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Así mis obras serán aceptadas,
juzgaré a tu pueblo con justicia
y seré digno del trono de mi padre.
(Sabiduría 9, 12) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

Times New Roman ;;

9. Oración de Salomón para Alcanzar la Sabiduría.
1 Dios de los padres y Señor de la misericordia, que con tu palabra hiciste todas las cosas, 2 y en tu sabiduría formaste al hombre, para que dominase sobre tus criaturas, 3 y para regir el mundo con su santidad y justicia, y para administrar justicia con rectitud de corazón: 4 Dame la sabiduría asistente de tu trono y no me excluyas del número de tus siervos, 5 porque siervo tuyo soy, hijo de tu sierva, hombre débil y de pocos años, demasiado pequeño para conocer el juicio y las leyes 6Pues aunque uno sea perfecto entre los hijos de los hombres, sin la sabiduría, que procede de ti, será estimado en nada. 7 Tú me elegiste para rey de tu pueblo y juez de tus hijos y tus hijas. 8 Tú me dijiste que edifícase un templo en tu monte santo y un altar en la ciudad de tu morada, según el modelo del santo tabernáculo que al principio habías preparado. 9 Contigo está la sabiduría conocedora de tus obras, que te asistió cuando hacías el mundo, y que sabe lo que es grato a tus ojos y lo que es recto según tus preceptos. 10 Mándala de tus santos cielos, y de tu trono de gloria envíala para que me asista en mis trabajos y venga yo a saber lo que te es grato. 11 Porque ella conoce y entiende todas las cosas, y me guiará prudentemente en mis obras, y me guardará en su esplendor; 12 y mis obras te serán aceptas, y regiré tu pueblo con justicia, y seré digno del trono de mi padre. 13 Pues ¿qué hombre podrá conocer el consejo de Dios y quién podrá atinar con lo que quiere el Señor? 14 Porque inseguros son los pensamientos de los mortales, y nuestros cálculos muy aventurados; 15 pues el cuerpo corruptible agrava el alma, y la morada terrestre oprime la mente pensativa; 16 pues si apenas adivinamos lo que en la tierra sucede y con trabajo hallamos lo que está en nuestras manos, ¿quién rastreará lo que sucede en el cielo? 17 ¿Quién conoció tu consejo, si tú no le diste la sabiduría y enviaste de lo alto tu santo espíritu? 18Así es como se han enderezado los caminos de los que moran sobre la tierra; y los hombres supieron lo que te es grato, 19y por la sabiduría fueron salvos.

Esta plegaria es una ampliación de la que hizo Salomón a Yahvé cuando se le apareció en Gabaón después de haber ofrecido el rey sabio en su honor un gran número de sacrificios, adaptada a los fines que el autor pretende. Podemos distinguir tres partes en ella: en la primera (v.1-6) invoca a Dios e implora humildemente la sabiduría; en la segunda (7-12) indica los motivos por los que necesita de ella; en la tercera (13-18) confiesa que, si el Señor no la concede, no es posible obtenerla.
Comienza con una invocación al Dios de los Padres, que recibieron de Yahvé las promesas de bendecir al pueblo elegido, cuyos destinos ahora él tiene que regir; al Señor de la misericordia, lleno siempre de bondad y compasión para su pueblo, dispuesto a perdonar y socorrer en todo momento 1; Padre de las misericordias y Dios de toda consolación lo llama San Pablo 2; que con su palabra hizo todas las cosas, como afirman las primeras páginas del Génesis y repiten los salmistas y los sabios 3, y puede, por tanto, conceder la sabiduría a Salomón. Con ella formó Dios al ser humano, obra maestra de la creación, ante cuya formación el autor sagrado nos presenta al Señor deliberando como quien va a realizar algo trascendente. Lo hizo a su imagen y semejanza, dotado de entendimiento y voluntad, y lo constituyó rey y señor de las cosas creadas; pero en el ejercicio de este señorío ha de proceder con santidad y justicia: la primera regula las relaciones del hombre para con Dios; la segunda, las de los hombres entre sí. Las cosas fueron creadas para la gloria de Dios y el bien del hombre, y ese doble fin es el que ha de proponerse el hombre en el uso de las mismas. Idénticos sentimientos deberán presidir el gobierno de quienes rigen los destinos de los pueblos; no pueden administrar justicia siguiendo sus caprichos, sino conforme a la voluntad de Dios, de quien son ministros, con toda equidad, sin acepción alguna de personas.
Expresados los sentimientos de confianza que le inspiran la misericordia y el poder de Dios, Salomón pide al Señor la sabiduría asistente a su trono (v.4), locución que expresa la proximidad y convivencia de la sabiduría con Dios4, con la que el rey sabio implora que, como ella le asistió en la creación y asiste en el gobierno del mundo, le acompañe a él en la misión que le confía y no se vea excluido del número de los israelitas, sus siervos 5, que gozaron de su favor y engrandecieron al pueblo escogido. Y sabiendo que la oración del humilde penetra los cielos6, se presenta ante el Señor como un siervo, cuya suerte está en sus manos, como un hombre débil de vida corta, flor que brota y se marchita, sombra que pasa 7, y se reconoce demasiado pequeño - Salomón subió al trono siendo todavía muy joven y pronunció su plegaria al principio de su reinado 8 - para poseer el juicio necesario para resolver los enigmas; el conocimiento preciso de las leyes y su aplicación práctica para gobernar sabiamente el pueblo escogido. Además, que, por muy buenas cualidades humanas e intelectuales que tenga el hombre, si Dios no le concede su sabiduría, resultarán vanos sus esfuerzos en orden a un buen gobierno de los hombres conforme a la voluntad de Dios. Comparando la sabiduría divina y la humana, escribía San Pablo que la sabiduría de este mundo es necedad delante de Dios 9.
En la segunda parte de su oración (v.7-12) aduce Salomón los motivos por los que precisa la sabiduría de Dios: ha sido escogido para regir al pueblo escogido, cuyos trascendentes destinos requiere en su rey una sabiduría especial; tiene que juzgar - hacer justicia era una de las funciones principales de los reyes, que en el período precedente se denominan jueces - a los hijos e hijas de Dios, título con que frecuentemente se designa a los miembros de Israel, pueblo primogénito de Yahvé 10. Además, el Señor reservó para él la gloria, soñada por su padre David, de construir el templo en el monte Moría, donde en otro tiempo se apareció Dios a Abraham con ocasión del sacrificio de Isaac n, y el altar de los holocaustos, ante el cual oró Salomón el día de la dedicación 12, conforme al modelo del tabernáculo que Dios mismo diseñó a Moisés en el monte Sinaí 13. Templo y altar no sólo figura del edificio misterioso de su Iglesia, de la que el cielo será eterna morada, sino también una imagen del templo y del altar que deben ser erigidos en el corazón de cada uno de aquellos que componen la ciudad santa (Duguet) 14. Para llevar a cabo con éxito tan excelente misión, el rey sabio precisa tener a su lado la sabiduría de Dios. Por ello implora se la envíe desde su trono de gloria (v.10), expresión empleada también por Cristo para designar los cielos 15, que reflejan la majestad y grandeza del Señor, para que le asista en sus trabajos. La sabiduría, como confidente de Dios y consejera en sus obras, le guiará en sus actos y le protegerá con su esplendor, como protegió y defendió de los senderos peligrosos la nube esplendorosa a Israel a su paso por el desierto. La gloria y el poder de Dios son dos cosas inseparables. San Pablo afirma que Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre 16. Asistido de este modo por la sabiduría, Salomón podrá cumplir con toda fidelidad su misión y ser, como David, su padre, grato a los ojos de Dios y digno sucesor de su trono.
En la tercera parte de su oración (v.13-19), el rey sabio vuelve los ojos a su condición humana para poner de relieve la impotencia del ser humano para alcanzar la sabiduría, lo que justifica más la necesidad de la plegaria a Dios. Repitiendo la idea de Isaías 17, que recogerá también San Pablo 18, se pregunta: ¿quién puede conocer el consejo de Dios y atinar con su voluntad? Importa, especialmente al rey, conocer la voluntad de Dios; pero el hombre no puede conseguirlo con las solas luces de su inteligencia humana. Precisa de la luz de la sabiduría divina; por eso los grandes caudillos de Israel acudían en sus dudas al tabernáculo, para recibir iluminación de lo alto 19. Los pensamientos de los mortales son inseguros, afirma el sabio, y nuestros cálculos aventurados. ¡Cuántas veces creemos obrar bien siguiendo nuestros criterios y después nos dimos cuenta que nuestras obras no respondieron objetivamente a la voluntad de Dios! Nosotros conocemos, en general, la voluntad de Dios, que se nos manifiesta en los mandamientos y en los deberes; pero muchas veces, en concreto, no sabemos discernir qué debemos hacer, por lo que lógicamente el hombre teme equivocarse. Nuestra alma se halla como encerrada en un cuerpo sensible y en contacto continuo con las cosas terrenas, lo cual le dificulta el elevarse por encima de los sentidos para contemplar y descubrir con luz meridiana la verdad. La dificultad de remontarse por encima de las cosas de la tierra para poner la mente y el corazón en los cielos ha sido constatada por los moralistas de todos los tiempos. El mismo San Pablo exclamaba: ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?20 Morada terrestre llama el autor a nuestro cuerpo, denominación frecuente en la Biblia 21, con la que se expresa el carácter efímero y transitorio de nuestra vida sobre la tierra. Algunos han querido ver en este í.Àæ una semejanza con la doctrina de Platón, que hace del cuerpo la prisión del alma. La semejanza es solamente verbal; en cuanto al contenido media un abismo. Platón profesa la doctrina tricotómica, mientras que para el autor sagrado el hombre se compone solamente de cuerpo y alma 22; según el filósofo griego, el alma separada de su cuerpo se reencarna en él por las relaciones o lazos contraídos en una primera existencia, doctrina completamente desconocida en el sabio. Lo que aquí afirma el autor de la Sabiduría sobre el alma y el cuerpo es una consecuencia del pecado original, en el que el hombre perdió el don de la integridad, con lo que su vida se convirtió en una lucha entre el alma, que tira hacia arriba, hacia Dios, y el cuerpo, cuyas tendencias inclinan hacia las cosas sensibles y terrenas, de modo que es preciso un esfuerzo grande para mantener siempre en alto el espíritu para no dejarlo arrastrar y encadenar por las inclinaciones sensibles y terrenas del cuerpo, que dificultan el conocimiento de las verdades naturales, y más todavía el de las sobrenaturales.
Con razón reflexiona el sabio (v. 16-17): si nosotros, después de mucho trabajo y estudio, no conseguimos más que una ciencia limitada y conjetural muchas veces de las cosas terrenas, ¿cómo podremos conocer los misterios divinos, la voluntad de Dios, si El no da su sabiduría y envía de lo alto su Espíritu Santo? A esta dificultad aludía Jesucristo cuando decía a Nicodemo: Si hablando de cosas terrenas no creéis, ¿cómo creeríais si os hablase de cosas celestiales? 23 Dado el paralelismo con el primer miembro del verso y el estadio de la revelación en que nos encontramos, el espíritu santo del v.1yb se identifica, en la mente del autor sagrado, con la sabiduría divina de 27a. No tenemos todavía, en sentido literal histórico, la revelación del Espíritu Santo, aunque sí un lenguaje que la va preparando, y en el cual nosotros, a la luz del Nuevo Testamento, podemos descubrir un sentido más profundo que el que captó el autor sagrado. Fue la sabiduría quien manifestaba la voluntad de Dios y lo que le era grato a cuantos en los tiempos pasados dirigieron sus pasos por el recto sendero de la virtud; por lo cual fueron salvados de la destrucción y de la muerte eterna gracias a la intervención de la sabiduría. Con esta afirmación, el autor sagrado encabeza la parte tercera de su libro, que será toda ella una confirmación práctica de este principio 24.
La actitud del rey sabio contiene una lección admirable para todos aquellos a quienes el Señor se ha dignado confiar la dirección temporal o espiritual de sus hermanos. La oración humilde, profunda y ardiente en demanda de la sabiduría y prudencia divinas ha de preceder a toda acción encaminada al buen gobierno de los subditos. La Iglesia hace recitar los más hermosos sentimientos de la plegaria salomónica en los responsorios de los maitines del oficio de los domingos y días feriales del mes de agosto.

1 11:23-12:1. - 2 2Co_1:3. - 3 Gen 1; Sal_32:6; Eco_42:15. - 4 7:25-26; 8:4. - 5 2:13; Le 1:54 - 6 Eco_35:21. Cf. Sal_86:16; Sal_116:6. -Sal_7 2:1; Sal_15:8; Gen_47:9; Job_14:2. - 8 Salomón tendría unos veinte años cuando comenzó a reinar; hacía un año que había nacido Roboam, su hijo, que le sucedió en el trono. Cf. 1Re_3:7; 1Re_11:42 y 14:21. - 9 1 Gor 3:19. - 10 Cf. también 12:19.21; 18:4-5; Deu_14:1; Ose_11:1. - 11 Gen_22:2. - 12 1Re_8:22-531 2Cr_6:12; 2Cr_7:1-7. - 13 Exo_25:9-40; Exo_26:30; Hec_7:44; Heb_8:5. - 14 Citado por Lesétre, o.c., p.yg. - 15 Mat_5:34. - 16 Rom_6:4. - 17 Isa_40:13. - 18 Rom_11:34; 1Co_2:16. - 19 Exo_33:11-23; Num_27:21. - 20 Rom_7:23-24; Gal_5:17; Ef 4:22. - 21 Isa_38:12; Job_4:19; 2Co_5:1; 2Pe_1:13-14. -2Pe_22 1:4; 2Pe_8:19-20; 2Pe_15:8-11.16; 2Pe_16:14. - 23Jn_3:12. - 24 La Vulgata añade al v.19: los que te agradaron, Señor, desde el principio. No se encuentra en los manuscritos y versiones, lo que indica se trata de una adición para completar el pensamiento, si bien muy antigua, dado que se encuentran vestigios de ella en las antiguas liturgias cristianas (Lattey),


King James Version (KJVO) (1611)



Chapter IX.

1 A prayer vnto God for his wisdome, 6 without which the best man is nothing worth, 13 neither can he tell how to please God.
1 O God of my fathers, and Lord of mercy, who hast made all things with thy word,
2 And ordained man through thy wisedome, that he should haue [ Gen_1:28.] dominion ouer the creatures, which thou hast made,
3 And order the world according to equitie and righteousnesse, and execute iudgement with an vpright heart:
4 Giue [ 1Ki_3:5.] me wisedome that sitteth by thy Throne, and reiect me not from among thy children:
5 For I [ Psa_116:16.] thy seruant and sonne of thine handmaide, am a feeble person, and of a short time, and too young for the vnderstanding of iudgement and lawes.
6 For though a man be neuer so perfect among the children of men, yet if thy wisedome be not with him, hee shall be nothing regarded.
7 Thou hast chosen me to be a king of thy people, and a Iudge of thy sons and daughters: [ 1Ch_28:5; 2Ch_1:9.]

8 Thou hast commaunded me to build a Temple vpon thy holy mount, and an Altar in the city wherein thou dwellest, a resemblance of the holy Tabernacle which thou hast prepared from the beginning:
9 And [ Pro_8:22; Joh_1:2-3; Joh_1:10.] wisedome was with thee: which knoweth thy workes, and was present when thou madest the world, and knew what was acceptable in thy sight, and right in thy Commaundements.
10 O send her out of thy holy heauens, and from the Throne of thy glory, that being present shee may labour with mee, that I may know what is pleasing vnto thee.
11 For she knoweth and vnderstandeth all things, and shee shall leade me soberly in my doings, and preserue me [ Or, by her power or glory.] in her power.
12 So shall my workes be acceptable, and then shall I iudge thy people righteously, and be worthy to sit in my fathers seate.
13 For what man is hee that can know the counsell of God? or who can thinke what the will of the Lord is? [ Isa_40:13; Rom_11:34.1; Corinthians 2.16.]

14 For the thoughts of mortall men are [ Or, feare full.] miserable, and our deuices are but vncertaine.
15 For the corruptible body presseth downe the soule, and the earthy tabernacle
weigheth downe the minde that museth vpon many things.
16 And hardly doe we gesse aright at things that are vpon earth, and with labour doe wee find the things that are [ Greek: at hand.] before vs: but the things that are in heauen, who hath searched out?
17 And thy counsell who hath knowen, except thou giue wisedome, and send thy holy spirit from aboue?
18 For so the wayes of them which liued on the earth were reformed, and men were taught the things that are pleasing vnto thee, and were saued through wisedome.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Envíala desde el cielo. Las palabras del capítulo nueve recuerdan la oración de Salomón cuando Dios se le aparece en sueños para que le pida lo que desee (1 Re, 6-9; 2Cr_1:8-10). El rey invoca la sabiduría (4.10.17) que requiere especialmente para su oficio de administrador de la justicia (3.5.9.12.18), pues ella es la verdadera transmisora de la voluntad divina.
En torno a la petición se aprecian algunos elementos importantes: la sabiduría como un ser personal, aquí asistiendo a Dios en sus funciones, como la creación y el gobierno del mundo (Pro_8:22-31); la alusión al templo, imagen del celeste (1Re_5:1-3; 1Cr_28:5s) y la convicción de que el ser humano no es nada sin Dios (Sal_86:16; Sal_116:16; Job_4:19; Mar_13:1-3; Gál_5:17), que recuerda también al dualismo de la filosofía griega antigua.
El capítulo nueve es un texto que bien podría ser utilizado por los gobernantes de cualquier condición a la hora del desempeño de sus cargos. El ser humano es poca cosa sin la asistencia de la sabiduría, sobre todo para la administración de la justicia, su principal tarea. ¿Qué es lo que les preocupa? Demasiados son sus intereses. He aquí una muestra de la que habría de ser su principal tarea.

Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*9 El discurso sobre la sabiduría culmina en esta oración, inspirada en la de 1Re 3:6-9 y 2Cr 1:8-10; es una pieza literaria construida con gran esmero: Sab 9:1-6 trata de la vocación universal del ser humano y toma a Salomón como un ejemplo; Sab 9:7-12 presenta a Salomón pidiendo a Dios el don de la sabiduría para poder gobernar; Sab 9:13-17 es una reflexión filosófico-teológica sobre el ser humano y los designios divinos, en la que la figura de Salomón se desvanece y se confunde con la humanidad.

Torres Amat (1825)



[1] Este capítulo es similar a la plegaria de Salomón pidiendo la sabiduría.

[1] Oh Dios de mis padres es una invocación a la fidelidad de Dios respecto de las promesas que hizo a los patriarcas y a David. La palabra es el elemento creador.

[10] El hombre actúa y la gracia lo ayuda en su debilidad.