Por amor de mis hermanos y amigos
quiero decir: ¡La paz contigo!
(Salmos 122, 8) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)
Part-of-speech: preposition
Gender: not applicable
Number: not applicable
Person: not applicable
State: not applicable
Verbal tense: not applicable
Verbal stem: not applicable
Part-of-speech: noun
Gender: masculine
Number: plural
Person: not applicable
State: absolute
Verbal tense: not applicable
Verbal stem: not applicable
Part-of-speech: conjunction
Gender: not applicable
Number: not applicable
Person: not applicable
State: not applicable
Verbal tense: not applicable
Verbal stem: not applicable
Part-of-speech: noun
Gender: masculine
Number: plural
Person: not applicable
State: absolute
Verbal tense: not applicable
Verbal stem: not applicable
Part-of-speech: verb
Gender: unknown
Number: singular
Person: first person
State: not applicable
Verbal tense: imperfect
Verbal stem: pi“el
Part-of-speech: interjection
Gender: not applicable
Number: not applicable
Person: not applicable
State: not applicable
Verbal tense: not applicable
Verbal stem: not applicable
Part-of-speech: noun
Gender: masculine
Number: singular
Person: not applicable
State: absolute
Verbal tense: not applicable
Verbal stem: not applicable
Part-of-speech: preposition
Gender: not applicable
Number: not applicable
Person: not applicable
State: not applicable
Verbal tense: not applicable
Verbal stem: not applicable
Esta canción de Sión se compone de tres partes: Peregrinación (1s), alabanza a Jerusalén (3-5), y bendiciones (6-9). Tras el anuncio de un futuro, tal vez inminente, el salmista ya se ve ante las puertas de la Ciudad Santa, donde se yergue la casa del Señor. El anuncio de este futuro ya es causa de alegría (1s). La visión de la ciudad fascina al peregrino. Es una ciudad impresionante por su solidez, hechizadora por su belleza, bulliciosa por la multitud de peregrinos, tutora del derecho y de la justicia. Es la ciudad santa en la que se alaba al Señor y se administra justicia (3-5). El nombre de Jerusalén lleva consigo ecos de paz: paz dentro de las murallas, paz para los amigos, paz para cuantos habitan en Jerusalén. Junto a la paz, la prosperidad y el bien, como frutos de la paz (6-9). La belleza de Jerusalén impresionó también a Jesús; pero la Ciudad Santa no supo reconocer la llegada de Paz (Luc_19:41-44). Al orar con este salmo es bueno preguntarse: ¿Son nuestras ciudades lugar de encuentro o se pasean por ellas el miedo y la violencia? ¡Ojalá construyamos la Jerusalén terrena, mientras suspiramos por la Jerusalén celeste!