Deuteronomio  5 Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011) | 33 versitos |
1 ° Moisés convocó a todo Israel y les dijo: «Escucha, Israel, los mandatos y decretos que yo os proclamo hoy. Aprendedlos y observadlos para cumplirlos.
2 El Señor nuestro Dios concertó con nosotros una alianza en el Horeb.
3 No concertó el Señor esta alianza con nuestros padres, sino con nosotros, con todos los que estamos vivos hoy, aquí.
4 Cara a cara habló el Señor con vosotros en la montaña, desde el fuego.
5 Yo estaba en aquel momento entre el Señor y vosotros para comunicaros la palabra del Señor, porque tuvisteis miedo del fuego y no subisteis a la montaña. Él dijo:
6 “Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud.
7 No tendrás otros dioses frente a mí.
8 No te fabricarás ídolos, ni figura alguna de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra o en el agua debajo de la tierra.
9 No te postrarás ante ellos ni les darás culto, porque yo, el Señor, tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la culpa de los padres en los hijos hasta la tercera y la cuarta generación de los que me odian,
10 pero tengo misericordia por mil generaciones de los que me aman y observan mis preceptos.
11 No pronunciarás el nombre del Señor, tu Dios, en falso, porque no dejará impune el Señor a quien pronuncie su nombre en falso.
12 Observa el día del sábado, para santificarlo, como el Señor, tu Dios, te ha mandado.
13 Durante seis días trabajarás y harás todas tus tareas,
14 pero el día séptimo es día de descanso, consagrado al Señor, tu Dios. No harás trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu buey, ni tu asno, ni tu ganado, ni el emigrante que reside en tus ciudades, para que descansen, como tú, tu esclavo y tu esclava.
15 Recuerda que fuiste esclavo en la tierra de Egipto y que el Señor, tu Dios, te sacó de allí con mano fuerte y con brazo extendido. Por eso te manda el Señor, tu Dios, guardar el día del sábado.
16 Honra a tu padre y a tu madre, como el Señor, tu Dios, te ha mandado, para que se prolonguen tus días y te vaya bien en la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar.
17 No matarás.
18 No cometerás adulterio.
19 No robarás.
20 No darás testimonio falso contra tu prójimo.
21 No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni desearás la casa de tu prójimo, su campo, su esclavo o su esclava, su buey o su asno, ni nada que sea de tu prójimo”.
22 Estas son las palabras que proclamó el Señor con voz potente a toda vuestra asamblea, en la montaña, desde el fuego, la nube y la niebla. Y, sin añadir más, las escribió en dos tablas de piedra y me las entregó.
23 Cuando oísteis la voz que salía de la tiniebla, mientras ardía la montaña, os acercasteis a mí todos vuestros jefes de tribu y vuestros ancianos,
24 y me dijisteis: “El Señor, nuestro Dios, nos ha mostrado su gloria y su grandeza, y hemos oído su voz que salía del fuego. Hoy hemos visto que puede Dios hablar al hombre y seguir este con vida.
25 Mas ahora ¿por qué hemos de morir?, pues este gran fuego podría devorarnos. Si seguimos oyendo la voz del Señor, nuestro Dios, moriremos.
26 Porque ¿quién es el mortal que ha oído la voz del Dios vivo, hablando desde el fuego, y ha sobrevivido?
27 Acércate tú y escucha todo lo que diga el Señor, nuestro Dios, y luego nos dirás todo lo que el Señor, nuestro Dios, te ha comunicado y nosotros lo escucharemos y lo cumpliremos”.
28 El Señor oyó vuestro vocerío, mientras me hablabais, y me dijo: “He oído el vocerío de este pueblo, lo que te han dicho. Está bien todo lo que te han dicho.
29 Ojalá conservaran ese mismo corazón, temiéndome y observando cada día todos mis mandamientos, para que les fuera bien a ellos y a sus hijos por siempre.
30 Ve y diles: Volveos a vuestras tiendas.
31 Tú, sin embargo, quédate aquí conmigo y te comunicaré todos los preceptos, los mandatos y decretos que has de enseñarles y ellos han de cumplir en la tierra que les voy a dar para que la tomen en posesión”.
32 Debéis observar y cumplir lo que os mandó el Señor, vuestro Dios; no os apartéis a derecha ni a izquierda.
33 Seguid siempre el camino que os mandó el Señor, vuestro Dios, para que viváis, os vaya bien y se prolonguen vuestros días en la tierra de la que vais a tomar posesión.

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Introducción a Deuteronomio 

DEUTERONOMIO

Deuteronomio significa «segunda ley» (deuteros-nomos). En realidad, se trata de las palabras que Moisés dirige a los israelitas en los umbrales de la tierra prometida. El Señor es presentado ante todo, como el Dios de Israel, y este como el pueblo de Dios. Así reza la fórmula central de la alianza (Deu 26:17-19). La lealtad debe ser la actitud fundamental de los israelitas hacia su Señor; su amor a él ha de ser uno y único, como uno y único es el mismo Señor (Deu 6:4 s). Esta unión del pueblo con el Señor implica el vínculo de los distintos miembros del pueblo entre sí. La reforma deuteronómica apuesta por una sociedad solidaria, igualitaria y sin pobres, por «un pueblo de hermanos», unidos en torno a su Dios.

Un lugar destacado lo ocupa la ley, que es un don de Dios a su pueblo, para que viva dignamente y en libertad en la tierra que el Señor le ha dado (véase Deu 6:20-25). Esta ley, no se ha de considerar como una imposición, sino como un camino de vida. En cuanto tarea a cumplir, la ley de Dios salvaguarda la vida libre en la tierra prometida. Traspasarla compromete no solo la libertad del pueblo, sino también su misma posesión de la tierra. Del cumplimiento de la ley depende la vida y la bendición de Israel (Deu 28:1-15; Deu 30:15-20).

Fuente: Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

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Notas

Deuteronomio  5,1-33*4:44-28:68 El segundo discurso se asemeja, por su estructura, a algunos códigos legales del antiguo Oriente Próximo. El Código de Hammurabi consta de un prólogo, una amplia colección de leyes y un epílogo (con bendiciones y maldiciones), equiparables en líneas generales a las tres secciones de este discurso.


Deuteronomio  5,1-21*5:1-21 Hacer alianza con el Señor significa entrar en comunión con él y participar de su misma vida. El objetivo primario del decálogo consiste en salvaguardar la vida y mantener la libertad. Los mandamientos son cauces de vida y libertad. Detrás de cada uno de ellos se esconden valores fundamentales, como el amor y la fidelidad a Dios, la vida, la propiedad, el honor debido a los padres, el matrimonio, la verdad. El éxodo, como acto salvífico por excelencia, fundamenta e ilumina todo el decálogo (Deu 5:6). Israel debe observar los mandamientos porque el Señor lo ha liberado de la tierra de Egipto.