Presentación del libro:



[L] Los que hacen la historia Reyes y generales se agitan en el escenario político, sacerdotes y charlatanes proporcionan al pueblo la verdad que quiere oír, guerras y hambre tienen postrados a los hombres. ¿Quién lleva adelante la misión de Israel, instrumento de Dios en el mundo? Dios entonces se busca a quién dará autoridad, no sólo sobre Israel sino sobre las naciones, para arrancar y destruir, edificar y plantar. En una palabra, le encarga la misión de acelerar la historia. Este hombre será Jeremías, un muchacho de Anatot, descendiente de una familia de sacerdotes. Pues bien, Jeremías no sólo pronunció los discursos que se hallan en este libro sino que además vivió personalmente los acontecimientos como testigo de Dios. Cooperó con Dios -la palabra no nos debe asustar- en sus decisiones supremas que dirigen la historia. Dios obra en la historia mediante las obras, las palabras, los escritos y los rezos de muchísima gente. Pero también impulsa fuerzas más profundas que sacuden la inercia de los corazones y hacen más fuerte entre los hombres el afán de justicia. En estos campos que Dios se ha reservado, solamente cooperan con él esos pocos a los que "conoció y consagró antes de que nacieran". No sin razón los judíos creyeron, en tiempos posteriores, que Jeremías, después de muerto, estaba delante de Dios, intercediendo por ellos [2Mac_2,1] y [2Mac_14,14]. El recuerdo de sus pruebas, junto con el fin trágico del rey santo Josías, abrieron muy discretamente la mentalidad hasta el momento triunfalista de los creyentes: la salvación se haría mediante las pruebas tanto del Salvador como del pueblo escogido. Incluso el anuncio por Jeremías de una "nueva alianza" desacreditaba el orgullo y la seguridad fácil que el pueblo escogido podía sacar de la alianza del Sinaí. Datos históricos Entre las últimas profecías de Isaías (690) y la vocación de Jeremías (626) median sesenta años, de los cuales casi cincuenta corresponden al reinado de Manasés. Este hizo cuanto pudo por destruir la fe tradicional [2Re_21,1]. Después, en el año 640, un niño, Joseías, sube al trono y muy lentamente se reaniman las brasas de la fe. Este es el momento en que el descubrimiento del libro de la Ley ocasiona una renovación religiosa, la Reforma de Josías [2Re_22,1]. Pero ya algunos años antes, Dios había llamado a Jeremías, como en el año 626 antes de Cristo. Luego, los acontecimientos que siguieron y que presenció Jeremías se volvieron trágicos. Están contados a partir de [2Re_23,25] y están reproducidos en parte en [Jer_39,1]. Ordenación del Libro de Jeremías Es muy difícil decir quién redactó y cómo el libro de Jeremías. Parece que Baruc, el "secretario", es decir el canciller del rey, realizó una parte importante de él y que el mismo Jeremías le dictó muchas cosas. Diversos índices hacen pensar que se fusionaron dos escritos que en parte se traslaparon. Las palabras de Jeremías no están ordenadas según las fechas en que fueron pronunciadas. Hay cuatro partes: - Profecías contra Judá y Jerusalén, capítulos 1 a 25. - Profecías contra las naciones; anunciadas al final del capítulo 25, forman los capítulos 46 a51. - Anuncios de felicidad, capítulos 29 a 35. - Los sufrimientos de Jeremías, capítulos 36 a 45