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Riched20 5.40.11.2210;1 y 2 Reyes
Introducción
El Titulo y la Ubicacion en el Canon
La intención original sugería que los dos libros de Sam. y los dos de Rey. se leyeran como un tomo. Primero Rey. continúa el relato del reino de David que comenzó en 2 Sam., y los primeros dos caps. proveen la conclusión de la historia de la corte de David (también llamada la narrativa de la secesión) que se interrumpió al final de 2 Sam 20. El espacio entre 1 y 2 Rey. interrumpe el relato del reino de Azarías y el ministerio de Elías.
La unidad original de los cuatro libros se refleja en el título que recibieron en la LXX (la traducción griega del AT, hecha en el tercer y cuarto siglos a. de J.C.): 1– 4 Basileiai, los cuatro libros de reinos o reinados. No se puede decir por seguro cuándo o por qué ocurrió la división en cuatro libros, pero se ha sugerido que fue la obra de un editor quien dividió el AT en rollos para lectura de más o menos la misma longitud.
En la Biblia hebrea los libros de Rey. concluyen la sección que se conoce como los Profetas Anteriores (o sea Jos., Jue., Sam. y Rey.), los libros históricos que cubren el período desde la llegada de los israelitas a la tierra prometida hasta la pérdida final de la tierra y el destierro de Judá en Babilonia. Para comprender el mensaje de los libros de Rey. siempre se debe tener en mente este amplio contexto.
Fecha y Paternidad Literaria
La fecha de Reyes en su forma actual
En su forma actual, los libros de Rey. no pudieron haber sido escritos antes de que Joaquín fuera puesto en libertad en 561 a. de J.C., más o menos a mitad del destierro babilonio. Este es el último evento relatado en el libro, por lo tanto parece haber sido compuesto en algún momento entre esta fecha y el primer retorno de los judíos exiliados a Jerusalén en 538 a. de J.C. Evidentemente la obra no fue una composición libre del período del exilio, sin embargo, el autor utiliza una variedad de documentos, algunos de los cuales él mismo nombra (ver más adelante).
Teorías recientes acerca de la composición de Reyes
En la década de 1940, Martin Noth ofreció una nueva perspectiva al estudio de 1 y 2 Rey. El argumentó que Rey. debía ser visto como parte de una obra más grande, comenzando con Jos. y terminando con 2 Rey., producida por un solo autor durante el destierro. Aunque este escritor utilizó documentos más antiguos, fue más que un editor o compilador; fue un autor quien unió sus documentos de tal manera que expresaran su propio entendimiento de la historia de Israel. En particular, Noth argumentó que la obra entera fue intensamente influenciada por la teología y el estilo de Deut. Por lo tanto, ha re cibido el apodo de historia deuteronomista (o deuteronómica). El historiador deuteronomista pone énfasis en el hecho de que el culto de adoración debe tener lugar solamente en el templo de Jerusalén (incluso los reyes que hicieron lo recto ante los ojos de Jehovah son criticados por no haber quitado los lugares de culto alternativos, los lugares altos; p. ej. 2 Rey. 12:2, 3). También es muy crítico de la idolatría, la cual considera que es la causa del desastre final del exilio (p. ej. 1 Rey. 14:15, 16; 2 Rey. 21:13, 14).
Algunos de los eruditos que aceptan el argumento de una historia deuteronomista propuesto por Noth han adaptado su teoría para incluir dos o más ediciones de la obra. Varios de los que apoyan esta opinión sugieren que la primera edición, escrita antes del destierro, llegó a su clímax con las reformas del rey Josías. El súbito e inesperado cambio de condiciones en Judá después del reino de Josías, que resultó en la catástrofe del destierro, hizo necesaria una segunda edición. Sin embargo, la mayoría de los argumentos a favor de dos o más ediciones de la obra dependen de suposiciones acerca de como compilaría o estructuraría su historia un autor original. Estudios recientes de métodos antiguos de composición han puesto en duda estas su posiciones, y hoy hay tendencia a abandonar el argumento de dos ediciones. Por ejemplo, 2 Rey. 25:27– 30 puede asombrar al lector moderno como una ma nera improbable que el autor original haya utilizado para terminar su obra, pero ahora se ha dado a entender que en un contexto antiguo esto pudo haber sido considerado perfectamente aceptable. En breve, no hay ninguna razón auténtica para rechazar la idea de que Rey. (por no decir toda la historia deuteronomista) es la obra de un autor único trabajando durante la segunda mitad del exilio.
Dada la variedad de documentos que pudo utilizar (ver más adelante), y su interés en el destino del rey Joaquín, es probable que el autor haya sido uno de los funcionarios de alto rango (nobles, oficia les, tribunos, poderosos del país) que fueron desterrados con Joaquín en 597 a. de J.C. (2 Rey. 24:12– 15), diez años antes de que Jerusalén fuera destruida. Hasta es posible que haya sido un escriba cuya profesión hubiera sido (si el destierro no hubiera intervenido) anotar para la posteridad los asuntos de la corte. Podemos imaginarnos que escribió mayormente para sus colegas en la corte exiliada quienes buscaban una teología que pusiera sentido a la catástrofe que había alcanzado al rey, a la ciudad, al país y a ellos mismos. La teología que ofrece, expresada en forma de historia, se basa en las enseñanzas de Deut. coloreadas con una opinión muy alta de la palabra profética. Constantemente le muestra a sus lectores cómo la palabra de Dios, entregada por los profetas, tiene una influencia irrevocable sobre aconteci mientos, advertencias, juicios y castigos (p. ej. 1 Rey. 11:11– 13, 31– 39; 19:15– 18; 21:17– 29; 2 Rey. 9:1– 10, 36, 37; 17:7– 23; 21:10– 15).
Fuentes
Evidentemente el autor tenía a su disposición documentos de los cuales tomó información, tal como el período del reinado de cada rey y (para el período de la monarquía dividida) cómo se sincronizaban los reinados de los reyes de Israel y los de Judá. Esa información probablemente se encontraba en listas y crónicas de reyes del tipo que sabemos guardaban los reyes de Asiria y Babilonia. Docu mentos de esa clase a veces contenían relatos simples de eventos seleccionados y éxitos del reinado de un rey, de manera que algo así le habrá dado al autor la base, p. ej. del relato de los proyectos de edificación de Salomón (1 Rey. 9:15– 19). Sin embargo, hay mucho material en Rey., especialmente la cantidad de historias con palabras y acciones de los profetas, que deben haber venido de otras fuentes.
A veces se remite al lector a otra obra para que encuentre más información, p. ej. el libro de los hechos de Salomón (1 Rey. 11:41), el libro de las cró nicas de los reyes de Israel (1 Rey. 14:19) y el libro de las crónicas de los reyes de Judá (1 Rey. 14:29). Aunque se supone que los lectores originales tenían fácil acceso a ellos, desafortunadamente no han sobrevivido hasta hoy. (No se deben confundir los libros bíblicos de 1 y 2 Crón., escritos después del retorno del destierro, con las crónicas mencionadas en 1 Rey. 14. Por otro lado, de vez en cuando sí preservan información adicional de esos libros perdidos.)
De vez en cuando el autor deja sin cambiar la perspectiva de sus documentos escritos antes del exilio, p. ej. en 1 Rey. 8:8, donde la expresión han quedado hasta el día de hoy proviene de una época antes de la destrucción del templo.
El Escrito de Historia Biblica
El autor ha logrado producir una obra impresionante que no solo conserva la variedad de los documentos que tenía a su alcance sino que también los unió en una forma muy efectiva. ¿Pero qué clase de es crito es este? Aun un primer vistazo de la obra es suficiente para saber que tiene que ver con la historia, pero es obvio que no es la clase de historia que producen los historiadores modernos. El hecho de que el autor nos re mite a otros documentos para más información demuestra que nos ha dado solo una selección del material que tenía a su disposición. En otras palabras, ha escogido incluir solamente el material que sirve a sus propósitos. Otra cosa que sugiere esto es el tratamiento selectivo y desigual que le da la larga procesión de reyes. El tratamiento del reinado de Salomón ocupa un espacio 17 veces más largo que el reinado de Joás, aunque los dos rei nados duraron 40 años.
Lo que es más, la opinión del autor sobre qué es lo que hace a un rey ser importante es muy diferente a la de un historiador moderno. Gracias a descubrimientos arqueológicos sabemos que Omri fue un rey de bastante importancia a nivel internacional, pero el corto y desaprobatorio relato de su reinado en 1 Rey. 16:23– 28 no insinúa nada de ello. Puede ser que su verdadera categoría política se reflejaba claramente en el libro de las crónicas de los reyes de Israel, al cual nos remite, pero al autor de Rey. no le interesaba contarnos nada de eso. Para él la importancia de Omri es que hizo lo malo ante los ojos de Jehovah y llevó a Israel a una apostasía más profunda.
Ciertamente ningún rey es juzgado por el autor de Rey. de acuerdo con el éxito o fracaso que tuvo en el campo de la política o de guerra. El criterio más importante para el autor es lo que el rey hizo o no hizo en relación con la adoración del pueblo. Los reyes que apoyaron su pureza son alabados (aunque hasta a estos mismos se les censura por no haber quitado los lugares altos) mientras que los que fomentaron la idolatría son condenados. Y los re yes que respaldaron la idolatría a un extremo suficientemente serio se les declara responsables por la destrucción final de sus reinos. Es cierto, por supuesto, que todo escrito de historia implica interpretación tanto como reportaje de eventos. Pero al criterio moderno sorprende tanto la selección como la interpretación que se encuentra en Rey. (y en otros escritos de la historia del AT).
En resumen, lo que tenemos aquí no es una historia sencilla y directa sino una historia que contiene su propio comentario teológico sobre distintos eventos. La intención del autor no era relatar los eventos mismos sino explicar su importancia.
Estructura
Si el arreglo del material de 1 y 2 Rey. fue hecho en forma cuidadosa e intencional, no parece ser muy obvio, de manera que la estructura de la obra ha sido percibida de distintas maneras.
Posiblemente es más provechoso notar una estructura básica en tres partes. La primera parte tiene que ver con la subida al trono y el reinado de Salomón (1 Rey. 1– 11); la segunda con el período de los dos reinos separados, el de Israel y el de Judá (1 Rey. 12-2 Rey. 17); y la tercera tiene que ver con la época después de la derrota de Israel cuando solo Judá sobrevivió (2 Rey. 18:25). El autor mismo pudo haber tenido esta clase de división en mente pues ha dejado una clave: Las primeras dos partes concluyen con largos comentarios teológicos (1 Rey. 11:1– 13, 29– 39; 2 Rey. 17:7– 23, 34– 41).
La sección de en medio es la más larga de todas (28 capítulos) y también se la puede dividir en tres partes. La primera, 1 Rey. 12:1– 16:28, tiene que ver con los reyes de Israel y Judá desde la muerte de Salomón hasta el reinado de Omri en Israel. La segunda, 1 Rey. 16:29-2 Rey. 10:36, tiene que ver con la dinastía de Omri y su horrible destrucción y se preocupa casi exclusivamente de eventos en Israel. En toda esta sección hay solo dos interludios cortos acerca de Judá (1 Rey. 22:41– 50 y 2 Rey. 8:16– 29); o sea, un total de solo 24 versículos en 16 capítulos. El relato de la dinastía de Omri ha sido extendido al incluir las historias de Elías y Eliseo. Elías domina 1 Rey. 17– 19 y 21 y 2 Rey. 1:1– 2:18; Eliseo es el personaje profético principal en 2 Rey. 2:19– 8:15 (con otras entradas en 9:1– 3 y 13:14– 21, la segunda está fuera de la sección que estamos tratando). Las historias de otros profetas también ayudan a agrandar el relato de este período (1 Rey. 20:13– 43; 22:1– 28). La tercera parte consiste en 2 Rey. 11– 17 y una vez más tiene que ver con reyes de Israel y Judá.
El Mensaje de 1 y 2 Reyes
Rey. comienza cuando la monarquía está en su clímax al ser Salomón sucesor de David a cargo de un reino unido. En los primeros capítulos se llega al clímax de la historia deuteronomista con la construcción del templo. Pero los éxitos del reino de Salomón no duraron mucho. Sus propias manías hicieron que el reino se dividiera pronto después de su muerte. Los pecados de Jeroboam, el primer rey de Israel, pusieron al norte en rumbo al desastre, y el autor provee muchas señales de que Judá tiene el potencial de seguir el mismo camino. Después de la derrota de Israel, Judá disfrutó del reinado de dos reyes reformadores, Ezequías y Josías, los cuales parecían ser capaces de llevar al reino al punto álgido de su poder y de esa manera evitar la suerte de Israel. Pero dos reveses siguieron a los dos rei nados y era claro que aun un rey de la categoría de Josías no podría prevenir el desastre. Al final nos quedamos con la triste conclusión de que el desastre era inevitable, dado que nadie (y por lo tanto ni un rey) está sin pecado (ver 1 Rey. 8:46). El autor admite que aun David, su prototipo del buen rey, no fue perfecto (1 Rey. 15:5). Si el prototipo fracasó, ¿qué esperanza pudo haber para los que le siguieren?
Rey. demuestra de esa manera cómo fue que Dios destruyó a su propio pueblo y lo desterró. Su propósito principal es justificar la terrible decisión de Dios demostrando que los reyes de Israel y Judá, casi sin excepción, eran totalmente imperfectos. En esto los reyes no estaban solos, por supuesto: el pueblo entero poseía una tendencia crónica al pecado.
¿Es Rey. entonces una historia sin esperanza? Definitivamente ofrece una evaluación negativa de las instituciones humanas. En este respecto concluye un tema que comenzó en el libro de Jue. Ese libro termina con el fracaso de los jueces como una institución y con la esperanza de que la monarquía tenga algo mejor que ofrecer (Jue. 21:25). En Rey. es la monarquía la que se pone a prueba y también fracasa.
Por otro lado, Rey. ilustra la fidelidad de Dios para con Israel y su participación en la vida política de la nación. Por lo tanto, nos previene de no tratar a las instituciones políticas como un área en la cual el mandato de Dios no tiene vigencia. Se ve que Dios está activo allí tanto en gracia como en juicio. De hecho, a lo largo de la obra y de manera muy sutil se describe la interconexión de la libertad y responsabilidad humanas con la soberanía divina, disuadiendo a que se tome una opinión demasiado simplista de la relación entre las dos. Dios toma las acciones humanas, tanto las buenas como las malas, y las utiliza para sus propósitos que todo abarcan. Es un Dios que elabora sus propósitos en la historia, tanto por medio de seres humanos pecaminosos como a pesar de ellos.
Aunque hay bastante énfasis en el hecho de que la fidelidad trae consigo bendiciones y la infidelidad juicios, la teología del autor es más complicada que una conexión entre acciones y consecuencias basadas en causa y efecto. La libertad de Dios produce sorprendentes cambios en los acontecimientos. Por ejemplo, Israel no fue destruida en los días de Joacaz, no porque sus reyes hayan mostrado señas de mejoramiento sino porque Dios decidió mostrar a Israel su misericordia y gracia (2 Rey. 13:4– 6, 22, 23; 14:26, 27). Pero la libertad de Dios no es solo libertad para tener misericordia. Su determinación de destruir a Judá se mantuvo firme a pesar de la piedad indiscutible y las reformas religiosas extensas de Josías. La libertad de Dios se refiere a que no puede ser manipulado por seres humanos. No es la conducta de reyes lo que da forma a la historia sino la voluntad soberana de Dios.
Es en parte este énfasis en la libertad de Dios lo que deja un poco de esperanza para Judá al final de 2 Rey. Si Dios es libre para actuar de cualquier manera que quiera, puede ser que el exilio no sea su palabra final. Pero también hay esperanza porque , como el autor recuerda a los exiliados, si el pueblo de Dios se arrepiente y lo busca, Dios los puede perdonar y hacer que sus conquistadores tengan misericordia para con ellos (1 Rey. 8:46– 51). El libro no es más explícito que esto al sugerir qué puede haber más allá del exilio. No hay ninguna promesa de un retorno a la tierra, ni tampoco de una restauración de la dinastía de David. (¿Qué esperanza se conectaría con esta segunda opción dado que falló en forma catastrófica en traer salvación?) Puede ser que el lector cristiano entienda que la dinastía fue finalmente restaurada en la persona de Jesús, el segundo David, pero tal esperanza no se expresa en ningún lado en Rey.; para ver eso debemos ir a los libros de Jer. y Eze.
Antecedentes Historicos
Los libros de Rey. cubren un período de poco más de 400 años, desde la accesión de Salomón al trono en (o poco antes de) 970 a. de J.C. hasta que el exiliado rey Joaquín fue liberado de la prisión en 561 a. de J.C. Solo se puede mencionar aquí un bosquejo breve de la historia de este período. Se puede dividir esta historia en tres partes, las cuales corresponden con las tres divisiones principales de Rey. ya discutidas.
El reinado de Salomón (970930 a. de J.C.)
Lo que benefició mucho a Salomón fueron las condiciones pacíficas que David le dejó como legado. Al menos por la primera mitad de su reinado disfrutó de buenas relaciones con Egipto al sur y con Hiram de Tiro al norte. Los dos eran socios importantes en asuntos de comercio. No existían otras potencias que amenazaran la seguridad del pequeño imperio de Salomón. Egipto había dejado de ser una gran potencia en el Cercano Oriente casi dos siglos antes de su advenimiento. Los faraones de la vigésima primera dinastía (1089– 945 a. de J.C.) no tenían una política de asuntos exteriores que involucrara más que mantener las fronteras seguras y buenas relaciones con los vecinos de Egipto. Es probable que Salomón formó una alianza con Siamun de esta dinastía (978– 959 a. de J.C.) la cual fue sellada con su matrimonio con la hija del faraón (1 Rey. 3:1).
Sin embargo, la última parte del reinado de Salomón dio evidencias de un deterioro de las relaciones exteriores. Se insinúa que sus relaciones con Hiram de Tiro dejaron de ser muy cordiales (1 Rey. 9:10– 13), e hizo frente a las hostilidades de los descendientes de Edom al sur y de Damasco al norte (1 Rey. 11:14– 25). Un cambio de dinastías puso a Sosencac I (Sisac) en el trono de Egipto en 945 a. de J.C. el cual dio asilo a Jeroboam cuando Salomón trató de matarlo (1 Rey. 11:40) y pocos años después de la muerte de Salomón atacó a Jerusalén (1 Rey. 14:25, 26).
La monarquía dividida (930722 a. de J.C.)
Después de invadir Palestina en el quinto año de Roboam (925 a. de J.C.), Sisac no hizo ningún esfuerzo para consolidar el control egipcio en la región. Ya habían pasado los días del imperio egipcio. Los que amenazarían a Israel y Judá a largo plazo vendrían de otras partes.
Omri, el rey de Israel (885– 974 a. de J.C.), obtuvo una reputación internacional considerable, aunque el relato bíblico no nos cuenta nada de esto. En la piedra moabita, una inscripción del rey Mesa de Moab c. 850 a. de J.C. que conmemora el éxito de su rebelión contra Israel (ver 2 Rey. 3:4– 27), se menciona a Omri y dice que era el rey que anteriormente había conquistado a Moab haciéndola va salla de Israel. Inclusive hasta 722 a. de J.C., hay documentos asirios que se refieren a Israel como la tierra de Omri.
Aram (Siria), una ciudad-estado gobernada desde Damasco, se convirtió en una amenaza para Israel en el siglo IX a. de J.C. Bajo el dominio de Ben-hadad atacó a Israel para ayudar a Asa de Judá (1 Rey. 15:18– 20), quizá cerca de 895 a. de J.C. Otro Ben-hadad (probablemente el hijo y sucesor del primero) fue un enemigo casi constante de Acab y sus hijos y dos veces sitió a Samaria (1 Rey. 20; 2 Rey. 6– 7). El corto período de paz entre Acab y Ben-hadad (1 Rey. 22:1) probablemente se debe a la aparición de Asiria, el enemigo común. Varios reinos pequeños formaron una coalición para ha cerle frente a Asiria bajo Salmanasar III (858– 824 a. de J.C.) quien amenazaba sus fronteras con sus avances hacia el oeste. El relato de la batalla de Karkar (853 a. de J.C.) por el mismo Salmana sar nombra a Acab y a Ben-hadad como miembros de esta alianza y registra que Acab dirigía 2.000 carros y 10.000 soldados a pie: una de las fuerzas más grandes de la coalición. Aunque Salmanasar se declaró victorioso sobre la alianza, se interrumpió temporalmente la interferencia de Asiria en los asuntos del oeste.
Al pasar la amenaza de Asiria las hostilidades con Aram comenzaron de nuevo (1 Rey. 22:2, 3). Cerca de 843 a. de J.C. Ben-hadad fue asesinado por Hazael, quien reinó en su lugar (2 Rey. 8:7– 15). Israel apenas sobrevivió los ataques de Hazael y su hijo Ben-hadad III (2 Rey. 13:3– 7), y hasta Judá fue amenazada (2 Rey. 12:17, 18). Sin embargo, un avivamiento militar y económico se vio tanto en Israel como en Judá bajo sus respectivos reyes, Jeroboam II (782– 753 a. de J.C.) y Azarías/Uzías (767– 740 a. de J.C.).
Sin embargo, muy pronto Asiria habría de cambiar la apariencia del Cercano Oriente. Las campañas de Tiglat-pileser III (744– 727 a. de J.C.) comenzaron una expansión drástica del Imperio Asirio, en el cual Israel fue asimilada rápidamente. Por medio de la sumisión voluntaria de Menajem (ver 2 Rey. 15:17– 22), Israel se convirtió en un Estado satélite de los asirios, probablemente en 738 a. de J.C. Después de la rebelión fracasada de Pécaj, el territorio de Israel fue reducido y hecho siervo (732 a. de J.C.), subyugado a peores interferencias de Asiria pero todavía permitiéndole tener su propio rey. Cuando Oseas se rebeló, Samaria fue destrui da (722 a. de J.C.) y el distrito llegó a ser una provincia asiria bajo el dominio de un gobernador militar. Parte de la población fue deportada a otras partes del Imperio Asirio y reemplazada con colo nos extranjeros, por lo tanto, las tribus del norte perdieron su identidad e Israel dejó de existir.
Judá sola (722587)
Judá se había rendido a Asiria bajo Acaz en 734 a. de J.C. (2 Rey. 16:7, 8), pero Ezequías cambió completamente las políticas de su padre y se rebeló. El rey asirio Senaquerib (704– 681 a. de J.C.) invadió a Judá en 701 a. de J.C. y redujo su territorio, capturó 46 ciudades fortificadas y deportó a 200.150 cautivos. Jerusalén casi fue destruida por mano de él, si no hubiera sido librada milagrosamente (2 Rey. 18– 19). Judá siguió bajo dominio asirio a través del largo reinado de Manasés. Los sucesores de Senaquerib, Esarjadón y Asurbanipal, mencionan que Manasés era su vasallo. Mientras Asurbanipal (668– 630 a. de J.C.) estuvo a cargo del Imperio Asirio éste llegó a su punto de mayor influencia: invadió Egipto y capturó Tebas en 663 a. de J.C. Pero hacia el fin de su reinado el dominio asirio sobre la sección occidental del Imperio empezó a derrumbarse. Josías pudo extender sus reformas en estas partes del antiguo territorio de Israel sin ninguna interferencia.
La independencia de Judá, sin embargo, no duró mucho. Josías murió en 609 a. de J.C. al tratar de prevenir que Necao, rey de Egipto, ayudara al último rey de Asiria batallando en contra de Babilonia (ver el comentario en 2 Rey. 23:29, 30). La caída de Asiria dejó un vacío de poder en el cual Egipto se acomodó por un tiempo, reclamando a Siria-Palestina. De esa manera Judá se convirtió en un vasallo de Egipto. Sin embargo, los caldeos a cargo de Nabucodonosor derrotaron a Necao en Carquemis en 605 a. de J.C., y Judá pasó a ser parte del nuevo Imperio Caldeo. El mismo año Nabucodonosor tomó el lugar de su padre Nabopolasar en el trono de Babilonia.
Judá se rebeló en contra del reino de Babilonia dos veces. El primer intento resultó en la deportación del rey Joaquín y la flor y nata de la población de Jerusalén a Babilonia (597 a. de J.C.). El segundo intento estuvo mejor organizado pero fue tan desafortunado como el primero. Involucró a Sedequías, el cual haciéndose pasar como miembro de la alianza en contra de Babilonia, fue buscando el apoyo de Egipto. La ayuda egipcia no solo era ineficaz sino que vino muy tarde. En 588 a. de J.C. cuando Nabucodonosor tenía sitiada a Jerusalén, el ejército del faraón Hofra salió a dar auxilio a la ciudad y, por un tiempo, el sitio fue levantado (Jer. 37:5– 8). Sin embargo, poco después los caldeos se encargaron de los egipcios y tuvieron sitiada a la ciudad nuevamente. En 587 a. de J.C. Jerusalén fue destruida y un segundo grupo de desterrados se pusieron en camino a Babilonia. Aunque más tarde el sucesor de Nabucodonosor trató con respeto al exiliado Joaquín (2 Rey. 25:27– 30), la soberanía de los reyes de Judá había terminado.
Cronología
Los eruditos que han intentado reconciliar la información bíblica acerca de los reinados de los reyes de Israel y Judá con las fechas provistas en documentos asirios y caldeos se han encontrado con muchas dificultades. Este no es el lugar para detallar el problema (para ver un ejemplo ver el comentario de 2 Rey. 18:9– 12) y presentar posibles solucio nes. Una discusión corta y muy buena se encuentra en Old Testament Survey por W. S. LaSor, D. A. Hubbard y F. W. Bush (Eerdmans, 1982), pp. 288– 297. Para un tratamiento más detallado ver The Mysterious Numbers of the Hebrew Kings, 3a. edición (Zondervan, 1984) por E. R. Thiele. La tabla en la p. 34 adopta el orden de Thiele con unas pequeñas enmiendas.
Bosquejo del Contenido
(En este análisis se trata a los dos libros en conjunto)
1 Rey. 1:111:43Salomón
1:12:46Se establece la soberanía de Salomón
3:14:34Grandeza y sabiduría
5:1-18Preparativos para la construcción del templo
6:17:51Construcción del templo
8:1-66La dedicación del templo
9:1-14Conclusión de la edificación del templo
9:1511:43Grandeza y necedad
12:116:29Los dos reinos: Desde la muerte de Salomón hasta el reinado de Omri en Israel
12:114:31El nacimiento de los dos reinos
15:116:28Israel y Judá hasta el reinado de Omri
1 Rey. 16:292 Rey. 10:36Los dos reinos: El período de la dinastía de Omri
16:2922:40Acab, rey de Israel
1 Rey. 22:412 Rey. 8:29Durante los reinados de los hijos de Acab
9:110:36Jehú y el fin de la dinastía de Omri
11:117:41Los dos reinos: Desde Jehú hasta la destrucción de Samaria
11:114:29El período de la dinastía de Jehú
15:117:41Las últimas décadas de Israel
18:125:30Judá sola
18:120:21Ezequías
21:1-26Los cambios de Manasés y Amón
22:123:30Josías
23:3125:30El fin de Judá