Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
Salmo 104 (Vg 103): La Gloria de Dios en la Creación.
E ste maravilloso poema, de profunda sensibilidad lírica y religiosa, es, en realidad, un himno a Dios, creador y conservador del universo y de todo lo que en él hay: la naturaleza muda, el reino vegetal, el animal y el nombre, es decir, todas las maravillas y esplendores de la creación, en su diversa y rica manifestación. Es una lección maravillosa de alta teodicea, en la que se descubre la profunda teología de los seres bajo la providencia divina. Es un comentario poético del primer capítulo del Génesis: el mundo inanimado al servicio del mundo viviente, éste al servicio del ser humano, y éste, rey de la creación, al servicio de Dios. En su maravillosa obra se transparenta su grandeza deslumbradora, su magnificencia, su bondad y su poder. Todo es maravilloso las fuerzas de la naturaleza y los seres vivientes , porque
todo es reflejo de la sabiduría divina. Después de haber creado el universo dio la vida, y ésta se renueva incesantemente por su soplo conservador. Todo lleva el sello de una finalidad concreta, lo que supone orden, belleza, bondad y armonía. Es la confirmación del vidit quod esset borium del relato de la creación. Sólo el pecado rebeldía contra Dios introduce el desorden en el cosmos; por eso el salmista termina su magnífico himno deseando que desaparezcan los pecadores e impíos, que con sus acciones torpes desentonan en la gran orquesta de la creación.
En la literatura egipcia encontramos el Himno a Aton, dios solar venerado especialmente por el rey Amenofis IV Ejnaton (s.XIV a.C.), en el que se expresan algunas ideas similares: Cuando te ocultas (el disco solar), la tierra está en tinieblas como la muerte... El león abandona su guarida... La tierra se ilumina cuando tú apareces en el horizonte... Los hombres se despiertan..., la tierra entera se dedica a sus trabajos...1 Pero las semejanzas son tangenciales y fortuitas, ya que el espectáculo de la naturaleza, que parece dormirse de noche y despertarse con los rayos solares, es un fenómeno al alcance de todos los poetas de todos los pueblos y generaciones. No se puede, pues, afirmar dependencia literaria del salmo hebreo respecto del fragmento egipcio. El poema del Salterio es un simple comentario poético del relato bíblico de la creación: lo que el autor sacerdotal dice escuetamente sobre la aparición progresiva de las obras de la creación, el salmista lo embellece con maravillosos recursos líricos. Para él, la creación es la revelación de la incomparable majestad de Dios; su omnipotencia se refleja en la manifestación de las fuerzas de la naturaleza: los mares son confinados a sus límites; la lluvia fertiliza la tierra; la luna y el sol señalan las estaciones; los animales viven de la fertilidad de la tierra. En todo se refleja la mano poderosa y providente
del Creador.
Como este salmo empieza y termina con las mismas palabras de invitación a bendecir al Señor, no pocos autores creen que es obra del mismo autor del 103, que acabamos de estudiar. No obstante, el enfoque es diverso, pues en el anterior el salmista se fijaba, sobre todo, en el poder liberador de Dios en la historia respecto de sus fieles y del pueblo israelita, mientras que en el 104 se canta el poder y providencia de Dios en la obra de la creación en general y sus relaciones con el hombre como rey de la creación, sin aludir a la elección del pueblo hebreo. Es un enamorado de la naturaleza que sabe leer lo invisible divino a través de lo visible creado 2.
El poder de Dios, manifestado en la creación (1-9).
1
¡Bendice, alma mía, a Yahvé! Yahvé, Dios mío! tú eres grande; estás revestido de majestad y esplendor, 2
envuelto de luz como de un manto; despliegas los cielos como una tienda; 3
edificas sobre las aguas tus moradas superiores. Haces de las nubes tu carro, avanzando sobre las alas del viento. 4
Tienes por mensajeros a los vientos 3
, y por ministros llamas de fuego. 5Has establecido la tierra sobre sus bases, para que nunca después vacilara. 6
La cubriste del océano abismal como de un vestido, y las aguas se detuvieron sobre los montes. 7
A tu amenaza huyeron, al fragor de tu trueno huyeron asustados, 8
y se alzaron los montes y se abajaron los valles hasta el lugar que les habías señalado. 9
Pu-sísteles un límite, que no traspasarán, no volverán a cubrir la tierra. El poeta se extasía ante la grandeza del Creador; las maravillas de la naturaleza pregonan su majestad y sabiduría. Inaccesible a la mirada humana, aparece envuelto en un halo luminoso: la
luz es el
manto de su majestad imperial. En efecto, la primera obra de la creación es la
luz, y es también la primera condición de vida, la fuente de la alegría y el símbolo de la pureza. Por eso el poeta concibe al Eterno en atuendo de majestad, revestido de luz y esplendor. San Pablo dirá de Dios que habita en. una luz inaccesible4; y San Juan: Dios es luz y en El no hay tiniebla alguna.5
El salmista va concretando las obras de la creación siguiendo el relato bíblico y empieza por los
cielos, que concibe como una
tienda extendida sobre la tierra. Con su palabra extiende los inmensos cielos con la misma facilidad con que el nómada extiende su tienda; pero sobre ella y encima de las aguas superiores están las
moradas de Yahvé, en el cielo empíreo. Según la concepción cosmogónica hebraica, sobre la masa sólida del firmamento se extendía el depósito de aguas que Dios reserva para los momentos diluviales 6. El poeta concibe a Dios morando en la cúspide del cielo, conforme a lo expresado por
Amo_9:6 : El edificó en los cielos su morada y la fundó sobre la bóveda de la tierra.
Siguiendo su maravillosa inspiración poética, el salmista presenta a Yahvé avanzando majestuoso como un rey en su carro las
nubes tirado por la cuadriga de las
alas del viento, siendo sus mensajeros precursores los mismos
vientos, y sus ministros, o guardia de corps, los rayos o
llamas de fuego (v.4). Dios se manifiesta en la tempestad en medio de truenos y rayos 7, que son un reflejo de su majestad aterradora.
Conforme a la narración del Génesis, el salmista habla ahora de la consolidación de la tierra y de la separación de las aguas 8. La tierra era concebida como un edificio que descansa en unas columnas que se sumergen en lo profundo del abismo. Y la gran maravilla de la omnipotencia divina consiste en que, a pesar de hacerla reposar sobre la masa líquida, no
vacila ni se conmueve 9. En su estado primitivo aparecía cubierta por el
océano abismal, como si fuera su
vestido 10, siendo sumergidos hasta las cimas de los
montes. Pero a una orden de Yahvé, manifestada en un
trueno, las aguas se disiparon, huyendo hacia los
lugares que de antemano les
había señalado (v.8). Es la obra del tercer día de la creación: la separación de las aguas y la aparición de la tierra seca 11. En ese momento se obró la conformación actual de la masa terrestre:
se alzaron los montes y se abajaron los valles. Las grandes conmociones cósmicas de los primeros períodos geológicos dieron por resultado la irregularidad del relieve de la corteza terrestre. El salmista lo atribuye todo directamente a las órdenes divinas, conforme a su esquema religioso de la naturaleza.
Yahvé con su omnipotencia señaló los límites al mar, para que no anegara a la tierra, haciendo así posible en ella la vida 12.
Dios provee de medios de vida a los vivientes (10-18).
10
Tú haces brotar en los valles los manantiales, que corren luego entre los montes. 11
Ellos abrevan a todos los animales del campo y en ellos matan su sed los onagros, 12
Junto a ellos se posan las aves del cielo, que cantan en la fronda. 13
De tus altas moradas riegas los montes, y del fruto de tus obras se sacia la tierra. 14
Hace nacer la hierba para las bestias, y las plantas para el servicio del hombre, para sacar de la tierra el pan; 15
y el vino, que alegra el corazón del hombre, y el aceite, que hace lucir sus rostros, y el pan, que sustenta el corazón del hombre. 16
Se sacian los árboles de Yahvé, los cedros del Líbano que plantó, 17
en los cuales anidan los pájaros; f y los cipreses, domicilio de las cigüeñas; 18
los altos montes para las gamuzas, los riscos para madriguera del damán. A pesar de haber confinado las aguas a un lugar, Yahvé ha provisto a las necesidades de la vegetación y de los vivientes con
manantiales en los valles. La descripción es bellísima: los
onagros o asnos salvajes, moradores de la estepa, van ansiosos a apagar su sed 13; los pájaros pueblan los escasos árboles que nacen junto a los lugares húmedos. Y a donde no llegan los manantiales provee Yahvé con la lluvia del cielo:
riega los montes. En
Deu_11:11 se describe a Palestina como un país de montañas y valles que recibe agua de la lluvia del cielo. De esa relativa humedad proviene la parca feracidad de la tierra. Con su trabajo, el hombre saca fruto para su manutención: trigo,
vino y aceite, los productos característicos de Palestina, país mediterráneo 14. El salmista se complace en destacar la finalidad ornamental del
aceite perfumado, que
hace lucir los rostros, y la alegría que produce el
vino en los
corazones 15. En el apólogo de Jotán contesta la vid a los otros árboles que querían nombrarla reina: ¿Voy yo a renunciar a mi mosto,
alegría de Dios y de los seres humanos, para ir a mecerme entre los árboles?16
Hasta los árboles más corpulentos los
árboles de Yahvé , como los
cedros del Líbano, reciben el riego atmosférico enviado por Dios, que los
plantó; los árboles que nacen espontáneamente en el monte son considerados como plantados por Dios, en contraposición a los frutales y demás plantas que son plantados por la mano del ser humano 17. En ellos y en los cipreses anidan las grandes aves, como las
cigüeñas, como en los
altos montes vive la
gamuza, y en los riscos inaccesibles el
damán, especie de conejo salvaje 18.
Variedad y sabiduría en las obras de la creación (19-26).
19
Tú has hecho la luna para medir los tiempos; el sol conoce (la hora de) su ocaso. 20
Tú extiendes las tinieblas, y es de noche, y en ella corretean todas las bestias del bosque. 21
Rugen los leoncillos por la presa, pidiendo a Dios así su alimento. 22
Sale el sol, y se retiran y se acurrucan en sus cuevas. 23
Sale el hombre a sus labores, a sus haciendas hasta la tarde. 24
¡Cuántas son tus obras, oh Yahvé! ¡Todas las hiciste con sabiduría! Está llena la tierra de tu riqueza: 25
éste es el mar, grande, inmenso; allí reptiles sin número, animales pequeños y grandes, i 26
Allí las naves se pasean, y ese Leviatán que hiciste para juguete tuyo. La sucesión de días y de noches es una de las maravillas de la naturaleza; en realidad, obedecen a las órdenes divinas, que ha puesto la
luna para determinar los
tiempos, meses y estaciones del año, según se dice en
Gen_1:14. Por instinto comunicado por Dios, el
sol sabe cuándo debe retirarse, pues
conoce su ocaso, y debe dejar paso a las
tinieblas nocturnas, también enviadas por Dios. Es el tiempo en que campean libremente, amparadas en la oscuridad, las fieras del
bosque. También ellas fueron creadas por Dios, y tienen derecho a su sustento 19.
La salida del sol señala la hora de la aparición del hombre para ir a sus labores (v.23). Todo está maravillosamente ordenado por el Creador (v.24). Hasta el tenebroso y caótico océano abismal está bajo las órdenes del Omnipotente. En él pululan los grandes cetáceos, y los pequeños peces, todos obra de Yahvé, pero entre ellos sobresale la maravilla del
Leviatán, monstruo marino que Dios domeña y utiliza como
juguete en sus momentos de ocio 20. El antropomorfismo es audaz y refleja bien el alto concepto que del poder de Dios tenía el salmista.
El espíritu de Yahvé, conservador y renovador del universo (27-35).
27
Todos ellos esperan de ti que les des alimento a su tiempo. 28
Tú se lo das y ellos lo toman; abres tu mano y se sacian de bien. 29
Si tú escondes tu rostro, se conturban; si les quitas el espíritu, expiran y vuelven al polvo. 30
Si mandas tu espíritu, se recrían, y así renuevas la faz de la tierra. 31
Sea eterna la gloria de Yahvé y Yahvé gócese en sus obras. 32
Mira la tierra, y tiembla; toca los montes, y humean. 33
Yo cantaré a Yahvé mientras viva; entonaré salmos a mi Dios mientras subsista. 34
Séale grato mi hablar, y yo me gozaré en Yahvé. 35
¡Desaparezcan de la tierra los pecadores y dejen de ser los impíos! Bendice, alma mía, a Yahvé. Aleluya. Para todos los animales, Dios es el despensero general, y, por eso, todos están pendientes de su generosidad para poder satisfacer su apetito. Si les da el alimento, lo toman con avidez, mientras que, cuando escasea
escondes tu rostro , al punto se quedan macilentos. El mismo hálito vital depende de Yahvé. Si lo retira, se convierten en
polvo21] pero, si vuelve a otorgar el hálito vital, surgen de nuevo otros que
se recrían, renovándose así, en ciclo constante, la superficie de la tierra con sus moradores (v.30).
El salmista concluye su maravilloso poema con un canto de alabanza al Dios que obra tales maravillas; sus criaturas son para su
gloria, y por eso desea que el mismo Dios se
goce en sus obras como en el momento de la creación, cuando veía que todas eran buenas22. De nuevo insiste en la majestad de Dios, que con su mirada hace
temblar la tierra, y, al tocar con la punta de los pies los
montes, éstos se derriten y
humean (v.32). Las expresiones son semejantes a las de
Amo_9:5, y parecen calcarse en la descripción de la teofanía del Sinaí 23.
El salmo se cierra con el deseo de que desaparezcan los
pecadores de la tierra, porque son los únicos que desentonan en la gran sinfonía de la creación (v.35).
1 Cf. Lagier,
Le Pharaon du disque solaire: Recherches des Se. Relig. (1913) p.297-341. 2 Cf.
Rom_1:20. 3 Los LXX y Vg: qui facit angelos suos spiritus. El autor de la Epístola a los Hebreos, basándose en esta traducción, deduce la inferioridad de los ángeles respecto de Cristo. 4
1
Tim 6:16. 5
1Jn_1:5. 6 Cf.
Gen_1:7;
Sal_29:4;
Sal_148:5. 7 Cf.
Sal_18:11;
Isa_19:1;
Dan_7:13;
Mat_24:30. 8 Cf.
Gen_1:10;
Job_38:8-11. 9 Cf.
Job_38:6;
Pro_8:29. 10 Cf. 1:3. 11
Gen_1:9-13. 12 Cf.
Job_38:10;
Pro_8:20, 13 Cf. Job 39:7- 14 Cf.
Deu_12:17. 15 Cf.
Ecl_10:19. 16
Jue_9:13. 17 Cf.
Num_24:6, 18 Cf. Sam 24:2;
Job_39:1. 19 Cf,
Sal_157:9. 20 Cf.
Job_40:20;
Sal_41:5. 21 Cf.
Job_34:14;
Hec_17:25;
Col_1:17. 22 Cf.
Gen_1:7. 23 Cf.
Exo_19:18;
Sal_144:5;
Sal_146:2.