Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
28. El Poema de la Sabiduría.
E ste bellísimo fragmento de tipo sapiencial es como un paréntesis dentro del ciclo de las discusiones de los tres amigos, y en él no se aborda expresamente el problema del sufrimiento del justo, que es el tema central del libro. Por su tono es similar al fragmento sapiencial de
Pro_8:22-31, donde se presenta personificada la sabiduría divina, actuando desde la eternidad como consejera del Altísimo antes de la formación de los continentes.
Este c.28 parece ser una intercalación adicional de algún escriba posterior a la redacción del libro de Job. Aunque quizá se le podría considerar como obra del autor del libro, que adelanta aquí las excelencias y el carácter misterioso de la sabiduría divina, y por ello de sus inescrutables designios sobre los hombres, que será el tema de los capítulos finales como solución al enigma del sufrimiento del justo.
La sabiduría, fuera del alcance de los mortales (1-13).
1
Tiene la plata sus veneros, y el oro lugar en que se acrisola. 2
Se extrae el hierro del suelo, y de la roca fundida sale el cobre· 3
Se pone fin a las tinieblas, se escudriña hasta el límite extremo la piedra oscura y sombría. 4
Se perforan galerías olvidadas del pie; se suspenden y balancean lejos de los hombres. 5
La tierra que produce el pan está debajo trastornada como fuego; 6
sus rocas son la morada del zafiro, y sus terrones contienen oro. 7
Por caminos desconocidos por las aves de presa, impenetrables al ojo del buitre, 8
no pisados por las fieras, inaccesibles al leopardo. 9
Mete su mano en el pedernal y subvierte los montes de raíz. 10
Abre Nilos en las rocas 2
y descubren sus ojos todo cuanto hay de precioso. 11
Explora las filtraciones de los ríos y saca a luz los tesoros. 12
Pero la sabiduría, ¿dónde hallarla? ¿Dónde está el lugar del entendimiento? 13
No conoce el hombre su senda, ni se halla en la tierra de los vivientes. Con mano maestra describe el autor los esfuerzos que hace el hombre por obtener los metales útiles y preciosos: la plata, el oro, el cobre y el hierro. No contento con extraer lo que está a flor de tierra fundiendo las rocas metalíferas, se adentra en el interior de la tierra con una lámpara pone fin a las tinieblas y abre largas galerías, en las que no es fácil hacer pie, y por eso los obreros generalmente prisioneros de guerra se suspenden de los salientes de las rocas para trabajar y se balancean en las entrañas de la tierra, lejos de los hombres (v.4). La descripción es maravillosa y coincide con las que nos dan los autores clásicos, como Diodoro de Sicilia, sobre los trabajos en las minas del Alto Egipto 3. En Palestina no existían minas, pero sí en Edom, en la región montañosa que se extiende desde el mar Muerto al golfo de Elán. Aquí estaban las factorías siderúrgicas de Salomón, donde se trabajaba el hierro y cobre de los montes edomitas. El autor del libro de Job, pues, podía haber visto estas minas en explotación o haber oído hablar de ellas, ya que no estaban lejos de la patria de Job.
Bellamente presenta el poeta a la tierra pacífica al exterior con sus productos de pan removida en situación ígnea en su interior (v.5). A sus oídos habían llegado noticias sobre las erupciones volcánicas, y, conforme a la mentalidad antigua, supone que debajo de la corteza exterior hay un horno de fuego que acelera la maduración de los metales y piedras preciosas, como el zafiro, o lapislázuli, y el mismo oro. Los hombres, sedientos de metales preciosos, no ahorran trabajos ni riesgos, adentrándose en las entrañas de la temerosa tierra. Los lugares de acceso están disimulados, y resultan inadvertidos a los ojos avizores de las aves de presa y a las mismas fieras (v.7). La mano del hombre se abre paso a través del pedernal o cuarzo aurífero y penetra dentro, removiendo las piedras y haciéndolas explotar con fuego; así subvierte los montes de raíz (v.9). Dentro abre cauces y ríos, canalizándolos, pues sus aguas llevan partículas de oro o de plata, que el minero descubre cuidadosamente (v.10). Así analiza las filtraciones de los ríos auríferos y separa sus tesoros (v.11) 4.
Grande es, pues, la labor del hombre y no despreciable su resultado cuando se trata de obtener tesoros materiales, pero es impotente para encontrar el verdadero tesoro que le da la clave de la vida: la sabiduría o comprensión sintética de los designios divinos sobre el hombre. ¿Cómo hallarla y dónde mora? La ciencia humana se estrella contra la impotencia, ya que está lejos del alcance de los vivientes y es desconocida su senda a los mortales. Esta es la gran tragedia del hombre, que no puede remontarse a las alturas donde se halla la sabiduría expresión de la inteligencia divina, módulo arquitectónico empleado por Dios para la creación del mundo, y esquema práctico de gobierno en la historia de la humanidad como atributo supremo de la divinidad.
La sabiduría es privativa de Dios (14-28).
14
El abismo dice: No está en mí, y el mar: Dentro de mí no se halla. 15
No se cambia por oro macizo, ni se pesa plata para comprarla. 16
No se pone en balanza con el oro de Ofir, ni con la cornalina preciosa o el zafiro. 17
No se compara al oro ni al cristal, ni se cambia por vasos de oro fino. 18
No cuentan a su lado corales ni cristales; vale más que las perlas. 19
No puede comparársele al topacio de Etiopía, no entra en balanza ni con el oro más puro. 20
¿De dónde, pues, viene la sabiduría y dónde hallar la inteligencia? 21
Se oculta a los ojos de todos los vivientes, y aun a las aves del cielo está vedada. 22
El abaddón y la muerte dicen: Sólo de oídas nos ha llegado su fama. 23
Dios es el que conoce sus caminos, El sabe su morada. 24
Porque con su mirada abarca los confines de la tierra y ve cuanto hay bajo la bóveda del cielo. 25
Cuando dio peso al viento y dispuso las aguas con medida, 26
cuando dio la ley a la lluvia y camino al fragor del trueno, 27
entonces la vio y la evaluó, la fundó y la conoció a fondo; 28
y dijo al hombre: El temor de Dios, ésa es la sabiduría; apartarse del mal, ésa es la inteligencia.
Con bellísimas comparaciones, el poeta describe el carácter inaccesible de la sabiduría divina: no está en las profundidades cleT abismo, sobre el que se asienta la tierra, ni en las concavidades del mar (v.14). Su valor es incalculable y no admite paridad con el oro macizo ni con el mismo de Ofir, lugar legendario del más puro metal, que se supone en Arabia meridional o en las costas del Indico 5. Tampoco pueden medirse con la sabiduría las piedras más preciosas cornalina, zafiro ni el topacio de Etiopía, famoso en la antigüedad por su excelente calidad6.
Está fuera del alcance de los vivientes, inaccesible a las aves del cielo, que llegan a los lugares más abruptos e inasequibles. Por otra parte, la región de los muertos el abaddón o seol sólo tiene lejanas referencias de ella (v.22). Sólo Dios está al tanto de los secretos senderos que a ella llegan, porque nada se escapa a su mirada, que llega hasta los confines de la tierra (v.24).
Esta omnisciencia divina, en realidad está basada en su omnipotencia como Creador, ya que al establecer los elementos viento, aguas, trueno... lo evaluó plenamente, conociendo sus íntimas complejidades hasta el fondo (v.27). En toda su obra creadora se revela su misteriosa sabiduría, que dirige y articula todo en un orden y medida perfectos. Todas las cosas tienen una finalidad y una misión en el cosmos maravilloso, que es expresión de la inteligencia ordenadora del Creador.
Como conclusión moral de toda la poesía metafísica antes expuesta está que el hombre debe someterse al que todo lo puede:
El temor de Dios, ésa es la sabiduría; lo que implica huir del mal y acatar sus leyes providenciales. Es el axioma conocido de la literatura sapiencial: El principio de la sabiduría es el temor de Dios7, es decir, la ordenación religiosa y moral de la vida conforme a las exigencias de un sano temor del Dios omnipotente y justo.
1 Dhorme, con una corrección plausible, lee: un pueblo extranjero perfora galerías. La Bib. de Jér.: Las gentes de la lámpara perforan minas en las que se pierde el pie. El TM: un torrente separa del pueblo extranjero. 2 En realidad, la palabra ye'orim, que traducimos por Nilos, es un término poético para designar ríos. 3 Cf. E. Erman y H. Ranke, La civilisation égyptienne (París 1952) p.622. 4 He aquí cómo describe Diodoro de Sicilia la extracción del oro de las minas de la antigüedad: Los pozos seguían las venas de cuarzo y penetraban en las montañas siguiendo una línea sinuosa. Primero se hacía estallar las masas de piedra dura por medio del fuego, y se las extraía en pedazos por medio de picos de hierro. Los hombres que ejecutaban este trabajo, muy penoso, a la luz de pequeñas lámparas, iban acompañados de niños que llevaban hacia afuera los pequeños bloques de piedra. El cuarzo así obtenido era desmenuzado en partículas del tamaño de una lenteja por hombres de más edad, para ser después reducido a polvo en muelas por las mujeres y los ancianos. Se lavaba este polvo sobre losas inclinadas hasta que el agua llevara las partículas más ligeras de la piedra. Las pajillas de oro eran entonces recogidas para ser fundidas durante cinco días en los crisoles de tierra, cerrados con una aleación de plomo, de sal y de otras materias. Citado por E. erman y H. ranke, o.c., 622-623. 5 Cf.
Rev_9:263;
Rev_10:11;
Gen_10:29. 6 Véase Punió, Hist. Nat. XXXVII 32; VI 34.
Eco_1:16.