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¿Sufre alguno entre vosotros? Que ore. ¿Está alguno alegre? Que cante salmos. (Santiago 5, 13) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 5

2. ¡AY DE LOS RICOS DE CORAZÓN ENDURECIDO! (5,1-6).

a) Se va acercando el castigo (5,1-3).

1 Y ahora vosotros, los ricos, llorad a gritos por las calamidades que os van a sobrevenir. 2 Vuestra riqueza está podrida; vuestros vestidos, consumidos por la polilla. 8 Vuestro oro y vuestra plata, enmohecidos, y su moho servirá de testimonio contra vosotros, y como fuego consumirá vuestras carnes. Habéis atesorado para los días últimos.

Con visión profética continúa Santiago los ayes de Jesús por las desgracias que han de sobrevenir sobre los ricos, los que están repletos, los que ríen, y los que se complacen en los aplausos (Luk_6:24-26). Con la resurrección y la ascensión de Cristo ha comenzado el final de los tiempos, se ha dictado ya sentencia sobre este mundo. Cristo reina ya victorioso, sentado a la derecha del Padre como Señor de la gloria. Ya está en vigor la gran inversión de los valores. Todos los bienes de este mundo transitorio y todos los que tienen el corazón apegado a ellos y confían en ellos, están ya sometidos a este proceso radical de desvalorización y revalorización. Ya se ha pronunciado la sentencia contra ellos y contra todos los que no tienen más riqueza que estos bienes perecederos. Santiago juzga a los «ricos» con esta nueva escala de valores y les echa en cara su impotencia, su inseguridad y su pobreza. Su invitación a llorar anticipa los lamentos por el castigo que, sin duda, se aproxima.

Una miseria trágica caerá sobre los que son ricos tan sólo en bienes terrenales. Aquello en que confiaban, lo que les ganaba aprecio, les daba prestigio, influencia y placer, lo que debía servirles para su seguridad, aparece ahora como engañoso, porque los poderes de la corrupción triunfan sobre ello. El orín y la polilla serán testigos contra estos ricos y revelarán sin piedad su dureza de corazón, porque prefirieron que sus bienes se echasen a perder antes que prestar ayuda a los necesitados. Esta dureza de corazón es la causa de su ruina.

Además de su culpa, Santiago les echa en cara su estupidez. Por las obras y el destino de Cristo podían y debían haberse dado cuenta de que el fin de los tiempos había llegado. Sin embargo, siguieron obrando como si las actuales condiciones del mundo hubieran de durar siempre, como si Dios fuese a manifestarse en breve como juez y reestructurador del mundo. Pertenece al número de estos pobres ricos, de estas personas necias, de quienes uno sólo puede compadecerse, quien después de la venida de Cristo, de su muerte y resurrección, no se prepara para el fin del mundo; quien con miras egoístas y corazón insensible aspira sólo a los bienes de este mundo; quien con arrogancia y temeridad se siente seguro de sí mismo,

Así era entonces y así es hoy dentro o fuera de la Iglesia. El juicio de Dios ha caído ya sobre ellos.

b) Todas las injusticias claman venganza al cielo (Luk_5:66).

4 Mirad: el jornal de los obreros que segaron vuestros campos, y que les habéis escamoteado, está clamando, y los clamores de los segadores han llegado a los oídos del Señor de los ejércitos. 5 Habéis disfrutado en la tierra, os habéis entregado al placer; habéis cebado vuestros corazones para el día de la matanza. 6 Habéis condenado, habéis matado al justo. Nada se os resiste.

Santiago se refiere especialmente a los grandes terratenientes. Probablemente no pertenecían a las comunidades cristianas. Explotaban brutalmente a sus jornaleros, entre los que sin duda se contaban algunos cristianos, e incluso les escatimaban el salario mínimo establecido por la ley de Moisés, que debía ser pagado al atardecer 54, y sin el cual el jornalero y su familia estaban condenados a pasar hambre. Abusaban además brutalmente de su poder en los pleitos contra los pobres. Los engañaban, los defraudaban de sus derechos, e incluso los hacían condenar y matar sin razón ni justicia. Seguramente influía la fe de los jornaleros cristianos, que resultaba odiosa a aquellos ricos, como ya se indicó antes (2,6s). La venalidad y parcialidad de los jueces, frecuente entonces, facilitaba este estado de cosas. Pero hay que pensar ante todo en la ruina social y económica de los pobres y débiles; en el libro del Eclesiástico se colocan en un mismo nivel la explotación del trabajo y el asesinato (Sir_34:24).

Los ricos a que alude Santiago son egoístas sin escrúpulos, que no se preocupan por el derecho y la justicia, atentos sólo a incrementar su hacienda y a gozar desenfrenadamente de la vida. Les tenían sin cuidado la indigencia de los pobres y la suerte de sus trabajadores. Eran instrumentos para incrementar su hacienda a cualquier precio, y para conseguir este fin no reparaban en explotarlos, en defraudarles sus jornales, en oprimirles, o abusar de la ley, hasta llegar al asesinato. Lo importante era poder seguir holgando y riendo. No es, pues, de extrañar que su corazón estuviese totalmente endurecido, embotado, imbuido del espíritu del mundo, «convertido en grasa». Su Dios es en realidad el vientre (cf. Phi_3:19). No habían percibido la gravedad del momento en que vivían: y desde la ascensión de Jesús hemos entrado en el tiempo final, el tiempo del juicio, «el día de la matanza» 55. La sentencia de Dios ya ha sido pronunciada y no falta más que la promulgación pública. Por eso Santiago puede hablar así: la actividad de estos «ricos» ya ha pasado, y ha sido juzgada. Es indudable que Dios toma a su cuidado a los oprimidos, sobre todo si ponen su causa en manos de Dios, si viven como «justos».

Santiago no habla sólo para los cristianos que estaban en aquella situación. Siempre es importante saber que Dios se preocupa especialmente de los pobres, los oprimidos, los explotados, los que son perseguidos injustamente, si confían en él y se quejan a él de su desgracia. Aunque puede parecer que los poderosos y los ricos sin escrúpulos pueden hacer impunemente cuanto les place, el juicio de Dios los define como necios y, desde la encarnación de Cristo, el juicio de Dios, fundamentalmente, ya ha sido pronunciado. No hay que cruzarse de brazos ante las necesidades sociales, sino trabajar activamente para resolverlas, pero nuestra verdadera esperanza es Dios.

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54. Cf. Lev_19:13; Deu_24:15; Mal_3:5.

55. Aunque la expresión «día de la matanza» también se puede entender en un sentido inofensivo, como festín con motivo de la matanza de animales, en este contexto se tiene que interpretar como referida al fin de los tiempos, o sea, como «día del juicio» de Dios o juicio final.

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VIII

EXHORTACIÓN A LA CONSTANCIA 5,7-11

En esta perícopa resume Santiago los puntos esenciales de su carta y alude a la proximidad del fin. En medio de las tribulaciones causadas por el ambiente pagano o por los cristianos tibios, hay que tener los ojos fijos en ese fin. El Señor, que ha de venir, juzgará y castigará con justicia, pero también recompensará abundante y generosamente si la fe se ha traducido en obras, y ha probado su eficacia en una fidelidad perfecta. Es menester no desanimarse, sino aguardar al Señor, que está ya a las puertas, y confiar en su bondad. él dará a sus elegidos el premio: la entrada en el reino perfecto de Dios.

1. AGUARDAD CON PACIENCIA EL ADVENIMIENTO DEL SEÑOR (5,7-9)

a) Fortaleced vuestros corazones, porque el Señor está cerca (5,7-8).

7 Tened, pues, paciencia, hermanos, hasta el advenimiento del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando pacientemente, hasta recibir lluvias tempranas y tardías. 8 Tened paciencia vosotros también, fortaleced vuestro corazón, porque está cerca el advenimiento del Señor.

La carta de Santiago rebosa de solicitud por preparar a todos los «hermanos» para la venida del Señor, para que consigan el precioso fruto de su fe. Ser cristiano significa prepararse para el advenimiento del Señor. Nadie sabe cuándo vendrá el Señor, pero es cierto que vendrá, aún más, ya está viniendo. Por eso es decisivo el estado en que el Señor encuentre a los suyos, cuando llegue repentina e inesperadamente. Sólo el que está preparado puede recibir como recompensa la vida en el reino de Dios. Igual que los labradores, hemos de aguardar el fruto que quiere brotar en nosotros de la semilla de la palabra de Dios (cf. 1,17.21). El Señor dará a conocer las obras de la vida de cada uno de los creyentes. La semilla de Dios dará su fruto. Lo único que ahora hay que hacer es tener paciencia, vivir de la fuerza vital de esa semilla, vivir aguardando la venida del Señor. Los campesinos de Palestina aguardaban con confianza, año tras año, las lluvias tempranas después de la siembra otoñal, y las lluvias tardías de primavera, para que la semilla no permaneciese estéril en la tierra árida 51. También nosotros, en medio de las tribulaciones que este mundo ocasiona al creyente, debemos creer firmemente que Dios otorgará a la fe la victoria, el fruto precioso de la participación en la victoria total del Señor en el reino de Dios.

Por eso es preciso hacer frente enérgicamente a la indolencia y a la indiferencia, a la falta de fe y al desaliento, a cualquier tentación de entregarse a las concupiscencias de este mundo. Hay que encauzar toda la vida hacia la venida del Señor, con la conciencia regocijada por la certeza de que el creyente conseguirá la victoria, la victoria que se avecina, porque el advenimiento del Señor está cerca. Santiago se inspira aquí en unas palabras de la predicación de Jesús: «Se ha cumplido el tiempo: el reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la buena nueva» (Mar_1:15). El Evangelio empezó a difundirse, y desde entonces la semilla de Jesús tiende inconteniblemente hacia la consumación. El Señor ya está dispuesto para someterlo todo al dominio de Dios y para otorgar la participación en la victoria a los que han sido probados en su fe 57. Desde la ascensión de Jesús los días caminan al encuentro de la gloria plena de Dios. Nada puede impedir esta victoria, nada puede torcer el curso de la historia. La decisión ha sido ya tomada en la cruz de Jesús. Aunque a muchos cristianos, como a muchos agricultores, el tiempo de espera les parezca demasiado largo; aunque, en vista de las muchas amenazas que provienen del exterior, la esperanza se vaya desvaneciendo; aunque vacile la fe en la consumación de los tiempos, el advenimiento del Señor está cerca. Hay que mantener viva la esperanza y fortificar el corazón en la fe. Sólo cosechará el que haya perseverado sin desfallecer.

Si a menudo nuestra fe es tan estéril y nuestras fuerzas tan escasas, es porque no creemos con suficiente firmeza en la proximidad del advenimiento del Señor. Santiago nos dice: «Mirad el fin, aguardad con paciencia, robusteced vuestros corazones con esta fe en el fin de los tiempos.» Si nuestra fe ha de ser fructuosa, tiene que saber adónde va y dirigirse con resolución hacia el fin, hacia el Señor que ha de volver.

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56. No se ha escogido esta comparación con demasiado acierto, ya que por un lado se espera más bien que se hable de la maduración del fruto y no de la lluvia, como condición previa para la maduración (cf. Mar_4:26-29); por otra parte, el campesino de Palestina distingue entre la lluvia temprana, la lluvia invernal, y la lluvia tardía. La lluvia temprana sólo reblandece y prepara la tierra endurecida con el calor estival, para recibir la semilla. Por tanto Santiago aquí se refiere a esta división tradicional de las lluvias, pero la presenta incompleta. Sobre las lluvias temprana y tardía cf. Deu_11:44; Hos_6:3; Joe_2:23; Zec_10:1; Jer_5:24 (siempre según la traducción de los Setenta).

57. Cf. 1Co 1;,1-29; Rev_1:3; Rev_3:11; Rev_22:6s.20.

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b) No os quejéis unos de otros, el juez está a las puertas (5.9)

9 No os quejéis unos de otros, hermanos, para que no seáis juzgados. Mirad que el juez está a las puertas.

Con frecuencia el principal obstáculo para nuestra fe no es tener que vivir en un mundo alejado de Dios, sino la convivencia con los cristianos de nuestras comunidades. ¡Cuántas tensiones y escándalos de índole social, ética y teológica implica esta convivencia! Todos están llamados al amor perfecto, pero el espíritu del mundo los retiene con mayor o menor fuerza. Santiago no tiene reparos en llamar a estas tensiones por su nombre 68, También él conoció lo que hoy se nos reprocha tan a menudo: que los cristianos representan el principal escándalo contra el mensaje de Cristo, por las terribles contradicciones que existen entre su fe y su vida. ¿Y quién de nosotros no sabe que todas estas tensiones tienen su origen, en último término, en la imperfección del amor fraterno, del amor del prójimo? El verdadero amor, no censura ni murmura, es desinteresado, se preocupa por el hermano menos digno de amor, e incluso por el que es francamente molesto, y le ayuda pacientemente a llevar su carga. ¿Hace algo especial quien sólo ama a los que le tratan con amabilidad y no le crean problemas (cf. Mat_5:46-48)? El que, en cambio, juzga sin amor a los demás cristianos, murmura contra ellos y se queja de tener que vivir en comunidad con ellos, se descubre a sí mismo. No responde a las exigencias de Cristo ni sigue su ejemplo; él mismo construye la medida con la que el Señor le juzgará en su advenimiento.

Pero eso no significa que hay tiempo de sobra para corregirse y mejorarse. La obligación del amor no tolera dilaciones. También aquí es preciso tener en cuenta que el Juez está ya a las puertas. Y ¿cómo nos encontrará, si nos sorprende en el momento menos pensado? ¿Qué estamos dispuestos a hacer nosotros, actuando con el amor fraterno que supera todos los obstáculos, para conseguir que nuestros hermanos vivan con alegría en espera del advenimiento del Señor?

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58. Cf. 1,99; 1,19.26; 2,1 ss; 4,1 ss.

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2. EL FINAL DEPENDE DE DIOS (5,10-11).

a) Tornad por modelo a los profetas (5,10).

10 Tomad, hermanos, por modelo de sufrimiento y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor.

El cristiano que ha de poner a prueba su fe en medio de un mundo incrédulo, no está solo. Son numerosos los ejemplos a los que puede dirigir su vista para convencerse de que la perseverancia en medio de los sufrimientos y las contradicciones es un elemento esencial de la vida del creyente. Las grandes figuras de la historia sagrada del pueblo de Dios son modelos que nos indican el camino que hemos de seguir. Nos muestran la posibilidad de perseverar animosamente, y con su renombre y su fama en el pueblo de Dios nos manifiestan cuál fue su recompensa. Nos invitan a seguir su ejemplo, a entrar en comunión con ellos.

Santiago elige las figuras de la antigua alianza para hacernos ver que somos sus verdaderos herederos y sucesores; igual que ellos, hemos de dar testimonio de Dios y de su Mesías. Los profetas habían anunciado el mensaje de Dios a una generación incrédula, que no lo oía con gusto. Santiago prosigue intencionadamente la predicación de Jesús. Sus compatriotas son los herederos de aquellos que no habían acogido con amor a los mensajeros de Dios e incluso los habían perseguido y los habían obligado a callar, porque les resultaba incómodo escuchar su mensaje 59. Santiago incluye en la categoría de profetas a todos los que dieron testimonio de la palabra de Dios con su obediencia, empezando por Abraham y terminando con los mártires del tiempo de los Macabeos 60. Esta «nube de testigos» (Heb_12:1) ha prefigurado y ha dado testimonio de antemano del testigo fundamental de la fe, el Señor Jesucristo crucificado y enaltecido (cf. Heb_12:1 ss). No es necesario mencionar explícitamente a Jesús. Cada mártir da testimonio del Señor que sufre y triunfa sobre el mal.

Este testimonio se exige a todos los que pertenecen a Cristo y quieren probar la eficacia de su fe. Sólo esta prueba convierte al creyente en miembro perfecto del verdadero pueblo de Dios. Ser cristiano, pues, significa entrar en las filas de los que han demostrado su fe con fidelidad y constancia, sin arredrarse ante los sacrificios; significa dar testimonio de Cristo en este mundo, con la propia vida.

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59. Cf. Mat_5:12; Mat_23:29 ss; Mar_12:1 ss.

60. Cf. Act_7:52; Hab_11:32 ss; Si 44-50; ,42.

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b) Bienaventurados los que perseveran (2Ma_5:11).

11 Mirad cómo proclamamos bienaventurados a los que fueron constantes. Habéis oído hablar de la paciencia de Job y habéis visto el final que le dio el Señor, porque es compasivo el Señor y de mucha misericordia.

Aunque no podamos dar este testimonio por nuestras propias fuerzas, no tenemos ningún motivo para desanimarnos. Alcemos nuestra vista a la omnipotencia de Dios, que suscitó en hombres débiles una valentía y una fidelidad heroicas, y entreguémonos en las manos bondadosas de la providencia divina, especialmente cuando Dios nos llama a la prueba. Dios prepara siempre un feliz desenlace, porque su llamada nace de su amor y su mano conduce a los tesoros de su misericordia. Su amor quiere que participemos en su reino, en la eterna bienaventuranza. Quien confía en Dios y se apoya por entero en él, experimenta ya en medio de la tribulación que Dios va guiando su caminar, prepara su destino y le concede, ya desde ahora, la victoria.

El destino de Job, probado en su fe, es un hermoso ejemplo 61. Se puso en contacto inmediato con Dios y recibió en recompensa, ya en este mundo, el doble de lo que había perdido62. A los que han sido probados Dios los premia en la vida futura, pero también en ésta. Su benevolencia es inmensa. Ya en la antigua alianza era proverbial esta sentencia: «Compasivo y propicio es el Señor» (salmo 102[103],8; 111[112],4). Santiago aumenta la dosis: Es compasivo el Señor y de mucha misericordia.» Y lo es sobre todo cuando somete a pruebas a un cristiano, porque sólo la prueba hace que se manifieste la paciencia, y la paciencia perfecciona la fe. La paciencia produce en el hombre el fruto de la fe perfecta, a la cual está prometido el premio de la bienaventuranza en comunión con Dios. Debemos alegrarnos, pues, si el amor de Dios nos envía una prueba 63. Bienaventurados los que perseveran.

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61. La frase «habéis visto el final que le dio el Señor», de no tener en cuenta el contexto, dice literalmente: «habéis.., visto el fin del Señor», o bien «tenéis a la vista el fin del Señor». Esta frase hizo pensar a muchos intérpretes cristianos de la antigüedad y de la edad media, y también a muchos modernos, que Santiago se refería aquí a la pasión y muerte de Jesús. Sin embargo, Santiago argumenta aquí con modelos tradicionales, de que nos habla el Antiguo Testamento, lo cual también se confirma por el hecho de que las dos veces que en este versículo se nombra al Kyrios, Señor, se quiere significar a Dios. Además por el contexto se deduce que la voz telos (final) tiene aquí el sentido de «desenlace» (de la historia, o sea, del tiempo de sufrimiento).

62. Cf. Job_1:21s; Job_42:11 ss.

63. Cf. 1,2; 4,12-16; 3,20-26; 4,18; S,7.11.

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CONCLUSIÓN DE LA CARTA 5,12-20

En esta sección final compendia Santiago algunas advertencias importantes para vivir en el mundo como buen cristiano, sin que aparezca una estrecha conexión entre ellas. Trata del juramento (5,12) 64, de la oración (5,13-18), de la solicitud por los cristianos que se extravían o se pierden (5,19). Aparece una vez más el cristianismo activo de Santiago en su primitiva fuerza y realismo. El cristianismo activo toma impulso en la fuerza de la oración, se manifiesta en una vida pura, rebosante de confianza filial y satisfecha de poseer el tesoro de la fe, y tiene por su tarea más noble la solicitud amorosa por el hermano y por su salvación. No hay que atribuir a una torpeza literaria el hecho de que la carta se interrumpa bruscamente con la exhortación a cuidarse del hermano extraviado; Santiago vuelve al punto de partida de su carta, al capítulo primero: la solicitud por la perseverancia de los cristianos en medio de la lucha. Vuelve a mostrar los rasgos esenciales del cristianismo, tal como lo concebía y reflejaba en su vida. Este cristianismo, que brota de una fe vivida que se traduce en las obras, no es un cristianismo de segunda categoría, sino el cristianismo primitivo de los tiempos apostólicos. Detrás de las palabras de Santiago puede oírse la voz de su maestro y Señor, de quien Santiago es fiel testigo y siervo en todas las frases de su carta. Quien escucha a Santiago, pues, escucha al Señor Jesucristo.

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64. Este versículo 12 del capítulo 5 se incluye en general en la sección precedente a causa de la palabra «juicio», que parece corresponder a la expresión «seáis juzgados» y a la palabra «juez» del versículo 9 de dicho capítulo. Este versículo de transición o este puente que une las dos secciones ha de incluirse más bien en la sección siguiente 5,12-20 por causa del nuevo vocativo «hermanos míos» (cf. 1,2; 1,19; 2,1.5; 2,14; 3,1; 5,7), así como por las palabras «sobre todo», que introducen una advertencia insistente para que tomen actitudes resueltas, y también por causa de su contenido.

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1. PROHIBICIÓN DEL JURAMENTO (5,12).

12 Ante todo, hermanos míos, no juréis ni por el cielo, ni por la tierra, ni con ningún otro juramento. Que vuestro «sí» sea «si», y que vuestro «no» sea «no», para que no caigáis en juicio.

En el ambiente judío y judeocristiano estaba muy difundida la mala costumbre de invocar a Dios coma testigo de la verdad sin razón suficiente, incluso para las bagatelas y trivialidades que salen al paso de cada día. Es verdad que se guardaban las apariencias y no se quebrantaba descaradamente el segundo mandamiento de la ley de Dios, porque se evitaba nombrar a Dios, y en su lugar se usaban circunlocuciones, como cielo, tierra, templo (cf. Mat_5:33-37). Pero en el fondo a quien se quería invocar era a Dios y se le faltaba al respeto, reduciéndolo al nivel de las habladurías cotidianas. Los escribas habían clasificado meticulosamente estas circunlocuciones según el grado de su legitimidad. Los que conocían estas sutilezas podían engañar a sus compañeros con fórmulas de juramento válidas en apariencia. Muchas veces se engañaba con este procedimiento (cf. Mat_23:16-22). Jesús se pronunció claramente contra este falseamiento de la verdad y este abuso escandaloso de la santidad de Dios. Prohibió a sus discípulos el juramento (Mat_5:33-37). No deben jurar nunca. Como hijos del Padre que está en los cielos, su modo de hablar ha de ser claro, sencillo y sincero. Que vuestro «sí» sea «sí», y que vuestro «no» sea «no». El texto de Santiago resulta más claro y parece reproducir mejor las palabras pronunciadas por Jesús que el texto de San Mateo 65, como puede verse con una comparación de ambos textos: Jam_5:12 : Mat_5:3637 : Prohibición de toda clase de Prohibición de toda clase de juramentos juramentos Ejemplos: Ejemplos: cielo cielo tierra tierra cualquier otro juramento Jerusalén, vuestra cabeza

Motivo de la prohibición: todas las fórmulas sustitutivas son verdaderos juramentos

Mandato (según texto griego): Manera como se debe hablar: vuestro «sí» sea «sí» al «sí», «sí» vuestro «no» sea «no» al «no», «no» Amenaza de castigo Se reprueban todas las otras fórmulas usadas para afirmar o negar

Un discípulo de Cristo no puede recurrir a sutilezas, verdades a medias, medios astutos de prevalecer, adulaciones o hipocresías. Dios le ha impuesto la obligación de decir la verdad siempre y en todas las circunstancias. El discípulo de Cristo vive siempre ante la presencia de Dios, el defensor de la verdad y el juez de toda falta de veracidad. Es discípulo, además, de aquel maestro y Señor que vivió y padeció dando testimonio de la verdad, y «proclamó su hermosa confesión ante Pilato» (1Ti_6:13).

Santiago no quiere promulgar públicamente una ley general obligatoria, como tampoco lo quería Jesucristo. No pretende obligar al cristiano a abstenerse de jurar cuando el juramento está justificado por la necesidad de llegar a conocer la verdad. Lo que quiere es advertir que el cristiano tiene la obligación de decir la verdad siempre y en todas partes, de renunciar a cualquier clase de artificio o de recurso, de no usar la santa autoridad de Dios para conseguir sus propios fines. Quien se ha liberado del dominio del príncipe de este mundo, del padre de la mentira, tiene que reflejar la verdad en sus palabras y en su conducta. Sólo así se salva el mundo y se santifica la Iglesia. El cristiano debe vivir la verdad en el amor (cf. 4,15). Sólo así puede penetrar la verdad en el mundo, que está dominado por la mentira y la hipocresía, el desorden y la desconfianza, la astucia y el fraude. De nosotros depende que el espíritu de Dios, que nos trae la salvación y es espíritu de verdad, penetre en nuestro ambiente, en nuestras comunidades, en la opinión pública y en el mundo y los salve. Quien no cumpla en la vida estas exigencias, no deberá extrañarse cuando en el tribunal de Dios se le pidan cuentas. Dios, abogado de la verdad, vela sobre nuestras palabras y nuestra conducta.

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65. Testigos de Ia Iglesia antigua, como san JUSTINO, Apología 1, 16,5, y CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, Stromata Vll, 50,5; v, 99,1, en este punto van de acuerdo con Santiago frente a Mateo.

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2. ORAD EN TODAS LAS CIRCUNSTANCIAS DE LA VIDA (5,13-18).

a) En la alegría y en la tristeza (5,13).

13 ¿Sufre alguno de entre vosotros? Que ore. ¿Está de buen animo? Que cante salmos.

La posibilidad de sacar provecho de las tribulaciones radica en la oración, en la comunicación confiada con Dios. Esta comunicación debe ayudarnos a aceptar y soportar todo lo que la voluntad de Dios permite o nos envía a sus hijos. No estamos solos ni somos mudos a la hora de la prueba. Dios ha abierto nuestra boca y ha infundido el amor en nuestros corazones. Escucha a sus hijos cuando le invocan y los ayuda a superar victoriosamente las tribulaciones y sufrimientos. Pero el hombre tiene que llamar; ésta es su facultad y su poder. Sólo es auténtica la fe que está arraigada en la oración. Una fe que no vaya más allá de las ideas y las palabras no basta para superar las tribulaciones.

Pero la oración no es tan sólo un medio para conseguir ayuda en las situaciones apuradas; es también una manifestación vital de la fe. En la oración palpita y actúa la fe, se reviste de carne y adquiere forma. En la oración se revela la fuerza vital de la fe, Creer significa, pues, orar, vivir de Dios, en El y con él, en un intercambio amoroso.

La oración abarca todas las circunstancias de la vida. Esto es lo que quiere dar a entender Santiago contraponiendo la tristeza y la alegría. La oración incluye tanto la alabanza, cuanto la petición y la acción de gracias. Y para alabar a Dios se utilizan con preferencia los himnos y oraciones de la Sagrada Escritura, principalmente los salmos. El cristiano está ante el divino acatamiento como miembro del pueblo y, por tanto, alaba y da gracias a Dios con los himnos del pueblo escogido del Antiguo Testamento. Antes como después de Cristo, toda oración personal es asumida en el coro del pueblo de Dios, que está todavía en camino hacia el reino de Dios, meta de la larga historia de la salvación. Así sucede con la oración de todos los cristianos.

b) En la enfermedad y en el pecado (5,14-18).

14 ¿Está alguno enfermo? Haga llamar a los presbíteros de la Iglesia, y oren sobre é! ungiéndole con óleo en el nombre del Señor. 15 La oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor le hará levantarse, y si hubiere cometido pecados, habrá perdón para él.

Santiago conoce una oración de la Iglesia particularmente eficaz para la enfermedad corporal: el sacramento de la unción de los enfermos. Evidentemente, se trata de una costumbre de la Iglesia ya vigente entonces. Los pastores de almas de una comunidad -se los llama presbíteros (ancianos), aunque entre ellos también se contaban personas jóvenes, como Timoteo 66-, tienen un especial poder sacramental. Su oración sobre los enfermos, acompañada de la unción del cuerpo enfermo con aceite de oliva, y de ]a invocación del nombre de Jesús, tiene un especial poder curativo. Vence a la enfermedad, y ayuda al enfermo a dejar su cama y levantarse. Muchas enfermedades son una consecuencia de culpas personales, que Jesús perdona cuando los presbíteros recitan sobre el hermano enfermo esta oración, de eficacia sacramental. Así pues, es el mismo Señor quien, por medio de sus ministros, los presbíteros, actúa en este sacramento; da la salud, perdona, alivia y salva. La Iglesia administra este sacramento a los enfermos en nombre de Jesús, es decir, con su poder.

También aquí es menester, sin duda, como en cualquier clase de oración, que el creyente presente sus ruegos al Señor y por su mediación a Dios Padre: «Hágase tu voluntad.» Este sacramento no tiene un poder mágico, como si fuera un mecanismo de eficacia indiscutible. Su resultado es personal, adaptado por Dios al enfermo, cuya dolencia se debe muchas veces a sus pecados. Eso no nos autoriza a menospreciar este don salvífico ni a considerarlo como una última tentativa que hay que utilizar tan sólo en la proximidad de la muerte. En todas las enfermedades graves debemos ponernos en contacto con Jesús, que nos da la vida y nos trae la salvación. ¡Qué regalo es para nosotros que el Señor se cuide de nuestro cuerpo y de nuestra vida, que se interese con amor por nuestras enfermedades, que dé a sus sacerdotes facultades especiales para los hermanos enfermos!

Esto no excluye el uso de los medios curativos que están a disposición del hombre, porque Dios le ha facilitado esas posibilidades y esos medios para que los utilice. Pero sólo desde un punto de vista cristiano se puede entender el sentido de la enfermedad y la forma de curar su raíz oculta, el pecado. Si estamos unidos con Cristo, podemos experimentar que el objetivo de la enfermedad es purificarnos y que también la salud de nuestro cuerpo se restablece, si es voluntad del Señor, como consecuencia de la confianza que en él hemos depositado. Estos son dones que sólo pueden provenir de nuestro salvador Jesucristo. La enfermedad, además de hacer más profunda nuestra comunión con el Señor, puede introducirnos en la comunidad de ta Iglesia. Los ministros de Cristo son mediadores de esta gracia. Toda enfermedad es un elemento que hace Iglesia.

¡Cómo nos enriquecemos gracias a la enfermedad, si la sufrimos fielmente coma miembros de la Iglesia! ¡Y cómo se enriquece la Iglesia, si sus miembros acuden a ella con fidelidad en sus enfermedades y en sus pecados, y llaman al Señor para que intervenga...!

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66. Cf. 1Ti_4:12.14; 2Ti_1:6; 2,1s. El oficio de los presbíteros obispos, en aquella etapa de la evolución jerárquica, todavía era ejercido en corporación, cf. Act_11:30; Act_14:23; Act_15:2.4.6.22s; Act_16:4; Act_21:18; Act_20:17, 1Ti_3:1s; 1Ti_4:14; 1Ti_5:17-22; 2Ti_1:6s; Tit_1:5 ss; 1Pe_5:1-5.

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16 Confesaos, pues, los pecados unos a otros; orad unos por otros, para ser curados. Mucho puede la oración eficaz del justo. 17 Elías, de la misma condición humana que nosotros, oró inversamente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra en tres años y seis meses. 18 Y oró de nuevo, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo fruto.

Santiago expone una nueva idea sobre las relaciones con los demás cristianos . Muestra un nuevo aspecto de la oración de la Iglesia: la oración de intercesión de unos por otros, especialmente en favor del hermano que se halla en necesidad. Se dirige a todos los cristianos y los exhorta a rogar unos por otros, sobre todo por los enfermos, para que Dios restablezca pronto su salud. Dios no sólo introduce al enfermo más profundamente en la Iglesia, la comunidad a la que el enfermo pertenece, sino que, al mismo tiempo, recuerda a los fieles la solicitud que han de tener por los enfermos. La oración del cristiano es muy poderosa si se hace con buena intención y con sinceridad. ¡Cuántas bendiciones descienden sobre el mundo por medio de una oración fraterna de intercesión por los hermanos! ¡Cuántos males se evitan, cuántas calamidades se convierten en bienes, cuántos bienes se perfeccionan! El destino del mundo depende en gran parte de la oración de las personas piadosas, de la oración de intercesión.

El Antiguo Testamento contiene ejemplos impresionantes a este propósito. Santiago recuerda la oración del profeta Elías, que fue poderosa incluso para detener el curso normal de las estaciones del año67. Y a pesar de todo Elías era un hombre como nosotros.

Pero esta oración tiene que manar de un amor fraternal, puro y sincero. La confesión de los pecados al principio del culto divino debe purificarnos sobre todo de los pecados cometidos contra el amor fraterno. La verdadera oración sólo puede proceder de un corazón puro. Jesús exige sin ambages que nos reconciliemos con el hermano antes de orar y que perdonemos a nuestros deudores (cf. Mat_5:23-26; Mat_18:23-35). Por eso en la Iglesia primitiva se empezaba el culto divino con una oración en común para obtener el perdón de los pecados 68. A esta confesión corresponde actualmente la que rezamos al principio de la santa misa, que tiene su origen en aquella oración de la Iglesia primitiva. Su objetivo es excluir todas las discordias, justificar a los que oran y hacerlos agradables a los ojos de Dios. Sólo así puede ser escuchada su oración.

Además la oración tiene que ser fervorosa. Esto se requiere para que sea «eficaz» 69. Tiene que brotar del vigor íntegro de la fe, interceder con perseverancia por el hermano y por su salvación, proceder del amor desinteresado.

Esa oración puede conseguir grandes cosas, por pobre y débil que sea la persona que ora. Puede prevenir el mal, dar la salud y la salvación al hermano, encaminar el mundo hacia Dios y hacia la salvación, como hizo la oración de Elías. Una vez más Santiago es fiel testigo de su Señor, que ha exigido una fe capaz de trasladar montañas (Mat_17:20). ¡Qué importancia adquiere la oración intercesora de la Iglesia para salvar a sus miembros y para salvar al mundo! Hemos de aprender a apreciar la gracia que representa estar protegidos por esa oración intercesora de la Iglesia. Esta conciencia debe movernos a unirnos a esta cadena de intercesión y a contribuir con nuestro óbolo a la salvación y a la redención de todos los bautizados y de todos los hombres; tiene que impulsarnos a examinar nuestra conciencia y a preguntarnos: ¿Tenemos interés por nuestro hermano, por nuestro prójimo, por la salvación del mundo? ¿O nuestra falta de amor y nuestro egoísmo son la causa de que nuestra fe sea tan débil y nuestra oración tan infructuosa?

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67. Cf 1R 17s; Sir_48:1 ss.

68. Cf. 1Jo_1:9; Act_19:18; Doctrina de los doce apóstoles 14,1; también 1Ti_2:8; Mat_3:6; Mar_1:5.

69. En el texto griego se dice: energoumene. ....................

3. VELAD POR EL HERMANO EXTRAVIADO (Mar_5:19-20).

19 Hermanos míos, si alguno de vosotros se desvía de la verdad, y otro lo convierte, 20 sabed que quien convierte un pecador de su errado camino, se salvará de la muerte y «cubrirá muchedumbre de pecados» (Pro_10:12).

El cristiano es responsable de su hermano en la fe, lo es doblemente si su hermano se ha desviado del camino de la fe y corre el peligro de perderse para siempre. No puede sernos indiferente lo que suceda a la «oveja perdida» de la Iglesia. Un verdadero cristiano, no puede alegrarse de su propia salvación y contentarse con asegurarla.

El amor del Señor hacia los que se han extraviado tiene que instarnos a ir tras del hermano perdido, para conseguir su conversión. Estos dos versículos ponen fin a la perícopa dedicada a la oración fraterna de intercesión. La oración es el principal medio que hemos de utilizar para encontrar al hermano perdido, y es un medio muy eficaz. Santiago sabe que no es fácil mover hacia la conversión a un hermano que se ha extraviado y corre peligro de condenarse. Por eso hay que emplear con perseverancia y fidelidad este poderoso medio salvador, la oración intercesora, hasta que el Señor conceda encontrar al que se ha perdido. ¡Qué alegría, devolver la vida a quien estaba destinado a la muerte, encontrar al hermano perdido! El Señor ha descrito en forma conmovedora esta alegría jubilosa en sus parábolas de la oveja perdida, de la dracma perdida y del hijo pródigo (Lc 15). No sólo se regocijan en la tierra los hermanos del que estaba perdido y ha sido hallado; la alegría llega hasta el cielo. También se celebró fiesta en el cielo y se alegró la Iglesia, cuando Dios me encontró a mí por medio de Jesucristo.

El más precioso regalo para el que se afana en buscar al hermano perdido, será la dicha de encontrarle, su salvación, la comunión eterna de vida en el reino de Dios. Pero además Dios le recompensará copiosamente su acto de amor, porque, como dice aquí Santiago, este amor «cubrirá muchedumbre de pecados» 70. El que salva a su hermano se salva a sí mismo. Este amor borra las propias culpas...

Así vuelve la carta de Santiago al punto de partida, a la solicitud por la salvación de los cristianos atribulados. Santiago quiere salvar a todos los llamados a la salvación. ¿Cómo? Invitándoles a tomar en serio su fe y a probar con las obras su eficacia. El tiempo apremia, porque el Señor está cerca. Sólo una fe traducida en obras puede salvar al creyente, a sus compañeros y a todos los hombres, Santiago nos enseña la justificación por las obras; este siervo y hermano del Señor sabe que sólo pertenece a Cristo quien cumple la voluntad de Dios. Sólo a éste ha sido prometida la salvación plena. La carta de Santiago es para nosotros una llamada, que no podemos pasar por alto, a tomar en serio nuestra fe, a vivirla en obras y en verdad.

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70. Cf. 1Pe_4:8; primera carta de san CLEMENTE ROMANO 49,5; y !a que se llama segunda carta de san CLEMENTE ROMANO 16,4.



Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Capitulo 5.

Las alegrías engañosas de los ricos, 5:1-6.
1 Y vosotros los ricos llorad a gritos sobre las miserias que os amenazan. 2 Vuestra riqueza está podrida; vuestros vestidos, consumidos por la polilla; 3 vuestro oro y vuestra plata, comidos del orín, y el orín será testigo contra vosotros y roerá vuestras carnes como fuego. Habéis atesorado para los últimos días. 4 El jornal de los obreros que han segado vuestros campos, defraudado por vosotros, clama, y los gritos de los segadores han llegado a los oídos del Señor de los ejércitos. 5 Habéis vivido en delicias sobre la tierra, entregados a los placeres, y habéis engordado para el día de la matanza. 6 Habéis condenado al justo, le habéis dado muerte sin que él os resistiera.

Santiago inicia en el capítulo 5 una severa requisitoria contra los ricos soberbios, injustos, avaros, entregados a los placeres del mundo. Parece que el autor sagrado se dirige a cristianos ricos, injustos y explotadores de los pobres, que ya entonces existían en las comunidades cristianas. Santiago les amenaza con los castigos que van a venir sobre ellos. Nuestro autor imita el estilo de los profetas, los cuales estaban tan ciertos de los castigos anunciados al pueblo de Israel, que los presentaban como ya realizados o a punto de realizarse. Los ricos, avaros e injustos, en lugar de alegrarse y de gozar deberían lamentarse por la suerte que les espera (v.1): perderán sus bienes y serán condenados en el día del juicio (v.2-9). El castigo no será meramente temporal, sino eterno, como parece insinuarlo el v.3. La perspectiva del tiempo permanece, sin embargo, vaga e imprecisa; lo mismo que en las amenazas que el libro de Henoc 1 dirige a los ricos. Por eso no hay razón para explicar este pasaje de Santiago y otros semejantes del último juicio al fin del mundo. Santiago habla de la proximidad de la parusía de Cristo, lo mismo que San Pedro y San Pablo 2.
Nuestro Señor también amenaza a los ricos con toda clase de privaciones 3. Las riquezas que han amontonado esos ricos, consistentes en víveres, vestidos, ropas preciosas y metales 4, serán consumidas por la polilla y el orín. Estos agentes destructores serán a su vez, en el día del juicio, una prueba abrumadora de la avaricia culpable de esos ricos, un testimonio terrible que será exhibido en contra de ellos. Han preferido tener sus riquezas inactivas en los cofres, a despecho de la justicia y de la caridad 5. Pero ese orín será testigo en contra de ellos, porque hará más evidente su avaricia y los acusará ante el tribunal del Juez supremo. El autor sagrado presenta el orín como un testigo y un verdugo, en cuanto que, en el día del juicio divino, el orín acuciará y morderá la conciencia, acusándola así ante Dios. Este tormento resultará intolerable. Así se cumple lo que dice el libro de la Sabiduría: Para que conozcan que por donde uno peca, por ahí es atormentado.6 Las riquezas putrefactas y llenas de orín constituirán para ellos un ejemplo y como un símbolo del fin trágico que les espera: del mismo modo que perecieron las riquezas, así también perecerán ellos. Sus bienes serán la causa de su pérdida eterna, pues hicieron mal uso de ellos. Pudieron vestir a los hermanos pobres con los vestidos guardados en sus roperos, pero prefirieron dejarlos apelillarse. Amontonaron riquezas para hacer más terrible la cólera de Dios en el día del juicio (v.2-5).
Jesucristo exhortaba también a sus discípulos a no amontonar riquezas en este mundo, en donde pueden ser consumidas por el orín y la polilla, sino en el cielo 7, en donde no hay polilla ni ladrones.
El severo juicio con el que amenaza el autor sagrado está justificado por tres graves injusticias cometidas por esos malos ricos. Defraudan al pobre reteniendo su salario, con lo cual le condenaban a pasar hambre o incluso a morir de inanición. Aquí se trata de obreros rurales, que, según la ley, debían ser pagados todas las tardes 8. Una tarde sin salario era una tarde sin pan, un día de hambre. El salario defraudado es comparado a una voz que, como la sangre de Abel 9, pide venganza al cielo. Los gritos de los pobres oprimidos llegan a oídos del Señor de los ejércitos (v.4) 10. La expresión parece inspirarse en el texto griego (LXX) de Isa_5:8-9, en el que también se habla de las injusticias de los ricos. En el Antiguo Testamento se protesta frecuentemente contra las injusticias cometidas en el pago de los salarios 11. Dios mismo promete su ayuda, en Exo_22:26, a aquel que acuda a El pidiendo auxilio contra la injusta vejación. El v.4 está, por consiguiente, lleno de reminiscencias del Antiguo Testamento. Santiago se dirige directamente a sus lectores, suponiendo que ya conocen las prescripciones de la Ley en esta materia. Esto demuestra que los destinatarios eran cristianos convertidos del judaísmo.
Insensibles a los gritos de los pobres, los ricos abusan de sus riquezas para el placer y el lujo (v.5). Los banquetes y la ociosidad les han engordado como si se tratase de animales destinados al matadero. Viven cual estúpido ganado que se engorda para el día de la matanza. En el mismo sentido habla el profeta Jeremías 12 de los mercenarios de Egipto, gordos y preparados para el castigo. El día Ae la matanza designa el día del juicio final, llamado así por los profetas porque es considerado como el día de la victoria de Yahvé sobre sus enemigos, cuyos cadáveres yacerán por tierra 13.
También los Libros Santos amonestan muchas veces contra los abusos de la comida y de la bebida 14. Las parábolas evangélicas del rico insensato, del rico epulón y del pobre Lázaro 15 ilustran los severos reproches de Santiago. La suerte que les espera a estos ricos injustos y glotones nos la indica Jesucristo en la parábola ya recordada del rico epulón: serán sepultados en el infierno, en donde serán atormentados sin alivio alguno 16.
Finalmente, los ricos injustos condenan y matan al pobre inofensivo, que no puede oponer resistencia (v.6). Este reproche de injusticia recuerda los apostrofes de Amos 17 o de Miqueas 18 contra los ancianos y jueces de Israel, que vendían la justicia y despojaban al pueblo de todo lo que poseía. Cuando escribía Santiago, como ya en tiempo de los profetas, los regalos hechos a los jueces decidían frecuentemente las sentencias. La expresión le habéis dado muerte no es necesario entenderla de una muerte procurada directamente. Se puede entender también de una muerte procurada indirectamente, sometiendo al pobre a gravísimas exacciones; condenándolo así a una muerte lenta. El Siracida considera el pan como la vida de los pobres; privarles del pan es, por lo tanto, matarles: El pan de los pobres es la vida de los indigentes, y quien se lo quita es un asesino. Mata al prójimo quien le priva de la subsistencia. Y derrama sangre el que retiene el salario al jornalero 19. El pensamiento de Santiago debe de ser parecido al del Siracida. Los ricos matan al pobre realmente, condenándolo a muerte en la antigüedad los poderosos eran dueños de vidas y haciendas , o bien lo matan moralmente, privándole de los medios de subsistencia.
El justo (ó äßêáéïò) del que habla nuestro texto no es Jesucristo, sino el cristiano pobre, oprimido y perseguido. La expresión el justo tiene aquí sentido colectivo, como en el libro de la Sab_2:10.12.18; Isa_57:1; Sal_94:21, y designa a los pobres que, perseguidos y calumniados por los ricos malvados, confían en Dios, el cual no les abandonará en la prueba. El pecado de los ricos es tanto más odioso cuanto que el pobre está sin defensa eficaz. Pero el Señor tomará su defensa y vengará al justo oprimido 20.



Exhortaciones Finales,Sal_5:7-20.
Comprende esta última sección de la epístola diversas exhortaciones dirigidas a los fieles. Los v.7-11 contienen una recomendación de soportar con paciencia la opresión de los poderosos. En el v.1a se habla contra los juramentos hechos a la ligera y sin motivo grave. Los v.13-18 nos presentan las recomendaciones que hace el autor sagrado a los cristianos en las diversas circunstancias de la vida, y especialmente en las enfermedades. Y, por último, Santiago termina su carta exhortando a todos a trabajar por la conversión de los pecadores.



Exhortación a la paciencia,Sal_5:7-11.
7 Tened, pues, paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor. Ved cómo el labrador, con la esperanza de los preciosos frutos de la tierra, aguarda con paciencia las lluvias tempranas y las tardías. 8 Aguardad también vosotros con paciencia, fortaleced vuestros corazones, porque la venida del Señor está cercana. 9 No os quejéis, hermanos, murmurando unos de otros, para que no incurráis en juicio; mirad que el Juez está a las puertas. 10 Tomad, hermanos, por modelo de tolerancia y de paciencia a los profetas, que hablaron en nombre del Señor, 11 Ved cómo ahora aclamamos bienaventurados a los que padecieron. Sabéis la paciencia de Job, el fin que el Señor le otorgó, porque el Señor es compasivo y misericordioso.

Después de reprochar severamente las injusticias de los ricos, se vuelve a los pobres oprimidos debían de ser la mayoría , recomendándoles la paciencia, porque la venida del Señor y el día en que ha de dar a cada opresor el castigo merecido llegarán pronto e infaliblemente (v.7). Entonces cesará el escándalo de la prosperidad de los impíos y la injusticia será castigada. Santiago, más bien que incitar a la revolución social, pide a los fieles que esperen la sanción divina.
El autor sagrado está convencido de que la parusía del Señor restablecerá el orden perturbado. Los pobres recibirán el premio de su paciencia y los opresores recibirán el castigo merecido por sus injusticias. La venida del Señor no constituye motivo de preocupación para los fieles, sino más bien motivo de confortamiento. Esto lo demuestra claramente la pequeña parábola que pone a continuación para ilustrar la exhortación. Lo mismo que el labrador, que aspira a recoger los frutos de la tierra, espera con paciencia la llegada del tiempo oportuno para que caigan las lluvias tempranas y las tardías (v.7)21, así también los cristianos oprimidos han de esperar que el Señor, con su venida, realice sus más íntimos anhelos (v.8). El pensamiento de la parusía o juicio, que debía causar terror a los ricos, era un consuelo para los fieles pobres. La perspectiva escatológica de Santiago permanece vaga, aunque considera la parusía como próxima 22.
En espera de la llegada del Señor, Santiago exhorta a practicar la caridad fraterna. La llegada del Juez es tan cierta y tan próxima, que los fieles no deben dejarse llevar de la impaciencia o de faltas contrarias a la caridad, que les pudieran conducir a recriminaciones juicios temerarios contra los miembros de la comunidad o a merecer una severa sentencia del justo Juez (v.9). Los cristianos han de tolerarse mutuamente los propios defectos: Ayudaos mutuamente dice San Pablo 23 a llevar vuestras cargas, y así cumpliréis la ley de Cristo. Las expresiones que emplea la epístola de Santiago parecen inspirarse en el sermón de la Montaña 24 y en el discurso escatológico de Cristo 25.
El autor sagrado dice a sus lectores que han de tomar como ejemplo a los profetas, que tanto sufrieron de sus correligionarios por la justicia y por la predicación de la verdad (v.10). Los sufrimientos de los profetas constituyen un ejemplo citado frecuentemente en la catequesis primitiva 26. El profeta paciente por excelencia era Jeremías. Pero también tuvieron mucho que sufrir Amos, Oseas, Elias, Isaías, Daniel 27. Algunos de estos profetas sufrieron incluso prisión y otros llegaron hasta soportar una muerte cruel por causa de Yahvé. Pues bien: si hombres tan santos y amados de Dios, como eran los profetas, tuvieron que sufrir tanto, esto ha de valer para animar a los fieles, porque, si sufren, es señal de que Dios los ama como a sus siervos los profetas 28. San Pedro cita en un contexto análogo 29 el ejemplo de paciencia que nos dejó Jesús. Si Santiago no aduce el ejemplo de Cristo, tal vez sea porque, escribiendo a judeo-cristianos, les cita aquellos ejemplos que ellos conocían desde la infancia, y que tenían para ellos un gran valor.
También el ejemplo de paciencia de Job ha de servir a los fieles para infundirles ánimos y para que puedan perseverar hasta el momento en que el Señor tenga misericordia de ellos, como la tuvo de Job 30. Al fin, también les dará, como dio a Job, el premio de su paciencia, porque el Señor es compasivo y generoso (v.11). Nuestro Señor también había dicho: El que persevere hasta el fin será salvo. 31 Y Santiago promete la corona de la vida 32 al que soporte la prueba con paciencia 33.



Hay que evitar el perjurio,Sal_5:12.
12 Pero ante todo, hermanos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni con otra especie de juramento; que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para no incurrir en juicio.

La impaciencia no debe llevar nunca a los cristianos a pronunciar palabras irrespetuosas contra Dios. Los judíos eran muy inclinados a jurar; y esto mismo había introducido abusos deplorables. Había muchos que no les importaba perjurar. Sobre todo después que la casuística rabínica había regulado cuándo se podía quebrantar el juramento 34. Contra este laxismo se levantan el Siracida 35 y nuestro Señor 36, condenando el abuso del juramento. Santiago, siguiendo el ejemplo de Cristo, quiere que la franqueza y la sencillez regulen las relaciones sociales de los fieles. Las palabras de este versículo son muy afines a las de Jesús tal como nos las refiere San Mateo 37.
Esto no quiere decir que Santiago condene toda clase de juramento. Lo que rechaza es el abuso y mal uso. La Iglesia ha declarado que el juramento, hecho con las debidas condiciones, es lícito, y a veces ella misma lo exige e impone 38.



Se ha de acudir a Dios en la oración,Sal_5:13-18.
13 ¿Está afligido alguno entre vosotros? Ore. ¿Está de buen ánimo? Salmodie. 14 ¿Alguno entre vosotros enferma? Haga llamar a los presbíteros de la Iglesia y oren sobre él, ungiéndole con óleo en el nombre del Señor, 15 y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor le aliviará, y los pecados que hubiere cometido le serán perdonados. 16 Confesaos, pues, mutuamente vuestras faltas y orad unos por otros para que os salvéis. Mucho puede la oración fervorosa del justo. 17 Elías, hombre era, semejante a nosotros, y oró para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra durante tres años y seis meses; 18 y de nuevo oró, y envió el cielo la lluvia, y produjo la tierra sus frutos.

En estos versículos indica Santiago lo que han de hacer los cristianos en las diversas circunstancias de la vida, y especialmente en la enfermedad. En este contexto, con motivo de la recomendación de la oración asidua, introduce el autor sagrado la instrucción acerca de la unción de los enfermos (v. 14-15), que constituye uno de los siete sacramentos instituidos por Cristo y promulgado aquí por Santiago.
La oración es la medicina de todos los males, pues con ella se consigue reanimar el alma y se obtiene el auxilio pedido 39. Incluso Jesucristo, en un momento de suprema tristeza, recurre a la oración 40 Es necesario volverse siempre hacia Dios y orar: en el sufrimiento, para implorar ayuda41, y en la alegría, para darle gracias (v.15)· Se pueden dar gracias a Dios bien sea cantando con los labios himnos sagrados o bien sólo con el corazón 42.
En el caso que un cristiano se enferme gravemente, el autor sagrado determina cómo ha de comportarse (v.14-15): Haga llamar a los presbíteros de la Iglesia (v.14). Santiago, al decir esto, da un consejo, no una orden perentoria o un precepto formal. Por eso el concilio Tridentino afirma que el sacramento de la unción de los enfermos fue recomendado y promulgado por Santiago; pero no dice que haya sido impuesto.
Los presbíteros término tomado del ambiente judío, en el que los ancianos tenían una función tan importante designa frecuentemente en el Nuevo Testamento una realidad y una función totalmente nuevas: son los sacerdotes. El presbyterium cristiano ya no constituye una clase puramente honorífica o un consejo consultivo, formado por los fieles más ancianos, sino que designa la institución sacerdotal que estaba al frente de cada Iglesia 43 y desempeñaba las funciones del culto. También aparecen en las epístolas de San Pablo íntimamente unidos a los apóstoles y compartiendo con ellos las cargas de la enseñanza44 y de la administración de los sacramentos45, en grado superior a los diáconos46. El concilio de Trento definió que el ministro de la unción de los enfermos no es un simple anciano, sino el sacerdote ordenado por el obispo 47. Santiago habla de los presbíteros, en plural y con artículo, porque supone que la institución de los presbíteros es un hecho cumplido en la Iglesia. Y en el plural se puede ver un plural de categoría48, o tal vez sería mejor pensar que, siendo pequeña la comunidad y los presbíteros pocos también, vengan juntos a ver al enfermo. En la Iglesia griega existe la costumbre de que vayan siete presbíteros a administrar la unción al enfermo; y si este número no se puede tener, deben ir al menos tres. La Iglesia romana, en cambio, sigue la costumbre de administrar la unción de los enfermos por medio de un solo presbítero, pues no considera la pluralidad de presbíteros, de que habla Santiago, como condición necesaria para la validez y eficacia del sacramento 49.
Llegados al lado del enfermo, han de orar sobre él, extendiendo sus manos sobre el enfermo, tendido en la cama, y después ungirle con óleo en el nombre del Señor (v.14). La oración litúrgica debía acompañar la unción con óleo. El participio aoristo Üëåßøáíôåò fungentes) parece indicar simultaneidad con la acción del verbo principal ðñïóåõîÜó3ùóáí (orent). La unción con óleo era hecha en el nombre del Señor50, es decir, por orden de Jesús, o mejor, porque iba acompañada de una oración en la que se invocaba el nombre de Cristo. También el bautismo era administrado en el nombre de Jesús51. Esta unción hecha en el nombre del Señor no sólo tenía una finalidad terapéutica ordinaria, sino, principalmente, finalidad religiosa. Esto se ve claramente por los efectos de esta unción descritos en el v.15: la oración de la fe salvará al enfermo. Es la oración litúrgica que acompañaba a la unción, la oración de la comunidad, de la Iglesia, hecha con fe52. Es conveniente observar que el autor sagrado no trata aquí de la eficacia ex opere operato o ex opere operantis, porque, como muy bien dice J. Chaine 53, Santiago ni siquiera se propone esta cuestión en nuestro pasaje.
¿De qué salud se trata aquí? Hay autores, como A. Charue54, que entienden esta salud en sentido amplio e impreciso de favor divino, favor divino de la restauración de la salud y del perdón de los pecados. Otros autores (Belser, Bardenhewer, Chaine) creen que se trata únicamente, o al menos principalmente, de la salud del cuerpo. Otros, finalmente, apoyándose en el sentido que tiene el verbo óþóåé en otros lugares de la epístola55, piensan que se trata de la salud espiritual, de la salvación eterna. Santiago, cuando habla de la curación del cuerpo, emplea otro verbo (ßá3Þôå) 56. El efecto principal de la unción es, por consiguiente, el conferir al enfermo la salud eterna.
El segundo efecto de la unción es el alivio que el Señor dará al enfermo. Hará que el enfermo se levante de su enfermedad57, que sane. Es evidente que el autor sagrado no quiere decir que todos han de sanar, porque, en este caso, todos los que recibiesen la unción no morirían. Se sobrentiende la condicional: si Dios lo quiere.
El tercer efecto de la unción es el perdón de los pecados. La enfermedad no supone pecado; pero, si los hay, le serán perdonados. El hagiógrafo no hace ninguna reserva. Por consiguiente, entre los pecados incluye las faltas graves. De aquí pudo concluir con razón la teología que la remisión de los pecados incluso los graves es un efecto propio, no accidental, del sacramento de la unción de los enfermos, aunque los que la reciben tengan que confesar antes, si pueden, las faltas graves. Esto mismo es enseñado claramente por el concilio Tridentino 5S, poniendo así de relieve que el fruto espiritual que ha de obtenerse de la unción es la finalidad principal de la administración de dicho rito.
En la antigüedad era conocida la virtud terapéutica del óleo59 sobre todo en los países cálidos, en donde ayuda a desengrasar y a regularizar la transpiración, y también a limpiar y a suavizar la piel. Los judíos tenían en gran aprecio el óleo como remedio contra las enfermedades 60. Por otra parte, los semitas se servían del óleo para inaugurar un santuario y consagrar los objetos de culto61. Lo empleaban en los sacrificios62, para consagrar al sumo sacerdote 63 y para ungir los reyes entre los hebreos 64. De este significado religioso se ha podido pasar fácilmente a la unción de los enfermos, cuya curación era esperada de Dios más que de los médicos. Por eso, cuando en el Evangelio se dice que los apóstoles ungían con óleo a muchos enfermos y los curaban65, sin duda que se alude a curaciones milagrosas. La duración y permanencia de este rito en las comunidades cristianas como nos lo demuestra la epístola de Santiago supone una consigna del mismo Jesucristo. Por eso dice el concilio de Trento: Sacramentum a Christo Domino nostro apud Marcum quidem insinuatum, per lacobum autem. fidelibus commendatum ac promulgatum66.
La unción de la que habla nuestra epístola tiene un valor religioso, porque es hecha en nombre del Señor (v.14) y va acompañada de oraciones (v.14-15). Además, su finalidad no es únicamente el alivio de las enfermedades, sino, sobre todo, la remisión de los pecados.



El Sacramento de la Unción de los Enfermos.
El rito de la unción que, como hemos visto, describe Santiago, constituye un verdadero sacramento de la Nueva Ley. La unción es un signo sensible muy adaptado para simbolizar la curación espiritual. Entre los antiguos, la unción con óleo era un remedio terapéutico muy usado. La materia remota es el óleo; la materia próxima, la unción; la forma, la oración litúrgica, y el ministro, el presbítero o sacerdote. Fue instituido por Cristo y promulgado por Santiago en esta epístola. El autor sagrado no precisa el número de unciones ni el modo de hacerlas. Sin duda supone que los presbíteros ya sabían administrar la unción. De donde se deduce que debía de ser un rito practicado ya en la Iglesia.
Los efectos espirituales producidos por esta unción también son indicados: obtiene la salvación espiritual mediante la remisión de los pecados y el aumento de la gracia santificante. Procura la curación, o, al menos, el alivio material o moral del enfermo.
Tiene, por consiguiente, todas las propiedades y características propias de un sacramento.
El sentido auténtico de este texto de Santiago (v. 14-15) ha sido declarado por el magisterio solemne de la Iglesia católica. Ya el papa San Inocencio I (a.416) utiliza expresamente este texto de Santiago a propósito del sacramento de la unción de los enfermos. Más tarde, el concilio Florentino67 también habla del sacramento de la unción de los enfermos, al cual se refiere Santiago en este lugar. Pero es principalmente el concilio Tridentino el que enseña que Santiago en este texto recomienda y promulga el sacramento de la unción de los enfermos, instituido por nuestro Señor Jesucristo. La declaración del concilio de Trento se apoya no sólo en las palabras de Santiago, sino también en la tradición apostólica recibida por la Iglesia68. Con razón, pues, este concilio, interpretando el sentir de toda la tradición y en contra de la negación de los protestantes, definió solemnemente que la unción de los enfermos es un sacramento. Si quis dixerit extremam unctionem non esse veré et proprie sacramentum a Christo Domino nostro institutum (cf. Mar_6:13) et a beato lacobo apostólo promulgatum (lac 5:14), sed ritum tantum acceptum a patribus, aut figmentum humanum, anathema sit.69
Los protestantes modernos y los racionalistas ven, en la unción de la que nos habla Santiago, un remedio terapéutico ordinario, y en la visita de los presbíteros a los enfermos, una piadosa y caritativa costumbre.
La materia de este sacramento es el óleo de oliva consagrado por obispos el día de Jueves Santo. Este sacramento se puede repetir en caso de recaída en una enfermedad grave77. Aunque es un sacramento no estrictamente necesario para la salvación Santiago recomienda, no manda , sin embargo, pecaría el que lo despreciase78.
En los v.16-18, el autor sagrado ya no se dirige al enfermo, sino más bien a los cristianos que rodean al enfermo, como parece sugerirlo la partícula griega oüv (= pues). Sin embargo, la unión que parece suponer esta partícula no es fácil precisarla. Algunos piensan que Santiago une la unción de los enfermos y la confesión en un solo bloque, como si formaran los sacramentos de los enfermos. No obstante, como todo este pasaje parece tener por finalidad el indicar los medios más aptos para obtener la salud del enfermo, es muy probable que aquí el autor sagrado invite a los fieles presentes en torno al enfermo a que confiesen sus pecados, para que sus oraciones, salidas de corazones purificados, puedan ser más eficaces delante de Dios. Entre los judíos era frecuente confesar los propios pecados para hacer más eficaz la oración. El poder de la oración del justo es un tema bastante conocido en el Antiguo Testamento79. Pero para que la oración sea de buena calidad y tenga poder delante de Dios ha de proceder de un alma recta y justa. Con este fin, la espiritualidad rabínica recomendaba con frecuencia la confesión de los pecados 80. Esta misma costumbre se conservó entre los primeros cristianos. Por la Didajé 81 sabemos que los cristianos tenían por costumbre confesarse en la iglesia para prepararse mejor a la oración.
¿De qué confesión habla Santiago? ¿Se trata de la confesión sacramental o de una simple práctica devota? El término óëëÞëïéâ (= mutuamente) puede tener un sentido genérico ordinario y designar reciprocidad: los unos a los otros; pero a veces también puede revestir un sentido relativo, restringido82. En cuyo caso, nuestro texto habría que entenderlo así: cada uno confiese con quien está facultado para recibir la acusación, es decir, con los presbíteros. Sin embargo, en este pasaje Santiago parece referirse a la comunidad. Por consiguiente, es mejor entender ÜëëÞëïéò en sentido ordinario, y admitir que el autor sagrado alude aquí a la práctica litúrgica. La expresión griega åîïìïëïãåßóôå ÜëëÞëïéâ se entiende más fácilmente de una confesión hecha en grupo, como la oración. Los fieles se reconocen culpables y dicen en voz alta sus faltas. La confesión debía de referirse a faltas que podían ser conocidas sin inconveniente83.
De este texto tal vez provenga la costumbre de la confesión litúrgica pública (Confiteor Deo.), que se recita antes de la misa y en otras ocasiones; así como la confesión monástica que se realiza mediante la acusación de las culpas públicas ante el superior y toda la comunidad.
Sin embargo, los teólogos no coinciden en la determinación del verdadero significado de la confesión recomendada por Santiago. San Agustín84 y, más tarde, el cardenal Cayetano 85 ven en esto una piadosa costumbre de acusarse recíprocamente para obtener el perdón de los demás. Otros sostienen que el autor sagrado habla de la confesión sacramental 90.
Además de la confesión recíproca, Santiago recomienda la oración: orad unos por otros para que os salvéis (v.16). Una vez purificada su alma por la confesión de los pecados, los fieles están mejor preparados para obtener de Dios lo que piden. La oración fervorosa del justo es muy poderosa delante de Dios. Pero este poder depende de las buenas disposiciones y de la fe del que ora 93. El autor sagrado confirma la eficacia de la oración del justo con el ejemplo del profeta Elias 94, el cual, a pesar de ser hombre semejante a nosotros, obtuvo de Dios la sequía durante tres años. Y de nuevo oró y envió el cielo la lluvia (v. 17-18). Santiago expresa la misma doctrina que nuestro Señor cuando enseñaba a los apóstoles: Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que. quisiereis y se os dará. 95 Esto debe animar a los cristianos a orar como Elías, porque también conseguirán los mismos resultados.
El libro 1 de los Reyes (17:1; 18:1) no habla de tres años y seis meses 96, como se expresa nuestra epístola. Sólo habla de años, en plural, de muchos días y del año tercero; pero de los seis meses nada se dice. Como Jesucristo en el Evangelio 97 dice lo mismo que Santiago, es muy probable que tanto Cristo como Santiago hayan seguido la tradición judía, que determinaba más en concreto el tiempo que duró la sequía en los días de Elías.



La corrección fraterna, 5:19-20.
19 Hermanos míos, si alguno de vosotros se extravía de la verdad y otro logra reducirle, 20 sepa que quien convierte a un pecador de su errado camino salvará su alma de la muerte y cubrirá la muchedumbre de sus pecados.

Santiago termina su epístola con una recomendación final para que trabajen por la conversión de los hermanos descarriados. El que esto haga conseguirá la total remisión de sus pecados y la salvación final. El profeta Ezequiel había ya prometido la salvación de la propia alma al que se esforzare por convertir al pecador de su mal camino 98. De igual modo, el cristiano celoso obtendrá el perdón a causa de su abnegación. Y la abnegación en favor del prójimo, cuando es inspirada por la caridad, cubrirá la muchedumbre de sus pecados, o sea, según el lenguaje bíblico, los hará desaparecer. Se trata del premio de aquel que ha cumplido el acto de caridad de convertir al prójimo. San Beda dice a este propósito: Si enim magnae mercedis est a morte eripere carnem quandoque morituram; quanti meriti est a morte animam liberare, in caelesti patria sine fine victuram? 100
El horizonte de la epístola parece limitarse a la comunidad cristiana.
La epístola termina bruscamente, sin los saludos y deseos con que terminan ordinariamente las demás cartas del Nuevo Testamento, especialmente las de San Pablo. Pero esta falta se comprenderá fácilmente si tenemos presente que la epístola de Santiago es una especie de circular a las comunidades judías de la diáspora, que el autor no ha visitado ni conoce.


Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



30 (X) Ay de los ricos (5,1-6). Véase el comentario a 4,13-17. Esta severa denuncia de los ricos injustos recuerda a los profetas del AT (p.ej., Am 8,4-8). No se pretende influir en los ricos a los que va dirigido retóricamente el texto; éste es más bien una advertencia salu(-)dable a los fieles acerca del terrible destino de quienes abusan de las riquezas, y quizá tam(-)bién un consuelo para quienes están ahora oprimidos por los ricos (2,5-7). 1. desgracias que están para caer: La pérdida de la riqueza (w. 2-3) y el juicio aterrador que vengará sus crueles injusticias (vv. 3-6). 2. está podrida: El tiempo pf. de este vb. y de los dos siguientes probablemente indica la actual carencia de va(-)lor de la riqueza, vestidos: Éstos eran en la an(-)tigüedad una de las formas principales de ri(-)queza (véanse Horacio, Ep. 1.6.40-44; Mt 6,19; Hch 20,33). 3. están corroídos: Aunque la pla(-)ta y el oro de hecho no se corroen, esta expre(-)sión indica su carencia fundamental de valor. testimonio contra vosotros: La herrumbre y la decadencia de sus posesiones serán prueba de que sus propietarios no les dieron buen uso poniéndolas al servicio de los pobres, devorará vuestras carnes como fuego: Los objetos de ri(-)queza acumulada son representados, por me(-)tonimia, como instrumentos de castigo vindi(-)cativo -sin duda, con alusión a «la gehena del fuego» (Mt 5,22)-. los últimos días: En vista de la alusión a la venida del Señor en los w. 7 y 9, Santiago probablemente señala la absurdidad de la excesiva preocupación por este mundo, puesto que los últimos días están próximos (véase Hch 2,16-17). Otros entienden esto re(-)ferido al futuro juicio de ira que el rico ha «acumulado» para sí.
314. salario de los obreros: La denuncia de la retención del salario o de otras formas de es(-)tafar a los trabajadores es un tema importante tanto en el AT como en el NT (véanse Lv 19,13; Dt 24,14; L. Johnson, JBL 101 [1982] 391-401; Davids, James), a los oídos del Señor de los ejér(-)citos: Estas palabras están tomadas literalmen(-)te de Is 5,9 LXX, que está en un contexto se(-)mejante al de Sant. 5. día de la matanza: Esta expresión, tomada de Jr 12,3, hace hincapié en la proximidad del juicio escatológico. Resulta irónico que su excesivo lujo haga a los ricos más vulnerables a los tormentos venideros. 6. matasteis al justo: Santiago tal vez aluda a Eclo 34,22: «Mata a su prójimo quien le roba el sus(-)tento, quien no paga el sueldo al jornalero de(-)rrama sangre». Esta acusación culminante tal vez aluda así mismo a Sab 2 y 3, donde los im(-)píos traman la destrucción del pobre justo (véase esp. Sab 3,3-5,16). Por último, incluso puede que en este texto se contenga una alu(-)sión a la muerte de Cristo, no os resiste: El sig(-)nificado es incierto. Puesto que la palabra antitassetai, «resistirse» -rara en el NTaparece también en 4,6, el vb. de 5,6 bien puede pre(-)tender evocar esa aparición anterior, donde Dios es explícitamente el sujeto, y de ese modo unificar y rematar la sección situada entre am(-)bos (véase L. Alonso Schókel, «James 5:2 [sic, léase 5,6] and 4:6», Bib 54 [1973] 73-76).

32 (XI) La espera paciente de la venida del Señor (5,7-11). 7. tened paciencia: Las pa(-)labras iniciales compendian la sección entera. Tienen aplicación, no sólo ante la injusticia monstruosa (5,4-6), sino en las pruebas ordi(-)narias de la vida (5,9.12.13.14.19). la venida del Señor: En el NT se hace a menudo referencia a la parusía del Señor (1 Tes 2,19; 4,15; 2 Tes 2,1.8.9; Mt 24,3; 2 Pe 1,16; 3,4.12; 1 Jn 2,28). Probablemente, «el Señor» significa aquí Cris(-)to, como en otros lugares (así Ropes, Chaine, Dibelius, Mussner, Law, Davids), y no Dios Pa(-)dre (así BJ\ véanse los w. 10 y 11). el labrador: Santiago vuelve a emplear una ilustración ima(-)ginativa (véanse 1,6.11.23-24; 3,3-4.11-12). las lluvias tempranas y tardías: Expresión del AT utilizada a menudo en la enumeración de los dones de Dios (p.ej., Dt 11,14). La importancia que para el labrador tenían los chubascos tem(-)pranos (octubre-noviembre) y tardíos (abril-mayo) era característica de Palestina y el sur de Siria. Santiago manifiesta así conocimiento de este aspecto de la vida palestinense.
8. tened paciencia: Al repetir el precepto inicial de la sección, Santiago aplica ahora a sus oyentes la ilustración precedente. ¿El objeto de la pacien(-)cia lo constituyen sólo los diversos sufrimien(-)tos, o también el retraso de la venida del Se(-)ñor? Los w. 7-8 parecen indicar esto último (véase 2 Pe 3,3-13). fortaleced vuestros corazo(-)nes: Véase 1 Tes 3,13. la venida del Señor está cerca: Otras expresiones de la cercanía de la parusía aparecen en Flp 4,5; Heb 10,25.37; 1 Jn 2,18; Ap 22,10.12.20. En la mayoría de estos casos, es un motivo de esperanza y fortaleza en medio de las tribulaciones presentes. Puesto que en el NT la parusía hace referencia a la ve(-)nida de Cristo resucitado, este pasaje es uno de los pocos de Sant que exponen explícitamente una doctrina específicamente cristiana (véanse 1,1; 2,1), doctrina que va claramente más allá de las enseñanzas del AT y del judaismo con(-)temporáneo. Sin embargo, la amplia resonan(-)cia que en Sant tienen los dichos de Jesús y otras partes del NT acreditan esta carta como un documento completamente cristiano.

33 9. La exhortación cambia de manera bastante brusca al tema de las relaciones mu(-)tuas dentro de la comunidad, remitiendo a 4,11-12 (véanse 1,19; 3,2-10). La venida del Se(-)ñor se ve en este momento como la venida del juez, para no ser juzgados: Véase Mt 7,1-2. a las puertas: Véanse Ap 3,20; Mc 13,29 par. 10. co(-)mo ejemplo: Sant ya ha utilizado como ejem(-)plos a personajes del AT (Abrahán y Rajab, 2,21-25); ahora se presenta a los profetas como mártires (véanse Mt 23,29-31; Hch 7,52). La persecución de los cristianos se ve como pro(-)longación de la de los profetas en Mt 5,12 y 23,29-39. 11. proclamamos felices a los que fue(-)ron pacientes: Santiago mismo lo ha hecho (1,12). Combinaciones de «felices» (makarios) y «paciencia» (hypomoné) también se dan en Dn 12,12 (Teodoción); 4 Mac 7,22. la paciencia de Job: Ez 14,14.20 pone de manifiesto la fama de Job como ejemplo de virtud, incluso inde(-)pendientemente del libro que lleva su nombre. Véase también el apócrifo Testamento de Job. el resultado de lo que el Señor llevó a cabo: Este es el significado probable del compendioso to telos kyriou (semitismo; véase Davids, James). Presupone que los lectores están familiarizados con los detalles de las pruebas, paciencia y pro(-)videncial liberación de Job. el Señor es compa(-)sivo y misericordioso: Frase del AT: Ex 34,6; Sal 103,8; 111,4; 145,8. Santiago se aparta de los LXX al introducir la palabra polysplanchnos, «compasivo», no testimoniada en el uso gr. an(-)terior, pero acertada traducción del rahüm del TM. En contraste con la virtud autosuficiente del estoicismo, la paciencia cristiana se basa en la convicción de que Dios es misericordioso y en la esperanza de la venida del Señor.
34(XII) Indicaciones para diversas cir(-)cunstancias; fin de la carta (5,12-20). Tres instrucciones cierran la carta: una sobre jura(-)mentos (5,12); otra sobre la oración (5,13-18); y una tercera sobre la conversión de quien se desvía (5,19-20). 12. ante todo: Esta expresión gr. (pro pantón) aparece en la sección conclu(-)siva de algunas cartas helenísticas escritas so(-)bre papiro y descubiertas en Egipto (véase F. X. Exler, The Form of the Ancient Greek I^etter [Washington 1923] 110). Esta breve recomen(-)dación está desconectada de lo que precede y de lo que sigue; la única excepción la constitu(-)ye la advertencia relativa a la posibilidad de incurrir en condenación, que es semejante a la de 5,9. Sin embargo, Exler (Form 127-32) ha señalado que en la sección conclusiva de las cartas helenísticas aparece con frecuencia una «fórmula de juramento», no juréis: Véase Mt 5,33-37. Pensamiento y expresión son pareci(-)dos, aunque el griego de Mt es más semítico.
En ninguno de los dos pasajes se prohíben ab(-)solutamente los juramentos, sino sólo su abu(-)so (véase Eclo 23,9-11). que vuestro sí sea sí, y el no, no: Santiago no especifica el modo de la declaración, como hace Mt 5,37 («Sea vuestro lenguaje Sí, sí no, no»). Sólo exhorta a la veracidad. Así, no es el uso de juramentos, si(-)no la falsedad lo que, según se dice, provoca el peligro de incurrir en juicio. Si tanto Sant co(-)mo Mt presentan formas alternativas del úni(-)co dicho original de Jesús, la de Sant de la sec(-)ción «sí-no» probablemente sea más original.
35 13-18. El tema de la oración, mencio(-)nado brevemente en 1,5-8 y 4,2-3, se desarrolla ahora en un tratamiento bien organizado y muy completo. 13. ¿está alguno alegre?: Puesto que cabe considerar que el sufrimiento y la alegría, como términos generales, abarcan la totalidad de las vicisitudes de la vida humana, y puesto que «cantar alabanzas» es una forma de oración, el presente consejo corresponde al «orad en toda ocasión» de Ef 6,18.
Alegría y oración se relacionan en Rom 12,12; 1 Tes 5,16-17. 14. enfermo: El vb. astheneo se aplica a veces a los que están cercanos a la muerte (Jn 4,46-47; 11,1.4.14; Hch 9,37). entre vosotros: Se refiere a los miembros de la comunidad cris(-)tiana. llame: El hombre está lo bastante enfer(-)mo para tener que guardar cama, pero todavía no está in extremis. ancianos de la Iglesia: En la primitiva comunidad cristiana, los presbyteroi, «ancianos», estaban estrechamente relaciona(-)dos con los apóstoles en lo tocante a autoridad (Hch 15,2.4.6.22-23; 16,4). Los ancianos esta(-)ban así mismo al cargo de las iglesias misione(-)ras (Hch 14,23; 20,17; 1 Tim 5,17.19; Tit 1,5). De ahí que el término no signifique meramente edad avanzada, sino posición oficial de autori(-)dad dentro de la Iglesia local, que oren sobre él: La oración pidiendo la curación en tiempo de enfermedad es recomendada en Eclo 38,9-10, junto con el arrepentimiento de los pecados, le unjan con aceite: El uso del aceite como ele(-)mento terapéutico se encuentra en el AT, así co(-)mo en la literatura rabínica y entre los griegos. Un ejemplo neotestamentario aparece en Lc 10,34. en el nombre del Señor: Así, la unción no es un mero remedio médico, sino que, como en Mc 6,13, simboliza la presencia y fuerza sana(-)doras del Señor, es decir, de Jesucristo (cf. el bautismo administrado «en el nombre del Se(-)ñor», Hch 19,5). 15. la oración de la fe: Tampo(-)co en este caso se habla de un mero tratamien(-)to médico, salvará al enfermo: En otros lugares de Sant, sózein, «salvar», se refiere a la salva(-)ción escatológica de la persona (1,21; 2,14; 4,12;
5,20). En los evangelios se aplica a la salvación de la persona y también al restablecimiento de la salud (véase BAGD), frecuentemente en co(-)nexión con la «fe» (Mc 5,34 par.; 10,52 par.; Lc 7,50; 17,19; Rom 10,9). En el presente contexto, se hace hincapié en el restablecimiento de la sa(-)lud. el Señor hará que se levante: El mismo vb. se utiliza en las curaciones de Jesús en Mc 1,31; 9,27.Como en el v. 14, «el Señor» probable(-)mente se refiere a Cristo, aunque en ambos ca(-)sos los términos tal vez fueran adaptados a par(-)tir de expresiones judías referidas a Dios, y si hubiera cometido pecados: A la vista de 3,2, los pecados parecen ser algo más que las faltas ine(-)vitables cometidas por todos, le serán perdona(-)dos: La curación física y el perdón de los peca(-)dos están estrechamente relacionados también en Mc 2,3-12 y Jn 5,14. La redacción del primer texto guarda gran semejanza con este pasaje.

36 El concilio de Trento, en su sesión XIV, definió la extremaunción como «verdadera y propiamente sacramento instituido por Cristo nuestro Señor y promulgado por el bienaven(-)turado Santiago Apóstol» (DS 1716; véanse 1694-1700). Esto no equivale a decir que todas las precisiones de la posterior teología sacra(-)mental se hayan de encontrar en Sant. Sin em(-)bargo, los puntos siguientes son importantes con respecto a la identidad sustancial entre lo que Santigo recomienda aquí y el sacramento de la unción de los enfermos en la Iglesia: la distinción respecto a la mera curación carismática (1 Cor 12,9.28.30), tal como queda puesta de manifiesto por el papel cultual de los presbyteroi; la unción con aceite de oliva; la in(-)vocación del nombre del Señor y la oración de fe; la subsiguiente recuperación y perdón de los pecados. También es importante observar, como señala M. Dibelius, algo que está claro: Santiago, de acuerdo con su estilo parenético, no pretende introducir una nueva manera de proceder, sino que presupone su existencia.
(Coppens, J., «Notes exégétiques: Jacques 5,13-15», ETL 53 [1977] 201-07. Cothenet, E., «La maladie et la mort du chrétien (Je 5,13-16)», EspV 84/41 [1974] 561-70. Empereur, J., Prophetic Anointing [Wilmington 1982].)
37 5,16-18. La conexión con lo precedente es oscura. Tras haber hablado del perdón de los pecados personales de la persona enferma, San(-)tiago parece volverse a los miembros de la co(-)munidad en general para recordarles cómo han de ser perdonados sus pecados. Las nociones de oración y curación proporcionan ulterior apa(-)riencia de continuidad con lo precedente. 16. confesad vuestros pecados: La confesión de los pecados es un tema del AT (Lv 5,5; Nm 5,7; Sal 32,5; Dn 9,4-20; Esd 9,6-15), conocido también en el NT (Mt 3,6; Hch 19,18) y en la Iglesia an(-)tigua (Did 4,14; Bem 19,12; 1 Clem 51,3). los unos a los otros: Probablemente esto significa «en la asamblea litúrgica», como en la Did. Puesto que en la Did y Bem la confesión de los pecados se considera preparación necesaria pa(-)ra una oración eficaz, en este caso tal vez se pre(-)tenda sugerir esa misma relación, orad unos por otros: Al parecer, a este precepto cristiano bási(-)co (implícito en Mt 5,44 y en las peticiones de la segunda mitad del Padrenuestro [Mt 6,11-13] y ejemplificado en Hch 12,5; Col 3,4; 1 Tes 5,25; 2 Tes 3,1; Heb 13,18, así como en las frecuentes declaraciones de Pablo de que ora por sus lec(-)tores) no se le da formulación explícita en nin(-)gún lugar de la Escritura fuera del presente ver(-)sículo. En el contexto de éste, la oración mutua probablemente se haya de entender como moti(-)vada por la mutua confesión de los pecados (un ejemplo actual de ésta sería el «rito penitencial» al comienzo de la liturgia eucarística). para que seáis curados: De acuerdo con la interpretación de que Santiago se dirige en este momento, no simplemente a los enfermos, sino a la comuni(-)dad en general, la palabra «curar» se ha de en(-)tender en el sentido espiritual de perdón de los pecados -sentido que de hecho tiene en otros lugares del NT y en los Padres apostólicos-. Tal vez se pretenda hacer también una referencia secundaria a la curación de los enfermos, la ora(-)ción ferviente del justo tiene mucho poder: Otros traducen: «La oración del justo es poderosa en sus efectos». La idea general se encuentra en Sal 34,16.18; Prov 15,29. La intención del ver(-)sículo es, por un lado alentar la confianza en el poder de la oración cristiana, y por otro, exhor(-)tar a que se practique con fervor (véase G. Bottini, «Confessione e intercessione in Giacomo 5,16», SBFLA 33 [1983] 193-226; F. Manns, «Confessez vos péchés les uns aux autres», RSR
58[1984] 233-41).
38 17. Elías: Los ejemplos veterotestamentarios de Abrahán y Rajab se usaron como modelos de buenas obras (2,21-25), y el de Job, como modelo de paciencia (5,11); Elías se pre(-)senta ahora como modelo de oración eficaz (véase 1 Re 17,1.7; 18,1.41-45). Su papel con relación a la hambruna se recuerda también en Eclo 48,2-3 y 4 Esd 109. un hombre como no(-)sotros: El matiz del gr. homoiopathes queda bien expresado por la paráfrasis de NEB: «fue un hombre con fragilidades humanas como las nuestras». Santiago se anticipa a la objeción de que la oración de ese santo heroico es más de admirar que de imitar, oró insistentemente: 1 Re cuenta la profecía de Elías de la sequía y la lluvia, sin afirmar que fueran debidas a su ora(-)ción. Santiago sigue la tradición de Eclo y 4 Esd. tres años y seis meses: Esta especificación de la duración de la sequía es más precisa que 1Re 18,1. Refleja una tradición judía encon(-)trada también en Lc 4,25 y probablemente co(-)nectada con el apocalíptico «tres y medio», la mitad de siete (Dn 7,25; 12,7; Ap 11,2.9; 12,6.14; véase G. Bottini, La preghiera di Elia in Giacomo 5:17-18 [Studium Biblicum Franciscanum, Analecta 16, Jerusalén 1981).
39 5,19-20. Aunque este pasaje final, co(-)mo otros varios anteriores, empieza brusca(-)mente, existe una continuidad de contenido marcada por los temas del pecado y el perdón. 19. se desvía de la verdad: Aletheia en este caso, como ya en 1,18 y 3,14, y frecuentemente en el evangelio y las epístolas de Juan, remite al sentido veterotestamentario de fidelidad efi(-)caz a la palabra de Dios, y no tanto a la insis(-)tencia gr. en la comprensión intelectual de la realidad. 20. salvará su alma (= «persona» o «yo») de la muerte: Se alude a la muerte espi(-)ritual y escatológica, como en Rom 5,12. Los comentaristas discrepan a la hora de determi(-)nar a quién se refiere «su»: ¿alude al pecador o al salvador? En vista de la probable influen(-)cia de Ez 3,20-21 y 33,9, bien puede ser que se refiera a ambos, cubrirá multitud de pecados: La formulación de la frase es muy parecida a 1Pe 4,8. Probablemente ambos derivan de una tradición parenética judía basada en Prov 10,12(TM, no LXX). El «cubrimiento» de los pecados es una metáfora del perdón. (Véanse Sal 32,1-2 LXX y su uso en Rom 4,7-8.) Los pe(-)cados así «cubiertos» incluyen los del herma(-)no que se desvía, pero también se pueden en(-)tender de manera más global. Sant carece de salutación epistolar final. Sin embargo, F. X. Exler (Form 69) ha señalado que gran número de cartas oficiales griegas de la antigüedad ca(-)recen de toda salutación epistolar final. Los últimos versículos de Sant sirven perfecta(-)mente de conclusión. En los amenazadores problemas abordados en la carta queda refle(-)jada la sombría posibilidad de la apostasía; pero la nota inicial de alegría al comienzo de la carta se recoge en la perspectiva conclu(-)siva que ve a los cristianos como aquellos que ponen por obra la palabra y no se limitan a oírla, que salvan a quienes están en peligro con una esperanza común de salvación defi(-)nitiva.
[Traducido por José Pedro Tosaus Abadía]

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



Oración por salud

El siguiente punto en la conclusión de una carta griega normalmente era desear en nombre de los dioses, que el receptor de la carta tuviera buena sa lud. Santiago hace algo mejor. Recuerda a los cristianos que Dios ha hecho provisión para su sanidad. Esto no era una enseñanza nueva para los lectores, sino un recordatorio de una práctica cristiana normal.

Como todos los maestros cristianos, Santiago divide el mal que puede experimentar una persona en dos categorías. La primera incluye el término afligido, lo que implica todas las experiencias desagradables que vienen desde lo externo, ya sean las cosas duras que se experimentan al esparcir el evangelio o la persecución por parte de gente mala. Esto es lo que Stg. ha estado analizando al hablar de las pruebas y que ha concluido en 5:7-11. Quienes sufran de ese modo deben orar, no necesariamente por liberación, sino por la capacidad pa ra soportar con paciencia. Quienes lleven una buena vida también deben orar, pero su oración debe ser un canto de salmos (BA, alabanzas). Queda entonces el segundo grupo que experimenta algo malo, los enfermos.

Los enfermos deben llamar a los ancianos de la iglesia. Cuando una persona está tan enferma que no puede ir al templo, quiere a su lado a las personas que tienen más fe en ella para que vayan y oren. Normalmente, cuando la enfermedad no es grave, la norma es orar unos por otros. Los ancianos actuarán como los discípulos en Mar. 6:13, que deben haber aprendido de Jesús, y ungir con aceite cuando oren, de modo que la oración no sólo se oiga, sino que se sienta físicamente. El hecho importante es que la oración es al Señor y la unción es hecha en el nombre del Señor. Es el Señor y no el poder de la oración o el aceite, lo que dará salud al enfermo. Eso es exactamente como Santiago promete que el Señor responderá a la oración de fe. No es una oración de algo que esperamos o que puede ser, sino una oración que muestra segura confianza en que Dios sanará porque los ancianos primero han escuchado a Dios y han recibido la confianza en sus corazones. Es algo similar al don de fe que Pablo menciona en 1 Cor. 12:9. Esas oraciones llevan tiempo; no son un ritual rápido o una rutina.

Santiago analiza la relación que a veces existe entre enfermedad y pecado. No toda enfermedad tiene que ver con el pecado (Juan 9:3), pero el pecado puede causar enfermedad (1 Cor. 11:30). Si el pecado realmente está implícito, entonces debe tratarse con esa raíz antes de pasar a su fruto, o sea la misma enfermedad. Santiago asegura a sus lectores que tales pecados serán perdonados. Dios no retendrá el perdón para prolongar la enfermedad. De hecho, Santiago argumenta que sería mejor cuidar del pecado porque provoca serias enfermedades. Confesaos unos a otros vuestros pecados: No se precisa de un anciano para esto, ya que cada creyente es un sacerdote. Hay valor en confesar de viva voz el pecado y recibir del otro creyente la seguridad de que ha sido perdonado.

Podía ser que un lector de la carta dijera que eso era bueno para los ancianos, pero que él era un simple cristiano y entonces cómo podía orar por la sanidad de otro o escuchar sus confesiones. Pero en cuanto el creyente es justo, su oración obrando eficazmente, puede mucho. Santiago hace notar que Elías era un personaje común, como los creyentes de entonces, pero como ellos tenía un Dios extraordinario que oía y contestaba la oración. En las leyendas se los asociaba a menudo con la oración. Por eso, aun cuando la oración pidiendo lluvia no se menciona explícitamente en 1 Rey. 17:1 o 18:16-46, siguiendo a los judíos de su tiempo, San tiago da por sentado que eso es lo que ocurrió.

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter V.

1 Wicked rich men are to feare Gods vengeance. 7 We ought to be patient in afflictions, after the example of the Prophets, and Iob: 12 to forbeare swearing, 13 to pray in aduersitie, to sing in prosperitie: 16 to acknowledge mutually our seueral faults, to pray one for another, 19 and to reduce a straying brother to the trueth.
1 Goe to now, yee rich men, weepe and howle for your miseries that shall come vpon you.
2 Your riches are corrupted, and your garments motheaten:
3 Your gold and siluer is cankered, and the rust of them shall bee a witnesse against you, and shall eate your flesh as it were fire: ye haue heaped treasure together for the last dayes.
4 Beholde, the hire of the labourers which haue reaped downe your fieldes, which is of you kept backe by fraud, cryeth: and the cryes of them which haue reaped, are entred into the eares of the Lord of Sabaoth.
5 Yee haue liued in pleasure on the earth, and bene wanton: ye haue nourished your hearts, as in a day of slaughter:
6 Yee haue condemned, and killed

[Of patience.]

the iust, and he doth not resist you.
7 [ Or, be long patient, or suffer with long patience.] Be patient therefore, brethren, vnto the comming of the Lord: behold, the husbandman waiteth for the precious fruit of the earth, and hath long patience for it, vntill hee receiue the early and latter raine.
8 Be yee also patient; stablish your hearts: for the comming of the Lorde draweth nigh.
9 [ Or, groane, or grieue not.] Grudge not one against another, brethren, lest ye be condemned: behold, the Iudge standeth before the doore.
10 Take, my brethren, the Prophets, who haue spoken in the Name of the Lord, for an example of suffering affliction, and of patience.
11 Beholde, wee count them happie which endure. Ye haue heard of the patience of Iob, and haue seene the end of the Lord: that the Lord is very pitifull and of tender mercie.
12 But aboue all things, my brethren, sweare not, neither by heauen, neither by the earth, neither by any other othe: but let your yea, be yea, and your nay, nay: lest yee fall into condemnation.
13 Is any among you afflicted? let him pray. Is any merry? let him sing Psalmes.
14 Is any sicke among you? let him call for the Elders of the Church, and let them pray ouer him, anointing him with oyle in the Name of the Lord:
15 And the prayer of Faith shall saue the sicke, and the Lord shall raise him vp: and if hee haue committed sinnes, they shall be forgiuen him.
16 Confesse your faults one to another, and pray one for another, that yee may bee healed: the effectuall feruent prayer of a righteous man auaileth much.
17 Elias was a man subiect to like passions as we are, and he prayed [ Or, in his prayer.] earnestly that it might not raine: and it rained not on the earth by the space of three yeeres and sixe monethes.
18 And hee prayed againe, and the heauen gaue raine, and the earth brought foorth her fruit.
19 Brethren, if any of you doe erre from the trueth, and one conuert him,
20 Let him know, that hee which conuerteth the sinner from the errour of his way, shall saue a soule from death, and shall hide a multitude of sinnes.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



5. El "día de la matanza" es una expresión profética ( Jer_12:3) que designa el día del Juicio final, en el que Dios hará valer su justicia sobre el mundo pecador.

7. Las "lluvias del otoño" que hacen germinar las semillas, y las "de la primavera" que hacen madurar las plantas, son una imagen de la Venida del Señor.

11. Sal_103:8; Sal_111:4. Ver Job_1:20-22.

12. Ver Mat_5:34-37.

14-15. En este texto bíblico se funda el rito de la Unción de los enfermos.

Sobre los "presbíteros", ver notas Hec_11:30; Hec_14:23.

16. "Confiesen mutuamente sus pecados": con esta exhortación se recomienda una práctica penitencial -la confesión de los pecados- que los primeros cristianos tomaron de la liturgia judía. Dicha confesión consistía en un reconocimiento general de los propios pecados, realizado comunitariamente, para que la oración común ayudara a obtener el perdón divino.

17-18. Ver 1 Rey. 17 - 18.

20. Pro_10:12. Ver 1Pe_4:8.

"Salvará su vida de la muerte": el texto no especifica con claridad si esta frase se refiere al pecador que se convierte o al que lo aleja del pecado. Ver Eze_3:20-21; 1Ti_4:16.



La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

El enfermo. El autor destaca la importancia de la oración tanto personal como comunitaria. La oración es fortaleza en el sufrimiento, es canto de alabanza en momentos de alegría, es capaz de sanar y levantar -resucitar- a los enfermos y tiene el poder de perdonar los pecados. La oración por la salud de los enfermos es un acto comunitario bajo la animación de los ancianos de la Iglesia, quienes oran por el enfermo, lo ungen con óleo (Mar_6:13) e invocan el nombre sanador de Jesús (Luc_10:17; Hch_3:6.16). La confesión de los pecados (16) es una tradición tomada del Antiguo Testamento (Sal_32:5; 2 Sm 12; Sal 51; Lv 16; Neh 9; Bar 1-3). Para Santiago la confesión está en un contexto de sanación, por tanto debe ser comunitaria. El autor acude al Antiguo Testamento para respaldar su enseñanza y presenta a Elías como modelo de oración (17s).
Los versículos 19s comienzan con la expresión «hermanos míos», que ha recorrido de principio a fin toda la carta, dándole un tinte de intimidad y fraternidad. Indica también que las duras críticas de Santiago son constructivas y están enmarcadas dentro de la corrección fraterna. La enseñanza final es eminentemente solidaria: hay que preocuparse de los hermanos que se desvían de la verdad para que retornen al proyecto de Dios. Quien lo haga obtendrá la vida y el perdón de sus pecados. El final, más que el de una carta al estilo paulino -falta el saludo y las bendiciones- parece el de un sermón.

Biblia Latinoamericana (San Pablo, 1995)



[=] *He 16:25

[.] Por estas palabras de Santiago sabemos que la Iglesia continuaba -y debe continuar ahora- el gesto de Cristo, acercándose a los enfermos. La salvación es a la vez salud corporal y espiritual. El Evangelio nos muestra cómo la segunda es la que más importa, y Dios siempre la da, aunque no conceda siempre la salud corporal. En el Evangelio Jesús impone las manos a los enfermos y, al enviar a sus misioneros, les pide que impongan las manos a los enfermos o los unjan con aceite (Mc 6,13 y 16,18). Imponer las manos es como comunicar a otro la fuerza que lo sanará, en nombre de Cristo y con su autoridad. En cuanto al aceite, se usaba en aquel tiempo como remedio. Los dos gestos pueden acompañar indiferentemente a la oración. Los Ancianos (o presbíteros el sentido es el mismo) eran los responsables de las comunidades cristianas. Siendo laicos, habían recibido el cargo de dirigir la comunuidad; predicaban la Palabra, celebraban los bautismos y presidían la eucaristía. Debían, pues, visitar a los enfermos y animar la oración de la comunidad, pidiendo al Señor que los sanara. Al mismo tiempo invitaban al enfermo a que reconociera sus pecados, preparándose así para recibir la gracia de Dios. Hoy, cuando la Iglesia habla del sacramento de los enfermos, se refiere a la unción con aceite hecha por quien ha sido designado para esto (hasta la fecha solamente los sacerdotes han sido reconocidos oficialmente por la Iglesia). Pero el hecho de que la unción con aceite sea en el sentido estricto solamente cuando la da un sacerdote, no excluye de ninguna manera que los responsables laicos de las comunidades cristianas oren, unjan e impongan las manos. Cuando lo hacen con fe, en nombre de la Iglesia, se multiplican las intervenciones de Dios en favor de los enfermos, preparándolos para la conversión. En varios lugares ha sido un error reservar la unción de los enfermos a los moribundos y llamarla extremaunción. Ver también comentario de Lc 10,9.

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Reina-Valera 1995 Notes:



[1] 5.1-6 Cf. Is 3.14-15; 10.1-4; Jer 5.26-29; Am 2.6-7; Lc 6.24.

[2] 5.3 Se refiere al día del juicio final, cuando de nada habrán de servir las posesiones materiales.

[3] 5.4 Alusión a Lv 19.13. Cf. Dt 24.14-15; Jer 22.13.

[4] 5.5 Cf. Jer 12.3; 25.34.

[5] 5.6 Pr 1.11-13.

[6] 5.7 La lluvia temprana y la tardía: las temporadas de lluvia; o sea, las de otoño y primavera respectivamente (Dt 11.14; Jer 5.24).

[7] 5.8 Alusión a la venida gloriosa del Señor: Mt 24.30; 1 Ts 4.13-17.

[8] 5.9 El Juez puede ser Cristo (v. 8; cf. Mt 25.31; Hch 10.42) o Dios mismo (4.12; cf. Ro 2.16; Heb 12.23).

[9] 5.11 Job 1.21-22; 2.10; 42.10-17.

[10] 5.11 Ex 34.6; Sal 103.8; 111.4.

[11] 5.12 Cf. Mt 5.34-37.

[12] 5.14 Ancianos: es decir, los que presiden en la comunidad; véase Hch 11.30 n.

[13] 5.14 El aceite de oliva se usaba como medicina (cf. Lc 10.34); aquí se trata de un acto que se realiza en el nombre del Señor, acompañada de la oración, para obtener del Señor la curación del enfermo (cf. Mc 6.13) y el perdón de los pecados (cf. Mt 9.1-8).

[14] 5.15 Cf. Mc 16.18.

[15] 5.16 Cf. Pr 28.13.

[16] 5.17 1 R 17.1; 18.1; Lc 4.25.

[17] 5.18 1 R 18.42-45.

[18] 5.20 Multitud de pecados: Probablemente debe entenderse en sentido general, sin especificar de quién son. Cf. Pr 10.12; 1 P 4.8.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

La oración es necesaria y eficaz contra la tristeza. «La tristeza es la escoria del egoísmo; si queremos vivir para el Señor, no nos faltará la alegría, aunque descubramos nuestros errores y nuestras miserias. La alegría se mete en la vida de oración, hasta que no nos queda más remedio que romper a cantar: porque amamos, y cantar es cosa de enamorados» (S. Josemaría Escrivá, Hom. 2, 92).

El Magisterio de la Iglesia señala que, en estas palabras de la Carta de Santiago (vv. 14-15), es promulgado el sacramento de la Unción de los enfermos (cfr nota a Mc 6,6-13).

«El sacramento de la Unción de los enfermos tiene por fin conferir una gracia especial al cristiano que experimenta las dificultades inherentes al estado de enfermedad grave o de vejez» (CCE 1527).


Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

1Co 14:15; Efe 5:19-20; Col 3:16-17; 1Ts 5:17.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


NOTAS

5:13 El rasgo común de los vv. Stg_5:13-18 es la oración, con insistencia en los casos del enfermo y del pecador, y luego, vv. Stg_5:16-18, en el poder del que ora bien.

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


NOTAS

5:13 El rasgo común de los vv. Stg_5:13-18 es la oración, con insistencia en los casos del enfermo y del pecador, y luego, vv. Stg_5:16-18, en el poder del que ora bien.

Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)



CANTE: cánticos espirituales (Efe_5:10; Col_3:16).

Torres Amat (1825)



[7] Que no dejará de daros la paga de vuestro sufrimiento.

[14] El sacramento de la extremaunción se debe dar a los enfermos cuando están en peligro.

[17] 1 Re 17, 1; Luc 4, 25.

[20] Prov 10, 12.

Biblia Peshitta en Español (Holman, 2015)

a Efe 5:19