Hechos 19 Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011) | 41 versitos |
1 Mientras Apolo estaba en Corinto, Pablo atravesó la meseta y llegó a Éfeso. Allí encontró unos discípulos
2 y les preguntó: «¿Recibisteis el Espíritu Santo al aceptar la fe?». Contestaron: «Ni siquiera hemos oído hablar de un Espíritu Santo».
3 Él les dijo: «Entonces, ¿qué bautismo habéis recibido?». Respondieron: «El bautismo de Juan».
4 Pablo les dijo: «Juan bautizó con un bautismo de conversión, diciendo al pueblo que creyesen en el que iba a venir después de él, es decir, en Jesús».
5 Al oír esto, se bautizaron en el nombre del Señor Jesús;
6 cuando Pablo les impuso las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo, y se pusieron a hablar en lenguas extrañas y a profetizar.
7 Eran en total unos doce hombres.
8 Pablo fue a la sinagoga y durante tres meses hablaba con toda libertad del reino de Dios, dialogando con ellos y tratando de persuadirlos.
9 Como algunos se obstinaban en no creer, desacreditando el Camino ante la gente, Pablo rompió con ellos y se llevó a los discípulos; y discutía todos los días en la escuela de Tirano.
10 Esto duró dos años, y así todos los habitantes de Asia, lo mismo judíos que griegos, pudieron escuchar la palabra del Señor.
11 Dios hacía por medio de Pablo milagros no comunes,
12 hasta el punto que bastaba aplicar a los enfermos pañuelos o ropas que habían tocado su cuerpo para que se alejasen de ellos las enfermedades y saliesen los espíritus malos.
13 Algunos exorcistas judíos ambulantes intentaron también invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos, diciendo: «Os conjuro por Jesús, a quien Pablo predica».
14 Los que hacían esto eran siete hijos de un tal Esceva, sumo sacerdote judío.
15 Pero el espíritu malo les respondió, diciendo: «Conozco a Jesús y sé quién es Pablo, pero ¿quiénes sois vosotros?».
16 El hombre que tenía el espíritu malo se abalanzó sobre ellos y los dominó a todos, ejerciendo tal violencia sobre ellos que tuvieron que huir desnudos y malheridos de aquella casa.
17 Esto llegó a conocimiento de todos los habitantes de Éfeso, judíos y griegos, que quedaron sobrecogidos de temor. Y se proclamaba la grandeza del nombre del Señor Jesús.
18 Muchos de los que habían creído venían a confesar y declarar públicamente sus prácticas mágicas.
19 Bastantes de los que habían practicado la magia trajeron los libros y los quemaron delante de todos. Se calculó su valor y dio como resultado cincuenta mil monedas de plata.
20 Así iba creciendo poderosamente la palabra del Señor y ejercía su eficacia.
21 Después de estos hechos, Pablo se propuso ir a Jerusalén, pasando por Macedonia y Acaya. Decía: «Después de haber estado allí, tengo que visitar también Roma».
22 Envió a Macedonia a Timoteo y Erasto, dos de los que le asistían, mientras él se quedó algún tiempo en Asia.
23 ° En aquella ocasión se produjo un tumulto no pequeño a propósito del Camino.
24 Cierto platero, llamado Demetrio, proporcionaba a los orfebres ganancias no pequeñas labrando en plata templetes de Artemisa.
25 Reuniendo a estos y a los demás obreros del ramo, les dijo: «Compañeros, sabéis por experiencia que nuestro bienestar depende de este trabajo,
26 pero estáis viendo y oyendo que no solo en Éfeso, sino en casi toda Asia, ese Pablo ha seducido a mucha gente con sus persuasiones, diciéndoles que no son dioses los que se fabrican con las manos.
27 Y no solo se corre el peligro de que caiga en descrédito este ramo de la industria, en perjuicio nuestro, sino también de que sea tenido en nada el templo de la gran diosa Artemisa y llegue a derrumbarse la majestad de aquella a quien da culto toda Asia y todo el mundo».
28 Al oír esto, se enfurecieron y se pusieron a gritar, diciendo: «¡Grande es la Artemisa de los efesios!».
29 La ciudad se llenó de confusión y todos a una se dirigieron furiosos hacia el teatro, arrastrando consigo a Gayo y a Aristarco, macedonios, compañeros de viaje de Pablo.
30 Pablo quería entrar y presentarse ante el pueblo, pero los discípulos no lo dejaban.
31 Incluso algunos asiarcas, que eran amigos suyos, le mandaron recado rogándole que no fuese al teatro.
32 Mientras tanto, unos gritaban una cosa, otros otra, pues la asamblea era pura confusión y la mayoría no sabía para qué se habían reunido.
33 Algunos de entre la gente aleccionaron a Alejandro, a quien los judíos habían empujado al podio. Alejandro, pidiendo silencio con la mano, quería hacer una defensa ante el pueblo,
34 pero, cuando se dieron cuenta de que era judío, todos a una estuvieron gritando durante dos horas: «Es grande la Artemisa de los efesios».
35 Cuando el magistrado logró calmar a la gente, dijo a su vez: «Efesios, ¿hay algún hombre que no sepa que la ciudad de los efesios es la guardiana del templo de la gran Artemisa y de la estatua caída del cielo?
36 Ya que esto es indiscutible, es menester que os calméis y no obréis precipitadamente,
37 pues habéis traído aquí a estos hombres que ni son sacrílegos ni blasfeman contra nuestra diosa.
38 Por tanto, si Demetrio y los orfebres que lo acompañan tienen alguna querella contra alguien, hay audiencias públicas y hay procónsules; que presenten allí sus acusaciones recíprocas.
39 Y si tenéis alguna otra demanda que hacer, se resolverá en la asamblea legal.
40 Porque, además, corremos el peligro de ser acusados de sedición por lo que ha ocurrido hoy, no existiendo motivo alguno que nos permita justificar este alboroto».
41 (40b) Y, después de decir esto, disolvió la asamblea.

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Introducción a Hechos

HECHOS DE LOS APÓSTOLES

La tradición ha atribuido esta obra a san Lucas, que la habría escrito en el último tercio del siglo i d.C., dirigiéndola a cristianos de origen paulino situados en regiones griegas, tal vez en los entornos de Éfeso. Existe una estrecha relación entre los evangelios (proclamación de Jesucristo) y los Hechos que contienen el cumplimiento de la promesa del envío del Espíritu Santo, el nacimiento de la Iglesia y su expansión hasta el confín de la tierra. El libro es, pues, de alguna manera el cumplimiento del mandato misionero que traen los cuatro evangelios (Mat 28:16-20; Mar 16:15 s; Luc 24:47; Jua 17:17; Jua 20:21), pero especialmente el de san Lucas, del que constituye el segundo libro; de hecho, lo mismo que en Lc, el mandato misionero de Jesús se expresa en términos de testimonio sobre él por parte de los discípulos (Hch 1:8). Los Hechos tienen dos grandes partes, dedicadas respectivamente al testimonio de la Iglesia de Jerusalén con los Doce (Hch 1:1-26 - Hch 12:1-25) y al testimonio de Pablo hasta el confín de la tierra (Hch 13:1-52 - Hch 28:1-31). San Lucas continúa aquí la presentación teológica del camino profético y salvador comenzado en el evangelio, destacando especialmente cómo este camino, programado y dirigido por Dios Padre y recorrido en su ministerio terreno por Jesús, es continuado actualmente por Cristo glorioso a través de su Espíritu y por medio del testimonio profético de la Iglesia.

Fuente: Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

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Notas

Hechos 19,1-41*13-28 La segunda parte del libro narra cómo el Evangelio llega hasta el confín de la tierra, con lo que se cumple el mandato del Señor referido en Hch 1:8. El gran protagonista será Pablo, que, en sus viajes, da testimonio de Jesús en el mundo grecorromano.


Hechos 19,1-22*15:36-19:22 Segunda sección de la segunda parte del libro, que relata un largo periplo misionero, con diversas etapas y en el que Pablo evangelizó las ciudades griegas más importantes. La primera unidad (Hch 15:36-41; Hch 16:1-40; Hch 17:1-34; Hch 18:1-22) narra la evangelización de las ciudades importantes de Macedonia y Acaya: Filipos, Tesalónica, Atenas y Corinto; es lo que se conoce como segundo viaje de Pablo.
Hechos 19,23-41*19:23-28:31 La tercera sección de la segunda parte de Hechos narra el viaje de Pablo a Jerusalén y a Roma, como prisionero y testigo de Cristo; consta de cuatro bloques: viaje a Jerusalén por Macedonia y Acaya (Hch 19:23-41; Hch 20:1-38; Hch 21:1-26); prisión y testimonio en Jerusalén ante los judíos (Hch 21:27-40; Hch 22:1-30; Hch 23:1-35; Hch 24:1-27); prisión y testimonio en Cesarea ante gobernadores y reyes (Hch 25:1-27; Hch 26:1-32); viaje a Roma y testimonio en dicha ciudad (Hch 27:1-44; Hch 28:1-31).