un viento poderoso se levantará contra ellos
y los barrerá como un huracán.
Así la iniquidad asolará toda la tierra
y la maldad derrocará los tronos de los poderosos.
(Sabiduría 5, 23) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)
Times New Roman ;;
5. El Justo y el Injusto Ante el Juicio Final.
Sentimientos de los impíos ante la gloria de los justos (4:20-5:1-14).
4 20 Verán llenos de espanto sus pecados, y sus crímenes se levantarán contra ellos, acusándolos. 5 * Entonces estará el justo en gran seguridad en presencia de quienes le persiguieron y menospreciaron sus obras. 2 Al verlo se turbarán con terrible espanto, y quedarán fuera de sí ante lo inesperado de aquella salud. 3 Arrepentidos, se dirán, gimiendo por la angustia de su espíritu: Este es el que algún tiempo tomamos a risa y fue objeto de nuestro escarnio. 4 Nosotros, insensatos, tuvimos su vida por locura, y su fin por deshonra. 5 ¡Cómo son contados entre los hijos de Dios y tienen su heredad entre los santos! 6 Luego erramos el camino de la verdad, y la luz de la justicia no nos alumbró, y el sol no salió para nosotros. 7 Nos cansamos de andar por sendas de iniquidad y perdición, y caminamos por desiertos solitarios, y el camino del Señor no lo atinamos. 8 ¿Qué nos aprovechó nuestra soberbia, qué ventaja nos trajeron la riqueza y la jactancia? 9 Pasó todo aquello como una sombra y como correo que va por la posta. 10 Como nave que atraviesa las agitadas aguas, sin dejar rastro de su paso ni del camino de su quilla por las olas. 11 Ï como ave que vuela por los aires, sin dejar señal de su vuelo; pues si bate el aire con sus alas y lo corta con la violencia de su ímpetu, y se abre camino con el movimiento de sus alas, después ya no se halla señal de su paso. 12 O como flecha que se tira al blanco, que, aunque hienda el aire, luego éste vuelve a cerrarse, y no se conoce por donde pasó. 13 Así nosotros en naciendo morimos; sin dar muestra alguna de nuestra virtud nos extinguimos en nuestra maldad. 14 Sí, la esperanza del impío es como polvo arrebatado por el viento, como ligera espuma deshecha por el huracán, como humo que en el aire se disipa, cual recuerdo del huésped de un día que pasa de largo.
Se trata en este capítulo, a juicio de los mismos judíos l y de todos los autores católicos, del juicio final. El autor sagrado nos presenta la diversa suerte que en él tendrán quienes durante su vida practicaron la justicia y quienes caminaron por las sendas de la iniquidad. Estos, dice el autor, se sentirán sobrecogidos de espanto al ver la desdichada suerte a que les han conducido sus pecados, que tal vez habían olvidado, pero que se levantan ahora contra ellos como implacables acusadores que reclaman el justo castigo de quienes los cometieron. Y se llenarán, por otra parte, de estupor cuando contemplen gloriosos y llenos de felicidad, a la derecha de Dios, a los justos que ellos persiguieron, cuyos esfuerzos por practicar la virtud tanto menospreciaron.
Arrepentidos entonces, no con el arrepentimiento que lleva a la detestación de la culpa y obtiene el perdón, de que ya no son capaces pasado el tiempo de merecer, sino por la pena y aflicción que les causa la desgracia en que irremisiblemente han incurrido, reconocen su error. Las reflexiones que el autor pone en boca de los impíos son la contrapartida a las del c.2. Cuando ellos triunfaban en la vida y gozaban de sus placeres, mientras que los justos eran vejados y oprimidos, hacían burla de la vida de sacrificio y renuncia a los placeres prohibidos que éstos hacían y consideraban su vida como una necedad y un contrasentido. Y porque su conducta era un continuo reproche para sus costumbres libertinas, les hicieron objeto de escarnio y hasta maquinaron su ruina. Ahora se ven obligados a reconocer lo que Jesucristo predicaría en una de sus bienaventuranzas: Dichosos los que sufren persecución por la justicia, porque suyo es el reino de los cielos... Dichosos cuando los insulten y persigan por causa del Señor...; pueden alegrarse, porque grande será su recompensa 2. Serán conciudadanos de los ángeles y de los hombres glorificados, con quienes gozarán de una gloria inmortal. La liturgia ha escogido esta perícopa para la epístola de común de un mártir para el tiempo pascual.
Y volviendo los ojos a su propia desgracia (v.6), se lamentan de sus yerros: no acertaron con el camino que conduce a la verdadera felicidad, que es la práctica de la virtud y huida de los vicios. No guió sus pasos la luz de la justicia, que es el cumplimiento fiel de la voluntad de Dios, manifestada en los mandamientos. No salió para ellos el sol que ilumina las almas; salió, sí, y apareció en la ley natural, en la ley positiva, en los dictámenes de la conciencia, pero los impíos cerraron obstinadamente los ojos a su luz, se dejaron cegar por sus pasiones, de modo que son culpables 3. Reconocen que se han entregado hasta más no poder a las satisfacciones terrenas y que recorrieron todos los caminos del placer. Sólo con uno no atinaron: con el camino del Señor, que es el que lleva a la verdadera felicidad. ¿Qué les aprovecha ahora, se preguntan desengañados, la jactancia con que se anteponían y despreciaban a los justos? ¿De qué les valen ahora aquellas riquezas en que pusieron su corazón, como si ellas pudieran dar la felicidad? El autor acumula imágenes en boca de los impíos (v.8-12) para expresar el carácter efímero de la vida del hombre sobre la tierra y la nada de sus placeres: la sombra que proyecta sobre la tierra la nube llevada por el viento; la noticia que corrió de boca en boca para, apenas oída, caer en el olvido; la nave que surca majestuosa los mares; el ave que cruza veloz los aires; la flecha disparada hacia el blanco. Todas estas cosas desaparecen muy pronto de nuestra vista, no dejando tras sí rastro alguno, a no ser el recuerdo de que un día lejano pasaron; cuando los impíos gozaban en la tierra, tal vez pensaron que sus placeres nunca terminarían; en el día del juicio ven que todo pasó veloz y que su vida se consumió en iniquidades y vanos placeres, sin dejar rastro alguno de virtud.
El autor sagrado da su aprobación a los pensamientos de los impíos y los confirma con otras comparaciones no menos expresivas (v. 14). Para él, todo aquello en que los impíos ponían su esperanza, es decir, su poder, sus riquezas, sus placeres, son como pelusa que se lleva el viento 4, como débil espuma que en un instante el huracán deshace; corno humo que, desprendido de la lumbre, permanece en el aire unos instantes; como el extranjero huésped de un día, que al poco tiempo nadie recuerda. Así pasó para ellos la gloria del mundo, y así pasan para todo mortal los días de su vida sobre la tierra, a los que sigue un juicio que decide toda una eternidad feliz o desgraciada, conforme hubiere sido la vida de cada uno. El pensamiento de la fugacidad de las cosas terrenales puede ser un poderoso estímulo para los cristianos para llevar una vida virtuosa que asegure, más allá del juicio, una gloria inmortal junto al Señor de las misericordias y de las justicias sempiternas 5.
Gloría de los justos y castigo de los impíos (5:15-23).
15 Pero los justos viven para siempre, y su recompensa está en el Señor, y el cuidado de ellos en el Altísimo. 16 Por eso recibirán un glorioso reino, una hermosa corona de mano del Señor, que con su diestra los protege y los defiende con su brazo. 17 Se armará de su celo como armadura, y armará a las criaturas todas para rechazar a sus enemigos. 18 Vestirá por coraza la justicia y se pondrá por yelmo el sincero juicio. 19 Embrazará por escudo impenetrable la santidad. 20 Y afilará su fuerte cólera cual espada, y todo el universo luchará con El contra los insensatos. 21 Los dardos de los rayos partirán bien dirigidos, y volarán de las nubes al blanco como de arco bien curvado. 22 Y la ira, como lanzada por una catapulta, arrojará violentas granizadas; y el agua del mar se enfurecerá contra ellos, y los ríos se precipitarán con furia sobre ellos. 23 Un soplo poderoso los embestirá y los aventará como torbellino. La iniquidad desolará toda la tierra, y la maldad derribará los tronos de los poderosos.
Los justos, en contraposición a los impíos, gozarán de la verdadera vida y obtendrán una gloria eterna - no sería completa si un día tuviese fin - y segura, porque es Dios mismo quien se constituye en premio de los justos, y su cuidado corre a cargo del Altísimo, en cuyas manos están todas las cosas. Recibirán un reino glorioso, constata también el autor 6, y una hermosa corona, premio a la victoria en combates inmaculados 7. Daniel, en su profecía del Hijo del hombre, dice que los santos del Altísimo recibirán el reino, que retendrán por los siglos de los siglos 8. En el día del juicio final, Jesucristo dirá a los que estarán a su derecha: Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo 9. En el cielo todos los salvados reinaremos con Cristo.
Y ese reino y esa corona nadie se los podrá arrebatar, porque el Señor los defiende con el poder invencible de su brazo. Con el fin de darnos una idea de ese poder y poner de manifiesto la seguridad de los justos en su reino, el autor nos presenta a Dios como un formidable guerrero en una pintoresca descripción que tiene parecido con la que hace Isaías expresando la indignación y castigo de Yahvé contra los pecadores, y que pudo inspirar la que San Pablo hace de la armadura del cristiano en la lucha contra sus enemigos. El celo por su gloria y el honor de sus santos hará que Dios se arme para defenderlos y tomar venganza de sus enemigos. En la lucha no estará solo: armará también a sus criaturas, los ángeles, los elementos de la naturaleza, que le obedecerán como a su rey y se pondrán a su servicio para llevar a cabo sus planes 10. Sus armas defensivas (v. 19-20) serán la justicia, que le servirá de coraza, contra la que se estrellarán las blasfemias de los impíos contra Dios y las injurias contra sus escogidos, que castigará con todo rigor; el juicio sincero, que será como yelmo en su cabeza, con el que conoce las mismas intenciones, lo que le permite formar un juicio exacto de las cosas, del que nada ni nadie le hará declinar, pues no tiene acepción de personas; finalmente, la santidad, escudo impenetrable, con que castigará en la debida medida, sin dejarse llevar de crueldad con sus enemigos ni de la compasión hacia ellos una vez pasado el tiempo de la misericordia.
Las armas ofensivas (v. 19-23) que empuñará para hacer la guerra a sus enemigos son su fuerte cólera, que será como la espada que descarga sus golpes para castigar sus pecados. Y en esta lucha contra los insensatos se unirá a Dios el universo entero. San Pablo nos dice cómo las criaturas gimen y sienten como dolores de parto esperando la revelación de los hijos de Dios n. Al pecar el hombre, toda la creación quedó como resentida: las criaturas, que debían ser en sus manos instrumentos para dar gloria a Dios, lo vinieron a ser del pecado, sintiéndose como violentadas al tener que servir para fines distintos a aquellos que les fueron señalados por el Creador. Por eso, en el día del juicio final, ellas se pondrán de parte de Dios y vendrán a ser ejecutoras de su justicia y vengadoras de los agravios que con ellas hicieron a su Señor. Desde las nubes dirigirá sus rasos, que, como flechas desprendidas del arco, irán a herir a los insensatos12; y violentas granizadas, que desolarán sus campos y moradas; en la Biblia aparece con frecuencia el granizo como un castigo de Dios, cuyos efectos en Oriente son a veces terribles 13. También el mar y los ríos se asociarán a los elementos de la naturaleza que servirán de instrumento de castigo para los malvados. Las aguas del mar Rojo anegaron a los enemigos del pueblo escogido, y en la descripción que del fin del mundo hace San Lucas, dice que los bramidos del mar y la agitación de sus olas aterrarán a las naciones 14; a ellas se unirán las aguas de los ríos, que se desbordarán para anegar a los impíos 15. Finalmente, un soplo poderoso de la ira de Dios, que con el hálito de su boca puede destruir a todos sus adversarios 16, pondrá punto final a la batalla, arrebatando como fuerte huracán a los impíos, dejando la tierra desolada y desierta 17. Nada sobrevivirá a la catástrofe; los mismos tronos de los poderosos serán derribados, no gozando de mayor seguridad que los impíos que los ocuparon. Esta idea prepara la recomendación que el autor hace a los reyes en el capítulo siguiente. En esta como en otras descripciones que se hacen en la Biblia del castigo de los impíos aparecen algunas afirmaciones de tipo apocalíptico que utilizan también los profetas al referirse a los acontecimientos del fin del mundo. No conocemos la naturaleza del género apocalíptico, e ignoramos, por lo mismo, su correspondencia con la realidad objetiva. No podemos, en consecuencia, determinar si estas expresiones son metáforas con las que únicamente intenta el autor indicar lo terrible del castigo que espera a los impíos, o si éste se llevará a efecto mediante la actuación de esos elementos conforme al modo descrito, en cuyo caso ignoramos también si los elementos mencionados actuarían movidos por las fuerzas físicas, impulsados por un cataclismo, o por una intervención extraordinaria de Dios.
Como se ha podido observar, la doctrina de esta primera parte marca un paso en el progreso de la revelación respecto de las postrimerías en relación con los otros libros sapienciales. El autor de la Sabiduría ha afirmado claramente que existe un más allá, donde las almas de los justos gozan de una inmortalidad feliz junto a Dios, y las de los impíos de un castigo igualmente eterno por sus pecados. Con ello queda resuelto el misterio del sufrimiento de los justos y el triunfo de los malvados en esta vida, cuyo desconocimiento había desconcertado a Job y Cohelet, como ya antes constatamos.
1 Schürer, o.c., II p.644s; J. Bonsirven, Le judaisme palestinien au temps de Jésus-Christ (París) I p.486-503. - 2 Mt 5:10-12. - 3 Job 24:13; Jua_3:1, Jua_3:-4 Los mejores códices leen, no ÷ïûs (polvo), sino ÷íïàs: pelusa (BSA). - 5 F. Planas, Como la sombra...: CulBíb 2 (1948) 248-252. - 6 3:7-8. - 7 4:2; Isa_62:3. - 8 7:37. - 9 Mt 25:34- - 10 Cf. v.21; 16:16-24; Eze_38:18-23; Eco_39:33-36. - 11 Rom 8:22-23. - 12 2Re_22:15; Hab_3:11. - 13 Isa_28:17; Eze_13:13; Eze_38:22; Rev_8:7; Rev_11:19; Rev_16:21. - 14 Lev_21:25. - 15 Exo_14:16-21; Jue_5:21; 2Re_22:16; Sal_18:16; Sab 19. - 16 Isa_11:4; Isa_40:7; Job_4:9. - 17 Isa_65:17; 2Pe_3:13; Ap 21:1