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Así también la fe, si no tiene obras, está realmente muerta. (Santiago 2, 17) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Capítulo 2.

Imparcialidad entre el pobre y el rico, 2:1-13.
El autor sagrado ha hablado en el capítulo anterior de cómo el hombre no sólo ha de limitarse a escuchar la palabra divina, sino a ponerla en práctica mediante una fe operosa. El cristiano ha de obrar siempre en conformidad con su fe. Por eso pasa ahora a hablar de la acepción de personas, considerándola como inconciliable con la fe de Cristo 1.



No tener acepción de personas, 2:1-4.
1Hermanos míos, no juntéis la acepción de personas con la fe de nuestro glorioso Señor Jesucristo. 2 Porque si, entrando en vuestra asamblea un hombre con anillos de oro en los dedos, en traje magnífico, y entrando asimismo un pobre con traje raído, 3 fijáis la atención en el que lleva el traje magnífico y le decís: Tú siéntate aquí honrosamente; y al pobre le decís: Tú quédate ahí en pie o siéntate bajo mi escabel, 4 ¿no juzgáis por vosotros mismos y venís a ser jueces perversos?

La mención de los huérfanos y de las viudas al final del capítulo anterior tal vez sea el motivo que haya impulsado a Santiago a hablar de la acepción de personas. Si el verdadero espíritu cristiano exige una caridad activa para con los necesitados, el mostrar parcialidad en favor de los ricos en las asambleas cristianas va en contra de los principios del Evangelio. Esta es la razón de que Santiago exhorte a los cristianos a no juntar la acepción de personas con la fe de nuestro glorioso Señor Jesucristo (v.1). Esta fe es la adhesión del intelecto del cristiano a la persona y a la enseñanza de Jesucristo. Es la misma fe que aquella Deu_1:3, la cual es causa de alegría en el sufrimiento; que eleva al humilde y humilla al rico, que hace esperar la corona de vida 2. Los cristianos no han de dejarse fascinar por las vanidades de este mundo, porque ellos creen en el Señor de la gloria 3, en Jesús resucitado y entronizado en la gloria de su Padre, en el resplandor incomparable de la Divinidad. Un día también ellos participarán de la gloria de Cristo en el cielo. Por todo lo cual, honrar al rico porque es rico y despreciar al pobre porque es pobre es ir en contra de la misma fe. Santiago ha querido recordar la verdadera gloria de Cristo para dar mayor relieve a la vana gloria de los ricos.
El principio propuesto en el v.1 es ilustrado por un ejemplo (v.2-4). Los cristianos se encuentran reunidos en asamblea4, cuando entran un pobre y un rico, ambos cristianos. Al rico, vestido espléndidamente (v.2), se le saluda con toda amabilidad y se le conduce a un puesto de honor. Al pobre, con un vestido sórdido debido al uso y a la suciedad, se le dice simplemente con sequedad: Tú quédate ahí en pie o siéntate bajo mi escabel (v.3). Hacer esto en una reunión cristiana es algo infamante. La iglesia es tanto para el pobre como para el rico, y hacer muestras de servilismo a los que parecen ricos, mientras se relega a un rincón al pobre, es ser injusto y vano en el juzgar a las personas. Porque el hombre, como ve sólo lo exterior Dios, en cambio, ve el corazón 5 , fácilmente se equivoca, dejándose llevar de las apariencias y no juzgando según manda la justicia. El pecado da la acepción de personas, sobre todo en los jueces, magistrados, príncipes, es condenado con frecuencia en los Profetas6, en la Ley7 y en los libros Sapienciales 8. Del Mesías se dice: No juzgará por vista de ojos ni argüirá por oídas de oídos, sino que juzgará en justicia al pobre y en equidad a los humildes de la tierra. La justicia será el cinturón de sus lomos, y la fidelidad el ceñidor de su cintura 9. Y, en efecto, Cristo no juzgó según las apariencias, sino según justicia. Por eso recibió con amor a los pobres y los defendió 10; en cambio, a los ricos los trató con severidad n. Esto mismo lo confiesan los fariseos cuando dicen al Señor: Maestro, sabemos que eres sincero, y que con verdad enseñas el camino de Dios sin darte cuidado de nadie, y que no tienes acepción de personas.12
El hecho de tratar bien a una persona porque es rica, va en contra de los principios cristianos de la caridad. Esto significa despreciar a Dios por agradar servilmente a los poderosos. Por eso dice muy bien el autor sagrado: Procediendo de esta manera, ¿no juzgáis por vosotros mismos y venís a ser jueces perversos? (v.4). El verbo äéáêñßíù tal vez sería mejor traducirlo, como en 1:6, por dudar, ser inconsecuente, estar dividido en sí mismo. Por consiguiente, se podría traducir: ¿No sois inconsecuentes con vosotros mismos y venís a ser jueces perversos? En cuyo caso significaría que los cristianos dudan, están divididos entre si atender a Cristo o al mundo. Tienen fe, pero obran como si no la tuvieran. De este modo se evita la tautología al evitar la repetición del verbo juagar 13. Sin embargo, la mayor parte de los autores entienden el verbo en sentido activo de juzgar, siguiendo a la Vulgata.
Santiago condena los juicios temerarios, fundados únicamente en apariencias externas. Pero sería falsear el pensamiento del autor sagrado atribuirle la condenación de los signos de respeto que se deben dar a los superiores y a los ancianos.



Superioridad del pobre, 2:5.
5 Escuchad, hermanos míos carísimos: ¿No escogió Dios a los pobres según el mundo para enriquecerlos en la fe y hacerlos herederos del reino que tiene prometido a los que le aman?

El autor sagrado, dirigiéndose a sus lectores como a hermanos carísimos, va a mostrarles que el favoritismo hacia los ricos es contrario a las divinas preferencias, que muestran más favor hacia el pobre. Los destinatarios de la epístola sabían por propia experiencia que la mayoría de los cristianos eran gente humilde y pobre 14. Esto mismo era indicio del favor divino, puesto que les hacía herederos del cielo en lugar de concederles riquezas materiales. Eran pobres según el juicio del mundo, pero ricos desde el punto de vista de la fe 15. Los pobres, por el hecho de no encontrar en este mundo las satisfacciones que tienen los ricos, están más pendientes de la Providencia divina y menos expuestos a los peligros de las riquezas 16. Por esto mismo, están más libres para amar a Dios 17, y Dios se inclina hacia ellos de preferencia. Porque El es el que levanta del polvo al pobre y de la basura saca al indigente, para hacer que se siente entre los príncipes y darle parte en un trono de gloria.18 El mismo Cristo desaprueba la acepción de personas con su ejemplo, como nota muy bien San Gregorio Magno a propósito del modo diverso de proceder de Jesús con el cortesano de Cafarnaúm 19 y con el siervo del centurión20: Reguli filio per corporalem praesentiam non dignatur adesse, Centurionis servo non dedignatur occurrere. Quid est hoc, nisi quod superbia nostra retunditur, qui in hominibus non naturam, qua ad imaginem Dei facti sunt, sed honores et divitias veneramur. 21



Actitud indigna de los ricos, 2:6-7.
6 Y vosotros afrentáis al pobre. ¿No son los ricos los que os oprimen y os arrastran ante los tribunales? 7 ¿No son ellos los que blasfeman el buen nombre invocado sobre nosotros?

Despreciar al pobre y ultrajarlo repugna tanto más a la conciencia cristiana cuanto que conoce muy bien las preferencias divinas por el pobre. Dios ensalza al pobre, y ellos le humillan, cometiendo de este modo una verdadera impiedad, pues se oponen al juicio de Dios. El que desprecia al pobre dice el libro de los Proverbios 22 peca. Y, sin embargo, los cristianos ricos, a los que se dirige Santiago, eran los opresores de los pobres (v.6) y cometían con ellos indignas exacciones 23. Incluso les llevaban ante los tribunales, abusando de su poder, para exigirles cuentas24. Por eso, los cristianos, ensalzando a los ricos, obran neciamente, ya que son sus adversarios y los enemigos del nombre cristiano.
Los judíos del Imperio romano gozaban del privilegio de juzgar según su ley, aunque no podían imponer la pena de muerte. El autor sagrado no se refiere aquí a las persecuciones oficiales, sino a la explotación y abuso social de los pobres por parte de los ricos. Esto sucedía de un modo particular en Oriente y hasta entre los mismos judíos 25. Por eso, los profetas denuncian en sus discursos a los opresores de los huérfanos, de las viudas y de los débiles en general 26.
La conducta de esos ricos deshonra y blasfema el buen nombre invocado sobre nosotros (v.7). Su avaricia y sus violencias escandalizan a los humildes y hacen que los infieles desprecien el nombre de Cristo. El nombre superior a todo nombre 27 es el nombre de Jesús, el cual que invocado sobre nosotros. ¿En qué ocasión? Probablemente cuando recibieron el bautismo en el nombre de Jesús 28. En el Antiguo Testamento, pronunciar el nombre de Dios sobre alguno equivalía a ponerlo bajo la protección divina, a declararlo propiedad suya 29. El mismo modo de hablar se aplica a nuestro Señor Jesucristo en el Nuevo Testamento. Su nombre es el único medio de salvación que Dios dio a los hombres sobre la tierra 30. El buen nombre invocado sobre nosotros también se podría entender del apelativo cristianos, con el cual empezaron a ser designados los discípulos de Antioquía y después todos los discípulos de Cristo.



La caridad y la misericordia son necesarias, 2:8-13.
8 Si en verdad cumplís la ley regia de la Escritura: Amarás al prójimo como a ti mismo, bien hacéis; 9 pero, si obráis con acepción de personas, cometéis pecado, y la Ley os argüirá de transgresores. 10 Porque quien observe toda la Ley, pero quebrante un solo precepto, viene a ser reo de todos; 11 pues el mismo que dijo: No adulterarás, dijo también: No matarás. Y si no adulteras, pero matas, te has hecho transgresor de la Ley. 12 Hablad y juzgad como quienes han de ser juzgados por la ley de la libertad. 13 Porque sin misericordia será juzgado el que no hace misericordia. La misericordia aventaja al juicio.

Santiago precisa su pensamiento. Tal vez algún cristiano pudiera excusarse de la actitud tomada respecto de los ricos diciendo que lo hacía por caridad. El autor sagrado responde diciendo que bien está eso, a condición de que su conducta no esté viciada por la acepción de personas (v.8). Porque el favoritismo es la negación misma de la caridad. El autor sagrado sospecha con fundamento que se guían por la acepción de personas, pues, de lo contrario, no se podría explicar por qué tratan al pobre de modo diverso, siendo así que cae bajo la misma regla de la caridad.
Ser aceptador de personas es cometer un pecado y constituirse en transgresor de la Ley (v.9), es decir, de la ley regia de la caridad evangélica (v.8). Se llama ley regia porque es el principio fundamental en el reino de Cristo; es el precepto primero y más grande, el que domina todos los demás y constituye la base de toda la Ley y de los Profetas 31. Es, por lo tanto, regio en razón de su misma dignidad 32 y de su origen, pues procede de Jesús, que es rey 33. La misma expresión de ley regia se emplea en una inscripción de Pérgamo del tiempo de Trajano. La razón de esta apelación era el haber sido dada por cierto rey de Pérgamo 34.
El amor al prójimo es ya inculcado en el Levítico 35, cuyo texto es citado por Santiago (v.8). Pero el amor para con el prójimo de nuestro texto no ha de ser concebido en el cuadro particularista en que se colocaba el judaísmo, sino en la perspectiva universalista de la Iglesia de Cristo. Jesús en el Evangelio nos enseña que todos los hombres, incluso nuestros mismos enemigos, deben ser amados y respetados por sus discípulos 36.
La Ley condenaba, en diversos textos, la acepción de personas. No hagas injusticia en tus juicios dice el Levítico 37 , ni favoreciendo al pobre ni complaciendo al poderoso; juzga a tu prójimo según justicia. El Deuteronomio exhorta a los israelitas, diciendo: No atenderéis en vuestros juicios a la apariencia de las personas; oíd a los pequeños como a los grandes, sin temor a nadie, porque de Dios es el juicio 38. Y en otro lugar dice el mismo libro del Deuteronomio: No tuerzas el derecho, no hagas acepción de personas, no recibas regalos, porque los regalos ciegan los ojos de los sabios y corrompen las palabras de los justos. Sigue estrictamente la justicia, para que vivas y poseas la tierra que te da Yahvé, tu Dios. 39
El quebrantamiento del precepto de la caridad mediante la acepción de personas no constituye solamente la trasgresión de un precepto de la Ley, sino de la Ley entera. Santiago considera la ley como un todo (v.10). Aunque los cristianos fueran exactos cumplidores de todos los preceptos, excepto de la caridad, cometerían un grave pecado. Porque toda falta contra un mandamiento de la Ley presupone, por parte del trasgresor, desprecio de toda la Ley. De este modo se muestra la gravedad del pecado 40. El Talmud también afirma: Quien quebrante un solo mandamiento es culpable ante todos los demás preceptos.41
Esta idea es explicada por el autor sagrado en el í. 11. Los preceptos de la Ley forman un todo inseparable, porque son la expresión de una misma voluntad divina. El legislador es uno. Su voluntad es también única, y, por lo tanto, única ha de ser la ley que la expresa. Quebrantar un precepto es quebrantar toda la ley, pues es ponerse en contra de la voluntad divina 42. Del mismo modo que Santiago se expresan los rabinos. Rabí Yohanán, por ejemplo, enseñaba: Aquel que dice: Yo acepto toda la Ley excepto una palabra, desprecia la palabra del Señor y hace nulos sus preceptos. 43
Sin embargo, la afirmación de Santiago: quien quebranta un solo precepto se hace reo de todos, a primera vista parece falsa. Porque, si alguien comete adulterio, no por eso se le podrá acusar de homicidio o viceversa, aunque ambas cosas se prohíban en la Ley.
No obstante, el pensamiento del autor sagrado es claro: quien traspasa un precepto se hace reo de todos, no directa y materialmente como dice el P. Teófilo de Orbiso44 , sino implícita y formalmente, en cuanto desprecia la Ley, de la cual emanan todos los preceptos con igual valor coactivo, y la misma autoridad del legislador, de la que provienen todas y cada una de las prescripciones. En materia moral sucede lo mismo que en materia de fe: el que cree todas las verdades de fe excepto una, es hereje, como si las rechazara todas, porque desprecia la veracidad divina, que es única e idéntica en la revelación de todas y de cada una de las verdades.
San Agustín, en una carta a San Jerónimo en la que le pregunta por el sentido del dicho de Santiago del v.10 45, compara la doctrina de Santiago (v.10-11) a la de los estoicos a propósito de la solidaridad entre las virtudes y los vicios. Posteriormente los escolásticos estudiaron más a fondo esta doctrina, con la tesis de que todas las virtudes están informadas por la caridad46. El concilio Lateranense II (1139) aplica la doctrina de Santiago al que no hace una verdadera penitencia: si uno hiciera penitencia de todos sus pecados, excepto de uno, su penitencia sería falsa47.
Santiago aduce, finalmente, en forma de exhortación, la última razón contra el favoritismo (v.12-13). La acepción de personas es un acto condenado por el Evangelio y un pecado contra la misericordia, que será severamente juzgado por Dios. La ley de la libertad es el Evangelio, que será nuestra condenación si en nuestra conducta nos guiamos por el favoritismo. El juicio del que se habla aquí es principalmente el juicio final, que seguirá a la venida del Señor 48; pero no se excluyen los juicios divinos particulares que se manifiestan en los sucesos cotidianos. A éstos parece aludir la Vulgata: incipientes iudicari, que indica la proximidad del juicio.
El que piensa que será juzgado según la ley evangélica tratará a todos con igual amor y honor, evitando la acepción de personas, porque sabe que será medido con la misma medida con que midió a los demás49. Santiago tiene presente la doctrina de Cristo en San Mat_7:1-2, y la parábola del siervo inexorable50; y sobre todo la sentencia de Cristo Juez, que condena a los que no fueron misericordiosos, y, en cambio, recibe en su reino a los que practicaron la misericordia51.
El autor sagrado declara a continuación (v.13) que el juicio será sin misericordia para aquel que no hace misericordia. La justicia divina le aplicará la ley del talión 52. Porque, como decía nuestro Señor en el sermón de la Montaña, con el juicio que juzgareis seréis juzgados y con la medida con que midiereis se os medirá53. Los misericordiosos son objeto de una bienaventuranza especial54. El Padre celestial perdonará a quien perdone a sus semejantes55. Santiago recomienda ser bueno y misericordioso especialmente para con los pequeños y humildes.
La misericordia era una virtud muy recomendada ya en el Antiguo Testamento56. Es considerada como condición para obtener el perdón de los pecados57. La misericordia se manifestaba frecuentemente en el Antiguo Testamento mediante la limosna, que era una de sus formas más especialmente recomendadas 58. Dios juzgará con severidad al que no tenga misericordia59. Pero el que sea misericordioso no tiene por qué temer, pues cuando sea juzgado obtendrá victoria. La misericordia, en la lucha entablada con el juicio, logrará el triunfo. San Agustín, comentando este pasaje de Santiago, dice muy hermosamente: Per baptismum deletur hominis iniquitas, sed manet infirmitas; ex qua necesse est quaedam, quamvis minora, peccata subrepant; et ideo datum est alterum reme-dium, quia non poterat dari alterum baptismi sacramentum; hoc remedium cotidianum, quasi secundum baptisma, est misericordia. 60



No hay Fe sin Obras,Mat_2:14-20.
El tema de las relaciones entre la fe y las obras es el punto central de la epístola. En el capítulo 1:19-27 ha enseñado Santiago que no basta con escuchar la palabra, sino que hay que cumplirla. Y en la primera parte del capítulo 2:1-13 ha insistido en que no se puede creer en Cristo y ser aceptador de personas. Ahora pasa a desarrollar la tesis de que la fe sin las obras es incapaz de salvarnos.



14 ¿Qué le aprovecha, hermanos míos, a uno decir: Yo tengo fe, si no tiene obras? ¿Podrá salvarle la fe? 15 Si el hermano o la hermana están desnudos y carecen de alimento cotidiano, 16 y alguno de vosotros les dijere: Id en paz, que podáis calentaros y hartaros, pero no les diereis con qué satisfacer la necesidad de su cuerpo, ¿qué provecho les vendría? 17 Así también la fe, si no tiene obras, es de suyo muerta 18 Mas dirá alguno: Tú tienes fe y yo tengo obras. Muéstrame sin las obras tu fe, que yo por mis obras te mostraré la fe.

En el v.14 se enuncia claramente la tesis de que la fe sin las obras no vale para salvar al hombre, dándole una forma un tanto dramática mediante dos interrogaciones. Santiago no pone en duda la necesidad de la fe para la salvación, antes bien, la supone. Lo que quiere decir es que la adhesión a Cristo mediante la fe no ha de ser puramente teórica, sino que se ha de manifestar en las obras. El fiel que se contenta con las buenas palabras, sin practicar las obras de misericordia para con sus hermanos cristianos, se jacta de una fe a la que falta una cualidad esencial para ser eficaz en orden a la salvación61.
Esta doctrina de Santiago está en perfecta conformidad con el Evangelio, en donde Cristo enseña que no todo el que dice Señor, Señor! entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos62. Por consiguiente, la fe en Dios no aprovechará si no va acompañada con la observancia de los mandamientos. El que cree en Dios y no cumple su voluntad, se hace reo de mayor castigo, según enseña el mismo Cristo: El siervo que, conociendo la voluntad de su amo, no se preparó ni hizo conforme a ella, recibirá muchos azotes. 63
La fe de la que habla la epístola en toda esta perícopa es la virtud teologal de la fe. Consiste esta virtud en la adhesión de la inteligencia y de la voluntad a la autoridad de Dios revelante. Algunos cristianos, aunque poseían esta fe, se preocupaban poco del cumplimiento de las obras de caridad, creyendo que podían salvarse sin su cumplimiento. Santiago afirma con toda claridad que es necesario su cumplimiento para poder salvarse.
El autor sagrado no se refiere aquí a las obras exteriores de la Ley mosaica, sino a las obras buenas en general. La controversia de la Iglesia primitiva con los judaizantes acerca de la observancia de la Ley antigua parece que todavía no había estallado. La enseñanza de Santiago no va, pues, contra los judaizantes, a los que combate San Pablo en sus epístolas a los Calatas y a los Romanos. Para los judaizantes antipaulinos bastaba cumplir materialmente las prescripciones impuestas por la Ley para asegurarse la salvación. La intención con que se hacían no tenía mayor importancia. Contra esta falsa doctrina se levanta el Apóstol de los Gentiles, enseñando que en adelante, para obtener la salvación, no era ya necesaria la práctica de la Ley, sino que bastaba la fe. Pero no una fe cualquiera, sino la fe actuada por la caridad.64 De este modo San pablo coincide con Santiago, que exige la fe unida a las obras de caridad. Nada hay que indique que Santiago quiera combatir la doctrina de San Pablo. Además, ya dejamos dicho que la epístola de Santiago es probablemente anterior a las de San Pablo.
La tesis enunciada es probada por medio de una pequeña parábola (v.15-16). Esta, si bien debe ser hipotética, se apoyaba en la experiencia de muchos casos semejantes. Se trata de un hermano o de una hermana, es decir, de cristianos unidos a Cristo y participantes de una misma fe, que se encuentran en extrema indigencia. A pesar de todo, se les despide con buenas palabras, sin hacer nada en favor de esos desvalidos. En cuyo caso la fe de esos cristianos poco compasivos no valdría nada ante Dios, sería una fe muerta (v.17). Sería como el árbol seco, que no da frutos. La fe sin obras es estéril y ociosa, como la caridad que socorriese las necesidades del prójimo con solas palabras. El que tiene con qué socorrer al hermano necesitado, y, sin embargo, en lugar de darle de comer y vestirlo, lo despide con buenas palabras, manifiesta una caridad hipócrita y sus palabras vienen a sonar a los oídos del indigente como irónicas y sarcásticas. Delante del Juez supremo de poco servirá el haber hablado bien 65 si no practicamos las obras de caridad y misericordia 66. Isaías ya había dicho que el ayuno que agrada a Dios es el repartir el pan con el que tiene hambre y vestir al que anda desnudo67. También en el Nuevo Testamento se habla de alimento y de vestido, como imágenes de las cosas que son necesarias para la vida. San Juan Bautista, dirigiéndose a las turbas, les decía: El que tiene dos túnicas, dé una al que no la tiene, y el que tiene alimentos, haga lo mismo.68 Jesucristo, exhortando a tener confianza en la Providencia divina, enseña: No os inquietéis por. lo que comeréis ni por. lo que restiréis.69 Y San Pablo afirma a su vez: Teniendo con qué alimentarnos y con qué cubrirnos, estemos con eso contentos.70
Las obras de que nos habla Santiago no son las obras legales, es decir, el cumplimiento de la Ley mosaica, sino las obras buenas de caridad71. La fe sin las obras es fe muerta, no porque las obras sean la causa de la vida de la fe, sino porque manifiestan al exterior esa vida. Cuando el cristiano no ejecuta obras de caridad, muestra que su fe está muerta y que, por lo tanto, no le podrá salvar, ya que la salvación supone la vida de la gracia, y ésta no puede ser efecto de una cosa muerta.
El concilio Tridentino 72 hace referencia a estos versículos de nuestra epístola cuando habla de la justificación del impío y de sus causas. Enseña que la justificación implica no sólo remisión de los pecados, sino también renovación interior del hombre. Porque la fe, si no va unida con la esperanza y la caridad, no hace perfecta la unión con Cristo ni vivifica el miembro de su Cuerpo 73.
La interpretación del v.18 es controvertida. Para algunos autores sería una objeción artificialmente propuesta para reafirmar todavía más enérgicamente la necesidad de las obras. Sin embargo, mejor que una objeción, es más natural ver aquí una especie de desafío lanzado contra aquel que cree, pero que no hace electiva su fe con obras de caridad. El desafiado pretende disociar fe y obras, como si pudiesen subsistir separadas, como si fuesen carismas del mismo valor y perfectamente intercambiables. El autor sagrado le responde que pruebe la existencia de esa fe que no tiene obras. La fe con obras, en cambio, manifiesta palpablemente su existencia74.
Esta interpretación ve en la frase Üëë'ÝñåÀ ôéâ, con que empieza el versículo, una confirmación de la doctrina expuesta. Por lo tanto, Üëëá no es adversativa, sino enfática o confirmativa, como en Jua_16:2; 1Co_7:21; 2Co_7:11. Santiago diría al que se gloriaba de la fe sin las obras: Te invito a mostrarme tu fe sin obras. Esto no lo podrás hacer, porque la fe, siendo algo interior, no puede verse o comprobarse, a no ser que se manifieste al exterior mediante las obras. Yo, en cambio, que tengo obras, puedo mostrarte mi fe, pues de ella proceden esas obras, como el fruto del árbol75.
éstas preguntas y respuestas, formuladas a la manera de la diatriba griega, se ordenan a demostrar que la fe no puede ser atestiguada más que por las obras.



19 ¿Tú crees que Dios es uno? Haces bien. Mas también los demonios creen y tiemblan

Creer en Dios es una cosa buena; y la fe, incluso la informe o muerta que permanece en el pecador, es también algo muy bueno y excelente, por ser un hábito sobrenatural infuso, que no se pierde a no ser por un acto de incredulidad o apostasía. Pero a esta fe le falta una condición necesaria: las obras.
El monoteísmo constituía la base de la fe judía, que incluía, además, todos los misterios revelados por Dios. Las cristiandades primitivas también hicieron del monoteísmo el primer artículo de su nueva fe 76. Santiago también se muestra fuertemente teocéntrico, sin disminuir la importancia de Jesucristo 77. Este carácter arcaico de la teología de Santiago confirma la antigüedad de su epístola, anterior a las cartas de San Pablo.
Santiago aduce en el v.19 un argumento decisivo contra el objetante. La fe puramente intelectual y teórica no es la fe que salva, como lo prueba el ejemplo de los demonios. Estos también creen, en cierto sentido, es decir, son constreñidos a creer por la evidencia de ciertos motivos de credibilidad. Y, sin embargo, su fe no posee eficacia alguna salvadora, porque está privada de buenas obras. Les sirve, por el contrario, para mayor tormento, pues saben que Dios es justo e inmutable en sus decretos y que nunca podrán librarse de las manos justicieras de Dios. En este sentido, la fe de los demonios es comparable a la fe muerta de los cristianos, la cual no les podrá salvar. Santiago no intenta afirmar la semejanza de la fe del cristiano con la fe de los demonios, sino que habla de la semejanza en cuanto a los efectos. Del mismo modo que la fe de los demonios no les aprovecha en nada para librarse de su condenación, así también la fe sin obras del cristiano no le valdrá para salvarse 78.
Los demonios creen en nuestros misterios no por un hábito de fe sobrenatural, como sucede en los cristianos, sino forzadamente, por la evidencia de los signos de credibilidad con los cuales ha sido confirmada por Dios.
El temblor de los demonios parece recordar aquellos casos de exorcismos narrados por los evangelios, en que los demonios se veían forzados a abandonar a los posesos por mandato de Jesús 80. También los cristianos que, teniendo fe, no la hacen efectiva mediante las obras, deberían temblar y estremecerse, porque con ella no se podrán salvar.



La prueba de la Sagrada Escritura,2Co_2:20-26.
20 ¿Quieres saber, hombre vano, que es estéril la fe sin las obras? 21 Abraham, nuestro padre, ¿no fue justificado por las obras cuando ofreció sobre el altar a Isaac, su hijo? 22 ¿Ves cómo la fe cooperaba con sus obras y que por las obras se hizo perfecta la fe? 23 Y cumplióse la Escritura que dice: Pero Abraham creyó a Dios, y le fue imputado a justicia y fue llamado amigo de Dios. 24 Ved, pues, cómo por las obras y no por la fe solamente se justifica el hombre. 25 Y, asimismo, Rahab la meretriz, ¿no se justificó por las obras, recibiendo a los mensajeros y despidiéndolos por otro camino? 26 Pues como el cuerpo sin el espíritu es muerto, así también es muerta la fe sin las obras.

El autor sagrado pasa ahora a dar el argumento decisivo, tomado de la Sagrada Escritura. Supone que el interlocutor todavía no está convencido, y acude a la prueba definitiva. La Biblia era para el judío como para el cristiano, la palabra de Dios, y su autoridad no tiene réplica. La brusca interrogación con que comienza da mayor vivacidad al estilo. Santiago dice al que todavía duda: Si quieres ver que la fe sin las obras es estéril 81, no tienes más que considerar el ejemplo de Abraham y de Rahab.
El ejemplo de Abraham era el más eficaz para convencer a un judío-cristiano. Este patriarca era, en la tradición judía, el prototipo del creyente, el padre de la fe. Santiago recuerda el sacrificio de Isaac como la obra por excelencia que atestigua la fe y la justicia de Abraham. La fidelidad del patriarca fue tanto más admirable cuanto que la prueba fue más dura. Por eso, toda la literatura judía celebra su fidelidad 82. También en el Nuevo Testamento Santiago y San Pablo evocan el ejemplo de Abraham para indicar las exigencias de la fe 83. San Pablo alaba principalmente su fe; Santiago se fija sobre todo en su obediencia, que era la manifestación y el fruto de su fe.
En la literatura judía, el sacrificio de Isaac era el punto culminante de las pruebas sufridas por Abraham. Esta fue la obra que le mereció de un modo especial la justificación: Abraham fue justificado por las obras (v.21). Sin embargo, Santiago no quiere decir que en aquel momento obtuviera la justificación inicial. Esta es ya supuesta en Abraham por el mismo libro del Génesis 84. Además, en todo este pasaje de nuestra epístola nunca se habla de la justificación inicial. El autor sagrado habla más bien de un aumento de la justificación que ya poseía. Se hizo más justo, como enseña el concilio de Trento85. Abraham fue sometido a una terrible prueba y obedeció. Esta obediencia le mereció una mayor justificación, y, al mismo tiempo, el reconocimiento, por parte de Dios, de su justicia 86.
La fe puede ser perfeccionada por las obras. Y éstas a su vez pueden mostrar la buena calidad de la fe. Son como el complemento necesario de ella. Mas la fe confiere a las obras tal dignidad, que hacen al hombre grato a Dios; y, al mismo tiempo, la fe recibe de las obras su consumación y perfección. En Abraham, la fe fue inseparable de las obras. La idea del v.22 es la unión de la fe y de las obras. Abraham no fue reconocido justo por Dios a causa de la fe sola, porque la fe sola es fe muerta; ni por las obras solas, porque éstas suponen la fe que las inspira, sino por la unión de ambas 87.
La conducta ejemplar de Abraham y su fe, unida a una obediencia ciega, explican por qué Dios se lo imputó como justificación y por qué la Sagrada Escritura exalta su santidad: Creyó Abraham, y le fue imputado a justicia y fue llamado amigo de Dios (v.23). La cita está tomada de Gen_15:6, según la versión de los LXX. La última frase no se encuentra en el Génesis, sino en Isa_41:8, en 2Cr_20:7 y en Dan_3:35. Posteriormente se convirtió en una fórmula corriente entre los judíos, cristianos y árabes para designar a Abraham, el amigo de Dios: Jalil Allah, como dicen los árabes hoy día. De aquí procede el nombre que los árabes dan a la ciudad de Hebrón en donde Abraham vivió, murió y fue enterrado : El-Jalil.
Santiago saca a continuación la conclusión del argumento escriturístico, tomado del ejemplo de Abraham. Viene a ser como la respuesta directa al v.20: Ved cómo por las obras y no por la fe solamente se justifica el hombre (v.24). El autor sagrado quiere decir que el hombre es justificado por la fe unida a las obras. La fe es necesaria, pero no basta para salvarse. Debe darse la unión de la fe y de las obras para ser agradable a Dios y poder salvarse.
Santiago admite, como San Pablo, que la justificación se opera por la fe, pero no por la sola fe, que entonces resultaría muerta (v.17) e incapaz de producir la vida de la gracia que se confiere en la justificación. La fe debe ir acompañada de obras de caridad, es decir, no ha de ser puramente intelectual y teórica, sino que ha de ir informada por la caridad 88.
La conclusión de Santiago podrá parecer contraria a la de San Pablo en la epístola a los Rom_3:28. Sin embargo, si examinamos de cerca la mente de ambos autores, veremos que no hay contradicción ninguna.
La justicia de que se habla aquí ha de ser entendida en el sentido de perfección moral 89. La justificación es aquí la complacencia de Dios por el exacto cumplimiento de sus órdenes; es la amistad y el beneplácito del Señor. San Pablo dirá, a propósito del ejemplo de Abraham, que no es la materialidad de las obras lo que hace merecer delante de Dios, sino la actitud del alma que se somete enteramente a Dios y está siempre dispuesta a obedecer. Esto presupone una fe viva unida a la caridad 90. Por su parte, Santiago dice que lo que agrada a Dios no es la fe muerta, sino la que implica el cumplimiento de las leyes más penosas y las obras de caridad, que la vivifican. La fidelidad manifestada en la prueba es la que indica la buena cualidad de la fe. Santiago quiere simplemente mostrar cómo la actitud ejemplar del patriarca ha contribuido a aumentar en su favor la amistad divina.
Las tesis de San Pablo y de Santiago no son contradictorias, sino que más bien ambas enfocan la cuestión en sentido inverso 91. Porque cuando San Pablo habla de la fe que justifica, se refiere a la fe informada por la caridad, a la fe viva. En cambio, Santiago, al hablar de, que la fe sin las obras no puede salvar, alude a la fe muerta, es decir, al simple asentimiento de la inteligencia a la autoridad de Dios revelante. Para San Pablo, las obras que no justifican son especialmente las observancias de la Ley mosaica; para Santiago, en cambio, las obras que salvan son las de la ley perfecta de la libertad, las obras buenas que siguen a la justificación. El concilio Tridentino enseña que la fe, cuando no lleva unidas la esperanza y la candad, no une perfectamente a Cristo y no hace miembro vivo de su Cuerpo místico 92.
En el v.25, Santiago cita otro ejemplo tomado del libro de Josué 93. Se trata de Rahab la cortesana, mujer cananea, que de pecadora se hizo agradable a los ojos de Dios gracias a su fe, unida a sus obras. Por el libro de Josué sabemos que Rahab salvó la vida de los espías hebreos enviados por Josué porque había creído que Yahvé era el verdadero Dios del cielo y de la tierra y que había entregado la tierra de Canaán en manos de los israelitas. Su fe era viva, activa, unida a las obras de caridad en favor de aquellos perseguidos. Su fe se manifiesta en las obras que realizó 94. A causa de sus obras, unidas a la fe, Rahab obtuvo el perdón y la justificación, haciéndose agradable a los ojos de Dios. Esto le mereció ser incorporada al pueblo de Dios 95 y ser contada entre los antepasados del Mesías 96, de la misma manera que Tamar, Rut, Betsabé. Rahab, que los judíos consideraban como el prototipo de los prosélitos, fue también para los cristianos un modelo de fe 97.
Santiago concluye todo lo que ha dicho desde el v.14 mediante una comparación: la fe sin las obras es muerta, del mismo modo que el cuerpo sin alma (v.26). El cuerpo sin la ruah, es decir, sin el soplo vital, se convierte en un cuerpo muerto. Otro tanto sucede con la fe disociada de las obras de caridad: se convierte en una fe muerta, sin alguna eficacia salvadora. Como el ðíåýìá 98 coopera con el cuerpo para vivificarlo, así las obras cooperan con la fe para darle virtud salvadora. No se deben urgir demasiado los términos de la comparación ni tratar de investigar por qué la fe se equipara al cuerpo, y las obras al espíritu. Santiago quiere describir gráficamente la inseparabilidad de la fe y de las obras. La fe que no va unida con las obras es semejante al cuerpo del cual desaparece el espíritu, se muere.

1 Sant 2:1-13. 2 Sant 1:2-12. 3 Cf. 1Co_2:8. 4 El término sinagoga, empleado aquí, puede significar la asamblea o el local donde se reúne la asamblea (Hec_9:2; Mat_4:23; Mat_6:2.5; Mat_9:35)· La Vulgata lo ha entendido en el primer sentido: conventus. La distinción entre ecclesia y sinagoga en las comunidades cristianas se fue haciendo poco a poco, pues aún en el siglo II se emplea la expresión sinagoga para designar las asambleas cristianas: San Ignacio M., Ad Polycarpum 4:2; Hermas, Mand. 11:9; Constitutiones Apostolicae 3:6. 5 1Sa_16:7. 6 Am4,i; 1Sa_5:10-15; 1Sa_8:4-7; Isa_1:17.23; Isa_5:20-23; Miq_3:9-12. 7 Lev_19:15; Deu_1:17; Deu_16:19. 8 Pro_18:5; Pro_24:23; Sal_82:2; Eco_12:1. 9 Lev_6:24; Lev_16:19-31; Lev_18:24-25. 10 Isa_11:3-5. 11 Mt 5:3; 11:28. 12 Mt 22:16. 13 J. Chaine, o.c. p.43-44. 14 1Co_1:26ss. 15 2Co_6:10; 2Co_8:9; Rev_2:9. 16 Mat_13:22; Mar_10:23; 17 1Ti_6:93. 18 1Sa_2:8; Sal_113:7; Luc_1:52. 19 Jua_4:46-54. 20 Mat_8:5-13. 21 Mat_5:3ss; Mat_19:16-30. 22 14:21. 23 Sant 5:4. 24 Gf. 1Co_6:1-11. 25 Cf. Mat_20:25. 26 Amo_4:1; Amo_8:4; Jer_7:6; Zac_7:10; Sab_2:10; Mar_12:40. 27 Flp_2:9. 28 Hec_2:38; Hec_8:16; Hec_10:48. 29 2Sa_12:28; Amo_9:12; Isa_4:1; Isa_43:7; Jer_32:193. 30 Hec_4:12; Flp_2:9. 31 Mat_22:40. 32 Cf. Rom_13:8-10; 33 Gal_5:14. J Cf. Rev_17:14; Rev_19:16. 34 Cf. A. Deissmann, Licht von Osten 4 ed. p.310. 35 19:18. 36JLc 10:25-3? 37 19:15 38 Deu_1:17. 39 Deu_16:19-20. 40 Cf. Deu_27:26; Gal_3:10; 5:3- 44 o.c. p.123, y en VD 19 (1939) 29-30. 45 Epist. 167: PL 33:733ss. 41 Sabbath 70:2. 42 J. Chaine, o.c. p.53. 46 SantTomás De Aciuino, Suma Teológica 1-2 q.73 a.1; cf. 2-2 q-5 a.3 ad 3. 47 Cf. D 366. Véase también De Ambroggi, o.c. ñ·44· 48 Stg_5:1. 49 Mat_6:14-15; Mat_18:21-35; Mat_25:34-46. 50 Mat_18:23-35. 51 Mat_25:34-46. 52 Jer 9:24. 53 J. Chaine, o.c. ñ.54· 54 Mat_5:7. 55 Mat_6:143. 56 Miq_6:8; 57 Eclo 28:2ss. 58 Tob 4:7-12; 59 Mat_7:2. 60 1 17:5 22'22S· San Agustín, Sermo de Epístola lacobi 2:10; cf. A. Wilmart, Un sermón de Sí. Augustin ' la chanté: Rev. d'Ascétique et Mystique n (1921) 351-372. 61 H. Willmering, Epístola de Santiago, en Verbum Dei IV (Barcelona 1959) P-4H· 62 Mt 7:21. 63 lc 12:47. 64 Gal_5:6; cf. Rom_2:6; Rom_8:2-5; Gal_5:19-25; Gal_6:10-16. 65 Cf. 1 Jn3,17s. 69 Mt6:25- 66 Mat_25:31-46. 70 1Ti_6:8. JJ Isa_58:6-7. 71 cf. Mat_7:21.24.25; Luc_6:46; Luc_12:47. 58 Lev_3:11. 72 Ses.óc.6: D 800. 73 Cf. De Ambroggi, o.c. p.45s. 74 Cf. Mat_5:16. Véase A. Charue, o.c. p.4io. 75 teófilo garcía de orbiso, o.c. p. 131-132. 76 Cf. Hermas, Mand, 1:1-2. 77 A. Charue, o.c. p.4io. 78 A. Valensin, La foi des démons: RSR 9 (1919) 381ss; A. Stolz, Der Daemonenglaube: otudia Anselmiana i (1935) 21-28; J. Beumer, Et daemones credunt, lac 2:19: Ein Beitrag *ur positive Bewertung der fides m/ormís; Gregorianum 22 (1941) 231-251. 79 Suma Teológica 2-2 q.5 a.2. 80 Mat_8:29; Me 1:34; 5:6-7; cf. Luc_10:18; Jua_12:31; 2Pe_2:4; Jud_1:6; Rev_12:7-12. En un Papiro mágico del año 300 d.C. también se habla del temblor de los demonios, empleando una expresión parecida a la de Santiago. Véase A. Deissmann, o.c. p.21735. 81 Los mejores códices, BSC, 323, ff, s; las versiones Sah. y Arm., y muchos mss. de la Vulgata leen áñãÞ = estéril, ocioso. Los demás códices tienen íåêñÜ = mortua (Vg), que debe de ser una corrección armonística en conformidad con los v.17 y 26. 82 Cf. Eco_44:19-21; Sab_10:5; 1Ma_2:52; jubileos 17:18; Filón, Quod Deus immut. 4. Textos rabínicos se pueden ver en Strack-Billerbeck, o.c. III p. 186-200. 83 Rom 4:16-21; Gal_3:6-9. 84Gal_15:6. 85 Ses.6 can.ßï y can.24.32: D 803. 86 Gén_22:12.16s. 87 J. chaine, o.c. p.67; Teófilo García De Orbiso, o.c. p.136. 88 Cf. Teófilo García De Orbiso, o.c. p.13? 89 Cf. Mat_5:20; Luc_1:75. 90 Rom_4:16-21; Gal_3:6-9. 91 A. Charue , o.c. p-411. 92 Ses.6 can.7: D 800. Cf. De Ambroggi, o.c. p.so. Sobre la cuestión de la justificación en Santiago y en San Pablo, véanse P. Schanz, Jakobus und Paulus: Tübingen Theol. Quart. 62 (1880) 3-46.247-286; B. Bartmann, Pauíus und Jakobus über die Rechtfertigung: BS 2 (1897) X-164; Menegoz, étude comparative sur Venseignement de Paul et de Jacques sur la justification par la foi: études de Théol. et d'Hist. (1901) 121-150; E. Tobac, Le probléme de la justification dans S. Paul et dans S. Jacques: Rev. d'Hist. Eccl. 22 (1926) 797-805; id., Le probléme de la justification dans S. Paul (Lovaina 1908); id., La Difeaíosime Theou dans S. Paul: Rev. d'Hist. Eccl. 9 (1908) 5-18; F. prat, La théologie de S. Paul (París 192715) vol.i p.212-214; J. Vosté, Studía Pauíina 5: De iustificatione per fidem (Roma 19412) p.93-109; Teófilo García De Orbiso, o.c. p.139-149; E. Lohse, Glaube und Werke zur Théologie des Jakobus: ZNTW (1957) 1-22. 93 2:9-11. 94 Cf. Heb_11:31. 95 Jos_6:17-25. 96 Mat_1:5. 97 Heb_11:31; i Clementis 12:1. 98 Acerca del significado de ôôíåõìá-Ruah, véase van imschoot, L'action de l'esprit de Jahvé dans l'A. T.: RSPT 23 (1934) 554ss.


Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 2

III

CONTRA LA ACEPCIÓN DE PERSONAS 2,1-13

Santiago hace notar una nueva contradicción que aparece en la vida religiosa: la preferencia incesante por los ricos, incluso en las comunidades cristianas, y el menosprecio de los pobres. Este tema aparece ya en el primer versículo y luego se desarrolla con vivacidad, aclarado con ejemplos. Conviene observar que si es cierto que el ejemplo es una invención del autor, la enseñanza que encierra la ha sacado, con toda seguridad, de su experiencia.

1. NO IMPLIQUéIS LA FE CON ACEPCIÓN DE PERSONAS (2,1-7).

a) Obra mal quien da preferencia a los ricos (2,1-4).

1 Hermanos míos, no impliquéis con acepción de personas la fe de nuestro Señor Jesucristo glorioso. 2 Suponed que en vuestra asamblea entra un hombre con anillo de oro y con vestido elegante, y que entra también un pobre con vestido sucio. 3 Si atendéis al que lleva el vestido elegante y le decís: «Tú siéntate aquí en lugar preferente», y al pobre le decís: «Tú quédate allí de pie o siéntate bajo el escabel de mis pies», 4 ¿no juzgáis con parcialidad en vuestro interior y os hacéis jueces de pensamientos inicuos?

La fe en Cristo, en el Señor, que se encuentra en la gloria de Dios, libera al cristiano de todo servilismo medroso o interesado ante otros poderes, cualesquiera que sean. No podemos seguir usando en el trato con los demás hombres las antiguas normas mundanas, porque son falsas. No hay que juzgar al prójimo por su posición social o por su apariencia, por la estima que de él tienen los hombres, sino por lo que es ante Dios, Y ante Dios todos somos iguales, tanto por nuestra condición de criaturas como por ser pecadores llamados a la salvación. Dios no mira las apariencias; Dios ve los corazones. No pueden seguir utilizándose en las relaciones cotidianas las normas dictadas por puntos de vista terrenos, con frecuencia injustos y poco caritativos, ni siquiera cuando se trata de relaciones con no cristianos. En este ejemplo, que Santiago lleva al límite conscientemente, habla de gente que no tiene sitio fijo en la asamblea cultual. Lo que dice más adeIante (2,6-8; cf. 5,1-6) indica que el rico es un no cristiano que un día entra a participar en el culto divino cristiano porque se siente interesado. Lo mismo puede decirse, probablemente, del visitante pobre. Mientras al rico se le asigna, en seguida, un sitio honorífico, que sea lo más cómodo posible, al visitante pobre se le concede poca atención. Nadie le cede el asiento. Por tanto, ha de quedarse de pie o sentarse en el suelo. Ni es cristiana la preferencia otorgada al rico, que seguramente está influida por la intención de ganarle para la comunidad cristiana, ni es cristiano el menosprecio mostrado al pobre. Estas distinciones en la manera de tratar a las personas convierten a tales cristianos en jueces inicuos, parciales y llenos de prejuicios. Obrando así, traicionan su vocación.

Ya en el Antiguo Testamento 22 se amenaza a tales acepciones de personas con la rigurosas justicia de Dios. ¿Como podrán resistir ante quien, según palabras de Jesús, ha de medir al hombre con la misma medida con que el hombre haya medido (Mat_7:1s)? ¿Y cómo puede atraer y persuadir la fe del cristiano, si las normas que sigue en su vida contradicen por completo las normas de la fe? Esta forma práctica de vivir de muchos cristianos, adaptada a los criterios mundanos, ¿no constituye uno de los principales escándalos para los que están fuera de la Iglesia? ¿No hay que preguntarse si no se siguen con frecuencia tales normas erróneas en la vida de los cristianos y dentro de las comunidades, y si nosotros mismos no tenemos que contarnos entre Ios que consideran normal y natural tal forma de proceder?

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22. Cf. Lev_19:15-18; Deu_1:17; Sal 82; Amo_5:11-15; Isa_10:1-3; Mic_3:1-4.

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b) Dios ha escogido a los pobres para herederos del reino (Mic_2:5-6a).

6 Escuchad, hermanos míos queridos: ¿No escogió Dios a los pobres según el mundo, pero ricos en la fe y herederos del reino que prometió a los que le aman? 6 ¡Y vosotros habéis afrentado al pobre!

Nuestra conducta ha de ajustarse a la conducta de Dios. Pues bien: Dios, en su infinita bondad, no ha excluido a nadie de su amor, ni siquiera a los que poco o nada valen a los ojos del mundo. Al contrario: «Lo que para el mundo es necio, lo escogió Dios para avergonzar a los sabios» (1Co_1:27). Porque esos hombres, por razón, precisamente, de su indigencia, comprendían mejor que los demás la necesidad que tiene el hombre de ser salvado y estaban así especialmente dispuestos a abrirse al amor misericordioso de Dios. A ellos, por tanto, se dirigía especialmente el amor de Jesús y para ellos pronunció Jesús, por voluntad de Dios, su mensaje de salvación: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dlos» ( Luk_6:20). Una vez más Santiago es fiel testigo de su Señor.

De lo antedicho no hay que deducir que los ricos estén excluidos de la salvación. Pero el hombre ha de reconocer esta especial elección de los pobres, de las clases sociales inferiores, y ha de considerarlos y honrarlos como ricos por el tesoro de fe que poseen. Porque la verdadera riqueza del hombre es la elección divina, el don de la fe, la gracia de haber sido nombrado heredero del reino de Dios. Los elegidos son ricos ya ahora; los creyentes son herederos ya actualmente. Hay, pues, que amarlos y honrarlos desde ahora. ¿Cómo se puede dejar de amar a aquellos a quienes Dios ama? ¿Cómo se puede dejar de honrar a quien Dios honra? ¿Cómo es posible que estas normas se descuiden tanto en nuestras comunidades? ¿Cómo es posible que se tenga en tan poca consideración y se respete tan poco en nuestras comunidades aI hermano en Cristo, por el hecho de ser humilde o porque carece de importancia social o de cultura? ¿No pasamos con indiferencia nosotros mismos por delante de otros, después de la asamblea cultual? ¿No tenemos con frecuencia poco amor a nuestro hermano, a quien Dios ha escogido y ama? Quien no ama a su hermano, a quien ve, a Dios, a quien no ve, ¿cómo podrá amarle? (cf. 1Jo_4:20). El reproche de Santiago: «¡Vosotros habéis afrentado al pobre!», ¿no se nos puede aplicar también a nosotros?

c) Los ricos son los principales responsables de la opresión de los cristianos (1Jo_2:6b-7).

6b ¿No os oprimen los ricos y os arrastran a los tribunales? 7 ¿No son ellos los que blasfeman del hermoso nombre que ha sido invocado sobre vosotros?

Evidentemente las comunidades a las que Santiago escribe están compuestas por miembros de las clases sociales inferiores. ¿No habrán tenido que sufrir amargas experiencias con los grandes terratenientes, a quienes en general tenían que servir como jornaleros (1Jo_5:1-6)? ¿No han aprendido nada de esas experiencias y siguen teniendo debilidad por los ricos y los poderosos? Se nos da aquí una perspectiva de la vida cotidiana de los judeocristianos, a quienes no sólo se explota y se lesiona en sus derechos, e incluso se esclaviza, sino que se llega a insultarlos por su fe cristiana y a llevarlos ante los tribunales. No se habla propiamente de una persecución a los cristianos, pero el cristianismo debe haber motivado una actitud cruel, abusiva y hostil de los ricos contra sus subordinados 23. Muchas veces esa actitud se habrá traducido en acusaciones ante las autoridades civiles y de ahí se habrán seguido las acostumbradas consecuencias... 24. Santiago da en seguida la razón por la cual los cristianos pueden soportar todas esas contrariedades: la elección de Dios y del Mesías Jesús en virtud del bautismo. En el bautismo fue invocado solemnemente sobre ellos el nombre de Jesús 25 y pasaron así a ser propiedad de Cristo. Ya no han de temer a los ricos y a los poderosos, porque gozan de la protección y del amor del Señor Jesucristo, que es poderoso y tiene en sus manos el futuro. Tras esta alusión al bautismo se adivina la imagen de la compra de un esclavo: se pronunciaba el nombre del comprador sobre el esclavo adquirido y la compra quedaba así legalizada (recuérdese que en la antigüedad el nombre representaba a la persona). Más aún: Santiago recoge intencionadamente en esta frase un título honorífico de Israel. Israel tenía conciencia de ser el pueblo que Dios había elegido como propiedad suya y expresaba esta conciencia definiéndose a sí mismo como el pueblo sobre el que había sido invocado el nombre de Dios 26). Los cristianos son el verdadero pueblo de Dios, gracias a Cristo, que lo eligió en el bautismo. Al defender su nombre y sufrir por él, rinden honor al nombre y a su Señor. Lo único que debe preocuparnos es honrar al Señor Jesucristo. Los cristianos deben despojarse de toda falsa adulación, de toda codicia del favor de los hombres, de toda pretensión ante los poderes humanos. De todo esto les ha librado Cristo. Servirle a él es su honor.

Sería erróneo condenar a todos los ricos. No se trata aquí de la conducta de los ricos, sino de la conducta de los cristianos. Resulta bien claro lo que Santiago quiere decir, y lo que quiere decirnos también a nosotros.

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23. Cf. ,6; 1Pe_4:12-19; Hab_11:32-39; Hab_12:1-17; Hab_13:10-14.

24. Cf. Act_8:1-3; Act_13:45 ss; Act_14:19s; Act_16:19; Act_19:29; 2Co_11:21-33.

25. Cf. Act_2:38; Act_10:48.

26. Cf. Deu_28:10; Amo_9:12; Jer_14:9; Isa_43:7; 2Ch_7:14; 2Ma_8:15.

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2. CUMPLID LA LEY REGIA (2Ma_2:8-13).

a) El que ama desinteresadamente, hace bien (2Ma_2:8).

8 Si efectivamente cumplís la ley regia según la Escritura: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» ( Lev_19:18). hacéis muy bien.

Santiago nos muestra ahora la conducta que hay que observar con el prójimo, el amor que hay que tenerle, un amor que se equipara al amor que uno se tiene a sí mismo. Se trata de un amor desinteresado, tal como Dios lo exigía ya en el Antiguo Testamento. Santiago llama a esta obligación ley regia, por dos razones. En primer lugar el autor quiere decir que toda la revelación de la voluntad de Dios, tal como está contenida en la Escritura, es decir, en el Antiguo Testamento, y tal como Cristo la ha cumplido (cf. Mat_5:17-19), está resumida en esta ley. En segundo lugar ese título (regia) manifiesta la eminente y suprema categoría e importancia de esa ley frente a todos los demás mandamientos y obligaciones morales. Su cumplimiento es ya suficiente para hacer al hombre capaz de proceder conforme a la voluntad de Dios y heredar así sus promesas.

Santiago se refiere aquí al Antiguo Testamento y no a las palabras de Jesucristo, porque escribe a judeocristianos. Este mandamiento fundamental de la vida cristiana, en el cual está lo básico de toda la ley (judía) y los profetas 27, se exigía ya en la antigua alianza. No se menciona el mandamiento del amor a Dios, porque no lo pide el curso de la argumentación. El cristiano ha sido elegido para adecuarse plenamente a la voluntad salvadora de Dios. Cristo, insistiendo en este mandamiento fundamental, nos ha presentado la perspectiva auténtica de la voluntad de Dios. En este mandamiento fundamental ha compendiado todas las obligaciones, mandamientos y leyes. El pueblo de la nueva alianza representa la plenitud del pueblo de la antigua alianza, porque le ha sido revelada enteramente, por medio de Jesucristo, cuál es la voluntad de Dios al hacer la alianza. Hemos de esforzarnos, pues, por vivir como linaje regio (1Pe_2:9), ajustándonos a esa «ley regia».

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27. Mat_22:36 40; cf. Mar_12:28-34; Luk_10:25-37.

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b) Quien hace acepción de personas, comete pecado (Luk_2:9-11).

9 Pero si obráis con acepción de personas, cometéis pecado y quedáis ante la ley convictos de transgresión. 10 El que guarda toda la ley, pero quebranta un solo precepto, se hace reo de todos. 11 Pues el que dijo. «No cometerás adulterio», dijo también: «No matarás.» Y si no cometes adulterio, pero matas, te has hecho transgresor de la ley.

Quien hace acepciones entre los hombres y honra o ama a uno según sea su posición social, quebranta gravemente el mandamiento fundamental, el mandamiento del amor desinteresado, porque no ve en él a un prójimo, a quien Dios ha creado y destinado a la salvación con el mismo amor que a nosotros y a quien ha dado la misma grandeza y dignidad que a nosotros. Solamente tiene en cuenta si puede o no conseguir de él algún beneficio, en honra, favores o influencia. Peca contra la voluntad de Dios quien degrada así la imagen viva de Dios y procura ponerla al servicio de los propios intereses. No se trata de una debilidad humana, de una imperfección comprensible o inofensiva. La voluntad de Dios forma un todo. Quien se opone a esta voluntad en un punto se opone al núcleo de la voluntad divina, que se manifiesta en la ley del amor (cf. 4,11-12). Todos los mandamientos de la segunda tabla derivan de esta ley. Solamente puede salir airoso ante el tribunaI de Dios quien ama al prójimo como a sí mismo, porque la voluntad de Dios procede del amor y tiende hacia el amor.

Santiago ha entendido muy bien la enseñanza de Jesús, según la cual todos los pecados derivan de la falta de amor. La única forma de dominar el pecado y de que el mundo alcance la salvación consiste en vencer en el propio corazón el orgullo, el egoísmo y la falta de amor. Por eso, si se quiere que la libertad regia de Cristo reine en los corazones de los suyos, no hay que tomar a la ligera aquello que infringe el amor respetuoso y desinteresado 28, sino combatirlo enérgicamente.

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28 Cf. Mat_7:12; Mat_15:1-20; Mat_25:31-46; 1Co 13.

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3. LEY DE LIBERTAD (Mat_2:12-13).

12 Hablad y actuad como quienes han de ser juzgados por una ley de libertad. 13 Pues habrá un juicio sin misericordia para quien no practicó misericordia. La misericordia triunfa sobre el juicio.

El cristiano está sometido a una ley de libertad, la ley del amor. Dios, por medio de Cristo, lo ha llamado al amor y lo ha adoptado como hijo y heredero. Lo ha capacitado para el amor, le ha liberado del poder maligno del pecado, del propio egoísmo idolátrico y de todo vínculo con la letra del legalismo judío. Por eso el cristiano debe pensar, juzgar, oir, hablar y obrar movido por esta libertad del amor a Dios y al prójimo. No puede agradar a Dios quien no ha amado, por más perfección que haya conseguido en las virtudes y en las buenas obras. Dios medirá al hombre con la medida de su benevolencia, que dispensa libremente sus favores: ésa es la libertad divina. Y le recompensará con la medida con que el hombre haya medido29: ésa es la justicia divina. Lo único que puede salvar es el amor que se entrega sin egoísmo. Dios corresponderá generosamente a ese amor, aunque el hombre, en muchas otras cosas, no haya cumplido lo que Dios le pedía, porque, según un principio ya conocido en la antigua alianza, la misericordia prevalece sobre el juicio30. ¿Cuál es la medida que nos aguarda? ¿No irían mejor las cosas en nuestras comunidades cristianas si todos vivieran según la ley de libertad, de amor, que es la ley de Dios?

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29. Cf. Mat_5:7; Mat_18:29.34; Mat_25:45s; también Luk_6:38.

30. Cf. Pro_19:17; Tob_4:12; Tob_29:16s; también Mat_6:14; Luk_7:47.

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lV

LA FE Y LAS OBRAS 2,14-26

Lo que aquí se expone constituye el objetivo principal de la carta, como lo demuestra la especial vivacidad del estilo. Alternando la exposición doctrinal con la controversia demuestra Santiago que la fe sin obras está muerta (2,17.26; cf. 2,14). A causa de la contraposición entre fe y obras, y del ejemplo de Abraham, suponen algunos que Santiago se enfrenta aquí con una falsa interpretación de la doctrina de Pablo sobre el poder salvador exclusivo de la fe (sin las obras exigidas por la ley judía; Rom 3-4; Gál 3-4). FE/OBRAS: El mismo san Pablo se opone ya a esta falsa interpretación (Rom_6:1-23). El punto de vista de la argumentación es diferente en ambos casos. Santiago muestra que una fe que no configura la vida según la voluntad de Dios no sirve para nada, porque no puede salvarnos. Pablo, que se encuentra ante la concepción judía de que el hombre puede ser justo ante Dios y merecer el cielo por sí mismo y con sus obras, observando todas las prescripciones de la ley, no tiene más remedio que insistir en que el hombre pecador no es capaz de obrar su salvación con sus propias fuerzas, sino que, con fe, debe recibirla como un don de Dios. Esta afirmación de Pablo incluye la necesidad de realizar la fe en el amor; sólo así podrá presentarse sin temor al juicio de Dios 31. También Santiago enseña que, en el juicio, Dios escrutará los frutos de la fe y ellos darán la medida de la recompensa.

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31. Rm 12; Rom_13:8-10; Gal_5:13; Gal_6:1-10; 1Co_3:10-15; 2Co_5:9.

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1. LA FE SIN OBRAS ESTA MUERTA (2Co_2:14-19).

a) La fe sin obras no sirve para nada (2Co_2:14).

14 ¿De qué sirve, hermanos míos, si uno dice que tiene fe, pero no tiene obras? ¿Podrá salvarlo la fe?

La pregunta está formulada en términos claros y no espera obtener la respuesta de que la fe cristiana puede salvar; antes bien presupone lo contrario. La respuesta que se quiere obtener es que la fe sin obras y, por tanto, la mera posesión de la verdadera fe, la sola convicción no puede conseguirnos la salvación. La fe empuja necesariamente a obrar según esa fe, a vivir según ella. Un creyente que no vive de acuerdo con las convicciones de su fe, que no configura su vida con el poder vital que le ha sido infundido, no es digno de ese nombre. Igual que la semilla tiende al fruto, la fe tiende a realizarse en obras conformes a la fe. Por más que uno alabe el valor y los frutos del cristianismo y estime la profundidad de su enseñanza , el valor ético de su mensaje y sus valores vitales y culturales; por seguro que uno se sienta en su fe, todo es inútil si no la vive. Dios, en el juicio, tendrá en cuenta la obediencia, la entrega y la fidelidad, la perseverancia en el amor. He aquí la llave de la vida eterna.

b) La fe se muestra en las obras (2Co_2:15-20).

15 Si un hermano o hermana se encuentran desnudos y carecen del alimento diario, 16 y alguno de vosotros les dice: «Id en paz, calentaos y hartaos», pero no les dais lo necesario para el cuerpo, 17 ¿de qué servirá eso? Así también la fe, si no tiene obras, está muerta en sí misma.

Santiago pone al descubierto el contrasentido y la inutilidad de una fe sin obras en un ejemplo elegido a propósito por su evidencia. Frente a tal tacañería y cerrazón a la indigencia del hermano en Cristo y a la ley fundamental del amor (2Co_2:8), el saludo fraterno y las palabras aparentemente compasivas muestran toda su hipocresía. No hay verdadera fe; lo único que hay es una apariencia muerta. Sabe muy bien lo que se le ha encomendado y parece que lo tiene en cuenta, pero en realidad no da un solo paso para ponerlo en práctica, ni siquiera en un caso de extrema necesidad, como el presente.

Esta demostración es concluyente y, sin embargo, ¡con cuánta facilidad eludimos las exigencias evidentes de nuestra fe y precisamente en el amplio ámbito del amor al prójimo! Santiago sabe perseguir hasta los últimos escondrijos nuestra voluntad torcida, egoísta, engreída e hipócrita, y enderezarla. No tenemos otro camino que tomar realmente en serio lo que Dios nos pide. No podemos permitir que se enseñoree de nuestra vida la tibieza comodona, segura de sí misma, la indiferencia o la mediocridad.

18 Más aún, alguno dirá: «Tú tienes fe, yo tengo obras.» Muéstrame tu fe sin las obras, y yo te mostraré por las obras mi fe.

Ahora se presenta con mucha brevedad una objeción: ¿Por qué sirven las obras sin la fe?; la fe es la virtud decisiva, y yo tengo fe. Considerada en sí misma, esta objeción no carece de fundamento. A diferencia de los no cristianos, el cristiano ha recibido gratuitamente por medio de la fe el don de la nueva vida, la prenda y la herencia del reino de Dios. Se trata de un don salvador realmente decisivo, que el hombre no puede conseguir con sus propias fuerzas. Es el fundamento indispensable para salvarse. Pero eso no nos autoriza a conservar pasivamente ese don, sin que se refleje en nuestra vida cotidiana. La objeción, pues, no es más que un subterfugio. Sólo quien tiene fe, es decir, quien vive según su fe, puede realizar las obras de la fe. La fe de quien no tiene obras está muerta; el don divino se ha marchitado, Sólo la fe viva es auténtica.

19 ¿Tú crees que «hay un solo Dlos» (Deu_6:4)? Haces bien. También los demonios creen y tiemblan. 20 ¿Quieres saber, hombre necio, cómo la fe sin las obras es estéril?

Santiago hace suya la frase inicial de la oración «Escucha, Israel» (sema), que, en tiempos de Jesús, los judíos rezaban tres veces al día. Moisés había exhortado con esta frase al pueblo congregado al pie del Sinaí para que se mantuviera fiel al Dios de la alianza (Deu_6:4). ¿De qué sirve la profesión de fe en un solo Dios, si no se toma en serio la fe en ese Dios y el cumplimiento de su voluntad? También los demonios conocen la doctrina contenida en la profesión de fe; muchas cosas incluso las ven con mayor claridad que el hombre creyente (cf. Mat_8:29; Luk_4:34). Pero esta ciencia no puede salvarles de su condenación, porque tienen cerrada para siempre la puerta, cuya apertura les haría posible vivir según la fe.

En cambio, ¡qué halagüeñas posibilidades de salvación tiene el creyente! ¿Por qué, pues, no queremos darnos cuenta de que una mera profesión de fe, una fe que no va más allá del pensamiento y de los labios, no es suficiente para salvarnos, antes bien se convierte en causa de castigo?

2. TESTIMONIO DE LA ESCRITURA (Luk_2:21-25).

a) Abraham fue justificado por las obras (Luk_2:21-24).

21 Abraham, nuestro padre, ¿no fue justificado por las obras al «ofrecer su hijo Isaac sobre el altar» (Gen_22:9)? 22 Ya lo ves: la fe actuaba juntamente con las obras y por las obras se hizo perfecta la fe. 23 Y así se cumplió la Escritura que dice: Creyó Abraham a Dios, y le fue computado a justicia, y fue llamado amigo de Dios. 24 Ya veis que por las obras se justifica el hombre y no sólo por la fe.

Santiago desarrolla la prueba indicada en el versículo 18, es decir, que la fe se muestra y se despliega en las obras. Por eso escoge al gran modelo de la fe y de los creyentes, Abraham. Ya para el antiguo pueblo de Dios, Abraham era el gran creyente, porque en medio de todas las pruebas demostró su confianza incondicional en Dios. Se sometió a la voluntad de Dios incluso cuando, en edad avanzada, le pidió el sacrificio de su heredero legítimo, sobre quien recaía la promesa 32. Su fe tuvo que superar la prueba de las obras. No sólo la superó, sino que en ella maduró hasta el máximo, hasta la perfección. La finalidad de esta fe perfecta es la justicia, la justificación, es decir, la plena posesión de la vida como hijos de Dios y la certeza de la herencia al lado de Dios (cf. 1,12.17s; 2,5). La justicia otorgada anteriormente a Abraham (Gen_15:6) tuvo que perfeccionarse todavía mediante su colaboración en la prueba de la fe (Gen_22:9s). Por eso le fue concedida la recompensa prometida a una fe tan perfecta: Dios le confirió la dignidad de amigo suyo. Este título honorífico muestra admirablemente cuál es la nueva relación: una comunidad de vida íntima y cordial con Dios, que se inclina benignamente hacia la persona agraciada 33. Sólo cuando la fe se demuestra con las obras, consigue el creyente el premio prometido: la comunidad de vida con Dios. ¡Qué necio el creyente que no quiere ver este fin que Dios pretende y se engaña sobre el fruto de su fe! ¡Qué pobre es la fe del creyente que no se alegra y no tiende con todas sus fuerzas hacia esa meta suprema del esfuerzo humano! Santiago sigue las huellas de su Señor y como él es inflexible al exigir que el cristianismo de nombre, certificado por la partida de bautismo y profesado de palabra, sea acrisolado en la prueba de la fe 34.

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32. Gen_15:6; Gen_22:9-12; cf. 1Ma_2:52; Sir_44:20; Hab_11:17 19.

33. Cf. Isa_41:8; Dan_3:35; 2Ch_20:7.

34. Cf. Mat_7:21-27; Mat_13:1-23; Luk_6:43-49; Luk_8:4-21.

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b) Rahab se salvó por las obras (Luk_2:25).

25 La misma Rahab, la meretriz, ¿no se justificó por las obras al recibir a los mensajeros y al despedirlos por otro camino?

Santiago aduce otro ejemplo tomado del Antiguo Testamento, que muestra en forma aún más contundente el poder salvador de la fe demostrada con obras; la salvación de la casa de la meretriz Rahab. Escondió a los mensajeros de Israel para que no fueran descubiertos por quienes los buscaban, y por esta acción fue preservada del exterminio que siguió a la conquista de la ciudad (Jos_2:1-15; Jos_6:17-23). Había oído hablar de los prodigios obrados por el Dios de los israelitas e hizo causa común con ellos, ayudándolos en un trance tan peligroso. Este ejemplo nos resulta chocante en los tiempos actuales, pero al presentaro Santiago recurre a una antigua interpretación cristiana que veía en la conducta de esta pecadora un modelo y un ejemplo para el creyente (cf. Heb_11:31). En el destino de esta mujer el cristianismo primitivo veía una prueba efectiva del inexplicable amor de Dios a los pecadores, que Jesús patentizó más tarde tan admirablemente en su trato con los publicanos, las meretrices y los extraviados 35. Pero si Rahab se salvó, fue porque creyó y actuó. ¡Qué fuerza tiene la fe, que es capaz de salvar y de santificar cuando se la abraza vitalmente y se refleja en la actividad cotidiana! ¿Por qué no creemos, o no creemos como se debe, en esta fuerza que es capaz de transformar nuestra vida? ¿Por qué nos arriesgamos tan poco por conseguir que la fuerza de nuestra fe se despliegue en el curso de nuestra vida? ¡Cuántas promesas contiene la fe viva, resuelta, que se manifiesta en las obras!

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35. Cf. Mat_9:9-13; Mat_15:24; Luk_7:36-50; 15; Joh_8:1-8.

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c) Resumen (Joh_2:26).

26 Así pues, como el cuerpo sin espíritu está muerto así también está muerta la fe sin obras.

Santiago resume, con una comparación, sus razonamientos sobre la fe y las obras. El punto de contacto entre ambos miembros de la comparación es el estado de muerte. Así como de un cuerpo muerto se deduce la ausencia del alma que vivifica, así de una fe sin obras se deduce la ausencia de una fe viva. Una fe que no se vive, que no conforma el obrar, es inútil para conseguir la salvación, no puede salvar, está muerta. Por eso ese tipo de creyentes son verdaderos cadáveres vivientes: a los ojos de Dios no existen. No hay, pues, que sorprenderse de que el Señor, que ha de volver como juez, fulmine contra tales creyentes el terrible anatema: «Jamás os conocí; apartaos de mí» (Mat_7:23), aunque lleven su nombre y le invoquen como su Señor. Quien, en cambio, sigue los consejos de Santiago, su fiel servidor, puede alegrarse como Abraham y Rahab por la venida del Señor y por su trato íntimo con él. ¿Qué nos dirá el Señor a nosotros?

Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



16 (IV) Evitad el favoritismo (2,1-13).

Esta sección es una explicación ulterior de la exhortación de 1,22: «Poned por obra la pala(-)bra». La breve mención de viudas y huérfanos en 1,27 lleva a una consideración más comple(-)ta de los pobres dentro de la comunidad. El desarrollo: advertencia contra el favoritismo (2,1); un ejemplo concreto (w. 2-4); razones contra el favoritismo (vv. 5-13).
(A) El precepto (2,1). 1. hermanos míos: Véase el comentario a 1,2. favoritismo: Véase el comentario a Rom 2,11. nuestro Señor glo(-)rioso: Lit., «nuestro Señor de gloria». La gran gloria del Señor en quien creemos debe anular todas esas ideas de rango o categoría munda(-)na que podrían llevar al favoritismo en la con(-)ducta.
(B) Ejemplo hipotético (2,2-4). El carác(-)ter vivido del ejemplo tal vez no haga referen(-)cia a un incidente real. Tales ejemplos son ca(-)racterísticos del estilo retórico de la «diatriba» (véase Dibelius, James 124-26; ( Teología pau(-)lina, 82:12). en vuestra sinagoga: Este ejemplo, único en el NT, de ampliación cristiana del tér(-)mino synagdge es un indicio de trasfondo judío-cristiano. Se imagina que tanto el rico como el pobre son desconocidos en la comu(-)nidad, de manera que su categoría social sólo se puede conocer por su apariencia. 3. Al rico se le ofrece un asiento de honor (véanse Mt 23,6; Mc 12,39; Lc 11,43; 20,46).
(C)Argumentos varios (2,5-13). 5. ¿no ha escogido Dios a los pobres?: Véanse 1,19 y el comentario correspondiente. La creencia veterotestamentaria de que los pobres son objeto de una especial solicitud de Dios (Sal 35,10) y destinatarios de las bendiciones mesiánicas (Is 61,1) ocupa también un puesto destacado en la LQ (1QM 13,14; 1QH 18,14) y en los evangelios (Mt 5,3; Lc 6,20; Mt 11,5). 1 Cor 1,17-29 da la explicación de Pablo de esta «op(-)ción preferencial» divina. Los pobres, por ra(-)zón de su fe, son ricos, herederos del reino: Es(-)ta referencia única a «el reino» recuerda la primera bienaventuranza (Mt 5,3; Lc 6,20). que prometió: El concepto de promesa divina, estrechamente vinculado con las nociones de elección y herencia, y el de la respuesta de amor a Dios constituyen la base misma de la teología del AT y el NT. los que le aman: Véase el comentario a 1,12. 6. habéis menospreciado al pobre: Su conducta es la antítesis misma de la atribuida a Dios en el versículo precedente. los que os oprimen: Esto supone que los lecto(-)res se sitúan entre los pobres. Los ricos opre(-)sores son considerados como una clase carac(-)terizada no sólo por la riqueza, sino también por su carácter opresor e impiedad; tal consi(-)deración se hace con términos que recuerdan a los profetas del AT (Am 8,4; véase Sab 2,10). os arrastran a los tribunales: A la vista del v. 7, probablemente se incluye una referencia a la persecución religiosa, junto con diversas formas de opresion social y económica. 7. blasfe(-)man el hermoso nombre con que sois deno(-)minados: Ser llamado por un nombre (lit., «te(-)ner un nombre pronunciado sobre uno») equivale a ser designado como perteneciente a la persona nombrada. Perseguir a los cristia(-)nos bautizados en el nombre de Jesús (Hch 2,38) es blasfemar su nombre exaltado (véase Flp 2,10).

178. ley regia: Puesto que la ley mosaica procede de Dios, el rey universal, se le llama regia con toda la razón. Santiago está aludien(-)do así mismo al mandamiento del amor al prójimo (Lv 19,18) citado en la predicación que Jesús hace del reino (Mt 22,39; L. John(-)son, «Leviticus 19 in James», JBL 101 [1982] 391-401). Cumpliendo el mandamiento del amor al prójimo se cumple la ley entera. Esto quedó explicitado en Rom 13,8-10; Gál 5,14. 9. Equilibrada antítesis de lo que precede. La re(-)lación implícita entre el pecado, la ley y la transgresión parece estar básicamente en ar(-)monía con el desarrollo propio de Pablo, más detallado (véanse Rom 4,15; 5,13-14; 7,7-21; Gál 3,19). 10. reo de todos: La transgresión de tan siquiera uno solo de los preceptos de la ley lo pone a uno dentro de la categoría de los transgresores de la ley. Este principio está im(-)plícito en Mt 5,18-19; Gál 3,10; 1QS 8,3; se en(-)cuentra en la tradición rabínica. Según M. OR. Boyle («The Stoic Paradox of James 2.10», NTS 31 [1985] 611-17), refleja además una tradición estoica. 12. han de ser juzgados: En 1,12, Santiago recurría al motivo de la re(-)compensa futura; ahora recurre al motivo del juicio futuro (véanse 3,1; 4,12; 5,9). Esta moti(-)vación vinculada con el precepto del amor al prójimo aparece también en Mt 5,22.25; 7,1-2; 25,31-46. por la ley de la libertad: Véase el co(-)mentario a 1,25. Sólo una libre entrega perso(-)nal a la ley en cuanto voluntad de Dios (y opuesta a una mera limitación exterior) es ca(-)paz de asegurar una observancia integral de todos los preceptos. Este espíritu de gozosa y libre entrega a la ley de Dios encuentra expre(-)sión en el AT (Sal 1,2; 40,9; 119,21) y en la LQ. 13. la misericordia triunfa del juicio: Esto se hace eco de la enseñanza de Jesús en Mt 6,15; 18,23-35; 25,41-46, enseñanza que también aparece en el AT y en la literatura sapiencial apócrifa.

18 (V) La fe sin obras está muerta (2,14-26). Esta sección es única por su desa(-)rrollo unificado y relativamente extenso de un único tema. Es el corazón de la carta, de don(-)de reciben su fundamento teórico las exhorta(-)ciones prácticas. No obstante, la apariencia de contradicción respecto a la enseñanza de Pa(-)blo sobre la justificación por la fe ha dado por lo general una importancia exagerada a esta sección. Fue en buena medida debido a esta contradicción aparente por lo que Lutero qui(-)so excluir Sant del canon (véase Mussner, Ja(-)kobusbrief 42-47).

19(A) La tesis principal (2,14-17). 14. diga que tiene fe: Santiago no insinúa aquí la posibilidad de que exista verdadera fe al mar(-)gen de las obras, sino simplemente que cabe hacer tal afirmación. A juzgar por el presente pasaje y por 1,3.6; 2,1.5; 5,15, Santiago entien(-)de por fe la libre aceptación de la revelación salvífica de Dios, no tiene obras: Por «obras» se entiende la obediente puesta en práctica de la voluntad revelada de Dios en cada uno de los aspectos de la vida, tal como ponen de mani(-)fiesto las numerosas exhortaciones prácticas de la epístola, ¿puede salvarle la fe?: Es decir, ¿puede tal «fe» salvarle del juicio (véanse 2,13 y el comentario a 5,15)? 17. así: Se explícita lo importante de la analogía precedente, la fe en sí misma: Cuando no va acompañada por obras -lo contrario, por tanto, de la «fe que ac(-)túa por la caridad»-, está muerta: Es incapaz de salvarle para la vida eterna (véase 2,14). Nótese que Santiago no opone fe y obras, sino fe viva y fe muerta.

20 (B) Ejemplos diversos (2,18-26). 18. alguno podrá decir: La interpretación de este versículo es bastante discutida. Lo mejor pa(-)rece considerar esto una legítima objeción. Entiéndanse «tú» y «yo», no como Santiago y el objetor, respectivamente, sino en el sentido de que unos se especializan en la fe, otros en las obras. La frase siguiente, «Muéstrame tu fe...», es la respuesta de Santiago al objetor; en ella le invita a aportar pruebas de la exis(-)tencia de la fe separada de las obras. Su si(-)guiente afirmación, «yo por mis obras», sos(-)tiene que, donde se podría suponer que las obras existen sin fe, un examen más detenido pone de manifiesto que la fe subyace a ellas. 19. ¿tú crees que hay un solo Dios?: La insis(-)tencia del AT en la unicidad de Dios como ver(-)dad fundamental de fe (Dt 6,4) se encuentra igualmente en el NT (Mc 12,29; 1 Cor 8,4.6; Ef 4,6). haces bien: El tono de kalos, «bien», es irónico (véanse Mc 7,9; Jn 4,117; 2 Cor 11,4). también los demonios creen y tiemblan: Son objetos de la ira de Dios, pese a su estéril «cre(-)encia» en la unicidad de Dios. El objeto de es(-)te ejemplo es poner de manifiesto que el co(-)nocimiento de verdades religiosas no es de provecho alguno cuando la voluntad está apartada de Dios.

20. la fe sin obras es estéril: En griego, esta frase encierra un juego de pa(-)labras entre «sin obras» (chóris ergón) y «esté(-)ril» (argé, de a-ergos). Este versículo sirve de introducción a las pruebas siguientes de la Es(-)critura.
21 21. Abrahán nuestro padre: Título que los judíos aplican con predilección a Abrahán. Según Pablo (Rom 4; Gál 3-4), Abrahán es el padre de todos los creyentes. Pese a la diferen(-)cia de acentos que se encuentra en Sant y en Pablo, ambos siguen una venerable corriente de tradición judía al mencionar a Abrahán co(-)mo ejemplo de fidelidad y justicia ante Dios (Eclo 44,19-21; Sab 10,5; 1 Mac 2,52; Jub 17-19; CD 3,2; Heb 11,8-12.17-19). justificado por las obras: La voz pas. implica actuación divi(-)na. Las «obras» son el sacrificio de Isaac. La «justificación» parece significar que Abrahán es encontrado grato ante Dios, y por tanto es confirmado en la promesa (Gn 22,16-18). San(-)tiago ha combinado la afirmación acerca de la justificación de Abrahán (Gn 15,6) con la de su obediencia (Gn 22). A continuación se da el fundamento de tal combinación. 22. la fe coo(-)peraba con sus obras: La obediencia de Abra(-)hán a la difícil palabra de Dios indica el ca(-)rácter activo de su fe. por las obras alcanzó la fe su perfección: Creer en la promesa de des(-)cendencia que Dios le hacía ante el hecho de que daba muerte a la única fuente visible de dicha descendencia hizo perfecta su fe en la promesa inicial de Dios. Esto demuestra lo in(-)separable de fe y obras. 23. se cumplió la Es(-)critura: Gn 15,6 se toma como una profecía cumplida por los acontecimientos de Gn 22 (véase 1 Mac 2,52). amigo de Dios: Este título de Abrahán, no encontrado en Gn, aparece en Is 41,8; 2 Cr 20,7; y en la LQ (CD 3,2). 24. la persona es justificada: En este momento se sa(-)ca de la Escritura una conclusión: lo que fue verdad en el caso de Abrahán es verdad de ma(-)nera universal, por las obras y no por la fe so(-)lamente: Como resulta claro por el contexto, esto no significa que la fe auténtica sea insufi(-)ciente para la justificación, sino que la fe que no va acompañada por obras no es auténtica. Así, no existe desacuerdo fundamental de San(-)tiago con Pablo, para quien la fe «actúa por la caridad» (Gál 5,6).
Sigue en pie un problema, sin embargo. No sólo existe una marcada diferencia de acento entre Pablo y Santiago en lo tocante a la fe y las obras; también existe una sorprendente cuasi-identidad de formulación y de insisten(-)cia en Abrahán (cada uno cita Gn 15,6 en fa(-)vor de su propio argumento), además de una apariencia superficial de recíproca contradic(-)ción (véase Rom 3,28; también 1,17; 3,20-27.30; 4,2-5.16-24; Gál 2,16; 3,6-12.24). Tan sorprendentes son ambas cosas, que parecen exigir algún tipo de conexión, a modo de refu(-)tación o corrección. La hipótesis más satisfac(-)toria es que Santiago parece corregir una comprensión tergiversada que corría por ahí de la enseñanza paulina sobre la justificación por la fe, comprensión que, a diferencia de la auténtica doctrina paulina, no planteaba exi(-)gencias morales al creyente.
22 25. Rajab, la prostituta: Santiago no menciona su fe, puesto que es evidente por Jos 2,11. Sus conciudadanos también tenían una especie de fe (2,9-11); pero sólo ella actuó de acuerdo con su creencia y quedó así justifica(-)da -fue hallada grata ante Dios y se salvó (Jos 6,22-25)-. Un uso semejante del ejemplo de Rajab en Heb 11,31 y (con mayor amplitud) en 1 Clem 12 indica la popularidad de este tema en la antigüedad. 26. La comparación cuerpoespíritu sintetiza el tratamiento que se ha he(-)cho del tema, indicando hábilmente que tanto la fe como las obras son indispensables. Dado que forma una inclusión semítica con el v. 14, indica la conclusión de la sección.
(Burchard, C., «Zu Jakobus 2:14-16», ZNW 71 [1980] 27-45. Burtchaell, J., «A Theology of Faith and Works: The Epistle to the Galatians A Catholic View», Int 17 [1963] 39-47. Jacobs, I., «The Midrashic Background forjas ii.21-23», NTS 22 [ 1975-76] 457-64. Jeremías, J., «Paul and James», ExpTim 66 [1954-55] 368-71. Mussner, Jakobusbrief 133-36.146-50.152-57. Reumann, J., «Righteousness» in the New Testament [Filadelfia 1982] 270-75.413.)

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter II.

It is not agreeable to Christian profession to regard the rich, and to despise the poore brethren: 13 rather wee are to be louing, and mercifull: 14 And not to boast of faith where no deedes are, 17 which is but a dead faith, 19 the faith of deuils, 21 not of Abraham, 25 and Rahab.
1 My brethren, haue not the faith of our Lord Iesus Christ the Lord of glorie, with respect of persons.
2 For if there come vnto your [ Greek: Synagogue.] assembly a man with a gold ring, in goodly apparel, and there come in also a poore man, in vile raiment:
3 And yee haue respect to him that weareth the gay clothing, and say vnto him, Sit thou here [ Or, well, or seemely.] in a good place: and say to the poore, Stand thou there, or sit here vnder my footstoole:
4 Are yee not then partiall in your selues, and are become iudges of euill thoughts?
5 Hearken, my beloued brethren, Hath not God chosen the poore of this world, rich in faith, and heires of [ Or, that.] the kingdome, which hee hath promised to them that loue him?
6 But yee haue despised the poore. Doe not rich men oppresse you, and draw you before the Iudgement seats?
7 Doe not they blaspheme that worthy Name, by the which ye are called?
8 If ye fulfil the royall Law, according

[Faith and workes.]

to the Scripture, Thou shalt loue thy neighbour as thy selfe, ye doe well.
9 But if ye haue respect to persons, ye commit sinne, and are conuinced of the Law, as transgressours.
10 For whosoeuer shall keepe the whole Law, & yet offend in one point, he is guilty of all.
11 For he [ Or, that Law which said .] that said, Doe not commit adultery; sayd also, Do not kill. Now if thou commit no adultery, yet if thou kill, thou art become a transgressour of the Law.
12 So speake ye, and so doe, as they that shall bee iudged by the Law of libertie.
13 For he shall haue iudgement without mercie, that hath shewed no mercy, & mercie [ Or, glorieth.] reioyceth against iudgement.
14 What doth it profit, my brethren, though a man say hee hath faith, and haue not workes? can faith saue him?
15 If a brother or sister be naked, and destitute of dayly foode,
16 And one of you say vnto them, Depart in peace, be you warmed & filled: notwithstanding ye giue them not those things which are needfull to the body: what doth it profit?
17 Euen so faith, if it hath not works, is dead being [ Greek: by it selfe.] alone.
18 Yea, a man may say, Thou hast faith, and I haue workes: shew mee thy faith [ Some copies reade, by thy workes .] without thy workes, and I will shew thee my faith by my workes.
19 Thou beleeuest that there is one God, thou doest well: the deuils also beleeue, and tremble.
20 But wilt thou knowe, O vaine man, that faith without workes is dead?
21 Was not Abraham our father iustified by works, when hee had offered Isaac his sonne vpon the altar?
22 [ Or, thou seest.] Seest thou how faith wrought with his works, and by works was faith made perfect?
23 And the Scripture was fullfiled which saith, [ Gen_15:6 Rom_4:3 ; Gal_3:6 .] Abraham beleeued God, and it was imputed vnto him for righteousnes: and he was called the friend of God.
24 Ye see then, how that by workes a man is iustified, and not by faith only.
25 Likewise also, was not Rahab the harlot iustified by works, when she had receiued the messengers, and had sent them out another way?
26 For as the body without the [ Or, breath.] spirit

[Of the tongue.]

is dead, so faith without workes is dead also.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Fe y obras. El recuerdo de las palabras que Jesús dirige a escribas y fariseos (Mat_23:3-5) y a sus discípulos (Mat_5:16) le sirve a Santiago para resolver el problema de quienes se creen campeones de la fe, pero no dan testimonio de ella con las obras. Utilizando el recurso literario de la diatriba, que consiste en la presencia de un interlocutor imaginario, el texto comienza con una pregunta retórica que introduce el tema de la fe y las obras. La misericordia (Mat_2:13) se concreta a través de las obras; pero en este caso no se trata de las «obras de la Ley», en línea con la teología paulina (Rom_3:20.27.28; Gál_2:16; Gál_3:2.5.10), sino de obras de misericordia con los más pobres y necesitados.
Si bien a Santiago parece preocuparle cierto abuso sobre la interpretación paulina de la justificación por la fe (Rom_3:28; Gál_2:16), su preocupación mayor sigue siendo la realidad de muchos cristianos que se jactan de ser hombres y mujeres de fe, pero de una fe vacía, estéril y pasiva que no genera compromisos de misericordia. Acudiendo nuevamente al género literario de la diatriba (18), Santiago quiere dejar claro que la fe y las obras deben caminar juntas, y que ninguna está por encima de la otra. El hecho de que se resalte más las obras no se debe a que sean más importantes que la fe, sino a la coyuntura del momento, caracterizada por unas comunidades dormidas en sus laureles. Esto lo ilustra con Abrahán y Rajab, dos personajes del Antiguo Testamento que demostraron su fe con obras concretas. Para Santiago la fe simboliza el cuerpo, y las obras, el Espíritu que da vida. Una fe sin obras es un cuerpo sin vida.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



5. Ver Mat_5:3.

7. "El Nombre tan hermoso" es el de Cristo, único medio de salvación. Ver Hec_2:21; Hec_4:12.

8. Lev_19:18. Ver Mat_22:34-40; Rom_13:9; Gal_5:14.

11. Exo_20:13-14; Deu_5:17-18.

12. Ver nota 1. 25.

21. Gen_22:9.

23. Gen_15:6; 2Cr_20:7; Isa_41:8.

25. Ver Jos_2:4.

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Reina-Valera 1995 Notes:



[1] 2.1 Nuestro glorioso Señor Jesucristo: Véase 1 Co 2.8 n.

[2] 2.1 Lv 19.15; Pr 28.21.

[3] 2.2-3 Los ricos mencionados en 2.2-3,6; 5.1 son, probablemente, paganos (cf. 2.7).

[4] 2.2-3 En términos muy enérgicos, estos v. condenan la discriminación en favor de los ricos y en contra de los pobres, ya que esta actitud es contraria a la ley del evangelio. Véase Stg 1.9-10 n.

[5] 2.5 ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo?: Cf. Lc 6.20, y también Is 66.2.

[6] 2.6 Respecto a los que oprimen a los pobres, véanse las referencias en 5.1-6 n.

[7] 2.7 Blasfeman: o deshonran. El nombre es el de Jesucristo, que fue invocado sobre los cristianos en el momento del bautismo (cf. Hch 2.38; 10.48). Los ricos que hablan mal del buen nombre son paganos.

[8] 2.8 Lv 19.18. Cf. el uso de la misma cita hecho por Jesús (Mt 22.39-40) y por Pablo (Ro 13.9-10).

[9] 2.9 Cf. Dt 1.17.

[10] 2.10 Cf. Mt 5.19.

[11] 2.11 Ex 20.13-14; Dt 5.17-18; cf. Mt 5.21-22.

[12] 2.12 La ley de la libertad: Véase Stg 1.25 n.

[13] 2.13 Cf. Mt 6.14-15; 18.23-35.

[14] 2.13 La misericordia triunfa sobre el juicio. Cf. Mt 5.7; 7.2.

[15] 2.14 Aquí se refiere a una fe que consiste en la mera aceptación intelectual, teórica, de las verdades religiosas, sin llegar a ser obediencia práctica a Dios. A esta fe solo teórica Santiago contrapone no unos hechos sin fe, sino una fe viva, que se muestra con los hechos. Cf. Mt 7.21; Gl 5.6; 1.22, y véase Stg 1.3 n.

[16] 2.15-17 Cf. 1 Jn 3.17.

[17] 2.20 Muerta?: otros ms. dicen: vana.

[18] 2.21 Gn 22.1-14; Heb 11.17.

[19] 2.23 Gn 15.6. El autor refleja la enseñanza tradicional judía en torno a la fidelidad o fe (la palabra griega es la misma) de Abraham (Gn 22). Cf. Heb 11.8-11,17-19.

[20] 2.23 Amigo de Dios: Cf. 2 Cr 20.7; Is 41.8.

[21] 2.25 Jos 2.1-21; 6.17; cf. Heb 11.31, que también reconoce la acción de Rahab como prueba de su fe.

[22] 2.26 Cf. Stg 2.17,20.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

Una fe sin obras no puede salvar (cfr Mt 7,21). El ejemplo de los vv. 15-16 es similar al de 1 Jn: «Si alguno posee bienes de este mundo y, viendo que su hermano padece necesidad, le cierra su corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor a Dios?» (3,17). La conclusión es semejante: «Hijos míos, no amemos de palabra ni con la boca, sino con obras y de verdad» (3,18). San Pablo, por su parte, subraya: «No consiste el Reino de Dios en hablar sino en hacer» (1 Co 4,20). Las obras dan la medida de la autenticidad de la vida del cristiano, poniendo en evidencia si su fe y su caridad son verdaderas: «Así como del movimiento del cuerpo conocemos su vida, así también conocemos la vida de la fe por las buenas obras. Porque la vida del cuerpo es el alma, por la cual se mueve y siente, y la vida de la fe la caridad (...). Por lo que, resfriándose la caridad, muere la fe, así como muere el cuerpo apartándose de él el alma» (S. Bernardo, Serm. 2 Pasc. 1).

La doctrina cristiana llama también «fe muerta» (cfr v. 17) a la de quien está en pecado mortal. «El don de la fe permanece en el que no ha pecado contra ella (...). Privada de la esperanza y de la caridad, la fe no une plenamente el fiel a Cristo ni hace de él un miembro vivo de su Cuerpo» (CCE 1815).


Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



Un ejemplo. Santiago agrega un ejemplo para que quede claro de qué está hablando. Traza un cuadro de un hermano cristiano que está en verdadera necesidad. No se trata de que no tenga ro pas finas, sino de que no tiene la ropa necesaria para calentarse o estar decente. No se trata de que no tiene comida para el resto de la semana, sino de que no tenga qué comer hoy. ¿Qué hace su hermano cristiano? El o ella dice una oración. La expresión Id en paz implica una palabra de bendición específica. Calentaos y saciaos hace que esta bendición sea específica. Es piadosa. Está llena de fe; Dios proveerá. Es muy religiosa. Es teológicamen te correcta. Lo que falta es el ir al guardarropas y la cocina y tomar de la propia ropa y comida y compartirla con el hermano que está en desgracia. Sobre esa base Santiago dice que esa oración es completamente inútil. Y termina señalando que todas las formas de fe que no son acompañadas por la acción también lo son. Podemos creer que Jesucristo es el Señor, pero si no le obedecemos esa fe es sólo un montón de palabras vacías. Podemos creer que Dios ama a los pobres, pero si no tenemos cuidado de ellos, nuestra fe está muerta.

Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*2:17 Santiago no se opone a la doctrina de la justificación por fe sin obras de ley, que hallamos en las cartas paulinas (Rom 3:28; Rom 4:2; Gál 2:16; Gál 3:5-7), ni contrapone las obras a la fe, sino que aborda el problema de la religiosidad aparente, de la fe vacía, sin obras e inconsistente.

Torres Amat (1825)



[4] Menosprecian al pobre sólo porque es pobre y honran al rico sólo porque es rico, y prefieren la pompa a la virtud.

[19] Sin que saquen utilidad alguna de su fe.

[23] El acto de fe con que sacrificaba a su hijo, esperando que Dios le resucitara.

[24] No por las obras naturales o que mandaba la ley de Moisés, sino por las que nacen de la fe.

[25] Para que no fuesen aprehendidos. A su fe en el Dios verdadero añadió las obras consiguientes a ella.

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

Stg 2:20; Stg 2:26.

Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)



MUERTA: como la actividad es señal de vida, la inercia es indicio de muerte. Fe que no da señales de vida con la actividad muerta está.

Greek Bible (Septuagint Alt. Versions + SBLGNT Apparatus)

ἔχῃ ἔργα WH Treg NA28 ] ἔργα ἔχῃ RP

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


NOTAS

2:17 Lit.: «está muerta en sí misma».

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


NOTAS

2:17 Lit.: «está muerta en sí misma».