Ver contexto
ellos morían por las picaduras de langostas y moscas,
sin encontrar remedio para su vida,
pues merecían ser castigados por tales bichos.
(Sabiduría 16, 9) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

;;

Sección 3.
La Suerte de Israel y la de Sus Opresores.
En la primera sección (10-12) de la tercera parte, el autor, contrastando la providencia de Dios sobre su pueblo con el castigo de los egipcios y cananeos, recorrió la historia de Israel desde sus orígenes hasta la salida de Egipto. Después de las reflexiones sobre la idolatría de los capítulos precedentes (12-15), el autor sagrado continúa aquélla a través del desierto, recordando siempre el castigo de las plagas, en contraste con la protección del Señor sobre los hebreos, concluyendo con un apéndice en que menciona el castigo de los sodomitas.


16. Dios Provee a Israel y Castiga con Plagas a los Egipcios.

Las codornices y las plagas de los animales (16:1-14).
1 Por esto, mediante ellos fueron dignamente castigados por semejantes criaturas y por muchedumbre de bestias fueron atormentados. 2 En vez de este castigo, colmaste de beneficios a tu pueblo, y para satisfacción de su apetito le diste un manjar exquisito y le preparaste las codornices para alimento. 3 De suerte que aquéllos, ansiosos de alimento, por asco de los animales enviados contra ellos, sintieron aversión al alimento necesario; mientras que éstos, pasada una breve privación, gustaron un manjar maravilloso. 4 Pues convenía que los opresores sintiesen una necesidad insaciable, y a éstos sólo se les diese a conocer el tormento de los enemigos. 5 Mas cuando sobre éstos vino la terrible furia de las bestias y perecían por las mordeduras de las tortuosas serpientes, tu cólera no duró hasta el fin. 6 Para su corrección fueron por un poco turbados; tuvieron una señal de salud para traerles a la memoria los preceptos de la Ley; 7 pues el que se volvía a mirarla no era curado por lo que veía, sino por ti, Salvador de todos. 8 Y con esto mostraste a nuestros enemigos que tú eres el que salvas de todo mal; 9 pues a ellos los mataron las picaduras de las langostas y de las moscas, sin encontrar remedio para su mal, porque merecían ser por tales medios castigados; 10 pero sobre tus hijos no vencieron los dientes de las venenosas serpientes, porque tu misericordia los socorrió y los sanó. 11 Para memoria de tus palabras eran picados, aunque pronto fueran curados, para que no las echasen en olvido y quedasen excluidos de tus beneficios. 12 Pues ni hierba ni emplasto los curó, sino tu palabra, Señor, que todo lo sana. 13 Que tú tienes el poder de la vida y de la muerte y llevas a los fuertes al hades y sacas de él. 14 Por su maldad puede el hombre dar la muerte, pero no hacer que torne el espíritu que se fue ni hacer volver al alma ya encerrada en el hades.

Dos contrastes presenta esta perícopa. El primero, el castigo de los egipcios con la plaga de las ranas, mosquitos y tábanos, y la providencia de Dios sobre Israel, a quien proporciona bandadas de codornices para su alimento. Aquéllos fueron adecuadamente castigados mediante los animales por cuanto practicaron un culto idolátrico! A éste, valiéndose precisamente de animales, le proporciona un exquisito alimento en medio del desierto mediante un prodigio que se verificó dos veces 2, saciando su inmoderado apetito por las ollas de carne de Egipto 3. A los egipcios, la invasión de aquellos animalillos que todo lo llenaban les volvían repugnantes los alimentos, en los que a veces se mezclaban4. Los enjambres de moscas son a veces tan numerosos - escribe Wood -, que el extranjero come moscas, bebe moscas, respira moscas.5 Era justo que fuesen duramente castigados por ese procedimiento, para que, viendo su impotencia frente a los animales, cayesen en la cuenta de la impotencia e inanidad de sus ídolos. A los israelitas Dios hizo que sufriesen un poco de hambre para que comprendiesen lo duro del castigo de los enemigos y se diesen cuenta de la gravedad del pecado de idolatría, que, apartándose de Dios, pone el corazón en las cosas creadas.
El segundo contraste (v.5-14) lo pone el sabio entre el castigo y curación de los israelitas por las serpientes y el castigo sin remedio de los egipcios por medio de los mosquitos y langostas (3.a y 8.a pl). En castigo de su murmuración, al partir de Or con dirección al mar Rojo, contra Dios y Moisés por haberles sacado de Egipto a aquel lugar desierto, Yahvé les envió serpientes que con sus picaduras causaban la muerte a muchos israelitas 6. Pero su cólera no los exterminó; sólo intentaba castigar su pecado, tanto más grave cuanto que le habían precedido ya numerosos beneficios. Arrepentidos, les da una señal de salud que les recordase los preceptos de la Ley, cuyo cumplimiento daba la vida y cuya inobservancia daba la muerte. Esta señal fue la serpiente de bronce, mirando la cual los israelitas recobraban la salud. El autor precisa que no era la serpiente quien curaba como por una especie de virtud mágica, sino el Señor; mirar a ella era una mera condición, puesta la cual El curaba a los israelitas. Jesucristo la presentó como tipo de su exaltación en la cruz para salvación de las almas. Al informarse los egipcios de la providencia y misericordia de Dios con. su pueblo, los contemporáneos, por medio de las caravanas, o más tarde sus descendientes, pudieron comprender que era el Dios de los hebreos quien castigaba a los israelitas y a los egipcios, pero de diversa manera, y los libraba del mal, no sus dioses, que nada podían frente al castigo de Aquél.
Los egipcios murieron víctimas de la voracidad de las langostas y picaduras de las moscas (v.8), sin que ellos pudieran poner remedio al merecido castigo; si bien en el éxodo no se dice murieran de tales mordeduras, pero habla de la devastación e infección que produjeron en el país, lo que causaría a muchos la muerte. El éxodo llama a la invasión de langostas una muerte, una plaga mortal7. También israelitas murieron por las picaduras de las serpientes, pero no prevalecieron éstas contra el pueblo, porque Dios, llevado de su misericordia con los hebreos, les otorgó la señal de salud, que curó a muchos sin duda que habían sido mordidos y detuvo el castigo que habría acabado con todos ellos. No quería exterminarlos, sino sólo castigarlos para reducirlos al buen camino, al cumplimiento de sus mandamientos, sin cuya observancia no podrían gozar de las promesas de Dios. El castigo de Dios a Israel es siempre el castigo del padre que ama a su hijo, y porque lo ama lo castiga para que vuelva al buen camino.
Insiste el autor (v.12) en que fue Dios, no la serpiente misma o medios curativos naturales, quien devolvió la salud a los israelitas; fue su palabra omnipotente, que en boca de la Sabiduría encarnada curaría a tantos otros en la plenitud de los tiempos. Y concluye la perícopa proclamando el principio o razón por la que pudo observar la actitud descrita para con los judíos y para con los egipcios: Dios es señor de la vida y de la muerte 8; por eso a los israelitas les conservó la vida frente a las mordeduras de las serpientes, y a los egipcios los dejó perecer por sus pecados; El puede castigar o mandar a los fuertes a la región de los muertos 9 y puede devolver a la vida a quienes en ella entraron 10. El hombre, en cambio, puede, sí, causar la muerte llevado de su maldad, pero no puede devolver la vida, porque no tiene poder sobre el hades o ciudad de los muertos.

El maná y la plaga del granizo y fuego (16:15-29).
15 Imposible es huir de tu mano. 16 Y los impíos que negaron conocerte, por el poder de tu brazo fueron castigados, perseguidos con extraordinarias lluvias, con granizadas y aguaceros inevitables y por el fuego abrasador. 17 Y lo más maravilloso era que en medio del agua, que todo lo extingue, el fuego se mostraba más activo, porque la naturaleza combate por los justos, 18 pues unas veces la llama se aplacaba para que no fuesen consumidos los animales enviados contra los impíos, para que, viéndolo, entendiesen que eran empujados por el juicio de Dios; 19 otras veces el fuego se encendía, contra su naturaleza, en medio del agua, para destruir los productos de una tierra impía. 20 En lugar de esto proveíste a tu pueblo de alimento de ángeles, y sin trabajo les enviaste del cielo pan preparado, que, teniendo en sí todo sabor, se amoldaba a todos los gustos. 21 Y ese alimento tuyo mostraba tu dulzura hacia tus hijos, ajustándose al deseo de quien lo cogía, y se acomodaba al gusto que cada uno quería. 22La nieve y el hielo soportaban el fuego sin derretirse, para que conociesen que los frutos de los enemigos los destruía el fuego, encendido por la tempestad y que fulguraba en medio de la lluvia. 23Y para que de nuevo se alimentasen los justos, se olvidaba de su propia naturaleza. 24 Pues la creación, sirviéndote a ti, que la hiciste, despliega su energía para atormentar a los malos y la mitiga para hacer bien a los que en ti confían. 25 Por esto, amoldándose a todo, servía a tu generosidad universal, nodriza de todos, según la voluntad de los necesitados. 26Para que aprendan, Señor, tus amados hijos que no tanto la producción de los frutos alimenta al hombre cuanto tu palabra, que conserva a los que creen en ti. 27 Pues lo que resistía a la acción del fuego, al punto se derretía calentado por un tenue rayo de sol; 28 para que a todos sea manifiesto que es preciso anticiparse al sol para darte gracias y salirte al encuentro, a la aparición de la luz. 29 Pues la esperanza del ingrato se derrite como el hielo y se derrama como agua inútil.

Con la reafirmación del poder universal de Dios, al que nadie puede escapar 11, comienza una nueva antítesis: Dios castiga a los egipcios con el fuego y el granizo, mientras que protege a los israelitas por medio del maná. Se refiere el autor a la séptima plaga; ante la obstinación persistente del faraón, Dios envía lluvias, aguaceros y granizadas como jamás las hubo en Egipto 12, donde estos fenómenos son raros; lluvias que iban acompañadas de tormentas y fuego tan abrasador, que los egipcios resolvieron permitir la salida de los israelitas 13. En los v. 18-19 se ven algunas particularidades del fuego no referidas en el Pentateuco, y que el autor toma de la tradición, que recogen también Flavio Josefo y Filón 14. Unas veces el fuego se aplacaba para que no fuesen consumidos los animales, otras ardía aun en medio del agua para destruir las cosechas. En el primer caso no se trata del fuego bajado del cielo que se hiciese inofensivo a los animales de las plagas anteriores que habían desaparecido al llegar la séptima plaga (y la langosta no vino hasta después de la 7.a), sino de las hogueras que los egipcios encendían para consumir los mosquitos y langostas, como se practica hoy todavía en nuestros días por todas partes donde los mosquitos invaden la atmósfera. Pero no conseguían su intento, bien por la extensión e inmensidad de la plaga, bien por una intervención de Dios. En el segundo se trata del rayo, cuyos efectos son más poderosos que los del fuego ordinario, pues aun en medio de las aguas destruía las cosechas. Esto los debía hacer ver que todos los elementos de la naturaleza están en la mano de Dios 15 y le sirven, en este caso como instrumentos de su justicia.
A los hebreos, en cambio, Dios les envió el maná, llamado alimento de ángeles (v.20) por tratarse de un alimento en cuya preparación no tuvieron que poner trabajo alguno los israelitas, sino que les fue enviado del cielo, donde habitan los ángeles y por cuyo ministerio tal vez les fue proporcionado, como respecto de la Ley afirma San Pablo 16. En el éxodo se dice que tenía un sabor como de torta de harina de trigo amasada con miel17, dulzura que simbolizaba y les debía recordar la dulzura y suavidad con que Yahvé trataba a sus hijos a su paso por el desierto. El autor de la Sabiduría añade, sobre la narración del Pentateuco, que el maná se adaptaba al gusto de quien lo tomaba (v.21). Dada la afirmación del éxodo mencionada y la murmuración de los hebreos, cansados de un tan ligero manjar, consignada en los Números 18, la interpretación será o que el maná sustituía los más variados y exquisitos alimentos, de modo que nada faltó a los israelitas en el desierto, o es una expresión poética o hiperbólica del hecho de que durante cuarenta años se alimentaran con él todos los israelitas. El maná es tipo de la Eucaristía. Jesucristo, en el sermón de Cafarnaúm, pone comparación entre uno y otra. Los Padres vieron siempre en él un símbolo o figura de la Eucaristía 19. La liturgia tomó de aquí el versículo Panem de cáelo praestitisti eis, omne delectamentum in se habentem, y canta en la festividad del Corpus: Ecce pañis angelorum. La Eucaristía realiza en el orden espiritual las propiedades del maná: pan digno de ángeles, mantiene la vida de las almas en el camino a la patria y concede todas las gracias, pues contiene la Fuente de todas ellas.
El maná era semejante a la escarcha 20, de modo que se evaporaba ante la acción del sol; sin embargo, resistía la acción del fuego, que parecía olvidar sus propiedades para con él, mientras que destruía las cosechas de los egipcios en medio del granizo y del agua. Así el fuego se mostraba terrible contra los egipcios y benévolo con los hebreos. La última razón de esa diversa conducta de los elementos está en el poder de Dios, que los ha creado, y son, por lo mismo, dóciles instrumentos en sus manos. El puede hacer cesar sus mismas cualidades naturales, en este caso en favor de los israelitas, o dotarlos de otras distintas para castigar a los malvados, como en el caso de los egipcios.
Concluye esta perícopa con una doble enseñanza: la primera (26:27), de orden dogmático: es la palabra omnipotente de Dios, más bien que los frutos naturales - que en tanto sostienen la vida en cuanto que Dios ha puesto en ellos tal virtud -, la que por medio de ellos o por medios prodigiosos conserva la vida de quienes creen en El. Pensamiento inspirado en aquellas palabras del Deuteronomio: No sólo de pan vive el hombre, sino de cuanto procede de la boca de Yahvé. 21 Ella hacía también que el fuego no destruyese lo que tenues rayos del sol disipaban. La segunda (v.28-29), de orden moral; el maná se derretía apenas salido el sol, por lo que era preciso recogerlo muy de mañana. Ello nos enseña que debemos ser diligentes en agradecer a Dios los beneficios del nuevo día, apenas su luz ilumina la nueva jornada. La idea de orar a Dios por la mañana es frecuente en la Biblia 22, enseñanza que ha heredado la Iglesia, que recomienda a sus cristianos levantar el corazón a Dios ya desde por la mañana. Las ideas anteriores sugirieron al autor una bella metáfora con que termina el capítulo: la esperanza de los ingratos se disipa como el hielo y se derrama como el agua. Ponen su corazón no en Dios, que concede a sus hijos bienes duraderos y eternos, sino en las cosas caducas que el viento se lleva.

1 11:7 - 2 Exo_17:2-7 (en Rafidim); Num_20:1-13 (Cades). - 3 Exo_16:3. - 4 Exo_7:28-29; Exo_8:21. - 5 Bt 61. Animáis p.663, citado en Lesétre, p.i24. - 6 Num_21:5-9. - 7 Exo_8:24; Exo_8:1, Exo_8:4-7. Hay una especie de moscas denominada dthehab, cuya picadura, si no se cura a tiempo, puede causar la muerte. Cf. Vigouroux, BU, IV 46. - 8 Deu_32:39; Sam 2:6; Tob_13:2. - 9 Gen 6; Exo_12:29-32. - 10 1Re_17:21-22; 2Re_4:34; 2Re_13:21. No se trata de la resurrección; el autor se hubiera expresado con más claridad. El contexto no la exige (Lattey). - 11 Is 40,12; Tob_13:3; Sal_138:7. Exo_9:24. - 13 Exo_9:27. - 14 De vita Mosis I 118. -Exo_15 5:20. - 16 Gal_3:13. El Sal_78:25 llama al maná pan de los fuertes, que los LXX traducen pan de los ángeles. -Sal_17 16:31; Num_11:8. - 18 21:5. - 19 San Ambrosio, De Myster. VIII. - 20 Exo_16:14. - 21 3:3; Mat_4:4. - 22 Sal 4:4; 59:17; 62:2 (LXX); 88:14; Pro_8:17.



King James Version (KJVO) (1611)



Chapter XVI.

2 God gaue strange meate to his people, to stirre vp their appetite, and vile beasts to their enemies to take it from them. 5 Hee stung with his serpents, 12 but soone healed them by his word onely. 17 The creatures altred their nature to pleasure Gods people, and to offend their enemies.
1 Therefore by the like were they punished worthily, and by the multitude of beasts [ Num_21:6; Sirach 11.15-16.] tormented.
2 In stead of which punishment, dealing graciously with thine owne people thou preparedst for them meate of a strange taste: euen [ Num_11:31.] quailes to stirre vp their appetite:
3 To the end that they desiring food might for the ougly sight of the beasts sent among them, loath euen that which they must needs desire: but these suffering penury for a short space, might be made partakers of a strange taste.
4 For it was requisite, that vpon them excercising tyranny should come penury which they could not auoyde: but to these it should onely be shewed how their enemies were tormented.
5 For when the horrible fiercenesse of beasts came vpon [ Or, thy people.] these, and they perished with the [ Num_21:6; 1Co_10:9.] stings of crooked serpents, thy wrath endured not for euer.
6 But they were troubled for a smal season that they might be admonished, hauing a [ Num_21:9.] signe of saluation, to put them in remembrance of the commandement of thy Law.
7 For hee that turned himselfe towards it, was not saued by the thing that he saw: but by thee that art the sauiour of all.
8 And in this thou madest thine enemies confesse, that it is thou who deliuerest from all euill:
9 For [ Exo_8:24; Exo_10:4; Rev_9:7.] them the bitings of grassehoppers and flies killed, neither was there found any remedy for their life: for they were worthy to bee punished by such.
10 But thy sonnes, not the very teeth of venemous dragons ouercame: for thy mercy was euer by them, and healed them.
11 For they were [ Hebrew: stung.] pricked, that they should remember thy words, and were quickly saued, that not falling into deep forgetfulnesse, they might be [ Or, neuer drawen from.] continually mindefull of thy goodnesse.
12 For it was neither herbe, nor mollifying plaister that restored them to health: but thy word, O Lord, which healeth all things.
13 For thou hast power of life and death: thou [ Psalms 105; Deu_32:39; 1Sa_2:6.] leadest to the gates of hell, and bringest vp againe.
14 A man indeed killeth through his malice: and the spirit when it is gone foorth returneth not; neither the soule receiued vp, commeth againe.
15 But it is not possible to escape thine hand.
16 [ Exo_9:23.] For the vngodly that denied to know thee, were scourged by the strength of thine arme: with strange raines, hailes, and showers were they persecuted, that they could not auoyd, and through fire were they consumed.
17 For, which is most to be wondered at, the fire had more force in the water that quencheth all things: for the [ Jdg_5:20.] world fighteth for the righteous.
18 For sometimes the flame was mitigated, that it might not burne vp the beasts that were sent against the vngodly: but themselues might see and perceiue that they were persecuted with the iudgement of God.
19 And at another time it burneth euen in the midst of water, aboue the power of fire, that it might destroy the fruits of an vniust land.
20 [ Exo_16:14; Num_11:7; Psa_78:25; Joh_6:31.] In stead whereof thou feddest thine owne people, with Angels food, and didst send them from heauen bread prepared without their labour, able to content euery mans delight, and agreeing to euery taste.
21 [ Jdg_6:4.] For thy [ Or, Manna.] sustenance declared thy sweetnesse vnto thy children, and seruing to the appetite of the eater [ Or, was tempered.] tempered it selfe to euery mans liking.
22 [ Sirach 19.20.] But snow and yce endured the fire and melted not, that they might know that fire burning the haile, and sparkling in the raine, did destroy the fruits of the enemies.
23 But this againe did euen forget his owne strength, that the righteous might be nourished.
24 For the creature that serueth thee who art the maker, encreaseth his strength against the vnrighteous for their punishment, and abateth his strength for the benefit of such as put their trust in thee.
25 Therefore euen then was it altered into all [ Or, things.] fashions, and was obedient to thy grace that nourisheth all things, according to the desire [ Or, of them that prayed.] of them that had need:
26 That thy children, O Lord, whom thou louest, might know that [ Deu_8:3; Mat_4:4.] it is not the growing of fruits that nourisheth man: but that it is thy word which preserueth them that put their trust in thee.
27 For that which was not destroied of the fire, being warmed with a litle Sunne beame, soone melted away,
28 That it might bee knowen, that wee must preuent the Sunne, to giue thee thanks, and at the day-spring pray vnto thee.
29 For the hope of the vnfaithfull, shal melt away as the Winters hoarefrost, and shall runne away as vnprofitable water.

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Éxo_10:4-15; Éxo_8:16-20 [Éxo_8:20-24]

[2] Sab_11:15-16

NOTAS

16:9 Parece que el autor quiere asociar a las langostas, Éxo_10:4-15, mediante un término bastante vago, los tábanos, Éxo_8:16-20 [Éxo_8:20-24], y los mosquitos, Éxo_8:12-15 [Éxo_8:16-19]. La idea de adjudicarles una acción mortífera puede resultar de una amplificación de Ex 10 («mortandad») y de Sal_78:45 («tábanos que los comieron»); se compara también, para una trasposición apocalíptica de estas plagas, con Apo_9:3-12.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Éxo_10:4-15; Éxo_8:16-20 [Éxo_8:20-24]

[2] Sab_11:15-16

NOTAS

16:9 Parece que el autor quiere asociar a las langostas, Éxo_10:4-15, mediante un término bastante vago, los tábanos, Éxo_8:16-20 [Éxo_8:20-24], y los mosquitos, Éxo_8:12-15 [Éxo_8:16-19]. La idea de adjudicarles una acción mortífera puede resultar de una amplificación de Ex 10 («mortandad») y de Sal_78:45 («tábanos que los comieron»); se compara también, para una trasposición apocalíptica de estas plagas, con Apo_9:3-12.

Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*10-19 A partir de Sab 10:1, y hasta el final del libro, la sabiduría se revela por medio de su intervención en la historia humana, desde los orígenes hasta la salida de Egipto (Sab 10:1-21; Sab 11:1-26; Sab 12:1-27 y Sab 16:1-29; Sab 17:1-21; Sab 18:1-25; Sab 19:1-22). Estas dos grandes meditaciones sobre el Éxodo, interrumpidas por una digresión sobre la idolatría (Sab 13:1-19; Sab 14:1-31; Sab 15:1-19), siguen un mismo esquema a partir de la oposición israelitas (justos salvados) - egipcios (impíos castigados).

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Juicio de las serpientes. El libro de la Sabiduría se detiene aquí a explicar, en forma de midrash, el episodio de las serpientes que encontramos en Núm_21:4-6. Se emplea la misma lógica: lo que sirve de castigo a los enemigos, para Israel en este caso, es salvación y recordatorio del mandato de la Ley de Dios (6). Añade, además, que el prodigio de las sanaciones se debió al poder divino (cfr. Jua_3:14.17), que domina sobre la vida y la muerte (13; cfr. 1Re_17:17-23; Sal_9:14; Sal_107:17-19; Isa_38:10-17).
«Como Moisés elevó la serpiente en el desierto...», ha sido aplicado por la misma Biblia, a otros acontecimientos posteriores, como el ejemplo que encontramos aquí. El mensaje sigue siendo actual: «como Moisés elevó la serpiente en el desierto...», también el Señor se hace presente en la comunidad y en la vida personal a través de las cosas negativas que sin querer llegan. No se trata de, «¿qué he hecho yo, Señor, para merecer esto?», cuanto de, «¿qué es lo que a través de esto me quieres decir, Señor?».

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



6-7. El episiodio de la serpiente de bonce ( Num_21:4-9) es interpretado en un sentido espiritual. La serpiente recordaba a los israelitas los mandamientos de la Ley. Ver Jua_3:14-15.

Torres Amat (1825)



[5] Num 21, 6-9.

[16] A las violentas tormentas seguirá la lluvia de maná. Ex 9, 23.

[20] Del maná se puede decir que era un manjar hecho por los ángeles. Sal 78 (77), 25; 105 (104), 40; Hebr 9, 4.