Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
Salmo 65 (Vg 64): Himno de Acción de Gracias a Dios por Su Munificencia.
E ste cántico eucarístico parece fue compuesto en ocasión de cesar una persistente y asoladora sequía. Al menos la segunda parte alude a los beneficios de una abundante y desbordadora cosecha. La primera, en cambio, se limita a ponderar la munificencia divina, manifestada en las diversas obras de la creación y en la elección del pueblo de Israel. La benevolencia de Yahvé se muestra en ser propicio a los que le invocan, en aceptar los sacrificios que le ofrecen, en perdonar los pecados del que arrepentido se acerca a El y en atraer a sus predilectos al templo para colmarlos de beneficios.
Como Señor y regulador supremo de todos los fenómenos de la naturaleza y de los acontecimientos de la historia, se le debe especial acatamiento y veneración. Todas las riquezas de los campos son fruto de su bendición; las cosechas, los abundantes pastos, la multiplicación de los ganados, pregonan su munificencia, al par que su especial providencia sobre su pueblo necesitado. Todo esto parece suponer que el presente himno fue compuesto para ser recitado en una solemnidad en que
se daba gracias a Dios por las abundantes cosechas.
Por su contenido ideológico, podemos dividir esta composición poética en tres partes:
a) acción de gracias por la remisión de los pecados de los que se acercan al templo a reconocer su soberanía (2-5);
b) alabanza de Dios como Soberano de la naturaleza y de la historia (6-9);
c) acción de gracias por la fertilidad de los campos (10-14).
Este salmo es una mezcla de himno y de plegaria eucarística. Se distinguen bien tres estrofas, conforme a la triple división que acabamos de exponer. Las dos primeras tienen un ritmo regular y perfecto, a base de dísticos; la tercera, en cambio, es más libre, alternando dísticos y trísticos. El estilo es brillante, con marcado ritmo musical, a base de no pocas asonancias, y con un gran sentido intuitivo de las bellezas de la naturaleza. Bajo este aspecto, el himno es grandioso y lleno de resonancias poéticas de primer orden.
Según el título, también este salmo es de David; pero los autores modernos se inclinan por una fecha de composición más tardía, pues se supone la existencia del templo salomónico. No pocos críticos suponen que esta composición salmódica tiene un doble origen: la segunda parte, más antigua, habría sido yuxtapuesta, por razones litúrgicas, a un
himno de alabanza a Dios, que por su sello universalista nos llevaría a los tiempos posteriores al exilio 1.
Alabanza al Dios que escucha a los suyos en el templo (1-5).
1
Al maestro del coro. Salmo de David. Cántico 2
. 2
A ti, ¡oh Dios! se te debe la alabanza en Sión 3
, y a ti el cumplimiento de los votos; 3
a ti, que escuchas las plegarias, a ti recurren todos los hombres. 4
Prevalecen sobre nosotros las obras de iniquidad, y nuestras transgresiones tú las perdonas. 5
¡Bienaventurado aquel a quien eliges para estar cerca de ti, habitando en tus atrios! Nos saciaremos de los bienes de tu casa, de la santidad de tu templo. En vez de invitar a la alabanza directamente, el poeta declara que Dios es digno de ser glorificado, y como a Señor
se le debe el cumplimiento de los votos sobre la colina de Sión, donde se halla su morada habitual en medio de su pueblo elegido; en su santuario está siempre presto a escuchar las
plegarias de los que
confiadamente se acercan a El. Sobre todo, Yahvé espera a los suyos en su casa para remitirles sus pecados. Conscientes de su culpabilidad, los devotos se acercan al templo a cumplir votos y sacrificios expiatorios, seguros de que les ha de
escuchar y perdonar 4; es la primera
condición para entrar en relaciones normales con el que es la misma santidad. El salmista envidia al sacerdote o levita, que tiene el privilegio de
vivir cerca de su Dios en sus
atrios sagrados5. Son los predilectos de Yahvé, su porción selecta. No obstante, todo buen israelita que se acercaba a la casa de su Dios se sentía
saciado de la presencia divina, fuente de todos los beneficios que le habría de acordar. El templo está todo penetrado de la
santidad de Yahvé, de esa fuerza misteriosa que rodea a la divinidad, y que la separa de todo lo común y profano. La visita al templo era para el israelita la prueba palpable de su pertenencia al pueblo elegido de Dios, que moraba en medio de ellos, y la participación en las solemnes fiestas con sus banquetes sagrados
los bienes de tu casa simbolizaba la comunión con la divinidad, a la que se ofrecían realmente los sacrificios6.
Yahvé, soberano de la naturaleza y de la historia (6-9).
6
Tú nos respondes fielmente con portentos, ¡oh Dios de nuestra salvación, esperanza de todos los confines de la tierra y de las islas lejanas! 7
7
Con tu fuerza afirmas los montes, ceñido de tu poder; 8
aplacas el furor de los mares, y el estrépito de las olas, y el tumulto de los pueblos. 9
Temen tus prodigios los habitantes de los confines, y haces exultar las salidas de la mañana y de la tarde.
Yahvé, como Dios Salvador de su pueblo,
responde a sus plegarias con
portentos; su poder se extiende hasta los
confines de la tierra. La historia de Israel es la historia del despliegue de la Providencia divina en su favor en los momentos críticos de su vida nacional. Todas las gentes oyeron sus prodigios en favor de su pueblo. La perspectiva del salmista parece se extiende a la diáspora del pueblo judío, disperso por los cuatro ángulos del orbe; todos han sentido la mano providente de su Dios, y, en este sentido,
Yahvé es la esperanza de todos los confines de la tierra, es decir, de todos los que ansiosamente se confían a El, incluso en las
islas lejanas del Mediterráneo (v.6).
Su poder se manifiesta en la consolidación de los montes, que en la poesía hebrea son símbolo de la estabilidad y de la permanencia 8; las mismas fuerzas caóticas del mar están sometidas a su beneplácito 9, y las naciones y pueblos le están sujetos en sus manifestaciones históricas 10. Para el salmista, que considera todas las cosas desde el ángulo religioso, no tienen importancia lo que nosotros llamamos causas segundas, pues Dios dirige y gobierna directamente toda la naturaleza y el corazón del hombre. Todos los acontecimientos y manifestaciones de la naturaleza y la vida de los pueblos son expresión de su voluntad positiva o permisiva, según nuestra nomenclatura exacta teológica , y en ese sentido declaran la omnipotencia divina.
Los prodigios de la naturaleza tormentas y demás fenómenos atmosféricos causan un temor reverencial en todos los habitantes del orbe hacia el que todo lo puede; y la misma aparición de cada día con las ininterrumpidas
salidas de la mañana y de la tarde llena de gozo a los que han de disfrutar de los beneficios consecuentes a la aparición de la luz. Esta es el símbolo del orden y de la alegría, pues, al aparecer ella, desaparecen los malhechores, que se amparan en las tinieblas para sus tropelías 11.
Himno a la munificencia divina manifestada en la fertilidad de los campos (10-14).
10
Tú visitas la tierra y la colmas, en mil maneras la enriqueces. Con grandes ríos y abundantes aguas 12
preparas sus trigos. Pues así lo dispones: 11
regando sus surcos, allanando sus terrones, temperándola con la lluvia y bendiciendo sus gérmenes. 12
Coronas la añada con toda suerte de bienes, y tus sendas destilan abundancia. 13
Chorrean los pastizales del desierto, y los collados se ciñen de alegría. 14
Vístense las praderías de rebaños de ovejas, y los valles se cubren de mieses, se lanzan gritos de júbilo y se canta. En esta segunda parte del salmo se canta la munificencia divina, que da la fecundidad a la tierra, regándola con copiosas aguas. La
visita de Dios a la tierra va acompañada de toda clase de bendiciones materiales: con sus lluvias abundantes13 ha preparado la tierra para que produzca ubérrima mies. Morosamente se describe el efecto bienhechor de la lluvia: los surcos regados, que son después cuidadosamente
allanados por el arado, sembrando de bendición sus
gérmenes, de los que brotará la abundante cosecha. El poeta piensa, sin duda, en la lluvia otoñal, que se requiere para una buena sementera, que, al fin, es
coronada con una buena cosecha debida a la abundancia de lluvias. Hasta los
pastizales del desierto se vuelven ubérrimos, destilando frescor y humedad; los
collados se cubren de un verde
alegre y prometedor (v. 13); y, en consecuencia, los
rebaños pululan por sus laderas, mientras los
valles se cubren de mieses. El año agrícola ha sido completo para los cereales y los pastos; por eso los labradores y ganaderos
lanzan gritos de júbilo y las canciones alegres se oyen por doquier.
1 Así opina E. Podechard, o.c., I 280. 2 Sobre el sentido de los diversos títulos véase com. a
Sal_4:1;
Sal_3:1;
Sal_46:1. 3 El TM: el silencio es para ti una alabanza. Nuestra corrección se basa en el Targum y es comúnmente aceptada por los autores. 4 Cf.
Isa_59:1s;
Joe_2:12-17. 5
Cf.
Sal_36:8-10;
Sal_63:2;
Sal_84:5. 6 Cf.
Sal_15:2;
Sal_23:6s;
Sal_27:55; 36:9; 63:6. 7
Islas: corrección según el Targum: el TM: mar
La Biblia comentada 4 8 Cf.
Amo_4:13;
Amo_5:8;
Amo_9:5-6. 9 Cf. ler 5:22. 10 Cf.
Sal_46:2s;
Isa_17:12-14. 11 Cf.
Job_37:8;
Sal_104:22. 12 Lit. el TM: El arroyo cíe Elohirn lle equivale a río grande. 13 No pocos autores traducen arroyo de Elohim por lluvias torrenciales (cf.
Gen_1:7;
Sal_7:11-12;
Job_38:25-27).