Habacuc.
El corto libro de Habacuc está compuesto con mucho cuidado. Se inicia con un diálogo entre el profeta y su Dios: a dos quejas del profeta responden dos oráculos divinos, 1:2-2:4. El segundo oráculo fulmina cinco imprecaciones contra el opresor inicuo, Hab_2:5-20 . Luego, el poeta canta en un salmo el triunfo final de Dios, 3. Se ha impugnado la autenticidad de este último capítulo, pero sin él la composición quedaría incompleta. Las indicaciones musicales que le enmarcan y puntúan quieren decir únicamente que el salmo sirvió para la liturgia. Es dudoso que haya de extenderse este uso cultual a todo el libro; su estilo se explica suficientemente como imitación de piezas litúrgicas. Lo que no basta para hacer de Habacuc un profeta cultual, un miembro del personal de Templo. El comentario de Habacuc que procede de Qumrán sólo se extiende al cap. 2, pero esto nada quiere decir contra la autenticidad del cap. 3.

Se discuten las circunstancias de la profecía y la identificación del opresor. Se ha pensado en los asirios o en los caldeos, y hasta en el rey de Judá, Joaquín. Esta última hipótesis no se puede sostener; las otras dos se apoyan en buenos argumentos. Si se acepta que los opresores representan a los asirios, contra ellos sin duda suscita Yahvé a los caldeos, Hab_1:5-11 , y la profecía se situaría antes de la caída de Nínive el 612. Se puede también admitir que los opresores son del principio al fin los caldeos, mencionados en Hab_1:6 . Ellos han sido los instrumentos de Dios para castigar a su pueblo, pero a su vez serán castigados por su inicua violencia, porque Yahvé ha salido a hacer la guerra para salvar a su pueblo, y el profeta espera esta intervención divina con una angustia que finalmente se trueca en alegría. Si esta interpretación es válida, habría que fechar el libro entre la batalla de Carquemis (605 a. C.), que dio a Nabucodonosor el Próximo Oriente, y el primer asedio de Jerusalén el 597. Así, Habacuc sería muy poco posterior a Nahúm y, como él, contemporáneo de Jeremías.

Dentro de la doctrina de los profetas, Habacuc aporta una nota nueva: se atreve a pedir a Dios cuenta de su gobierno del mundo. Ciertamente Judá ha pecado, pero ¿por qué Dios, que es santo, Hab_1:12 , que tiene ojos demasiado puros para ver el mal, Hab_1:13 , escoge a los caldeos bárbaros para ejercer su venganza?, ¿por qué ha de castigar al malvado otro peor que él?, ¿por qué parece que Dios ayuda al triunfo de la fuerza injusta? Es el problema del Mal, planteado en el plano de las naciones, y el escándalo de Habacuc es también el de muchas almas modernas. A él y a ellas se dirige la respuesta divina: por caminos paradójicos, el Dios omnipotente prepara la victoria final del derecho, y «el justo por su fidelidad vivirá», Hab_2:4 , perla de este librito que San Pablo engarzará en su doctrina de la fe, Rom_1:17 ; Gál_3:11 ; Heb_10:38 .