I Corintios 15 Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011) | 58 versitos |
1 ° Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os anuncié y que vosotros aceptasteis, en el que además estáis fundados,
2 y que os está salvando, si os mantenéis en la palabra que os anunciamos; de lo contrario, creísteis en vano.
3 Porque yo os transmití en primer lugar, lo que también yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras;
4 y que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras;
5 y que se apareció a Cefas y más tarde a los Doce;
6 después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales vive todavía, otros han muerto;
7 después se apareció a Santiago, más tarde a todos los apóstoles;
8 por último, como a un aborto, se me apareció también a mí.
9 Porque yo soy el menor de los apóstoles y no soy digno de ser llamado apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios.
10 Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no se ha frustrado en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo.
11 Pues bien; tanto yo como ellos predicamos así, y así lo creísteis vosotros.
12 Si se anuncia que Cristo ha resucitado de entre los muertos, ¿cómo dicen algunos de entre vosotros que no hay resurrección de muertos?
13 Pues bien: si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo ha resucitado.
14 Pero si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación y vana también vuestra fe;
15 más todavía: resultamos unos falsos testigos de Dios, porque hemos dado testimonio contra él, diciendo que ha resucitado a Cristo, a quien no ha resucitado... si es que los muertos no resucitan.
16 Pues si los muertos no resucitan, tampoco Cristo ha resucitado;
17 y, si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido, seguís estando en vuestros pecados;
18 de modo que incluso los que murieron en Cristo han perecido.
19 Si hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solo en esta vida, somos los más desgraciados de toda la humanidad.
20 Pero Cristo ha resucitado de entre los muertos y es primicia de los que han muerto.
21 Si por un hombre vino la muerte, por un hombre vino la resurrección.
22 Pues lo mismo que en Adán mueren todos, así en Cristo todos serán vivificados.
23 Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después todos los que son de Cristo, en su venida;
24 después el final, cuando Cristo entregue el reino a Dios Padre, cuando haya aniquilado todo principado, poder y fuerza.
25 Pues Cristo tiene que reinar hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies.
26 El último enemigo en ser destruido será la muerte,
27 porque lo ha sometido todo bajo sus pies. Pero, cuando dice que ha sometido todo, es evidente que queda excluido el que le ha sometido todo.
28 Y, cuando le haya sometido todo, entonces también el mismo Hijo se someterá al que se lo había sometido todo. Así Dios será todo en todos.
29 De otro modo, ¿qué obtendrán los que se bautizan por los muertos? Si es verdad que los muertos no van a resucitar en absoluto, ¿por qué se bautizan entonces por ellos?
30 Y nosotros mismos, ¿por qué nos exponemos continuamente al peligro?
31 Muero diariamente; lo digo, hermanos, por la gloria que tengo por vosotros en Cristo Jesús, nuestro Señor.
32 Y si combatí contra fieras en Éfeso por motivos humanos, ¿de qué me sirve? Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, que mañana moriremos.
33 No os engañéis: «Las malas compañías corrompen las costumbres».
34 Recuperad la debida sobriedad y no pequéis. Pues lo que tienen algunos es ignorancia de Dios: os lo digo para vergüenza vuestra.
35 ° Alguno preguntará: ¿Y cómo resucitan los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán?
36 Insensato, lo que tú siembras no recibe vida si (antes) no muere.
37 Y al sembrar, no siembras el cuerpo que llegará a ser, sino un simple grano, de trigo, por ejemplo, o de cualquier otra planta.
38 Pero Dios le da el cuerpo según ha querido, y a cada semilla su propio cuerpo.
39 No toda carne es la misma carne, sino que una cosa es la carne de los humanos, otra la carne de los animales, otra la carne de las aves y otra la de los peces.
40 Y hay cuerpos celestes y cuerpos terrestres; pero el resplandor de los celestes es uno y el de los terrestres, otro;
41 uno es el resplandor del sol y otro el resplandor de la luna, y otro el resplandor de las estrellas; pues una estrella se distingue de otra por su brillo.
42 Lo mismo es la resurrección de los muertos: se siembra un cuerpo corruptible, resucita incorruptible;
43 se siembra un cuerpo sin gloria, resucita glorioso; se siembra un cuerpo débil, resucita lleno de fortaleza;
44 se siembra un cuerpo animal, resucita espiritual. Si hay un cuerpo animal, lo hay también espiritual.
45 Efectivamente, así está escrito: el primer hombre, Adán, se convirtió en ser viviente. El último Adán, en espíritu vivificante.
46 Pero no fue primero lo espiritual, sino primero lo material y después lo espiritual.
47 El primer hombre, que proviene de la tierra, es terrenal; el segundo hombre es del cielo.
48 Como el hombre terrenal, así son los de la tierra; como el celestial, así son los del cielo.
49 Y lo mismo que hemos llevado la imagen del hombre terrenal, llevaremos también la imagen del celestial.
50 Os digo, hermanos, que ni la carne ni la sangre pueden heredar el reino de Dios; tampoco la corrupción heredará la incorrupción.
51 Mirad, os voy a declarar un misterio: No todos moriremos, pero todos seremos transformados.
52 En un instante, en un abrir y cerrar de ojos, cuando suene la última trompeta; porque sonará, y los muertos resucitarán incorruptibles, y nosotros seremos transformados.
53 Porque es preciso que esto que es corruptible se vista de incorrupción, y que esto que es mortal se vista de inmortalidad.
54 Y cuando esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: La muerte ha sido absorbida en la victoria.
55 ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?
56 El aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado, la ley.
57 ¡Gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo!
58 De modo que, hermanos míos queridos, manteneos firmes e inconmovibles. Entregaos siempre sin reservas a la obra del Señor, convencidos de que vuestro esfuerzo no será vano en el Señor.

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Introducción a I Corintios

1 CORINTIOS

La tradición canónica nos ha transmitido dos cartas de san Pablo a los Corintios, que son parte de la intensa relación epistolar que mantuvo el Apóstol con aquella comunidad. La 1 Cor fue escrita en Éfeso en torno al año 53. La presencia reiterada de la frase «acerca de» a partir de 1Co 7:1 (1Co 7:25; 1Co 8:1; 1Co 12:1) permite considerar al menos 1Co 7:1 - 1Co 14:40 como la respuesta del Apóstol a diversas cuestiones que le habían planteado por carta sus cristianos (véase 1Co 5:9-11). Frente a ello, los capítulos anteriores (1Co 1:10 - 1Co 6:20) están dedicados a problemas surgidos en Corinto, cuya noticia había llegado a oídos de san Pablo a través de terceros. A este mismo grupo pertenecería además el problema de la resurrección de los muertos, cuyo tratamiento habría dejado para el final de su escrito (1Co 15:1-57). Destacan en su contenido la presentación de la Iglesia como Cuerpo de Cristo y el himno al amor.

Fuente: Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

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Notas

I Corintios 15,1-58*15 El capítulo afronta la negación de la resurrección de los muertos por parte de algunos cristianos de Corinto. El discurso se desarrolla en tres momentos: 1Co 15:1-34 y 1Co 15:35-58.


I Corintios 15,35-49*15:35-49 Se plantea el modo de la resurrección o, más precisamente, el del cuerpo de los resucitados: jugando con sentidos posibles de la palabra cuerpo/carne, el Apóstol parte del mundo vegetal (1Co 15:36-38) y pasa luego al animal y al cósmico (1Co 15:39-41).