Bagoas entró y golpeó el tapiz de la tienda, suponiendo que Holofernes dormía con Judit. (Judith 14, 14) © La Biblia de Nuestro Pueblo (2006)
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La Liberación (14:1-16-25).
Judit, estratega (14:1-5).
1 Y díjoles Judit: Oídme, hermanos: Coged esta cabeza y colgadla de las murallas. 2 Y en cuanto amanezca y el sol se derrame sobre la tierra, tome cada uno sus armas, y salid todos los hombres de guerra fuera de la ciudad, con el jefe al frente; haréis ademán de bajar al valle contra los puestos de guardia de los asirios, pero sin bajar. 3 Ellos, tomando sus armas, se encaminarán a su campo para despertar a los jefes del ejército asirio, e irán a la tienda de Holofernes,· y al no hallarle, se apoderará de ellos el temor y huirán ante vosotros. 4 Se unirán a vosotros en la persecución todos los habitantes de toda la montaña de Israel y los desbarataréis por los caminos. 5 Pero antes de hacer esto llamad a Aquior el amonita, para que vea y reconozca la cabeza del que despreció a la casa Israel y nos lo envió como destinado a la muerte.
Judit explota su triunfo a fondo y rápidamente. Llama hermanos a los habitantes de Betulia (7:30; 13:18). Como último acto de humillación y afrenta, recomienda que se suspenda la cabeza de Holofernes en la parte externa del muro (1Sa_17:54; 1Ma_7:47; 2Ma_15:25). Propone, además, una salida simulada, con el fin de que, al querer comunicar los soldados esta novedad a su jefe, caigan en la cuenta de que ha sido asesinado, lo que originará gran revuelo y desorientación en el ejército. La estrategia de Judit no parece la más acertada; pero la Providencia divina se encargará de superar las deficiencias de la ciencia humana. Podía subsistir la duda de que Judit traicionara al pueblo presentando como cabeza de Holofernes la de cualquier soldado u oficial del campo asirio, porque ningún ciudadano de Betulia había visto jamás al generalísimo de Nabucodonosor. Pero allí estaba Aquior, que podía reconocer si se trataba o no de la cabeza de Holofernes.
Testimonio de Aquior (2Ma_14:6-10).
6 Hicieron venir a Aquior de casa de Ocias. Cuando aquél llegó y vio la cabeza de Holofernes en las manos de un hombre en medio de la asamblea del pueblo, cayó sobre su rostro, sintiéndose desfallecido. 7 Levantáronle, se arrojó a los pies de Judit y, humillándose en su presencia, dijo: Bendita seas tú en todas las tiendas de Judá y en todas las naciones. Cuantos oigan tu nombre quedarán asombrados. 8 Dime ahora lo que has hecho en estos días. Y en medio de todo el pueblo le contó Judit cuanto había hecho desde el día de su salida hasta el momento en que les hablaba. 9 Cuando acabó de hablar, prorrumpió el pueblo en grandes aclamaciones y resonaron en la ciudad los gritos de alegría. 10 Viendo Aquior lo que el Dios de Israel había hecho, creyó en El, y se circuncidó la carne de su prepucio, y hasta el día de hoy quedó agregado a la casa de Israel.
No fue necesario que Judit invitara a Aquior a certificar la autenticidad de aquel trofeo; su vista le impresionó tanto, que cayó desmayado en tierra. Quien había sido testigo de la arrogancia y orgullo de aquel poderoso general no podía comprender que fuera ahora su cabeza el escarnio del pueblo. Con la muerte de Holofernes desaparecía la amenaza que pesaba sobre su cabeza (2Ma_6:6). Una vez recuperado, entona un canto a Judit, inspirándose en el poema de Débora (Jdt_5:24) y repitiendo conceptos expresados por Ocias (Jdt_13:18) y repetidos más tarde por Joaquín (Jdt_15:9-10). A petición de Aquior, repite Judit los pormenores de su proeza. Impresionado Aquior por la intervención palpable de Dios, que guió los pasos de Judit, abjuró de su religión y creyó firmemente (sfodrd) en el Dios de Israel. Con la circuncisión quedó incorporado al pueblo elegido él y toda su descendencia.
Los de Betulia, a la ofensiva (Jdt_14:11-13).
11 En cuanto despertó la aurora, colgaron del muro la cabeza de Holofernes, y todos los hombres de Israel tomaron sus armas y en escuadrones salieron a las subidas del monte. 12 Así que los asirios los vieron, dieron aviso a sus oficiales, y éstos a sus jefes y a sus generales. 13 Llegando a la tienda de Holofernes, dijeron al que estaba de guardia: Di que despierten en seguida a nuestro señor, porque estos esclavos se han atrevido a bajar contra nosotros en son de guerra, pretendiendo aniquilarnos.
Los asirios no podían divisar la cabeza de Holofernes colgada del muro, por hallarse fuera de su alcance visual. Esta cruel exhibición tenía como finalidad primaria humillar al jefe vencido y enardecer el ánimo de los sitiados. De conformidad al plan estratégico trazado por Judit (Jdt_14:2), todo el pueblo empuñó las armas y salió a las subidas del monte. Las avanzadas asirías dieron parte a sus jefes inmediatos, transmitiéndose la noticia ordenadamente hasta llegar a oídos del que estaba de guardia, al cual dijeron: Despierta a nuestro señor, porque los esclavos (duolo1) se han atrevido a bajar contra nosotros en son de guerra.
Consternación de Bagoas (Jdt_14:14-19).
14 Entró Bagoas y llamó agitando la cortina de la tienda, pues suponía él que estaría durmiendo con Judit. 15 Y como nadie le respondía, corrió la cortina, y, entrando en la alcoba, le encontró tendido sobre el estrado, muerto y con la cabeza cortada. 16 Gritó en medio de llantos, lamentos y fuertes voces, y rasgó sus vestiduras. 17 Entró luego en la tienda en que estaba alojada Judit y, no hallándola, salió corriendo al pueblo y gritó: 18 ¡Esas esclavas nos han traicionado! Una mujer hebrea ha echado la confusión en la casa del rey Nabucodonosor. Holofernes está en tierra y sin cabeza! 19 Cuando los jefes del ejército asirio oyeron tales palabras, rasgaron sus vestiduras y quedaron consternados, levantándose en medio del campo gran griterío y alboroto.
Bagoas era el hombre de confianza de Holofernes; era él quien había preparado el banquete en busca de un pretexto para rendir la virtud de Judit. Sabía él que, una vez celebrado el festín, quedaron solos en la alcoba Holofernes y Judit (Jdt_13:3-4)· Estaba completamente convencido de que Holofernes estaría durmiendo con Judit (v.14). Se llegó hasta la misma cortina que cerraba la alcoba, dio unas palmadas (krouein) y agitó la cortina. Como nadie le respondía, atrevióse a mirar dentro, y ¡cuál no fue su estupor al contemplar el cuerpo de su dueño en el suelo, decapitado, bañado en su propia sangre l En el paroxismo del dolor, gritó, lloró, sollozó, dio tuertes alaridos y rasgó sus vestiduras. Acaso la muerte de su señor suponía la suya, por negligencia. Al hallar vacío el cuarto de Judit, sospechó que fuera ella la autora del crimen.