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Ahora, ordena que corten para mí cedros en el Líbano; mis servidores trabajarán con los tuyos, y yo te entregaré como salario de tus servidores todo lo que tú digas. Porque sabes bien que no hay nadie que sea cortar árboles como los sidonios". (I Reyes 5, 20) © Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990)

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Alianza con Jirán de Tiro. Esta sección coloca los preparativos para edificar el templo en el contexto de la política y comercio internacionaies; o bien, subordina éstos a la gran tarea de construir el templo. Los fenicios o sidonios fueron un pueblo pacífico y comerciante, más ciudadano del mar que de la tierra firme, con un territorio rico en árboles y pobre en sembrados. Para su comercio era muy útil contar con un estado firme y poderoso en Palestina; por eso el rey de Tiro se entiende bien con el rey David y procura renovar la amistad con el sucesor.
Según la teología oficial, la construcción del templo depende totalmente de la aprobación de Dios. Más aún, se decía en Babilonia y lo recoge la Biblia (cfr. Éxo_25:40), que Dios mismo revela el modelo, imagen de la estructura celeste. Aquí el narrador se contenta con una referencia a 2 Sm 7.
La carta de Salomón, tal como la presenta el autor (17-20), es una bella lección de teología para justificar la compra de madera de cedro. Es verdad que aquella madera fue apreciadísima en la antigüedad: hasta los reyes de Mesopotamia viajaban para robarla o comprarla; los gigantescos cedros, más viejos que muchas generaciones humanas, se podían considerar como plantados por Dios mismo (cfr. Sal_104:16).
A la lectura de la carta reacciona Jirán (21-23) con una bien ensayada acción de gracias al Dios de Israel, en la que entra una solícita alabanza del rey Salomón y de su pueblo. El narrador se complace en este homenaje extranjero.