Riched20 5.50.30.2002;
Amos
Introducción
Los Tiempos de Amos
La fecha del terremoto (1:1) no puede ser establecida ahora, y por tanto no sabemos exactamente cuándo profetizó Amós. Uzías de Judá reinó de 767– 740 a. de J.C. y Jeroboam II de Israel de 782– 753 a. de J.C. y, dentro de estos límites, una fecha alrededor del 760 a. de J.C. es adecuada para Amós. Véase la gráfica en la pág. 656.
Jeroboam era un rey enérgico, listo a aprovechar cualquier oportunidad para la expansión de su país. El tiempo lo favoreció: en 805 a. de J.C. Adad-nirari de Asiria había conquistado Siria, eliminando así a un enemigo de Israel de largo tiempo. Entonces, Asiria misma entró en un período de declinación y así se abrió el camino para que Jeroboam restaurara su reino a los límites que había disfrutado bajo Salomón. Esto, a la vez, le dio control de las rutas de comercio, y por tanto la prosperidad comercial que se reflejó en una opulenta clase dominante que vivía con gran lujo. Como a menudo sucede, esto fue mano-a-mano con la explotación de los pobres (5:11; 6:6). La profecía de Amós contra los excesos de Israel, el reino del norte, fue aun más mal recibida que en Judá en el sur (7:10– 17).
Por lo tanto, aunque hasta entonces la tierra había conocido sus problemas dentro de esa misma generación (4:6– 11), las perspectivas parecían buenas. Era posible relegar la ansiedad al futuro remoto (5:18; 6:3), y olvidar que aunque Asiria podría estar dormida, no estaba muerta.
La Enseñanza de Amos
Dios
Aunque Amós insiste en el singular privilegio de Israel (2:9– 11; 3:2) nunca habla de Jehovah como "el Dios de Israel"; ni tampoco, ciertamente, usa la pa labra "pacto". El parece evitar cualquier cosa que pueda alentar la complacencia israelita o la falsa seguridad. Sus títulos divinos favoritos son "el Señor Jehovah" (p. ej. 1:8; 8:1, 3, 9, 11; 9:8) y "Jehovah Dios de los Ejércitos", eso es, el Dios que es en sí mismo toda la potencialidad y el poder (4:13; 5:14– 16, 27; 6:8, 14). Amós sí usa, por supuesto, el nombre divino "Jehovah" ("El Señor") más que cualquier otro nombre, pero a través de su profecía él acentúa los rasgos del carácter de Dios que subyacen el control y gobierno universal. El ve a Jehovah como Creador (4:13; 5:8; 9:5, 6), el agente en toda la historia (3:6; 4:6– 11; 9:7) y el gobernador o juez moral de todas las naciones (1:3– 2:16). El reconoce un Dios único, pero admite que hay otros objetos de adoración (5:26 ss.; cf. 1 Cor. 8:5 ss.) a los que la gente puede desviarse.
Juicio
El Dios único es el juez de toda la tierra. En todo el mundo los crímenes contra la humanidad, cometidos en cualquier parte, por cualquier razón y de cualquier manera, hayan sido registrados por el hombre o notados solamente por Dios, son aborrecidos por él y recibirán un castigo apropia do. El hecho de ser llevado cerca de tal Dios por el privilegio de ser su pueblo escogido acarrea la consecuencia de un juicio más severo y más seguro (3:2), porque los pecados del pueblo de Dios no solamente son ofensas contra la conciencia (como en el caso de las naciones), sino rebeliones específicas contra la luz de la revelación (2:3 ss.). Tanto las afrentas a Dios como los ataques contra la humanidad son ofensivos a Dios y su juicio caerá.
Sociedad
La presunción de que los delitos (injusticias sociales) son pecados (faltas contra Dios) está en el corazón de la sociología de Amós. En cada aspecto de la sociedad es con el Señor con el que tenemos que tratar, sea que la conducta le agrade y venga bajo su bendición, o lo ofenda y merezca la ira. La sociedad no descansa en principios mecánicos independientes fuerzas del mercado, provisión de dinero, producto nacional brutopara su prosperidad. La prosperidad viene con la bendición divina y, no importa lo eficiente que sea la economía, no puede prosperar si está bajo maldición.
El Señor está interesado en la manera en que la guerra se libra (1:3, 13), en la manera en que el comercio se lleva a cabo (1:6; 8:5– 7) y si se cumplen las obligaciones asumidas solemnemente (1:9). A él le ofende la codicia que permite que el fin justifique los medios (4:1– 3), cuando las clases gobernantes se vuelven importantes en sí mismas y endurecidas (4:1; 6:1), y cuando la riqueza es solamen te un fin para el lujo de algunos, descuidando a los menos privilegiados (3:12– 15; 4:1; 6:4– 6). La perversión de la justicia en los tribunales levanta su animosidad (2:6, 7; 5:7, 10, 12, 15), así como también la falta de honradez en el comercio: el fraude pequeño del tendero que falsifica sus balanzas (8:5– 7) y la inhumanidad de los "grandes negocios" cuando trata a la gente como mercancía (1:6). Sobre todas esas razones, el pueblo de Amós vino bajo juicio y por extensión nuestro mundo moderno industrializado y posbíblico cae bajo el juicio de Dios también. Estos aspectos de la sociedad co mercial y materialista, que hacen de la prosperidad un dios, tienen un eco ominosamente familiar.
Esperanza
¿Pronunciará el juicio un final completo para Israel, como para el mundo? Amós es un profeta de Jehovah, y esto sólo debiera haber sido suficiente para preservarlo de la acusación de que le faltaba un mensaje de esperanza (posiblemente hecho más sin vacilación hace veinte años que ahora) y de que pasajes como 9:11– 15 sean contribuciones posteriores de otros escritores. Jehovah reveló el signi ficado de su nombre (Exo. 3:15; 6:6– 8) en un solo evento del éxodo que salvó a su pueblo y también derribó a sus enemigos. Predicar acerca de un Dios así no puede excluir la esperanza porque esa es la esencia de su naturaleza. Esto se hace claro en 7:1– 6 donde a Amós se le hace enfrentar la consecuencia total del pecado de Israel en grandes juicios que no dejarán sobrevivientes. Cuando él ora contra tales eventualidades se le asegura que "No será así". El comentario mostrará que las declaraciones negativas de 7:3, 6, negando la destrucción total, se desarrollan en una esperanza positiva de 9:11– 15: un "David" restaurado, una creación restaurada y un pueblo restaurado.
Profecía
El v. 14 del capítulo 7 es clave. En heb. la omisión del verbo "ser" (lit. "Yo no profeta") usual mente implica un tiempo presente ("Yo no soy profeta"). Los que siguen esta interpretación (p. ej. Wolfe, Joel and Amos, Fortress Press [1977], pp. 306, 312 ss.) sugieren que Amós está negando que un oficio o posición oficial tenga algo que ver con el caso, porque lo que importa es la proclamación de la palabra divina. Wolfe debe negar que 2:11 y 3:7, que son positivos acerca el oficio profético, vengan del mismo Amós, y luego declarar que Amós dice "Yo no soy profeta" (7:14) inmediatamente antes de decir que "Jehovah me dijo:'Vé y profetiza' " (7:15).
En cuanto concierne al heb., aunque posiblemente en la mayoría de los casos en los que el verbo "ser" se deja sin declarar se necesita un tiempo presente, cada caso debe ser decidido por sus propias necesidades. Así, en el contexto presente, en respuesta al desafío del sacerdote, Amós recurre a un tiempo cuando él no era un profeta ni de hecho ni en perspectiva, hasta que el nombramiento y mandato divino le dieron un puesto y trabajo proféticos, como la RVA lo implica correctamente. El también está situado dentro de la tradición de la profecía clásica del AT como uno dotado con la palabra divina. Como todos los profetas que hablan en este punto (cf. 1:9; Eze. 2:7– 3:4) Amós sostiene la identidad exacta entre sus palabras y las palabras del Señor (1:1, 3).
Este es el hecho único de la inspiración verbal: que el Señor no solamente compartió con los profetas el "sentido" de lo que quería que dijeran, sino que eran personas tan preparadas por Dios que las palabras que eran suyas naturalmente, llevando la impronta de sus tiempos, personalidades y estudios, eran las mismas palabras en las que el Señor tenía el propósito de que su verdad fuera albergada perfectamente.
Religión
En los tiempos de Amós Israel era extremadamente religioso, pero era una religión desviada de la ley de Dios (2:7– 8), carente de beneficio espiritual (4:4, 5), incapaz de proteger a sus devotos (3:14; 5:5, 6) y falta de justicia moral y social (5:21– 25). ¿Entonces se fue Amós al extremo opuesto, buscando una religión de conducta ética sin expresión de culto ni sacrificio? Su pregunta en 5:25 parece sugerir esto y, ciertamente, a menudo ha sido entendida así (C. F. Whitley, The Prophetic Achievement, Blackwell [1963] p. 73). Sin embargo, que un predicador hiciera una pregunta lo haría dependiente de la respuesta que sus oyentes dieran, y no cabe duda de que la congregación de Amós hubiera contestado con sinceridad que ciertamente ellos estaban obedeciendo la ley divina que venía desde los días de Moisés. En cualquier examen de la fecha del Pentateuco, pero particularmente si el Pentateuco proviene de Moisés, los sacrificios eran una parte fundamental de la religión de los israelitas como fue recibida de Dios. Esto nos lleva al criterio tomado en el comentario (cf. H. H. Rowley, The Unity of the Bible, Carcy Kingsgate [1953] p. 42), que la pregunta de Amós no es si los sacrificios eran correctos, sino qué lugar se pretendía que tuvieran. La prioridad del Señor era que su pueblo debía obedecerlo (Ex. 19:4, 5; 20:2, 3 ss.), y el có digo de sacrificio era una provisión para sus lapsos de obediencia. En ese entonces, como ahora, el llamado divino era a la santidad, pero si la gente pecaba tenían un abogado y una propiciación para sus pecados (1 Jn. 2:1, 2). La religión de ritos, en ese entonces y ahora, es una reversión de esta prioridad. (Véase sobre 5:24 ss.)
El Libro de Amos
El libro de Amós ha venido a nosotros como una pieza de literatura cuidadosamente editada y no hay razón para dudar de que Amós fuera su mismo editor. De hecho, cuando consideramos su convicción de que sus palabras eran palabras de Dios es improbable que él las hubiera dejado al riesgo de la tradición oral o de editores posteriores de dudable responsabilidad (cf. Is. 8:16– 20; Jer. 36). No obstante, debe hacerse la pregunta de si hay partes del libro como lo tenemos que podrían razonablemente ser vistas como obra de otros.
(i) Los oráculos contra Tiro, Edom y Judá (1:9– 12; 2:4, 5). Estos a menudo son tratados como adiciones porque son más breves que los oráculos contra Damasco (1:3– 5), Gaza (1:6– 8), Amón (1:13– 15) y Moab (2:1– 3). Pero cuando se suma la evidencia hay, después de todo, tres oráculos en forma corta y cuatro en la forma larga y, como dice Hubbard (TOTC, p. 97), "la variedad puede ser una evidencia tan fuerte para la autenticidad como lo es la similitud". Además, como un judío (1:1), la condenación de Judá es una cosa que Amós no se atreve a dejar fuera a menos que él desee desacreditar su mensaje con parcialidad.
(ii) Los fragmentos, con aparencia de himnos (4:13; 5:8, 9; 9:5, 6). Hyatt ("Amos", Peake's Commentary, 1963, p. 617) insiste en que la doc trina de Dios el Creador, evidente en estos pasajes, requiere una fecha posterior a los tiempos de Amós (cf. H. W. Robinson, Inspiration and Revelation in the Old Testament, OUP, 1946, p. 22). Pero la arqueología ha probado que el concepto de los dioses como creadores es tan viejo como la religión. ¡Sería notable ciertamente si el AT fuera tardo en atribuir esta gloria al Señor! Además, como lo muestra el comentario, los pasajes están cuidadosamente envueltos en sus respectivos contextos. Así que, tal vez Amós estaba citando himnos bien conocidos sobre el tema de Dios el Creador, pero haciéndolo sin perder de vista las necesidades de su mensaje en cada punto.
(iii) Las palabras de 9:11– 15 son muy disputadas porque tienen un mensaje muy dorado de esperanza en comparación con la solemnidad del resto del libro. Solía considerarse que, en cualquier caso, tal doctrina de esperanza requería una fecha posexilio. Sin embargo, el lenguaje del pasaje se ajusta bien al resto del libro. Además de esto, hay un disparate inherente al pensar que fuera un editor el que añadió la nota de esperanza, presumiblemente cuando la fuerza completa del mensaje de juicio no se efectuó y un pueblo israelita continuó existiendo después del exilio. Porque si Amós es solamente un profeta de condenación, prediciendo solamente el fin del pacto y el fin del pueblo del pacto, la espe-ranza solamente podría añadirse a expensas de hacer de él un falso profeta. Por otra parte, si Amós realmente creía su propio mensaje acerca del fuego de Judá y Jerusalén (2:5) es razonable esperar que él buscara del Señor alguna palabra acerca del futuro más allá del fuego y entonces lo expresara en símbolos y motivos familiares en su propio día.
Bosquejo del Contenido
Las tres secciones principales de Amós están marcadas por lo que es conocido como un inclusio, que significa que cada una principia y termina sobre la misma nota: el león rugiente (1:2, 3:8), el enemigo rugiente (3:9-11; 6:14) y (por contraste) el juicio que no sucederá (7:1-6) y la esperanza que habrá (9:11-15). Cada sección tiene un patrón simétrico: el primero (1:2-3:8) toma la forma de ABBA; el segundo (3:9-6:14) la forma ABCCBA y el tercero (7:1-9:15) la forma ABCDCBA.
1:1Título
1:2-3:8El rugido del león: juicio universal y sus fundamentos
1:2A El rugido del León: la voz del Señor
1:3-2:3B Contra los pueblos paganos
2:4-3:2B Contra el pueblo escogido
3:3-8A El rugido del León: la palabra profética
3:9-6:14Un enemigo por todos los lados de la tierra: la ira del Señor
3:9-15A El reino despedazado
4:1-3B Las mujeres dominantes
4:4-13C Religión sin arrepentimiento
5:1-27C Religión sin reforma
6:1-7B Los hombres dominantes
6:8-14A El reino despedazado
7:1-9:15El Señor Dios: juicio y esperanza
7:1-6A La devastación que no será
7:7-9B El juicio discriminatorio
7:10-17C La palabra ineludible
8:1-14D "En aquel día"
9:1-6C El juicio ineludible
9:7-10B El juicio discriminatorio
9:11-15A La esperanza que habrá