Presentación del libro:



[L] Esta primera carta de Juan, inseparable de su evangelio, nos recuerda que el camino cristiano no es sino una divinización, la nuestra. En toda época el ideal cristiano ha parecido muy pálido o muy estrecho a mucha gente. Sin criticar directamente los valores del cristianismo y sus beneficios a la humanidad, les ha parecido que limita al hombre. Pensemos en todos aquellos que, como Marx, han sostenido que la verdadera liberación humana pasa por la lucha contra la fe. Pensemos en los que hoy en día se confían a la ciencia para prolongar sus posibilidades de vida. Pensemos, por último, en todos los que rechazan el activismo occidental y buscan en las Sabiduría orientales un acceso al Absoluto, lo que ni siquiera han visto en la fe cristiana. Pero incluso entre los cristianos, esa religión sentimental basada en un entusiasmo por Jesús, el Maestro bueno que enseña el amor universal, oculta a menudo una ignorancia de los ideales de la fe. Porque en Jesús nosotros queremos alcanzar a Dios mismo; estamos en busca de la Verdad y queremos perdernos en esa Verdad de donde salimos. En esta primera carta, Juan afirma: Si tienen al Hijo de Dios, tienen toda la Verdad, están en el camino del auténtico Amor y están en comunión con Dios mismo. Pero quizá nos engañamos a nosotros mismos cuando pretendemos estar en Cristo. Y por eso Juan precisa los criterios, las condiciones que nos permiten verificar si realmente andamos en la luz y vivimos en el amor. De este modo la primera carta de Juan completa su Evangelio, en el que había demostrado que al creer o no en Cristo tomamos la decisión más importante de la vida humana. En esta carta se pueden reconocer tres partes: _andar en la luz: [1Jn_1,5] a [1Jn_2,29] _vivir como hijos de Dios: [1Jn_3,1] a [1Jn_4,6] _Dios-Amor es fuente del amor, [1Jn_4,7-21], y fuente de la fe, [1Jn_5,1].