Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
39. Los Maravillosos Instintos de los Animales.
S iguiendo la idea de los últimos versos del capítulo anterior, el hagiógrafo pone en boca de Dios la descripción de algunos de los instintos más portentosos de la fauna de animales que en general dicen relación con el desierto. Son animales exóticos que prueban la erudición del autor: las gamuzas y ciervas, el onagro o asno salvaje, el búfalo, el avestruz, el caballo de guerra, el azor.
Los instintos de las ciervas y del onagro (1-8).
1
¿Sabes tú el tiempo en que paren las gamuzas? ¿Asististe al parto de las ciervas? 2
¿Contaste los meses de su preñez o conoces el tiempo de su parto? 3
Se encorvan, echan su cría y depositan sus carnadas. 4
Se hacen grandes sus crías, crecen en el desierto, salen y no vuelven más a ellas. 5
¿Quién da libertad al asno salvaje? ¿Quién rompe las ataduras al onagro, 6
al que por casa di el desierto, y por guarida las estériles estepas? 7
Se ríe del estrépito de la ciudad y no oye los gritos del arriero; 8
vaga por los montes al pasto, se va tras de toda hierba verde. Las gamuzas o rebecos viven en lugares inaccesibles al hombre, y por tanto lejos de su control (v.1-4), y el onagro o asno salvaje no puede ser sometido a las faenas agrícolas, pues no puede ser domesticado; su lugar preferido para habitar son los lugares esteparios, alejados de la ciudad y fuera de los dominios del arriero (v.5-7). Son animales ambos de lugares inhóspitos, sobre los que el hombre no tiene dominio. El onagro es en la literatura bíblica el símbolo de la libertad 1.
El búfalo y el avestruz (9-18).
9
¿Consentirá el búfalo en servirte y en pasar la noche a tu pesebre? 10
¿Podrás atarle el yugo con tus coyundas y hacerle rastrillar los surcos detrás de ti?2
11
¿Contarás con él por su gran fuerza y le encomendarás tus labores? 12
¿Le fiarás la recogida de tu grano y el amontonamiento de tus mieses? 13
Agítase bulliciosa el ala del avestruz, pero ¿es acaso pluma piadosa y voladora? 3 u Pues abandona sus huevos a la tierra y los deja que se calienten sobre el suelo, l5
olvidando que un pie puede pisotearlos, puede aplastarlos un animal salvaje. 16
Es cruel con sus hijos, como si no fueran suyos, y no se cuida de que sea vana su fatiga, 17
porque le negó Dios la sabiduría y no le dio parte en la inteligencia; 18
pero al tiempo de levantarse se ríe del caballo y del jinete. Sigue enumerando a los animales que viven fuera del control del hombre, en la estepa. El búfalo es el toro salvaje quizá el
uroc de la tradición mesopotámica, símbolo de la fuerza y del poder; por ello, sus cuernos se convirtieron en atributo y símbolo de la divinidad , que no puede ser domesticado para las faenas agrícolas, como antes se había dicho del onagro (v.12).
El avestruz tiene en hebreo un nombre (renanim) que alude al canto alegre del mismo, y por eso aquí el autor sagrado juega con el nombre hebreo, aludiendo a la agitación bulliciosa de sus alas. Pero no se muestra piadoso con sus polluelos, pues abandona en la arena sus huevos para que con su calor se incuben solos, pero expuestos a que el pie del caminante o de las fieras los aplaste (v.15). En esto se muestra cruel con sus hijos, pues se desentiende de ellos como si no fueran suyos, y, por otra parte, con este modo de proceder hace vana su fatiga al ponerlos (í.16).
Ello es prueba de que Dios le negó la sabiduría (v.1v); todo lo contrario de lo que se decía del ibis y del gallo. No obstante, aunque no es pluma voladora en comparación con las otras aves de raudo vuelo, como el águila y el azor , sin embargo, a la hora de levantarse y emprender la marcha deja atrás al caballo y al jinete (v.18).
El caballo de guerra (19-25).
19
¿Das tú al caballo la fuerza, revistes su cuello de ondulantes crines? 20
¿Le enseñas tú a saltar como la langosta, a resoplar fiera y terriblemente? 21
Piafa en el valle y alégrase briosamente, sale al encuentro de las armas, 22
ríese del miedo, no se empavorece, no retrocede ante la espada; 23
cruje sobre él la aljaba, la llama de la lanza y la saeta; 24
con estrépito y resoplido sorbe la tierra, no se contiene al sonido del clarín; 25
cuando resuena la trompeta, dice: ¡Ea!; y huele de lejos la batalla,el clamor de los jinetes y el tumulto.
La descripción del caballo de guerra es realista e impresionante: inquieto, volviendo sus ondulantes crines a derecha e izquierda, ágil como la langosta en el salto, lanza resoplidos de furor. Lleno de fuego y ansioso de entrar en el combate, piafa y se lanza ardorosamente al encuentro de las armas; en la batalla desconoce el miedo y el peligro. El ruido del combate, lejos de intimidarle, le enardece y excita a avanzar entre los enemigos; el sonido del clarín le anuncia la proximidad del choque armado, y, husmeando en tierra y rozándola con los cascos, se lanza a la batalla en medio del estruendo de las armas y la gritería de los jinetes (v.25).
El Azor y el águila (26-30).
26
¿Se alza el azor por tu inteligencia4
, tendiendo sus alas hacia el mediodía? 27
¿Se remonta por orden tuya el águila y hace su nido en las alturas? 28
Habita en las rocas y allí pasa la noche, en la cresta de las rocas, en lo más abrupto, 29
Acecha desde allí la presa, que de muy lejos descubren sus ojos; 30
sorbetean la sangre sus polluelos, y donde hubiere cadáveres, allí está ella.
También están lejos del control humano las aves de rapiña, que se elevan al cielo con toda celeridad y se lanzan a grandes distancias: el azor, por instinto, emigra hacia el mediodía, sin que el hombre se lo haya enseñado (v.26); y el águila, también llevada de una fuerza ciega innata, construye su nido en los lugares más inaccesibles, desde los que otea el horizonte y localiza la presa (v.29). Sus polluelos beben la sangre de las víctimas que todavía aletean.
Invitación a Job a callarse (31/1-35/5).
31
/1
Y apostrofó Yahvé a Job, diciendo: 32
/2
¿Querrá el censor contender todavía con el Omnipotente? El que pretende enmendar la plana a Dios, responda. 33
/3
y Job respondió a Yahvé, diciendo: 34
/4
He hablado a la ligera. ¿Qué te voy a responder? Pondré mano a mi boca. 35
/5
Una vez hablé; no responderé más; dos veces, y no añadiré (palabra). Estos versos aparecen en el TM al principio del c.40, y dan el resultado del examen a que Yahvé ha sometido al pretencioso Job. Los maravillosos instintos de los animales, que han recibido su ciencia directamente de Dios, son una lección de humildad para el que se atrevía enjuiciar los designios misteriosos de la Providencia. Sin abordar expresamente el problema lacerante de Job, éste comprende que no puede contender con la sabiduría y poder divinos. Las maravillas de la creación dan una pista sobre la insondable sabiduría del Omnipotente. Job reconoce que ha hablado con ligereza, sin saber nada de los misterios de la Providencia5. Por ello toma la decisión de no volver a hablar para no equivocarse. La frase del v.5 es una fórmula estereotipada para significar la irrevocable decisión de callarse.
1 Cf.
Job_6:5;
Eco_13:23;
Sal_104:11. 2 Surcos; según los LXX. Versión de Dhorme y Dib. de Jér. 3 Verso muy diversamente traducido. Dhorme: Posee pluma graciosa y plumaje. La Bifa. de Jér.: El ala del avestruz, ¿puede compararse al plumaje de la cigüeña y del halcón? En heb. a la cigüeña se llama piadosa (cf. Lev ii.iq;
Deu_14:18). 4 El verbo heb. 'abar puede tener el sentido de elevarse y el de cambiar de plumaje. Así traduce la Vg.: plurnescit. Así Dhorme; en cambio, prefieren el primer sentido Dri-ver-Gray, Bib. de Jér. y Szczygiel .