Segunda epístola de San Pedro.
Sin lugar a dudas la segunda epístola se presenta también como de San Pedro. El apóstol, en efecto, se nombra a sí mismo en el saludo, 2Pe_1:1 , después alude al anuncio de Jesús referente a su muerte, 2Pe_1:14 , dice haber sido testigo de la Transfiguración, 2Pe_1:16-18 , y, finalmente, alude a una primera carta, 2Pe_3:1 , que parece ser 1 P.

Si escribe por segunda vez a los mismos lectores, lo hace con una doble finalidad: prevenirles contra los falsos doctores, 2 , y responder a la inquietud causada por el retraso de la Parusía, 3. Esos falsos doctores y esa inquietud pueden, en rigor, concebirse hacia el fin de la vida de San Pedro. Pero existen otras consideraciones que ponen en duda la autenticidad y sugieren una fecha más tardía. El lenguaje presenta notables diferencias con el de 1 P. Todo el cap. 2 es una repetición, libre pero manifiesta, de la epístola de Judas. La colección de las epístolas de Pablo parece ya formada, 2Pe_3:15 s. Al grupo apostólico se le pone al nivel del grupo profético y el autor habla como si no formara parte de él, 2Pe_3:2 . Estas dificultades justifican dudas que aparecieron ya en la antigüedad. No sólo no se ha comprobado con certeza el uso de la epístola antes del siglo III, sino que incluso algunos la rechazaban, como lo atestiguan Orígenes, Eusebio y Jerónimo. Por ello, no pocos críticos modernos rechazan también su atribución a San Pedro, y es difícil quitarles la razón. Pero si un discípulo posterior se respaldó en la autoridad de Pedro, quizá tuviera algún derecho a hacerlo, o por pertenecer a los círculos dependientes del apóstol, o bien incluso porque utilizaba un escrito procedente de él, aun adaptándolo y completándolo con la ayuda de Judas. Esto no era forzosamente cometer una falsificación, ya que los antiguos tenían ideas muy diferentes de las nuestras sobre la propiedad literaria y la legitimidad de servirse de seudónimos.

Por lo demás, para nuestra fe basta con que la epístola haya sido recibida firmemente por la Iglesia como canónica y que, por tanto, represente una herencia auténtica de la época apostólica. Por este hecho queda garantizada su doctrina, en la cual podemos poner de relieve en particular: la vocación cristiana a «hacernos partícipes de la naturaleza divina», 2Pe_1:4 , la definición del carácter inspirado de las Escrituras, 2Pe_1:20 s, la seguridad de la Parusía que ha de venir, a pesar del retraso y de la incertidumbre de su día, y el anuncio, tras la destrucción del mundo por el fuego, de un nuevo mundo donde habitará la justicia, 2Pe_3:3-13 .

El problema central que la epístola aborda es la teodicea, es decir el juicio justo de Dios, contra aquellos que dicen que no hay providencia ni existe juicio en Dios, ni vida en el más allá, ni recompensa o castigo después de la muerte, ideas todas ellas divulgadas por epicúreos paganos y judíos, y refutadas también por apologistas filosóficos (por ej. Plutarco) y rabínicos. Es en este contexto en el que el autor inspirado contempla el problema del retraso de la Parusía. La epístola se dirige a lectores de cultura mixta, a la vez bíblica y grecorromana, y por tanto pertenecientes a una iglesia urbana. El conocimiento de su propia cadena de autoridad, el carácter sagrado de sus propias tradiciones, evangélicas, paulinas y apostólicas («Judas»), el afán por establecer una armonía coherente y una interpretación normativa de estas tradiciones recibidas ( 2Pe_1:12-15 ) son otros tantos indicios de que la epístola data de mediados del siglo II d. de J. C. Este escrito se nos ofrece, pues, como un ejemplo interesante de la fidelidad radical, en una situación transformada, al mensaje central de Jesús, la próxima venida del reino de Dios ( Mar_1:15 +).