I Reyes 3 Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998) | 28 versitos |
1
II. Historia de Salomón
1. SALOMÓN EL SABIO
Matrimonio con la hija del faraón.
Salomón emparentó con el faraón, rey de Egipto. Tomó a la hija del faraón y la condujo a la Ciudad de David, mientras terminaba de construir su palacio, el templo de Yahvé y la muralla en torno a Jerusalén.
2 El pueblo seguía ofreciendo sacrificios en los altozanos, pues todavía no se había construido hasta entonces un templo al Nombre de Yahvé.
3 Salomón amaba a Yahvé y obraba según los preceptos de su padre David. A pesar de ello, ofrecía sacrificios y quemaba incienso en los altozanos.
4
El sueño de Gabaón.
El rey acudió a Gabaón a ofrecer allí sacrificios, pues era entonces el santuario principal. Salomón ofreció mil holocaustos sobre aquel altar.
5 En Gabaón se apareció Yahvé a Salomón en aquella noche mediante un sueño. Dios dijo: «Pídeme lo que haya de darte.»
6 Salomón respondió: «Has actuado con gran benevolencia hacia tu siervo David, mi padre, porque él caminaba en tu presencia con lealtad, justicia y rectitud de corazón. Has guardado hacia él esta gran benevolencia, concediéndole un hijo que había de sentarse en su trono, como así acaece en este día.
7 Pues bien, Yahvé mi Dios, tú has hecho rey a tu siervo en lugar de David mi padre, pero soy un joven muchacho y no sé por dónde empezar y terminar.»
8 Tu siervo está en medio de tu pueblo, el que tú te elegiste, un pueblo numeroso, que no es posible contar ni calcular.
9 Concede, pues, a tu siervo, un corazón atento para juzgar a tu pueblo, para discernir entre el bien y el mal. Cierto, ¿quién podrá hacer justicia a este pueblo tuyo tan grande?»
10 Agradó al Señor esta súplica de Salomón.
11 Entonces le dijo Dios: «Por haber pedido esto y no una vida larga o riquezas para ti ni tampoco la vida de tus enemigos, sino inteligencia para atender a la justicia,
12 obraré según tu palabra: te concedo un corazón sabio e inteligente, como no ha habido antes de ti ni surgirá otro igual después de ti.
13 Te concedo también aquello que no has pedido, riquezas y gloria, mayores que las de ningun otro rey mientras vivas.
14 [Si caminas por mis sendas, guardando mis preceptos y mandamientos, como hizo David, tu padre, prolongaré los días de tu vida].»
15 Salomón se despertó: ¡Había sido un sueño! Entonces se levantó y fue a Jerusalén. Puesto en pie ante el arca de la alianza del Señor, ofreció holocaustos y sacrificios de comunión, y dio luego un banquete a todos sus servidores.
16
Juicio de Salomón.
Por entonces dos mujeres prostitutas fueron a presentarse al rey. Se pararon ante él,
17 y dijo una de ellas: «Por favor, mi señor, yo y esa mujer vivíamos en una misma casa, y di a luz, mientras ella estaba conmigo en la casa.
18 A los tres días de mi parto, parió también la mujer ésa; estábamos juntas, no había nadie más en la casa, sólo nosotras dos.
19 Una noche murió el hijo de la mujer ésa, porque ella había permanecido acostada sobre él.
20 Se levantó durante la noche y, mientras tu servidora dormía, tomó a mi hijo de mi costado y lo acostó en su regazo, y a su hijo, el que estaba muerto, lo acostó en el mío.
21 Al amanecer me levanté para amamantar a mi hijo, y ¡estaba muerto! Pero lo examiné bien a la luz de la mañana y vi que no era mi hijo, el que yo había parido.»
22 La otra mujer repuso: «No, por cierto, mi hijo es el vivo y tu hijo es el muerto.» Pero la otra replicaba: «No, al contrario, tu hijo es el muerto y mi hijo es el vivo.» Y seguían discutiendo ante el rey.
23 Dijo el rey: «Ésa dice: “Éste es mi hijo, el vivo, y tu hijo es el muerto,” y la otra dice: “No, al contrario, tu hijo es el muerto, y mi hijo es el vivo.”»
24 Entonces ordenó el rey: «Traedme una espada.» Presentaron la espada al rey
25 y éste sentenció: «Cortad al niño vivo en dos partes y dad mitad a una y mitad a otra.»
26 A la mujer de quien era el niño vivo se le conmovieron las entrañas por su hijo y replicó al rey: «Por favor, mi señor, que le den a ella el niño vivo, pero matarlo, ¡no!, ¡no lo matéis!» Mientras, la otra decía: «Ni para mí ni para ti: ¡que lo corten!»
27 Sentenció entonces el rey: «Entregadle a ella el niño vivo, ¡no lo matéis! Ella es su madre.»
28 El juicio pronunciado por el rey llegó a oídos de todo Israel y cobraron respeto al rey, al ver que dentro de él había una sabiduría divina con la que hacer justicia.

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Introducción a I Reyes

Los libros de los Reyes , como los de Samuel, constituían una sola obra en la Biblia hebrea. Corresponden a los dos últimos libros de los Reinos en la traducción griega, y de los Reyes en la Vulgata.

Son la continuación de los libros de Samuel, y 1 R 1-2 contiene la parte final del gran documento de 2 S 9-20. La larga narración del reinado de Salomón, 1 R 3-11, detalla la excelencia de su sabiduría, el esplendor de sus construcciones, sobre todo del Templo de Jerusalén, y la abundancia de sus riquezas. Es ciertamente una época gloriosa, pero el espíritu conquistador del reino de David ha desaparecido: se conserva, se organiza y, sobre todo, se saca partido de los triunfos de David. Se mantiene la oposición entre las dos fracciones del pueblo, y a la muerte de Salomón, en 931, el reino se divide: las diez tribus del Norte llevan a cabo una secesión agravada por un cisma religioso, 1 R 12-13. La historia paralela de los dos reinos de Israel y Judá se desarrolla de 1 R 14 a 2 R 17: con frecuencia es la historia de las luchas entre estos reinos hermanos, es también la de los asaltos del exterior por parte de Egipto contra Judá y de los arameos por el Norte. El peligro arrecia cuando los ejércitos asirios intervienen en la región, primero en el siglo IX, con más fuerza en el siglo VIII, cuando Samaría cae bajo sus golpes el 721, mientras que Judá se ha declarado ya vasallo. La historia, limitada ya a Judá, prosigue hasta la ruina de Jerusalén el 587 en 2 R 18-25 21. La narración se alarga al tratar de dos reinados, el de Ezequías, 2 R 18-20, y el de Josías, 2 R 22-23, marcados por un despertar nacional y una reforma religiosa. Los grandes acontecimientos políticos son entonces la invasión de Senaquerib bajo Ezequías el 701, en respuesta a la denegación del tributo asirio y, bajo Josías, la ruina de Asiria y la formación del imperio caldeo. Judá hubo de someterse a los nuevos amos de Oriente, pero pronto se rebeló. El castigo no se hizo esperar: el 597, los ejércitos de Nabucodonosor conquistaron Jerusalén y llevaron cautivos a una parte de sus habitantes; diez años después un amago de independencia provocó una segunda intervención de Nabucodonosor, que terminó el 587 con la ruina de Jerusalén y una segunda deportación. Reyes concluye con dos breves apéndices, 2Re_25:22-30 .

La obra cita nominalmente tres de sus fuentes, una Historia de Salomón, los Anales de los reyes de Israel y los Anales de los reyes de Judá, pero también existieron otras: además de la parte final del gran documento davídico, 1 R 1-2, una descripción del Templo, de origen sacerdotal, 1 R 6-7, y, sobre todo, una historia de Elías compuesta hacia fines del siglo IX y una historia de Eliseo un poco posterior; estas dos historias forman la base de los ciclos de Elías, 1 R 17 - 2 R 1, y de Eliseo, 2 R 2-13. Los relatos del reinado de Ezequías que presentan en escena a Isaías, 2Re_18:17-20:19, provienen de los discípulos de este profeta.

Cuando la utilización de las fuentes no lo impide, los sucesos quedan encerrados en un marco uniforme: se trata cada reinado como una unidad independiente y completa, su comienzo y su fin se señalan casi con las mismas fórmulas, en las que jamás falta un juicio sobre la conducta religiosa del rey. Se condena a todos los reyes de Israel a causa del pecado original de este reino, la fundación del santuario de Betel; entre los reyes de Judá, ocho solamente son alabados por su fidelidad general a las prescripciones de Yahvé. Pero esta alabanza queda restringida seis veces por la observación de que los altos no desaparecieron; únicamente Ezequías y Josías reciben una aprobación sin reservas.

Estos juicios se inspiran evidentemente en la ley del Deuteronomio sobre la unidad del santuario. Más aún: el descubrimiento del Deuteronomio bajo Josías y la reforma religiosa que inspiró señalan el punto culminante de toda esta historia, y toda la obra es una demostración de la tesis fundamental del Deuteronomio, repetida en 1 R 8 y 2 R 17: si el pueblo observa la alianza concluida con Dios, será bendecido; si la rompe, será castigado. Este influjo deuteronomista se encuentra también en el estilo, siempre que el redactor desarrolla o comenta sus fuentes.

Es probable que una primera redacción deuteronomista fuera hecha antes del Destierro, antes de la muerte de Josías en Meguidó el 609, y la alabanza otorgada a este rey, 2Re_23:25 (menos las últimas palabras) sería la conclusión de la obra primitiva. Una segunda edición, asimismo deuteronomista, se hizo durante el Destierro: después del 562, si se le atribuye el final del libro, 2Re_25:22-30 , o algo antes si ponemos su punto final después del relato de la segunda deportación, 2Re_25:21 , que tiene trazas de ser una conclusión. Hubo, finalmente, algunas adiciones, durante y después del Destierro.

Los libros de los Reyes se han de leer con el espíritu con que fueron escritos, como una historia de salvación: la ingratitud del pueblo elegido, la ruina sucesiva de las dos fracciones de la nación parecen llevar al fracaso el plan de Dios; pero siempre queda, para defender el futuro, un grupo de fieles que no han doblado las rodillas ante Baal, un resto de Sión que guarda la Alianza. La firmeza de las disposiciones divinas se manifiesta en la admirable subsistencia del linaje davídico, depositario de las promesas mesiánicas, y el libro, en su forma definitiva, se cierra con la gracia concedida a Jeconías, como aurora de una redención.

Fuente: Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros

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Notas

I Reyes 3,1
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Re_7:8; 1Re_9:16 s; 1Re_9:24

[2] 2Sa_5:9+

NOTAS

3:1 Probablente Psusenas II, último rey de la dinastía XXI. -La «Ciudad de David» corresponde a la ciudad primitiva de Jerusalén, ver 2Sa_5:9+.


I Reyes 3,2
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Sa_9:12+

I Reyes 3,4
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] |2Cr_1:3-12; Sab 8:19—9:12

I Reyes 3,5
NOTAS

3:5 Los sueños, con anterioridad a los Profetas, eran uno de los principales medios de comunicación entre Dios y los hombres, ver Gén_20:3; Gén 28; Gén_31:11, Gén_31:24; Gén_37:5+ y Núm_12:6.

I Reyes 3,8
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Re_4:20

I Reyes 3,9
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Pro_2:6-9

NOTAS

3:9 Salomón pide una sabiduría práctica, no para su propio gobierno, sino para el pueblo. Ver 1Re_5:13+ [1Re_4:33]; Éxo_31:3+.

I Reyes 3,11
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Sir_47:14; Ecl_1:16

I Reyes 3,12
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Mat_6:33

I Reyes 3,13
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Ecl_2:4-10

NOTAS

3:13 El hebr. añade: «toda tu vida», según 1Re_3:14; omitido por griego.

I Reyes 3,15
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Deu_5:33; Pro_3:1-2

[2] Lev_1:1+; Lev_3:1+

I Reyes 3,28
NOTAS

3:28 La primera condición del rey en todo el Oriente es la de ser justo. Para Israel, ver Sal_72:1-2; Pro_16:12; Pro_25:5; Pro_29:14; Isa_9:6 [Isa_9:7]. Salomón lo ha pedido, 1Re_3:9. Dios se lo ha concedido, 1Re_3:11-12 y la historia de 1Re_3:16-28 muestra esta justicia en acción.