Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
Salmo 84 (Vg 83): Presencia de Dios en el Templo.
E l yahvista fervoroso tenía toda su ilusión en vivir a la sombra del templo, participando de la familiaridad con su Dios en la asistencia a las funciones litúrgicas. Este salmo es similar a los salmos 42 y 43. En éstos se refleja la nostalgia del levita que no puede asistir a la vida de culto del templo; en este salmo 84 se dan gracias a Dios y se entona un himno de alabanza por haberle
otorgado el inmenso beneficio de poder tener acceso al santuario. Es la voz agradecida del peregrino que puede acercarse a la morada de Yahvé y vivir en intimidad espiritual con su Dios.
El salmo es lírico y no didáctico,
y canta a Yahvé corno Dios viviente, Señor de las jerarquías angélicas. Soberano de los ejércitos astrales, Israel es el pueblo escogido por este Dios omnipotente, y tiene su morada en el templo de Sión. El peregrino que llega a él se siente feliz, pues más vale un día en la casa del Señor que mil fuera de su recinto sagrado. Con toda ingenuidad muestra envidia de los sacerdotes y levitas, que pueden vivir permanentemente en los atrios del Señor. Consciente de su vinculación a la nación privilegiada, el salmista ruega por el
ungido de Yahvé, el rey, que es el eslabón que conduce al
Ungido por excelencia: el Mesías. Así, la oración del salmista es colectiva, pues se asocia a los intereses generales de la nación.
Por las alusiones al templo y al rey hemos de suponer que el salmo es anterior al exilio. Los reyes Ezequías y Josías, profundamente piadosos, habían fomentado las peregrinaciones al templo con motivo de la Pascua *. Quizá el salmista refleje aquí una de estas circunstancias históricas de los tiempos gloriosos de la monarquía israelita.
La dicha del que habita en los atrios del Señor (1-5).
1
Al maestro del coro. Sobre la getea. Salmo de los hijos de Coré 2
. 2
¡Cuan amables son tus moradas, oh Yahvé de los ejércitos! 3
Mi alma ha suspirado hasta desfallecer por los atrios de Yahvé, mi corazón y mi carne saltan de júbilo por el Dios vivo. 4
Halla una casa el pájaro, y la golondrina donde poner sus polluelos; cerca de tus altares, ¡oh Yahvé de los ejércitos, Rey mío y Dios mío! 5 Bienaventurados los que moran en tu casa y continuamente te alaban. Seldh. El salmista ansia vivir junto a las
moradas de Yahvé, el templo de Jerusalén. Todo su ser
alma, corazón y carne se estremece ante la perspectiva de poner los pies en los atrios del recinto sagrado, santificados por la presencia del Altísimo. Bajo este aspecto, el poeta siente envidia de los paj arillos, que pueden anidar cerca de los
altares del tabernáculo de Yahvé, el Dios
viviente, que como tal infunde vida espiritual fe y esperanza al que se acerca a El. Por eso considera bienaventurados a los que habitualmente pueden tener su morada en su
casa y alabarle incesantemente, viviendo en una atmósfera de santidad.
El peregrino de Yahvé (6-8).
6 Bienaventurado el hombre que tiene en ti su fortaleza y anhela tus senderos 3; 7
aun pasando por el valle de las balsameras 4
, lo convertirán en fuente, como cubierto de las bendiciones de la lluvia otoñal; 8
y marcharán cada vez más animosos para ver al Dios de los dioses en Sión. Ahora el salmista piensa en el peregrino que avanza penosamente hacia el santuario bendito. A pesar de su duro caminar, el. poeta siente envidia de él, pues se acerca a la morada de Dios, y este pensamiento endulza su camino. Aunque tenga que pasar por lugares áridos donde nacen las balsameras, el pensamiento de que se acerca a Jerusalén convertirá el lugar en delicioso, como si fuera un oasis en el que no falta la
fuente y el verde césped surgido a merced de las ansiadas primeras lluvias otoñales. El pensamiento de
ver al Dios de los dioses asistir a las manifestaciones del culto de Yahvé en el templo de Sión le hace caminar más
animoso.
Súplica final (9-13).
9
Oye mi oración, ¡oh Yahvé de los ejércitos! apresta el oído, ¡oh Dios de Jacob! Selah. 10
Escudo nuestro, Dios, mira y contempla el rostro de tu ungido; J1
porque más que mil vale un día en tus atrios, y prefiero estar en el umbral de la casa de mi Dios a morar en las tiendas del impío. 12
Porque sol y escudo es Yahvé, Dios, y da Yahvé la gracia y la gloria y no niega los bienes a los que caminan en integridad. 13
¡Oh Yahvé de los ejércitos! ¡Bienaventurado el hombre que en ti confía! Los V.9-10 intercalan
una oración por el ungido de Dios, el rey 5. El salmista piensa en el representante de Yahvé y se siente vinculado espiritualmente a él, porque, en su concepción teocrática, el rey representa los intereses de su pueblo y la garantía de continuidad hacia los tiempos mesiánicos.
Yahvé es el escudo protector de su pueblo, y, en calidad de tal, debe tener especial solicitud por su ungido. Su protección no se limita a defender, sino que es fuente de vida y energía como el sol, pues de El proviene la
gracia manifestación benevolente hacia, sus fieles
y la gloria: el honor y la prosperidad 6. El salmista termina declarando dichoso al que se entrega
incondicionalmente a su Dios. El v.11 está desplazado y tiene su lugar propio después del v-3, donde se habla de la felicidad del que mora en los atrios del Señor. El permanecer un
día en la casa de Yahvé compensa las penalidades de la dura peregrinación; y es preferible estar en el umbral del templo, expuesto a las inclemencias del tiempo, a morar confortablemente en
las tiendas del impío 7.
1 Cf.
2Cr_30:1;
2Cr_35:1. 2 Cf.
Sal_16:8;
Sal_73:26;
1Te_5:23. 3 Así el TM. Los LXX: las subidas, la ascensión hacia Jerusalén. Cf. Sal 120. 4 El TM: pasando por el valle de Baca, hacen un lugar de fuente. Aun de bendiciones la reviste la lluvia otoñal. Los LXX: valle de las lágrimas. Cf. Juc 2:5. Se supone que este valle estaba cerca del de la Gehenna en Jerusalén, siendo así la última etapa de la peregrinación. La alusión a las lluvias otoñales parece suponer que se trata de los peregrinos que suben con motivo de la fiesta de los Tabernáculos. Cf.
Exo_23:14. 5 Cf.
Sal_28:8-9;
Sal_61:7-8;
Sal_2:2;
Sal_18:51;
Sal_89:39.52;
Sal_132:10. La expresión Dios de Jacob aparece en
Sal_20:2;
Sal_24:6;
Sal_46:8.12;
Sal_75:10;
Sal_76:7;
Sal_81:2;
Sal_84:9;
Sal_94:7;
Sal_132:2.5. 6 Cf.
Sal_85:8; 1 Re 3,?· 7 Cf.
Sal_120:4.