Riched20 5.50.30.2002;
2 Corintios
Introducción
La Relacion de Pablo con Los Corintios
Para comprender 2 Cor. es necesario saber algo sobre la totalidad de la secuencia de los acontecimientos que se produjeron en la relación de Pablo y sus hijos espirituales en Corinto. Lo que ocurrió antes que se escribiera 1 Cor. está descripto en la Introducción al comentario de esa carta. En lo que sigue, se ofrece una reconstrucción del orden de los sucesos posteriores a la escritura de 1 Cor. (Esta reconstrucción toma ciertas decisiones en cuanto a los problemas históricos y literarios que se presentan. Aconsejamos a los lectores interesados en examinar en mayor profundidad estos temas ver la Introducción de otros comentarios sobre 2 Cor.)
La escritura de 1 Corintios
Pablo escribió 1 Cor. con el propósito de clarificar una carta que había escrito anteriormente (1 Cor. 5:9– 11) para responder a algunas noticias sobre Corinto, las que había recibido a través de algunos miembros de la casa de Cloé (1 Cor. 1:10– 12); para responder a preguntas sobre sus enseñanzas planteadas en la carta que los corintios le habían enviado (1 Cor. 7:1); y para responder directamente algunas críticas que estaban surgiendo contra su propia persona y su ministerio (1 Cor. 4:1– 18). Además, aprovechó la oportunidad para dar instrucciones sobre "la ofrenda para el pueblo de Dios" (1 Cor. 16:1– 4), para preparar el camino para la visita de Timoteo a Corinto (1 Cor. 4:17; 16:10, 11) y para avisarles a los corintios que planeaba visitarlos personalmente en camino a Jerusalén, después de pasar por Macedonia (1 Cor. 16:5– 9).
La visita de Timoteo a Corinto
No es mucho lo que se sabe sobre la visita de Timoteo a Corinto. No obstante, para la época en que Pablo comenzó a escribir 2 Cor., Timoteo ya había regresado (1:1), y la relación entre Pablo y los corintios había atravesado un período muy difícil.
La visita "dolorosa" de Pablo
Cuando Timoteo volvió a Efeso, aparentemente trajo noticias preocupantes respecto de la situación en Corinto. Esto hizo que Pablo cambiara los planes de viaje que había previsto en 1 Cor. 16:5– 9. En lugar de viajar por Macedonia hacia Corinto y luego seguir hacia Jerusalén, navegó directamente desde Efeso hasta Corinto. Su intención era, después de visitar a la iglesia allí, viajar hacia el norte, internándose en Macedonia, y luego volver a Corinto de camino a Jerusalén. Al hacerlo, esperaba que los corintios tuvieran "una segunda gracia" (1:15, 16), es decir, se beneficiaran dos veces. Sin embargo, cuando Pablo llegó a Corinto se encontró con que era objeto de un doloroso ataque (2:5; 7:12), por parte de una cierta persona, y la congregación en conjunto no hizo ningún intento de apoyar a Pablo (2:3). Fue realmente una visita muy tris te, tanto para Pablo como para los corintios, y una que el Apóstol no deseaba repetir. Por eso cambió sus planes de viaje una vez más, y en lugar de volver a Corinto después del proyectado viaje a Macedonia, se encaminó directamente de regreso a Efeso (1:23; 2:1).
La carta "severa" de Pablo
Una vez que estuvo de regreso en Efeso, Pablo escribió su así llamada carta "severa" a los corintios. Esta carta está perdida. Por referencias a ella to madas de la correspondencia posterior de Pablo, aparentemente llamaba a los cristianos de Corinto a tomar medidas contra el que lo había atacado durante su visita "dolorosa", y así demostrar que eran inocentes del asunto y que realmente tenían afecto por él (2:3, 4; 7:8, 12). No es seguro quién haya llevado esta carta "severa" a Corinto. Puede haber sido Tito. De todos modos, era a través de Tito, quien volvía de una visita a Corinto, que Pablo esperaba noticias sobre la respuesta de los corintios a su carta. Estaba muy confiado en que obtendría una respuesta positiva. Le expresó esta confianza a Tito antes de que éste saliera para Corinto (7:14– 16), y quizá hasta le haya pedido a Tito que tratara con los corintios respecto del asunto de la ofrenda (8:6).
Pablo se encuentra con Tito en Macedonia
Había planes para que Pablo y Tito se reunieran en Troas. Cuando aquél llegó allí, encontró una puerta totalmente abierta para la evangelización, pero dado que Tito no había llegado aún y Pablo estaba ansioso por verlo, no pudo dedicarse al trabajo. Por eso salió de Troas y pasó a Macedonia, esperando interceptar a Tito en su camino a Troas (2:12, 13). Cuando Pablo llegó a Macedonia se encontró en vuelto en la amarga persecución que estaban experimentando las iglesias de esta región (7:5; 8:1, 2), y esto sólo aumentó su ansiedad. Cuando finalmente llegó Tito, Pablo recibió gran consolación (7:6, 7), mucho más cuando supo del profundo sentir entre los corintios por demostrarle su afecto y lealtad, castigando a quien le había causado tanto dolor.
Pablo escribe 2 Corintios 1– 9
Pablo respondió a las buenas noticias recibidas de boca de Tito escribiendo 2 Cor. 1– 9. Allí decía cuán feliz estaba de que la respuesta a la carta "seve ra" y a la visita de Tito había justificado su orgullo por ellos, especialmente al haberse jactado ante Tito respecto de ellos antes de enviarlo a Corinto (7:4, 14, 16). También se extendió en la explicación de los cambios sobre sus planes de viaje (1:15– 2:1) y por qué razón, y en qué contexto mental les había escrito esa carta "severa" (2:3, 4; 7:8– 12). Aunque Pablo estaba más que gozoso porque los corintios habían actuado tan decididamente para librarse de la culpa y castigar al ofensor, de todas maneras les instó ahora a perdonarlo y restaurarlo, para que no seamos engañados por Satanás (2:11).
Además de expresar su alivio y su gozo, Pablo trató en forma extensa otros dos temas. Primero, explicó su ministerio apostólico tanto en Asia (Efe so) como en Macedonia (1:3– 11; 2:12– 7:4). Segundo, dio instrucciones detalladas y palabras de aliento en relación con la colecta para el pueblo de Dios (caps. 8 y 9). Los corintios habían tomado la iniciativa "el año pasado" (8:10), cuando le escribieron a Pablo, y él había contestado dando instrucciones básicas sobre este tema (cf. 1 Cor. 16:1– 4). En realidad, Pablo se había jactado ante los macedonios sobre la disposición pronta de los corintios para contribuir a la ofrenda, y ahora se sentía inquieto y temiendo que no justificaran su jactancia (9:1– 4).
Más malas noticias de Corinto
Después de escribir 2 Cor. 1– 9 Pablo recibió malas noticias sobre un giro en los sucesos en Corinto. Hombres a los que Pablo llamó "falsos apóstoles" (11:13) estaban levantando toda clase de acusaciones contra Pablo y sus mensajeros. Aparentemente, la iglesia corintia había sido fuertemente influenciada por estos hombres, había aceptado el evangelio de ellos (11:1– 4) y se había sometido a sus excesivas demandas (11:16– 20). Todo esto causó una profunda crisis en la relación entre Pablo y los corintios.
Pablo escribe 2 Corintios 10– 13
No es seguro si Pablo recibió información sobre la nueva crisis en Corinto antes o después de que despachara 2 Cor. 1– 9. De cualquier modo, fue en respuesta a esta nueva situación que Pablo escribió 2 Cor. 10– 13. Estos capítulos fueron escritos para responder a las acusaciones de los falsos apóstoles y para despejar las sospechas que éstas habían generado en las mentes de los corintios. Pareciera un último intento desesperado del Apóstol por llevar a la iglesia a recobrar el sentido, a asegurarse nuevamente de su pura devoción a Cristo, y a revivir una vez más su lealtad para con Pablo, su padre espiritual. En estos capítulos les advierte sobre la tercera visita que estaba planeando, en la que, de ser necesario, demostraría su autoridad, aunque esperaba que la respuesta de los corintios a lo que les había escrito hiciera innecesaria tal demostración (12:14; 13:1– 4, 10).
Tercera visita de Pablo a Corinto
Según Hech. 20:2, 3, Pablo finalmente viajó a Grecia después de estar en Macedonia, y pasó allí tres meses. Podemos suponer que en este período realizó su prometida tercera visita a Corinto. Aparentemente, ya fuera como resultado de lo que escribió en los caps. 10– 13, o debido a su visita personal a la ciudad por tercera vez, los problemas en la iglesia corintia quedaron momentáneamente superados. Esto puede inferirse de la carta de Pablo a los romanos, que fue escrita desde Corinto durante estos tres meses. En ella el Apóstol escribe: "Pero ahora voy a Jerusalén para ministrar a los santos. Porque Macedonia y Acaya tuvieron a bien hacer una ofrenda para los pobres de entre los santos que están en Jerusalén" (Rom. 15:25, 26). Si los de Acaya (que en su mayoría deben haber sido corintios) habían ahora contribuido para la ofrenda, ob viamente, los problemas reflejados en 11:7– 11 y 12:13– 18 habían sido superados. Y si Pablo pasó tres meses en Grecia, en un estado de ánimo que le permitió escribir Rom., entonces la situación en Corinto seguramente había mejorado notablemente.
Sería gratificante poder decir que después de todas estas cosas la iglesia de Corinto fue creciendo en fortaleza cada vez más. Lamentablemente, no fue así. En 1 Clemente (escrita cerca del año 95 d. de J.C.) hay indicaciones de que una vez más la falta de armonía había llegado a constituir un problema.
Los Opositores de Pablo en Corinto
En la reconstrucción de la secuencia de los acontecimientos en la relación de Pablo con la iglesia de Corinto, detallada anteriormente, la oposición a Pablo en esta iglesia consistió en dos fases. En la primera, reflejada en los caps. 1– 7, la oposición emanaba principalmente de un solo hombre; mientras que en la segunda fase, reflejada en los caps. 10– 13, la oposición emanaba de un grupo de personas a las que Pablo denominó "falsos apóstoles".
El opositor de los capítulos 1– 7
Tradicionalmente se ha considerado que el opositor al que Pablo se refiere en los caps. 1– 7 es el incestuoso mencionado en 1 Cor. 5. Sin em bargo, este punto de vista ha sido abandonado por la mayoría de los comentaristas del siglo XX por dos razones principales. Primera, Pablo, quien en 1 Cor. 5 ordenaba tan firmemente la excomunión del que cometía incesto, difícilmente cambiaría de parecer y rogaría su reincorporación en 2 Cor. 2. Este no es un ataque que tenga demasiado peso, ya que subestima los efectos del evangelio del perdón en la propia vida del Apóstol. Segunda, la ofensa a la que Pablo se refiere en 2 Cor. 2 no es un comportamiento inmoral, sino un ataque personal sobre él mismo y su autoridad apostólica. Esta es una objeción mucho más sustancial. Pero el ofensor podría haber agregado a su anterior pecado de inmoralidad una nueva ofensa, es decir, un ataque personal contra Pablo y un rechazo de su autoridad. El escenario entonces podría haber sido el que sigue:
Los corintios, cuando recibieron 1 Cor., no llevaron a cabo en forma inmediata la acción disciplinaria ordenada por Pablo contra el incestuoso. De modo que cuando Timoteo llegó a Corinto encontró a la persona no disciplinada y sin haberse arrepentido de su pecado. Cuando Pablo supo esto cambió sus planes de viaje y cruzó inmediatamente a Corinto, con la intención de manejar el asunto per sonalmente. Una vez allí fue objeto de un duro ataque personal montado por el ofensor, quien ahora no era solamente culpable de incesto, sino también de atacar a Pablo y rechazar su autoridad apostólica. La iglesia no apoyó a Pablo, por lo cual éste se vio obligado a retirarse a Efeso. Desde allí envió su carta "severa" exigiendo nuevamente a los corintios que disciplinaran al ofensor. Finalmente la iglesia lo hizo, y cuando Pablo se enteró de esto por medio de Tito, escribió 2 Cor. 1– 7 expresando su gozo y alivio, y pidiendo que el ahora presumiblemente arrepentido ofensor fuera reincorporado en la iglesia.
Los falsos apóstoles de los capítulos 10– 13
La segunda fase de la oposición consistió en un feroz ataque personal a Pablo por parte de aquellos a quienes él llamó "falsos apóstoles". La naturaleza del ataque se refleja en la airada respuesta de Pablo en los caps. 10– 13. La crisis provocada por los falsos apóstoles estaba lejos de haber sido resuelta cuando se escribió 2 Cor. 10– 13.
Críticas de los falsos apóstoles a Pablo. Lo acusaban de ser "osado" mientras estaba ausente y a una distancia prudente, pero "humilde" (o tímido) cuando estaba presente (10:1). Vivía "según la carne" (10:2). Aunque sus cartas eran "duras y fuertes", en persona era "débil" y su palabra era "despreciable" (10:9, 10). Criticaban la afirmación de Pablo de ser un apóstol, diciendo que era inferior a ellos, porque no era un orador "elocuente", o sea, preparado (11:5, 6). También atacaban la integridad personal de Pablo en asuntos económicos, insinuando que su negativa a aceptar sostén econó mico de los corintios (que ellos obviamente aceptaban) era tanto una señal de que Pablo no amaba verdaderamente a sus hijos espirituales (11:7– 11), como una cortina de humo tras la cual él intentaba extraer una suma aun mayor de ellos para sí mismo, por medio de la "estratagema" de la ofrenda (12:14– 18).
La identidad de los falsos apóstoles. De las diversas pistas que se dan en los caps. 10– 13, se deduce que los opositores de Pablo eran judíos cristianos que estaban orgullosos tanto de sus antepasados judíos como de ser siervos de Cristo. Si la demanda de cartas de recomendación a la que Pablo responde en 3:1– 3 surgió originariamente de estos hombres, parece razonable la conclusión de que ellos sí tenían tales cartas de recomendación, muy probablemente de Jerusalén. En ese caso tendrían cierta afinidad con el grupo de Cefas que ya se había formado en Corinto y que habría favorecido la forma judía del cristianismo relacionada con Pedro.
Pablo los acusó de predicar otro Cristo y un evangelio diferente (11:4), acusación similar a la que levantó contra los hombres que molestaban a las iglesias en Galacia (cf. Gál. 1:6– 9). Estos eran creyentes judíos que querían imponer a los convertidos gentiles las obligaciones de la ley y hacer que se sometieran a la circuncisión. No obstante, en 2 Cor. no hay indicios de que los que se oponían a Pa blo en Corinto trataran de imponer estas cosas. Hay otras diferencias significativas entre los que se oponían a Pablo en Galacia y los falsos apóstoles de Corinto. Estos últimos ponían gran énfasis en la oratoria (11:5, 6), algo que no se pretendía de los cristianos de Jerusalén (Hech. 4:13), ni, presumiblemente, de aquellos que los representaban. Además, los falsos apóstoles de Corinto parecen haber hecho hincapié en la importancia de las experiencias y revelaciones por medio de visiones (12:1), demostraciones de poder que probaran que Cristo hablaba por medio de ellos (13:3) y las así llamadas "señales de un apóstol" (12:11– 13). Estas co sas, según lo que sabemos, tampoco eran características de la forma de actuar de los judaizantes. Por todas estas razones, los falsos apóstoles probablemente no deban ser identificados como judaizantes.
En el mundo griego se asignaba gran importancia a la oratoria y había fascinación por los que hacían maravillas y experimentaban visiones y revelaciones (cf. Col. 2:18), y realizaban cosas asombrosas (cf. Hech. 8:9– 13). Los falsos apóstoles de Corinto quizá hayan sufrido la influencia del mundo griego, o quizá hayan acomodado su enfoque a los corintios que habían sufrido esa influencia. En 1 Cor. se ve claramente que los creyentes de esta ciudad se enorgullecían de estas cosas y que Pablo debió advertirles sobre el darles excesiva importancia (1 Cor. 1:5; 4:8– 10; 13:1, 2). Aparentemente, entonces, quienes se oponían a Pablo eran o bien creyentes judíos que habían sido influenciados por el mundo griego y habían incorporado a su forma de ver el apostolado ciertas ideas griegas, o eran creyentes judíos de la iglesia de Jerusalén que habían aceptado las ideas dominantes entre los corintios para influir sobre ellos en contra de Pablo.
Diferencias teológicas entre Pablo y sus opositores. Si reunimos los retazos de información que Pablo provee sobre las enseñanzas de sus opositores, podemos encontrar dos áreas fundamentales de discrepancia teológica entre ellos y Pablo. La primera está relacionada con el evangelio en sí mismo, y ya hemos visto que Pablo considera que el mensaje que ellos predicaban era un evangelio diferente, en el cual se presentaba un Cristo diferen te, y se recibía un Espíritu diferente.
La segunda área de discrepancia eran los criterios para decidir quién tenía derecho a llamarse apóstol de Cristo. Tales criterios eran necesarios, ya que el título de "apóstol" era reclamado por otros individuos, además de los doce de la iglesia de los primeros tiempos. Los opositores de Pablo adoptaban lo que podría llamarse un punto de vista triunfalista. Esperaban que un apóstol tuviera una personalidad impactante, una presencia dominante y una buena capacidad para la oratoria (10:10), y que ejerciera la autoridad en su trato con quienes estaban por debajo de él (11:20, 21). La pretensión de Pablo de ser apóstol descansaría en el hecho de recibir visiones y revelaciones de Dios (12:1), y sería apoyada por la realización de señales y prodigios (12:11– 13). El actuaría como vocero de Cristo y sería conocido como tal por las manifestaciones de poder en su ministerio (13:3, 4). Y en el aspecto más formal, el apóstol de Cristo debía ser de linaje judío (11:22) y tener cartas de recomendación (3:1), muy probablemente de los líderes judíos de la iglesia en Jerusalén.
Por el bien de la iglesia corintia Pablo se vio obligado a señalar que su propio ministerio no estaba falto de recomendaciones (3:2, 3), conocimiento (11:6) o autoridad (13:10). También destacó que había experimentado visiones y revelaciones de Dios (12:1– 5), que en verdad realizaba señales y prodigios (12:11– 13), y que podía mostrar evidencias de que Cristo hablaba por su intermedio (13:3, 4). Sin embargo, es obvio que Pablo recha zaba toda esta forma de evaluar las pretensiones al apostolado y los criterios triunfalistas involucrados en ella. Para Pablo, las señales del verdadero ministerio apostólico eran sus frutos (3:2, 3), la forma en que se llevaba a cabo (es decir, en concordancia con la mansedumbre y ternura de Cristo; 10:1) y el hecho de compartir los sufri mientos de Cristo (4:8– 12; 11:23– 28). Quien predica el evangelio de Cristo crucificado, como Señor, ejemplificará en su ministerio la debilidad en que Cristo fue crucificado y manifestará el poder del Señor resucitado (4:7– 12; 12:9, 10; 13:3, 4).
Tenemos aquí, por lo tanto, dos formas muy distintas de evaluar el ministerio auténtico. Una es triunfalista y pone énfasis solamente en las manifestaciones de poder y autoridad, sin dar lugar a la de bilidad y el sufrimiento. La otra, aunque también afirma la importancia del poder y la autoridad, insiste en que éstos no pertenecen al apóstol en sí mis mo, sino que dependen totalmente de la autoridad de Dios que elige hacer descansar su poder sobre sus siervos en sus debilidades, y manifestar su poder por medio de la locura de la predicación del evangelio (12:9, 10; cf. 1 Cor. 1:17– 2:5).
Ver también el artículo "Leyendo las epístolas".
Bosquejo del Contenido
1:1-11Prefacio
1:1, 2Saludo
1:3-11Acción de gracias
1:127:15Respuesta de Pablo ante la crisis resuelta
1:122:4Pablo defiende sus repetidos cambios de planes de viaje
2:5-11Perdón para el ofensor
2:12, 13Esperando a Tito
2:14-17Triunfantes en Cristo
3:1-3Cartas de recomendación
3:4-6Ministros del nuevo pacto
3:7-18Contraste entre dos ministerios
4:1-6La conducta de Pablo en el ministerio
4:7-12Tesoro en vasos de barro
4:13-15El espíritu de fe
4:165:10La esperanza fundamental de Pablo
5:117:4El ministerio de la reconciliación
7:5-16Gozo de Pablo por la resolución de la crisis
8:19:15La ofrenda
8:1-6El ejemplo de los macedonios
8:7-15Exhortación a los corintios a abundar
8:16-24Elogio de quienes recogerán la ofrenda
9:1-5Estar preparados y evitar la humillación
9:6-15Exhortación a la generosidad
10:113:14Pablo responde a una nueva crisis
10:1-6Una sentida súplica
10:7-11Pablo responde a las críticas
10:12-18No jactarse desmedidamente
11:1-6Credulidad de los corintios
11:7-15Por qué Pablo se niega a recibir sostén
11:1612:13"Palabras de un loco"
12:14-18Pablo niega haberlos engañado
12:19-21El propósito de las "palabras de un loco"
13:1-10Pablo amenaza con tomar severas medidas
13:11-13Exhortación y saludos finales
13:14Bendición final