Ver contexto
pues si el justo es hijo de Dios, él lo rescatará
y lo librará del poder de sus adversarios.
(Sabiduría 2, 18) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

Times New Roman ;;

2. Razonamientos de los Impíos y Juicio del Autor Sagrado.

Pensamientos de los malvados (2:1-20).
l Pues neciamente se dijeron a sí mismos los que no razonan: Corta y triste es nuestra vida, y no hay remedio cuando llega el fin del hombre, ni se sabe que nadie haya escapado del hades. 2 Por acaso hemos venido a la existencia, y después de esta vida seremos como si no hubiéremos sido; porque humo es nuestro aliento, y el pensamiento una centella del latido de nuestro corazón. 3 Extinguido éste, el cuerpo se vuelve ceniza y el espíritu se disipa como tenue aire. 4 Nuestro nombre caerá en el olvido con el tiempo, y nadie tendrá memoria de nuestras obras; y pasará nuestra vida como rastro de nube, y se disipará como niebla herida por los rayos del sol, que a su calor se desvanece. 5 Pues el paso de una sombra es nuestra vida, y sin retorno es nuestro fin, porque se pone el sello y ya no hay quien salga. 6 Venid, pues, y gocemos de los bienes presentes, démonos prisa a disfrutar de todo en nuestra juventud. 7 Hartémonos de ricos, generosos vinos, y no se nos escape ninguna flor primaveral. 8Coronémonos de rosas antes de que se marchiten; no haya prado que no huelle nuestra voluptuosidad. 9 Ninguno de nosotros falte a nuestras orgías, quede por doquier rastro de nuestras liviandades, porque ésta es nuestra porción y nuestra suerte. 10 Oprimamos al justo desvalido, no perdonemos a la viuda ni respetemos las canas del anciano provecto. 11 Sea nuestra fuerza norma de la justicia, pues la debilidad bien se ve que no sirve para nada. 12 Pongamos garlitos al justo que nos fastidia y se opone a nuestro modo de obrar y nos echa en cara las infracciones de la Ley y nos reprocha nuestros extravíos. 13 Pretende tener la ciencia de Dios y llamarse hijo del Señor. 14 Es censor de nuestra conducta; hasta el verle nos resulta insoportable. 15 Porque su vida en nada se parece a la de los otros, i y sus sendas son muy distintas de las nuestras. 16 Nos tiene por escorias y se aparta de nuestras sendas como de impurezas; ensalza el fin de los justos y se gloría de tener a Dios por padre. 17 Veremos si sus palabras son verdaderas, y probaremos cuál es su fin. 18 Porque si el justo es hijo de Dios, El le acogerá y le librará de las manos de sus enemigos. 19 Probémosle con ultrajes y tormentos, y veamos su resignación y probemos su paciencia. 20 Condenémosle a muerte afrentosa, pues, según dice, Dios le protegerá.

El autor sagrado nos presenta en este fragmento, uno de los más bellos de todo el libro por su estilo y vigor, los sentimientos de los impíos respecto de la vida presente (1-5), su actitud frente a los placeres de la vida (6-9) y su conducta frente al justo (10-20). Los impíos a que alude aquí el autor podrían ser también judíos apóstatas que, influidos por el ateísmo y materialismo de los epicúreos, abandonaron la ley y las tradiciones patrísticas 1.
La vida es corta, comienzan diciendo los impíos. Lo afirma también el salmista 2 y lo repetimos cada día los mortales. Añaden que aquélla es además triste; en realidad, el dolor y el sufrimiento parecen muchas veces algo congénito a nuestra vida humana y termina sólo cuando ésta llega a su fin. Ambas cosas proclama Job en su respuesta a Sofar: El hombre, nacido de mujer, vive corto tiempo y lleno de miserias; brota como una flor y se marchita. 3 Y cuando llega la hora señalada, no hay en el mundo medicina alguna que pueda prolongar su vida sobre la tierra; ni ha habido hombre alguno que haya regresado del hades para gozar de los placeres que no gustó en el transcurso de sus días. La idea de una recompensa en el más allá, que ya se vislumbraba en el horizonte de la revelación, sería objeto de risa y burla para aquellos epicúreos materialistas.
Por lo que toca a nuestro origen, hemos venido a la existencia, piensan los impíos, por un mero azar (v.2), por una reunión fortuita de los elementos que constituyen nuestro ser. Nuestro aliento es humo que se disipa, y nuestra razón una centella que salta con el latido del corazón, órgano motor de la vida psíquica para los epicúreos, de modo que, cuando él deja de latir, el cuerpo vuelve al polvo, y el hálito que respiramos - a eso se reduce para ellos el alma - -se disipa como la tenue brisa de una mañana de verano cuando el sol va avanzando en su carrera4. Nada, por tanto, queda después de la muerte que pueda continuar gozando o haya de sufrir un castigo. Lo único que podría sobrevivir a la muerte es la buena fama que recomendase nuestro nombre a la posteridad; pero esto, como dice el salmista, está reservado a los justos 5; por lo demás, no suele soñar con él el espíritu materialista de los epicúreos, y, en todo caso, pasado algún tiempo, todo cae en el olvido. No queda en nuestra mano más que esta vida fugaz, que pasa como la sombra proyectada por una nube que lleva el viento 6. El sello que hace definitiva e irrevocable una sentencia se pone también a la muerte, de modo que nadie puede cambiar su último destino. Los materialistas de nuestros días - escribe Lesétre -, esforzándose por dar a la negación de la espiritualidad e inmortalidad del alma una fórmula de apariencia más científica, no se apartan del pensamiento de sus predecesores; que el alma sea una centella producida por la palpitación del corazón, o, como se la define al presente, el conjunto de las funciones del cerebro y la medula espinal, es lo mismo. Pero si con el cambio de fórmula la filosofía no ha ganado nada, se convendrá en que la poesía ha perdido mucho.7
Dada la brevedad de la vida y el vacío que en el pensamiento de los impíos sigue a la muerte, no ven otra conclusión lógica que disfrutar de los placeres de la vida presente: comamos y bebamos, que mañana moriremos (v.6-8). San Pablo mismo ve natural esta conclusión negada la resurrección de los muertos8. Y esto con toda rapidez, dado que la juventud, tiempo el más propicio para gozar de la vida, se marchita pronto como flor primaveral, y con toda intensidad, de modo que ningún placer quede por gustar, como indica la fraseología que el autor sagrado pone en boca de los impíos. El vino simboliza los placeres de la mesa. Los perfumes pueden referirse a la costumbre oriental de mezclarlos con el vino o a la de perfumarse el cuerpo, doble uso que el contacto con los orientales introdujo en los judíos 9. Las coronas de rosas eran utilizadas por los griegos en sus festines; no es fácil determinar hasta qué punto se introdujo esta costumbre entre los judíos 10. La voluptuosidad comprende no sólo los placeres sensuales, sino en general todos los deleites ll. Esta es nuestra porción y nuestra suerte (v.8), pone en boca de los impíos el autor sagrado; los mismos términos que emplea la Biblia para expresar lo que Yahvé tenía que ser para el alma y el corazón de los israelitas, y que en nuestro caso indican hasta qué punto los malvados se entregan y viven para los placeres de la tierra. También la ascética cristiana invita a los cristianos a meditar en la brevedad de la vida y considerar la caducidad de los placeres terrenos, pero con una mira muy distinta a la de los impíos. Nosotros sabemos que a la vida presente sigue otra en el más allá, en la que el hombre será eternamente feliz o eternamente desgraciado. Cada uno ha de merecer en los cortos días de su vida, que, por lo mismo, deberá aprovechar bien, la bienaventuranza eterna, la cual exige en esta vida moderación en los placeres terrenos y a veces renuncias costosas a los mismos.
él autor de Proverbios afirma que las entrañas de los malvados son crueles 12. En efecto, no contentos con seguir sus liviandades, se vuelven crueles e inhumanos con los justos y los débiles (v.10-11). Los grandes libertinos son con frecuencia los más crueles perseguidores. Las primeras víctimas son los débiles, el justo desvalido, la viuda, el anciano, es decir, aquellos que no pueden salir en defensa propia y a quienes, por lo mismo, amparaba la ley mosaica 13. La impiedad y el libertinaje matan los sentimientos de compasión y caridad que todo corazón noble siente hacia los desgraciados y menesterosos, y, cuando estos sentimientos faltan, la única ley es la de la fuerza; el débil no tiene derecho a vivir y parece destinado a perecer bajo la opresión de los tiranos.
El v.12 presenta la razón de las asechanzas de los impíos contra los justos: la conducta de éstos es un continuo reproche para quienes se entregan a toda clase de impiedades. La mención que hace de la ley indica que el autor sagrado se refiere en particular a los judíos apóstatas. Había en la dispersión judíos que permanecieron fieles-a la ley mosaica y a las tradiciones de los antepasados, sin dejarse corromper por el ambiente pagano en que tenían que vivir. Estos podían gloriarse de poseer el verdadero conocimiento de Dios y ser miembros de su pueblo escogido, a quien habló por los profetas. La conciencia y profundo convencimiento que tenían de esta realidad era lo que los mantenía firmes en su fe aun lejos de su patria. Otros judíos, en cambio, con el tiempo se dejaron influir por el ambiente e ideas de los gentiles y apostataron de la fe de sus padres. Naturalmente, para éstos la actitud de los israelitas fieles a la ley venía a ser un reproche, que por lo continuo y punzante resultaba intolerable. Entonces no queda más que un dilema: o abandonar las impiedades o hacer desaparecer al justo. Lo primero es casi imposible cuando el corazón se ha abismado en el fango de las liviandades; y como el libertinaje se alía fácilmente con la crueldad, los impíos se deciden por la persecución de los justos. Efectivamente, la vida de los israelitas era muy distinta de la de los gentiles, tanto que había provocado una profunda sima entre ambos. La de aquéllos estaba informada por la fe en un solo Dios Padre, que los escogió como pueblo peculiar suyo, y la moral austera del Antiguo Testamento, concretada en los diez mandamientos y toda una serie de preceptos rituales. La de los impíos, en cambio, por un politeísmo que deificaba hasta a los animales más repugnantes y una moral epicúrea y materialista que los entregaba sin control a los placeres de la tierra. Los israelitas, gloriándose en su condición de pueblo escogido y poniendo su esperanza en la inmortalidad feliz que espera a los justos, llegaron a despreciar a los gentiles, considerándolos como algo impuro a que no se puede permitir la entrada en el templo y ni siquiera sentarse con ellos a una misma mesa. En la misma diáspora constituían grupos aparte que no se mezclaban con los gentiles. Estos, por su parte, sentían una repulsa no menor hacia los judíos, odiados y aborrecidos no sólo por los romanos, sino por todas las gentes 14.
La reacción de los impíos ante los pensamientos y la actitud de los justos es irónica y cruel; ¡cubrámosle de afrentas, se dicen, y condenémosle a muerte, a ver si Dios lo libra de nuestras manos! (v. 19-26). Más de una vez los gentiles y los mismos judíos apóstatas, llevados del odio a los justos, les prepararían intrigas ante los soberanos con el fin de someterlos a los más duros tormentos e inferirles, cuando fuera posible, una muerte afrentosa. El Señor permitía todo esto a sus siervos. Nosotros conocemos el lazo misterioso, que los mismos paganos adivinaron 15, existente entre la virtud y el sufrimiento. Son las contrariedades lo que fortalecen las virtudes, y aseguran, por lo mismo, un grado de gloria mayor por un acercamiento más próximo al Señor. Por eso Dios librará a los justos de caer en la tentación, pero permitirá las persecuciones, que ponen a prueba y fortalecen su fe y su paciencia.
Llama la atención el parecido de esta perícopa 10-20 con el salmo mesiánico 22 y el poema del Siervo de Yahvé 16, y la semejanza de actitud de los impíos respecto de los justos a que aquí se alude con la conducta observada con Cristo por parte de sus enemigos. 17. Debido a ella, un buen número de Padres interpretaron la perícopa en sentido literal del Mesías, viendo en ella una profecía de la pasión 18. Creemos que, en sentido literal histórico, el autor sagrado se refiere a los israelitas justos, que hubieron de sufrir persecución por parte de los gentiles y judíos apóstatas. Pero teniendo en cuenta que el Espíritu Santo es el autor principal de la Sagrada Escritura, no es difícil descubrir un sentido típico en relación con el Mesías, pues lo que la Sabiduría dice de los israelitas justos se verificó, y de una manera eminente, en Jesucristo. Y considerando las expresiones empleadas por el autor sagrado y su cumplimiento, literal incluso en cuanto a algunas frases, pensamos que el Espíritu Santo, por encima del sentido literal histórico que aquél quiso expresar, incluyó en sus palabras un sentido más pleno y profundo que señalaba al Justo por antonomasia.

Juicio sobre los razonamientos de los impíos (2:21-24).
21 Estos son sus pensamientos, pero se equivocan, porque los ciega su maldad, 22 y desconocen los misteriosos juicios de Dios, y no esperan la recompensa de la justicia ni estiman el glorioso premio de las almas puras, 23 Dios creó al hombre para la inmortalidad y le hizo a imagen de su propia naturaleza; 24 mas por envidia del diablo entró la muerte en el mundo, y la experimentan los que le pertenecen.

El autor del libro emite su opinión sobre los razonamientos de los impíos: se equivocan de lleno quienes así razonan. Y la razón es que los ciega su maldad. Jesucristo decía de quienes no recibieron su mensaje que amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas 19. Y San Pablo escribe que los gentiles tenían la verdad aprisionada con sus injusticias 20. La impiedad del corazón y la entrega a los placeres materiales nublan la inteligencia y le impiden ver la luz de las verdades ultraterrenas. Así, los impíos a que se refirió el autor sagrado no descubren los misteriosos designios de Dios, que permite a los justos los sufrimientos con el fin de que merezcan una felicidad eterna, mientras que ellos juzgan su vida como algo estéril, inútil y necio.
Descorriendo un poco más el velo que cubre los misteriosos designios divinos, el autor sagrado afirma que Dios ha creado al ser humano para gozar de una bienaventuranza inmortal (v.23), de modo que no todo acaba con la muerte, como opinan los impíos, sino que sobrevive a esta vida presente. Y añade que lo ha creado a imagen de su propia naturaleza. En la mente del autor del Génesis 21, la semejanza radica en la naturaleza racional del hombre. El autor de la Sabiduría, que se coloca en un plano ultraterreno, se refiere a la felicidad eterna y gloriosa en la casa del Padre, eterno e infinitamente feliz y glorioso. San Pedro señalará el último grado de la revelación sobre este particular cuando afirma que hemos sido hechos partícipes de la naturaleza divina 22.
Pero por culpa del diablo entró la muerte en el mundo. Llevado de la envidia ante el estado de felicidad en que Dios colocó a nuestros primeros padres, tentó a Adán y Eva, que, cometiendo el pecado original, introdujeron la muerte en el mundo. El autor alude al relato del Génesis 23 y designa al tentador por su propio nombre, como lo llamará también después San Juan en el Apocalipsis. Quienes hacen las obras del demonio, concluye, reproducen en sí mismos su imagen, haciéndose hijos suyos. Estos experimentan la muerte del cuerpo, que es común a justos y pecadores, y la muerte del alma, a que en este lugar se refiere el autor, que los priva de la inmortalidad feliz en el más allá.

1 Cf. v.12; A. DupoNT-Sommer, Les impies du Livre de la Sagesse sont-ils des épicu-riens?: Riistrel ni (1935) 90-109. - 2 Sal 36:9. - 3 14:1-2. - 4 Para Lucrecio, materialista epicúreo, el alma humana es un compuesto de aire, vapor y calor; y escribe: Es necesario admitir que toda la substancia del alma se disipa, como el humo, en las altas regiones del aire, pues que la vemos nacer con el cuerpo, crecer con él y... menoscabarse con él bajo la fatiga de los años (De natura rerum III 455). Cf. F. Stummek, Beitrdge zur Exegese der Vulg. (Sap 2:2; 15:18; Lev_1:18): Zaw 62 (1949) 152-167. - 5 Sal_111:7. - 6 Cf. idénticas comparaciones en 1Cr_8:9; 1Cr_29:15; Ose_13:3; Sal_108:23; Ecl_8:13. - 7 O.c., p.33. - 8 1Co_15:32. - 9 Sal_22:5; Pro_9:5; Mat_6:15. - 10 Isa_28:1; 2Ma_6:7; Eco_32:2. - 11 El 8b falta en el griego. Se encuentra en la Vulgata. El paralelismo parece exigirlo y considerar como duplicado el 9a. - 12 12:10. - 13 Cf. Lev_19:32; Deu_14:28-29; 2Ma_3:10; Isa_10:2; Jer_22:3; Eze_18:11; Eze_22:29. - 14 Cf. th. Reinach, Textes d'auters grecs et romains relatifs au Juda'isme. Filóstrates escribe: ludaei non solum Romanis, sed universo generi humano adversantur. Homines qui excogitaverunt viam separatam, et qui cum caeteris nec mensam, nec libationes, nec preces, nec sacrificia communia habent, illi nomines a nobis distant magis quam Suza et Bactra et quam ipsi indi (Vita Apol. V 33). - 15 Platón escribe: El justo será expuesto a los azotes, a la tortura; será aherrojado en los cepos, se le quemarán los ojos, morirá sufriendo toda clase de males, se lo llevará al palo de la infamia (De Republ. II 25 ed. Didot). - 16 Isa_42:1-9; Isa_49:1-13; Isa_50:4-9; 52:13-53:12. - 17 Compara 2:13a con Jua_7:16; Jua_15:15 y 11:27; Sab_2:13b y i6d con Jua_5:18 y 19:7; Sab_2:18 con Mat_27:43. Compara también 2:18 con Isa_50:5; Isa_53:7. - 18 Así San Hipólito, Orígenes, San Atanasio, San Cipriano, San Ambrosio, San Cirilo, San Agustín. - 19 Jua_3:19. - 20 Rom_1:18. -Rom_21 1:27. - 22 2Pe_1:4. Los cód. BSA, mayoría de los minúsculos y Clemente de Alejandría dicen éäéüôçôïò (naturaleza). Algunos minúsculos y la siro-hexaplar Üúäéüôçôï$ (eternidad). Es menos probable la lección de la Vulgata y versiones copta y etiópica: ïìïéüôçôáò (semejanza). -2Pe_23 12:9; 2Pe_23 12:20, 2Pe_23 12:2. Cf. S. Lyonnet, Le sens de ðåéñÜæåéí dans Sab_2:24 et la doctrine du peché oriqinel: Bib 39 (1958) 27-33; A. M. Dubarle, Le peché originel dans les livres sapi&ntiaux: RThom 56 (1956) 597-619.


King James Version (KJVO) (1611)



Chapter II.

1 The wicked thinke this life short, 5 and of no other after this. 6 Therefore they will take their pleasure in this, 10 and conspire against the iust. 21 What that is which doth blind them.
1 For the vngodly said, reasoning with themselues, but not aright: [ Job_7:1.] Our life is short and tedious, [ Math.22.23; 1Co_15:32.] and in the death of a man there is no remedie: neither was there any man knowen to haue returned from the graue.
2 For wee are borne at all aduenture: & we shalbe heereafter as though we had neuer bene: for the breath in our nostrils is as smoke, and a litle sparke in the mouing of our heart.
3 Which being extinguished, our body shall be turned into ashes, and our spirit shall vanish as the [ Or, moist.] soft aire:
4 And our name shalbe forgotten in time, and no man shall haue our works in remembrance, and our life shall passe away as the trace of a cloud: and shall be dispersed as a mist that is driuen away with the beames of the Sunne, and [ Or, oppressed.] ouercome with the heat thereof.
5 [ 1Ch_29:15.] For our time is a very shadow that passeth away: and after our end there is no returning: for [ Or, he.] it is fast sealed, so that no man commeth againe.
6 Come on therefore, let vs enioy the good things [ Isa_22:13; Isa_56:12.] that are present: and let vs [ Or, earnestly.] speedily vse the [ 1Co_15:32.] creatures like as in youth.
7 Let vs fill our selues with costly wine, and ointments: and let no flower of the Spring passe by vs.
8 Let vs crowne our selues with Rose buds, before they be withered.
9 Let none of vs goe without his part of our [ Or, iolitie.] voluptuousnesse: let vs leaue tokens of our ioyfulnesse in euery place: for this is our portion, and our lot is this.
10 Let vs oppresse the poore righteous man, let vs not spare the widow, nor reuerence the ancient gray haires of the aged.
11 Let our strength bee the Lawe of iustice: for that which is feeble is found to be nothing worth.
12 Therefore let vs lye in wait for the righteous: because he is not for our turne, and he is cleane contrary to our doings: he vpbraideth vs with our offending the Law, and obiecteth to our infamy the transgressings of our education.
13 Hee professeth to haue the knowledge of God: and hee calleth himselfe the childe of the Lord.
14 Hee was made to [ Joh_7:7; Eph_5:13-14.] reprooue our thoughts.
15 Hee is grieuous vnto vs euen to beholde: [ Isa_53:3.] for his life is not like other mens, his waies are of another fashion.
16 We are esteemed of him as [ Or, false coine.] counterfeits: he abstaineth from our wayes as from filthinesse: he pronounceth the end of the iust to be blessed, and maketh his boast that God is his father.
17 Let vs see if his wordes be true: and let vs proue what shall happen in the end of him.
18 For if the iust man be the [ Psa_22:8-9; Mat_27:43.] sonne of God, he will helpe him, and deliuer him from the hand of his enemies.
19 Let vs [ Jer_11:19.] examine him with despitefulnesse and torrture, that we may know his meekenesse, and prooue his patience.
20 Let vs condemne him with a shamefull death: for by his owne saying, he shall be respected.
21 Such things they did imagine, and were deceiued: for their owne wickednesse hath blinded them.
22 As for the mysteries of God, they knew them not: neither hoped they for the wages of righteousnesse: nor [ Greek: preferred or esteemed the reward.] discerned a reward for blamelesse soules.
23 For God created man to bee immortall, and made him to be an [ Gen_1:26.27; Gen_5:1; Ecclesiastes 17.3.] image of his owne eternitie.
24 [ Gen_3:12.] Neuerthelesse through enuie of the deuill came death into the world: and they that doe holde of his side doe finde it.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Sea nuestra fuerza la norma de la justicia. La contrapartida al capítulo primero la hallamos a continuación: «la fuerza como norma de la justicia» (11), resumen de las convicciones de los impíos -tal vez se refiera a los judíos renegados, pero también a muchas escuelas filosóficas griegas- a juicio de los justos (Job_12:6; Hab_1:7.11):
Fugacidad de la vida (1-5). Porque la creación del ser humano se debe al azar (Job_27:3) y su recuerdo tras la muerte es efímero (Pro_10:7; Isa_56:5; Apo_1:18). De donde deducen las dos normas siguientes de comportamiento. El disfrute (6-10). Cfr. Ecl_2:24; Ecl_3:12; Ecl_9:7; y el ataque a los justos (10-20). Éstos son el pobre y la viuda, a los que manda respetar la Escritura, (Éxo_22:21; Lev_19:32) y los judíos fieles. Se percibe una alusión al justo sufriente de Isaías (52s), que luego la Iglesia recogerá como una alusión a la pasión y muerte de Cristo (Mat_27:42s), y un recuerdo del pasado del pueblo elegido en el título «hijo de Dios» (cfr. Sab_9:7; Sab_10:15.17; Sab_12:19.21; Sab_16:26; Sab_18:4).
La respuesta a estas convicciones (21-24) se hace desde el final de la vida, que para los impíos es la muerte por la envidia del Diablo (véase Gn 3), y para los justos la bienaventuranza eterna de quien fue creado a imagen de Dios (Gén_1:26).
¿Dónde está la fuerza de los débiles, de los que siempre pierden y de los fieles a Dios? ¿En el abandono de sus convicciones? El texto de la Sabiduría responde desde el más allá. Pero aún hay palabras para esta vida: en el trabajo por un mundo más justo y solidario, en la fuerza de la comunidad fiel al mensaje de Dios y en la esperanza de que el Señor tiene la última palabra.

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Sal_22:9 [Sal_22:8]; Mat_27:43

NOTAS

2:18 En la Biblia, la expresión «hijo de Dios» designa a menudo a Israel o a los israelitas, Éxo_4:22-23; Deu_14:1; Isa_1:2; Ose_11:1. Pero pronto se nota la tendencia a reservarla para solo los justos o para el pueblo del futuro, ver ya Ose_2:1 [Ose_1:10]. En ocasiones recibe una aplicación individual, 2Sa_7:14; Sal_2:7; Sir_4:10. Pero aunque un israelita invoque a Dios como padre, Sir_23:1, Sir_23:4; Sir_51:10; ver también Sal_89:27 [Sal_89:26], nadie se designa a sí mismo como «hijo suyo». En el resto del libro, se atribuye el título a los israelitas del pasado, miembros de un pueblo santo, Sab_9:7; Sab_10:15, Sab_10:17; Sab_12:19, Sab_12:21; Sab_16:26; Sab_18:4.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Sal_22:9 [Sal_22:8]; Mat_27:43

NOTAS

2:18 En la Biblia, la expresión «hijo de Dios» designa a menudo a Israel o a los israelitas, Éxo_4:22-23; Deu_14:1; Isa_1:2; Ose_11:1. Pero pronto se nota la tendencia a reservarla para solo los justos o para el pueblo del futuro, ver ya Ose_2:1 [Ose_1:10]. En ocasiones recibe una aplicación individual, 2Sa_7:14; Sal_2:7; Sir_4:10. Pero aunque un israelita invoque a Dios como padre, Sir_23:1, Sir_23:4; Sir_51:10; ver también Sal_89:27 [Sal_89:26], nadie se designa a sí mismo como «hijo suyo». En el resto del libro, se atribuye el título a los israelitas del pasado, miembros de un pueblo santo, Sab_9:7; Sab_10:15, Sab_10:17; Sab_12:19, Sab_12:21; Sab_16:26; Sab_18:4.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



12-20. Esta descripción del "justo" perseguido se inspira principalmente en el cuarto poema del Servidor sufriente (Is. 52. 13 - 53. 12).

18. Ver Sal_22:9.

20. "Dios lo visitará": los términos "visitar" y "visita" se emplean frecuentemente en la Biblia para designar una intervención especial de Dios, favorable o punitiva según las circunstancias ( Gen_50:24; Sal_65:10; Luc_1:68; 1Pe_2:12).

24. Este pasaje es una reinterpretación original de Gn. 3. La serpiente tentadora es identificada con el "demonio" y su intervención se atribuye a la "envidia". El objeto de esta "envidia" parece ser el destino inmortal que Dios había querido para el hombre. Ver Rom_5:12.

Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*1-5 La primera parte del libro trata de las relaciones entre sabiduría y justicia, y compara el destino de los justos con el de los impíos durante la vida y después de la muerte. Sabiduría, justicia y vida son el lote que Dios ha preparado para los justos, mientras que injusticia, error y muerte son la porción reservada a los impíos. Al declarar que la justicia es inmortal, el autor afirma la supervivencia del justo más allá de la muerte, resolviendo así las incongruencias de la doctrina tradicional de la retribución.

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

Sal 22:8; Mat 27:43.

Torres Amat (1825)



[11] Los malos aborrecen a los buenos, sólo por su bondad.

[13] La descripción del justo se basa en el Cuarto Canto del Siervo. Is 52, 13-53, 12; Jn 7, 16-28; 17, 3; Mat 27, 43.