Aquella misma noche, cuando acabé de darle sepultura, aun antes de purificarme, me dormí en el atrio junto al muro, quedando con el rostro descubierto. (Tobías 2, 9) © Sagrada Biblia (Nacar-Colunga, 1944)
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Tobit reanuda sus obras de misericordia (2:1-9).
1 Al volver a mi casa me fueron devueltos Ana, mi mujer, y Tobías, mi hijo. Era por la fiesta de Pentecostés, la fiesta santa de las siete semanas; y habiéndome sido preparado un banquete, me recosté para comer. 2 Al ver tantos manjares, dije a mi hijo: Vete y trae al primer necesitado que encuentres de nuestros hermanos, que me recuerde al Señor; yo espero por ti. 3 Cuando volvió, dijo: Padre, uno de nuestro linaje yace en la plaza estrangulado. 4 En seguida, sin probar bocado, me lancé a la calle, le tomé y le metí en una habitación hasta que se puso el sol. 5 Vuelto a casa, me lavé y comí con tristeza, 6 porque me vino a la memoria la profecía de Amos: Vuestras fiestas se convertirán en duelo, y vuestras alegrías, en lamentaciones. 7 Lloré, y en poniéndose el sol fui a cavar una hoya en que sepultar el cadáver. 8 Los vecinos se reían de mí, diciendo: Aún no ha escarmentado; ya tuvo que huir por eso, y ahora vuelve a enterrar a los muertos. 9 Aquella misma noche, cuando acabé de darle sepultura, aun antes de purificarme, me dormí en el atrio junto al muro, quedando con el rostro descubierto.
Sobre el fondo general del cuadro histórico trazado en el capítulo I, en el cual se sigue un orden pragmático más que cronológico, desenvuelve el autor sagrado el drama que la divina Providencia dispuso en torno a la persona de Tobit. Trátase de algunos episodios particulares, que ponen en evidencia la virtud de Tobit y la Providencia divina, que no le abandona en medio de sus tribulaciones. Como prueba de que el autor no sigue un orden estrictamente cronológico, tenemos el hecho de que en la narración Deu_2:4-5 se describe una situación histórica que corresponde al reinado de Senaquerib. Para celebrar Tobit su regreso a casa y el encuentro con su mujer e hijo, dispuso un gran banquete. Al mismo tiempo que celebraba su rehabilitación, quiso Tobit solemnizar la fiesta de Pentecostés (nuestra fiesta, dice el cód. Sin.), llamada también de las Semanas (Deu_16:10; 2Cr_8:13). La fastuosidad del banquete da a entender que tuvo lugar en los días en que gozaba Tobit de una situación económica desahogada, antes de la confiscación de sus bienes (2Cr_1:20). Por otra parte, el episodio del judío muerto violentamente y abandonado en la plaza, o lugar público, recuerda los días de persecución de Senaquerib. No dice 1 texto que Tobit escondiera el cadáver en su casa, con lo cual se hubiera contaminado (Lev_11:32-35; Num_19:14), sino en una casucha (oikema, B; oikídion, Sin.), o local vecino al lugar donde yacía el muerto. Esperó a sepultarlo una vez puesto el sol, para no quebrantar el reposo del día de Pentecostés. Vuelto a su casa, se lavó sus manos y comió con tristeza de los manjares preparados en un ambiente de alegría, por recordar las palabras de Amos (Num_8:10) cuyo mensaje se reproduce libremente.
La grande prueba (Num_2:10).
10 No sabía yo que había pájaros en el muro, y, teniendo los ojos abiertos, los pájaros dejaron caer en mis ojos su estiércol caliente, que me produjo en ellos unas manchas blancas que los médicos no fueron capaces de curar. Por este tiempo, Ahikar proveía a mi sustento, hasta que partió para Elimaida.
Esta prueba de Tobit constituye el punto álgido de la composición literaria de esta primera parte del libro (Miller). A las penalidades que tuvo que sufrir de parte de los gobernantes y de los que se mofaban de sus obras de caridad, se añade la pérdida de la vista, con la consiguiente imposibilidad de atender a la manutención de su familia y de consagrarse, como hasta entonces, al servicio de los menesterosos.Era el día de Pentecostés por la noche. Habiendo dado sepultura a un muerto, Tobit quedóse a dormir en el patio para no contaminar su casa (Num_19:22). Otro motivo de haberse quedado en el patio fue a causa del calor sofocante, como sugiere el otro detalle de que, en contra de la costumbre general entre los orientales, durmiera con el rostro descubierto. Ignoraba Tobit que en lo alto del muro junto al cual habíase acurrucado, bajo el alero del tejado, había pájaros (strouzia, golondrinas según la Vulgata). Sucedió que, teniendo los ojos abiertos (detalle exclusivo de B), los pájaros dejaron caer sobre mis ojos su estiércol caliente, que me produjo en ellos unas manchas blancas (leukomata). El contacto de los excrementos cargados de sales amoniacales, dice Vaccari, determinaron la formación de escamas o manchas blancas en la córnea del ojo, opacándola (Num_11:12) y causando de este modo la ceguera.
Tobit considera esta circunstancia como la primera causa que contribuyó a la pérdida total de la vista. Pero, según el texto, la ceguera no se produjo instantáneamente. Los excrementos mancharon sus ojos, y, como consecuencia, notó Tobit fuerte irritación en los mismos, que fue en aumento a pesar de las curas de los médicos. Según otra versión, fueron los médicos los que, con sus intervenciones, agravaron el estado del ojo. Con el tiempo sobrevino la grave enfermedad que terminó con la ceguera total. Aquélla se manifestó por unas manchas blancas (albugo, leukoma, macula cornea) terminando por la ceguera, que Tobit sufrió por espacio de cuatro años.
El texto Sin. hace notar que la desgracia de Tobit entristecio a todos sus compatriotas. Movido a compasión Ahikar, proveyó a su mantenimiento por espacio de dos años, hasta que partió para Elitnaida (Num_1:6). Se halla esta región, con Susa por capital, entre el Tigris, las orillas del mar Pérsico y el límite sudeste de la meseta del Irán 1.
Penuria extrema y burlas de su mujer (Num_2:11-14).
11 Entonces Ana, mi mujer, se ocupaba de su casa en trabajos femeniles 12 y llevaba su labor a los amos. Estos, al pagarle una vez su salario, le regalaron un cabrito. 13 Cuando volvio a casa. yo le dije: ¿De dónde viene ese cabrito? ¿No será robado? Devuélvelo a los amos, que no es lícito comer cosa robada, 14 Ella me contestó: Es un regalo que han agregado a mi salario. Pero yo no la creía, y la instaba a que lo devolviese a los amos, enojado contra ella. Mas me replicó: ¿Dónde están tus limosnas y tus buenas obras? Ya lo ves ahora.
La situación económica de Tobit llegó a tal extremo, que su mujer Ana vióse obligada a trabajar en un lanificio para recibir un sueldo. Ana entregaba sus labores, por las cuales recibía el precio de su trabajo. Cierto día le regalaron también un cabrito. Nuestro texto no indica si Ana trabajaba en casa o fuera de ella; únicamente hace notar que, una vez terminada el trabajo, la mandaba a sus clientes. Tampoco se deduce claro si el cabrito le fue entregado como sueldo normal de su trabajo o como regalo.
Al oír Tobit los balidos del cabrito, sospechó que el animal había llegado a su casa o por extravío o por robo. Descartaba la suposición de que su mujer hubiera podido comprarlo. En ambas hipótesis, el animal debía restituirse a su dueño (Exo_23:4; Deu_22:1-3). No obstante las explicaciones de Ana justificando la procedencia del cabrito, Tobit no le daba crédito, acaso por constarle la conciencia poco escrupulosa de su mujer (Deu_5:18; Deu_10:4), en contraste con su modo recto de proceder. En la discusión, Ana se refiere a la concepción corriente entonces de que las desgracias son castigo del pecado. Con ello hiere en lo más íntimo a su marido, porque detrás de sus palabras se esconde la sospecha de que es él un pecador y de que sus buenas obras son pura hipocresía. Es manifiesto el parecido de la mujer de Tobit con la de Job; ambas, con sus impertinencias, contribuyeron a agrandar los sufrimientos de sus respectivos maridos, tan duramente probados por Dios.