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La religión pura e intachable ante Dios Padre es ésta: visitar huérfanos y viudas en su tribulación y conservarse incontaminado del mundo.
(Santiago 1, 27) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 1

Introducción

CRISTIANISMO EN ACCIÓN

La carta de Santiago, por ser más extensa que otras, figura en cabeza de las llamadas cartas católicas. Estas cartas, a excepción de la segunda y tercera de Juan, no se dirigen a una Iglesia o persona concreta, sino a una mayoría de cristianos. Son, pues, como unas encíclicas. Esta característica, puesta de relieve en el título de «cartas católicas», resalta muy claramente en la carta de Santiago, que es una disertación de índole ético-religiosa, cuya forma literaria se ajusta al estilo epistolar. Se puede demostrar que no es propiamente una carta, porque, a más de faltar el saludo de despedida y la firma, no aparece ninguna relación personal entre el remitente y los destinatarios. Los destinatarios son judeocristianos, pobres y oprimidos, que viven en la diáspora, entre los paganos, probablemente en Siria y Cilicia.

El autor, que se presenta humildemente como «Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo», sin concretar más en particular los fundamentos en que se apoya su autoridad, porque puede suponer que los destinatarios ya los conocen, es un cristiano procedente del judaísmo. A un buen conocimiento del Antiguo Testamento y de la espiritualidad judía de su tiempo une el autor una visión certera de las necesidades de sus correligionarios. Escribe un griego muy cuidado1. Es imposible decidir si Santiago2, «hermano del Señor», primer responsable de la Iglesia de Jerusalén y «columna», junto con Pedro y Juan, de la Iglesia primitiva (Gal_2:9), conocía tan bien el griego (Jerusalén, como Galilea, era bilingüe en aquellos tiempos) o si utilizó como escriba y secretario a un judeocristiano de la diáspora griega. Según nuestra opinión, la carta no fue escrita más tarde del año 62 ó 63 después de Cristo. Por ser un documento inspirado procedente de la época apostólica, garantizado por el hecho de estar incluido en el canon, Ias afirmaciones de la carta tienen validez incontrovertible.

La carta está compuesta a la manera de un «libro sapiencial» del Antiguo Testamento (libro de los Proverbios, Eclesiastés, libro de la Sabiduría, Eclesiástico) y expone, sin ilación rigurosa, una serie de advertencias, instrucciones y normas, enfocadas hacia la vida práctica cotidiana de los judeocristianos de la diáspora. Utiliza el tesoro de ideas contenidas en el Antiguo Testamento y en las tradiciones judías, que constituían la base de la enseñanza éticoreligiosa de aquel tiempo, pero, además, se inspira intencionadamente en la tradición cristiana primitiva, tal como existía en la Iglesia primitiva y en las iglesias judeocristianas. Así, encontramos en esta carta la versión escriturística primitiva de muchas sentencias del sermón de la montaña 3; también ocupan un lugar central las exigencias apremiantes del mandamiento fundamental (Gal_2:8-11; cf. Mat_22:39s; Rom_13:8-10). Pero, ante todos la actitud de la carta está determinada, decisivamente, por el espíritu de la actitud de Jesús. La ley ritual está derogada; la nueva ley del cristiano es la «ley perfecta, la de la libertad» (Rom_1:25; cf. 2,12), que culmina en la «ley regia» del amor al prójimo (2,8). Se excluye por completo el deseo de obtener una recompensa en la tierra como motivo del obrar del hombre. La solicitud y el amor del autor van dirigidos a los pobres, mientras tiene palabras duras para la riqueza y para la autosuficiencia de los ricos (2,1-9; 4,13-5,6): «¿No escogió Dios a los pobres según el mundo, pero ricos en la fe y herederos del reino...?» (2,5). Según la carta de Santiago, la vida del verdadero cristiano se caracteriza y está determinada por una serie de virtudes: humildad (4,6.10), mansedumbre (1,21), misericordia (2,13), amor a la paz (3,18), hospitalidad, solicitud por los pobres, por los pecadores (5,16), por los indigentes, por los enfermos e incluso por los que se han desviado y perdido (5,19s), entrega confiada a la providencia del Padre Eterno, que gobierna con sabiduría y sólo concede dones buenos (1,17; 4,13-15; 5,7s), oración continua perseverante, en todas las circunstancias de la vida (1,6; 4,2-10; 5,13-18) y, por fin, paciencia que no desfallezca en medio de las pruebas y tribulaciones de este mundo (1,3s.12; 5,7-12). FE/V: Los libros sapienciales dan normas generales de prudencia y de vida; la carta de Santiago, en cambio, intenta lograr una total subordinación de todos los ámbitos de la vida a la voluntad de Dios, que fue promulgada en su plenitud y perfección por el Señor Jesús. La gran aspiración de esta carta es que los (judeo)cristianos, en la vida cotidiana, tomen en serio su fe y pongan en práctica lo que creen y profesan. ¿Qué utilidad tiene una vida aparentemente piadosa y dispuesta a obedecer a los mandatos divinos, si sus más profundos móviles y objetivos no están determinados por la fe? ¿De qué aprovecha una fe que no repercute en la vida, transformándola? Una fe que no toma en serio la vida de cada día, que no pone su sello en el obrar del hombre, no es digna de ese nombre. Es un puro engaño: «Como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también está muerta la fe sin obras» (2,26).

Santiago no se contenta con estas consideraciones de tipo general. Es implacable a la hora de sacar consecuencias para la vida práctica. Se sirve para ello de una serie de sentencias que plantean con agudeza los problemas característicos de estas comunidades judeocristianas de la diáspora. Muchos pobres son explotados y oprimidos por los grandes terratenientes; se les insulta, incluso, por su fe, y se les conduce ante los tribunales (2,1-9; 5,1-6; 5,13). Por eso muchos se han entregado a una servil apetencia de todo lo que trae consigo honra y autoridad, y han demostrado desdén por los pobres, miserables e incultos de la comunidad (2,1-8). También hay ricos y personas acomodadas que se hacen tributar honores y viven seguros de sí mismos, haciendo planes, como si su destino estuviera exclusivamente en sus manos (5,1-6; 4,13-17).

Hay algunos que saben decir palabras hermosas al hermano indigente, pero cierran sin compasión sus bolsillos y su corazón a sus necesidades. Hay envidia y celos, un afán de «justificación» por los propios méritos y un prurito de reformar al prójimo, especialmente a los cristianos.

A esto se unen precipitación y arrogancia en hablar y en juzgar, e incluso ofensas y calumnias (4,1-12). Aparece un espíritu malsano de murmuración, de refunfuñar unos contra otros, que destruye la comunidad (5,9a); se advierte un celo por advertir, enseñar, instruir y gobernar a la comunidad; es un celo teñido de egoísmo y conduce a pendencias, a espíritu de contradicción, a sutilezas, contiendas y antagonismos (3,1-4,12), se nota una gran pusilanimidad en los contratiempos y necesidades de la vida cotidiana, porque se duda de la providencia bondadosa de Dios, como si Dios fuese la causa de cuantos males caen sobre sus fieles servidores en el mundo (1,2-18). Es, pues, muy natural que de aquí resulten deficiencias en la fe, en la oración y en la vida, hipocresía y apariencias de piedad (1,8.19-25; 2,14-26; 4,1-17), que las tribulaciones se transformen en verdaderas tentaciones y lleven a algunos a la caída (5,19s). Es también natural que la demora de la parusía del Señor como juez y remunerador, que se esperaba como algo próximo, lleve a muchos a no seguir tomando en serio el juicio final y a apartar su vista del fin, y se lancen a vivir sirviendo al mundo, arrastrados por su egoísmo y por sus pasiones (4,13-5,11). Santiago se enfrenta a esta actitud y afirma que Dios examinará y juzgará la fe de cada uno según sus obras y sin acepción de personas, que la parusía del Señor está cerca, e incluso que las decisiones judiciales ya están tomadas (5,1-9). Contrapone implacablemente esta actitud concreta de los cristianos, demasiado pusilánimes y dispuestos a aceptar compromisos, con las exigencias del Señor. Hay que tomar la fe en serio y vivirla (1,8; 4,8). Se mide a cada uno según sus frutos, según su vida. Solamente un cristianismo de acción podrá mantenerse airoso en la parusía del Señor y recibir en posesión la herencia prometida. Es un toque de diana, una exhortación siempre válida, siempre necesaria, siempre actual, dirigida a los cristianos de todos los tiempos, «¿No sabéis que la amistad del mundo es enemiga de Dios?» (4,4). Permaneced, pues, en el mundo con corazón íntegro y fiel y con confianza inquebrantable.

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1. Así, usa juegos de palabras y asonancias de palabras semejantes, de parecida o idéntica pronunciación (1,15; 2,4; 2,13; 2,20); apóstrofes retóricos (4,13; 5,1); objeciones que se ponen en boca de interlocutores (2,18), la progresión sucesiva de palabras y de ideas (1,3s; 1,15); además cita el Antiguo Testamento según la traducción griega de los Setenta.

2. El Nuevo Testamento habla de tres personas de la primitiva comunidad cristiana de Jerusalén, que llevaban el nombre de Santiago: el apóstol Santiago el Mayor, hermano de Juan Evangelista (cf. Mat_3:17; Mat_5:37; Mat_9:2; Mat_14:33), que fue degollado por orden de Herodes Agripa por pascua del año 42 (Act_12:2); el apóstol Santiago, hijo de Alfeo (Mar_3:18; Act_1:13), a quien suele llamarse «el Menor», aunque no recibe tal nombre en los pasajes citados. Hoy día se cree que no hay que confundirlo con Santiago el Menor, «hermano» de Jesús e hijo de una mujer llamada María (Mar_15:40; Mar_6:3). Este último Santiago, después de un periodo inicial de incredulidad, creyó en Jesús, por lo menos desde que se le apareció resucitado (1Co_15:7; Act_1:14). Después de la huida de Pedro fue elegido jefe de la iglesia de Jerusalén (Act_12:17; Act_15:13-29; Act_21:18-25), y junto con Pedro y Juan, el evangelista, fue considerado como una de las columnas de la Iglesia primitiva (Gal_1:19; Gal_2:9). Perseveró en el culto del templo y en el cumplimiento de las prescripciones legales, y se le llamó el «justo» por su piedad (véase EUSEBIO, Historia Eclesiástica II, 1,2-5; 23,4-18.21). Sin embargo, no defendió severa y celosamente las leyes mosaicas, antes al contrario abogó en defensa de los cristianos que provenían de los gentiles, para que se les liberase de la obligación de observar estas leyes (Act_15:19.28s; Gal_2:1-10). Según Flavio Josefo (hacia el año 70 después de Cristo) y Hegesipo (hacia el año 170 después de Cristo) unos celosos defensores de la ley judía le dieron muerte violenta por pascua del año 62 después de Cristo, siendo sumo sacerdote Anás II. Si se acepta que Santiago el Menor ha escrito esta carta, entonces se encuentra la mejor explicación que pueda darse de que el autor no use el titulo de apóstol en Jam_1:1, de la indudable autoridad del remitente, de su ambiente espiritual, así como también de su familiaridad con una tradición muy antigua que recordaba palabras de Jesús, sobre todo tal como se encuentran en el sermón de la montaña de Mateo. Sobre este asunto cf. A. WlKENHAUSER, Introducción al Nuevo Testamento, Herder, Barcelona2 1966, p. 346s; J. CANTINAT, en A. ROBERT y A. FEUILLET, Introducción a la Biblia, Herder, Barcelona2,1967, p. 513-519. 32Ki_5:11 = Mat_5:34-37; Mat_2:5 = Mat_5:3-5; Mat_2:13 =Mat_5:7; Mat_2:15 = Mat_6:25; Mat_3:12 = Mat_7:16.

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ENCABEZAMIENTO 1,1

REMITENTE (1, 1a)

1a Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo...

Aunque la carta de Santiago no es propiamente una carta, su autor ha preferido adoptar la antigua forma epistolar. Comienza nombrando el remitente, luego los destinatarios, y termina con el saludo acostumbrado: khareim, «salud». El nombre y la autoridad del remitente han de respaldar sus argumentos y darles validez. Quien quiera decir algo en la Iglesia de Dios tiene que venir en nombre y con autoridad de Dios y del Señor Jesucristo. Sus palabras, para que tengan validez en el pueblo de Dios, deben estar respaldadas por la verdad de Dios y la misión de Cristo.

Como acreditado servidor de la palabra y maestro de la Iglesia (3,1) hace prevalecer su autoridad, que es incuestionable y que, en oposición a la autoridad del mundo, no hace alarde de jerarquía ni de títulos de grandeza. Se presenta como esclavo, siervo de autoridades superiores: de Dios y de Jesús, su «ungido» (Cristo, el Mesías), el Señor sentado a la derecha de Dios. El título de esclavo o siervo no sólo significa la completa dependencia del autor respecto de Dios, que le ha tomado a su servicio, sino que expresa además la alegría por haber sido elegido y acreditado mediante esa «toma de posesión» por parte de Dios y de su Mesías. Poder ser siervo de Dios es un regalo y un don honorífico; por esa razón tampoco el Antiguo Testamento encontró un título honorífico más excelso que el de siervo para designar a las grandes figuras de Israel. Así se designa a Moisés (Jos_14:7), Josué (Jos_24:29; Jdg_2:8), Abraham (Psa_104:42), David (Psa_88:4), Isaac; (Dan_3:55) y a los profetas (2Ki_17:23), a quienes Dios constituyó en siervos suyos. Lo mismo puede decirse aquí, con la única diferencia de que ahora Dios ha actuado y actúa por medio de su ungido, Jesús, el «Señor». Todos los que reconocen que Jesús es el ungido de Dios y el Señor son siervos de Dios y de Jesucristo. Pero el título de siervo expresa aquí, igual que cuando se aplica a aquellas grandes figuras de la antigua alianza, la conciencia de una dependencia y de una misión especiales, de una elección y de una autoridad peculiares. También Pablo en sus escritos se nombra con frecuencia con este título4. Pero, a diferencia de Pablo, nuestro autor no alude a su cargo de apóstol, antes encubre su cargo y su autoridad con el humilde título de «siervo», esclavo, servidor. Así procede también el autor de la carta de Judas «hermano de Santiago». Pero precisamente esta modesta designación indica a los lectores que el autor habla aquí sólo en nombre y con la autorldad de Dios y del Señor Jesús, más aún, que es el mismo «Señor» quien les habla. ¡Qué pretensión!, pero también ¡qué promesa!: encontrar en la carta del siervo a su Señor, al ungido de Dios, e incluso al mismo Dios, oculto y escondido. No hay que sorprenderse, pues, de que esta carta procure imponer la voluntad de Dios, sin limitarla ni reducirla, tal como se la reveló el Señor Jesús.

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4. Cf. Rom_1:1; Phi_1:1; Tit_1:1; 2Co_4:5.

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2. DESTINATARIOS. SALUDO (2Co_1:1 b).

1b . . .a las doce tribus en la diáspora: Salud.

Santiago se dirige a los cristianos con una expresión que era corriente para designar a las doce tribus del pueblo de Israel, dispersas entre los gentiles. Desde los días de la destrucción del reino septentrional de Israel (722 antes de Cristo) y el destierro de la mayoría de los habitantes del reino meridional de Judá (587 antes de Cristo), una gran parte del pueblo de Dios vivía en la diáspora. Este hecho no sólo tuvo por consecuencia que algunos paganos rindieran culto al único Dios verdadero, sino que muchos miembros e incluso tribus enteras del antiguo pueblo de las doce tribus fueran absorbidos por los pueblos paganos que los hospedaban. Pero el pueblo judío, desde el tiempo de los profetas, mantenía la viva esperanza de que Dios, al final de los tiempos, volvería a congregar a su pueblo y haría regresar a su tierra a todos los miembros perdidos para formar el único pueblo de Dios. Santiago, al hacer esta referencia, que no se repite en todo el Nuevo Testamento, alude a su gran homónimo, Jacob, el fundador del pueblo de las doce tribus, y dice: Ahora ha empezado la reunión de los miembros perdidos, por medio del Mesías de Dios; la Iglesia es ahora el verdadero Israel. Por eso ha tenido cuidado en omitir en el encabezamiento el nombre del antiguo pueblo de Dios, «Israel». Quiere dar a entender, además, que él es el continuador de la obra del patriarca Jacob. A él, responsable de la comunidad primitiva de Jerusalén, le han sido confiadas especialmente las doce tribus, que han sido rescatadas, los miembros del pueblo de Dios, que han creído en el Mesías. A pesar de haber sido ya rescatados, han de vivir aún en un mundo enemigo de Dios (4,4-6), aunque el día del retorno definitivo del pueblo de Dios a su patria ya proyecta su sombra (5,1-11).

Santiago se reconoce, pues, como heredero y defensor de Jesús y de los «doce», a quienes se había encomendado la reunificación del pueblo de Dios, disperso y perdido, y a quienes se había prometido dominio futuro sobre las doce tribus de Israel 5. Su solicitud debía dirigirse sobre todo a aquellos que, como él mismo, descendían por la sangre de los doce hijos de Jacob, aunque sabía, sin duda, que la Iglesia, formada por judíos y paganos, es quien representa ahora el verdadero Israel. Su alegre saludo va dirigido, pues, a todos aquellos que pertenecen al verdadero Israel: también a nosotros.

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5 Cf. Mat_10:1 ss; Mat_19:28; Luk_22:30; Act_1:15 ss; Act_3:18-26; Act_5:29-32; Act_13:26.31

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BENEFICIOS APORTADOS POR LAS PRUEBAS 1,2-18

Sin ninguna frase de transición, Santiago comienza a exponer una primera serie de ideas sobre las pruebas. Repite continuamente algunos pensamientos y palabras, que constituyen el núcleo central, y cuando uno menos se lo espera pasa a nuevas series de ideas. Los temas se los da la situación concreta, y al tratarlos deduce de ellos cuál ha de ser la actitud fundamental auténticamente cristiana y airea, con dureza y sin miramientos, las deficiencias de conducta de los cristianos. Hay que precaverse de cualquier ilusión piadosa, como si bastara estar convencido de las verdades cristianas para ser cristiano y salvarse. La verdadera fe, si ha de conducir a la salvación, hay que demostrarla día a día.

l. LA PRUEBA ES MOTIVO DE GOZO (1,2-4).

a) Produce constancia (1,2-3).

2 Considerad, hermanos míos, motivo de grandes alegrías el veros envueltos en toda clase de pruebas, 3 sabiendo que la prueba de vuestra fe produce constancia.

Santiago, después de saludar a los destinatarios de la carta, aplica a la prueba la palabra «alegrías»: en todos los aspectos, la prueba, es decir, la prueba de la fe o tentación, ha de ser motivo de gozo. Es una afirmación audaz, sorprendente, si se tiene en cuenta la sombría y peligrosa realidad contenida en aquellos conceptos. ¡Qué misterio diabólico oculta la palabra tentación para el que cree en la providencia de Dios, nuestro Padre bondadoso y santo del cielo, y experimenta sin cesar que los piadosos y creyentes son entregados en diversas maneras al poder del tentador, hasta caer en la profundidad de la desesperación, de la silenciosa apostasía o incluso de la traición! La obscura sombra de la tentación comenzó a proyectarse sobre nuestros primeros padres (Gen_3:1-19), fue pasando por Abraham, el padre de la fe (Gen_22:1-19), por el inocente Job, hasta llegar a Jesús en el desierto (Mat_4:1-11) y en el monte de los Olivos (Mar_14:32-42), a Judas, a Tomás y a los apóstoles, y seguirá proyectándose hasta el juicio final. Por eso Jesús, en la sexta petición del padrenuestro, nos enseña a pedir que no nos deje caer en la tentación (Mat_6:13; Luk_11:4), y nos advierte que estemos siempre alerta y que pidamos la protección de Dios en la tentación (Mar_14:38).

FE/TENTACION: Solamente donde hay fe es posible que se someta a prueba a la fe. Y sólo en medio de la prueba demuestra la fe su autenticidad, su plena sumisión a la voluntad de Dios. Esto nos lo enseña ya el Antiguo Testamento: «Hijo, en entrando en el servicio de Dios, persevera firme en la justicia y en el temor, y prepárate para la tentación. Domina tu corazón, y ten paciencia; inclina tu oído y recibe los consejos prudentes, y no te impacientes en tiempo del infortunio. Aguarda con paciencia lo que esperas de Dios. Estréchate con Dios, y ten paciencia, a fin de que en adelante sea más próspera tu vida. Acepta todo cuanto te enviare, y en medio de los dolores sufre con constancia, y lleva con paciencia tu abatimiento; pues al modo que en el fuego se prueban el oro y la plata, así los hombres aceptos se prueban en la fragua de la tribulación» (/Si/02/01-05). Por eso Santiago puede limitarse a afirmar que la prueba de la fe produce constancia. La tentación es el medio para probar la fe. Esta es la actitud fundamental que debe tener el cristiano, que vive en este mundo y tiene que convivir con frecuencia entre compatriotas incrédulos, Sólo puede producir frutos abundantes quien demuestra su fe, con firmeza, en medio de todas las contrariedades. Si se consigue esto realmente, hay motivo para alegrarse.

h) La constancia lleva a la perfección (Mar_1:4).

4 Pero que la constancia lleve consigo una obra perfecta, para que seáis perfectos y plenamente íntegros, sin deficiencia alguna.

El objetivo de la voluntad salvadora de Dios es llevar al hombre a la perfección. Este objetivo sólo se logra cuando la fe, con tenacidad, imprime su sello en todos los ámbitos de la vida y cuando todo el obrar del hombre se ordena y se subordina a la voluntad de Dios. El hombre redimido debe ser perfecto, sin mácula ni falta, como el Padre celestial es perfecto (Mat_5:48). El hecho de que con la expresión «obra perfecta» no designe una acción o virtud determinada, sino al cristiano mismo en la madurez de su fe, demuestra cuán profundamente ha penetrado en las palabras de su Señor. Pero, a la vez, la formulación misma de esta frase pone de relieve con finura que esta madurez no trae consigo la «obra perfecta» sin más ni más, automáticamente, sino que es necesario un esfuerzo perseverante para que se distinga en el elegido la imagen del Padre. Así, nos pone en guardia contra el menor indicio de autosuficiencia piadosa: la fe sólo es auténtica y consigue su fin cuando nada falta a esta perfección. No basta dejar esto o aquello, hacer esto o lo de mas allá. Dios quiere que todo el hombre se renueve y se perfeccione. Si uno ha llegado a percatarse de esta insuficiencia, de su propia pobreza, de la que él mismo es en parte culpable; si ante su vista, iluminada por la fe, se ha presentado este objetivo y lo ha introducido en su corazón, entonces no podrá menos de gozarse por la prueba de su fe, ya que sólo así puede acercarse a su fin.

2. SE NECESITA SABIDURÍA PARA ADMITIR ESTA VERDAD (Mat_1:5-8).

a) Pidamos la sabiduría a Dios (Mat_1:5a).

5a Si a alguno de vosotros le falta sabiduría, pídala a Dios...

Para entender bien lo que acaba de exponer, es necesaria una comprensión, que es don de Dios. Tener fe significa juzgar el mundo y la vida con los criterios de Dios y con su escala de valores. Por eso la verdadera sabiduría sólo puede descender de arriba (Mat_3:15). ¡Cuántas veces aparece una contradicción entre las convicciones religiosas y la práctica de la vida cotidiana, porque no se ha cambiado la manera de pensar! Quien no reflexiona, quien no ve, planea, juzga, valora y obra inspirado por Dios y con la vista puesta en él, tiene una fe insuficiente y estéril, es todavía menor de edad, está, en fin, marcado por la sabiduría de este mundo, que no ve más allá de las cosas de este mundo y conduce a la muerte (3,13-18).

Puesto que todo depende de que veamos las cosas con perspectiva divina, es necesario pedir, tanto más cuanto más se esfuerce uno por alcanzar la madurez de su fe y la perfección. Santiago se limita a insistir en algo que sus lectores ya sabían hacía mucho tiempo por el Antiguo Testamento (cf. Pro_2:3-6) y por el ejemplo del prudente Salomón, que no pidió a Dios larga vida, ni riquezas, ni victoria sobre sus enemigos, sino el don más precioso que Dios puede otorgar: un corazón sabio, inteligente, razonable, capaz de discernir entre el bien y el mal (1Ki_3:5-14). Quien no pide con perseverancia este don primordial no podrá llevar su fe a feliz término, porque carece de la necesaria perspectiva. ¿Por qué pedimos tan pocas veces y con tan poca energía el don de la sabiduría, de la fe razonable? ¿Quizá porque nos importa muy poco la perfección de la fe? ¿O tal vez porque dudamos de poder conseguirla alguna vez? ¿O acaso porque dudamos de que Dios escuchará nuestra súplica?

b) Dios da generosamente (1Ki_1:5b-c).

5b ... que la da a todos, sencillamente y sin echárselo en cara...

Dios da a lo divino, no como un hombre a quien se pide ayuda. Dios no inventa pretextos ni hace salvedades, no sale nunca con un si o un pero, no piensa si el que pide es digno de ser escuchado, si su petición es digna de ser atendida, ni en qué condiciones sea mejor atenderla: da sin segundas intenciones, sin reparos, sin reservas. Precisamente porque él es Dios, el dador de todo bien (1Ki_1:17).

Da sin hacer reproches al que le suplica, sin hacerle sentir que se le da algo de mala gana y que supone una gran condescendencia atender a sus ruegos; Dios da con gusto, porque es bondadoso y le gusta complacer. Así, la súplica pierde su carácter de cosa difícil, desagradable, incluso vergonzosa, para transformarse en algo alegre y glorioso, porque Dios da como un padre amoroso, que da a su hijo lo que le pide. ¿No les gusta a los niños ir a su padre con todos sus deseos, grandes y pequeños? ¿Qué nos retrae, pues, de pedir la sabiduría?

5c ...y se le dará

Podemos estar seguros de que Dios prestará oídos a nuestra petición. No es sólo Santiago quien lo afirma; está respaldado por un testigo, que cita; Jesús, su Señor. En esta frase Santiago reproduce una sentencia del sermón de la montaña, que exhorta a pedir con confianza y promete que se prestará oído a nuestra súplica (Mat_7:7; Luk_11:9). Es significativo que, para Lucas, el don bueno que Dios concede a quien le pide con confianza sea el don del Espíritu, del Espíritu bueno y santificador de Dios: «Si vosotros, que sois malos, sabéis dar a vuestros hijos cosas buenas, ¿con cuánta más razón eI Padre que está en el cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden?» (Luk_11:13). Esto es lo que quiere decir Santiago con su exhortación a pedir el don de la sabiduría. Para el hombre que quiere conseguir la perfección y la plenitud de vida de Dios, ¿hay algo más necesario que el don de este Espíritu santificador, que transforma al hombre y le hace sabio? Al mismo tiempo, da una norma de lo que se debe pedir y un criterio para saber cómo puede estarse seguro de que la súplica será atendida.

c) Pero hay que pedir con fe (Luk_1:6-8).

6a Pero pida con fe, sin ninguna duda...

Para que la oración reúna las debidas condiciones no sólo es menester conocer el don que se pide, sino también tener una confianza firme, apoyada en la fe. También el que pide ha de contribuir con algo decisivo para que la oración sea atendida: con su fe sin reservas en la bondad y en el amor de Dios. La fe del cristiano es el puente por el que se llega hasta el corazón de Dios. Quien duda de la bondad de Dios, de su solicitud paterna y de su disposición a escuchar nuestras peticiones, duda también de la palabra y de la obra de Cristo, rebaja a Dios al nivel de un hombre veleidoso, indigno de confianza, y destruye este puente. Cualquier clase de duda destruye la eficacia de la oración confiada. Aunque la aparente solidez del orden del mundo, el trajín ruidoso y agitado del mundo y de los hombres, y el silencio, a veces incomprensible, de Dios parezcan oponerse a la eficacia de la oración confiada, el que cree sin vacilar tiene una fe que puede incluso trasladar montañas (Mat_21:21). Así lo garantizan las palabras de Jesucristo. Este testigo está ahora en la gloria del Padre. Podemos apoyarnos con confianza inquebrantable en su promesa.

6b ...pues el que duda es semejante al oleaje del mar, agitado por el viento y llevado de una parte a otra.

Esta es la situación del que duda: en cuanto sopla el viento de la duda sobre el mar de los pensamientos, reflexiones y criterios, este impulso del viento le mueve, le empuja de un lado a otro, le revuelca, sin objetivo, sin centro, sin descanso. Salta la espuma, huera y engañosa. He aquí una imagen estremecedora del creyente que debía tener su apoyo en Dios, pero que presta más atención a los fútiles cuchicheos y opiniones que a la verdad inmutable y permanente de Dios. Santiago no habla aquí de la duda propia del hombre atribulado, sino de la insuficiencia y fatuidad de los «hombres inconstantes», que se dejan afectar por la primera corriente de airea o, como dice Jesús en la parábola del sembrador (Luk_8:13), se agostan al primer rayo ardiente del sol, porque no han echado raíces.

7 No piense tal hombre en recibir nada del Señor. 8 Es un indeciso, inconstante en todos sus caminos.

No puede aplicarse al creyente que carece de una fe auténtica y sencilla, la promesa de que su oración será escuchada. No tiene nada que esperar de Dios 6, ya que tampoco le da nada; ni pone su confianza en Dios ni se entrega a él sin reservas. Se queda solo, aislado, y no puede estar seguro de nada, porque su indecisión, que no le permite confiar en Dios, tampoco le permite confiar en sí mismo. La indecisión no conduce a nada. Se reduce a polvo oscilando entre la confianza y la desconfianza, entre la confianza en Dios y la confianza en sí mismo, entre la entrega y la huida, entre la oración y la duda, entre contentarse con lo que encuentra y salir a la búsqueda, entre la esperanza y el temor. No hay, pues, que sorprenderse de que esta forma de vivir carezca de dirección y de objetivo, y semeje a un deambular de un lado a otro, sin plan ni meta y cuyas huellas es imposible seguir.

Aquí se ve claro lo que significa creer: entregarse a Dios enteramente y con plena confianza , y construir la vida sobre ese sólido cimiento. Quien confía en Dios sin condiciones, quien no está seguro del amor y la bondad de Dios, no tiene ningún asidero. Sólo cuando se pide con fe la sabiduría, el Espíritu de Dios y la gracia, llega la fe del cristiano a desplegar toda su fuerza. Es el cristianismo primitivo quien nos sale al encuentro en la persona de Santiago. Quien preste oídos a este testigo acreditado encontrará el camino que conduce de la indecisión y la imperfección a la plenitud de la fe alegre, que vence al mundo.

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6. Aquí a Dios se le llama Kyrios, como en 3,9; 4,10.15; 5,4.10.11.

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3. PORQUE LAS APARIENCIAS ENGAÑAN (1,9-12).

a) Sólo podemos gloriarnos en nuestra vocación (1,9-lOa).

9 Gloríese el hermano humilde en su exaltación, 10a y el rico en su humillación...

Da la impresión de que Santiago pasa a hablar de repente sobre la gloria que se puede poner en las cosas propias, pero, en realidad, continúa el curso de ideas que antes había iniciado, aunque desde un nuevo punto de vista. No hemos de valorar a un hombre por los bienes que posee en este mundo, sino por los bienes que le hacen rico a los ojos de Dios, porque sólo lo que vale ante Dios tiene un valor duradero. Gracias a la intervención de Dios en este mundo se ha producido una inversión de valores. No es el hombre y su vida terrena Io que ocupa el centro, sino Dios y sus bienes. Solamente el que es perfecto ante Dios tiene razón para gloriarse; no en sus propios méritos sino en la gracia y en los dones que ha recibido de la divina clemencia. Por eso debemos gloriarnos incluso en las tribulaciones: en ellas se acrisola la fe, como el oro.

El autor expone su concepción del verdadero valor del hombre en dos ideas, que suenan a paradojas. Pero tampoco aquí se apoya únicamente en sus propias convicciones, sino en la tradición. Este modo de ver se encuentra tanto en la antigua alianza como en la nueva: «Esto dice el Señor: no se gloríe el sabio en su saber; ni se gloríe el valeroso en su valentía; ni el rico se gloríe en sus riquezas. Mas el que quiera gloriarse, gloríese en conocerme y saber que yo soy el Señor, el autor de la misericordia, del juicio y de la justicia en la tierra; pues éstas son las cosas que me son gratas, dice el Señor» (Jer_9:22-24). También el Eclesiástico desarrolla esta idea: «La gloria de los ricos, la de los hombres bien considerados y la de los pobres es el temor de Dios» (Sir_10:25). El principio de que el hombre sólo puede gloriarse cuando aparta los ojos de sí mismo y los fija en Dios, enorgulleciéndose entonces de la gracia y de la elección de que ha sido objeto, ha sido formulado definitivamente por Pablo: «Quien tenga orgullo, que lo tenga en el Señor» (1Co_1:31). Dios ha destruido, per medio de Cristo, todo el orgullo de los gentiles y de los judíos, para que nadie se gloríe ante Dios (1Co_1:25-31). El cristiano, pues, puede gloriarse sólo del amor de Cristo y de su acción salvadora, que le ha hecho rico anta Dios (Phi_3:3). Sólo puede gloriarse de lo que recibe gracias a su comunión de vida con el Señor; en otras palabras: de su impotencia personal y de sus sufrimientos 7.

Santiago saca a relucir la «exaltación» y el honor como motivo de orgullo para el cristiano pobre, menospreciado a menudo. Pero al hermano rico y bien considerado le recuerda que debe reconocer humildemente que su exaltación se funda únicamente en su vocación, en el hecho de ser cristiano. La frase concisa: «el (hermano) rico (gloríese) en su humillación», no quiere ser sólo una exhortación a ser humilde, a deponer toda clase de orgullo y presunción y a gloriarse sólo en Dios. Quiere también señalar el peligro que tiene la riqueza de nublar la vista del creyente y darle una visión engañosa (cf. 4,13-163.

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7. Cf. Gal_6:14; 2Co_4:7-11.

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b) Todas las riquezas pasarán ( 2Co_1:10b-11).

10b ...porque pasará como la flor de heno. 11 Pues salió el sol, vino el viento abrasador, secó el heno y se le cayó la flor, y se estropeó su bello aspecto. Así se marchitará también el rico en sus empresas.

RIQUEZAS/CADUCAS: Santiago interpreta las palabras del profeta Isaías (/Is/40/06s) sobre el destino de los ricos: todo el brillo y todo el fulgor fascinante de la riqueza están irremediablemente condenados a desaparecer. Todo el maravilloso esplendor de los pastos y campiñas florecientes de Palestina después de la estación de las lluvias se desvanece en un plazo brevísimo. De toda la magnificencia del mundo nada permanece. Por eso el rico es pobre: porque se deja cegar y prender por el fulgor de lo transitorio, que le engaña miserablemente. Nada puede impedir que la fuerza vital del hombre se debilite, aunque pueda disponer de todos los recursos del mundo. Por eso es pobre en doble sentido: porque se encuentra sin nada y porque, además, sus esperanzas de vida quedan defraudadas. Nada permanece, todo pasa. Sólo Dios no pasa; Dios y los que confían en él, y todo lo esperan de él, y son ricos ante él, por él y en él. Hoy percibimos con especial claridad la validez eterna y la actualidad que tiene esta llamada para todos los que se llaman cristianos, se glorían de tener una visión correcta de la realidad y conocen las promesas de Dios. Cuán amargo resulta a veces reducir nuestros criterios y nuestras esperanzas a esta nota, que es la única valedera: sólo es rico el que es rico a los ojos de Dios.

c) Bienaventurado el que soporta la prueba (1,12).

12 Bienaventurado el que soporta la prueba, porque, una vez probado, recibirá la corona de la vida que Dios prometió a los que lo aman.

En este versículo vuelve el autor a tratar el tema con que comenzó la carta (1,2-4). Resume en una bienaventuranza todo lo dicho hasta aquí. Bienaventurado sea ante Dios quien sale airoso de las numerosas tribulaciones y calamidades que ha de sufrir por causa de su fe, porque le aguarda ya la corona de la victoria, que Dios prometió a todos los que triunfen en el combate de la vida. El símbolo de la corona de la victoria proviene del mundo deportivo; aparece con frecuencia en el Nuevo Testamento 8. La fe no preserva de las penalidades de la vida en este mundo, antes al contrario, nos coloca en el centro del combate contra las fuerzas enemigas de Dios, pero nos da fuerzas para salir victoriosos de ese combate. También aquí aplica Santiago la predicación de su Señor a la vida cotidiana del cristiano: «Bienaventurados seréis cuando, por causa mía, os insulten, y persigan, y digan toda clase de calumnias contra vosotros» (Mat_5:11).

Al que ha sido probado así, le espera una gran recompensa: la plenitud de la vida de Dios. Sólo será coronado el que ha combatido. Por eso hay motivo real para gozarse y para cantar un cántico de alabanza, ya ahora, en medio de las tribulaciones de este mundo, porque la persona que sufre la tribulación y la supera tiene asegurada la recompensa, la vida misma. Sin embargo, sería un grave error concluir de esta esperanza en una recompensa futura, que el cristiano no es más que un egoísta refinado que, igual que todos, va tras una recompensa, aunque sea futura y en el cielo. El cristiano no es fiel a su Señor en la vida cotidiana por razón del premio o de las ventajas que espera conseguir, sino por Dios mismo, porque Dios le puso en la lucha, porque Dios le llamó a la prueba, porque Dios lo ha amado primero y lo ha destinado a la herencia de su vida. El amor a Dios es el estímulo más íntimo y poderoso para la lucha. «¡Tu amor, tu voluntad, tu reino, tu vida!» Este es el grito de combate del cristiano, porque ésta fue la ley que siguió nuestro Señor Jesucristo en su vida. Sólo quien ama a Dios con su vida 9 y no se limita a amarle con la boca o con palabras piadosas recibirá la corona de la victoria, la recompensa de la gracia de Dios. No hay, pues, que maravillarse de que la recompensa prometida consista en comunidad de vida y de amor con este Dios que se abre, con amor, al hombre. Según Santiago, se ama a Dios cuando se demuestra con perseverancia en la vida de cada día que se pertenece al número de los elegidos. He aquí una sentencia realista que sale en defensa de la pureza de nuestro amor a Dios y no acepta que el mandamiento del amor degenere en un falso cariño y sentimentalismo, y acabe por corromperse.

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8. Cf. 1Co_9:25; 2Ti_4:8; 1Pe_5:4; Rev_2:10; Rev_4:4.10; Rev_6:2.

9. Santiago está aquí muy lejos de cualquier clase de piedad que mueva e impulse a obrar para recibir una recompensa material. Una comparación con san Pablo, 1Co_2:9, puede mostrarnos cuál era aquí el espíritu que animaba a Santiago. San Pablo cita la misma frase que Santiago, y también la cita en un lugar decisivo de sus razonamientos: «Lo que el ojo no vio, ni oído oyó, ni el corazón humano imaginó; eso preparó Dios para los que le aman.» Tanto las palabras de san Pablo como las de Santiago son una reminiscencia del pasaje de Isaías en el Antiguo Testamento Isa_64:3 (LXX): «Tus obras, las que harás para aquellos que tienen confianza en tu misericordia», lo cual se había adaptado muy bien al pensamiento de Santiago, que sustituyó la última oración por las palabras «que lo aman». Con este matiz que da el autor a la frase de Isaías, se hace patente el espíritu del mayor mandamiento del cristianismo, que establece como la ley más íntima de la vida cristiana la obligación de amar a Dios sobre todas las cosas.

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4. SOLO LO BUENO PROVIENE DE DlOS (Isa_1:13-18).

a) La concupiscencia es la causa de la tentación (Isa_1:13-15).

13 Nadie, al ser tentado, diga: «Soy tentado por Dios.» Pues Dios no puede ser tentado por el mal, y él a nadie tienta.

Se podría presentar la siguiente objeción: Si la tentación, según los planes de Dios, ha de servir para probar y perfeccionar, entonces, ¿no es Dios el responsable de todos los que caen en la tentación y naufragan en la fe? He aquí una tentación muy antigua en la historia humana, un intento de hacer responsable en último término a Dios del mal que hay en el mundo y en la propia vida, para sacudirse de encima, en cuanto sea posible, la propia responsabilidad. «La mujer que tú me diste me ha hecho caer en pecado» (Gen_3:12), dijo ya Adán. El principal argumento para refutar esta objeción es que Dios se sirve del mal, del pecado y de la culpa del hombre, como también de la actuación de Satán, para realizar sus planes, y así saca bien del mal Por eso José, agradecido, dice a sus hermanos: «Vosotros pensasteis hacer un mal, pero Dios lo convirtió en bien» (Gén 50 90).

Santiago empieza haciendo constar en forma incontrovertible que Dios no es responsable de la tentación al pecado, porque Dios, por su esencia, no sólo está libre de toda tentación, sino que es totalmente bueno. Es tan bueno que no puede querer ni tomar a su servicio nada que sea esencialmente malo o sencillamente menos bueno. Es la causa de todo lo bueno, el señor y celador del bien, el remunerador del bien y el vengador del mal. Por tanto, el Dios santo no puede ser la causa de la tentación al mal. Toda su actividad tiende a que todas las cosas colaboren para bien de quienes aman a Dios, como dice, certeramente, Pablo (Rom_8:28).

Santiago sabe que, una vez más, el testimonio de la Escritura está a su favor. En efecto, el Eclesiástico dice: «No digas: mi transgresión viene de Dios; pues él no hace lo que detesta. Tampoco digas: él me ha inducido a caer; pues no necesita él que haya hombres impíos. El Señor aborrece el mal y la abominación, la cual no puede ser amada de aquellos que le temen. Dios creó al principio el hombre y dejóle en manos de su albedrío. Diole, además, sus mandamientos y preceptos. Si tú quieres, puedes guardar sus mandamientos; para cumplir su voluntad sólo hace falta ser fiel. Dios no mandó a nadie pecar, ni presta apoyo a los mentirosos» (/Si/15/11-21). Así pues, la responsabilidad no recae sobre Dios. Ahora bien, si Dios «a nadie tienta», ¿cómo puede el Señor enseñarnos a orar en el padrenuestro: «No nos lleves a la tentación» (Mat_6:13; Luk_11:4)? Esta objeción se desvanece si se tienen en cuenta las palabras siguientes: «...sino líbranos del mal» (Mat_6:13). Se trata, pues, en esta súplica, de la preservación de todo lo que pudiese convertirse en lazo para quedar prendido en el pecado. Hay que entender esta súplica en el sentido de «no nos dejes caer en la tentación» 10, es decir, no permitas que nos sobrevenga una tentación tal, que supere nuestra capacidad de resistencia, y a la cual Dios sabe que hemos de sucumbir. Jesús dice claramente que Dios, por ser el bueno, el perfecto y el santo por excelencia, sólo puede conceder cosas buenas, y de hecho las concede, incluso a los hombres malos 11. Dios envía incluso a su propio Hijo para salvar a los pecadores, para ir a buscar a los que se han perdido y conseguir que vuelvan al hogar paterno y se conforten de nuevo al fuego de su amor. ¿Cómo sería capaz este Dios de atraernos con halagos al pecado para despeñarnos en la perdición?

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10. La oración del padrenuestro fue formulada y rezada en sus orígenes en arameo, pero esta lengua no tiene ninguna expresión para significar tolerancia, permisión. La traducción griega se ha mantenido fiel al original arameo.

11. Mat_5:43-48; Mat_7:9-11; Mar_10:18,

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14 Cada uno es tentado por su propia concupiscencia, que lo atrae y lo seduce. 15 Luego la concupiscencia, después de concebir, pare el pecado, y el pecado, una vez consumado, pare la muerte.

La perdición no tiene su raíz en Dios, sino en el hombre. En medio de los deseos y ambiciones, en medio de los estímulos humanos más íntimos, la concupiscencia incita al pecado. El hombre está inclinado al mal. Santiago no profundiza en las causas de que la creación de Dios, que él creó buena, esté inclinada al mal, sienta deseos de rebelarse contra la voluntad de Dios y experimente una auténtica concupiscencia hacia todo lo que se opone al espíritu y a la voluntad de Dios. Santiago supone simplemente que el hombre y el mundo están echados a perder, están sometidos al yugo del pecado y de Satán y han sucumbido a la perdición. Por eso tiene mucho más interés en abrir los ojos al que ha sido salvado por Cristo y prevenirlo contra cualquier compromiso sospechoso, contra cualquier pacto disimulado o descubierto con el mundo del mal, que aunque está ya vencido, es siempre peligroso. Santiago muestra breve y acertadamente cómo es posible que se caiga en la tentación y adónde conduce esta caída: por una parte, presenta la concupiscencia como una ramera, una prostituta que seduce con sus atractivos a un joven ingenuo y le tiende sus redes, hasta que consigue tenerle en sus brazos nocivos, El fruto de este abrazo no puede ser otro, según la ley divina, que la perdición eterna. Esta manera de representar el pecado era bien conocida para los lectores del Antiguo Testamento (cf. Pro_7:1-27). En las palabras «atraer» y «seducir» se refleja también probablemente el símil de la caza, en la que con ayuda de un cebo, de apariencia agradable, se hace que el animal pierda la precaución y tenga que pagar este placer breve y engañoso con su libertad y, finalmente, con su vida. El destino del hombre está, pues, en sus manos. Pero su voluntad, desde un principio, está achacosa de propensión al mal. La tentación nace de su propio corazón, esclavo del pecado. Todo, pues, depende de cómo el hombre haga frente desde un principio a esa suave atracción. Quien no rechaza la concupiscencia pecaminosa resueltamente y en su primer brote, quien juega con la tentación, quien, incluso, quiere sacudirse de encima la responsabilidad de la tentación y del pecado, para descargarla sobre Dios, está perdido, porque se forma la cadena: tentación, pecado, muerte. Hasta que se le abren los ojos; pero entonces ya es demasiado tarde. Todos los pecadores experimentan el terrible proceso: concupiscencia, tentación, pecado, muerte. Se nos pone ante los ojos esta cadena de anillos estrechamente unidos, para dar la voz de alerta y para que se ofrezca una resistencia tenaz y se busque una firme defensa para protegerse contra la tentación.

b) Dios es la primera causa y el creador de todo lo bueno (Pro_1:16-18).

16 No os engañéis, hermanos míos queridos. 17 Toda buena dádiva y todo don perfecto son de arriba, descienden del Padre de los astros, en quien no hay fases ni períodos de sombra.

Santiago aduce un argumento más contra la afirmación de que Dios es en último término el responsable de la tentación y del pecado. Toma este argumento del orden de la creación y se sirve de ideas que eran familiares sobre todo en el ambiente de sus lectores. Dios, por ser el creador y el conservador del mundo, es también su padre. Para demostrar lo que afirma dirige su mirada a las estrellas. Su fuerza luminosa en el cielo nocturno es más intensa en oriente que en occidente. Por eso las estrellas brillan con mucho más fulgor a los ojos de los orientales que a la vista de los occidentales. Dios, que ha creado estas preciosas luces del cielo para que señalen les tiempos e iluminen las tinieblas y ha fijado el curso de su movimiento y lo dirige con un orden maravilloso (cf. Gen_1:14-19), no está subordinado a ninguna ordenación temporal ni a ninguna ley de movimiento; es inmutable en su esencia y en su actividad. Es imposible que su esencia pura y buena pueda producir el mal o algo imperfecto, Sus dádivas y dones son todos buenos y hacen rico y bueno al agraciado. Quien no ve así las cosas se engaña miserablemente. Este engaño debilita al hombre en la tentación, y de ahí se siguen funestas consecuencias.

18 Por propio designio, con paIabra de verdad, nos engendró para que fuéramos primicias de su creación.

Todavía puede presentar Santiago una prueba más contundente contra este modo de ver, falso y peligroso: fue voluntad libre de Dios salvarnos a nosotros, pecadores y pobres criaturas. ¿Cómo es posible que Dios vaya contra la decisión de su propia voluntad y contra sus propias acciones, tentando a los redimidos para que vuelvan a caer? Hay que descartar tal posibilidad. La voluntad de Dios tiende a nuestra salvación y nada puede desviarla. No hay ninguna razón para desconfiar del amor paterno y salvador de Dios, ni siquiera cuando sufrimos tentación. Precisamente en ese caso su ayuda salvadora es el único apoyo con que contamos, la única razón sólida de nuestra confianza en que saldremos victoriosos de todas las tentaciones.

Dios opera la salvación de los hombres con palabra de verdad. La aceptación del mensaje de fe de la Iglesia, que anuncia que Dios ha decidido salvar, por medio de Jesucristo, el mundo, que estaba perdido, mueve a Dios a adoptar a los creyentes como hijos, a introducirlos en su familia y a hacerlos partícipes de su vida. Santiago, usando una palabra poco frecuente para significar la acción salvadora de Dios: engendrar (apokyein), nos da a entender que la fiel aceptación del mensaje de fe de la Iglesia salva de hecho al creyente. La palabra de verdad es en cierto modo el principio materno, mediante el cual Dios engendra al hombre que quiere salvarse, le introduce en una nueva vida, en la vida verdadera. Santiago no piensa aquí en el sacramento del bautismo, que no menciona, sino en el mensaje de la fe, en que se funda la salvación, en la palabra de verdad 12, El bautismo viene a poner un sello y a dar plenitud a esa regeneración que se ha producido ya al aceptar con fe la palabra de verdad.

El objetivo de esta regeneración es que los renacidos sean las primicias, la prenda de todas las criaturas. Dos pensamientos se entrecruzan probablemente en esta frase: Dios se prepara víctimas escogidas y perfectas entre las criaturas de este mundo, igual que los hombres presentan como ofrendas frutos selectos. Estos dones primerizos son muy agradables a Dios y los acepta complacido. Los renacidos, además, dan testimonio de que en la Iglesia ha comenzado ya germinalmente la regeneración escatológica del mundo, que tiende a transformar a toda la humanidad, e incluso a todos los seres creados 13. El mundo nuevo apunta ya ahora en los hijos de Dios; la transformación total de la creación no puede hacerse esperar ya mucho tiempo. El final de los tiempos ha comenzado ya con Cristo (cf. 5,7-9).

Santiago dice: «...para que seamos...» Se alegra de que Dios nos haya reengendrado, a él y a nosotros, para que seamos hijos suyos y las primicias de su mundo nuevo. En los renacidos Dios ha hecho brillar una señal de esperanza para el mundo: que toda la creación llegará a salvarse. Además de alegrarse por este motivo, Santiago recuerda también la dignidad y la misión de los renacidos. La palabra de verdad, la fe, hay que vivirla; el nuevo ser tiene que manifestarse en una nueva vida. Por eso no se contenta con expresar este pensamiento, que es el punto culminante de la primera parte de la carta: hemos renacido en Dios, somos hijos de Dios, las primicias del mundo redimido. Esta afirmación es el punto de partida para los versículos siguientes: ¿cómo tiene que vivir el que ha renacido para que lo que Dios ha obrado ya en él se despliegue y llegue a plenitud? Porque la acción de Dios exige, como contrapartida, la acción del hombre, para que se logre lo que Dios pretende, la obra perfecta del hombre nuevo en el reino de Dios (1,4).

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12. En este punto coincide Santiago con Pablo, Pedro, Juan y los demás testigos del Nuevo Testamento (cf. 1Co_1:17; 2Co_5:17-21; Rom_8:14-23; Gal_4:4-7; Gal_6:15; Eph_1:13; 1Pe_1:3.23; Joh_1:13; Joh_3:5-8; Joh_8:47; 1Jo_3:1.9), que muestran la fundamental importancia de la fe, que es una conversión a Dios y una vida que mana de la participación de las gracias divinas por mediación de Jesucristo. Para ser partícipe de estas gracias hay que mantenerse en el espíritu de Dios y hay que sentirse miembro de la comunidad que forma el pueblo de Dios.

13. Por tanto, lo que aquí se dice de las primicias hay que entenderlo en sentido metafórico, de la misma manera que los textos de Rom_8:23; Rom_16:5; 1Co_16:15; 2Th_2:13.

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II

LA PALABRA Y LAS OBRAS 1,19-27

Sigue un nuevo grupo de ideas, que muestra otro rasgo fundamental del cristianismo auténtico: la fe reconocida y profesada urge por su esencia para que se pase a la acción, si en realidad es verdadera fe. Por eso el pensamiento central de este grupo de versículos es que no basta oir, sino que hay que realizar. Hay que ser realizador de la palabra (1,22.23) y realizador de la obra (1,25). Una fe que sólo repercute en el pensamiento es una forma piadosa de engañarse a sí mismo. Por eso Santiago, al final, pone algunos ejemplos de fe realizada: la solicitud desinteresada por los indigentes (1,27: viudas, huérfanos) y la lucha para vivir de un modo agradable a Dios.

1. MANERA DE COMPORTARSE CON LA PALABRA (1,19-21).

a) Disposición para escuchar (1,19-20).

19 Sabedlo, hermanos míos queridos: Que todo hombre sea pronto para escuchar, tardo para hablar, tardo para la ira. 20 Pues la ira del hombre no realiza la justicia de Dios.

PALABRA/ESCUCHA: La interpelación solemne, precedida de la palabra «sabed» indica la responsabilidad del hombre ante la palabra y muestra, en una sentencia sapiencial trimembre, la manera conveniente de comportarse. El hombre debe estar abierto y bien dispuesto a escuchar la palabra ajena; debe escucharla con amor y con paciencia. Escuchando se pone en contacto con el tú de su prójimo y con el tú de Dios; ésa es la razón de que deba estar siempre abierto, con respeto, a las interpelaciones de Dios o de su prójimo. Sólo quien sabe escuchar sabe entender; sólo quien escucha con espíritu abierto y respetuoso puede responder con conocimiento de causa, con amor y con verdad. Este principio tiene validez sobre todo cuando es Dios quien se dirige a nosotros: «El que tenga oídos para oir, que oiga» (Mar_4:9). Para Santiago tiene especial importancia esta apertura, sobre todo cuando se trata de escuchar la palabra de Dios, particularmente en la predicación y en el culto. Lo demuestran los versículos siguientes, que comentan esta norma de carácter general. Todo hombre debe tener una postura adecuada ante la palabra, debe dominar el arte de escuchar, para ser así capaz de recibir la palabra de Dios como conviene.

Santiago muestra también la responsabilidad por las propias palabras: tardo para hablar. El hombre es responsable de cada palabra que pronuncia. Santiago tratará después más despacio de este poder casi diabólico del hombre. Aquí sólo intenta dar la norma suprema que hemos de seguir en nuestras palabras y nuestras acciones: lo que es justo ante Dios. Con la expresión justicia de Dios quiere designar aquel don, aquella capacidad que ha recibido y tiene quien procura realizar en su vida la voluntad de Dios.

En la lucha por la justicia tiene importancia decisiva saber administrar como conviene la propia palabra. No basta evitar conversaciones ligeras o palabras y juicios inconsiderados. Lo importante, en último término, es de qué sentimientos procede la propia palabra: si procede de un amor a la verdad que sea sincero, respetuoso, realista y circunspecto, o de un instinto egocéntrico, vano, ávido de gloria, quisquilloso, vengativo, indómito, de un instinto propio del espíritu de este mundo (cf. 3,13-4,12). Las horribles burlas y blasfemias de los enemigos de Jesús al pie de la cruz (Mat_27:39-44) muestran qué poder diabólico llega a tener la palabra del hombre cuando el odio, la cólera, la indignación y el orgullo se adueñan de ella. La palabra irreflexiva, que no procede de la verdad y del amor, sólo puede destruir, incluso a quien la pronuncia, porque Dios, un día, nos pedir;á cuenta a todos de cada palabra pronunciada (Mat_12:36).

b) Mansedumbre (Mat_1:21).

21 Por lo cual, despojándoos de toda impureza y de todo resto de maldad, recibid con mansedumbre la palabra plantada en vosotros que puede salvaros.

Pero no sólo los pecados de palabra y los pecados que guardan relación con la palabra, sino toda maldad y malicia ha de ser depuesta y enmendada. También aquí, probablemente, se hace alusión al bautismo, que quitó toda mancha y toda maldad y revistió al bautizado con la santidad de su Señor 14. Esta liberación del pecado y de la imperfección, que se ha dado ya en germen, hay que llevarla a la vida y precisamente oponiéndose a todo género de maldad y de pecado, que amenazan constantemente la nueva vida. Con la palabra plantada se refiere Santiago a la palabra de la predicación y también a la de la profesión de fe, que se hace en el bautismo. Esta palabra plantada en los fieles y abonada continuamente por la predicación de la Iglesia debe producir fruto abundante en la vida de cada uno de los bautizados. Pero esta fecundidad no sólo depende del poder operativo de la palabra de Dios, sino también de la colaboración del creyente. El hombre debe colaborar, venciendo su ira con mansedumbre y con una disposición amistosa, dulce, humilde y confiada.

Ante nosotros está el ejemplo de Cristo. Debemos imitar su actitud frente a la voluntad del Padre y frente a los hombres necesitados de salvación; hemos de sacar fuerza para ello de las alabanzas que prodiga a los mansos (Mat_5:4). La herencia del reino de Cristo ha sido prometida a quienes no esperan nada de sí mismos, a quienes lo esperan todo de Dios y aceptan con perseverancia alegre y confiada la oferta de salvación que Dios les hace. Santiago continúa la predicación de Jesús. Se dirige a la misma gente sencilla, humilde, pobre, necesitada, a quienes se dirigía el mensaje de Jesús durante los años de su vida pública. Todos los aspectos de la mansedumbre: pobreza, humildad, perseverancia, suavidad y alegría, se encuentran en la carta de Santiago15. También aquí recoge la herencia de Cristo y la anuncia de nuevo con autoridad apostólica. Hay que advertir que Santiago insiste en que se acepte el mensaje de la fe y se cumplan sus exigencias: «Recibid la palabra plantada en vosotros.» Ocupaos constantemente de ella, vivid desplegando la fuerza de esa nueva semilla, de ese principio vital; haced fermentar vuestro pensamiento y vuestra voluntad con esa activa levadura; reformad y perfeccionad con ella vuestra vida. Es un requisito muy importante, que sólo puede cumplirse como es debido mediante un constante contacto con la palabra de Dios, que hemos de oir tal como nos la enseñan y anuncian. Vivir de la palabra pertenece a la esencia del cristianismo, tanto antes como ahora. La palabra es poderosa; «puede salvarnos».

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14. Cf. Gal_3:27; Eph_4:24; Eph_5:26; Hab_10:22; 1Pe_3:21.

152Ki_1:9; 2Ki_2:5; 2Ki_4:6.10; 2Ki_1:3s.12; 2Ki_5:7.11; 2Ki_3:13.17s; 2Ki_1:2.13.

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2. REALIZACIÓN DE LA PALABRA (2Ki_1:22-25).

a) Práctica de la palabra (2Ki_1:22-24).

22 Llevad a la práctica la palabra y no os limitéis a escucharla, engañándoos a vosotros mismos. 23 Porque quien escucha la palabra y no la pone en práctica se parece a un hombre que se mira la cara en un espejo; 24 se miró y se fue, y en seguida se olvidó de cómo era.

Ahora enuncia Santiago el objetivo a que tendían sus palabras: sed realizadores de la palabra. Vivid lo que creéis. Quien reconoce como verdadero el mensaje de la fe y lo acepta, quien procura con todas sus fuerzas penetrar el sentido espiritual de la revelación, pero no ajusta su vida a la voluntad de Dios, se engaña. Una fe de ese estilo no basta para salvarse. Al contrario: ese saber ha de servir para su ruina, porque un día su vida será juzgada según esas normas. Tanto Jesús 16 como Pablo 17 han insistido con tenacidad en que se realice y se tome en serio lo que se ha reconocido como verdad y voluntad de Dios. Santiago continúa la predicación de Jesús y la resume de forma tajante porque, según parece, tiene que poner en guardia a sus lectores contra una concepción falsa y arrogante de la elección, fundada en la justificación de sí mismo. Pero sus palabras sirven también para todos nosotros. Nada más erróneo que pensar que el peligro de que aquí se trata está ya pasado de moda, que era un peligro típicamente judío o judeocristiano. Este pensamiento habría crecido de la misma raíz que Santiago quiere desarraigar. No podemos salvarnos solamente con un cristianismo de nombre.

Santiago refuerza con una comparación el precepto que acaba de dar. Quien por medio de la fe ha penetrado en la verdad, pero sigue viviendo como si la fe no le hubiera dado una visión fundamental y nueva de su conducta y de su vida, es como un hombre que contempla su rostro en un espejo y olvida inmediatamente lo que el espejo le mostró. Un mero conocimiento superficial de la fe no sirve para nada.

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16. Mat_7:24-27; Luk_6:46-49; Luk_8:21; Luk_10:37; Luk_12:47s; Joh_13:17.

17. Cf. Rom_2:13 ss.

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b) Los que practiquen la palabra se salvarán (Rom_1:25).

25 Pero quien fija su atención en la ley perfecta, la de la libertad, y es constante, no como oyente olvidadizo, sino para ponerla por obra, será bienaventurado al practicarla.

He aquí un nuevo cuadro. Creer es inclinarse para mirar con atención en el tesoro de la fe; es fijar la atención en las instrucciones de Dios, troquelarlas en la propia voluntad y vivir ajustándose a ellas. Santiago nos exige que seamos constantes. Con ello subraya cuán necesario es para la debida consumación de la fe ocuparse siempre de la voluntad de Dios. Solamente es capaz de configurar toda su vida según la palabra divina quien va ajustando siempre su vida a la voluntad revelada de Dios, ocupándose íntima y constantemente de su palabra.

Esta clase de vida, ¿sólo es una piedad externa y legalista, que nada tiene que ver con la salvación? Santiago habla de la ley de la nueva vida con una admirable expresión: «la ley perfecta, la de la libertad». Esta ley procede de la voIuntad salvadora de Dios, tiende a conseguir la perfección del hombre redimido y se despliega en la ley regia del amor desinteresado al prójimo (Rom_2:8; cf. 4,11s). Esta ley, pues, es un brote de la libertad del hombre que ha sido redimido del pecado, del egoísmo y del espíritu de este mundo; conserva al hombre en la libertad y la desarrolla plenamente 18. Sólo como hijo de Dios y primicias de su mundo redimido es el hombre realmente libre para vivir según lo que es. Por eso la salvación se promete al que pone la ley por obra. No se trata sólo de la salvación futura, porque la salvación está ya actuando en la vida de los redimidos, que toman en serio la nueva realidad de la gracia que les ha sido concedida. La salvación futura no será sino la consumación plena de la realidad ya presente de la gracia salvadora. Esta promesa la hizo Jesús con sus propios labios a todos los que no sólo le confiesan con la boca sino que realizan su palabra y su voluntad (Mat_7:21-27). Cuando el cristiano realiza la voluntad de Dios que, según la doctrina de Jesús, está resumida en el mandamiento fundamental del amor, la salvación se hace realidad presente en su vida.

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18. Cf. Mat_11:28 ss; Mat_12:7; Mat_17:25s; Rom_8:2; Rom_6:7 ss; Joh_8:31 ss.

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3. CARACTERÍSTICAS DE LA VERDADERA RELIGIÓN (Joh_1:26-27).

a) La verdadera religión no consiste en palabras (Joh_1:26).

26 Si alguno cree ser realmente religioso y no refrena su lengua, sino que se engaña a sí mismo, su religión no es auténtica.

Otro defecto que hay que evitar en la vida cristiana es la falta de dominio de las palabras. Santiago volverá a tratar después más extensamente de este peligroso defecto (Joh_3:1-18), que por lo visto era frecuente entre los judeocristianos de vida piadosa. Se trata de algo que motiva un engaño de sí mismo. Probablemente se alude, ante todo, al afán de emitir juicio, de criticar, de murmurar, afán que entre la gente piadosa de todos los tiempos y lugares es con frecuencia despiadado. Este afán nace de la envidia, la rivalidad y ia presunción (Joh_4:11s). A menudo se enmascara incluso bajo la capa de celo por las cosas de Dios y la santidad de su pueblo. Esta forma de servir a Dios -pues eso es lo que significan propiamente las palabras que aquí se han traducido por religión y religioso- no vale nada, ya que no sirve a Dios ni al prójimo, sino a la presunción de la propia justicia y, por tanto, a los intereses del príncipe de este mundo (Joh_3:15). Cristo ha dejado al descubierto de una vez para siempre la hipocresía de este celo religioso 19. No son las palabras impregnadas de religiosidad ni los discursos llenos de celo los que aprovechan ante Dios, sino la acción responsable que, en este caso, consiste en reprimir la lengua y en convertir el corazón, que confía en su propia justicia.

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19. Cf. Mat_5:21s.; Mat_7:1-5; Mat_9:12s.; Mat_23:27s.

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b) La verdadera religión se demuestra con obras (Mat_1:27).

27 La religión pura y sin mancha delante de Dios y Padre, es ésta: visitar huérfanos y viudas en su tribulación, y conservarse limpio de contagio del mundo.

La verdadera religión se manifiesta en una vida laboriosa al servicio del amor fraterno y en la pureza de costumbres. No es la observancia puritana de prescripciones rituales, ni el cumplimiento meticuloso y literal de prácticas externas de piedad, sino el amor misericordioso y activo con el indigente y el necesitado, lo que convierte la religión en verdadero servicio a Dios. Los huérfanos y las viudas representan tradicionalmente a todos los necesitados 20, Además, hay que esforzarse sinceramente por santificarse ante los ojos del Padre, que está en los cielos, según la medida de su propia perfección. Este es el espíritu de Jesús y del Evangelio. Contra toda clase de religiosidad puramente externa, que se limita a los ritos de culto, el Señor da como signo de la auténtica religiosidad el corazón puro y las obras de misericordia 21. Nuestra aspiración hacia la perfección de Dios y nuestro deseo de ayudar al prójimo necesitado deben formar una unidad, si queremos que Dios se complazca en el servicio que le prestamos en este mundo y en el culto. Ni la propia santificación sin amor al prójimo, ni el amor al prójimo sin la propia santificación bastan para agradar a Dios. Es fundamental comprender la necesidad de unir estos dos elementos, porque muchos cristianos están tentados a cuidar de uno de ellos, descuidando el otro. A veces, incluso, presumen de ello.

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20. Cf. Exo_22:22s; Deu_27:19; Sir_4:10; Psa_68:6; Psa_146:9; Isa_1:17; Eze_22:7.

21. Cf. Mc 7; Mt 23; Eze_9:12-13; Eze_25:31-46.





Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Capitulo 1.

Encabezamiento y saludo, 1:1.
En la antigüedad era común empezar las cartas con un saludo. Así lo hacen también los autores del Nuevo Testamento al escribir sus epístolas, si exceptuamos la epístola a los Hebreos y la primera de San Juan, que no lo tienen.
Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus de la Dispersión, salud.
El saludo de la epístola de Santiago está reducido al mínimo. Se nombra al autor, afirmando ser siervo de Jesucristo, de donde le viene toda la autoridad doctrinal; se indican los destinatarios y se da el saludo.
Santiago, en griego ºÜêùâïâ, que corresponde al hebreo Ya'aqob 1, era un nombre muy frecuente entre los judíos. Se trata, como ya hemos dicho en la introducción (p.7-8), de Santiago obispo de Jerusalén y pariente del Señor. Aquí se presenta humildemente como siervo de Dios y del Señor Jesucristo. En la Sagrada Escritura, el término siervo ('ebed en hebreo) tiene con frecuencia un sentido religioso. Se llamaban siervos de Dios los israelitas que se distinguían por su fidelidad al Señor, como los patriarcas, los profetas, los reyes buenos, los justos en general 2, e incluso el mismo Mesías es designado con el nombre de Siervo de Yahvé en Isaías 42-66. En el Nuevo Testamento, los apóstoles son llamados siervos del Señor 3, y también todos los cristianos 4. San Pablo se designa a sí mismo con este título 5.
Santiago, al presentarse como siervo de Dios, quiere significar que su persona, su vida, su autoridad, vienen como a constituir una especie de servicio, de ministerio religioso, de acto de culto en honor de Dios y de Jesucristo 6. El es el siervo del Señor Jesucristo. Esta fórmula o apelación es muy antigua7, y designa al Mesías-Señor, constituido jefe de la humanidad regenerada en el día de su resurrección8. En los LXX, el título de Señor (Kúpios) es dado a Dios, y traduce el nombre divino Yahweh. Los cristianos dieron ya desde un principio el título de Señor a Jesús, tomándolo no del helenismo, sino del Antiguo Testamento 9. En nuestro texto se da mayor realce a la divinidad y a la soberanía (Señor) de Jesús que a su mesianidad, la cual se supone ya bien conocida. La construcción griega no permite, sin embargo, unir la palabra Dios a Jesucristo, y traducir: Siervo de Jesucristo, Dios y Señor, como hace San Cirilo Alejandrino y diversos autores antiguos.
No hay razón alguna para rechazar la frase 3; del Señor Jesucristo, como quisieran los críticos acatólicos Spitta, Massabieu, Meyer, con el fin de poder sostener que la epístola de Santiago es un escrito enteramente judío. La expresión se encuentra en todos los códices. Después de Señor, la Vulgata añade nuestro, con las versiones Pesitta y la Bohaírica; pero es mejor suprimirlo, pues falta en el griego.
Santiago dirige su carta a las doce tribus de la Dispersión, que designaban en aquel tiempo a todos los cristianos de origen judío que vivían dispersos fuera de Palestina. En la antigüedad israelita, la expresión Dispersión (en griego, Diaspora) servía para designar a los judíos emigrados de Palestina 10. Sin embargo, algunos comentaristas consideran las doce tribus de la Dispersión como sinónimo del nuevo Israel 11 o de la Iglesia. En cuyo caso la epístola iría dirigida a todos los cristianos, fuesen judíos o paganos. En la introducción (p.18-19) ya dijimos que la epístola fue dirigida directamente a los judíos convertidos que habitaban fuera de Palestina. Esto se ve claramente por el estudio del contexto y de la misma epístola.
Después de mencionar al autor y a los destinatarios de la epístola, viene el saludo: ÷áßñåéí. Esta forma de saludo, corriente entre los griegos, significa propiamente Regocijaos. Se encuentra frecuentemente en los autores clásicos, en los papiros 12, en los LXX 13, y otras dos veces en el Nuevo Testamento 14. El texto de Act 15:23 nos habla precisamente del decreto del concilio apostólico de Jerusalén, en cuya composición colaboró Santiago. También se emplea una forma parecida en Mt 26:49; 28:9, y Lc 1:28. San Pablo, en cambio, prefiere la fórmula gracia y paz (÷Üñéò êáé åéñÞíç) 15, del mismo modo que San Pedro 16. Los orientales saludaban con la expresión la paz sea con vosotros.17
Es posible que Santiago haya escogido de propósito el saludo griego, con el fin de tomar de esto pie para precisar, en el versículo siguiente, el carácter religioso de la alegría que desea a sus fieles.




Consejos para Soportar las Pruebas, 1:2-12.

Alegría en las pruebas, 1:2-4.
2 Tened, hermanos míos, por sumo gozo veros rodeados de diversas tentaciones, 3 considerando que la prueba de vuestra fe engendra la paciencia. 4 Mas tenga obra perfecta la paciencia, para que seáis perfectos y cumplidos, sin faltar en cosa alguna.

Santiago envía a los cristianos afligidos un mensaje de alegría.17 Esos cristianos son designados por nuestro autor con la expresión hermanos míos (v.2). Es una expresión llena de ternura y afecto, que es bastante empleada en la epístola 18. Los cristianos aplicaban este título a todos los convertidos, incluso a los gentiles; porque, para el cristianismo, la fraternidad no proviene de la nacionalidad como sucedía en el judaismo 19 , sino de la fe. Los hermanos son los miembros de la familia en la que Dios es Padre de todos y Jesús es el hermano mayor 20. Jesucristo nos ha enseñado con la parábola del buen samaritano 21 que hemos de considerar a todos los hombres, incluso a los miembros de naciones enemigas, como hermanos. Y San Pablo dice con frase enérgica: Todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. No hay ya judío o griego, no hay siervo o libre, no hay varón o hembra, porque todos sois uno en Cristo Jesús. 22
El mensaje de alegría que el autor sagrado dirige a los cristianos que sufren era tanto más necesario cuanto que los primeros con vertidos del judaísmo debían esperar que, con la venida del Mesías y su conversión, se verían libres de toda clase de sufrimientos. Sin embargo, la experiencia demostraba lo contrario. Por eso, muchos cristianos debían preguntarse por qué Dios permitía que sufriesen como antes o tal vez más. Santiago responde, a imitación de los sabios del Antiguo Testamento, al problema del mal y del sufrimiento. Pero su respuesta es infinitamente superior a la de aquéllos, porque ha visto a Cristo responder con su propia vida al grave problema del dolor.
Los cristianos han de tener por sumo 23 gozo el verse rodeados de diversas tentaciones (v.2). La intensidad de la alegría es subrayada aquí del mismo modo que en Fil 2:29; 4:4. El discípulo de Cristo nunca estará tan cerca de la verdadera alegría como cuando está expuesto a toda clase de pruebas. Esta es la razón de que Jesús declare bienaventurados a los que sufren y son perseguidos 24, y les diga: Alegraos y regocijaos, porque grande será en los cielos vuestra recompensa. 25 Y San Pablo enseña lo mismo cuando escribe: Nos gloriamos hasta en las tribulaciones, sabedores de que la tribulación produce la paciencia; la paciencia, la virtud probada, y la virtud probada, la esperanza. 26 Es la esperanza del premio eterno la que transforma el dolor del justo en alegría. El mismo San Pablo nos dice en otro pasaje de la epístola a los Romanos 27: Tengo por cierto que los padecimientos del tiempo presente no son nada en comparación con la gloria que ha de manifestarse en nosotros. Es el ejemplo, el amor de Cristo perseguido, azotado y muerto por nosotros, el que daba fuerza a los apóstoles, los cuales salían contentos de la presencia del sanedrín, porque habían sido dignos de padecer ultrajes por el nombre de Jesús. 28 Y San Pedro consuela a los cristianos oprimidos injustamente por sus amos con estas palabras: Agrada a Dios que por amor suyo soporte uno las ofensas injustamente inferidas. 29
He aquí la solución que da el cristianismo al terrible problema del dolor, que había angustiado a tantas almas justas del Antiguo Testamento. A la luz de esta enseñanza, los lamentos del libro de Job, de algunos salmos 30, del Eclesiastés, etc., pierden su sentido trágico. El dolor será en adelante, no un motivo que haga zozobrar las almas, al no explicarse la conducta de Dios con sus criaturas, sino un medio que las acerque más a El, que las santifique más.
Las diversas tentaciones o pruebas, contra las cuales chocaban 31 los cristianos convertidos del judaísmo, se refieren, no precisamente a las persecuciones, sino más bien a las tribulaciones cotidianas. El contexto, al hablarnos de los ricos, lo hace en términos que parecen sugerir que tales pruebas provenían principalmente de la pobreza. Se trata seguramente de las vejaciones y expoliaciones que sufrían los cristianos pobres por parte de los ricos 32. Son, por lo tanto, circunstancias dolorosas que ponen a prueba la fe de los cristianos, y no tentaciones al pecado, como se podría suponer de la versión de la Vulgata: in tentationes varias incideritis. Las pruebas que provienen del exterior, soportadas con paciencia, sirven para evitar el pecado y la concupiscencia, acrecientan los méritos, se ejercitan las virtudes y nos obtienen el auxilio divino 33.
Los cristianos que sufren las vejaciones de los ricos han de complacerse en la prueba, considerando que la prueba 34 de vuestra fe engendra la paciencia (v.3). Las pruebas contribuyen al perfeccionamiento moral y pueden ser un gran beneficio para el cristiano, porque purifican su fe. Del mismo modo que el fuego purifica los metales, así el sufrimiento purifica a las almas y manifiesta la calidad de su fe. La fe de que nos habla aquí Santiago es la fe subjetiva, la virtud de la fe, que es probada en las tentaciones, conociéndose así mejor su buena calidad.
La prueba engendra, produce, como efecto, la paciencia = õðïìïíÞ. En el Nuevo Testamento, la õðïìïíÞ designa la virtud de la paciencia que posee el alma fiel en medio de las pruebas y aflicciones, con la cual puede perseverar durante largo tiempo en la fe y en el amor de Dios 35. Esta fue la virtud que poseyeron los mártires del Antiguo y del Nuevo Testamento 36. San Pablo recomienda la paciencia en las pruebas como uno de los signos que deben caracterizar a los verdaderos ministros de Cristo 37, como una de las virtudes más necesarias para el cristiano 38. En la epístola a los Romanos 39 se expresa un pensamiento semejante al de Santiago, aunque enfocado desde otro punto de vista. El Apóstol de los Gentiles considera nuestra paciencia como la paciencia del Salvador continuada en sus miembros 40, en los cuales encuentra incluso su complemento necesario 41. Por consiguiente, paciencia en sentido bíblico no es la virtud que reprime los movimientos desordenados de la ira, sino la espera paciente del auxilio y del premio divinos prometidos a los atribulados 42.
El efecto del sufrimiento, soportado pacientemente por el cristiano, ha de ser el de hacer avanzar al hombre en la perfección. Es doctrina ya enseñada en los libros Sapienciales del Antiguo Testamento que la prueba sirve para curar y educar al hombre. Así lo afirma expresamente Eliú 43 y el Siracida 44. Según ellos, era conveniente soportar la prueba, porque nos hace bien. Santiago va todavía más lejos, pues orienta el alma hacia el premio del cielo 45 y la exhorta a la alegría en medio de las tribulaciones, imitando en esto a Jesús, que ya lo había enseñado en el sermón de la Montaña 46.
La fe tiene en Santiago como también en el judaísmo un carácter esencialmente práctico: es a un mismo tiempo confianza en Dios y perseverancia en la acción47. Por eso, la paciencia, como fruto de la fe, ha de ir acompañada de buenas obras. Si queremos ser cristianos perfectos y cumplidos (v.4) 48, es decir, irreprochables, nuestra fe ha de ser perseverante y no detenerse a medio camino. Ha de ir acompañada de una obra perfecta, o sea, de la práctica de todas las virtudes cristianas. Jesucristo quiere que sus discípulos sean perfectos como el Padre celestial.49
La perfección moral, la santidad cristiana, que ha de ser el fin y el fruto de la tribulación y de la paciencia, es inculcada por medio de tres expresiones muy significativas: han de ser perfectos, alcanzando la meta fijada por Dios; íntegros, completos, en todas aquellas partes de que consta la perfección, y sin faltar en cosa alguna, o sea, sin carecer de ninguna cosa que se ordene a la perfección50.
Aunque en nuestra vida moral muchas veces tropezamos y caemos, sin embargo, tanto Jesucristo como Santiago quieren que el alma viva en un esfuerzo constante hacía el bien, asegurándose de este modo la perseverancia final.



Oración pidiendo la sabiduría, 1:5-8.
5 Si alguno de vosotros se halla falto de sabiduría, pídala a Dios, que a todos da largamente y sin reproche, y le será otorgada. 6 Pero pida con fe, sin vacilar en nada, que quien vacila es semejante a las olas del mar, movidas por el viento y llevadas de una parte a otra. 7 Hombre semejante no piense que recibirá nada de Dios. 8 Es varón indeciso e inconstante en todos sus caminos.

El pensamiento expresado en el v.4, sobre la posibilidad de que a los cristianos les pueda faltar alguna cosa, tal vez haya inducido al autor sagrado a hablar de la sabiduría como medio para obtener lo que puede faltar. Si alguno de vosotros se halla falto de sabiduría, pídala a Dios. y le será otorgada (v.5). Esta sabiduría no es la que buscaban los griegos, fruto de la ciencia y de la filosofía profanas51, ni tampoco la sabiduría de orden dogmático que San Pablo predica a los perfectos 52, sino más bien la sabiduría práctica, que permite apreciar las cosas y los sucesos en su justo valor, en conformidad con la ley divina, y en el caso presente enseña a saber sufrir 53.
Santiago reproduce más o menos la enseñanza moral de los libros Sapienciales sobre la sabiduría. En nuestra epístola, la doctrina de la sabiduría conserva todavía su carácter viejotestamentario 54. Como en Job 55, se insiste en la necesidad de la sabiduría para comprender la razón de ser de las tribulaciones. El principio de esta sabiduría es el temor de Dios 56.
La teología de la sabiduría es desarrollada en otros libros del Nuevo Testamento, sobre todo en San Pablo. Revelada por Cristo, viene a ser, en cada uno de nosotros, un don del Espíritu Santo 57 y un fruto de la oración58. Tiene por objeto el Misterio de Dios 59 y es la que guía al fiel en la vida 60. Lo que la distingue de la sabiduría mundana según San Pablo está en que juzga todo según Cristo crucificado61; porque Dios obra en el orden espiritual únicamente mediante la cruz de Cristo62, que el mundo rechaza63.
El que no posea esta sabiduría ha de pedirla a Dios, y le será dada. La oración es el gran medio para obtener de Dios cualquier gracia. Ya lo dijo Jesucristo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. 64 Dios da continuamente y a todos los hombres. Santiago seguramente debe tener presente la enseñanza de Cristo acerca del Padre celestial, que hace nacer el sol sobre buenos y pecadores65. La liberalidad divina está dispuesta a socorrer a todos los hombres sin hacerse exigente. Y esto mismo ha de ser motivo para que el fiel pida la sabiduría. El término griego áðëþò puede traducirse de dos maneras: simplemente, sin condición, o también generosamente, liberalmente (Vulgata: adfluenter). La idea de generosidad se expresa de la misma manera en 2 Cor 8:2; 9:11-13; Rom 12:8. Por lo que se refiere a la expresión ìç ïíåéäßæïíôïò (Vulgata: non improperat) : sin reproche, hay que notar que el sentido es el siguiente: Dios no reprocha a los que le dirigen súplicas ni siente pesar por los beneficios ya concedidos contrariamente a los hombres, que con frecuencia parecen reprochar a los pobres la limosna que les dan. El libro del Eclesiástico recomienda varias veces no reprochar después de haber dado66. La única condición que exige Dios para dar generosamente es la oración llena de confianza 67. Pidamos como Salomón, y obtendremos, como él, la sabiduría y todos los demás bienes 68.
La oración, para ser eficaz, debe ir acompañada de la fe. Por eso dice Santiago: Pero pida con fe, sin vacilar en nada (v.6). Esta fe (ðßóôéò) no designa propiamente la virtud infusa de la fe, sino la confianza, la esperanza cierta de obtener todo lo que pedimos. Una tal confianza se funda en la promesa de Cristo, el cual ha prometido: Todo cuanto orando pidiereis, creed que lo recibiréis y se os dará69. Por eso, el hombre ha de pedir a Dios con toda su alma, sin dudar. Porque quien vacila (lit: juzga) es semejante a las olas del mar. (v.6b). Santiago pone aquí en guardia a los cristianos contra los espíritus críticos, que todo lo quieren juzgar y discutir. Este querer juzgarlo todo puede llevar, en el aspecto religioso, al escepticismo práctico, que mataría de raíz el espíritu de oración.
Santiago ilustra a continuación, mediante la imagen de las olas del mar movidas por el viento, la importancia que tiene una actitud firme en la oración. Si falta la fe dice San Agustín70 , la oración perece.; la fe es la fuente de la oración. Jesús reprochó a San Pedro, cuando estaba para sumergirse en medio de las olas encrespadas del mar, su poca fe71. La comparación tomada del mar revuelto es muy apropiada para designar al alma vacilante. En el Antiguo Testamento también se emplea la imagen del mar agitado como símbolo del alma voluble e inestable72, que nunca puede estar en reposo.
Una oración hecha en semejantes condiciones, es decir, con fe vacilante, no puede ser escuchada, porque desagrada a Dios (v.7). El hombre que vacila es porque tiene su alma dividida en sentimientos contrarios, y es sacudida por los acontecimientos como las olas por el viento. El ÜíÞñ äßøõ÷ïò varón indeciso (v.8), designa al hombre de doble alma, dividido entre dos sentimientos o dos pensamientos: por una parte espera ser escuchado, y por otra teme que Dios no le oiga73. El Antiguo Testamento también nos habla del hombre de doble corazón (beleb waleb) 74, que corresponde al äßøõ÷ïò de nuestra epístola. Rabí Tanchuma dice en su Miaras, a propósito del Deuteronomio 26:16: He aquí que la Escritura advierte a los israelitas y les dice: Cuando oréis a Dios, no debéis tener dos corazones, uno vuelto hacia Dios, y el otro hacia un objeto diferente.75 Y también es muy conocida la sentencia de nuestro Señor: Nadie puede servir a dos señores.76



El pobre y el rico ante la prueba, 1:9-11.
9 Gloríese el hermano pobre en su exaltación, 10 el rico en su humillación, porque como la flor del heno pasará, 11 Se levantó el sol con sus ardores, secóse el heno, se marchitó la flor y desapareció su belleza. Así también el rico se marchitará en sus empresas.

El autor de nuestra epístola, después del paréntesis sobre la necesidad de pedir la sabiduría para saber gozar en las tribulaciones (v.5-8), vuelve a hablar de la alegría que el cristiano debe experimentar en medio de las aflicciones de la pobreza. Y comienza con una aplicación práctica: el pobre ha de gloriarse 77, porque su condición humilde es ensalzada. El rico ha de encontrar en su propia fragilidad motivos para glorificar al Señor (v.8-10).
El hermano pobre 78 designa al cristiano humilde, modesto por su condición social, más bien que al pobre en bienes de fortuna. Viene a ser como el continuador de los Anawim, de los cuales nos habla el Antiguo Testamento y anuncia su exaltación 79. El estado humilde que ocupan en la Iglesia les confiere en ella una dignidad que basta para consolarles en su miseria, porque de este modo cumplen la bienaventuranza: Bienaventurados los pobres de espíritu 80, y se asemejan más a su Maestro divino.
La exaltación del pobre no se refiere aquí a un cambio brusco de fortuna, como el que nos cuenta el final del libro de Job; ni tampoco a la recompensa sobrenatural en la otra vida de esto nos hablará en el v.12 , sino al estado actual del humilde, en cuanto que es una perfección moral, consecuencia de las pruebas y de la posesión de la sabiduría. La exaltación de los humildes formaba parte del programa mesiánico 81, El cristiano ha de regocijarse a causa de su dignidad de hijo de Dios, de hermano de Cristo, de heredero del reino de los cielos. Esto le confiere tal nobleza, que bien puede gloriarse.
Santiago nos presenta a continuación una antítesis encantadora: del mismo modo que el pobre se gloría en su exaltación, así el rico ha de gloriarse en su humillación (v.10). ¿De qué humillación se trata? No parece aludir a una ruina material causada por la prueba, ni a una humillación moral, sino más bien quiere decir que el rico ha de gloriarse de su fragilidad. Los cristianos ricos de los cuales se trata aquí son invitados a complacerse, a buscar motivos de confianza y alegría, no en sus bienes terrenos, sino en el pensamiento de su fragilidad y de la caducidad de las riquezas 82. Porque el rico con sus riquezas pasará como la flor del heno (v.10), es decir, será pronto despojado de sus riquezas por la muerte, del mismo modo que la hierba pierde en seguida su belleza 83. Esta imagen está tomada de Is 40:6-8, en donde también se habla de la caducidad de la belleza de la flor 84.
La idea que aflora de la comparación de todos estos textos es la de la caducidad y vanidad de las ventajas humanas, es decir, aquí de las riquezas.
Algunos autores, sin embargo, piensan que en este pasaje se habla del rico en general, cristiano o no cristiano. En cuyo caso nuestro autor diría con severa ironía: Que se gloríe el rico en sus riquezas, pues son cosas efímeras, que pasarán como flor de hierba (San Beda, Ceulemans, etc.). Así interpreta también este versículo el P. Teófilo García de Orbiso 85, el cual añade que no se da el nombre de hermano al rico, ya que se trataría de uno que o no es cristiano o es un mal cristiano.
A continuación (v.11) el autor sagrado explica y desarrolla la idea contenida en el v.10. Se trata de un fenómeno corriente en Palestina: el viento caliente del desierto, que sopla de la parte oriental, seca y abrasa toda vegetación. El término griego êáýóùí (Vulga-ta: ardor) puede significar bien sea calor, ardor 86, o bien viento caliente. 87 Este último sentido parece aquí el más apropiado, porque, si se refiriese al calor del sol, tendría áõôïý después de êáýóùvt 88. Además, en el texto de Is 40:6-8, al cual alude Santiago en este versículo, se habla del soplo de Yahvé (ruah qadim), que es el viento del oriente, el que seca y quema todo lo que encuentra, haciendo desaparecer su belleza 89. Esto mismo es confirmado por lo que sigue en el versículo 11 de nuestra epístola, que está tomado evidentemente de Is 40:7.
Finalmente, viene la aplicación a los ricos: asi también el rico se marchitara en sus empresas (v.11b). El rico recibe una lección útil y elevada: el fracaso de sus empresas le será provechoso. La expresión en sus empresas se podría entender en sentido moral: de la conducta, del comportamiento en la vida (cf. v.8); sin embargo, la Vulgata y Sant 4:13 parecen apoyar con fuerza el sentido literal: viajes emprendidos por asuntos comerciales, especulaciones comerciales.
El tema de la caducidad de las riquezas es frecuente en la Sagrada Escritura 9° y en la literatura clásica 91. En el Antiguo Testamento, las riquezas eran deseadas y consideradas como una bendición del cielo 92. Por eso, Job y Tobías se sienten dichosos al recuperar sus bienes 93. Santiago se eleva por encima de estas miras demasiado terrenas, y declara la prueba de la pobreza un medio ¿e perfección más elevado y un motivo que puede asegurar la salvación eterna.



La recompensa prometida a la prueba, 1:12.
12 Bienaventurado el varón que soporta la tentación, porque, probado, recibirá la corona de la vida que Dios prometió a los que le aman.

La perspectiva se ensancha en este versículo. Ya no se trata de regocijarse en la tribulación a causa del progreso moral que de ella dimana, sino a causa de la recompensa que merece. Bienaventurado el varón que soporta la tentación (v.12). Esta bienaventuranza es la traducción de la expresión hebrea (aserei ha'is 'aser,) que se lee frecuentemente en los Salmos y en los libros Sapienciales 94. En el Nuevo Testamento, si exceptuamos Rom 4:8, que cita el salmo 32:2, las bienaventuranzas son expresadas de un modo algo distinto 95. Nuestra epístola conserva, pues, la expresión propia del Antiguo Testamento 96.
El varón de condición humilde, que soporta la prueba y triunfa de ella, es beatificado. Las obras buenas, especialmente los sufrimientos soportados por amor de Dios, merecen premio delante de El. Por eso, los que tal hagan recibirán la corona de la vida eterna. Los antiguos solían llevar en las fiestas y banquetes coronas de guirnaldas, de flores o de laurel, para expresar su alegría. Posteriormente vino a ser el signo de la victoria y de la realeza. La corona en este pasaje es, por lo tanto, el símbolo de la alegría y de la dignidad, de la recompensa y de la victoria. Aquí se trata de una corona determinada y bien conocida ôïí óôÝöáíïí, con artículo : es la corona de la vida eterna, prometida a los que hayan amado a Dios sobre todas las cosas. Jesucristo había declarado bienaventurados a los pobres porque de ellos es el reino de los cielos 97. Estos participarán en el cielo de las alegrías y de la recompensa por la victoria obtenida sobre las aflicciones de este mundo. La imagen de la corona simboliza la participación de esos cristianos en el reino de Cristo, fuente de triunfo y de alegría. En este sentido nos habla San Pablo de la corona de justicia 98; San Pedro de la corona inmarcesible de la gloria, y el Apocalipsis, de la corona de la vida 100. Cristo victorioso aparece en el Apocalipsis 101 ceñido con una corona, lo mismo que la Mujer vestida de sol102, y los cristianos permanecieron fieles en las persecuciones que el Imperio romano declaró a la Iglesia. Todos ellos llevan coronas porque son vencedores y reinan con Cristo 103.
Los mártires cristianos constituyen el ejemplo más claro de la promesa anunciada por Santiago. Ellos realizaron de una manera perfecta lo que el Apocalipsis desea a la iglesia de Efeso: Sé fiel hasta la muerte, y te daré la corona de la vida104. Esta corona la prometió Dios a los que le aman (v.12b) 105.
El fiel ha de procurar ordenar todo en este mundo a la perfección, especialmente la prueba, porque de esta manera se prepara la corona de la gloria eterna. éste motivo constituirá una fuente de consuelo para los afligidos y les dará fuerzas para recibir y soportar las pruebas con alegría. Las aflicciones son un excelente medio para probar el amor verdadero para con Dios.



El Origen de la Tentación, 1:13-18.
Después de hablar de la utilidad de las pruebas para perfeccionar al hombre moralmente y obtenerle la bienaventuranza eterna, pasa ahora Santiago a instruir a los fieles sobre las tentaciones propiamente dichas.



13 Nadie en la tentación diga: Soy tentado por Dios. Porque Dios ni puede ser tentado al mal ni tienta a nadie.

Santiago no intenta dar aquí un análisis completo de la tentación, sino que recuerda simplemente, por una parte, la incompatibilidad de Dios y del mal (v.15a), y, por otra, la entera responsabilidad del pecador (v.15b-15). El autor sagrado pone en guardia al fiel que ya ha pecado, contra una excusa fácil de la falta cometida, y tal vez trate de responder a una objeción: ¿Cómo es posible que Dios, siendo bueno, nos solicita al mal? Ciertos fieles debían atribuir a Dios la causa de su propia culpabilidad 106. El libro del Eclesiástico ya había precavido a sus lectores contra el mismo error 107, y lo mismo hace el libro de los Proverbios 108.
La epístola de Santiago responde a la objeción, afirmando que nadie en la tentación diga: Soy tentado por Dios. Porque Dios no es tentador. Dios es la misma santidad, tanto en sí mismo como en sus obras, y no puede inducir al mal ni ser el origen de algún mal por consiguiente, decir que Dios tienta es contradecir lo que nosotros sabemos de El.
El verbo ðåéñÜæåéí significa tentar, impulsar al mal. Si se entiende en sentido amplio de someter a una prueba, en este caso Dios puede tentar, como vemos, por ejemplo, en el caso de Abraham 109 En este sentido decía San Agustín: Est enim tentatio adducens peccatum qua Deus neminem tentat, et est tentatio probans fidem qua et Deus tentare dignatur. 110 Sin embargo, el significado ordinario de ðåéñÜæåéí es el de impulsar al mal en sentido peyorativo, el de inducir de una manera positiva al pecado, lo cual repugna a la santidad divina. Si el Padre nuestro pide a Dios: no nos pongas en la tentación, es que la lengua y el pensamiento hebreo no suelen distinguir entre lo que Dios quiere positivamente y entre lo que Dios solamente permite. Todo lo atribuyen a Dios directamente, sin tener en cuenta las causas segundas 111. La malicia de las tentaciones es imputable al demonio, que es el padre del pecado y de la muerte 112 y el tentador por antonomasia 113.
Como confirmación de lo dicho, el autor sagrado aduce una prueba deducida de la santidad divina: Dios ni puede ser tentado al mal ni tienta a nadie (v.15). La Vulgata ha entendido la frase griega aducida en sentido activo: intentator (= non tentator) malorum. Sin embargo, todos los autores modernos la entienden en sentido pasivo: no puede ser tentado al mal, porque así se evita una tautología con lo que sigue: no tienta a nadie. El autor sagrado quiere decir que, por el hecho de ser Dios santo, es incapaz de querer el mal, y tampoco puede ser tentado de tentarnos a nosotros, es decir, de inducirnos al mal.



14 Cada uno es tentado por sus propias concupiscencias, que le atraen y seducen. 15 Luego la concupiscencia, cuando ha concebido, pare el pecado, y el pecado, una vez consumado, engendra la muerte.

Al argumento metafísico, deducido de la santidad de Dios (v.13), Santiago añade otro argumento psicológico, tomado de nuestra experiencia personal. El pecador tiene conciencia de que la fuente del mal y del pecado está en el fondo del corazón humano. La verdadera causa de la tentación al mal es la propia concupiscencia, is decir, aquella perversa inclinación al mal que es causada en el hombre por el pecado original, la cual permanece en el hombre incluso después del bautismo 114. Aunque la concupiscencia no es pecado, sin embargo, proviene del pecado y arrastra al pecado 115 Santiago conoce dice el P. Teófilo García de Orbiso otras fuentes de la tentación: el mundo y el demonio, contra los cuales previene a los fieles (1:27; 4:4-7). Pero aquí habla de la causa próxima e íntima de la concupiscencia mala que se encuentra en toda tentación, y a la que vienen a reducirse tanto el mundo como el demonio en cuanto que sólo por medio de ella pueden obrar en la voluntad humana. 116
La concupiscencia atrae y seduce al hombre 117 como una mujer de mala vida, la cual con sus artes trata de seducir a los hombres 118. El autor sagrado posiblemente tenía en su mente la imagen de la cortesana. En cuyo caso habría perfecta continuidad entre el v.14 y 15. La concupiscencia es personificada en el v.15 como una meretriz que seduce, concibe y pare. De este modo, Santiago describe plásticamente el proceso de la tentación, que de la sugestión pasa al placer, al consentimiento y a los efectos del pecado 119. Se trata del pecado totalmente desarrollado, que después de su nacimiento crece y, cuando llega a su pleno desarrollo, produce su fruto. El fruto del pecado consumado es la muerte: la muerte espiritual del alma, que es privada de la gracia, y la muerte eterna en el infierno para el que no se arrepienta. San Agustín tiene también este bello pensamiento: Si peccatum non times, time quod perducit peccatum. Dulce est peccatum sed amara est mors. Ipsa est infelicitas hominum: propter quod peccant, morientes hic dimittunt et ipsa peccata secum portant. 120
El proceso y el resultado de la tentación consentida forman contraste con el proceso y el resultado de las pruebas soportadas por amor de Dios. Las pruebas purifican la fe; la fe produce la paciencia; la paciencia, la perfección, y la perfección es recompensada en el cielo. Por el contrario, la concupiscencia es causa de la tentación, ésta engendra el pecado, y el pecado la muerte. Estío observa, contra Lutero y Calvino, que en nuestro versículo la concupiscencia es bien distinta del pecado, como enseña el concilio Tridentino 121. Ciertos autores ven en el v.15 expresada la distinción entre pecados graves y leves. Sin embargo, creemos que en este versículo se trata únicamente del pecado grave, que es el que causa la muerte del alma.



De Dios proceden todos los bienes, 1:16-18.
16 No os engañéis, hermanos míos carísimos. 17 Todo buen don y toda dádiva perfecta viene de arriba, desciende del Padre de las luces, en el cual no se da mudanza ni sombra de alteración. 18 De su propia voluntad nos engendró por la palabra de la verdad, para que seamos como primicias de sus criaturas.

El autor sagrado vuelve como a coger el hilo de la argumentación del v.13, para poner de manifiesto la bondad inmutable de Dios. No os engañéis, hermanos míos carísimos, porque de Dios no proviene ninguna clase de mal, sino toda clase de bienes. El v.17 precisa de una manera sintética los bienes que proceden de Dios: Todo buen don (äüóéâ) y toda dadiva (äþñçìá) perfecta viene de arriba. El término äüóéò designa, bien sea el acto de dar o bien el don mismo. Aquí es preferible el significado de don, por el paralelismo con äþñçìá, el cual significa también don, dadiva 122. La epístola no determina qué dones son éstos, sino que se coloca en un punto de vista general. Se podrían incluir en el término gracia, tomado en sentido amplio.
Todos estos dones descienden del Padre de las luces (v.17b). Aquí se toma Padre en el sentido de creador, de autor de una cosa. En el mismo sentido, San Pablo llama a Dios Padre de las misericordias 123, Padre de la gloria 124. Las luces designan los astros 125. La idea de Dios creador y señor de los astros es frecuente en la Biblia 126. Bendito sea el Señor nuestro Dios, que ha formado los astros, dice la oración judía del Sema. La expresión Dios Padre de las luces ha de entenderse aquí, ante todo, en sentido propio, pero no se excluye antes bien, parece insinuado por la antítesis con Üôôïóêßáóìá sombra el sentido alegórico. Dios, que ha sido el Creador de las lumbreras celestes y en el que no existe sombra alguna, es la luz y la fuente de toda luz moral 127. De El sólo pueden proceder los bienes y la felicidad.
Santiago continúa inspirándose en el lenguaje astronómico. Por eso añade: En el cual (en Dios) no se da mudanza 128 ni sombra de alteración (v.17c). El autor sagrado parece referirse al eclipse (Üðïóêßáóìá) ï al oscurecimiento debido al movimiento sideral de los astros. Dios, en cuanto que es la fuente de toda luz y Creador de todos los astros, no conoce ninguna variación ni está sometido a ninguno de los eclipses de los astros. Su luz es siempre la misma; es decir, en Dios no hay ninguna imperfección. Esta inmutabilidad de Dios es expresada en el Antiguo Testamento contraponiéndola a las mutaciones de los astros. De Dios sólo proceden las cosas buenas; por eso, atribuir a Dios la solicitación al mal es una verdadera blasfemia.
Una prueba de la bondad divina es nuestra regeneración. Dios es verdaderamente Padre para nosotros, pues por su propia voluntad nos engendró (v.18). Es decir, nos dio la vida de una manera puramente gratuita 129 y sin mérito alguno por nuestra parte 13°. Mas no sólo nos infundió la vida natural, sino sobre todo la vida sobrenatural, que nos comunicó mediante la gracia santificante, constituyéndonos verdaderos hijos suyos 131. Se trata, por consiguiente, del nacimiento sobrenatural de los cristianos, especialmente de los judíos convertidos, a los cuales va dirigida la epístola. Esta regeneración espiritual era operada por el bautismo, al que seguramente se alude aquí132. El autor sagrado ve en la vocación cristiana una nueva creación, a la manera de San Pablo 133 y de San Juan 134.
La metáfora del nacimiento espiritual se encuentra ya en Deut 32:18, en donde se habla de Israel en sentido colectivo, a quien Dios formó y engendró. Los autores del Nuevo Testamento han aplicado las imágenes de nacimiento, regeneración, filiación, directamente a los individuos, y las han trasladado al orden sobrenatural. La idea de un nuevo nacimiento aplicada al ingreso en la Iglesia se encuentra varias veces en el Nuevo Testamento 135.
¿Cómo se realizó el nacimiento espiritual? Por la palabra de la verdad, es decir, por medio de la predicación del Evangelio. San Pablo dice también en este sentido: Vosotros, que escuchasteis la palabra de la verdad, el Evangelio de nuestra salud.136 Y en la primera a los Corintios 137 afirma aún con mayor fuerza: Yo fui quien os engendró en Cristo por el Evangelio. Lo mismo enseña San Pedro: Dios, por su gran misericordia, nos reengendró a una viva esperanza. 138 Y poco después añade: Fuisteis engendrados, no de semilla corruptible, sino incorruptible, por la palabra viva y permanente de Dios. 139
La palabra de la verdad designa la Ley mosaica en el salmo 119:43. En San Pablo, la palabra de la verdad, con el artículo, es la revelación cristiana 140. En nuestro texto es el Evangelio. Pero no sólo en tanto que es predicado, sino también como operación poderosa y eficaz de Dios. La Palabra de Dios se considera en la Biblia como la ejecutora de su voluntad 141.
Los cristianos, a los que se dirige Santiago, fueron regenerados vara que fuesen como primicias de sus criaturas. El pronombre indefinido ôßíá sirve para suavizar un término que, yendo solo, parecería demasiado categórico 142. De ahí que se pueda traducir por como, en cierto modo. El término primicias no ha de ser entendido en el sentido de la antigua ceremonia judía, según la cual se ofrecían en el templo los primeros frutos, con el fin de reconocer la soberanía de Dios sobre toda la cosecha y poder después disponer libremente del resto 143. El sentido que tiene aquí es más bien el que ya tiene en otros lugares de la Sagrada Escritura, en donde significa simplemente lo que viene antes de la masa: Israel, que se acercó a Dios antes que las naciones 144; los corintios se convirtieron antes que el resto de la Acaya 145. Del mismo modo, los cristianos, a los que va dirigida nuestra epístola, fueron los primeros en convertirse a la fe de Cristo 146 y son, en consecuencia, como las primicias de todas las criaturas. Por eso mismo, San Pablo compara los cristianos a las primicias en Rom 16:5; 1 Cor 16:15. Otros autores, sin embargo, entienden primicias en el sentido de la parte mejor de una cosa. Los cristianos serían la parte más noble y digna de toda la creación a causa de su dignidad de hijos de Dios 147.




Deberes Respecto de la Palabra de Dios, 1:19-27.

19 Sabéis, hermanos míos carísimos, que todo hombre debe ser pronto para escuchar, tardo para hablar, tardo para airarse, 20 porque la cólera del hombre no obra la justicia de Dios. 21 Por esto, deponiendo toda sordidez y todo resto de maldad, recibid con mansedumbre la palabra injerta en vosotros, capaz de salvar vuestras almas.

Después que Santiago ha hablado de la Palabra de Dios, pasa ahora a indicar los deberes principales del hombre para con esa Palabra. En primer lugar hay que saber escucharla. El Evangelio exige nuestra cooperación. La expresión sabéis corresponde al griego éóôÝ forma clásica en lugar de la helenística ïúäáôå, que es más común , que es la lección de los mejores códices (BSAC, Vulgata, Bohaírica). Para algunos autores sería un imperativo 148; para otros, con más razón a nuestro entender, sería más bien un indicativo que recuerda cosas ya conocidas de los lectores 149. De hecho, todo lo que sigue se encuentra sustancialmente en los Proverbios 150, en el Eclesiastés 151, en el Eclesiástico 152 y en las máximas de los autores profanos 153.
Santiago llama a sus lectores hermanos míos carísimos. Es una expresión de ternura con la que suele comenzar un nuevo argumento 154. Por eso aquí comienza también un nuevo período.
Todo hombre dice nuestra epístola debe ser pronto para escuchar, tardo para hablar (v.19). Esta máxima, que es inculcada en los libros Sapienciales y en la sabiduría de todos los pueblos, ha de cumplirse de un modo especial cuando se trata de escuchar la Palabra de Dios, bien sea en las asambleas litúrgicas 155 o bien en otro lugar. Santiago inculca aquí una máxima que los sabios daban frecuentemente a sus discípulos en los libros Sapienciales 156. Otro tanto hacían los rabinos, como se ve por los paralelos aducidos por Strack-Billerbeck 157, y los autores paganos 158. Zenón, por ejemplo, decía: Tenemos dos orejas y una boca a fin de que escuchemos más y hablemos menos. 159
Santiago exhorta a los fieles a no querer erigirse en seguida como maestros, sino antes aprender bien y meditar profundamente la Palabra de Dios.
El cristiano ha de ser también tardo para hablar, porque de la lengua locuaz pueden provenir muchos males morales 160. Además, este consejo es una norma de prudencia, pues así se evita la nota de locuacidad y el desprecio de los hombres sensatos.
A continuación añade el autor sagrado que el hombre ha de ser tardo para airarse. Santiago seguramente habla aquí de la cólera, porque ésta lleva a interrumpir la enseñanza, turba las ideas y da libre curso a palabras desordenadas. La misma asociación de ideas la encontramos en Luciano 161. También los libros Sapienciales recomiendan ser lentos en la cólera 162; y lo mismo hacen los filósofos 163. En el v.20, Santiago da la razón de por qué el hombre ha de ser lento en la cólera: porque ésta no obra la justicia de Dios. El que quiere instruir con fruto a los demás ha de escuchar con paciencia y hablar sin cólera 164. Además, el que está irritado no realiza la justicia que Dios quiere, es decir, no está en condiciones de hacer lo que es justo y santo delante de Dios. Para nuestro autor, como para Jesucristo 165, la justicia de Dios es la conducta virtuosa y meritoria delante de Dios. Para San Pablo, en cambio, la justicia es la santidad de Dios, la gracia santificante comunicada al hombre 166. Otro indicio de que nuestra epístola es anterior a los escritos paulinos.
Una vez puesto el principio (v.19), el autor sagrado pasa a la consecuencia: para cooperar eficazmente con la Palabra de Dios, con el Evangelio, y serle dóciles, es necesario renunciar al mal y a todo lo que incapacita al hombre para recibir y predicar la verdad revelada. Hay que suprimir ante todo los obstáculos, deponiendo toda sordidez y todo resto de maldad (v.21). Hay que renunciar no sólo al vicio, a toda mancha moral, sino también a toda manifestación externa a todo resto de maldad , como la cólera, etc. El sentido de ôôåñéóóåßá es controvertido. En otros lugares del Nuevo Testamento 167 tiene el sentido de abundancia, que es conservado en nuestro pasaje por la Vulgata: abundantiam. Sin embargo, en el contexto presente es difícil conservar esta significación, pues no se condena la abundancia del mal, sino el mismo mal168. Por eso traducimos ese término por todo resto de maldad.
El autor sagrado quiere que los cristianos aparten los obstáculos para recibir la Palabra con dulzura, con mansedumbre; la palabra injerta (Ý'ìöíôïâ) en vosotros (v.21b). El término griego åìöõôïâ, en los clásicos significa propiamente innato, natural, enraizado. En el contexto presente conviene mejor el sentido de injertado, enraizado dentro, plantado dentro. Se trata del Evangelio, de la palabra de la verdad 169, que nos engendra a una nueva vida. Yahvé había dicho por el profeta Jeremías que en los tiempos mesiánicos escribiría su ley en los corazones 170. Esta Palabra es capaz de salvar vuestras almas, es decir, de regenerarlas con un nacimiento sobrenatural mediante la infusión de la gracia santificante 171. En esta regeneración, el hombre no puede comportarse de un modo meramente pasivo, sino que ha de cooperar con la acción divina, desechando toda malicia y revistiéndose de mansedumbre para recibir en su corazón la Palabra de Dios de una manera cada día más plena 172.
Recibir la Palabra es una expresión bíblica 173. No se trata aquí de recibirla por primera vez, sino de comprenderla mejor, de obedecerla mejor. Santiago expresa en este texto claramente la fuerza salvífica del Evangelio, de la que dice San Pablo: No me avergüenzo del Evangelio, que es poder de Dios para la salud de todo el que cree.174



22 Ponedla en práctica y no os contentéis sólo con oírla, que os engañaría; 23 pues quien se contente con sólo oír la palabra, sin practicarla, será semejante al varón que contempla en un espejo su rostro, 24 y, apenas se contempla, se va y al instante se olvida de cómo era; 25 mientras que quien atentamente considera la ley perfecta, la de la libertad, ajustándose a ella, no como oyente olvidadizo, sino como cumplidor, éste será bienaventurado por sus obras.

El Evangelio exige no solamente que se le escuche, sino que también requiere la cooperación de la voluntad del hombre con el fin de que resulte eficaz en orden a la salvación. No basta con aceptarlo; es necesario practicarlo. La fe ha de ir acompañada de las buenas obras. De este modo, el autor sagrado preanuncia uno de los grandes temas de la epístola: la cuestión de la fe y de las obras 175.
La necesidad de poner en práctica la Palabra de Dios es recalcada por el mismo Jesús en varias ocasiones 176. Cristo llama necio al hombre que escucha sus palabras y no las pone en práctica 177. También San Pablo enseña lo mismo, empleando expresiones casi idénticas a las de Santiago: No son justos ante Dios los que oyen la Ley, sino los cumplidores de la Ley; ésos serán declarados justos178. Esta idea es inculcada frecuentemente en el Antiguo Testamento 179.
Los ambientes judíos a los que se dirige nuestra epístola tenían gran necesidad de que se les recordase este principio 180. Por el hecho de considerarse hijos de Abraham se creían muy por encima de los demás hombres.
En los v.23-24, Santiago explica mediante una bella imagen lo que acaba de decir. Lo mismo que un hombre que se mira al espejo con negligencia no se acuerda después de las manchas que tenía en el rostro, para hacerlas desaparecer, así sucede al hombre que se contenta sólo con oír la palabra del Evangelio sin ponerla en práctica.
Los espejos de los antiguos eran un disco de plata o de una aleación de cobre y estaño pulimentado. Aunque no eran muy perfectos, se podían ver en ellos las manchas o deformidades del rostro. En este texto de Santiago se inspiraron los Padres cuando consideran la Sagrada Escritura como un espejo en el que se ve el cristiano. Scriptura sacra mentís oculis quasi quoddam speculum opponitur dice San Gregorio Magno ut interna nostra facies in ipsa videa-tur; ibi etenim foeda, ibi pulchra nostra cognoscimus: ibi sentimus quantum proficimus, ibi a profectu quan longe distamos. 181
Pero el autor sagrado no se detiene aquí, sino que opone al transgresor de la ley el que la observa: quien atentamente considera la ley perfecta., ajustándose a ella., sera bienaventurado por sus obras (v.25). El Evangelio es presentado como un espejo sobre el cual se inclina el fiel (ðáñáêýøáò) 182 para ver si su conducta es conforme con las exigencias cristianas. El considerar la Palabra divina, no de un modo olvidadizo, sino con el propósito de cumplirla, llevará al fiel a un cambio moral. El Evangelio, comparado con la Ley antigua, es llamado la ley perfecta, porque, al contrario de la Ley mosaica, conduce a la perfección, es decir, perfecciona la misma Ley mosaica 183. Además, es llamado la ley de la libertad, porque nos libra realmente de la servidumbre de la Ley mosaica, del pecado, de la muerte, y nos hace hijos de Dios184. La Ley antigua era, por el contrario, un yugo de esclavitud 185, impotente para borrar el pecado, y que impulsaba a los hombres a servir a Dios más con el temor que con el amor 186.
Santiago no habla directamente de la libertad de las observancias legales. La controversia con los judaizantes no parece que existiese todavía cuando fue escrita la epístola. Más tarde San Pablo hablará de la libertad de los cristianos, por la cual no están sometidos a la Ley mosaica. Pero el punto de vista de San Pablo es bastante diverso del de Santiago. Para el Apóstol de los Gentiles, la libertad es una prerrogativa del Evangelio 187.
El que cumple y vive continuamente conforme al Evangelio, vivirá feliz a causa de su buena conducta, porque está en paz con Dios y con su prójimo. También aquí tenemos un eco de la enseñanza de Cristo: Dichosos los que oyen la palabra de Dios y la guardan. 188 Esta bienaventuranza está ya presente en el testimonio de una buena conciencia, en el aumento de la gracia y de los méritos. Sin embargo, Santiago mira a la bienaventuranza eterna: éste sera bienaventurado por sus obras (v.25). El Antiguo Testamento proclama con frecuencia feliz al que cumple la Ley 189. Pero si la felicidad que desea el Antiguo Testamento no sobrepasa la felicidad terrena, Santiago se eleva mucho más alto. Para él la felicidad es la corona de vida que Dios prometió a los que le aman.



26 Si alguno cree ser religioso y no refrena su lengua, se engaña, porque su religión es vana. 27 La religión pura e inmaculada ante Dios Padre es visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones y conservarse sin mancha en este mundo.

En estos versículos, el autor sagrado hace una aplicación del principio enunciado en el v.22. Santiago afirma que sería una ilusión engañosa el creerse religioso (3ñçóêüâ) cuando se reduce la religión a demostraciones puramente exteriores 190. Buenas son las manifestaciones exteriores del culto. Pero pueden hacerse inútiles por la indisciplina de la lengua, porque la lengua nos puede hacer pecar de muy diversas maneras 191. Si se quiere ser verdaderamente piadoso, religioso, hay que refrenarse, y refrenarse en este punto. De lo contrario, su religión resultaría vana.
Los judíos tenían tendencia a descuidar los deberes esenciales de la religión y a preocuparse demasiado de la parte exterior de la religión. Los profetas habían predicado con frecuencia que lo que agradaba a Dios no era la multiplicidad de los sacrificios, sino la práctica de la misericordia y de la justicia 192. También Jesucristo reaccionó fuerte contra la religión exterior e hipócrita de los fariseos 193. La religión pura e inmaculada ante Dios Padre (v.27), es decir, la religión verdadera, no es la que se preocupa únicamente de las prácticas exteriores, sino la que ejerce la caridad y la que preserva al hombre del mundo corrompido.
Santiago enseña que es necesario practicar la caridad fraterna de una manera positiva, socorriendo misericordiosamente a los desvalidos. Cita como ejemplo a ios huérfanos y a Zas viudas, de los que se habla con frecuencia en el Antiguo Testamento 194. Jesucristo ha inculcado con su ejemplo y sus palabras la caridad para con los necesitados 195. Por eso mismo, la comunidad primitiva de Jerusalén organizó desde el primer momento la obra de ayuda a las viudas 196, que después se extendió a toda la Judea 197 y hasta las iglesias de la gentilidad 198. San Pablo practicó esta virtud organizando colectas 199 para socorrer a los pobres de Jerusalén.
Esta obra de caridad hecha por amor de Dios es un verdadero culto a la Divinidad, constituye la más auténtica religión. Por eso dice muy bien la epístola a los Hebreos: De la beneficencia y de la mutua asistencia no os olvidéis, que en tales sacrificios se complace Dios. 200
La religión auténtica exige, además, el conservarse sin mancha en este mundo. Es necesario luchar contra las tentaciones, las atracciones pecaminosas de este mundo, para mantenerse puro. Porque la pureza de vida conservada por amor de Dios es un verdadero acto de culto. Mundo, en nuestro texto, se toma en sentido antropológico, no cosmológico, y designa a los hombres considerados bajo el imperio del mal, o bien el reino del pecado con sus doctrinas y sus ejemplos malos, de los cuales hay que preservarse.
Por el Evangelio sabemos que los fariseos atribuían una importancia primordial a los ritos tradicionales, a las abluciones, a los ayunos, décimas., en detrimento de muchos de los preceptos del Detoffo o de la caridad 201. Entre los convertidos del judaísmo debía de persistir en parte ese espíritu formalístico, contra el cual se levanta Santiago.

1 Según una etimología popular, vendría de 'aqebh = talón, haciendo referencia a lo Que se dice en Gen 25:26. Sin embargo, en Gen 27:36 se le deriva de la raíz 'aqabh = suplantar, engañar. Estas etimologías populares describen al personaje según alguna característica suya propia. 2 Cf, Sal 34:23 3 Act 4:29; 16:17. 4 Ap 1:1 5 Rom 1:1; Tit 1:1. 6 de ambroggi, o.c. p.24. 7 Cf. 1 Tes 1:1; 2 Tes 1:15; Gal 1:3. 8 Act 2:32-36; Flp 2:9-11; Heb 5:7-10. 9 Cf. L. Cerfaux, Le titrede Kyrios et la dignité royale de Jesús: RSPT 6 (1922) 40-71; 7 (1923) 125-153; Bousset, Kyrios Christos (Góttingen 1913), sostiene que los cristianos tomaron el título de Señor del mundo helénico. 10 Cf. Jer 15:7; Sal 147:2; Jdt 5:19. 11 Cf. Gal 3:7-9; 6:16; 1 Pe 2:9-19. 12 Cf. Deissmann, Bibelstudien (Berlín 1895) p.20Q-216. 13 1 Mac 10:25; 12:6; 2 Mac 1:1. 14 Act 15:23; 23:26. 15 Rom 1:7; 1 Cor 1:3; 2 Cor 1:2. 16 1 Pe 1:2; 2 Pe 1:2. 17 Entre los ostrakas encontrados en Lakis en el año 1935, que pertenecen a la última época del reino de Judá (590-585 a. C.), varios de ellos comienzan el saludo con esta frase: Cf. E. Vogt, Epistulae ultimi temporis regn. luda in Lakis inventae: VD 17 (193?) 180-185; Teófilo García De Orbiso, o.c. p.79 nota 6. 18 Sant 1:16.19; 2:1.5.14; 3:1.10.12; 4:11; 5:7.95. 19 Cf. Lev 19:18; 25:46; Dt 15:3. 21 L,c 10:30-37. 20 Cf. Mt 23:9 22 Gal 3:26.28; cf. Rom 10:12; 1 Cor 12:13. 23 El término ôôáóáí tiene aquí el sentido del latín summus, significando el máximum de la cosa indicada (cf. P. abel, Grammaire du grec biblique [París 1927] p.129). 24 Mt 5:11. 25 Mt 5:12. 26 Rom 5:3-4. Cf. W. Nauck, Freude in Leiden: ZNTW 46 Ü954) 68-80. 27 8:18. 28 Act 5:41. 29 1 Pe 2:19 30 Salm 3?; 39; 49; 73- 31 El verbo ðåñéðßðôù indica el carácter externo y tal vez inesperado de la prueba. Generalmente significa un encuentro desagradable (cf. Le 10:30): se choca contra la prueba como contra un obstáculo (cf. 2 Mac 4:10). 32 Cf. Sant 2:6. 44 Eclo 2:1-6. 33 Cf. Teófilo García De Orbiso, De tentationibus in epistula lacobi: VD 16 (1936) 209-216; id., De origine et effectu tentationum (lac 1:13-15): VD 16 (1936) 305-311; de ambroggi o.c. p.26. 34 El término ôï äïêßìéïV = la prueba, empleado también en 1 Pe 1:7, lo consideramos como un sustantivo más bien que como un adjetivo, designando el acto de probar y no la calidad de lo que es probado. 35 Cf. Mt 24:13; Le 8:15; 21:19; Rom 5:4. 36 Cf. 2Ma_6:18ss; 7:1ss. 37 2 Cor 12:12. 38 2 Cor 6:4; 1 Tim 6:11; 2 Tim 3:10; Tit 2:2. . 39 S,3s. 40 2 Tes 3:5. 41 Col 1:24. Cf. Charue,o.c.p.395;G.Spicq: ÕðïìïíÞ,Patientia:RSPT19(1930)95-106; fcTo. Tomás, Summa Theologica 2-2 q.136, a.6. 42 Teófilo García De Orbiso, o.c. p.8s. 43 job 36:1-16. 44. Cf. J. Chaine, o.c. p.ys. 45 Sant 1:12. 46 Mt 5:4.10-12; Le 6:23 47 R. Leconte, o.c. p.27. 48 El griego ïëüêëçñïé significa completos, intactos. Pero aquí el término tiene una significación moral: irreprochables. 49 Mt 5:48. 50 teófilo garcía de orbiso, o.c. p.86. 51 1 Cor 1:21ss. 52 1 Cor 2:6. 53 J. Chaine, o.c. p.8. En el libro de la Sabiduría (c.q) se pide también a Dios la sabiduría para obrar sabiamente. 54 Cf. Prov 2:6; Eclo 1:1; Sab 7:17; 8:21; 9:4. 55 28.12SS. 56 Prov 1:7. 57 1 Cor 2:12-16. 61 1 Cor 1:18-25; 2:5.12-13; 3:18-20. 59 Ef 1:7-10; 3:8-14. 60 Ef 5:15-16.. 61 Ef 1:17. 62 1 Cor 1:17-24.26.31. 63 A. Charue, o.c. p.396; De Ambroggi, o.c. p.28. 64 Mt 7:7. 65 Mt 5:45. 66 Eclo 18:15-18; 20:1455. 67 Mt 21:22; Mc 11:24. 68 1 Re3:11s. 69 Mc 11.24. 70 San Agustín, Serm. 15. 71 Mt 14:31. 72 Cf. Jer 49:23; Is 57:20. 73 El v.8 se ha de considerar como formando un todo con el precedente, aunque la Vulgata y Nácar-Colunga los separen con un punto y la Vulgata haya añadido est para dar sentido independiente al v.8. 74 Sal 12:3; 1 Crón 12:33; Eclo 1:28; 2:12-14. 75 H. Strack-P. Billerbeck, Kommentar zum Neuen Testament aus Talmud und Midrasch vol.3 p.751. 76 Mt 6:24. Cf. J. F. óscar Seitz, Antecedents and Signification of the Term dipsyjos; JBL (1947) 211-219. 77 Êáõ÷Üóèù implica no sólo la idea de gloriarse, sino también la de saber discernir las erdaderas realidades espirituales y complacerse en ellas. Cf. Jer 9:225; 1 Cor 1:31. Véase J. M. La expresión ó ôáðåéíüò, que corresponde al hebreo 'ani o 'anaw, Is 11:4; 14:32. 78 Lc 1:52. 79 Cf.1 Sam 2:73; 80 Sal 72:4.12; 81 Cf. Is 11:3-4; 61:1-2; Jer 23-26. Mt 5:3. 82 a. Charue, o.c. p-397. 83 Cf. Job 14:2; Sal 37:2. 84 Cf. 1 Pe 1:248. 85 O.C. p.99. 86 Gen 31:40; Mt 20:12. 87 Os 12:2; Ez 17:10; Jon 4:8. 88 El áýôïà es añadido por los mss.88,g15 ff(=Corbeiensis) y la versión sir. Pesitta. 89 El término åõðñÝðåéá designa la bella apariencia, la belleza;ðñüóùðïí, con el sentido derivado del hebreo panim, significa la superficie de una cosa, el aspecto exterior, las apariencias. 90 Cf. i Sam 2:5.7; Job 24:24; 27:13-23; Sal 49:16-20; Eclo 11:20; Sab 5:8-9; Mt 6:19; Lc 12:16-21; 16:19-31. 91 Hesíodo, O. etj. 5; Eurípides, Troad. 610-611. 92 Eclo 11:14. 93 Acerca de la función pedagógica de los bienes temporales en el A. T., véase I. Tell, (-m oggeííi e ¿ motivi della fiducia in Dio nella pieta del Salterio: Scuola Cattolica 70 (1942) 94 8-55-Icp9-129.281-302.348-365.415-427. 95 bal 1:1; 32:2; 34:9; Job 5:17; Eclo 14:1:22. 96 Cf. Mt 5:3-11; 16:17; Lc 1:45; Jn 20:29; 1 Pe 3:14; Ap 1:3. 97 Mt 5:3. 98 2 Tim 4:8. 99 1 Pe 5:4. 100 Ap 2:10. 101 Ap 4:2; 14:14; 19:12. 102 Ap 12:1. 103 Ap 2:10; 3:11. Cf. A. Charue, o.c. p.398. 104 Ap 2:10. 105 El verbo åðçããåßëáôï = prometió, no tiene sujeto en los códices BSA 323 81, P~3 2Cr_794:206, ff, armena y copta. Otros códices ( 2Cr_1175:547 2Cr_1852:255 ps vg) añaden ü Èåüâ; y algunos otros (P y la familia K) se inclinan por (ó) Kúpioâ. La lección mejor es, sin duda, la que no expresa el sujeto, ya que era costumbre entre los judíos evitar, en lo posible, el nombre de Dios cuando podía ser sobrentendido. 106 Cf. 1 Cor 10:13. 107 Eclo 15:11-20. 108 Prov 19:3. 109 Gen 22:15s; Heb 11:17. 110 Serm. 71:10: PL 38:453. 111 Cf. 2 Sam 24:1. Sin embargo, la teología posterior del libro 1 Crón 21: 0 corrige el Gen 22:1: no fue Dios el que tentó a Abraham, sino el demonio Mastema. ise también Eclo 15:11-20. Cf. A. Charue, o.c. p.399. 112 Sab2:24. 113 1 Tes 3:5; cf. Mt 4:1. Véase san beda, PL 93:14. 114 Rom 1:24; 6:23; 7:7s; Jn 8:44. 115 Cf. Conc. Tridentino, ses.5 can.5: D 792. 116 Teófilo García De Orbiso, o.c. p.95. 117 Los dos participios åîåëêüìåíïâ y äåëåáæüìåíïâ representan al hombre en el momento en que bajo el influjo de la concupiscencia camina hacia el pecado. Estos términos están tomados del arte de cazar y de pescar. El primero significa, en sentido propio, la acción con la que los cazadores tratan de atraer los animales para sacarlos de sus escondites. El segundo se dice de los peces, que son seducidos por el cebo. 118 Prov7. 119 San Justino (Dial con Trfón 100:55) emplea, en el mismo sentido metafórico que nuestra epístola, los términos óõëëáìâÜíù y ôßêôù: Eva concibió de la serpiente el pensamiento y parió el pecado y la muerte. 120 Serm. 58:8: PL 38:398 121 Ses.5 can.s: D 792. Cf. De Ambroggi, o.c. p.32; J. Chaine, o.c. p.22. 122 Es usado sólo aquí y en Rom 5:16, en donde se aplica a la redención. Dudan los autores sobre la puntuación del fin de la frase. Algunos ponen coma después de åóôßí, como hace Nácar-Golunga. En cuyo caso lo que sigue sería una especie de aposición a lo que precede.' La Vulgata lo ha entendido así también: desursum est, descendens a Patre luminum. Esta puntuación parece conferir a la frase un ritmo más armónico. Sin embargo, la mayoría de los autores une åóôßí a lo que sigue, suponiendo una forma perifrástica, coincidiendo así con la versión de la Pesitta y de la Vetus Latina: desursum descendit. 123 2 Cor 1:3. 124 Ef 1:17. 125 Jer 4:23. 126 Gen 1:14-18; Jer 31:35; Sal 136:7; Eclo 43:1-9 127 Gf. Is 60:19; 1 Pe 2:9; 1 Jn 1:5. 128 ÐáñáëëáãÞ, término empleado en astronomía para indicar el movimiento de los astros. Hoy todas las ediciones adoptan la lección ôñïðÞâ Üðïóêßáóìá de ACKLP, Vulgata. kl códice Vaticanus (B) tiene, sin embargo: en el cual no existe ninguna mudanza proveniente del movimiento de la sombra. 129 ÂïõëçèåÀò (Vulgata: voluntarle) no se distingue ordinariamente de ÈÝëùí en el griego helenístico. Aquí designa el libre decreto de la voluntad divina. Es totalmente arbitrario el que los calvinistas se hayan servido de este texto para negar la libertad humana en las cosas de la salvación, pues esta cuestión ni siquiera está propuesta en la mente del autor. 130 Cf. Ef 1:5. 131 Cf. Jn 1:13; 1 Pe 1:3; 1 Jn 3:9. 132 Cf. Bonnetain, en DBS III col10:55. 133 2 Cor 5:17; Gal 6:15; Ef 2:10; Col 3:95. 134 Jn 1:12s; 3:3-5-8; 1 Jn 3:9; 4:7; 5:1.4.18 135 Jpe 1:3; Jn 3:3-10. 136 Ef 1:13. 137 4:15. 138 1 Pe 1:3. Cf. L. E. Elliot-Binss, James 1:18: Creation or Redemptionl: NTS (1956) 148-161; C. M. Edsman, Schopferwille und Geburt, Jac 1:18. Eine Studie zur altchris. Kosmo-logie: ZNTW 38 (1939) n-44- 139 1 pe 1:23. 140 Cf. 2 Cor 6:7; Ef 1:13; Col 1:5; 2 Tim 2:15. 141 Gen 1:3ss; Is 55:105; Sal 33:6; 107:20. 142 F. M. Abel, Grammaire du grec biblique p.145. 143 Ex 22:295; Dt 18:4. 144 Cf. Jer 2:3 según la interpretación de Filón, De spec. leg. 4:180. 145 1 Cor 16:15. 146 A. Charue, o.c. p.40i. 147 Teófilo García De Orbiso, o.c. p.102. 148 A. Charue , o.c. p.401s. 149 J. Chaine, o.c. p.27; Camerlynck, o.c. in h.l. Así lo ha entendido también la Vulgata: Scitis. 150 Eclo 5:13; 20:5-8; 151 Prov 1:55; 10:19; 13:3; 29:20. 152 O.c. IIIp.753. 153 Qf. DE Ambroggi, O.C. P-36. 5:2; 7:10. 154 cf. Sant 1:2; 2:1; 3:1. 4:29-34; 5:13; 20:5-8. 155 1 Cor 14:29. 156 13:3; 17:27; 29:20-22. 157 Cf. Aristófanes, Thesm. 177-178; 158 Luciano, Demonactis vita 51. 159 Gf. Diógenes Laercio, 7:1:23 160 Gf. v.26; 3:1-12. 161 Demonactis vita 51. 162 Prov 14:29; 16:32; 29:22. 163 Séneca, De ira; Plutarco, Cato Mi i. 164 De Ambroggi, o.c. p.56. 165 Mt 5:20; 6:23. 166 2 Cor 5:21 ; Flp 3:8-11. 157 Rom 5:17; 2 Cor 8:2; 10:15. 168 J. Chaine, o.c. p.29. 169 Cf.v.15. 170 Jer 31:33. 171 J. M. Lozano, La Palabra que salva nuestras almas (Sant 1:21). Virtud y Letras 17 (1958) 149-156. 172 Teófilo García De Orbiso, o.c. p.ios. Véanse F. Ogara, Voluntarle genuit nos verbo veritatis ut simus initium aliquod creaturae eius (lac 1:17-27): VD (1935) 150-55; L. E. el-ðïô-BiNss, James 1:21 and Ez 16:36. An Oíd Coincidence: Exp. Tim. (1954) 273. 173 Jer 9:19; Prov 2:1; Le 8:13; Act 8:14; 1 Tes 1:6; 2:13. 174 Rom 1:16; cf. Ef 1:13. 175 Sant 2:14-26. 176 Mt 7:24; 12:50; Lc 6:47-49; 8:21; Jn 13:17. 177 Mt7:26. 178 Rom 2:13. 179 Ez 33:31-32; Dtf15:5; 30:853. 180 Cf. Mt 23:35; Act 15:10; Rom 2:17-24 181 Moralia in lob 2:1: PL 75:553- 182 El verbo ôôáñáêýôôôù es empleado al hablar de San Pedro y San Juan (Le 24:12; Jua_20:5.11) cuando se inclinaron sobre el sepulcro para ver el lugar en donde habían puesto el cuerpo de Jesús. En este texto de Santiago, el verbo es empleado en sentido metafórico, refiriéndose a una intensa consideración de la mente. 183 Cf.Mts,17. 184 Gal 4:24.29; Rom 8:1-4. E. Stauffer, Das Gesete der Freíheit (Jac 1:251 2:12) in der Ordensregel von Jericho: TLZ (1952) 627-632. 185 Cf. Act 15:10; Gal 4:3s; 5:1. 186 Cf. 2 Cor 3:17. Véase M. M. Sales, o.c. p.514· 187 Rom 8:2; Gal 4:21-31. 188 Lc 11:28. 189 Sal 1:1-3; 119:15ss; Eclo 50:30. 190 El adjetivo 3ñçóêüâ es un hapax en la Biblia; pero corresponde al sustantivo Âñçóêßá, Que designa generalmente la religión considerada en sus prácticas exteriores, especialmente s de culto. 191 Cf. Sant 3:1-12. 192 Am 5:21-25; Os 6:6; Is 1:11-17; 58:3-7; Miq 6:6-8; Jer 7:21-23. 193 Mt 15:1-10; 23; Mar_7:15ss. 194 Sal 68:6; 146:9; Dt 27:19; Eclo 35:17-18. 195 Mt 25:35-46. 196 Acto. 197 Act9:39 198 1 Tim 5:3-16; cf. San Ignacio M., Ad Polycarpum 4:1; San Policarpo, Ad Philip-penses 4:3. 199 Rom 15:26; Gal 2:10; 200 1 Cor 16:1-2.116. 201 Mt 12:9-14; 15:1-6.


Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



7(I) Fórmula inicial (1,1).
Santiago: gr. Iakóbos = hebr. Ya'áqdb (sobre la identidad de Santiago, ? 2-3 supra)
el autor se aplica un titulo dado en el AT a jefes religiosos como Moisés, Abrahám, Jabob y los profetas. Señala así la base de su autoridad, en virtud de la cual va a exhortar a sus lectores, el Señor Jesucristo: La aplicación a Jesús del tí(-)tulo Kyrios, «Señor», y el estrecho empareja(-)miento de Dios y Cristo indican que el autor comparte la fe cristiana. Esto es de particular importancia a la vista de la escasez de referen(-)cias específicas a Cristo en Sant. a las doce tri(-)bus: Desde la cautividad asiría de las 10 tribus del norte, esta expresión había acabado por re(-)presentar la esperanza escatológica de la res(-)tauración de Israel. En este caso se aplica a la Iglesia cristiana como prolongación del pue(-)blo de Dios, dispersión: Véase 1 Pe 1,1. saluda: La fórmula gr. aquí utilizada (chairein) no se encuentra en ningún otro lugar del NT (salvo Hch 15,23 y 23,26), aunque era normal en el estilo epistolar helenístico (Cartas del NT, 45:6).
8(II) Exhortación inicial (1,2-18). Una serie de exhortaciones breves, ligadas más por calculadas conexiones verbales que por el con(-)cepto, introduce temas que se retomarán y se desarrollarán posteriormente en la carta.
(A) Alegría en las pruebas (1,2-4). 2. gran alegría: La palabra «alegría», chara, no sólo proporciona un vínculo verbal con el «saluda» (chairein) precedente, sino que en virtud de su posición estratégica al comienzo de la carta in(-)troduce un tono dominante de optimismo cris(-)tiano que sirve para equilibrar el tono conde(-)natorio de gran parte de la carta, hermanos míos: Sant utiliza esta forma normal de trata(-)miento cristiano (tomada del judaismo) 11 ve(-)ces, de ellas 4 con «amados», lo cual transmite una sensación de gravedad afectuosa, toda cla(-)se de pruebas: El tema de la alegría en las prue(-)bas se encuentra de manera generalizada en el NT, a partir de las «bienaventuranzas» de Jesús (Mt 5,10-12; Lc 6,20-23; Hch 5,41; Rom 5,3; 1 Tes 1,6). El tema del aguante paciente, aquí in(-)troducido brevemente, será retomado con ma(-)yor detenimiento en 5,7-11. 3. lo acendrado de vuestra fe: La imagen sobrentendida es la del oro probado y purificado al fuego (como en el AT y 1 Pe 1,7), en alusión a las pruebas o per(-)secuciones que ponían en peligro la fe. cons(-)tancia: La palabra hypomoné no supone un mero aguante pasivo, sino el espíritu activo de resistencia a la defección característico de los mártires. 4. la constancia ha de surtir todo su efecto: Lit., «tener obra perfecta». La expresión gr. es vaga, pero su intención queda aclarada por lo que sigue: «para que seáis perfectos e ín(-)tegros». Lo que se considera es el esfuerzo pre(-)sente y la consumación escatológica. El con(-)cepto de perfección es importante en Sant (aparece también en 1,17.25; 3,2), lo mismo que en el AT, en Qumrán y en otros lugares del NT. Entraña aspectos de madurez, termina(-)ción y consumación. J. Zmijewski (Christliche «Vollkommenheit» 50-78) considera que la per(-)fección es el concepto clave y principio unifi-
cador de Sant.
(Véase también B. Rigaux, NTS 4[1957-58] 237-41.248.) Los vv. 3-4 emplean el recurso estilístico del «clímax», por el cual el final de una frase tiene eco en el comienzo de la siguiente. Las semejanzas de vocabulario y pensamiento entre estos versículos y 1 Pe 1,6-7 y Rom 5,3-5 probablemente no se deben a de(-)pendencia literaria, sino a un primitivo reper(-)torio común de material parenético. (Véase Dibelius, James 74-77.)
9 (B) Oración confiada pidiendo sabi(-)duría (1,5-8). Esta sección introduce varios temas que se desarrollarán más tarde: sabidu(-)ría (3,13-18), oración (4,2-3; 5,13-18), Dios co(-)mo dador de todo bien (1,17-18), fe (2,14-26), inestabilidad (4,1-8). 5. carece de sabiduría: Prosigue el entrelazamiento verbal de senten(-)cias, pues «carece» (leipetai, 1,5) recuerda «fal(-)tos» (leipomenoi, 1,4). La conexión lógica es menos evidente, pero parece depender de te(-)mas sapienciales del AT, que conectan íntima(-)mente sabiduría, prueba mediante tribulacio(-)nes y perfección (véanse Sab 9,6; Eclo 4,17) y hacen hincapié en la necesidad de sabiduría (Sab 9,10-18). generosamente y sin echarlo en cara: Esta característica de Dios contrasta con el mezquino modo de dar reprendido en Eclo 18,15-18; 20,10-15. 6. pida con fe: El objeto im(-)plícito de esta fe es la disposición de Dios a responder a las oraciones (véase 1,5). sin vaci(-)lar: Esto probablemente depende de dichos de Jesús tales como Mt 21,21-22; Mc 11,23-24.
10 (C) Actitudes de los humildes y los ricos (1,9-11). El interés del autor por la tras(-)cendencia religiosa de la humildad y la pobre(-)za, por un lado, y de la riqueza, por el otro, mostrado en este texto por vez primera, se ma(-)nifiesta también en 1,27; 2,1-7.15-17; 4,10.13-16; 5,1-6. Es un tema dominante de la carta. Deriva de la comprensión veterotestamentaria de los pobres y oprimidos -los anawim- que son objeto de la solicitud especial de Dios y que ven en él su única esperanza de refugio en medio de la aflicción. Este tema, expuesto de manera amplia y variada en el período inter(-)testamentario, se encuentra en la LQ y en el NT, esp. en Lucas (? 43:23). Dicha solicitud in(-)cluye la condena de la opresión u olvido de los pobres, la afirmación de su exaltación real y la convicción de su vindicación escatológica. 9. La conexión de este versículo con el preceden(-)te tal vez consista en que en ambos se trata de una aplicación particular de la exhortación ge(-)neral de 1,2, y quizá también de un conoci(-)miento profundo y paradójico obtenido me(-)diante la sabiduría descrita en el v. 5. exulte: La nota de alegría del v. 2 tiene aquí un nuevo eco. Véase Rom 5,3. La base para esta exulta(-)ción se da en 2,5. 10a. el rico: El paralelismo de los vv. 9 y 10 indica que los ricos son tam(-)bién miembros de la comunidad, en su humi(-)llación: Es decir, en la naturaleza transitoria de su posición social adinerada, descrita en las frases que siguen. Desde el punto de vista de la escatología cristiana, la única esperanza del rico estriba en que se dé cuenta de su absolu(-)ta pobreza y nada ante Dios. 10b-ll. La ima(-)gen de la hierba que se agosta rápidamente -particularmente adecuada en Palestinaes muy conocida en el AT (véase Is 40,6-7; para un uso diferente, véase 1 Pe 1,24-25). en medio de sus proyectos: La palabra traducida por «proyectos» también puede significar «viajes». Véase la imagen parecida de 4,13-15.
11(D) La paciencia obtiene la corona de la vida (1,12). Este versículo forma una es(-)pecie de inclusión culminante con los vv. 2-4, haciendo con ello que la sección dé impresión de coherencia, feliz el hombre que: La forma de esta «bienaventuranza» es reflejo del AT (Sal 1,1) y los evangelios (Mt 5,3-10 par.), la corona de la vida: La corona es escatológica, pero la felicidad es una realidad presente, a los que le aman: Esta frase, que reaparece en 2,5, es tra(-)dicional en el contexto de la recompensa divi(-)na a la fidelidad (Éx 20,6; Dt 5,10; Rom 8,28; 2 Tim 4,8; en la LQ, véase 1QH 16,13). La seme(-)janza de pensamiento y expresión entre 1,2-
3,12y 1 Pe 1,6-9 y Rom 5,3-5 tal vez indique dependencia respecto a un himno cristiano primitivo, quizá procedente de la liturgia bau(-)tismal (véase M.-É. Boismard, RB 64 [1957] 162-67).
(E)La genealogía del pecado y la muer(-)te (1,13-15). 13. es Dios quien me tienta: El autor señala la antiquísima falacia de culpar de los propios pecados a Dios, en lugar de a uno mismo. Véanse Eclo 15,11-20; 1 Cor 10,13.14. por su propia concupiscencia: La tentación es causada por algo interior a la per(-)sona; sin embargo, ese algo se presenta como de alguna manera distinto de ella, porque la atrae como el cazador atrae a su presa. 15. Se pasa a la imagen de la ascendencia genealógi(-)ca. cuando ha concebido: Esto es, cuando se ha consentido en la tentación, cuando está total(-)mente desarrollado: Esto indica el destino es(-)catológico hacia el cual crece el pecado. La se(-)cuencia de concupiscencia, pecado y muerte es el equivalente negativo de otra: la de prue(-)ba, paciencia probada y corona de la vida (1,12). Este versículo se hace eco parcialmen(-)te de Sal 7,15.
12 (F) Nuestro nacimiento por la pala(-)bra de Dios (1,16-18). 17. Puesto que tal vez se esté citando un conocido proverbio poético, parece mejor (siguiendo a H. Greeven, 7Z 14 [1958] 1-13) tomar estas palabras como una sentencia completa: «Toda dádiva es buena y todo don es perfecto». Su significado sería es(-)te conocido parecer: lo que cuenta en un rega(-)lo no es su valor, sino la intención de quien lo hace. Se añade un significado más profundo al explicar la fuente de toda bondad creada: todo don viene de arriba. Padre de las luces: La ex(-)presión parece querer referirse a Dios como creador de los luminares celestes, primer ejemplo de su actividad de dar dádivas bue(-)nas. Este mismo título aparece en ApMo 36,5. oscurecimiento, efecto del cambio: A diferencia de los cuerpos celestes, cuyos movimientos se(-)gún los tiempos y estaciones se traducen en las correspondientes variaciones en la luz que emiten, su creador es inmutable; por tanto, su bondad nunca mengua. 18. por su propia vo(-)luntad: La libertad de la iniciativa divina con que Dios da a luz a sus hijos contrasta con la fuerza ciega del deseo que da a luz el pecado (w. 14-15). dio a luz: De suyo, esta expresión se puede entender en el contexto veterotestamentario de Dt 32,18. Sin embargo, una compara(-)ción del v. 18 con 1 Pe 1,23, donde el sentido es obviamente cristiano, indica que la expre(-)sión se ha de entender más bien en el sentido específicamente cristiano (como en Jn 1,12-13). No obstante, puede que se pretenda aludir igualmente a la creación. Lo mismo que la pri(-)mera creación (en Gn) tuvo lugar mediante la palabra de Dios, así sucede también con la nueva creación, con palabra de verdad: Proba(-)blemente esto hace referencia a la aceptación del mensaje evangélico. Sobre el uso de «pala(-)bra», véase el comentario a 1,21.
13 (III) Poned por obra la palabra (1,19-27). Se debe oír la palabra por la cual Dios nos dio a luz, se han de eliminar los obs(-)táculos, y la palabra se debe llevar a la prácti(-)ca con obras.
(A)La disposición correcta (1,19-21). 19. sea diligente para escuchar y tardo para ha(-)blar, tardo para la ira: Estas tres recomenda(-)ciones son de un tipo frecuente en el AT y la LQ (Eclo 5,11-13; 1QH 1,34-37). Se van a de(-)sarrollar respectivamente en 1,22-25; 3,13-18; y 1,20 + 4,1-2. tardo para hablar: Este tema se resume en 1,26 y se desarrolla con amplitud en 3,1-12. 20. Se da la razón de la última de las tres recomendaciones del v. 19. la justicia de Dios: Esto es, exigida por Dios, como en Mt 5,20; 6,33. 21. recibir... la palabra sembrada: El gr. emphytos, «implantado», «sembrado», nor(-)malmente significa «innato» -significado que parece lógicamente inadmisible en el presen(-)te contexto-. Esta siembra de la palabra se re(-)fiere más bien a la aceptación de la fe cristia(-)na en el bautismo, aceptación que incluye las exigencias éticas que dicha fe lleva apareja(-)das. El uso de «palabra» (logos) en 1,18.21-23 refleja el uso neotestamentario típico. Es la revelación salvífica de Dios, prefigurada en la palabra dada a los profetas y en la palabra que es sinónimo de ley (tora), pero plenamente ex(-)presada sólo en Cristo y el evangelio.

14(B) El precepto: poned por obra, no os contentéis simplemente con oír (1,22).
Este versículo es un acertado resumen de la carta entera. Es llamativamente parecido a Rom 2,13. El tema general de una «religión de obras», tan característico de Sant, desempeña un papel destacado en los demás escritos del NT. Véanse Mt 7,24-27 par.; Lc 8,21; 11,28. Pa(-)ra el trasfondo veterotestamentario, véanse Dt
4,5-6; 28,13-15; Ez 33,31-32. engañándoos a vosotros mismos: Para un ejemplo de este autoengaño, véase el v. 26.
(C) El símil del espejo (1,23-25). 23. en un espejo: La «palabra» es como un espejo: al exponer la conducta humana ideal, pone de manifiesto las deficiencias del oyente, lo mis(-)mo que un espejo pone de manifiesto las im(-)perfecciones o desaliño del rostro. Si quien utiliza el espejo olvida lo que ha visto, no pon(-)drá remedio a la situación -no llegará a ser al(-)guien «que pone por obra»-. 25. Una vez más Sant introduce un tema (la «ley») que también reaparecerá más tarde en 2,8-12 tratado am(-)pliamente y en 4,11 en una breve mención, ley perfecta de la libertad: Debido a la estrecha co(-)nexión de este versículo con el anterior, la «ley» (como en 2,8-12; 4,11) se ha de identifi(-)car con la «palabra» de los versículos prece(-)dentes. Sant carece de la distinción que Pablo establece entre la ley y el evangelio; más bien manifiesta afinidad con el espíritu de Mt 5,17-19 tal como se concreta en el sermón de la montaña.

Que no se refiere simplemente a la ley antigua parecen indicarlo los calificativos de «perfecta» y «de la libertad» (véase 2,12), así como la ausencia en la carta de cualquier insistencia en el cumplimiento de las prescrip(-)ciones rituales. De hecho, Sant no manifiesta ningún legalismo rígido como el que la tradi(-)ción posterior atribuye a «Santiago el Justo» (véase Eusebio, HE 2.23). 15(D) La religión auténtica (1,26-27).
En este momento se da aplicación práctica a la exhortación del v. 22. 26.pone freno a su len(-)gua: El interés por la moderación en el hablar, que ya afloró en 1,19, se desarrollará con am(-)plitud en 3,1-12. Véase también 4,11. se enga(-)ña a sí mismo: Lit., «a su propio corazón», he(-)braísmo derivado del uso de los LXX. 27. pura e inmaculada: Estas cualidades, habitualmen(-)te rituales y cultuales, son oportunamente aplicadas a la práctica de las obras exteriores de caridad y a la integridad interior. No se in(-)tenta dar aquí una definición completa de la religión, sino sólo hacer hincapié en ciertos aspectos sin los cuales su práctica no tiene sentido. (Véanse Is 58; Mt 23.) ante Dios Padre: El título se elige en vista de la solicitud pater(-)nal de Dios por viudas y huérfanos (Sal 67,6). huérfanos y viudas: Estos son los destinatarios normales de la caridad dentro de la comuni(-)dad; véanse Dt 27,19; Eclo 4,19; Hch 6,1. del mundo: Este sentido peyorativo de «mundo» (en oposición a Dios) aparece también en Pa(-)blo, 2 Pe, Jn y 1 Jn (véase BAGD 7).

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter I.

[Aske in faith.]

Wee are to reioyce vnder the Crosse, 5 To aske patience of God, 13 And in our trials not to impute our weakenesse, or sinnes vnto him, 19 but rather to hearken to the word, to meditate in it, and to doe thereafter. 26 Otherwise men may seeme, but neuer be truely religious.
1 Iames a seruant of God, and of the Lord Iesus Christ, to the twelue Tribes which are scattered abroad, greeting.
2 My brethren, count it all ioy when ye fall into diuers temptations,
3 Knowing this, that the trying of your faith worketh patience,
4 But let patience haue her perfect worke, that ye may be perfect, and entier, wanting nothing.
5 If any of you lacke wisedome, let him aske of God, that giueth to all men liberally, and vpbraideth not: and it shalbe giuen him.
6 But let him aske in faith, nothing wauering: for he that wauereth is like a waue of the sea, driuen with the wind, and tossed.
7 For let not that man thinke that he shall receiue any thing of the Lord.
8 A double minded man is vnstable in all his wayes.
9 Let the brother of low degree, [ Or, glory.] reioyce in that he is exalted:
10 But the rich, in that hee is made low: because as the floure of the grasse he shall passe away.

[God tempteth me.]

11 For the Sunne is no sooner risen with a burning heate, but it withereth the grasse; and the flowre thereof falleth, and the grace of the fashion of it perisheth: so also shall the rich man fade away in his wayes.
12 Blessed is the man that endureth temptation: for when hee is tried, hee shall receiue the crowne of life, which the Lord hath promised to them that loue him.
13 Let no man say when he is tempted, I am tempted of God: for God cannot be tempted with [ Or, euils.] euill, neither tempteth he any man.
14 But euery man is tempted, when hee is drawen away of his owne lust, and entised.
15 Then when lust hath conceiued, it bringeth forth sinne: and sinne, when it is finished, bringeth forth death.
16 Doe not erre, my beloued brethren.
17 Euery good gift, and euery perfect gift is from aboue, & commeth downe from the Father of lights, with whom is no variablenesse, neither shadow of turning.
18 Of his owne will begate hee vs, with the word of Trueth, that wee should bee a kinde of first fruites of his creatures.
19 Wherefore my beloued brethren, let euery man bee swift to heare, slow to speake, slow to wrath.
20 For the wrath of man worketh not the righteousnesse of God.
21 Wherefore lay apart all filthinesse, and superfluitie of naughtinesse, & receiue with meeknesse the engrafted word, which is able to saue your soules.
22 But be ye doers of the word, and

[Pure religion.]

not hearers onely, receiuing your owne selues.
23 For if any be a hearer of the word and not a doer, he is like vnto a man beholding his naturall face in a glasse:
24 For hee beholdeth himselfe, and goeth his way, and straightway forgetteth what maner of man he was.
25 But who so looketh into the perfect Law of libertie, and continueth therein, he being not a forgetfull hearer, but a doer of the worke, this man shall be blessed in his [ Or, doing.] deed.
26 If any man among you seeme to be religious, & bridleth not his tongue, but deceiueth his owne heart, this mans religion is vaine.
27 Pure religion and vndefiled before God and the Father, is this, to visit the fatherlesse and widowes in their affliction, and to keepe himselfe vnspotted from the world.

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Reina-Valera 1995 Notes:



[1] 1.1 Santiago: Véase Introducción.

[2] 1.1 Las doce tribus que están en la Dispersión (gr. diaspora ): expresión que, en su sentido literal, designa a los judíos que quedaron esparcidos entre las naciones después del cautiverio babilónico. Aquí abarca a los creyentes en Cristo esparcidos en el mundo, incluidos los de procedencia judía.

[3] 1.2 Pruebas: Véase 1.12-14 n.

[4] 1.3 Fe: Aquí se entiende sobre todo como constancia o fidelidad en la conducta dictada por el evangelio. En otros lugares de la epístola se usa este término con matices diferentes. Cf. Stg 1.6, y véase 2.14 n.

[5] 1.2-3 Ro 5.3-5; 1 P 1.6-7.

[6] 1.5 Stg 3.13-17; cf. 1 R 3.7-12; Pr 1--9, y véase la Introducción.

[7] 1.6 Orar con fe implica hacerlo con plena confianza en la fidelidad y bondad del Señor. Véanse Stg 1.3 n. y 2.14 n.

[8] 1.5-6 Mc 11.24; Jn 16.23-24.

[9] 1.6 Cf. Ef 4.14.

[10] 1.8 De doble ánimo: es decir, quien hoy piensa una cosa y mañana otra. Se refiere a quienes fluctúan entre dos modos contradictorios de comportarse. Este es un tema sobresaliente en Stg. (Cf. 2.4,9,10,26; 4.8; cf. también 1 R 18.21; Os 10.2.)

[11] 1.9 Cf. Jer 9.23-24; Lc 6.20.

[12] 1.9-10 El autor enseña que las diferentes condiciones sociales no crean superioridad o inferioridad dentro de las comunidades cristianas, porque estos valores no son los que cuentan ante Dios. Santiago continúa la tradición del AT y la enseñanza de Jesús (cf. Pr 22--23; Am 8.4-7; Mt 5.3,5; Lc 6.20,24).

[13] 1.10-11 Is 40.6-7; citado también en 1 P 1.24-25.

[14] 1.11 Se marchitará: Se aplica al rico la imagen de la hierba y la flor.

[15] 1.11 En todas sus empresas: Puede traducirse también en el curso de su vida.

[16] 1.12 Se usa aquí la forma literaria de la "bienaventuranza"; véase Mt 5.3-12 n.

[17] 1.12-14 La misma palabra griega traducida en 1.12 como tentación puede traducirse también como prueba (véase Mt 6.13 nota ñ. ). El autor juega aquí con ambos sentidos.

[18] 1.12 Corona: Véanse 1 Co 9.25 nota r ; 2 Ti 4.8 n.; cf. también 1 P 5.4; Ap 2.10.

[19] 1.13 Aunque muchos textos de la Biblia insisten en que Dios es la causa de todo (cf. Ex 4.21; Ro 9.18), Santiago aclara que Dios no induce a nadie a hacer lo malo.

[20] 1.17 Cf. Nm 23.19; Mal 3.6. Alusión a los cambios de posición y de luminosidad de los astros.

[21] 1.18 La palabra de verdad: Sal 119.43; Ef 1.13; Col 1.5; 1 P 1.23-25.

[22] 1.18 Primicias: Jer 2.3; Ap 14.4.

[23] 1.19 Pr 13.3; 15.1; Ec 7.9.

[24] 1.21 Desechando: Véase Ro 13.12 nota i.

[25] 1.21 Col 3.8-10; 1 P 2.1.

[26] 1.22 Tema sobresaliente que se desarrolla en Stg 2.14-26; cf. Esd 7.10; Mt 7.21,24-27; Lc 11.28.

[27] 1.25 Esta ley es el evangelio en cuanto que lleva a la perfección la ley del AT. La perspectiva de Pablo en Ro 8.2 es diferente.

[28] 1.26 Tema muy frecuente en la literatura sapiencial. Cf. Sal 34.13; Pr 18.21.

[29] 1.27 Los dos temas del v., a saber, la ayuda a los huérfanos y a las viudas y el no mancharse con la maldad del mundo, dirigen al lector a los caps. 2 y 4 respectivamente. Cf. Is 1.16-17.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Oír, hablar y cumplir. No basta conocer la Palabra, es necesario ponerla en práctica (Mat_7:24-27; Luc_8:21). Santiago continúa dando claves que ayuden a tomar conciencia del verdadero proyecto de Dios y para ello acude a un triple dicho de origen sapiencial que resalta el escuchar, el cuidado para hablar y la lentitud para enojarse (Sir_5:9-15; Pro_10:19). La justicia de Dios se concreta en el amor, la libertad y la vida en abundancia; la ira, que suele ir acompañada de palabras y acciones agresivas, debe ser superada porque rompe la armonía de la comunidad.
A partir del versículo 21 se vuelve al tema de la Palabra generadora de vida bajo la metáfora de la siembra. La Palabra necesita un terreno limpio de impurezas y maldades, que permita escucharla con generosidad, sin afanes ni resistencias, y que produzca frutos reconocibles en la práctica de la vida (cfr. Mat_13:1-9; Tit_3:14). La coherencia entre la Palabra y la vida es una gran preocupación de Santiago que también debería seguir preocupando a los cristianos de hoy. Oír la Palabra y no practicarla es como el que necesita siempre el espejo para saber quién es; sin él pierde su identidad.
El tema central de los versículos 26s es la religiosidad. Santiago distingue entre la religiosidad falsa y la verdadera. Uno de los aspectos que falsean la religión es el desenfreno de la lengua: calumnia, murmuración, chisme, etc. En cambio, la religión verdadera está íntimamente ligada a la práctica de la justicia social, simbolizada en el cuidado de los huérfanos y las viudas (cfr. Isa_1:10-20; Jr 7). El mundo que contamina representaría en este caso la injusticia social. El hecho de que Santiago no mencione para nada las prácticas rituales sugiere su inclinación por una religiosidad que prioriza la dimensión ética y social.

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



El escuchar y el hacer. ¿Cuál será el resultado de esta vida o sabiduría que proviene de Dios? Será una lengua controlada. La ira humana, llámesela justa o no, no produce el tipo de justicia que es de Dios. Por lo tanto, la persona sabia será lenta en abrir su boca y aun más lenta para expresar ira. Por cierto, Santiago argumenta que una aceptación humilde del evangelio (la palabra implantada) significará librarse de toda expresión airada (como muestran 3:9 y 4:1, 2, o sea que es el estallido airado y no el sentimiento íntimo lo que está en consideración) y de todos los otros tipos de mal, aun si son plenamente aceptadas por el mundo.

Pasando al tercer punto, Santiago señala que no basta con conocer la Escritura o la enseñanza piadosa. El simple conocimiento es algo inútil. Es peor aun que algo inútil, porque quien piensa que conocer la Biblia convierte a alguien en piadoso se engaña a sí mismo. Al contrario, lo que le hace piadoso es el ser hacedores. ¿Cuál es la fuente de esta enseñanza para Santiago? La perfecta ley de la libertad es lo que debe ser obedecido, y eso es el AT interpretado por Jesús junto con sus demás enseñanzas. Como él también dijo, lo que produce bendición no es el oír de palabras sino el obedecerlas (Mat. 7:24-27).

Esto significa que uno puede reconocer a los que son realmente piadosos por su estilo de vida. Los que tienen lenguas incontrolables (y así explotan a menudo en ira o rencillas) sólo realizan prácticas religiosas indignas. Realmente no aman a Dios en sus corazones. El tipo de piedad que Dios busca tiene dos características, que son los dos lados de una misma moneda. Primera, cuida del pobre (los huérfanos y las viudas son dos de los cuatro grupos principales de pobres en el AT). Segunda, se ha guardado sin mancha del mundo, lo que quiere decir que no está buscando seguridad o progreso en términos de lo que es valorado por los que están en el mundo. Como no ama al mundo, no hay necesidad de retener el dinero. Por lo tanto, esas personas pueden ser generosas y dar con liberalidad.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



5. Esta "sabiduría" es el discernimiento espiritual que permite asignar a cada cosa su verdadero valor y vivir en conformidad con la voluntad de Dios. Ver 3. 13-18.

10-11. Isa_40:6-7.

12. Dan_12:12.

17. El "Padre de los astros luminosos" es Dios, creador de las luces celestiales ( Gen_1:14-18) y fuente de toda luz espiritual. A diferencia de los astros que se oscurecen periódicamente, Dios es constante en su amor por los hombres. Ver 1Ti_6:16; 1Pe_2:9; 1Jn_1:5.

19. Ecli. 5. 11; Pro_10:19.

21-23. "La Palabra": ver nota Mat_13:20.

25. La "Ley perfecta, que nos hace libres" es la Ley de la Nueva Alianza, que "perfecciona" la Antigua ( Mat_5:17) y, al resumirse en el amor, "libera" al hombre de su propio egoísmo y de la letra de la misma Ley. Ver 2. 12; Gal_5:13; 1Pe_2:16.

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Éxo_22:21+ [Éxo_22:22]

NOTAS

1:27 Ver Mat_6:9; 1Co_15:24; Efe_5:20. La expresión se encontraba ya en el AT, Deu_32:6, ver Isa_63:16; Sir_23:1; Sir_23:4; Sab_2:16. El culto espiritual aceptado por Dios adquiere una forma concreta en la conducta recta y el servicio de los débiles, ver Deu_27:19; Jer_5:28; etc.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Éxo_22:21+ [Éxo_22:22]

NOTAS

1:27 Ver Mat_6:9; 1Co_15:24; Efe_5:20. La expresión se encontraba ya en el AT, Deu_32:6, ver Isa_63:16; Sir_23:1; Sir_23:4; Sab_2:16. El culto espiritual aceptado por Dios adquiere una forma concreta en la conducta recta y el servicio de los débiles, ver Deu_27:19; Jer_5:28; etc.

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

Isa 1:11-17; Isa 1:23; Jer 5:28; Eze 22:7; Zac 7:10.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

Mediante imágenes expresivas, el autor recuerda la necesidad de que la doctrina recibida tenga consecuencias prácticas en la conducta (cfr Mt 7,24; Lc 11,28).

«La ley perfecta de la libertad» (v. 25) es la buena nueva traída por Jesucristo, que con su doctrina y su vida ha constituido a los hombres en hijos de Dios y los ha liberado de la servidumbre de la Antigua Ley y de la esclavitud del demonio, del pecado y de la muerte.


Biblia Peshitta en Español (Holman, 2015)

a Efe 5:27;b 1Jn 2:15

Torres Amat (1825)



[4] Vuestra alma purificada con el fuego de las tribulaciones.

[8] Dividido entre Dios y las criaturas.

[9] Que consiste en ser hijo adoptivo de Dios y semejante a Jesucristo, pobre y humilde.

[22] Mat 7, 24.

[27] Is 1, 17.

Greek Bible (Septuagint Alt. Versions + SBLGNT Apparatus)

τῷ WH Treg NA28 ] – RP

Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)



Se determinan las obras buenas, de que es raíz la fe.

Biblia Latinoamericana (San Pablo, 1995)



[=] *Ex 22:21