INTRODUCCIÓN


Los libros de las Crónicas ofrecen la historia de Israel, desde la creación del mundo, hasta la época del exilio. Se trata, por tanto, de una nueva versión o interpretación de una historia ya contada y conocida (Pentateuco e Historia Deuteronomista), a la que el autor recurre con frecuencia, citándola expresamente o simplemente aludiéndola. Como en el caso de los evangelios sinópticos, no se trata de una obra complementaria de las ya existentes, sino de una obra distinta, independiente y, en cierto sentido, paralela a la Historia Deuteronomista.


En la Biblia hebrea estos libros formaban una sola obra, llamada dibrey hayyamim, que puede traducirse como “palabras (o hechos) de los días”, o simplemente como “anales”, y cerraba (por detrás incluso de Esdras y Nehemías) la tercera parte del canon hebreo, denominada los (otros) Escritos, después de la Ley y los Profetas. La división en dos libros y su ubicación tras los anteriores libros históricos (Jos, Jue, y 1-2 Sm y 1-2 Re) y delante de Esdras-Nehemías se atribuye a la influencia de la versión griega de los LXX, que titularon la obra Paraleipómenon, es decir, “(libros de) las cosas omitidas”; con ello la interpretaban como un complemento a la Historia Deuteronomista. Atendiendo al contenido, Jerónimo, el traductor de la Vulagata, denominó a estos libros Crónica completa de la historia divina, de donde procede el nombre actual.


1. Autor, datación y finalidad de Crónicas


De la solución que se dé al problema de la relación entre Crónicas y Esdras-Nehemías, dependerán en buena medida las respuestas a las cuestiones clásicas del autor, fecha y finalidad de la obra.


a) El autor de Crónicas


Resulta difícil identificar al anónimo autor conocido como el Cronista. En la tradición judía (Talmud), la obra se atribuía a Esdras. Sin embargo, y aunque tal hipótesis explicaría de forma satisfactoria la relación entre Crónicas y Esdras-Nehemías, la atribución no es probable. Otros autores, basándose en el relieve que la obra concede a los levitas y a su función al servicio del Templo y de la comunidad postexílica, han sugerido la hipótesis de un miembro del grupo de los levitas encargados del canto en el Templo o un representante de la clase sacerdotal, especialmente comprometida en la ardua empresa de la restauración.


b) Datación y finalidad de Crónicas


A la vista de la datación que los investigadores y comentaristas de Crónicas han propuesto, la obra se escribió no antes del año 515 ni después del 250 a. C. Tres tipos de hipótesis se barajan al respecto.


— Quienes defienden la hipótesis de un solo autor para la obra conjunta de Crónicas-Esdras-Nehemías apuntan a una fecha posterior a la misión de Esdras (398 a. C.), es decir, en la primera mitad del siglo IV. La obra tendría como finalidad alentar y consolidar a la comunidad judía postexílica, organizada en torno al Templo de Jerusalén, y reforzar la autoridad de Esdras y Nehemías, para garantizar la eficacia de sus respectivas misiones.


— Quienes separan Crónicas de Esdras-Nehemías datan la obra tras los trabajos de reconstrucción del Templo, concluidos en torno al año 515 a. C. Para estos estudiosos, la intención del autor sería presentar el Templo de Jerusalén como el único Templo legítimo de Yahvé, en el que en tiempos de Salomón se realizó plenamente la unidad del antiguo Israel y que ahora se ha de convertir de nuevo en vínculo de unidad, incluso para los habitantes del antiguo Reino del Norte. Esto supondría una situación en que las relaciones entre judíos y samaritanos no habían derivado aún en hostilidad y ruptura.


— Un tercer grupo contempla el conjunto de Crónicas-Esdras-Nehemías como el resultado de un proceso en varias etapas: la primera edición de la obra se situaría en torno al 515 a. C.; la segunda, que incluye también la mayor parte de los relatos de Esdras, se situaría entre los años 400-375 a. C.; la tercera, que incorpora las listas genealógicas de 1Cr 1:1-541Cr 9:1-44 y las memorias de Nehemías, dataría de los años 350-300 a. C. La finalidad de cada edición también sería distinta: legitimación del “Segundo Templo” para la primera edición; legitimación de la autoridad de Esdras como legislador e intérprete de la Torá para la segunda, y consolidación de la comunidad judía frente a las hostilidades de los vecinos y las tensiones con los samaritanos, para la tercera; en esta última se agudiza la actitud negativa hacia el antiguo Reino del Norte y se refuerza el nacionalismo judío por medio de las disposiciones sobre los “matrimonios mixtos”.


2. Características literarias de Crónicas


En una primera lectura, el rasgo que más llama la atención en los libros de Crónicas es su repetición casi literal de buena parte del material contenido en los libros de Samuel y Reyes. Sin embargo, la atenta consideración de las fuentes citadas por el autor, las formas literarias utilizadas y su personal procedimiento de composición nos descubren una obra bastante compleja, literariamente bien elaborada y con personalidad propia.


a) Las fuentes de Crónicas


Es un dato incuestionable que la fuente más importante del Cronista son los libros de Samuel-Reyes, en una versión ligeramente diferente a la del TM de la Biblia hebrea o a la de los principales manuscritos de los LXX. La mayoría de las variantes tienen su origen en el mismo Cronista que las somete a un proceso de selección, eliminación o transformación.


Respecto al resto de sus fuentes, la confusión es mucho mayor. El Cronista cita explícitamente otras fuentes históricas no canónicas y una amplia lista de fuentes proféticas, pero es muy probable que estas citas sean un recurso redaccional empleado por el autor. Parece claro que el Cronista (o algún redactor posterior) utilizó listas genealógicas sacerdotales y levíticas (inspiradas en los materiales del Pentateuco, pero de origen diverso). Un segundo tipo de materiales puede proceder de listas administrativas o militares (como las encontradas en 1Cr 11:1-471Cr 12:1-40). También aquí es preciso contar con la aportación personal del autor que, a partir de distintas tradiciones del AT y de sus propios principios teológicos, ha logrado componer su historia con indudable maestría literaria.


b) Formas literarias de Crónicas


En el conjunto de materiales que forman los libros de las Crónicas se destacan cuatro tipos de formas literarias:


— Genealogías, como las encontradas, sobre todo, en 1Cr 1:1-541Cr 8:1-40, a través de las cuales el autor condensa y resume la historia anterior a la monarquía.


— Listas de funcionarios y censos de población, como los que aparecen en 1Cr 9:3-23; 1Cr 11:10-47; 1Cr 12:1-40; y la mayor parte de la sección 1Cr 23:1-321Cr 27:1-34.


— Extractos de los libros de Samuel-Reyes y Salmos, que ocupan casi la mitad de 1-2 Crónicas.


— Discursos, exhortaciones y plegarias que aparecen en boca de los distintos personajes (Dios, reyes, profetas, etc.) o como inserciones redaccionales anónimas del propio autor. En ocasiones parece imitar el oráculo profético de juicio y condena; otras veces se aproxima a la predicación (o catequesis) levítica. Aunque buena parte de estos materiales podrían proceder de fuentes no identificadas, lo más probable es que el Cronista mismo sea el último responsable del contenido de estos discursos, exhortaciones y plegarias, a través de los cuales logra dar autoridad profética, real y religiosa a las instituciones y concepciones más estimadas.


c) Procedimientos de composición del Cronista


Como ya se ha dicho, el Cronista no se limita a copiar literalmente y a ensamblar sin más unas fuentes anteriores, sino que reelabora personalmente todo ese material previo construyendo una obra distinta, independiente y, hasta cierto punto, original. Para llegar a esta verdadera “recreación” el autor ha utilizado un procedimiento o método redaccional, consistente en cuatro técnicas, que podemos definir como selección, eliminación, modificación y adición.


— Selección: En su utilización de las fuentes, especialmente de los libros Samuel-Reyes, el autor no incluye indiscriminadamente todos sus contenidos, sino que selecciona aquellos textos, episodios o fragmentos que mejor se adaptan a sus intereses. Una vez hecha la selección, el autor cita bastante literalmente sus fuentes.


— Eliminación: Tan significativo como lo que selecciona es lo que el autor elimina. Generalmente se trata de materiales y contenidos irrelevantes para su objetivo final, entre los que cabe destacar: la historia de Saúl, los episodios menos edificantes de los reinados de David (relaciones con Saúl y sus descendientes, adulterio con Betsabé y asesinato de Urías, rebelión de Absalón, intrigas familiares, ancianidad y últimos encargos de venganza) y de Salomón (intrigas sucesorias, rebeliones, pérdida de territorios y prácticas idolátricas), toda la historia del Reino del Norte tras su separación de Judá, y muchos de los episodios político-militares de los reyes de Judá. Sin embargo, estas eliminaciones no implican parcialidad, ya que el autor reconoce y cita las fuentes utilizadas y a ellas remite a sus lectores, para todo lo que silencia.


— Modificación: Con frecuencia el Cronista introduce significativas modificaciones, sean breves o más amplias, para justificar sus pretensiones o resaltar algún aspecto de su teología. Es el caso del episodio del censo (1Cr 21:1-30), la sucesión de Salomón (1Cr 28:1-211Cr 29:1-30), la construcción del Templo (2Cr 3:1-172Cr 7:1-22) y no pocos datos de los juicios deuteronomistas sobre los reyes de Judá. A este respecto, son particularmente significativos los retoques y modificaciones que el Cronista introduce en las historias de los reyes de Judá, para demostrar el cumplimiento infalible de la doctrina de la retribución.


— Adición: La aportación personal del Cronista se pone de manifiesto en los abundantes añadidos que introduce en su obra, generalmente en forma de discursos, exhortaciones y plegarias. Estas adiciones son el mejor exponente de las intenciones del autor y de su teología de la historia. Entre otras muchas, cabe destacar: la sección sobre la organización davídica del culto y del clero (1Cr 23:1-321Cr 27:1-34), el reinado de Abías (2Cr 13:1-22), parte del reinado de Josafat (2Cr 17:1-19; 2Cr 20:1-37), las reformas religiosas de Asá y Joás (2Cr 15:1-19; 2Cr 24:1-27), la actividad reformadora de Ezequías (2Cr 29:1-362Cr 31:1-21) y la Pascua celebrada por Josías (2Cr 35:1-27).


d) Género literario


Tanto el análisis de las fuentes y formas literarias, como la aproximación a los procedimientos de composición nos revelan materiales, contenidos y recursos propios del género literario histórico, no exentos de elementos teológicos. Ambos rasgos, el histórico y el teológico, así como buena parte del contenido común, aproximan la historia cronística a la deuteronomística. Sin embargo, hay otros rasgos en que ambas divergen sensiblemente, como son el carácter de historia ejemplar de Crónicas y, sobre todo, su implícita intención reinterpretativa. Efectivamente, el mero hecho de retomar y rescribir una historia ya conocida y escrita muestra a las claras la amplia noción que del género histórico se tenía en la antigüedad y, más concretamente, en la época del judaísmo postexílico. Estamos, pues, ante una original propuesta de reinterpretación de la historia que, sin anular anteriores versiones e interpretaciones, busca ofrecer a una generación distinta nuevas luces y respuestas basadas en la rica, amplia y significativa historia común de Israel.


e) División y contenido de Crónicas


Los materiales utilizados, la combinación de diversas formas literarias y la habilidad redaccional del autor dan como resultado un conjunto estructurado en cuatro grandes partes:


I. — GENEALOGÍAS (1Cr 1:1-541Cr 9:1-44)


- De Adán a Israel (1Cr 1:1-54


- Judá y David (1Cr 2:11Cr 4:23)


- Otras tribus (1Cr 4:241Cr 5:26)


- Genealogías levíticas (1Cr 6:11Cr 6:81)


- Restantes tribus (1Cr 7:11Cr 9:44)


II. — REINADO DE DAVID (1Cr 10:1-141Cr 29:1-30)


- Muerte de Saúl (1Cr 10:1-14)


- David, rey de Jerusalén (1Cr 11:11Cr 12:40)


- Traslado del Arca (1Cr 13:1-141Cr 17:1-27)


- Las guerras de David (1Cr 18:1-171Cr 20:1-8)


- El proyecto del Templo (1Cr 21:1-301Cr 29:1-30)


III. — REINADO DE SALOMÓN (2Cr 1:1-172Cr 9:1-31)


- Comienzos de reinado (2Cr 1:1-17)


- Construcción y dedicación del Templo (2Cr 2:12Cr 8:1)


- Resto del reinado de Salomón (2Cr 8:22Cr 9:31)


IV. — HISTORIA DEL REINO DE JUDÁ (2Cr 10:1-192Cr 36:1-23)


- La división de reino (2Cr 10:1-192Cr 13:1-22)


- Reinados de Asá y Josafat (2Cr 14:2-152Cr 20:1-37)


- De Jorán a Ajaz (2Cr 21:1-202Cr 28:1-27)


- Reinado de Ezequías (2Cr 29:1-362Cr 32:1-33)


- Últimos reyes de Judá (2Cr 33:1-252Cr 36:1-23)


3. Perspectivas teológicas de la Historia Cronística


Entre las claves teológicas más determinantes en la Historia Cronística destacamos: la centralidad del Templo, la idealización de David y Salomón, la función de los levitas, la unidad del pueblo y la concepción de la retribución.


a) La centralidad del Templo


El Templo ocupa un lugar central y preeminente en Crónicas, superando con creces la importancia que se le otorga en la Historia Deuteronomista (y en 1 — 2 Reyes, en particular). Mientras que en 2 Sm sólo encontrábamos dos breves alusiones a la relación de David con el Templo, en la sección de 1Cr 12:1-401Cr 29:1-30, dedicada al reinado de David, la mayor parte del relato está relacionado con el Templo y el culto, hasta tal punto que el mismo David aparece como el autor del proyecto, el ejecutor de todos los preparativos de su construcción (incluidos los planos, los materiales y los objetos del culto) y el organizador del personal adscrito al Templo y de todos los servicios del mismo, de forma que Salomón sólo tendrá que limitarse a cumplir a la letra todo lo dictado y previsto por su padre. En virtud de la centralidad del Templo, tanto Salomón como algunos reyes que llevaron a cabo reformas en él, reciben del Cronista un juicio positivo, distinto al juicio deuteronomista. El mismo “edicto de Ciro” (2Cr 36:22-23) parece proclamado en función de la reconstrucción del Templo. En el trasfondo de este interés por el Templo se advierte la concepción del Cronista sobre el “Segundo Templo”, como el verdadero factor de la unidad y estabilidad del pueblo, como el lugar central de toda la vida de la comunidad postexílica, como el ámbito privilegiado del encuentro con Dios en la tierra.


b) La idealización de David


En la reinterpretación de la historia pasada de Israel que el Cronista lleva a cabo en su obra, adquiere especial relieve tanto el establecimiento de la monarquía en Israel como, sobre todo, lo relacionado con los reinados de David y de Salomón. Mientras que otros acontecimientos decisivos de la historia, como el éxodo o la alianza del Sinaí, son pasados por alto o brevemente aludidos, los reinados de David y Salomón se convierten en el punto culminante de toda la historia: cuanto les precede está orientado a la idealización que el Cronista lleva a cabo de ambos personajes, al omitir todos los aspectos negativos de sus respectivas historias. Puesto que en la época del Cronista la monarquía había dejado de existir (y no había ningún indicio de su posible restauración), algunos autores han querido ver en esta idealización una clara evidencia de la ideología mesiánica del Cronista (consistente en una proyección hacia el futuro de lo realizado por David y Salomón en el pasado). Sin embargo, parece más probable que el interés del Cronista no tenga por objeto tanto la monarquía en sí misma, cuanto el designio de Dios para su pueblo, perfectamente realizado por David en el pasado.


c) La función de los levitas


También ocupa un lugar especialmente destacado en el conjunto de la obra cronística la institución de los levitas, que desempeñarían un papel decisivo en la conservación de las prácticas religiosas del período postexílico. Aunque se desconoce su origen, la Biblia los presenta como descendientes de Leví, tribu distinguida por Dios para desempeñar funciones cultuales. En el Israel premonárquico los levitas ejercieron funciones sacerdotales en algunos santuarios locales (ver Jue 17:1-13). Más tarde se ocuparon de la enseñanza de la ley de Moisés al pueblo (ver Deu 33:10) y una de sus ramas desempeñó funciones sacerdotales en el santuario central de Jerusalén, mientras el resto ejercía tareas subalternas en el culto o se dispersaba por el país. En la descripción del Cronista, los levitas llegan a adquirir una importancia progresiva, ampliando sus tareas al canto (ver 1Cr 9:26; Neh 8:7; Neh 8:9). Pero lo más sorprendente es la identificación que hace el Cronista de los levitas de su época con los profetas del antiguo Israel, llegando a definir la obligación principal de los levitas cantores, el canto cúltico como una actividad profética (ver 2Cr 25:5; 2Cr 29:25). De esta manera, la palabra de Dios, transmitida tradicionalmente por los profetas, también podía ser ahora comunicada por la música inspirada de la liturgia del Templo.


d) La unidad del pueblo


El Cronista pone especial empeño en demostrar la entusiasta y unánime participación de “todo Israel” en los acontecimientos producidos en los reinados de David y Salomón (traslado del Arca, conquista de Jerusalén, construcción del Templo). Es verdad que el Cronista contempla la división del reino a raíz de la muerte de Salomón como una ruptura del pueblo de Dios, y que ignora al Reino del Norte en cuanto entidad política; pero también se hace eco de una permanente llamada dirigida a la gente del Norte para adherirse a la unidad común que encuentra su centro en el culto de Jerusalén (como demuestra, por ejemplo, la invitación de Ezequías a las tribus del Norte para participar en la Pascua; ver 2Cr 30:1-27). Para la comunidad jerosolimitana de su tiempo el mensaje del Cronista tiene una doble vertiente: por un lado, hace ver que el mismo Dios que habló antiguamente a sus antepasados se dirige ahora a ellos; su Dios sigue siendo el Juez del mundo y, aunque la comunidad se sienta amenazada por grandes y poderosas naciones, no ha de temer, porque Dios sigue a su lado, como en el pasado (ver 2Cr 20:1-30). Pero, por otro lado, es también una advertencia contra cierto exclusivismo que amenazaba a la comunidad postexílica: a través de la historia de la monarquía, el Cronista quiere mostrar que el resto fiel no debe excluir a los demás (ver 2Cr 30:1 ss). En vez de mostrarse como un gueto, Jerusalén debe ser un imán que reúna al pueblo disgregado a causa de la división y del exilio (ver 2Cr 15:9).


e) La retribución


Los libros de Crónicas ofrecen una de las más elaboradas teorías de todo el AT sobre la teología de la retribución. Es precisamente en este tema donde encontramos las mayores diferencias entre el Cronista y sus fuentes de Samuel-Reyes. Según la Historia Deuteronomista, los pecados de cada rey (y de cada generación) tienen incidencia en sus sucesores (y en las generaciones posteriores). Por eso, los reyes del Norte sufren las consecuencias del “pecado de Jeroboán” y los del Sur se benefician del buen comportamiento de David. Igualmente, el castigo del exilio no es sólo consecuencia de los pecados del último o últimos reyes de Judá, sino el resultado de otras infidelidades anteriores acumuladas. El Cronista, en cambio, lleva el principio de retribución a la esfera individual y a sus últimas consecuencias: cada rey (y su pueblo con él) recibe durante su propio reinado la recompensa o el castigo de su fidelidad o infidelidad. Para demostrar la validez y eficacia de este principio de retribución, el Cronista introduce importantes modificaciones respecto a sus fuentes de Samuel-Reyes. Así, para explicar reinados cortos (como el de Ozías) o dilatados (como el de Manasés) apela a pecados o conversiones no contemplados en Reyes (comparar con los respectivos paralelos de 1-2 Re los siguientes textos: 2Cr 16:7-8; 2Cr 20:35-36; 2Cr 22:4-9; 2Cr 26:5; 2Cr 26:16; 2Cr 26:19; 2Cr 33:11-19). Aunque la estrechez y el mecanicismo de la teología de la retribución cronística pueda producirnos extrañeza y rechazo, no debemos olvidar la perspectiva del autor, profundamente interesado en provocar la respuesta responsable y fiel de su propia generación a la nueva llamada divina.


f) Teología de la historia


Los libros de las Crónicas nos ofrecen, pues, una visión de la historia concebida como “espacio de encuentro” y diálogo entre Dios y su pueblo. Encuentro y diálogo que hallan su más fiel expresión en la teología de la alianza y de la elección que la hace posible. Sin embargo, y a diferencia del Deuteronomista que da un papel predominante a la alianza sinaítica, el Cronista recapitula todas las alianzas en la davídica, del mismo modo que en David y su descendencia se concreta y realiza toda su teología de la elección, como se pone ya de manifiesto en la gran introducción genealógica de la obra. Sólo en la medida en que la comunidad postexílica se sienta “elegida” como genuina descendencia davídica y comprometida en su alianza con Dios, estará en condiciones de reconducir la historia presente a una plenitud similar a la de los tiempos de la monarquía davídico-salomónica.