EPÍSTOLAS CATÓLICAS

Introducción
Las siete epístolas del NT no atribuidas a San Pablo fueron, por esta misma razón, reunidas muy pronto en una sola colección, a pesar de sus diferentes orígenes: una de Santiago, una de San Judas, dos de San Pedro, tres de San Juan. Su antiquísimo título de «católicas» procede sin duda de que la mayoría de ellas no van destinadas a comunidades o personas particulares, sino que se dirigen más bien a los cristianos en general.

Epístola de Santiago.
La epístola de Santiago sólo fue progresivamente aceptada en la Iglesia. Su canonicidad no parece haber planteado problemas en Egipto, donde Orígenes la cita como Escritura inspirada, pero Eusebio de Cesarea reconoce a comienzos del siglo IV que algunos la impugnan todavía. En las iglesias de lengua siríaca no llegó a ser introducida en el canon del NT más que a lo largo del siglo IV. En África la desconocen Tertuliano y Cipriano, y el catálogo de Mommsen (hacia el 360) no la contiene todavía. En Roma, no figura en el canon de Muratori, atribuido a San Hipólito (hacia el 200) y es muy dudoso que la hayan citado San Clemente de Roma y el autor del Pastor de Hermas (ver infra ). De manera que sólo hacia finales del siglo IV se impone en el conjunto de las iglesias de Oriente y Occidente.

Una vez que las iglesias aceptan la canonicidad de esta epístola, identifican por lo común a su autor con Santiago, el «hermano del Señor», Mar_6:3 ; Mat_13:55 p; ver Mat_12:46 +, que desempeñó un papel tan preeminente en la primera comunidad cristiana de Jerusalén, Hch_12:17 +; Hch_15:13-21 ; Hch_21:18-26 ; 1Co_15:7 ; Gál_1:19 ; Gál_2:9 , Gál_2:12 , y que recibió la corona del martirio a manos de los judíos hacia el año 62 (Josefo, Hegesipo). Este personaje es evidentemente distinto del apóstol Santiago, hijo de Zebedeo, Mat_10:2 p, a quien Herodes dio muerte en el 44, Hch_12:2 , pero sería posible identificarle con el otro apóstol del mismo nombre, hijo de Alfeo, Mat_10:3 p. Ya los antiguos vacilaban en este punto, y los modernos aún lo discuten, si bien inclinándose por la negativa. La expresión de Pablo en Gál_1:19 ha sido interpretada en los dos sentidos.

Por lo demás, el verdadero problema se sitúa en otro plano, mucho más profundo, como es la atribución misma de la epístola a Santiago, «el hermano del Señor». Y en efecto, esta atribución plantea sus dificultades. Si realmente había sido compuesta por esta personalidad de primer orden, no sería fácil comprender las dificultades que tuvo para imponerse en la Iglesia como Escritura canónica. Además fue escrita directamente en griego, con una elegancia, una riqueza de vocabulario y un sentido de la retórica (diatriba) bastante sorprendentes en un galileo. Sin duda Santiago pudo recibir la ayuda de un discípulo de esmerada cultura helénica, pero esto es una conjetura que no se puede probar. Finalmente, y sobre todo, la epístola presenta una afinidad muy notable con escritos cuya composición se sitúa a fines del siglo primero o a comienzos del segundo, especialmente con la primera carta de Clemente de Roma y el Pastor de Hermas. Se ha afirmado con frecuencia que estas dos obras habían utilizado ampliamente la epístola de Santiago; pero hoy en día se reconoce cada vez más que esas afinidades se explican por el uso de fuentes comunes y por el hecho de que los autores de estas diversas obras se enfrentaban con dificultades análogas. En consecuencia, numerosos autores sitúan hoy la composición de la epístola de Santiago hacia el final del siglo primero o incluso a comienzos del segundo. El carácter arcaico de su cristología podría explicarse, más que por la antigüedad de su redacción, por su posible procedencia de los medios judeocristianos, herederos del pensamiento de Santiago, el hermano del Señor, y cerrados al desarrollo de la teología cristiana primitiva.

Si a pesar de todo se insiste en mantener la autenticidad de la epístola, su composición deberá situarse antes del 62, fecha de la muerte de Santiago. Y en este caso son posibles dos hipótesis, según la posición que se adopte en cuanto a las relaciones entre St Ga/Rm a propósito del problema de la justificación por la fe (ver infra ). Para algunos autores, es Santiago el que inicia una polémica contra Pablo, o mejor, contra cristianos que deformaban la enseñanza de Pablo; en este caso, habría escrito su epístola poco antes de su muerte. Para otros, menos numerosos cada vez, sería Pablo quien habría querido combatir las ideas de Santiago, cuya epístola en tal caso habría sido compuesta por los años 45-50, y ello explicaría el carácter arcaico de su cristología. Lo que dejamos dicho más arriba da a entender que fecha tan antigua resulta poco probable.

Sea lo que fuere de su origen, este escrito quiere llegar a las «Doce tribus de la Dispersión», Stg_1:1 , que son, sin duda, los cristianos de origen judío dispersos en el mundo grecorromano, sobre todo en las regiones limítrofes de Palestina, como Siria y Egipto. Que estos destinatarios sean convertidos del Judaísmo lo confirma el cuerpo de la carta. El uso constante que el autor hace de la Biblia supone que ésta les es familiar, sobre todo porque procede preferentemente por reminiscencias espontáneas y alusiones implícitas que por doquier se traslucen, y no en forma de argumentación partiendo de citas explícitas (como Pablo, por ejemplo, o el autor de la epístola a los Hebreos). Se inspira particularmente en la literatura sapiencial para deducir de ella lecciones de moral práctica. Pero también depende profundamente de las enseñanzas del Evangelio, y su escrito no es puramente judío como a veces se ha afirmado. Por el contrario, constantemente se encuentran en él el pensamiento y las expresiones preferidas de Jesús, y esta vez también menos por el procedimiento de citas expresas tomadas de una tradición escrita que por la utilización de una tradición oral viva. En una palabra, se trata de un sabio judeocristiano que reconsidera de manera original las máximas de la sabiduría judía en función del pleno cumplimiento que habían hallado en labios del Maestro. Su perspectiva cristiana se aprecia sobre todo en el marco apocalíptico en que sitúa sus enseñanzas morales. Estas enseñanzas demuestran también su afinidad sobre todo con el evangelio judeocristiano de Mateo.

Su escrito no se ajusta fácilmente a las características del estilo epistolar. Más bien parece una homilía, muestra de aquella catequesis que sin duda estuvo en uso en las asambleas judeocristianas de su tiempo. Hay en él una serie de exhortaciones morales que se suceden sin gran cohesión, agrupando sentencias sobre un mismo tema, o bien mediante asonancias verbales. Se trata de advertencias sobre la paciencia en las tribulaciones, Stg_1:1-12 ; Stg_5:7-11 , el origen de la prueba, Stg_1:13-18 , el dominio de la lengua, Stg_1:26 ; Stg_3:1-12 , la importancia de la armonía mutua y de la misericordia, Stg_2:8 , Stg_2:13 ; 3:13-4:2; Stg_4:11 s, la eficacia de la oración, Stg_1:5-8 ; Stg_4:2 s; Stg_5:13-18 , etc. El sacramento de la Unción de los enfermos tiene su lugar teológico en Stg_5:14 s (Concilio de Trento).

Dos temas principales sobresalen en toda esta exhortación. Uno ensalza a los pobres y advierte severamente a los ricos, Stg_1:9-11 ; 1:27-2:9; 4:13-5:6: esta preocupación por los humildes, los favoritos de Dios, enlaza con una antigua tradición bíblica y muy especialmente con las Bienaventuranzas del Evangelio, Mat_5:3 +. El otro insiste en la práctica de las buenas obras y previene contra una fe estéril, Stg_1:22-27 ; Stg_2:10-26 . Hay incluso sobre este último punto una sección polémica, Stg_2:14-26 , que muchos intérpretes consideran dirigida contra Pablo. Hay que reconocer, en efecto, conexiones bastante sorprendentes entre St Ga/Rm, sobre todo en la interpretación de los mismos textos bíblicos sobre Abrahán, diferente en cada uno. La existencia de un conflicto como éste entre los libros del NT es un indicio de la riqueza de la enseñanza divina más bien que un motivo de escándalo. Podemos observar dos cosas: en primer lugar, que por encima de cierta oposición motivada por preocupaciones pastorales diferentes, Pablo y Santiago están de acuerdo en lo fundamental, ver Stg_2:6 ; Stg_2:14 +; (porque Pablo no estaba nunca contra la moral, ver por ej. Rm 12-13, sino contra la imposición de preceptos cultuales sobre sus fieles convertidos del paganismo, como la circuncisión, y Santiago no habla nunca de estos preceptos cultuales sino de la moral). En segundo lugar, que este tema de la fe y de las obras, espontáneamente sugerido por los antecedentes de la religión judía, bien pudo ser un tema tradicional de discusión que ambos habrían expuesto de manera independiente. Al fin la Iglesia naciente aceptó la epístola de Santiago porque habría querido conservar el equilibrio dialéctico entre fe y obras, entre Pablo y Santiago.