Presentación del libro:



[L] ¿Hay que hablar aquí de una de Pablo? Ya la carta a los Romanos estaba en su mayor parte consagrada a una exposición sobre la fe y la salvación. Pero aquí todo es enseñanza; no hay noticias ni mensajes personales para una comunidad precisa, sino una larga exposición sobre la salvación del mundo. Estaba, sin duda, destinada a las Iglesias de la región de Efeso. ¿Para qué el mundo? ¿A dónde va la humanidad? Es la misma pregunta que se nos presenta diariamente, por cuanto en estos últimos años se ha visto una interdependencia creciente de los más diversos pueblos. Aun los que quieren dominar sólo pueden hacerlo presentándose como los portavoces del conjunto. ¿A dónde va la humanidad? ¿Cuál es su salvación? Y Pablo nos responde desde su prisión de Roma. Como lo recuerdan los Hechos ([He_28,16] y [He_30,1]), Pablo estaba prisionero en Roma por los años 60. En esa capital del único mundo que conocían entonces los occidentales, tuvo todo el tiempo para evaluar las doctrinas que circulaban por el Imperio Romano. Venían del Medio Oriente, donde preocupaban muy especialmente a los cristianos de la región de Efeso. Esas nuevas religiones pretendían abrir a todos un camino de salvación, rivalizando así con la fe en Cristo, único salvador de una humanidad única. Parece que esta carta a los Efesios fue escrita después de la carta a los Colosenses. Pablo retoma aquí, desarrollándolo, el plan de Dios, que dice haber comprendido en una revelación. El mundo ha sido creado para los hombres, para que de ellos emerja el Hombre Nuevo, una única familia en Cristo. Todos se reunirán, cada uno en su lugar, alrededor de una persona capaz de acogerlos a todos y a cada uno en su propia plenitud. Algunos piensan que la carta a los Efesios no es de Pablo; pues ¿cómo podía hablar de manera impersonal a una comunidad en la que había trabajado por más de dos años, más o menos desde el 55 al 57? Pero, como ya lo dijimos, la carta debió haber sido dirigida no sólo a los cristianos de la ciudad de Efeso, sino además a las comunidades del valle del Lycus: Hierápolis, Laodicea [Col_4,13] y [Col_4,16] y Colosas, que habían sido evangelizadas por compañeros de Pablo, en particular Epafras [Col_1,7]. Otros piensan que las cuestiones aquí propuestas son propias de un tiempo posterior a Pablo; igual que las cartas a Tito y a Timoteo, ésta sólo sería de él en un sentido muy amplio. Pero, cuando se sabe el muy bajo nivel de la literatura cristiana inmediatamente después de la muerte de los apóstoles, es difícil pensar que una carta con tal seguridad teológica y con tal riqueza doctrinal, haya podido madurar en otro que no fuera Pablo. Pero parece evidente que la redacción de la carta se debe mucho al que la escribió, ya sea Tíquico [Ef_6,21] o Timoteo [Col_1,1], o tal vez otro.