Jonás.
Este opúsculo difiere del resto de los libros proféticos. Se trata de una simple narración: cuenta la historia de un profeta desobediente que primero quiere sustraerse a su misión y que luego se queja a Dios del éxito inesperado de su predicación. El héroe a quien se atribuye esta aventura un tanto extraña es un profeta contemporáneo de Jeroboán II, mencionado en 2Re_14:25 . Pero el opúsculo no se presenta como obra suya, y en efecto no puede serlo. La «gran ciudad» de Nínive, destruida el 612, ya no es más que un lejano recuerdo, el pensamiento y la expresión deben mucho a los libros de Jeremías y Ezequiel, y el lenguaje es posterior. Todo invita a situar la composición después del Destierro, en el curso del siglo V. El salmo, Jon_2:3-10 [ Jon_2:2-9 ], que pertenece a un género literario diferente y que no guarda relación alguna con la situación concreta de Jonás ni con la enseñanza del libro, es muy probablemente una interpolación.

Esta fecha tan posterior debe ponernos ya en guardia contra una interpretación histórica. Ésta queda descartada también por otros argumentos: Dios puede trocar los corazones, pero la súbita conversión del rey de Nínive y de todo su pueblo al Dios de Israel habría dejado huellas en los documentos asirios y en la Biblia. Dios es también señor de las leyes de la naturaleza, pero los prodigios se acumulan aquí a modo de «jugarretas» que Dios hace al profeta: la súbita tempestad, Jonás designado por la suerte, el pez monstruoso, el ricino que crece en una noche y se seca en una hora; y todo ello referido con una ironía sin rebozo, muy ajena al estilo histórico.

El libro se propone agradar y también instruir: es un escrito didáctico, y su enseñanza señala una de las cumbres del Antiguo Testamento.

Rompiendo con una interpretación estrecha de las profecías, afirma que las amenazas, aun las más categóricas, son expresión de una voluntad misericordiosa de Dios, que sólo espera alguna muestra de arrepentimiento para conceder su perdón. El oráculo de Jonás no se cumple, pero es porque en efecto los decretos de destrucción son siempre condicionales. Lo que Dios quiere es la conversión, y, por lo mismo, la misión del profeta ha sido un éxito completo, ver Jer_18:7-8 . Rompiendo con el particularismo en el que se veía tentada a encerrarse la comunidad postexílica, predica un universalismo extraordinariamente abierto. En esta historia todo el mundo es simpático: los marinos paganos del naufragio, el rey, los habitantes y hasta los animales de Nínive; todo el mundo, excepto el único israelita que entra en escena, ¡y éste es un profeta, Jonás! Dios será indulgente con su profeta rebelde, pero, sobre todo, su misericordia se extiende aun al enemigo más vilipendiado de Israel.

Estamos a un paso del Nuevo Testamento: Dios no es solamente el Dios de los judíos, es también el Dios de los paganos, porque no hay más que un solo Dios, Rom_3:29 . En Mat_12:41 y Luc_11:29-32 , nuestro Señor pondrá como ejemplo la conversión de los ninivitas, y Mat_12:40 verá en Jonás, encerrado en el vientre del monstruo, la figura de la permanencia de Cristo en el sepulcro. Este empleo de la historia de Jonás no debe invocarse como prueba de su historicidad: Jesús utiliza este apólogo del Antiguo Testamento como los predicadores cristianos utilizan las parábolas del Nuevo; se trata del mismo afán de enseñar por medio de imágenes familiares a los oyentes, sin emitir ningún juicio sobre la realidad de los hechos.