Riched20 5.50.30.2002;
Isaias
Introducción
El Contexto Historico
Isaías vivió en un período trascendental de la historia de su país, la segunda mitad del siglo VIII a. de J.C., que vio el nacimiento de la profecía escrita en la obra de Amós, Oseas, Miqueas y de él mismo, pero también la caída y desaparición de la mayor parte de Israel (las diez tribus del reino del norte). (Ver cuadro en p. 656.)
En el año 740 a. de J.C., la muerte del rey Uzías (6:1) puso término a una época de bonanza en que tanto Judá como Israel había disfrutado de unos 50 años de respiro al verse libres de agresiones en gran escala. Pronto sería sólo un recuerdo. El resto del siglo estaría dominado por la voracidad de los reyes asirios: Tiglat-pileser III (745– 727), Salmanasar (727– 722), Sargón II (722– 705) y Senaquerib (705– 681). Sus ambiciones no se reducían a simples saqueos sino a formar imperios; y para la consecución de sus fines sacaron de cuajo poblaciones enteras llevándolas cautivas y castigando el más mínimo signo de rebelión con inmediatas y espantosas represalias.
En el año 735 a. de J.C., Jerusalén sintió la sacudida de su acercamiento, cuando llegaron los ejércitos de Israel y Siria para obligar al rey Acaz a integrar una coalición antiasiria. El enfrentamiento de Isaías con el rey (cap. 7) puso al descubierto cuál era el verdadero problema de este período, es decir, la elección entre una fe sin sobresaltos, y alianzas nacidas de la desesperación; y la decisión del rey de jugar el todo por el todo depositando su confianza no en Dios sino en Asiria, significó implícitamente ser rechazado, tanto él como sus partidarios, y la emisión de la profecía de un rey perfecto, Emanuel, que surgiría del derruido linaje de la dinastía davídica.
Israel pagó su rebelión con la pérdida de sus regiones del norte ("Galilea", 9:1) hacia 734 a. de J.C., y de su existencia como nación en 722 a. de J.C. En cuanto a Judá, colindando con una cosmo polita provincia asiria (2 Rey. 17:24 ss.) en el territorio antes ocupado por Israel, no estaba para gestos patrióticos.
Pero fue un patriota el que sucedió al rey Acaz. Ezequías (para cuya cronología ver 2 Rey. 18:1) era un tizón en quien se turnaban la fe y la impaciencia para reavivar la llama. Gran parte de la energía de Israel fue dedicada a mantenerlo al margen de intrigas contra Asiria (ver sobre 14:28– 32; 18:1– 7; 20:1– 6). Finalmente la pugna hizo crisis en un amargo conflicto entre el profeta y la facción proegipcia de la corte, implícita en los caps. 28– 31. El resultado de la misma fue la revuelta de Ezequías contra Asiria (caps. 36, 37), que atrajo contra él el poderío de Senaquerib en el año 701 a. de J.C. y dejó casi postrado al pequeño reino de Judá, pese a que Jerusalén se vio milagrosamente librada del desastre.
Los tratos de Isaías con Ezequías no se limitaban únicamente a asuntos pertinentes a estrategia política ni al futuro inmediato; su último encuentro con él señaló con precisión la diferencia entre estos dos hombres de fe. En 39:5– 7 Isaías mira con gran anticipación a la cautividad en Babilonia, fruto de la desobediencia del rey; pero la única reacción del rey es una sensación de alivio: "¡En mis días habrá paz y estabilidad!" Era una perspectiva comprensible para un monarca pero inaceptable para un profeta. De modo que la profecía sigue su curso hasta su consumación en la sección final.
A los acontecimientos implícitos en los caps. 40– 55 se los identifica, sin lugar a dudas, con el nombre de Ciro (44:28; 45:1), lo que nos introduce de golpe al mundo del siglo VI. Este rey de Anzán, de la región sur de Persia, tomó control del Imperio Medo en el año 550 a. de J.C., y procedió a conquistar la mayoría de Asia Menor en el 547 a. de J.C. Esto le significó una posición dominante contra el Imperio Babilónico (donde los judíos sufrían la cautividad desde antes de la caída de Jerusalén, en el 587 a. de J.C.). A todo esto el Imperio Babilónico estaba debilitado y dividido; y el rey Nabonido, ausente de la capital (donde su hijo Belsasar funcionaba por delegación), estaba en pugna con los sacerdotes. En el año 539 a. de J.C., Ciro derrotó al ejército babilónico en el campo de batalla y sus fuerzas entraron en Babilonia sin resistencia. Fiel a la profecía en Isa. 44:28, repatrió a los judíos (además de otros pueblos subyugados) con instrucciones de reedificar su templo (Esd. 1:2– 4; 6:2– 5). Su propia inscripción en el "Cilindro de Ciro" (ahora en el Museo Británico), revela que esa fue su política gene ral, para lograr los buenos oficios de los dioses a quienes devolvía sus santuarios (ver sobre 41:25).
Un considerable número de judíos retornaron, pero pronto chocaron con "el pueblo de la tierra" al rehusar éstos su ayuda para reedificar el templo (Esd. 4:4). El trabajo se paralizó por casi 20 años, hasta que Hageo y Zacarías impulsaron un nuevo intento en el año 520 a. de J.C., y la obra fue concluida en el 516 a. de J.C. Muchos comentaristas ven esta situación, con sus tensiones humanas y su preocupación en cuanto a Jerusalén y al templo, como el trasfondo presupuesto en los caps. 56– 66. En este comentario, sin embargo, la hebra que mantiene unidos los últimos capítulos se considera como temática más que histórica, no más preocupada con Babilonia sino con la tierra natal y la ciudad-madre, ambas tales cuales eran en su imperfección y en la medida que transcendían lo terrenal y miraban a los cielos nuevos y a la tierra nueva, y a la "Jerusalén celestial".
Paternidad Literaria
El punto de vista tradicional y del Nuevo Testamento
Hasta los tiempos modernos el libro de Isa. era universalmente considerado como una unidad, producto del profeta de su nombre del siglo VIII. Un solo manuscrito contenía la totalidad de la obra, hecho que conocemos no sólo por los descubrimientos de Qumrán sino también por Luc. 4:17 (donde la lectura escogida fue de uno de los últimos capítulos); esa presunción se ve corroborada por Eclesiástico 48:22– 25, escrito 200 años antes. El NT coincide plenamente: ver, p. ej. Juan 12:37– 41; Rom. 9:27– 29; 10:20, 21.
Crítica moderna
Aparte de las averiguaciones tentativas del exégeta judío medieval Ibn Ezra (cuyas observaciones en otros escritos apoyan al punto de vista tradicional), la idea de una paternidad literaria múltiple de Isa. vio la luz solamente en los dos últimos siglos. Su forma más simple y persuasiva es adjudicarle a Isaías los caps. 1– 39, y los caps. 40– 66 a un profeta anónimo que vivió entre los exiliados de Ba bilonia en el siglo VI. Se sugirió que, como una secuencia apropiada de Isaías, esa obra fue agregada como un apéndice de Isa. y, siendo anónima, finalmente perdió su identidad separada.
Los principales argumentos en favor de esta tesis y de sus principales variantes son, en primer lugar, lo que se ha llamado la "analogía profética"; es de cir, el hecho de que los profetas habitualmente se dirigían a sus contemporáneos (y los destinatarios de los caps. 40– 66, eran predominantemente los exiliados); y, en segundo lugar, el estilo y vocabulario distintos y el énfasis teológico particular de los caps. 40– 66. De esto nos ocuparemos más adelante.
Pero ningún erudito sostiene esta teoría en esta manera sencilla, pues por sus propios principios exige mayor elaboración. Un somero análisis muestra que los caps. 1– 39 pertenecen a Isaías, subdivididos en una colección básica de oráculos del profeta que se remontan al siglo VIII, suplementada con posterioridad por discípulos en distintos períodos (p. ej. los caps. 13, 14 del exilio babilónico en el siglo VI; los caps. 24– 27 probablemente al finalizar el régimen pérsico, en el siglo IV). Este material añadido, incluyendo numerosas contribuciones menores, suma alrededor de 250 versículos de los caps. 1– 39 (es decir, alrededor de un tercio), y algunas de las unidades mayores serán analizadas como formadas de varias partes, con su propia historia de crecimiento.
A los caps. 40– 66 se los divide generalmente en dos partes principales: Deutero- (es decir, segundo) Isa. (40– 55; exílico; digamos alrededor de 545 a. de J.C.) y Trito (tercero) Isa. 56– 66; postexílico; diga mos alrededor de 520 a. de J.C.). A la primera sección (caps. 40– 55) se la considera habitualmente como una unidad, la obra de un "gran desconocido" discípulo de Isaías; en cuanto a la última parte (caps 56– 66), muchos creen que es obra de los seguidores del segundo profeta (Deutero-Isaías), de distintas escuelas de pensamiento, que interpretaron su mensaje a la siguiente generación. Los comentaristas discrepan sobre el número de situaciones históricas y de partidos (p. ej. moralista, institucionalista, patriótico, universalista) que aquí se descubren, y, consecuentemente, en su análisis del Trito-Isaías; pero al menos se detectan por lo general cuatro fuentes en estos 11 capítulos.
Es importante tener en cuenta que esta supuesta galaxia de autores y suplementos no es totalmente arbitraria. Una vez aceptado el criterio inicial de dividir el libro, no se lo puede descartar así como así; debe ser aplicado en forma consistente (con los resultados que hemos visto) o no aplicarlo en absoluto. De modo que, a pesar de la atractiva simplicidad de una obra supuestamente compuesta por dos volúmenes (por Isaías y un sucesor), la única alternativa viable a un solo autor no es pensar en dos autores sino en algo así como una docena.
Es de justicia añadir que recientemente el acento de los eruditos críticos ha sido puesto en la unidad de esta diversidad. Los suplementadores son considerados como una escuela de discípulos impregnados del pensamiento de Isaías y profetizando en su espíritu a las nuevas generaciones. De modo que sus enseñanzas, según este punto de vista, generaron vástagos durante siglos después de su muerte, y su nombre fue unido, con toda propiedad, a la fa milia de escritores surgida de sus oráculos.
Evaluación de los argumentos en favor de la autoría múltiple
En vista de la fuerte tradición en favor de la unidad de la paternidad literaria, la carga de la responsabilidad de probar lo contrario descansa sobre los que dividen el libro. Los principales criterios sustentados por ellos no son invulnerables.
1. La analogía de la profecía. Si los caps. 40– 66 son de Isaías, es innegable que la profundidad y extensión de su inmersión en una época distante hacen que su experiencia sea altamente excepcional. Pero, en primer lugar, rechazar aquello que trasciende las analogías conocidas es exaltar la analogía sobre la razón, e incidentalmente no estar de acuerdo con el Dios innovador de estos caps. (43:18). En segundo lugar, exagera en esta instancia lo que es una diferencia de grado más bien que de clase entre estos caps. y el resto. Los caps. 1– 39 contienen muchas excursiones hacia un futuro reconocible, las que han sido en la mayoría de los casos atribuidas por los críticos a editores posteriores más que a Isaías, basándose en la misma "analogía de la profecía" (la que entonces pasa a estar basada en textos adoptados para apoyarla). Además, algunas de estas profecías hablan (como lo hacen los caps 40– 66) como desde dentro del futuro que describen, p. ej. en los tiempos perfectos del bien conocido oráculo del nacimiento en 9:2– 6, o en la visión de la cautividad y juicio en 5:13– 16. Con un alcance más grande, Jeremías celebra la condenación de Babilonia como estando en el punto de vista de la generación final de cautivos, urgiéndoles a escapar (Jer. 50:8; 51:45; cf. Isa. 48:20), aunque él había prohibido tales pensamientos a sus contemporáneos literales en su época y papel diferentes (Jer. 29:4– 14).
Aun más adecuado a nuestro punto, 13:1– 14:23 (un oráculo atribuido a "Isaías hijo de Amoz") ve a Babilonia como la ven los caps. 40– 66, no como la anárquica provincia asiria de la época de Isaías sino como un poder mundial cuya caída inminente significará el fin del exilio de Israel. A este oráculo debemos agregar la visión tipo sueño de 21:1– 10, donde el informe de la caída de Babilonia pone a Isaías en estado de perplejidad.
A la luz de todo esto, el involucramiento intenso de los caps. 40– 66 con el exilio babilónico, sus enseñanza y su secuela, puede trascender las expectativas del lector, pero difícilmente las de Isaías. Para él podía bien ser el florecimiento final de su preocupación con la interacción entre aquellos opuestos, Babilonia e Israel, en los propósitos de Dios a largo plazo, y representar el cumplimiento de su ministerio.
Puede ser valioso agregar que aun la anomalía más grande, el mencionar a Ciro un siglo y medio antes de su época (44:28; 45:1), no le faltan paralelos (ver la predicción sobre Josías, el doble de este intervalo, en 1 Rey. 13:2). En segundo lugar, el poder para predecir es precisamente la prueba anunciada aquí de que Yahweh solo es Dios (cf. 41:21– 23, 26– 29; 44:7, 8, 25– 28; 46:10, 11; 48:3– 8. Note que 48:8 culpa a la sordera de Israel, no al silencio de Dios, por la ignorancia de la nación de las nuevas cosas que han sucedido al final del exilio).
2. El estilo característico de los caps. 40– 66. Este sería un argumento válido contra la paternidad literaria de Isaías, solamente en el caso de que estos capítulos estuvieran dirigidos a una situación y a destinatarios comparables a los de 1– 39. Pero si de veras son de Isaías, son el producto de su ancianidad; un mensaje escrito, no predicado; preocupado por consolar y no para advertir; dirigido a las futuras generaciones con apenas un vistazo al presente. Se trata de circunstancias inmensamente diferentes. Tales profecías pueden parecer una improbabilidad intrínseca (ver lo anterior), pero las objeciones no se pueden hacer tanto al anverso como al reverso. En realidad lo extraordinario sería (aceptado, en favor del argumento, que Isaías fuera el autor) que un cambio tan radical de situación, método y objeto no produjera ningún cambio apreciable de pensamiento y expresión.
Por cierto que habría de esperarse en los caps. 1– 39, si todo el libro fuera de Isaías, ocasionales anticipos de los caps. 40– 66, cuando se anticipaban momentáneamente los temas de este último capítulo y eso es lo que ocurre. Se le expresa a Senaquerib en 37:26 (701 a. de J.C.), la soberanía de Dios en la historia, tema principal de los caps. 40– 66. Parece que Yahweh está diciendo: "¿No lo has sabido? ¿No lo has oído? (cf. 40:28), que desde tiempos antiguos, yo lo hice (cf. 41:4, heb.), que desde los días de la antigüedad (cf. 45:21; 46:10) lo dispuse (cf. 46:11; 48:3)?" Un lenguaje similar so bre este tema se descubre en 22:11. Sobre el "gran éxodo" el cap. 35 no sólo compite exitosamente con la más refinada elocuencia de los caps. 40– 66 (con los que tiene que agruparse si se quiere mantener la teoría de la múltiple paternidad literaria), sino que también, y en casi todos sus versículos, utiliza los giros idiomáticos especiales de los caps. 1– 39. Además, en las visiones referidas a la armonía final, difícilmente pueden separarse pasajes tales como 11:6– 9 y 65:25. Puede que se trate de rarezas comparativas, pero son las primicias reconocibles de una cosecha posterior.
3. Vocabulario. Las denuncias iniciales de Isaías exigían términos tales como "zarzas y ortigas", "azote", "turbión", "remanente"; pero la última parte del libro cuyo tema es la confianza restablecida y la vocación, pone el acento en la iniciativa de Dios para "crear", "elegir" y "redimir". Sus "propósitos" parecieran abarcar lejanas "riberas", el "fin de la tierra" y "toda carne"; esto, por supuesto, da lugar a una invitación a la "alabanza", la "alegría" y "cantar alabanzas". Aun las partes subsidiarias de la oración reflejan el cambio de sujeto, puesto que los últimos capítulos abundan en vocablos que ponen énfasis y calidez a una aseveración.
Sin embargo, junto a las variaciones, debemos mencionar la cantidad significativa de vocablos que son comunes a ambas partes de Isa., y que rara vez, o nunca, se los encuentra en otros pasajes del AT. "El Santo de Israel" (12 veces en 1– 39, 13 veces en 40– 66) es el ejemplo mejor conocido, pero varias otras expresiones para Dios añaden su más pequeño testimonio: p. ej. el término yoser (el que forma o proyecta) usado con un pronombre posesivo (22:11; 29:16; 44:2); "el Fuerte de Israel (Jacob)" (1:24; 49:26; 60:16). También hay algunos vocablos únicos en su género, para designar a Israel que ocurren en ambas secciones, tales co mo "ciegos" (29:18; 35:5; 42:16– 18), "sordos" (29:18; 35:5; 42:18; 43:8), "los que abandonan a Jehovah" (1:28; cf. 65:11), "rescatados de Jehovah" (35:10; 51:11), "la obra de mis manos" (29:23; 60:21). (Es tos ejemplos han sido tomados de una lista de R. Margoliath, The Indivisible Isaiah, 1964.) Es el gran repertorio de expresiones isaíticas que ha originado la teoría (que se apoya en muy escasa evidencia) de que un grupo de discípulos perpetuaron las formas de pensamiento de Isaías a lo largo de los siglos. Es más fácil imaginar una sola mentalidad.
4. Teología. Debería estar claro, a esta altura de nuestro estudio, que estas dos partes principales del libro enfrentan situaciones diferentes y se complementan en sus enseñanzas. Pero hay más que esto. El comentarista J. A. Motyer sugiere que las profecías de los caps. 1– 39 predicen un devastador castigo histórico que plantea serios problemas teológicos en vista de las doctrinas y promesas esta blecidas en otras partes de esos caps. Por lo tanto, los caps. 40– 66 son más que una consumación: son una solución sin la cual los caps. 1– 39 terminarían en una discordancia irre soluble. Y "si un profeta puede ser inspirado para declarar la verdad de Dios en el contexto de la historia, ... no es pedir mucho que también fuera inspirado para hallar las soluciones a los problemas teológicos planteados por esas revelaciones ... "
Para resumir: la teoría de la paternidad literaria múltiple (desde que la paternidad dual se reduce necesariamente a esto) crea por lo menos tantas dificultades como las que trata de evitar. (También plantea interrogantes en otras partes del AT, donde los profetas preexílicos utilizan material de este libro; pero no vamos a detenernos en este punto aquí.) La teoría hace de Isaías el autor de un torso; admite un criterio de análisis por el cual muy pocos de los profetas serían los autores de sus escritos; supone siglos de actividad creadora no solamente de una escuela isaítica sino de grupos similares reverentes de otros profetas, cuya libertad para desa rrollar o adaptar la obra de su maestro se compara, notablemente, con la prolijidad y el cuidado, en una fecha no muy posterior, de transmitirla en forma inalterada, y cuya existencia no pasa de ser una inferencia. También está obligada a responder a la primitiva e inalterada tradición sobre la unidad de Isaías, y resolver el problema que le crea el hecho de que, aparentemente al menos, el NT apoya este punto de vista.
Por cierto, puede argüirse que el NT no se pronuncia sobre estos problemas, sino que se reduce a citar sin digresiones; esta es la opinión de muchos que aceptan su autoridad sin reservas. No obstante, es una exégesis más directa, a menos que las objeciones sean aplastantes, considerar que "Isaías" ahí significa "Isaías"; y en todo sentido esta hipótesis pareciera ofrecer una simplicidad similar. Las alternativas (de las cuales hay más que las que hemos mencionado) tienden a hacerse más elaboradas mientras más se las estudia; y esto no constituye un síntoma tranquilizador. Cuando esto ocurre, es tiempo de buscar un centro diferente y un esquema más integrado y más ajustado a la realidad.
Bosquejo del Contenido
1:1-31Una situación de crisis
1:1El profeta y su tiempo
1:2-4La gran acusación
1:5-9La devastación de Judá
1:10-20Corrupción pietista y su limpieza
1:21-31El lamento de Dios y su determinación
2:14:6La Jerusalén de Dios y la Jerusalén del hombre
2:2-5La ciudad de Dios
2:6-9La ciudad de Mamón
2:10-22El terror del Señor
3:1-15Juicio por decadencia
3:164:1De la seda al cilicio
4:2-6La gloria por venir
5:1-30La amarga vendimia
5:1-7La parábola
5:8-23Los seis ayes
5:24-30Los depredadores de Dios
6:1-13El llamado del profeta
7:112:6Tormenta y sol: Asiria y Emanuel
7:1-17Isaías enfrenta al rey Acaz
7:188:22Explicación de la elección
9:1-7El amanecer mesiánico
9:810:4La sombra sobre Samaria
10:5-34El hacha de Dios sobre Judá
11:112:6El reinado mesiánico
13:123:18Mensajes para las naciones
13:114:23Babilonia
14:24-27Asiria
14:28-32Filistea
15:116:14Moab
17:1-14Damasco e Israel del norte
18:1-7Etiopía
19:1-25Egipto
20:1-6La crisis de Asdod
21:1-10Babilonia, "Desierto del Mar"
21:11, 12Edom
21:13-17Arabia
22:1-25Jerusalén
23:1-18Tiro
24:127:13La victoria final de Dios
24:1-23La tierra y el cielo son juzgados
25:1-12La gran liberación
26:127:1Triunfo después de aflicción
27:2-13Un pueblo para Dios
28:131:9La crisis asiria: ¿La ayuda de Dios o de los hombres?
28:1-29Un desafío a los escarnecedores
29:1-8La liberación de último minuto para Ariel
29:9-24La oscuridad interior de Israel: profundizada y desvanecida
30:131:9Egipto y Asiria en perspectiva
32:135:10La salvación y su oscuro preludio
32:1-8Un reino de verdaderos hombres
32:9-20No es llano el camino a la paz
33:1-24El anhelo de ser libres
34:1-17El juicio universal
35:1-10El desierto floreciente
36:139:8Las pruebas supremas para Ezequías
36:137:38La matanza asiria
38:1-22La enfermedad de Ezequías
39:1-8Los enviados de Babilonia
40:148:22La larga noche en Babilonia
40:1-11El Señor largamente esperado
40:12-31Dios el incomparable
41:1-29Dios y la historia
42:1-17Luz para las naciones
42:1848:22Siervo inconstante e inmutable Señor
49:155:13La alborada de la redención
49:1-13El segundo "cántico del Siervo"
49:14-23Consuelo para Jerusalén
49:2450:3Consuelo para los cautivos
50:4-9El tercer "cántico del Siervo"
50:10, 11Un epílogo al cántico
51:1-8Más sustento para la fe
51:952:12Expectativa creciente
52:1353:12El cuarto "cántico del Siervo"
54:1-17La fecunda ciudad madre
55:1-13Gracia abundante
56:166:24Gloria y vergüenza de Sion
56:1-8Bienvenida a los proscritos
56:959:15aLa vergüenza de Sion
59:15b-21El libertador solitario
60:162:12La gloria de Sion
63:1-6El vengador solitario
63:764:12Las necesidades urgentes de Sion
65:166:24La gran divisoria