Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
27. Jacob Bendice a Esaú.
Rebeca Prepara el Fraude (1-13).
1Cuando envejeció Isaac, se debilitaron sus ojos y no veía. Llamó, pues, a Esaú, su hijo mayor, y le dijo: Hijo mío. Este contestó: Heme aquí. 2Mira, le dijo, yo ya soy viejo y no sé cuál será el día de mi muerte. 3Toma, pues, tus armas, la aljaba, el arco, y sal al campo a cazar algo, 4y me haces un guiso como sabes que a mí me gusta, y me lo traes para que lo coma y después te bendiga antes de morir. 5Rebeca estuvo oyendo lo que Isaac decía a Esaú, su hijo. Esaú salió al campo a cazar algo para traerlo; 6y Rebeca dijo a Jacob, su hijo: Mira, he oído a tu padre hablar a Esaú, tu hermano, y decirle: 7 Tráeme caza y prepáramela para que la coma y te bendiga delante de Yahvé antes de mi muerte. 8Ahora, pues, hijo mío, obedéceme y haz lo que yo te mando. 9Anda, vete al rebaño y tráeme dos cabritos gordos, para que yo haga con ellos a tu padre un guiso como a él le gusta, 10y se lo lleves a tu padre, y lo coma y te bendiga antes de su muerte, 11Contestó Jacob a Rebeca, su madre: Mira que Esaú, mi hermano, es hombre velludo, y yo lampiño, 12y, si me toca mi padre, apareceré ante él como un mentiroso, y traeré sobre mí una maldición en vez de la bendición. 13Díjole su madre: Sobre mí tu maldición, hijo mío; pero tú obedéceme. Anda y tráemelos.
El disponer de su patrimonio entre los hijos que deja en pos de sí es el cuidado más grave de los padres, interesados en la suerte futura de su prole y en la paz de la misma. Pues este deber es el que se propuso Isaac. Pero la principal herencia que había de dejar a sus hijos, a lo menos la que interesa al autor sagrado, no son los bienes materiales, sino las promesas de Dios, cuya atribución se había reservado Yahvé. Por eso no es de maravillar que las disposiciones del padre aparezcan influidas por la voluntad divina, que se sirve de circunstancias históricas extrañas, sin que esto implique la aprobación moral del fraude de Rebeca y Jacob.
La bendición paterna era algo sagrado, prenda de la prosperidad futura. Noé bendijo a Sem, anunciándole su superioridad sobre los otros hermanos. Ahora llega el momento de la transmisión de la bendición de Isaac, que, metido en años, presiente como próxima su muerte. Por sus muchos años había perdido la vista. Este detalle es anticipado para explicar el engaño craso de que había de ser objeto. En 25:28 se dice que Isaac tenía preferencias afectivas por el primogénito Esaú, porque le gustaba la caza, en la que era experto; en cambio, Rebeca tenía sus preferencias por el segundo, Jacob. El patriarca pide al primero que vaya en busca de caza para prepararle el guiso de él preferido y después darle su bendición (v.4). El será su sucesor, a quien competirá la autoridad sobre la familia y su representación ante los hombres y ante Dios mismo, pues a la primogenitura va ligado el sacerdocio familiar. Rebeca quiere que esa bendición recaiga sobre su preferido, Jacob, y por eso prepara una estratagema ingeniosa para
suplantar a Esaú en sus derechos. Así, manda a Jacob que traiga dos cabritos para prepararlos según el gusto de Isaac, presentándole como si fuera el propio Esaú. Jacob tiene conciencia de que, al pretender anticiparse a su hermano, comete, a lo menos, un engaño, que puede acarrearle la maldición paterna en vez de la bendición (v.12). El engaño no es fácil, ya que Esaú es velludo, y, al palparle, el padre notará que Jacob le ha querido engañar. Rebeca no se arredra, y dice que esa posible
maldición recaiga sobre ella. En la narración no se alude para nada a la venta anterior de la primogenitura por el plato de lentejas. Quizá Isaac no lo conocía, y, en realidad, lo que importaba
era la bendición solemne del patriarca antes de morir, dejando al hijo heredero principal de su casa.
Isaac Bendice a Jacob (14-29).
14Fue, pues, allá él, los cogió y se los trajo a su madre que hizo el guiso como a su padre le gustaba. 15Tomó Rebeca vestidos de Esaú, su hijo mayor, los mejores que tenía en la casa, y se los vistió a Jacob, su hijo menor; 16y con las pieles de los cabritos le cubrió las manos y lo desnudo del cuello; 17puso el guiso y pan, que había hecho, en manos de Jacob, su hijo, 18y éste se lo llevó a su padre, y le dijo: Padre mío. Heme aquí, hijo mío, contestó Isaac. ¿Quién eres, hijo mío? 19Y le contestó Jacob: Yo soy Esaú, tu hijo primogénito. He hecho como me dijiste. Levántate, pues, te ruego; siéntate y come de mi caza, para que me bendigas. 20Y dijo Isaac a su hijo: ¿Cómo tan pronto hallaste, hijo mío?, y le respondió: Porque hizo Yahvé, tu Dios, que se me pusiera delante. 21Dijo Isaac a Jacob: Anda, acércate para que yo te palpe, a ver si eres o no mi hijo Esaú. 22Acercóse Jacob a Isaac, su padre, que le palpó y dijo: La voz es de Jacob, pero las manos son de Esaú; 23y no le conoció, porque estaban sus manos velludas como las de Esaú, su hermano, y se dispuso a bendecirle. 24Todavía le preguntó: ¿De verdad eres tú mi hijo Esaú?, y él contestó: Yo soy. 25Díjole, pues: Acércame la caza para que yo coma de ella, hijo mío, y te bendiga. Acercósela Jacob y comió y bebió. 26Díjole después Isaac: Acércate y bésame, hijo mío. 27Acercóse él y le besó; y en cuanto olió la fragancia de sus vestidos, le bendijo, diciendo:
¡Oh, es el olor de mi hijo como el olor de un campo al que ha bendecido Yahvé!
28 Déte Dios el rocío del cielo y la grosura de la tierra y abundancia de trigo y mosto.
29Sírvante pueblos
y prostérnense ante ti naciones.
Sé señor de tus hermanos,
y póstrense ante ti los hijos de tu madre.
Maldito quien te maldiga,
y bendito quien te bendiga.
Rebeca viste a Jacob con lo mejor de la ropa de Esaú, pues la solemnidad e importancia del momento de la bendición exige atuendo de fiesta9. Para engañar a Isaac, reviste sus manos de pieles velludas, que dieran la impresión de ser las manos de Esaú. Pero la voz de Jacob es característica, y el padre la reconoce; sin embargo, al palparle las manos tiene la impresión que son las de Esaú. El anciano padre desconfía y se admira de que haya encontrado tan pronto caza (v.20). Pero Jacob dice que Yahvé ha dispuesto que al punto pudiera cobrar las piezas deseadas. Isaac aún desconfía, y le pregunta si es el agreste Esaú. Jacob responde afirmativamente. Entonces el patriarca pide le bese en señal y garantía de lo dicho, y, al acercarse a él, siente el olor campestre de los vestidos del cazador Esaú10, y al punto profiere la bendición en forma rimada, aludiendo al suave olor de campo que su hijo rezuma:
Es el olor de mi hijo como el olor del campo... (v.27). Es el perfume de la mies madura, como fruto de un copioso rocío de los cielos, bendición de Dios. Le anuncia abundancia de trigo y de vino, y después el dominio sobre las otras naciones, la superioridad sobre sus hermanos y la bendición perenne de Dios, la alianza defensiva y ofensiva que Dios había ya prometido a Abraham 11, en las que van implicadas las especiales relaciones de Dios con el patriarca. En sustancia, estas promesas concuerdan con las solemnemente hechas a Abraham. La formulación de esta bendición de Isaac está concebida en términos análogos a la proferida por el propio Jacob sobre José 12, y refleja un ambiente agrícola más bien que nomádico-pastoril. No se alude aquí a los ganados, sino a los frutos característicos de Canaán, trigo y mosto13. Por eso no pocos autores suponen que la formulación de la bendición está retocada y amplificada por el redactor en función del género de vida posterior de los israelitas en Canaán. Los
hermanos sometidos a Esaú son, sin duda, los pueblos vecinos amonitas y moabitas, y los hijos
de tu madre, los edomitas, descendientes, según la Biblia, de Esaú. Es el anuncio de la superioridad y dominio de Israel sobre los pueblos tradicionalmente enemigos, si bien emparentados etnográficamente, como lo demuestra su lengua. La perspectiva de estas bendiciones no es la de los relatos. Jacob es bendecido no como pastor seminómada, sino como agricultor sedentario que cultiva la viña. Pudiera ser que las bendiciones fueran posteriores a la formación de los relatos, de donde sus alusiones posibles a la historia de la época de la monarquía.14
Reacción de Esaú al Ser Suplantado por Jacob (30-40).
30En cuanto acabó Isaac de bendecir a Jacob, no bien había salido éste de la presencia de Isaac, su padre, Esaú, su hermano, que venía del campo 31y había hecho su guiso y se lo traía a su padre, dijo a éste: Levántese mi padre y coma de la caza de su hijo para que me bendiga. 32Díjole Isaac, su padre: Pues ¿quién eres tú? Contestóle: Yo soy tu hijo primogénito, Esaú. 33Pasmóse Isaac grandemente, y repuso: ¿Y quién es entonces el que me ha traído la caza y he comido de todo ello antes que tú vinieras, y le he bendecido, y bendito está? 34Al oír Esaú las palabras de su padre, rompió a gritar y a llorar amargamente, y le dijo: Bendíceme también a mí, padre mío. 35Isaac le contestó: Tu hermano ha venido con engaño y se ha llevado la bendición. 36Díjole Esaú: ¿No es su nombre Jacob? Dos veces me ha suplantado: me quitó la primogenitura y ahora me ha quitado mi bendición. Y añadió: ¿No tienes ya bendición para mí? 37Respondió Isaac y dijo a Esaú: Mira, le he hecho señor tuyo, y todos sus hermanos se los he dado por siervos; le he atribuido el trigo y el mosto. A ti, pues, ¿qué voy a hacerte, hijo mío? 38Y dijo Esaú a su padre: ¿No tienes más que una bendición, padre mío? Bendíceme también a mí, padre mío; y lloró en voz alta. 39Respondió Isaac diciéndole:
He aquí que fuera de la grosura de la tierra será tu morada, y fuera del rocío que baja de los cielos. 40Vivirás de tu espada y servirás a tu hermano; mas, cuando te revuelvas, romperás su yugo de sobre tu cuello.
Al descubrirse el engaño, Isaac, en vez de maldecir a Jacob por su conducta, como si se tratara de una acción mágica que no se puede deshacer, se resigna al hecho permitido por Dios y da por válida e irreformable su bendición al hijo menor. Es que, según la mente del autor sagrado, que aquí sobre todo hemos de considerar, la mano de Dios andaba en el negocio, y, valiéndose del engaño, había cumplido sus designios de amor sobre Jacob. Esaú, sin embargo, pide se le asigne también una bendición, y se queja de que su hermano le haya
suplantado dos veces (v.36)15. Pero ¿qué le puede desear ya Isaac para Esaú, si ha dado ya todo a Jacob, la fertilidad de la tierra y el dominio de las naciones y la superioridad sobre sus hermanos? (v.37).
La bendición no podía ser revocada. En la mentalidad de los antiguos, las palabras de bendición o de maldición tenían su efecto
independientemente de la voluntad del que las hubiera pronunciado16. Pero Esaú insiste en oír unas palabras de bendición para él, y entonces el patriarca le anuncia un futuro que tiene más bien características de maldición que de bendición. Es el anuncio de los destinos de un pueblo que debe vivir en terreno mísero y a punta de espada:
fuera de la grosura de la tierra será tu morada... Vivirás de la espada y servirás a tu hermano (v.39). En efecto, la tierra de Edom es de tipo estepario y mucho más pobre que Canaán, reservada a Jacob. Los edomitas tendrán que vivir de la espada, del asalto y de la
razzia sobre los pueblos vecinos y las caravanas comerciales. Pero al fin podrá romper su servidumbre a Israel:
Cuando te revuelvas, romperás su yugo de sobre tu cuello (v.40b). Esta frase, fuera del ritmo, es considerada por muchos comentaristas como una glosa alusiva a la independencia conseguida por Edom en 840 a.C. en tiempos de Joram, rey de Judá17. Edom estaba sometida a Judá desde los tiempos de David18.
Hay, sin duda, aquí un misterio, el misterio de la elección divina, que no depende de ley alguna humana,
sino de la libre voluntad de Dios. Así lo declara San Pablo en
Rom_9:6s19. La ley humana, basada en la generación, no entra aquí para nada. Ismael era hijo de Abraham y no heredó las promesas mesiánicas. Esaú lo era de Isaac y también fue excluido de ellas. La promesa nació de la libre voluntad de Dios, y según esa voluntad se transmite. Es el misterio de la vocación de los pueblos y de las almas. Jesucristo dirá que nadie viene a El si el Padre no le trae.20
El autor sagrado no aprueba ni forma ningún juicio sobre la moralidad del acto engañoso de Jacob y de Rebeca. No sabemos cuál era la conciencia moral de éstos. Debemos tener en cuenta la época en que esto tuvo lugar, cuando la moralidad estaba muy lejos de las alturas evangélicas. En todo caso, el autor sagrado quiere destacar cómo los caminos de la Providencia son misteriosos y no coinciden con las leyes del hombre. Agustín de Hipona ve en todo esto no un mendacium, sed mysterium.21
Rebeca Propone a Jacob la Huida a Siria (41-46).
41Concibió Esaú contra su hermano Jacob un odio profundo por lo de la bendición que le había dado su padre, y se dijo en su corazón: Cerca están los días del duelo por mi padre; después mataré a Jacob, mi hermano. 42Supo Rebeca lo que había dicho Esaú, su hijo mayor, y mandó llamar a Jacob, su hijo menor, y le dijo: He aquí que tu hermano Esaú quiere matarte. 43Anda, pues, obedéceme, hijo mío, y huye a Jarrán, a Labán, mi hermano, 44y estáte algún tiempo con él, hasta que la cólera de tu hermano se aparte de ti, 45se aplaque su ira y se haya olvidado de lo que le has hecho; yo mandaré allí a buscarte. ¿Habría de verme privada de vosotros dos en un solo día? 46Rebeca dijo a Isaac: Me pesa la vida a causa de las hijas de Jet; si Jacob toma mujer de entre las hijas de esta tierra, ¿para qué quiero vivir?
Rebeca, logrados sus propósitos, siente cierto remordimiento y, sobre todo, teme la reacción violenta de Esaú, injustamente burlado. Por su parte, éste está decidido a quitar la vida de su hermano, pero no quiere contristar a su padre, que está próximo a la muerte, y espera a que éste falte, no sea que le eche su maldición como homicida. Rebeca sugiere a Jacob la huida hacia sus parientes de Mesopotamia, pues de seguro que su hermano Labán le recibirá, y allí podrá esperar a que se aplaque la ira de Esaú, cuya rusticidad e inconstancia conoce bien. Por otra parte, será la ocasión de que Jacob se case con alguno de la familia, pues si se casa con una de las jeteas, como Esaú, la pesadumbre llegará al colmo en su hogar (v.46). Este v.46 parece ignorar lo narrado en 27:1-45, empalmando con 26:35, donde se habla de las dos mujeres jeteas de Esaú.
1 Véase la narración del
yahvista (
Gen_12:10-20) sobre el rapto de Sara por el faraón, y la del
elohísta (Gén 20) sobre el rapto de la misma por Abimelec. 2 Cf.
Gen_30:14; 37:7- Véase R. De Vaux, arte.c: RB (1949) I. 3 Los v.15 y 18 son considerados por muchos comentaristas como glosa. 4 Cf. Abel,
Géog. I 406. 5 Cf. ibid., II 434. 6
Gen_21:33 7 Véase Jaussen,
Coutumes des arabes... 79-93· 8 Este relato tiene los visos de ser un
duplicado del de
Gen_21:31. Se ve que corrían diversas tradiciones similares para explicar el nombre de
Bersebá, y el hagiógrafo las recoge como están, pues él sólo pretende buscar la verdad religiosa, es decir, la providencia de Dios sobre los patriarcas en orden al cumplimiento de sus promesas sobre el futuro glorioso de su descendencia. 9 R. de Vaux sostiene que todo el fragmento es del
yahvista (véase
Genése 125). 10 Del hecho que Rebeca guarda las ropas de Esaú se deduce que éste aún no estaba casado (
Gen_26:34-35). 11 En 25:27; 29 se le definía a Esaú como el hombre
campestre. Por otra parte, los vestidos eran guardados entre plantas aromáticas (
Sal_45:9) para conservarlos mejor, y de ahí el fuerte olor inesperado de los vestidos llevados por Jacob. 12
Gén_12:4. 13
Gen_49:22-26;
Deu_33:13-17. 14
Deu_7:13;
Deu_11:14;
Ose_2:24. 15 J. Chaine, o.c., p.313. 16 Aquí juega con el nombre de
Ya'aqob (Jacob) y
ya'qebeni (me ha suplantado). Sobre la otra etimología popular véase com. a 25:26. 17 Véase J. Hempel, Die israelitischen Ausschauungen von Segen und Fluch im Lichte Alt-orient. Parallelen: Zeitsch. der deutschen Morgenl. Gesselschaft (1925) 20-11p. 18 Cf.
2Re_8:20;
Eze_35:3 19 Cf.
2Sa_8:14. 20 Jl Cf. com a
Gen_25:19ss; 2
1Jn_6:44. 22 S. Agustín,
De mendacio c.5: PL 461.