Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
14. La Nueva Gloria de Jerusalén.
Juicio de las gentes (1-5).
1 He aquí que llega el día para Yahvé, y en medio de ti se repartirán tus despojos. 2 Porque yo reuniré a todas las gentes en batalla contra Jerusalén, y será tomada la ciudad, y saqueadas las casas, y violadas las mujeres, y la mitad de la ciudad irá al cautiverio, pero el resto del pueblo no será exterminado. 3 Luego se pondrá en campaña Yahvé, y combatirá a estas naciones como se combate el día de la batalla. 4 Afirmaránse aquel día sus pies sobre el monte de los Olivos, que está frente a Jerusalén, al lado del levante, y el monte de los Olivos se partirá por medio, de levante a poniente, como un gran valle, y la mitad del monte se echará al norte, y la otra mitad al mediodía, 5 y huiréis por el valle de mis montes, porque el valle de los montes llegará hasta donde os salvaré 6. Huiréis como huísteis cuando el terremoto de los tiempos de Ozías, rey de Judá, y vendrá entonces Yahvé, mi Dios, y con El todos sus santos. La descripción es apocalíptica y escatológica. El profeta presenta a Jerusalén rodeada de las naciones gentiles que van a dar el ultimo asalto a su fortaleza. Hay un momento en que parece que el triunfo de los asaltantes está asegurado, pues entran en la ciudad y la entregan al saqueo; pero Dios se reserva un
resto de salvación, que será liberado mediante la intervención prodigiosa personal de Yahvé, que aparece majestuoso sobre el monte de los Olivos (v.4). A su presencia, éste se hiende y da paso a los fugitivos, que serán recogidos por Yahvé. El fragmento tiene muchas analogías con la descripción de la batalla contra Gog de Ez 38, del que parece depender 2.
El carácter apocalíptico de la perícopa nos obliga a no insistir sobre los detalles de la descripción, que es fruto de una imaginación desbordada. El profeta quiere anunciar una gran prueba para Judá,
que terminará con la manifestación victoriosa de Yahvé con sus santos, o ángeles de su servicio.
La transformación de Judá (6-11).
6 En aquel día no se extinguirá el brillo de las piedras preciosas 3. 7 Será único ese día, conocido de Yahvé. No habrá día y noche; de tarde habrá luz. 8 En ese día manarán de Jerusalén aguas vivas, la mitad hacia el mar oriental y la otra mitad hacia el occidental, lo mismo en verano que en invierno. 9 Y reinará Yahvé sobre la tierra toda, y Yahvé será único, y único su nombre. 10 La tierra toda se convertirá en llano desde Guebá hasta Rimmón del sur, y Jerusalén será enaltecida y habitada en su lugar, desde la puerta de Benjamín hasta el lugar de la antigua puerta, hasta la puerta del ángulo, y desde la torre de Jananel hasta los lagares del rey. 11Y morarán en ella, y ya nunca más será anatema, y morarán en seguridad. La descripción de la nueva Jerusalén es deslumbradora, conforme a los cánones de la literatura apocalíptica. Una gran luz dominará la Ciudad Santa, de forma que las piedras preciosas darán un brillo perpetuo. No habrá noche (v.7), y desaparecerá toda esterilidad, porque de Jerusalén manarán
aguas vivas, e.d., no estancadas, regando en todo tiempo la parte oriental y occidental del país (v.8). Este cuadro maravilloso parece una adaptación de la descripción de Ezequiel, que habla de un río que parte hacia el mar Muerto, regando el desierto de Judá4. Aquí el autor extiende el torrente de agua a la zona del mar Muerto (
mar oriental)
y del Mediterráneo (
mar occidental).
Sobre este territorio paradisíaco
reinará sólo Yahvé, sin compartir su imperio con ningún otro dios (v.9); y hasta la atormentada geografía montañosa de Judá se transformará, convirtiéndose en
llano desde Guebá hasta Rimmón del sur5. Son los límites del reino de Judá: desde la frontera de Benjamín hasta el Negueb. Y los límites de Jerusalén comprenderán desde la
puerta de Benjamín 6, al norte del templo, hasta la
puerta del ángulo 7, que se supone al occidente de la ciudad; junto al segundo muro y
desde la torre de Jananel, al noroeste del actual
Haram, o explanada de la mezquita de Ornar, hasta
los lagares del rey, que se suponen al sur, donde estaban los jardines reales, en la confluencia del Cedrón y el
Er-Rabbaby. De aquí se infiere que el área señalada por el profeta es tan amplia como la de la ciudad amurallada actual, si bien extendiéndose un poco más hacia el sur y menos al norte. En esta Ciudad Santa reinará la paz y nunca será ya más objeto de
anatema (v.11) 8.
La derrota de las naciones (12-15).
12 He aquí la plaga con que herirá Yahvé a todos los pueblos que combatieron a Jerusalén: sus carnes se corromperán mientras estén en pie; se consumirán en sus cuencas los ojos, y su lengua se les deshará en la boca. 13 Habrá aquel día gran perturbación entre ellos y tomará cada uno de la mano a su vecino y le dará a éste la suya. 14 Judá luchará en Jerusalén 9 y se reunirán allí las riquezas de todas las gentes, oro, plata, vestidos en grandísima abundancia. 15 Parecida a ésta será la plaga que herirá a los caballos, mulos, camellos y asnos, y a todas las bestias que hubiere en aquellos campos. Después de anunciar la paz que remará en Jerusalén una vez conseguida la victoria, el profeta detalla la destrucción de los enemigos que se reunieron para atacar a Jerusalén. La hecatombe será general, pues tanto los hombres como los animales perecerán y quedará un inmenso botín para los judíos vencedores. El cuadro belicista está dentro de las descripciones apocalípticas de los últimos profetas.
Es el juicio sobre las naciones antes de la inauguración de la era mesiánica.
La descripción parece que está calcada en la destrucción del ejército de Gog, según Ez c.38-39. El gran profeta del exilio, como primer autor apocalíptico, fue fuente de inspiración para los autores apocalípticos posteriores. En este mosaico de fragmentos apocalípticos del libro de Zacarías encontramos, como ya hemos visto, mucha dependencia de Ezequiel.
Jerusalén, santuario universal (16-21).
16 Todos cuantos quedaren de las gentes que vinieron contra Jerusalén subirán cada año a adorar al Rey, Yahvé de los ejércitos, y a celebrar la fiesta de los Tabernáculos. 17 Y aquellos que de las gentes no vengan a Jerusalén a adorar al Rey, Yahvé de los ejércitos, no vendrá sobre ellos la lluvia. 18 Si la gente de Egipto no sube y no viene, sobre ella se abatirá la plaga con que herirá Yahvé a las gentes que no suban a celebrar la fiesta de los Tabernáculos. 19 Tal será la expiación de Egipto y la expiación de todas las gentes que no suban a celebrar la fiesta de los Tabernáculos. 20 En aquellos días escribirán en sartenes y ollas 10: Consagrado a Yahvé, y las ollas de la casa de Yahvé serán corno vasos de aspersión delante del altar de los sacrificios. 21 Toda olla en Judá y en Jerusalén será consagrada a Yahvé de los ejércitos, y cuantos sacrifiquen vendrán, las tornarán y cocerán en ellas, y no habrá aquel día más mercader en la casa de Yahvé de los ejércitos. Después de declarar el triunfo aplastante de Yahvé sobre el ejército de las naciones coligadas contra Jerusalén, el profeta deja abierta la puerta del universalismo religioso a todos los pueblos. Jerusalén será el centro religioso del orbe, y todas las gentes deberán reunirse en la Ciudad Santa en la
fiesta de los Tabernáculos (en septiembre-octubre) (v.16), en que se daba gracias a Dios por los frutos y se pedía agua saludable para la futura siembra. El que no vaya a Jerusalén en esta festividad, se verá privado de esta agua bienhechora, incluso el mismo Egipto, cuyos campos y cosechas no viven de la lluvia, sino de las inundaciones periódicas del Nilo (v.18). Egipto era el granero de Oriente, y cuando fallaban las cosechas por falta de lluvias, los pueblos circunvecinos, como los cananeos, tenían que ir al país de los faraones a comprar el trigo a cualquier precio. De ello estaban orgullosos los egipcios.
Pero el profeta dice que en los nuevos tiempos de nada les servirá su río, pues, si no van a Jerusalén, se verán privados de la cosecha como los demás pueblos (v.18). Todos los pueblos deben congregarse en Jerusalén para la gran festividad de los
Tabernáculos, a implorar la lluvia ofreciendo sacrificios; y para ello podrán utilizar las
sartenes y ollas de uso común, a falta de las consagradas a Yahvé en el templo, porque todas aquel día llevarán la inscripción:
Consagrado a Yahvé (v.20). Todas las ollas de las casas de Judá y de Jerusalén serían válidas en esta ocasión, y los peregrinos no tendrían necesidad de alquilar los servicios de los
mercaderes que en el templo ofrecían los instrumentos necesarios para los sacrificios (v.21).
1 La palabra hebrea que traducimos por os
salvaré ('asal) es considerada por algunos expositores como localidad geográfica. Así la
Bib. de Jér. 2 Cf.
Miq_1:4;
Nah_1:5. 3 Así según Hoonacker, conformándose con el TM. Otros autores prefieren basarse en los LXX y traducir: no habrá frío ni helada
(Bib. de Jér.), 4 Cf.
Eze_47:12. 5
Guebá es la actual
Dgeba, en el
wady Suweinit, frente a
Mikmas, a unos 11 kilómetros al norte de-Jerusalén. Rimmón
del sur o del Negueb es probablemente el actual L/mm
er-Rammamim, a unos 17 kilómetros al nordeste de Berseba. Cf.
Neh_11:29;
Jos_15:32;
Jos_15:19,
Jos_15:7;
1Sa_14:5;
1Re_15:22. 6 Quizá sea la misma
Puerta de las Ovejas de
Neh_12:39. 7 Cf.
2Re_14:13;
2Cr_25:23;
2Cr_26:9;
Jer_31:38. La descripción parece ser de este a oeste y de norte a sur. 8 Cf.
Jer_33:16;
Eze_34:27. 9 El TM y los LXX traducen: y Judá luchará en Jerusalén. 10 Así según la reconstrucción de Hoonacker. El TM dice campanillas de caballos. Así la
Bib. de Jér. Los LXX: freno de caballos.