Tuvo la corazonada de que él venía y dijo al padre: «Mira, ya viene tu hijo y el hombre que lo acompañaba.»
(Tobías 11, 6) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)
Times New Roman ;;;;;;;;;;;;;;;;;
Camino de Nínive (11:1-7).
1 Al punto se puso Tobías en camino, bendiciendo a Dios, que le había dado tan feliz viaje, y bendiciendo también a Ragüel y a Edna, su mujer. Así caminaron hasta llegar cerca de Nínive. 2 Entonces dijo Rafael a Tobías: Bien te acordarás, hermano, de cómo hemos dejado a tu padre. 3 Vamos a adelantarnos nosotros a tu mujer para preparar la casa. 4 Lleva contigo la hiél del pez. Partieron ellos, siguiéndoles el perro. 5 Entre tanto, Ana, sentada, miraba hacia el camino para ver si descubría a su hijo. 6 Cuando creyó verle venir, dijo al padre: Mira, viene nuestro hijo, y con él su compañero. 7 Rafael dijo a Tobías: Estoy seguro de que tu padre recobrará la vista.
Agradecido a Dios por los beneficios que le había otorgado con ocasión de su viaje a Ragúes, Tobías regresa rico a su casa, acompañado de su esposa, siervos y ganados. La lentitud (lento gressu, según Vulg.) con que procedía la caravana llenaba de inquietudes al joven Tobías, deseoso de llegar cuanto antes a casa para consolar a sus ancianos padres. Su fiel compañero de viaje, Rafael, debió de comprender su intranquilidad, y a este fin le sugirió que los dos se adelantaran a la caravana para preparar la casa. En ella reinaba el desasosiego por su tardanza en regresar. Su padre soportaba la angustia en silencio, tratando de apaciguar el ánimo exaltado de su mujer. Esta, menos resignada y virtuosa, iba al camino que había tomado su hijo y oteaba el horizonte con la esperanza de vislumbrar su silueta. Quizá la casa se hallaba en el extremo sudoriental de la ciudad, desde donde podía divisarse gran trecho del camino que conducía a Ecbatana.
Tobías debió de percatarse, por los ademanes y movimiento que notó ante su casa, de que algo extraordinario acontecía. La madre, como muy lógico en tales circunstancias, después de haber anunciado con alborozo a su marido la noticia del regreso del hijo, corrió a su encuentro sin esperar a su marido, que, por efecto de la ceguera y de la emoción que embargaba su alma, se agitaba en el interior de la casa, avanzando a tientas hacia la puerta. La visión de la madre que corría alocada al encuentro de su hijo y la ausencia del padre, impedido por la enfermedad, debieron de conmover a Tobías hasta nacerle derramar lágrimas, El ángel le consoló asegurándole su curación.
Empleo y efectos de la hiel (11:8).
8 Úntale los ojos con la hiél; al escocerle se frotará, se desprenderán las cataratas y verá.
A las palabras con las cuales asegura Rafael a Tobías que recobrará la vista su padre, que abrirá (anoixe1) los ojos para ver, añade una breve instrucción sobre el empleo y efectos de la aplicación de la hiel sobre la parte enferma. Aplica, le dice, la hiel a sus ojos, y, al sentir el escozor, se frotará (tu padre) repetidamente, o de una a otra parte (diatriba), y lanzará de sí las manchas blancas y te verá (texto de B). En el texto Sin. dice el ángel: Extiende la hiel del pez sobre sus ojos, y el remedio hará contraer y despegar las manchas blancas (leukómata), y de esta manera tu padre recobrará la vista y verá la luz.
Antes del encuentro de Tobías con sus padres, señala la Vulgata el detalle pintoresco del perro. Este detalle, que el cardenal Newmann clasificaba entre los obiter dicta, y que tanto preocupó en su tiempo a teólogos y exegetas, es considerado hoy como un pormenor pintoresco y ornamental, muy conforme con el estilo y finalidad del libro. Caldos cree que este fragmento faltaba en el texto primitivo y que fue introducido, o bien por San Jerónimo, consciente o inconscientemente, bajo la influencia de los clásicos, especialmente de Ov. (17:301), o anteriormente, por algún redactor de la versión aramaica l.
Tobías abraza a sus padres (11:9-15).
9 Ana, corriendo, se arrojó al cuello de su hijo, diciéndole: ¡Te veo, hijo mío! ¡Ahora ya puedo morir! Y ambos lloraban. 10 Salió Tobit a la puerta tropezó; pero el hijo corrió a él, 11 y, tomandole, derramó la hiél sobre sus ojos, diciendo: ¡Animo, padre! 12 En cuanto le escocieron los ojos, se frotó, 13 y se desprendieron las escamas. Al ver a su hijo, se arrojó a su cuello 14 y, llorando, dijo: Bendito tú, ¡oh Dios! y bendito sea tu nombre por los siglos, y benditos también todos tus santos ángeles, 15 porque después de azotarme has tenido misericordia de mí, y veo a Tobías, mi hijo! Entró su hijo contento, y refirió a su padre todas las maravillas que le habían sucedido en Media.
Madre e hijo marchaban juntos a su casa, y, al acercarse a ella, intentó Tobit traspasar el dintel de la puerta de casa (texto B) sin ayuda de nadie (nemine dante illi manum, Sin., Vet. Lat.), o de la puerta del atrio de la misma (Sin.); pero, a causa de la precipitación y azoramiento, tropezó. Su hijo, que estaba cerca, al divisar a su padre que caminaba a tientas hacia él, aceleró el paso, llegando a tiempo para impedir que diera de bruces en tierra.
Cinco momentos distinguen los distintos textos en el proceso curativo de la ceguera de Tobit: 1) Se ungen sus ojos con la hiel a manera de un linimento que se extiende sobre toda la superficie del ojo (lini super oculos, dice la Vulg. 8:13; Vet. Lat. 6:9; egxrison, según B, 11:8; BS 6:9). La hiél presentaba el aspecto de un líquido viscoso, denso, a manera de pomada que se extiende por medio de una espátula sobre las heridas o partes doloridas. 2) Al aplicársele la hiel, Tobit experimentó una punzada, un escozor en todo el ojo (dexzeis, según B, v.8 y 11), que le molestaba. 3) Al notar aquella sensación de molestia, Tobit se frotó y restregó los ojos en todas direcciones (diatripsei, B, v.8 y 11). 4) A consecuencia de esta acción violenta, comenzaron a desprenderse las manchas blancas de los bordes de los ojos hasta caer totalmente, o bien debido a la eficacia del medicamento (el remedio hará contraer y despegar las manchas blancas, texto Sin., v.8), o a consecuencia de la frotación (decoriavit duabus manibus, Vet. Lat.). Las citadas manchas en su aspecto exterior parecían escamas, sutiles telillas o membranas. La Vulgata añade que tenían parecido con una membrana de huevo (quasi membrana ovi). 5) El resultado final de toda la operación fue que Tobit, una vez libre de aquellas manchas, vio al hijo (Â), ï vio la luz (Sin.). De los textos se desprende que la recuperación de la vista fue instantánea y completa, pudiendo distinguir inmediatamente los objetos.
Los autores tratan de si hubo o no milagro. El hagiógrafo describe el proceso de la curación de Tobit como cosa normal y como efecto de la aplicación de un medicamento. Con esto concuerda el hecho de que la antigüedad consideraba la hiel de diversos peces como un eficaz remedio contra los ojos. También el proceso curativo se describe en el sentido de que la curación se produjo naturalmente. De ahí que muchos antiguos expositores no ven en ello milagro alguno. Otros lo admiten en el hecho de la curación. Calmet no se pronuncia ni a favor ni en contra (cuivis hac in re quidvis colligere licet) El hagiógrafo no ha señalado en este punto cuál es su pensamiento. Únicamente ha dado a entender que para él aquella curación fue obra de Dios (ergon tou zeou, 12:11).
Llegada de Sara (11:16-19).
16 Salió Tobit a las puertas de Nínive al encuentro de su nuera, contento y bendiciendo a Dios. Y cuantos le veían se maravillaban de verle andar sin lazarillo. 17 Tobías alababa delante de ellos a Dios, porque había tenido misericordia de él. Así que llegó Tobit a Sara, su nuera, la bendijo, diciendo: Bien venida seas, hija mía. Bendito sea Dios, que te ha traído entre nosotros, y benditos sean tus padres. Fue todo esto motivo de alegría para sus hermanos en Nínive. 18 Llegaron Ahikar y Nadab, su sobrino, 19 y durante siete días se celebraron con regocijo las bodas de Tobías.
Una vez en casa, Tobías refirió a sus padres las maravillas que le habían sucedido en el viaje. La presencia de Sara y de la caravana que iba con ella despertó la curiosidad de todos, especialmente de los judíos que moraban en Nínive. Entre los concurrentes mencionan los textos a Ahikar y Nadab. El nombre de este último aparece con algunas variantes: Nabad (Sin.), Nadab (Sin. 14:10), Nasbas (texto B), Aman (B 14:10), falsa corrección de Adam, que, según Ñau, es la verdadera, que tiene relación con el Nadan de la historia de Ahikar 2. Nadab era sobrino de Tobit (texto B); según Sin. y Vet. Lat., lo eran ambos, a saber, Ahikar y Nadab.
A la descripción sombría que hizo el autor sagrado en la primera parte del libro, contrapone ahora, con vivos colores, la profusión de beneficios con que regala el Señor a Tobit como premio de su fidelidad en el sufrimiento.
1 plinio, Hist. Nat. 32:24; galeno, Fac, simpl. med. 10,2-13: Tableta K. 11095, que atestigua, según Stummer, esta creencia entre los asirios.
2 Según Doller, Die Reinheits und Speisegesetze des A. T. (München 1917) 74, muchos pueblos antiguos consideraban peligroso el primer coito por temor a que el demonio entrara en la joven. De ahí que en muchos lugares diferían los jóvenes esposos por algunos días el uso matrimonial con el fin de despistarlo. Se empleaban muchas y variadas estratagemas para engañar al demonio. La costumbre de asistir nombres armados al cortejo nupcial disparando tiros y cohetes se fundaba en la creencia de que debía alejarse al demonio, que acechaba de una manera especial a la novia. En la Iglesia primitiva, hasta la Edad Media, existía también la creencia de la acción funesta del diablo, enemigo del matrimonio. Para contrarrestarle se acudía a la oración, exorcismos, agua bendita y bendición del tálamo nupcial, etc.
1 Galdos, l.c., 11.323.
2 Ñau, Histoire de la Sagesse d'Ahikar 52 not.z.