INTRODUCCIÓN


1. Nombre, contenido y división


Los que hoy llamamos libros primero y segundo de los Reyes constituían en la Biblia Hebrea un único libro, integrado en la colección de los llamados Profetas Anteriores, tras Josué, Jueces y Samuel; tradicionalmente era atribuido al profeta Jeremías. La división en dos libros, como en el caso de Samuel, es artificial y tardía. Se remonta a la versión griega de los LXX, que reagrupó Samuel y Reyes en cuatro volúmenes titulados los Libros de los Reinos, de forma que 1-2 Re serían los libros 3º y 4º. La versión latina de la Vulgata respetó esta división con el título de Libro de los Reyes, mientras que las versiones modernas vuelven a la denominación original de Samuel y Reyes, aunque todavía mantienen las subdivisiones griega y latina, con lo que tenemos 1-2 Sm y 1-2 Re.


El contenido global de 1-2 Re abarca la historia de los reyes de Israel y de Judá desde la muerte de David (1Re 1:1-531Re 2:1-46) hasta el exilio de Babilonia (2Re 25:1-30); refiere, en concreto, los más importantes acontecimientos sucedidos en estos largos cuatrocientos años que van desde el 970 a. C. (aproximadamente) hasta el 561 a. C. Todo este amplísimo contenido se divide en tres partes claramente delimitadas:


I. — REINADO DE SALOMÓN (1Re 1:1-531Re 11:1-43)


- Salomón, sucesor de David (1Re 1:1-531Re 2:1-46)


- La sabiduría de Salomón (1Re 3:11Re 4:34)


- Las construcciones de Salomón (1Re 5:11Re 9:28)


- Fama y riqueza de Salomón (1Re 10:1-29)


- Ocaso y fin del reinado de Salomón (1Re 11:1-43)


II. — HISTORIA DE ISRAEL Y DE JUDÁ (1Re 12:1-332Re 17:1-41)


- División política y religiosa (1Re 12:1-331Re 13:1-34)


- Los dos reinos hasta Elías (1Re 14:1-311Re 16:1-34)


- Historia de Elías (1Re 17:1-242Re 1:1-18)


- Historia de Eliseo (2Re 2:1-252Re 8:1-29)


- Historia de Jehú (2Re 9:1-372Re 10:1-36)


- Historia de Joás (2Re 11:1-212Re 11:21-20)


- Los dos reinos hasta el fin de Israel (2Re 13:1-252Re 17:1-41)


III. — ÚLTIMOS REYES DE JUDÁ (2Re 18:1-372Re 25:1-30)


- Reinado de Ezequías (2Re 18:1-372Re 20:1-21)


- Reinados de Manasés y Amón (2Re 21:1-26)


- La reforma de Josías (2Re 22:12Re 23:30)


- Últimos reyes de Judá (2Re 23:312Re 25:30)


2. Características literarias


a) 1-2 Reyes y la Historia Deuteronomista


Conforme nos adentramos en la lectura de Reyes llaman nuestra atención una serie de rasgos peculiares, tanto en el aspecto literario (repetición constante de un esquema fijo en la presentación de los distintos reyes, fraseología muy similar a la del libro de Deuteronomio en determinados discursos y reflexiones, etc.), como en el ámbito teológico (afinidad con las ideas fundamentales del Dt, importancia del Templo como único santuario legítimo y descalificación sistemática de otros lugares de culto, papel relevante del Libro de la Ley, etc.). Todos estos datos (y otros no menos significativos) han llevado a formular la hipótesis de que 1-2 Re formaría también parte de la gran obra histórico-teológica que ha recibido el nombre de Historia Deuteronomista. (Ver Introducción a Jos, Jue y 1-2 Sm).


b) Las fuentes de los libros de los Reyes


La aportación deuteronomista a esta obra histórica es más redaccional que creativa. Pues, aunque los redactores deuteronomistas incorporaron materiales de cosecha propia, creados a propósito, es mucho mayor la cantidad de material que recogieron, seleccionaron e incluso transformaron a partir de otras fuentes y obras previamente existentes. El conjunto de todos los materiales y fuentes que conforman los libros de los Reyes puede catalogarse, a grandes rasgos, en los cuatro grupos siguientes:


1. Material redaccional deuteronomista. Generalmente es el más reciente y, por tanto, el más fácilmente identificable. Incluye todo lo que es creación y aportación propia de los redactores deuteronomistas, y generalmente se concreta en tres tipos de textos: los sumarios redaccionales, los discursos o reflexiones y las glosas o retoques deuteronomistas.


a) Los sumarios redaccionales enmarcan los informes de cada uno de los reyes de Israel y de Judá y están compuestos por datos de archivo y clichés deuteronomistas. Se diversifican en tres modelos y constan de los siguientes elementos (ver 1Re 14:21; 1Re 14:29-31; 1Re 15:1; 1Re 8:9-11; 1Re 8:23-24):


— Sumario introductorio: que incluye el nombre del rey y el de su padre; el inicio del reinado, sincronizado con el año del reinado del rey vecino; la edad del rey al inicio del reinado (sólo en Judá) y duración del mismo; y el nombre de la madre (sólo en Judá).


— Juicio religioso deuteronomista: absolutamente negativo para los reyes de Israel (con acusada gravedad en Jeroboán I y Ajab) y más variado para los reyes de Judá (absolutamente positivo para Ezequías y Josías; positivo con reparos para otros seis reyes, y negativo para el resto).


— Sumario conclusivo que incluye: la mención de algún hecho relevante del reinado en cuestión; la cita de las fuentes para ampliación de datos; muerte y lugar de la sepultura; el nombre del sucesor.


b) Los discursos o reflexiones deuteronomistas están puestos en boca de algún protagonista o expresados impersonalmente por el redactor anónimo. Suelen aparecer en momentos culminantes de la historia (1Re 8:1-66; 2Re 17:7-23) y generalmente incluyen valoraciones generales y visiones de conjunto de esta historia, formulados a la luz de los principios básicos del Deuteronomio.


c) Las glosas y retoques deuteronomistas constituyen generalmente breves incisos donde los redactores introducen sus comentarios retrospectivos a acontecimientos que más tarde tendrán un significado determinante para los destinos de Israel y de Judá (1Re 13:2; 2Re 13:3-5; 2Re 14:6). Entre estas glosas destacan las llamadas fórmulas de cumplimiento, muy abundantes en los libros de los Reyes.


2. Fuentes históricas oficiales. Entre el material previo a la redacción deuteronomista, destacan tres fuentes históricas citadas explícitamente en los libros de los Reyes: el libro de la Historia de Salomón (1Re 11:41), el libro de los Anales de los reyes de Israel (1Re 14:19) y el libro de los Anales de los reyes de Judá (1Re 14:29). De ellas extrajeron los datos concretos relativos al reinado de cada uno de los reyes y algunos de los episodios más significativos para su propósito. Los eventuales lectores podrán completar su información sobre cada rey en las citadas fuentes.


3. Otras fuentes históricas. No todo el material previo que utilizaron los redactores procedía de fuentes oficiales. Determinados rasgos de composición, estilo y vocabulario permiten identificar otros conjuntos literarios independientes, entre los que cabe destacar:


— La Historia de la Sucesión: 1Re 1:1-531Re 2:1-46 constituye el desenlace final de la llamada historia de la sucesión al trono de David, actualmente repartida entre 2Sa 9:1-132Sa 20:1-26 y 1Re 1:1-531Re 2:1-46.


— Historia de Salomón: Además de los anales oficiales citados en 1Re 11:41, es posible identificar en la historia de este rey (1Re 3:1-281Re 11:1-43) una serie de relatos que magnifican su sabiduría, sus riquezas y su fama, y que hacen suponer la existencia de una obra (independiente de los anales y de origen sapiencial) escrita poco después de la muerte de Salomón.


— Crónica del Templo, de origen sacerdotal, identificable especialmente en la sección dedicada a la construcción del Templo (1Re 4:21-41Re 7:1-51) y en otras unidades que hablan de reformas y obras de restauración (2Re 11:21-20; 2Re 16:1-20; 2Re 22:1-202Re 23:1-37).


— Algunos relatos menores que, como las historias de Jehú (2Re 9:1-372Re 10:1-36) y de Joás (2Re 11:1-21), la historia de la división (1Re 12:1-331Re 14:1-31), o las guerras arameas de Ajab (1Re 20:1-43; 1Re 22:1-53), ofrecen características únicas y notablemente distintas del contexto general en que están insertas, lo que hace pensar en unidades previas independientes.


4. Fuentes proféticas. Una de las características más singulares de 1-2 Re es la existencia de amplias secciones literarias protagonizadas por distintos profetas. Además de los dos grandes ciclos de Elías (1Re 17:1-242Re 1:1-18) y Eliseo (2Re 2:1-252Re 8:1-29), encontramos otras secciones menores dedicadas a Ajías de Siló (1Re 11:1-43 y 1Re 14:1-31), a dos profetas anónimos de Judá y Betel (1Re 13:1-34), a Miqueas, hijo de Jimlá (1Re 22:1-53) e incluso a Isaías (2Re 18:1-372Re 20:1-21). Esta abundante presencia de material profético, unida a la profusa utilización de las fórmulas de cumplimiento, da a los libros de los Reyes y a toda la Historia Deuteronomista un marcado acento profético.


3. Los libros de los Reyes y la historia


Aunque la finalidad de los libros de los Reyes (como la de toda la Historia Deuteronomista, de la que forman parte) sea eminentemente teológica, la obra se presenta en principio como historia. No en vano los libros de los Reyes son el más importante documento bíblico para la reconstrucción histórica del período que va desde el reinado de Salomón hasta la destrucción de Jerusalén en el año 587 a. C.


a) Israel en el horizonte histórico internacional


Con los libros de los Reyes se produce un hecho nuevo: si en Josué, Jueces y 1-2 Sm sólo interesaba la historia particular de Israel, a partir de ahora la historia de los pueblos vecinos y de los grandes imperios entra a formar parte de la historia de Israel y, a la inversa, Israel es claramente citado en la historia de otros pueblos.


— Los grandes pueblos del Oriente Medio en los libros de los Reyes. Los libros de los Reyes son testigos de las campañas militares de los faraones Sisac (1Re 14:25-26), Tirhacá (2Re 19:9) y Necó II (2Re 23:29; 2Re 23:33-34); de las maniobras intrigantes egipcias contra los pujantes imperios asirio (2Re 17:4) y babilónico (2Re 23:34; 2Re 24:20); y del sometimiento final de Egipto a este último imperio (2Re 24:7). Son también testigos de la importancia del reino arameo de Damasco, que se convierte, bajo Benadad II y Jazael, en el principal enemigo de Israel y Judá, para derivar más tarde en aliado ocasional ante la amenaza del imperio asirio. Finalmente, son testigos directos y excepcionales de los avatares históricos protagonizados por los dos grandes imperios de la época: el imperio asirio y el babilónico con sus decisivas intervenciones en la historia de Israel.


— Israel y Judá en la Historia Universal. Israel y Judá a su vez, hacen acto de presencia en los anales, documentos y monumentos conmemorativos de los pueblos de la época. Así, la estela de Mesá, rey de Moab, alude al sometimiento de este pequeño reino vecino a Israel y a su posterior independencia. Los documentos egipcios confirman las expediciones de Sisac, Tirhacá y Necó. Los documentos asirios reseñan el prestigio de la casa de Omrí y la participación de Ajab de Israel en la batalla de Qarqar; los tributos de Jehú, Joás y Menajén (los dos primeros no constan en Reyes); la sustitución de Pecaj por Oseas en Israel, la destrucción de Samaría, la invasión de Senaquerib y los tributos que Asaradón y Asurbanipal impusieron a Manasés. Finalmente, los documentos babilónicos mencionan el primer ataque de Nabucodonosor a Jerusalén y la prisión de Jeconías en el palacio real de Babilonia.


b) La cronología de Reyes


Tres son los tipos de datos cronológicos que se manejan en los libros de los Reyes: cronología absoluta que computa la duración total de cada reinado; cronología relativa, que relaciona el año de entronización de cada rey con el año del reinado del rey vecino (1Re 15:1-2) y alusión a determinados acontecimientos de la historia universal bien fechados en otros anales (1Re 14:25; 2Re 15:19 ss; 2Re 16:5 ss; 2Re 17:6; 2Re 18:9 ss; 2Re 23:29 ss). También contamos con datos procedentes de la cronología extrabíblica (especialmente la asirio-babilónica) que nos permiten fijar una serie de fechas contrastadas como la batalla de Qarqar (835 a. C.) los tributos de Jehú a Salmanasar III (841 a. C.) y de Menajén a Teglatfalasar III (738 a. C.), la caída de Samaría (722 a. C.), la invasión de Senaquerib (701 a. C.), la batalla de Carquemis (605 a. C.) o la primera conquista de Jerusalén por parte del ejército babilónico (597 a. C.). Por lo demás, deben tenerse en cuenta ciertas peculiaridades de la cronología israelita, como la diferencia entre los sistemas de antedatación (contar el año de entronización de un rey como el primero de su reinado) y postdatación (contar ese primer año a partir del año nuevo siguiente), con la posibilidad de que en Israel y Judá no se haya seguido idéntico sistema; o el distinto comienzo del año, en primavera (calendario babilónico, usado también en Israel) u otoño (calendario usado en Judá hasta Josías); y la posibilidad de distintas corregencias (2Re 15:5 nos habla de una, pero debieron darse más casos). Pero más allá de todos estos datos, el problema cronológico de 1-2 Reyes sigue siendo complejo y de muy difícil solución. De hecho, aún no se ha llegado a adoptar con la suficiente unanimidad una cronología plenamente satisfactoria.


4. Perspectivas teológicas de los libros de los Reyes


Puesto que los libros de los Reyes forman parte de una obra más amplia — la llamada Historia Deuteronomista — , forzosamente han de compartir las perspectivas teológicas generales de dicha obra. Aquí nos ceñiremos una vez más a resaltar los rasgos más concretos y diferenciados que en el aspecto teológico aportan los libros de los Reyes. En virtud de la variedad de fuentes que convergen en Reyes, más que de una teología hay que hablar de varias teologías, todas ellas formuladas desde el preciso ángulo de enfoque de la Historia Deuteronomista y unidas por la finalidad y la orientación última que los redactores deuteronomistas dieron a su obra.


a) El exilio, referencia permanente de 1-2 Reyes


Si el exilio babilónico, con sus circunstancias desencadenantes, constituye el auténtico ángulo de enfoque de toda la Historia Deuteronomista, esta perspectiva se agudiza de manera especial en Reyes, hasta el punto de convertir el exilio en una de sus referencias más constantes, junto con la división de los Reinos. Es más, podría decirse que división y exilio son los dos polos de tensión en que se resuelve toda la obra. En cada una de las tres grandes partes de Reyes encontramos referencias al exilio en momentos decisivos. La plegaria de Salomón sobre el Templo alude a la remota posibilidad de exilio (1Re 8:46-51). La segunda parte concluye con la caída de Samaría y un primer exilio de los israelitas a Asiria (1Re 17:1-24). La tercera parte comienza con la invasión de Senaquerib (2Re 18:1-372Re 19:1-37) y la velada amenaza de repetir la suerte de los hermanos del Norte. Aunque Jerusalén se salvará milagrosamente, Ezequías habrá de escuchar el anuncio profético de la deportación babilónica (2Re 20:17-18), anuncio que se concretará en el reinado de Manasés (2Re 21:12-14) y que se cumplirá inexorablemente al final del libro (2Re 25:1-30).


b) Teología deuteronomista


Los criterios o principios teológicos a partir de los cuales los redactores revisan y juzgan la historia son los aportados por el Libro de la Ley (el núcleo de nuestro actual Deuteronomio) que en la reforma de Josías (2Re 22:1-202Re 23:1-37) adquiere un valor determinante. Los principios teológicos deuteronomistas más influyentes en los libros de los Reyes son:


— La centralidad de la alianza. Aunque también adquiere especial relevancia la alianza davídica o promesa dinástica (formulada en 2Sa 7:1-29), es la alianza sinaítica o mosaica la que ofrece el marco principal de las relaciones entre el Señor y el pueblo. Esta alianza aparece mencionada o aludida en momentos importantes de la obra (1Re 8:1-66; 2Re 11:17-18; 2Re 23:1-3) y es bilateral, por lo que al tiempo que garantiza promesas y bendiciones, exige como contrapartida unas obligaciones expresadas globalmente en forma de fidelidad y obediencia a los mandamientos y prescripciones, tanto para el pueblo como para sus reyes.


— Monoteísmo. La unicidad exclusiva de Dios se convierte en el primer y principal mandamiento deuteronómico (ver Deu 5:6-7), que excluye radicalmente cualquier tipo de culto o reconocimiento de otras divinidades. En virtud de esta profesión de monoteísmo, cualquier conato de idolatría será severamente condenado y pesará gravemente en el juicio deuteronomista sobre los reyes de Israel y de Judá.


— El Templo y la centralización del culto. Otro de los grandes ejes temáticos de 1-2 Re es la tensión entre el Templo de Jerusalén y los demás templos o santuarios, tanto yavistas como paganos. En el trasfondo de todo se adivina la ley del único santuario, que sólo entraría en vigor tras la reforma de Josías. A pesar del evidente anacronismo, los autores deuteronomistas aportan, con la aplicación de esta ley, un criterio sólido y objetivo en sus juicios religiosos sobre los reyes de Israel y de Judá.


— La respuesta del pueblo. Puesto que la alianza es bilateral, el pueblo debe ser absolutamente fiel a su único Dios y cumplir las exigencias del Libro de la Ley (Dt). Este principio convierte al pueblo en responsable último de su destino. Sin embargo, en 1-2 Re se observa un notable cambio de perspectiva respecto al resto de la Historia Deuteronomista. En los libros anteriores (especialmente en Jueces), la responsabilidad del castigo y la necesidad de la conversión incumbía a todo el pueblo; en 1-2 Re el mayor peso de la responsabilidad recae en los reyes, que son los que con sus actitudes y decisiones salvan o hacer pecar al pueblo.


c) Teología de la monarquía


Es bien sabido que en el conjunto de la obra deuteronomística parecen coexistir dos concepciones de la monarquía. Este hecho queda también patente en los libros de los Reyes, donde encontramos dos tratamientos bien diferentes de los reyes del Norte y del Sur. Mientras que el modelo de referencia de los reyes de Judá es siempre David, los reyes del Norte han de cargar con el pecado de Jeroboán, definido en términos casi exclusivamente religiosos. Finalmente, la suerte de ambos modelos es también diferente. Mientras que la monarquía del Reino del Norte desaparece definitivamente con su último rey, Oseas (2Re 17:1-6; 2Re 17:20-23), la dinastía davídica deja la puerta entreabierta al futuro con el indulto concedido a Jeconías (2Re 25:27-30).


d) Teología profética


La Historia Deuteronomista se suele definir como historia profética, en virtud del peso y la importancia que en ella tienen los profetas y por la utilización frecuente de las fórmulas de cumplimiento. Los libros de los Reyes corroboran tal afirmación, ya que incorporan mayor número de textos proféticos que el resto de la obra. Sólo aquí podemos encontrar amplios ciclos proféticos, como los de Elías (1Re 17:1-242Re 1:1-18) y Eliseo (2Re 1:1-182Re 8:1-29), y capítulos enteros o secciones parciales dedicados a frecuentes intervenciones proféticas. A través de sus anuncios, amenazantes muchas veces pero también de salvación, los profetas ejercen una acción bienhechora tanto entre el pueblo llano como entre los reyes e incluso en relación con los pueblos extranjeros, como muestran sobradamente los ciclos de Elías y Eliseo.


e) Teología de la historia


Los rasgos hasta ahora reseñados permiten a los autores deuteronomistas desarrollar una verdadera teología de la historia, original y armoniosa, que en los libros de los Reyes acentúa particularmente algunos elementos concretos:


- Dios impulsa, guía y conduce la historia, según su voluntad salvífica, de modo que ningún acontecimiento positivo o negativo escapa a su control o es debido a otras fuerzas ajenas. Y ejerce este control a través de su palabra, que anuncia y explica los acontecimientos, o a través de sus intervenciones, generalmente indirectas.


- La mediación fundamental de la intervención de Dios es la palabra divina, expresada en la ley de Moisés o formulada por los profetas. Pero hay también otros no menos importantes, como son el mismo pueblo de Israel, con sus dirigentes a la cabeza, y los demás pueblos que, cuando entran en escena, lo hacen impulsados por la voluntad de Dios o, al menos, con su consentimiento. En cualquier caso, los protagonistas humanos son siempre responsables de su historia, tanto en el caso de sanciones y castigos, como en las opciones y decisiones que desencadenan los acontecimientos.


- Finalmente, en los libros de los Reyes se pueden encontrar algunos elementos para elaborar una teología de la relación entre el Dios de Israel y los restantes pueblos. Puesto que Israel o Judá no viven su historia al margen de los tipos de relaciones, tampoco la historia y destino de estos escapan al control y guía divinos. Y, si bien la mayoría de las veces los pueblos son meros instrumentos de la intervención punitiva o salvífica de Dios para con su pueblo, también pueden llegar a ser destinatarios directos de las acciones divinas, como en el caso de la curación del sirio Naamán (2Re 5:1-27) y de las bendiciones concedidas a Tiro, Egipto o Asiria, convirtiéndose en testigos explícitos de su poder universal (ver 1Re 5:7; 1Re 10:9; 2Re 5:17).


f) Conclusión: entre la decepción y la esperanza


En los libros de los Reyes late la misma tensión que se aprecia en el conjunto de la obra deuteronomista entre castigo y conversión, o dicho en otros términos, entre decepción y esperanza.


Por un lado, el hecho mismo del exilio es la constatación de un fracaso, que exige un esfuerzo de reflexión: es preciso tomar conciencia de que la actual pérdida de la tierra y de los demás bienes concedidos por Dios en la historia es responsabilidad exclusiva del pueblo y de sus dirigentes que han desobedecido a su Dios e incumplido la alianza; el castigo era, por tanto, algo inevitable. Pero, a pesar de este clima palpable de fracaso y decepción, late también en los libros de los Reyes un mensaje positivo, que permite afrontar el incierto futuro con un mínimo de ilusión y esperanza. En primer lugar, porque toda la historia anterior no ha sido totalmente negativa, ya que ha conocido también grandes reinados, tiempos felices, momentos culminantes y cambios radicales. Además, no todo se ha perdido: aunque dividido entre la patria desolada y la diáspora, el pueblo sigue existiendo, siguen vigentes algunas promesas, Dios sigue hablando a través de sus profetas. En segundo lugar, tanto el indulto concedido a Jeconías, al final de la obra (2Re 25:27-30), como la posibilidad de la conversión desde el exilio, anunciada en la plegaria de Salomón (1Re 8:46-51), sustentan explícitamente una esperanza más que fundada: si el pueblo se vuelve (es decir, se convierte) a su Dios, Dios se volverá (es decir, perdonará) hacia su pueblo y hará que regrese a su tierra.