Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
13. Job quiere defender su Causa ante Dios.
L as afirmaciones de los amigos resultan hueras, y su posición, no exenta de petulancia al querer ponerse como defensores del Omnipotente. En realidad, Dios no necesita defensores, y menos de la categoría de los tres importunos interlocutores. Sus defensas de Dios, basadas en argumentos falsos, resultan ridiculas; son defensas de barro, que no resisten al primer argumento serio. Lo mejor que pueden hacer es callarse, pues Job se basta para presentar su causa ante el tribunal divino. Las expresiones vuelven a ser duras y lacerantes, transidas de autenticidad. Los convencionalismos de la sabiduría tradicional nada tienen que ver con la cruda realidad de su trágica vida. Por eso, sólo Job puede expresar la hondura de su tragedia y sólo Dios puede comprenderle.
La sabiduría de los tres amigos es estulticia (1-6).
1
Ciertamente todo esto lo han visto mis ojos, lo ha oído mi oído y lo entendió. 2
Lo que vosotros sabéis lo sé yo también, no soy menos que vosotros. 3
Pero yo quisiera hablar al Omnipotente y venir a cuentas con Dios; 4
pues vosotros sois inventores de falacias, sois médicos que nada curáis 1
. 5
¡Quién diera que al menos callarais por completo; sería para vosotros contado como acto de sabiduría! 6
Oíd, pues, os ruego, mi querella, atended a las razones de mi defensa. De nuevo declara que no tienen que adoctrinarle sobre los caminos de la Providencia conforme a los módulos de la sabiduría tradicional, ya que sus ojos y su experiencia le han mostrado la grandeza del poder divino en las distintas manifestaciones de la naturaleza y de la vida social, como acaba de declarar con toda nitidez. No se halla, pues, Job en situación de inferioridad respecto de sus presuntuosos interlocutores (v.2). Pero las consideraciones generales sobre las relaciones de Dios con los hombres tienen poca fuerza para resolver su caso personal, y por eso quiere abordar el problema directamente en una querella con el Omnipotente (v.3). La pretensión es inaudita, ya que desea nada menos que pedirle cuentas por la conducta que para con él tiene, a pesar de que ya declaró que querellarse ante Dios es una osadía fuera de serie, ya que de mil cargos no podría responder a uno 2.
Los tres amigos no han hecho sino basar sus argumentaciones en falacias, sin llegar al fondo del problema; son como médicos que pretenden aplicar remedios, pero que resultan inútiles e ineficaces (v.4). Lo mejor que podían hacer ante su caso es callar; al menos esto sería un signo de sabiduría, pues reconocerían que se hallan ante un problema que no se puede resolver con los tópicos de la tradición sobre la remuneración en esta vida. Supuesta la ignorancia sobre el problema de su vida, les invita a que oigan su querella, expuesta con toda valentía ante Dios.
Dios no necesita de defensas falsas (7-12).
7
¿Queréis, para justificar a Dios, usar de falsedad, defenderle con mentiras? 8
¿Queréis mostraros como parciales suyos, ser los abogados de su causa? 9
Sería bueno que Ellos sondease. ¿Queréis poder engañarle como se engaña a un hombre? 10
El ciertamente os reprendería con severidad, si secretamente pretendéis aparecer como parciales suyos. 11
Su majestad, ¿no os aterrará, no os llenará de espanto? 12
Vuestros apotegmas son verdades de polvo, vuestras réplicas son respuestas de barro. Con toda crudeza les echa en cara que sus argumentaciones son sofísticas, y, por tanto, inadecuadas para defender la conducta de Dios para con los hombres (v.7); por otra parte, resulta ridículo que ellos quieran mostrarse parciales para ayudar al Omnipotente (v.8). Además, al emplear argumentaciones falaces corren el peligro de ser sondeados por el que es veraz por esencia, y entonces quedarán en evidencia por sus frágiles posiciones mentales. A Dios no se le puede engañar (v.9); su santidad y veracidad terminarían por acarrearles una severa reprensión por haber querido justificar su providencia con fundamentos falsos (v.10). Que piensen lo que significa abordar la majestad del Omnipotente (v.11). A la hora de la verdad ante el juicio de Dios, sus afirmaciones solemnes y apotegmas resultarán pulverizadas y menos consistentes que el barro.
Apelación solemne a Dios (13-19).
13
Callad y dejadme que hable yo, y venga sobre mí lo que viniere! 14
¡Yo tomo mi carne en mis dientes y coloco mi vida en las palmas de mis manos! 3
15
Aunque El me matara, no me dolería, con tal de defender ante El mi conducta4
, 16
Y esto me servirá de salvación, pues el impío no se atrevería a comparecer en su presencia5
. 17
¡Oíd atentamente mis palabras, prestad oído a mi razonamiento! 18
He aquí que he preparado mi proceso, consciente de que he de tener razón. 19
¿Quién pretende litigar conmigo? Porque si, resignado, callara, moriría. Con toda audacia, Job va a presentar crudamente su problema ante el tribunal divino, consciente de su responsabilidad, que asume con arrogancia; pero sabe que Dios no desecha la justicia, y él se considera justo; y esto es ya una prenda de absolución ante el tribunal divino.
Midiendo su resolución, invita a callar a los amigos, aceptando lo que Dios quiera enviarle (v.13). Sabe que se expone a un peligro: tomo mi carne en mis dientes...; la expresión, que aparece en otros lugares bíblicos, tiene el sentido de exponer la vida al peligro 6. El símil parece tomado de la fiera que lleva su presa en la boca sin soltarla, aun exponiéndose a todos los peligros de sus perseguidores7. Job, aunque se expone al peligro de ser muerto al enfrentarse con la majestad divina, sin embargo, su conciencia de inocente le da fuerzas para defenderse ante su faz (v.15). En tealidad, comparecer ante Dios en este estado de ánimo es una garantía de salvación, ya que el impío, con sus remordimientos de conciencia, no osaría presentarse a un juicio abierto ante Dios (v.16). En estilo profético, Job pide atención para lo que va a decir, pues va a comenzar su defensa, que tiene cuidadosamente preparada para el proceso que se va a entablar; y la fuerza de su argumentación está precisamente en la conciencia de no ser culpable; y, por tanto, está seguro de que el Dios justo le ha de dar la razón (v.18). En este estado de ánimo desafía al que pretenda litigar con él. Siente ansias de mostrar su inocencia oficialmente en un proceso; en caso contrario, no siente ilusión por seguir viviendo (v.19).
¿Cuáles son las razones de Dios para castigar a Job? (20-28).
20
Sólo dos cosas no hagas conmigo, y entonces no me esconderé de tu presencia. 21
Aleja de mí tu mano y no me espante tu terror. 22
Después convoca (al debate), y yo responderé, o hablaré yo y tú me replicarás. 23
¿Cuántos son mis delitos y pecados? Dame a conocer mi transgresión y mi ofensa. 24
¿Por qué esconderme tu rostro y tenerme por enemigo tuyo? 25
¿A una hoja que arrebata el viento infundes terror y a una paja seca persigues, 26
dictando contra mí sentencias de amargura e imputándome las faltas de mi mocedad? 27
Pones en el cepo mis pies, acechas todos mis pasos, señalas las huellas de mis pies. 28
Me deshago como leño carcomido, como vestido que roe la polilla 8
. Para presentar su querella pide dos cosas: que no le aterre la presencia divina ni le castigue antes de oírle; es una garantía mínima para exponer con libertad las pruebas de su inocencia. Garantizada su libertad de expresión y su seguridad personal, Job está dispuesto a acudir al debate y a responder a lo que se le pregunte, o, en caso contrario, a preguntar él para que Dios responda. La disyuntiva es atrevida, y responde bien al desparpajo con que Job se despacha en todas sus afirmaciones.
Con toda franqueza pide a Dios que le presente los cargos que contra él tiene: ¿cuantos son mis delitos?. (v.25). Se siente tan seguro de su inocencia, que pide se le diga en qué consiste su transgresión (v.23). ¿Por qué está irritado contra él y esconde su rostro? 9 ¿Qué le ha hecho para que le trate como un enemigo? Y si ha cometido alguna falta, ¿hay proporción entre ella y los sufrimientos que le ha impuesto? En realidad, es extraño que se meta tan a fondo
con una cosa tan frágil e insignificante como el ser humano. Job, ante su presencia, es como una tenue hoja arrebatada por el viento, y parece indigno de Dios el perseguirle despiadadamente (v.25).
Por otra parte, la requisitoria de Dios contra Job está fuera de lugar, ya que parece pedirle cuenta de culpas antiguas de su juventud (v.26), que son propias de todo ser humano y frágil10.
Dios tiene a Job como a un prisionero con sus pies en el cepo; y si le deja algún tiempo libre, le acecha y señala inquisitorialmente las huellas de sus pies (v.27).
El v.28 parece fuera de lugar, y encuentra su lugar más propio después
Deu_14:2, donde se habla de la debilidad humana. El ser humano es una cosa sin consistencia que se deshace como leño carcomido o como vestido roído por la polilla. El símil tiene especial aplicación al cuerpo de Job, que por momentos se descompone bajo los efectos de una enfermedad purulenta.
1 Lit. sois unos médicos vacuos todos vosotros. 2 Cf.
Job_9:3. 3 El TM dice: ¿Por qué voy a tomar mi carne entre mis dientes y exponer mi alma en mis palmas? Nuestra versión sigue a los LXX, y es aceptada por la Bib. de Jér., Dhorme, Robín, Steinmann. 4 Así siguiendo una corrección propuesta por Dhorme, La Bib. de Jér.: El puede matarme; yo no tengo otra esperanza que justificar delante de El mi conducta. 5 Bib. de Jér.: Esta audacia anuncia mi liberación, pues un impío... 6 Cf. Sam 19:5; 28:21;
Sal_119:109. 7 En egipcio la expresión tiene el mismo sentido, Véase Q. Holscher, Pas Buch Hiob (Tubinga 1952) p.57. 8 Lit. el TM: él como cosa podrida... Dhorme cree que este estico debe ponerse después
Deu_14:2, donde encuentra excelente contexto. 9 La expresión esconder Dios su rostro de áßòééçï significa que le retira su protección; cf-
Isa_54:8;
Sal_28:9. 10 Cf.
Sal_25:7.