Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
Salmo 79 (Vg 78): Restauración de la Nación Devastada.
T ambién este salmo es una lamentación colectiva por la triste situación de la nación, presa de los enemigos, que se han ensañado con lo mejor de sus habitantes. Llevados de la visión religiosa de las vicisitudes de su época, los salmistas ven en la tragedia nacional el castigo merecido por las prevaricaciones reiteradas del pueblo elegido.
Yahvé es un Dios celoso de sus derechos, y por eso se ha dejado llevar de la explosión de su cólera para castigar a los que se han apartado de El. Con todo,
Israel es el patrimonio de Yahvé, y el templo su morada habitual en la tierra. Por ello, no puede olvidar a su pueblo definitivamente.
El salmo se divide en dos partes netas:
a) queja por la triste situación de la nación depredada y abandonada (1-7);
b) plegaria a Dios para que dé término a este estado de cosas (8-13). Yahvé debe atender no a las exigencias de su justicia por las múltiples prevaricaciones de Israel, sino a la riqueza inagotable de su misericordia. Por otra parte, las naciones gentílicas son peores que Israel, y, por tanto, no tienen derecho a conculcar los derechos del pueblo elegido. El honor del
nombre divino exige la pronta rehabilitación de Israel, ya que, de lo contrario, los enemigos de Yahvé sacarán en consecuencia que es inútil acudir a El en demanda de auxilio. Urge la intervención divina para mostrar que no se puede derramar la sangre de sus servidores y fieles.
El ritmo métrico predominante es el de la
qinah, o lamentación elegiaca. La división estrófica es irregular, predominando el paralelismo sintético. El estilo es agitado y lleno de emoción entrecortada.
Hay grandes analogías literarias entre este salmo y el 74 l
por otra parte, abundan las reminiscencias de otros salmos 2 y de los escritos profetices 3. Teniendo en cuenta esto, los críticos modernos distinguen diversos estratos literarios, y suponen que un núcleo primero fue escrito con motivo de la destrucción de Jerusalén por los babilonios en el 586 a.C., pero que fue amplificado después con motivo de otras invasiones, como las de los seléucidas en el siglo II a.C. 4 Esto explicaría las concomitancias literarias con otras composiciones del Salterio.
Queja elegiaca sobre la situación de la nación (1-7).
1
Salmo de Asaf 5
. ¡Oh Dios! han entrado las gentes en tu heredad, han profanado tu santo recinto y han reducido a Jerusalén a un montón de escombros. 2
Dieron los cadáveres de tus siervos por pasto a las aves del cielo, y la carne de tus piadosos a las fieras de la tierra. 3
Derramaron como agua su sangre en los alrededores de Jerusalén, sin que hubiese quien les diera sepultura. 4
Somos el escarnio de nuestros vecinos, la irrisión y el ludibrio de los que nos rodean. 5
¿Hasta cuándo, ¡oh Yahvé! habrás de estar airado para siempre? ¿Arderá como fuego tu celo? 6
Derrama tu ira sobre las gentes que no te conocen, sobre los reinos que no invocan tu nombre; 7
porque han devorado a Jacob, han asolado sus moradas. El salmista se sitúa, como Jeremías, frente a las ruinas de Jerusalén y declara la luctuosa situación: los gentiles han entrado en la
heredad de Yahvé 6 y han profanado impudentemente su santuario, el lugar más sagrado de la tierra. La ciudad ha quedado convertida en ruinas, y los
piadosos han sido pasados a la espada, y sus cadáveres abandonados a las aves de rapiña y a los chacales de la estepa 7. Por su parte, los pueblos vecinos edomitas, moabitas se han alegrado de la destrucción de la que había sido su soberana 8. Con toda impudicicia escarnecen a los vencidos,
abandonados de su Dios. Ante esta situación de angustia y de escarnio nacional, el salmista pide a Yahvé que intervenga y deponga su ira 9. Si los israelitas son merecedores del actual castigo, mucho más lo son las
gentes que no le conocen ni invocan su nombre 10. En realidad,
Jacob el pueblo de Dios ha sido
devorado por los invasores, y esto redunda en deshonor del propio Yahvé, pues se
compromete su omnipotencia en la apreciación de los gentiles.
Súplica angustiosa de auxilio (8-13).
8
No recuerdes para nuestro mal las iniquidades de antaño; apresúrate y sálgannos al encuentro tus misericordias, que estamos abatidos sobremanera. 9
Socórrenos, ¡oh Dios, Salvador nuestro! por la gloria de tu nombre, líbranos y perdona nuestros pecados por tu nombre. 10
¿Por qué van a decir las gentes: Dónde está su Dios? Sea notoria a las gentes y a nuestros ojos la venganza de la sangre derramada de tus siervos. 11
Llegue a tu presencia el gemido de los cautivos; conforme a la grandeza de tu brazo, conserva a los condenados a muerte. 12
Haz recaer sobre nuestros vecinos el séptuplo en su seno, la afrenta con que te escarnecieron, ¡oh Señor! 13
Pero nosotros, tu pueblo, grey de tu pastizal, te alabaremos eternamente y narraremos tus alabanzas de generación en generación. Consciente de la culpabilidad de su pueblo, el salmista reconoce las
iniquidades atávicas de sus conciudadanos; pero Yahvé no debe guiarse por las exigencias de su justicia, sino por las de su insondable
misericordia, pues el
abatimiento de la nación ha llegado al extremo. El castigo ha sido tan duro, que está en peligro de perderse la conciencia nacional y religiosa. Por otra parte, está en juego la gloria del
nombre de Yahvé, ya que los paganos dirán irónicamente:
¿Dónde está tu Dios? 11. Según la mentalidad de los antiguos, la victoria de un pueblo suponía la victoria de sus dioses sobre los del vencido. En este caso, si Yahvé no muestra su poder rehabilitando a Israel y castigando a sus enemigos, éstos creerán que sus propias divinidades son superiores al Yahvé de los hebreos, del que tantos portentos se contaban en los tiempos de antaño.
Llevado de un sentimiento ciego de revancha, el salmista pide justicia contra los que derramaron la sangre de sus compatriotas (v.10). Muchos de ellos aún gimen
cautivos y están
condenados a muerte; y sólo la omnipotencia divina puede salvarlos:
es hora de manifestar la grandeza de su brazo como en los tiempos gloriosos del éxodo 12. Los que han ultrajado a Israel y a su Dios deben recibir el
séptuplo de lo que hicieron; es la venganza digna de sus tropelías13. Todavía estamos lejos del perdón de Cristo hasta setenta veces siete.14 ¡Sólo un Dios muriendo en la cruz pudo enseñar a los hombres a perdonar a los enemigos! El ideal moral del salmista estaba todavía muy lejos de las alturas del cristianismo, y por eso la reacción humana instintiva se trasluce en sus palabras airadas.
La súplica angustiosa termina con la promesa de alabanza por la esperada liberación. Yahvé no puede olvidar a Israel, porque es su
grey, que El mismo apacienta en pingües
pastizales 15. En consecuencia, no puede estar condenado al ostracismo y a la postración indefinida.
1 Cf.
Sal_79:1 y 74:3.7; 79:5 Y 74:1-10; 79:13 y 74:1; 79:2 y 74:14-19. 2 Cf. 79:4 Y 44:14; 79:5 V 89:47 3 Cf.
Sal_79:6-7 y
Jer_10:25. 4 Es la opinión, entre otros, de Briggs. Duhm y Baethgen, siguiendo a Teodoro de Mop-suestia, suponen que el salmo es de la época macabea. En cambio, Gunkel y Schmidt más bien se inclinan por la época persa, entre Esdras y Alejandro M. 5 Cf.
Sal_73:1. 6 Cf.
Deu_4:20;
Deu_9:26;
Sal_28:9;
Sal_74:2. 7 La mayor desgracia era ser privado de sepultura (cf.
Deu_28:26). Según la mentalidad babilónica, el espíritu del cadáver que no había sido sepultado andaba errante en busca de comida por las calles de la ciudad (véase P. dhorme,
Choix des textes reí assyrobabyl p-325). 8 Cf.
Sal_44:14;
Jer_19:8;
Sal_31:12. 9 Cf.
Sal_13:2-3. 10 Cf.
Jer_10:25. 11 Cf.
Sal_42:4;
Sal_115:2;
Deu_9:285. 12 Cf.
Exo_15:16;
Sal_44:3. 13 Cf.
Gen_4:15-24;
Isa_65:6;
Jer_32:18;
Luc_6:38. 14 Cf.
Mat_18:22. 15 Cf.
Isa_49:9; Sal 74, Is.