podido comprender razones conceptuales más profundas, mientras que les era fácil entender que lo menos que se podía pedir a un cristiano es que pusiese al servicio de la justicia cuanto había puesto al servicio del pecado. También estaba en el ambiente la idea de soldada o paga militar (üøþíéá), en un mundo poblado de legiones romanas, y San Pablo la recoge para designar la muerte, que es la soldada o salario con que el pecado paga a sus servidores (v.23). Por lo que hace a los servidores de Dios, San Pablo no habla de soldada, sino de don ÷Üñéóìá), pues Dios no nos da la vida eterna como simple sueldo, sino como don, ya que es El quien con su gracia eleva el valor de nuestras obras para que sean merecedoras de tal recompensa. Probablemente en la palabra don, contrapuesta a soldada, hay una alusión a los donativos o gratificaciones que en determinadas circunstancias hacían los emperadores a los soldados, aparte del sueldo. si es así, la metáfora militar de que se vale San Pablo es todavía más completa.

Comentario de Santo Toms de Aquino


Lección 3: Romanos 6,11-18
Exhorta a los Romanos a no permanecer en pecado y a la vez plantea la cuestión de si haya que pecar estando en gracia.12. No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal de modo que obedezcáis a sus concupiscencias.13. Ni sigáis ofreciendo al pecado vuestros miembros como armas de iniquidad; antes bien, ofreceos vosotros mismos a Dios, como resucitados de entre los muertos, y vuestros miembros como armas de justicia para Dios.14. Porque el pecado no tendrá dominio sobre vosotros. Pues no estáis bajo la Ley sino bajo la gracia.15. Entonces ¿qué? ¿Pecaremos por cuanto no estamos bajo la Ley sino bajo la gracia? De ninguna manera.16. ¿No sabéis que si a alguien os entregáis como esclavos para obedecerle, esclavos sois de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte^ sea de la obediencia para justicia?17. Pero gracias a Dios, así como erais esclavos del perado, habéis venido a ser obedientes de corazón a aquella forma de doctrina a la cual os entregasteis.18. Y libertados del pecado, habéis venido a ser siervos de la justiciaHabiendo enseñado el Apóstol que no debemos permanecer en pecado, y que tenemos poder para ello, aquí concluye en una exhortación moral. Y acerca de esto hace tres cosas. Primero enuncia la admonición: luego, da la razón de ello: Porque el pecado, etc.; finalmente, plantea una cuestión y la resuelvo: Entonces ¿qué? ¿Pecaremos, etc.? Acerca de lo primero hace dos cosas. Primero enuncia la admonición; luego, la explica: de modo que obedezcáis, etc.Así es que primero dice: Dicho está que nuestro hombre viejo está crucificado de una vez por todas para que sea destruido el cuerpo del pecado, con lo cual se da a entender que de tal manera ha sido disminuido el poder del pecado que no pueda dominarnos. Luego que en lo sucesivo no reine ya el pecado en vuestro cuerpo mortal. Pero no dice: Que no haya pecado en vuestro cuerpo mortal, porque mientras nuestro cuerpo sea mortal, o sea, sujeto a la necesidad de la muerte, no puede existir sin que en él exista el pecado, esto es, el fomes del pecado. Pero por haber sido liberados por Dios del reino del pecado, debemos esforzarnos por que el pecado no recupere en nosotros el dominio ya perdido; y esto lo dice así: que no reine el pecado en vuestro cuerpo mortal. Y de esto es necesario cuidarnos mientras cargamos con el cuerpo mortal, porque se dice en el Libro de la Sabiduría (9,15): El cuerpo corruptible hace pesada el alma, etc.En seguida, cuando dice: de modo que obedezcáis, etc., explica la admonición antecedente. Acerca efe lo cual se debe considerar que de dos maneras reina el pecado en el hombre. De una primera, por el interno consentimiento de la mente. Y para evitarlo dice: de modo que obedezcáis a sus concupiscencias. Porque obedecer por el consentimiento de la mente a las concupiscencias del pecado es reinar el pecado en nosotros. No te dejes arrastrar de tus pasiones (Eccli 18,30. De un segundo modo reina el pecado en nosotros mediante ejecución de obras. Y para excluir esto dice: Ni sigáis ofreciendo vuestros miembros al pecado, esto es, al fomes del pecado, como armas de iniquidad, esto es, como instrumentos de ejecución de la iniquidad. Porque cuando con sus miembros comete pecado el hombre, comete una iniquidad: y es claro que así se pelea por reconstruir el dominio del pecado, que con la costumbre de pecar toma cuerpo en nosotros. Y bajaron al infierno con sus armas (Ez 32,27).En seguida, cuando dice: pero ofreceos vosotros mismos a Dios, etc., exhorta a lo contrario, o sea, a que nos le ofrezcamos a Dios. Y primero en cuanto al efecto interior, diciendo: pero ofreceos vosotros a Dios, de modo que vuestra mente se le sujete. Ahora bien,1srael, ¿qué pide de tí el Señor Dios tuyo, sino que temas a tu Señor Dios y sigas sus caminos? (Deut 10,12). Y esto debéis hacerlo como vivientes de entre los muertos, o sea, en cuanto traídos a la vida de la gracia desde la muerte de la culpa. Y por esto también es ¡isto que el qué vive ya no viva para sí sino para Aquel que murió por todos (2Co 5,15). Y lo segundo en cuanto al acto exterior, por lo cual dice: Ofreced vuestros miembros a Dios, esto es, para su servicio, como armas de justicia, a manera de instrumentos para el cumplimiento de la justicia, con los cuales luchéis contra los enemigos de Dios. Vestios la armadura de Dios, para poder sosteneros contra las insidias del diablo (Ef 6,2).En seguida, cuando alguien dice: Porque el pecado, etc., da la razón de su admonición. Porque podría alguien excusarse a sí mismo -juzgándose estar impedido para observarla- haciendo valer el dominio del pecado. Pero esto primeramente lo excluye el Apóstol diciendo: Porque el pecado no tendrá dominio sobre nosotros, es claro que si empezáis por resistir al pecado y por ofreceros a Dios, según aquello de Santiago 4,8: Allegaos a Dios, y El se allegará a vosotros. Y Santiago 4,7: Resistid al diablo, y él huirá de vosotros. Como si dijera: por lo ya dicho podéis comprobar que no os encontráis con que el pecado domina en vosotros, por lo que pudierais retroceder; porque hemos sido librados por Cristo, según aquello de Juan 8,36: Si pues el Hijo os hace libres, seréis verdaderamente libres.En segundo lugar explica así lo que dijera: Pues no estáis bajo la Ley sino bajo la gracia. En lo cual se debe considerar que no se habla de la Ley sólo en cuanto a las prescripciones ceremoniales sino también en cuanto a las morales, bajo la cual se dice que se está doblemente. De una manera, como sujeto uno voluntariamente a las observancias de la Ley. Y de este modo aun Cristo estuvo bajo la Ley, según aquello de Gálatas 4,4: Puesto bajo la Ley, porque ciertamente observó la Ley no sólo en cuanto a las prescripciones morales, sino también en cuanto a las ceremoniales. Ahora bien, los fieles de Cristo están ciertamente de este modo bajo la Ley, en cuanto a las morales, mas no en cuanto a las ceremoniales. De otra manera se dice que está alguien bajo la Ley como constreñido por la Ley, y así se dice que está bajo la Ley quien no voluntariamente por amor sino que por temor es constreñido a observar la Ley. Y este tal carece de la gracia, pues si la tuviera inclinaría a la voluntad a observar la Ley para cumplir por amor sus preceptos morales. Así es que mientras alguien está bajo la Ley de tal manera que no la observe voluntariamente, domina en él el pecado, por el cual la voluntad del hombre se inclina a querer lo que es contrario a la Ley, dominio que por la gracia se suprime de modo que el hombre obedezca la Ley no como si estuviera sujeto a ella sino como libre. No somos hijos de la esclava sino de la libre, con la libertad con la que Cristo nos liberó (Salat 4,31 y 5,1). Ahora bien, esta gracia que hace que el hombre observe libremente la Ley no la conferían los sacramentos legales sino que la confieren los sacramentos de Cristo, por lo cual quienes se sujetaban a las ceremonias de la Ley, en cuanto a lo que corresponde a la virtud de los propios sacramentos legales, no estaban bajo la gracia sino bajo la Ley, a no ser que por la fe de Cristo alcanzaran la gracia. Y quien se sujeta a los sacramentos de Cristo consigue la gracia por la propia virtud de ellos, para no estar bajo la Ley sino bajo la gracia, a no ser que por su culpa se sujete a la servidumbre del pecado.En seguida, cuando dice: Entonces ¿qué? etc., plantea una cuestión contra lo que se ha dicho. Y acerca de esto hace tres cosas. Primero plantea la cuestión. Lo segundo, la resuelve presentando su inconveniencia: De ninguna manera. ¿No sabéis que si a alguien os entregáis, etc.? Lo tercero, muestra ser inconveniente aquello a lo que conduciría: Doy gracias a Dios, etc. Acerca de lo primero se debe considerar que lo ya dicho podría mal interpretarse por algunos, de modo que los fieles de Cristo nc estén bajo la Ley en cuanto a la obligación de observar los preceptos morales, de lo cual se seguiría que a los fieles de Cristo les sería lícito pecar obrando contra los preceptos morales. Por lo cual bajo este sentido plantea la cuestión diciendo: ¿Pues qué diremos? ¿Acaso no pecamos obrando contra los preceptos morales de la Ley porque está dicho que no estamos bajo la Ley sino bajo la gracia? Y este sentido el Apóstol lo desaprueba (Galat 5,13), diciendo: Vosotros, hermanos, fuisteis llamados a la libertad; mas no uséis la libertad como pretexto para la carne. Y por eso, respondiendo también aquí, agrega: De ninguna manera: no pequemos porque hemos sido librados de la Ley; porque si pecáramos se seguiría el inconveniente de que de nuevo caeríamos bajo la servidumbre del pecado. Y esto lo dice así: ¿No sabéis que si a alguien os entregáis por vuestra propia voluntad como esclavos para obedecerle, espontáneamente seréis esclavos de aquel a quien obedecéis? Porque el obedecer es la deuda que los esclavos le deben al señor: Siervos, obedeced a los amos según la carne (Ef 6,5). De aquí que cuando alguien obedece a otro se hace siervo suyo obedeciéndole. Pero siendo diversos los salarios son diversos los señores a quienes se obedece. Porque quien obedece al pecado, por la servidumbre del pecado va derecho a la muerte. Y esto lo dice así: sea del pecado, o sea que siervos suyos sois obedeciéndole. Y esto conduce a la muerte, o sea, que precipita a la eterna condenación, de la cual se dice en el Apocalipsis (2,1 1): El vencedor no será alcanzado por la segunda muerte. Quien en verdad obedece a Dios se hace siervo de tal obediencia, porque por la costumbre de obedecerle, más y más se inclina su mente a obedecer y así alcanza la perfección de la justicia. Y esto lo dice así: sea de la obediencia, esto es, de los divinos preceptos, seréis esclavos para cumplir con la justicia,según aquello: Serán justificados los que cumplen la Ley (Rm 2,13). Y muy convenientemente le opone la obediencia al pecado, porque como dice Ambrosio el pecado es la transgresión de la ley divina y la desobediencia de los mandatos celestiales.En seguida, cuando dice: Pero gracias a Dios, muestra ser inconveniente que por obedecer al pecado caigamos de nuevo ba¡o la servidumbre del pecado. Lo primero por una razón tomada del beneficio que hemos conseguido. Porque si alguien por gracia de otro es liberado de la esclavitud, inconveniente es que él mismo espontáneamente se sujete a servidumbre; por lo cual, como nosotros por la gracia de Dios hemos sido liberados del pecado, inconveniente es que espontáneamente nos sujetemos de nuevo a la esclavitud del pecado. Lo segundo, por la condición a la cual hemos sido conducidos después de la liberación del pecado para que seamos siervos de la justicia. Porque a ningún siervo le es lícito sujetarse a la esclavitud de un señor contrario; por lo cual no nos es lícito que habiendo sido hechos siervos de la justicia, de nuevo busquemos la esclavitud del pecado. Una y otra razón toca el Apóstol a la vez, diciendo: Doy gracias a Dios, y así también vosotros debéis dar gracias de que siendo esclavos del pecado (porque todo el que comete pecado es esclavo del pecado; Juan 8,34), obedecisteis, es claro que creyendo (para obediencia fiel entre todos los gentiles: Rm 1,5), y esto no constreñidos, sino de corazón (Con el corazón se cree para justicia: Rm 10,10) a aquella forma de doctrina, esto es, a la doctrina de la fe católica (Las palabras saludables en la misma forma que de mí las oíste: 2 Tim 1,13) a la cua! os entregasteis, esto es, a la cual totalmente os sujetasteis. (Se entregaron ellos mismos primeramente al Señor, y luego a nosotros por voluntad de Dios: 2Co 8,5). Y por esto habéis sido libertados del pecado, y así no conviene que volváis a caer bajo la esclavitud del pecado; y habéis venido a ser siervos de la justicia, y así no conviene que desertéis de la justicia. Fuisteis comprados por un precio (1Co 6,20), y no sois vuestros.

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter VI.

[Dead to sinne.]

1 Wee may not liue in sinne, 2 for wee are dead vnto it, 3 as appeareth by our baptisme. 12 Let not sinne raigne any more, 18 because wee haue yeelded our selues to the seruice of righteousnesse, 23 and for that death is the wages of sinne.
1 What shall we say then? shall wee continue in sinne: that grace may abound?
2 God forbid: how shall wee that are dead to sinne, liue any longer therein?
3 Know ye not, that so many of vs as [ Or, are.] were baptized into Iesus Christ, were baptized into his death?
4 Therefore wee are buryed with him by baptisme into death, that like as Christ was raised vp from the dead by the glorie of the Father: euen so wee also should walke in newnesse of life.
5 For if we haue bene planted together in the likenesse of his death: wee shalbe also in the likenesse of his resurrection:
6 Knowing this, that our old man is crucified with him, that the bodie of sinne might bee destroyed, that hencefoorth we should not serue sinne.
7 For he that is dead, is [ Greek: iustified.] freed from sinne.
8 Now if we be dead with Christ, we beleeue that we shal also liue with him:
9 Knowing that Christ being raysed from the dead, dieth no more, death hath no more dominion ouer him.
10 For in that he dyed, he dyed vnto sinne once: but in that hee liueth, hee liueth vnto God.
11 Likewise reckon yee also your selues to be dead indeed vnto sinne: but aliue vnto God, through Iesus Christ our Lord.
12 Let not sinne reigne therfore in your mortall body, that ye should obey it in the lusts thereof.
13 Neither yeeld yee your members as [ Greek: armes, or weapons.] instruments of vnrighteousnes vnto sinne: but yeelde your selues vnto God, as those that are aliue from the dead, and your members as instruments of righteousnesse vnto God.
14 For sinne shall not haue dominion ouer you, for yee are not vnder the Law, but vnder Grace.
15 What then? shal we sinne, because wee are not vnder the Law, but vnder Grace? God forbid.

[Wages of sinne.]

16 Know ye not, that to whom yee yeeld your selues seruants to obey, his seruants ye are to whom ye obey: whether of sinne vnto death, or of obedience vnto righteousnesse?
17 But God bee thanked, that yee were the seruants of sinne: but ye haue obeyed from the heart that fourme of doctrine, [ Greek: whereto ye were deliuered.] which was deliuered you.
18 Being then made free from sinne, yee became the seruants of righteousnesse.
19 I speake after the maner of men, because of the infirmitie of your flesh: for as yee haue yeelded your members seruants to vncleannesse and to iniquitie, vnto iniquitie: euen so now yeelde your members seruants to righteousnesse, vnto holinesse.
20 For when yee were the seruants of sinne ye were free [ Greek: to righteousnesse.] from righteousnesse.
21 What fruit had yee then in those things, whereof ye are now ashamed? for the end of those things is death.
22 But now being made free from sinne, and become seruants to God, yee haue your fruit vnto holinesse, and the end euerlasting life.
23 For the wages of sinne is death: but the gift of God is eternall life, through Iesus Christ our Lord.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Liberados del pecado, siervos de Dios. Por vivir en cuerpo un mortal, el cristiano sigue expuesto al pecado, solicitado por el deseo (cfr. Stg_1:14). Debe dominarlo y someterlo, como dice Dios a Caín (Gén_4:7). Frente a ideologías griegas que consideraban como malo el cuerpo y el mundo material, Pablo afirma la unidad de la persona humana y, por tanto, el cuerpo puede y debe estar a disposición de Dios como instrumento del bien (13). He aquí una concepción realista de la unidad del hombre y de su responsabilidad. Volviendo a la objeción anterior, nuevamente demuestra que es absurda: «¿Vamos a pecar porque estamos bajo la gracia? ¡De ningún modo!» (15). La gracia no da licencia al pecado; todo lo contrario, capacita para someterlo. La vida del cristiano es de una tensión existencial entre el pecado y Dios. Y no hay términos medios ni hay cabida para la neutralidad o, como dice el proverbio: «no se puede encender una vela a Dios y otra al Diablo». «Quien no está conmigo está contra mí» (Mat_12:30).
Pablo expresa esta tensión con la imagen más fuerte que tiene a mano y que sabe que va a impactar a sus lectores: la imagen de la esclavitud -es probable que muchos cristianos de Roma fueran realmente esclavos-. Dos esclavitudes se presentan al cristiano como opción de vida: la esclavitud al pecado o la esclavitud a Cristo. El pecado conduce a sus esclavos a la muerte. Por el contrario, la «obediencia» a Cristo -ya no habla de esclavitud- conduce a la salvación y por ella a la vida.
El Apóstol les recuerda a los romanos que ellos ya han elegido libremente: antes eran esclavos del pecado, ahora, por la gracia de Dios, se han sometido de corazón y, liberados del pecado, se hicieron esclavos de la justicia (19). Sigue explotando la imagen, consciente de sus límites, invitándoles a comparar su situación previa al bautismo con su situación presente con el fin de darles ánimos y para que, vigilantes, permanezcan firmes en la lucha, porque de una batalla se trata. Y así, el Apóstol utiliza el lenguaje militar para afirmar que el que «milita» como esclavo a las órdenes del pecado recibirá, como salario, la muerte. Dios, en cambio, no paga salario, sino que lo regala, como se hace entre personas libres; ese regalo es la vida eterna (cfr. Jua_8:32).

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



Librados del poder del pecado, para servir a la justicia. Al igual que en 6:1-14, este párrafo tiene como detonante una pregunta relacionada con algo que Pablo acaba de decir. Su afirmación de que el creyente en Cristo no está bajo la ley, sino bajo la gracia (14b), podría implicar que ya no hay reglas que el cristiano necesite obedecer, ni más condena por pecado alguno que él o ella efectivamente cometa. La respuesta de Pablo es similar a su enseñanza en los vv. 3-10: pecar de manera habitual manifestaría un estado de esclavitud al pecado (16), un estado del cual todo creyente en Cristo ha sido librado (17, 18). Pablo está seguro de que los creyentes romanos han experimentado en sí mismos esta nueva libertad del pecado, porque, les dice, habéis obedecido de corazón a aquella forma de enseñanza a la cual os habéis entregado (17b). Al expresar el tema con estas palabras Pablo está sugiriendo, al mismo tiempo, que los creyentes en Cristo, liberados de la ley mosaica, están, no obstante, ligados por un código autoritativo, una forma de enseñanza que en algunos aspectos es similar a la de la ley mosaica (ver 2:20). Los cristianos tienen una nueva obligación. Los vv. 17-23 lo explican como un desarrollo de lo que Pablo ha dicho antes en el capítulo. La libertad del pecado, afirma Pablo, no quiere decir que los creyentes sean autónomos, viviendo sin un Señor y sin obligaciones. Indica más bien una nueva esclavitud: pero a la justicia (18, 19) y a Dios (22). Al igual que Jesús, Pablo insiste en que la verdadera libertad se halla únicamente en una relación con el Dios que nos creó (Juan 8:31-36). Unicamente al doblar la rodilla ante Dios puede una persona llegar a ser lo que fue la intención original de Dios para con ella: justa (ajustándose a las normas de conducta dadas por Dios) y santa (una vida centrada en Dios, y que renuncia al mundo). Y la consecuencia de éstas es la vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro (23; cf. v. 22).

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 6.11 En unión con Cristo Jesús: lit. en Cristo Jesús. Pablo usa con frecuencia la expresión en Cristo Jesús. Con ella se refiere a la obra de salvación que Dios ha realizado por medio de Cristo, especialmente en su muerte y resurrección (véase 3.24 nota m; cf. 1 Co 1.30). Además, con esta expresión caracteriza toda la vida del creyente, quien en el bautismo se ha unido a la persona de Cristo, a su muerte y resurrección, y debe seguir viviendo unido a él (cf. Ro 6.3-11; 1 Co 1.9; Gl 3.27; Flp 1.1; Col 1.4). Esa unión con Cristo crea también la unión entre los creyentes (Ro 12.5; Gl 3.28). La vida eterna es asimismo una vida en unión con él (Ro 6.23).

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



3. "Fuimos bautizados... nos hemos sumergido": estas dos expresiones traducen el mismo verbo "bautizar", que en este pasaje conserva su significado primitivo de "sumergirse". Pablo alude al bautismo por "inmersión", que se practicaba habitualmente en la Iglesia primitiva, y muestra que esa inmersión es un símbolo de lo que acontece en el bautismo: al ser bautizado, el cristiano se sumerge en Cristo y en su muerte, para renacer con él a una Vida nueva (vs. 4-5). Ver Col_2:12; 1Pe_3:21.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

El Apóstol exhorta, mediante la imagen de la esclavitud y de la libertad, a vivir conforme a esa nueva condición de bautizados. Los cristianos hemos de ser consecuentes con la situación de «justificados» (cfr v. 22). «A cada uno llama a la santidad, de cada uno pide amor: jóvenes y ancianos, solteros y casados, sanos y enfermos, cultos e ignorantes, trabajen donde trabajen, estén donde estén» (S. Josemaría Escrivá, Hom. 2. 294).


Biblia Peshitta en Español (Holman, 2015)

a Jua 8:32; Rom 6:22; Rom 8:2

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Jua_8:36; Gál_5:13

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Jua_8:36; Gál_5:13

Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*5:1-8:39 En esta segunda sección de la parte doctrinal de Rom el presente y el futuro del cristiano se van contemplando en movimientos sucesivos y desde la justificación obtenida.

Biblia Textual IV (Sociedad Bíblica Iberoamericana, 1999)

hechos esclavos... Gr. doulóo = esclavizar, hacer esclavo, someter a esclavitud → §273.

Biblia Latinoamericana (San Pablo, 1995)



[=] *Gal 5:13 *Jn 8:36