Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
Salmo 47 (Vg 46): Invitación a las Gentes a Reconocer la Soberanía de Yahvé.
E sta composición tiene el aire de un himno de alabanza a Yahvé, que muestra su majestad y poder indomable sobre todos los pueblos y su protección sobre Israel. No pocos autores consideran este salmo como continuación conceptual del anterior, y por ello compuesto en la misma ocasión de una
liberación milagrosa del pueblo elegido, que estuvo a punto de ser anegado por una conmoción de pueblos coligados contra él. Se invita a todas las naciones de la tierra a participar en este homenaje solemne al que triunfa sobre todos los pueblos. El poeta escenifica enfáticamente
el triunfo de Yahvé, que, después de bajar a la tierra a pelear por su pueblo, sube a su morada celeste entre las aclamaciones de los pueblos del orbe, brillando así su gloria y majestad. Desde allí gobernará sobre todos los pueblos, cuyos príncipes serán sus vasallos. Esta predicción de la sumisión de todos los reyes de la tierra a Yahvé
tiene el sello de las profecías mesiánicas. Los salmistas como en general los profetas vivían de la esperanza en el establecimiento de la futura teocracia mesiáni-ca, y por eso su imaginación se dirige constantemente a esta panorámica maravillosa caracterizada por el triunfo total de Yahvé y el reconocimiento de su soberanía por todos los pueblos 1.
El salmo se divide en dos estrofas paralelas. Los críticos modernos insisten en el carácter escatológico del mismo, y por ello suponen que es de época reciente. No obstante, la alusión a la entronización de Yahvé como Soberano de todas las naciones gentílicas se puede concebir como una idealización de un poeta con sentido profético, que ya en los tiempos gloriosos de la monarquía, cuando Israel dominaba sobre otros pueblos, como moabitas, sirios, amonitas y filisteos2, se columbraba una etapa futura de triunfo universal, conforme a las promesas hechas a los patriarcas sobre la bendición de todas las gentes en la estirpe de Abraham. Los hagiógrafos tienen un
sentido profético de la historia, y su mente se dirige siempre a la culminación de la etapa en que se cumplirán estas promesas.
Yahvé someterá las naciones a Israel (1-6).
1
Al maestro de coro. De los hijos de Coré. Salmo. 2
¡Oh pueblos todos! batid palmas, aclamad a Dios con voces jubilosas, 3
Porque es Yahvé el Altísimo, el terrible, el gran Rey sobre toda la tierra. 4
El nos someterá a los pueblos y pondrá las naciones bajo nuestros pies, 5
El nos ha elegido como su heredad 3
, el orgullo de Jacob, a quien El amó. Seláh. 6
Se eleva Dios entre aclamaciones, Yahvé (se alza) al son de las trompetas, Se invita a todas las naciones a asociarse al triunfo espectacular de Yahvé como Soberano de todos los pueblos 4. Es el
gran rey no sólo de Israel, sino de todas las gentes. En los textos cuneiformes asirios, el soberano se da el título arrogante de gran rey. Aquí el salmista aplica este título a Yahvé, único Señor de los hombres todos5. Para destacar su carácter superior y trascendente se le llama el
Altísimo, traducción no segura del
Elyon, nombre que en
Gen_14:18 se da al dios de Melquisedec, reconocido como tal por el propio Abraham, que le ofrece los diezmos. En la literatura poética arcaizante no es raro este nombre para designar al Dios de Israel6. Aquí se le da, además, el epíteto de
terrible, pues tiene a disposición la omnipotencia, y nadie puede hacerle frente7.
La divinidad es concebida como una fuerza temible, que puede dar la muerte al que indignamente se acerque a ella o trate de empañar sus derechos. La misma
santidad es concebida como una fuerza aislante de lo divino, que lo protege contra toda contaminación indigna 8. Aquí el salmista da a Yahvé el epíteto de
terrible para hacer reflexionar a las naciones que puedan oponerse al reconocimiento de su soberanía.
Si bien
Yahvé es el Señor de todos los pueblos- y, en consecuencia4, todas las naciones y gentes deben reconocer
su soberanía , está particularmente vinculado en los destinos históricos a Israel, que
ha elegido como heredad (v.5), su porción selecta entre los pueblos 9; por eso a él los
someterá, poniéndolos a su servicio (v.4). Es la concepción nacionalista que encontramos en muchos vaticinios profetices 10. Los hagiógrafos del A.T., al no tener luces sobre la retribución en el más allá, esperan una era de prosperidad material para la sociedad israelita, tantas veces conculcada y afligida por la invasión de los ejércitos extranjeros. Cuando veían a éstos pasar y dominar su país, surgía, por contraste, la idealización de los tiempos futuros, en que Israel habría de ser la nación soberana sobre todos los pueblos, por ser la
heredad particular del Señor del universo. Es el
orgullo de Jacob o el primogénito de Yahvé 11.
La tierra de Canaán fue entregada por decreto divino a Israel, y constituye por eso el
orgullo de los descendientes de
Jacob. Jeremías pone en boca de Yahvé estas palabras: ¿Cómo voy a contarte entre mis hijos y darte una tierra escogida, una magnífica
heredad, preciosa entre las preciosas de todas las gentes? 12 Israel, como colectividad nacional, nace en las estepas del Sinaí, y, en comparación con las regiones desérticas de esta península, Canaán resultaba para las mentalidades semibeduinas hebreas como una tierra que mana leche y miel13. Este país de feracidad excepcional que en realidad no podía compararse a la de los pueblos mesopotámicos, fenicios y egipcios fue cantado por los poetas de Israel como la tierra más deliciosa del orbe;
es el orgullo o magnificencia de Jacob. La elección de Israel por Dios se debe al amor que le tuvo, no a los méritos de aquél:
Jacob, a quien amo 14.
Yahvé ha tomado posesión de su tierra santa y de su pueblo, como lo hizo al manifestarse sensiblemente el día de la inauguración del templo salomónico 15; ha descendido a auxiliar a su pueblo en momentos críticos, y ahora
se eleva a su morada celeste entre
aclamaciones y al son de las trompetas (v.7). Durante los primeros tiempos de la monarquía y antes en el desierto, el arca era el símbolo de la presencia de Yahvé en su pueblo; en torno a ella,
la multitud mostraba su devoción al Dios de Israel; cuando procesional -mente subía las gradas del templo, se simbolizaba su entrada triunfal también en la morada celeste, el cielo de los cielos, en la cúspide del firmamento, desde donde contemplaba a los hombres y gobernaba los pueblos 16. El salmista parece ahora aludir a esta entronización solemne de Yahvé, que
asciende, glorificado por las aclamaciones populares, a sus mansión empírea.
Yahvé, Rey del universo (7-10).
7
¡Cantad a Dios, cantadle! ¡Cantad a nuestro Rey, cantadle! 8
Porque es el Rey de toda la tierra, cantad a Dios con maestría. 9
Reina Dios sobre las gentes, se sienta Dios en su santo trono. 10
Los príncipes de los pueblos se han reunido con el pueblo del Dios de Abraham; pues de Dios son los grandes de la tierra 11
, ensalzado sobremanera. El salmista se dirige a Israel y a los príncipes de las naciones que (se han sumado a esta aclamación jubilosa del Dios de Israel, que se
eleva majestuoso a tomar posesión de su trono celestial como soberano único del orbe y de los pueblos.
El reinado de Yahvé no se limita a Israel, sino que se extiende a las gentes o naciones paganas, y el poeta quiere que éstas reconozcan su soberanía. Desde antiguo, su reinado fue reconocido por Israel18; pero llega la hora de que se le aclame como Rey de todos los pueblos, cuando se siente en su
santo trono celestial
para juzgar a todos los seres humanos 19. Su morada en el templo de Jerusalén es un símbolo de la otra celestial. Idealizando la situación, el salmista presenta ya a los
príncipes de los pueblos reunidos en torno al pueblo elegido, el
pueblo del Dios de Abraham. Es el cumplimiento de la promesa hecha al gran patriarca de que en él serían bendecidas todas las gentes 20. En los vaticinios mesiánicos no faltan alusiones a esta adhesión de las naciones a la religión de Israel, formando sus ciudadanos una categoría subordinada a la de los propios israelitas, que serán ciudadanos por derecho propio en la nueva teocracia 21. Se les admite al culto, pero no constituyen propiamente
el pueblo de Dios, título reservado a Israel, primogénito de Yahvé 22. El título Dios
de Abraham recuerda las promesas hechas al gran patriarca sobre la gloria de su descendencia, multiplicada como las arenas del mar 23. Los príncipes y
grandes le pertenecen y le están sometidos, y bajo este aspecto también están sometidos al pueblo que es su
heredad particular entre todas las naciones.
1 Cf.
Isa_2:2-4; 60:1s. 2 Cf.
2 Sam 8:9-12;
1Re_5:1. 3 Así siguiendo a los LXX. El TM: El nos ha elegido para nuestra heredad, lo que no hace sentido.-· 4 Sobre el
batir palmas como signo de alegría y aprobación véanse
Isa_55:12;
Eze_25:6;
Nah_3:19;
Sal_98:3;
2Re_11:12. 5 Cf.
Isa_36:4. 6 Cf.
Sal_17:14; 45:5:
Sal_82:19;
Sal_86:5. 7 Cf.
Sal_76:8;
Sal_76:13;
Exo_15:11;
Deu_7:21;
Deu_7:10,
Deu_7:17. 8 Véase P. Van Imschoot,
Thénlogie de I'Anden Testament I (Tournai 1954) 43-44· 9 Cf.
1Re_8:51;
Jer_12:8;
Lam_5:2. 10 Cf.
Isa_11:105;
Miq_4:13.6-8;
Isa_49:23;
Isa_61:55. 11 Cf.
Exo_15:17; Dt 4.21-38; Ter 3:19. 12 Jer 3:16;
Mal_1:2. 13 Cf.
Exo_13:5;
Deu_6:3;
Deu_26:9;
Deu_27:3;
Jos_5:6. 14 Cf.
Mal_1:2;
Jer_3:19. 15 Cf.
2Sa_6:12-15. 16 Cf.
Isa_66:1;
Sal_113:16. 17 Lit. el TM dice los escudos de la tierra. liemos seguido la traducción de los LXX: los fuertes de la tierra. Así la Vg. 18 Cf.
Exo_15:18;
Deu_33:5; Sam 12:12;
Isa_6:2. 19 Cf.
1Re_22:19;
Isa_66:1;
Sal_11:4;
Sal_29:10;
Sal_89:7. 20 Cf. Gen 12:1s. 21 Cf.
Isa_2:2s;
Isa_11:10;
Isa_56:6s; 60,3$;
Zac_8:203. 22 Sin embargo, en
Isa_19:25 se llama a Egipto pueblo mío. 23 Cf.
Gen_1:2;
Gen_17:6;
Gen_22:17;
Gen_32:12.