I EPÍSTOLA DE SAN JUAN

EL AUTOR. — El autor de la Epístola no es otro que el autor del cuarto Evangelio. Aun cuando la tradición no lo afirmara, bastaba la crítica interna para convencerle plenamente. La identidad de pensamiento y de estilo - y se trata del pensamiento y del estilo de Juan, inimitables - delatan la mano del autor. OCASIÓN Y OBJETO. — Entre los discípulos de Cristo habían comenzado a surgir los anticristos. El principal de ellos era Cerinto, que rebajaba torpemente la persona del Salvador. Imaginando que el Cristo era un ser superior, un eón, enseñaba que se unió a él en el bautismo de Juan, pero que le desamparó en la cruz; admitía que Cristo había venido en agua, pero no en sangre. Contra esas novelerías blasfemas alza su voz el apóstol para afirmar que «éste es el que vino por agua y sangre, Jesús Mesías: y Mesías no en el agua solamente, sino en el agua y en la sangre» 5:6): Mesías en el bautismo y Mesías en la cruz. Y también Hijo de Dios. Naturalmente, a la heterodoxia de la doctrina seguía el desarreglo de las costumbres. Por esto el apóstol, además de volver por los fueros de la verdad y de la tradición apostólica (2:24; 3:11), inculca el apartamiento del mundo y la observancia de los mandamientos, singularmente del gran mandamiento, antiguo y nuevo, del amor. CARÁCTER. — La Epístola, que apenas tiene la forma de carta ordinaria, es más bien un mensaje y un testimonio. Y al transmitir este mensaje, Juan se remonta a las supremas categorías de la verdad, de la vida y del amor. No menos que la verdad, el amor es luz. Dios es luz, y luz también su revelación y sus mandamientos; y quien los observa está en la luz y camina en la luz. A la alteza trascendente del pensamiento responde la luminosa diafanidad de la palabra. Reaparecen en la Epístola aquellas repeticiones rítmicas y orientadoras del Evangelio y aquellas ondulaciones concéntricas y harmónicas. Y todo esto en un lenguaje sereno, plácido, sugestivo, maravilla literaria, sólo superada por la palabra del Maestro.