Ester  . 5,2

Y tomando el rey el cetro de oro, lo puso sobre el cuello de Ester, y la besó, diciendo: «Háblame.» (2a) Ella respondió: «Te he visto, señor, como a un ángel de Dios y mi corazón se turbó ante el temor de tu gloria. Porque eres admirable, señor, y tu rostro está lleno de dignidad.» (2b) Y en diciendo esto, se desmayó de nuevo. El rey se turbó, y todos sus cortesanos se esforzaron por reanimarla.

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