Presentación del libro:



[L] Cartas pastorales a Timoteo y Tito Los cambios culturales que se producen en todos los dominios de la existencia afectan también a la Iglesia. Entre las creencias y las prácticas que se nos enseñan, no todo viene de Cristo y por tanto muchas cosas pueden cambiar. Pero también existe el peligro de desnaturalizar la fe auténtica. ¿Dónde estará pues la regla de fe, a la que deban someterse todas nuestras opiniones? Este problema se le presentó ya a la Iglesia cuando, entre los años 64-67, Pedro y Pablo murieron mártires en Roma. La Iglesia, sobre todo en Occidente, ya no tenía a esos testigos de Cristo cuya autoridad era indiscutida. El mensaje cristiano era muy difícil de aceptar, tanto para los griegos como para los judíos, y los mismos auditores de buena voluntad lo entendían -como lo hacemos hoy en día- según su propia manera de pensar, deformándolo inconscientemente, cada cual de acuerdo con sus propias certezas. Así que llegó un momento en que cualquiera podía discutir; algunos se tomaban la libertad de enseñar su propia doctrina, convencidos de que decían las cosas mucho mejor que los apóstoles. ¡Cuán fácilmente se reemplaza la imitación de Cristo por teorías y discursos sobre la fe! Los sucesores de los apóstoles tuvieron pues que defender la doctrina -esta palabra volverá más de una vez- que habían recibido de ellos. Al mismo tiempo debían velar por la elección y la formación de los ministros de la Iglesia. Tales son las preocupaciones que hallamos en estas cartas a Timoteo y a Tito. Estas tres cartas, cuyo origen es el mismo, se presentan como cartas de Pablo. Sin embargo, tanto su forma como su contenido demuestran que no son de él; debieron ser escritas bajo la presión de las circunstancias que acabamos de mencionar, hacia el año 90-100. Se quiso poner estas enseñanzas de la Iglesia bajo la autoridad de Pablo, dándoles apariencia de cartas dirigidas a sus ayudantes Timoteo y Tito, los cuales son presentados como los modelos a los que deberán imitar los responsables de la Iglesia. Algunos párrafos, más personales, deben de haber sido escritos por el mismo Pablo. Estas tres cartas a Timoteo y a Tito se llaman porque se dirigen a los . Por lo que toca a Timoteo, véase cómo Pablo lo encontró en [He_16,1]. Véase también [1Cor_16,10]; [Flm_2,19].