SemiticaDict;Riched20 5.50.30.2002;
Josue
Introducción
Autor y Fecha
Los eruditos difieren tanto en la fecha como en el autor de este libro anónimo, porque usan diferentes métodos.
Sobre el problema del autor algunos eruditos, siguiendo el Talmud (c. 500 d. de J.C.), asignan el libro al mismo Josué. Se apoyan en que se dice que Rajab todavía estaba viva en la fecha en que se escribió (6:25) y que el autor, usando "nosotros", se incluye a sí mismo entre quienes cruzaron el Jordán (5:1). Sin embargo, la observación acerca de Rajab en 6:25 puede referirse a sus descendientes, y otros textos heb. dicen "ellos", no "nosotros" en 5:1. Igualmente, como en 5:6, el autor pudo haber usado "nosotros" en un sentido de solidaridad con la generación que entraba a la tierra.
El problema de la fecha en ocasiones también se ha decidido enteramente sobre la base de observaciones dentro del libro de Jos., y algunos eruditos que usan este método datan el libro en una época entre la muerte de Josué y sus contemporáneos que lo sobrevivieron (24:29– 31) y el tiempo de Samuel (c. 1050 a. de J.C.). Porque Sidón se reconoce como la ciudad principal de Fenicia (11:8) y Tiro la conquistó por el año 1200 a. de J.C., algunos favo recen esa fecha como la de la terminación del libro. Otros indicadores internos de la fecha del libro son que Jebús, la antigua Jerusalén, y Gezer, todavía no habían sido conquistadas (15:63; 16:10). Jerusalén finalmente cayó con David (2 Sam. 5:6– 10) y Gezer con Salomón (1 Rey. 9:16). También en el 13:2, 3 los filisteos, quienes invadieron la planicie de la costa de Judá en 1175 a. de J.C., están presentes, aunque esta pudo haber sido una adición escrituraria posterior.
Más recientemente, los eruditos han comenzado a investigar fuera del libro mismo para decidir el problema de la fecha. Algunos de ellos ven vínculos entre Jos. y el Pentateuco. Piensan que hay una continuación de los pretendidos elementos literarios del Pentateuco: a saber, E en los caps. 2– 11 y P en 13– 22, con varias agregados de otras fuentes. Otros han llegado a la conclusión que en Deut., Jos., Jue., Sam. y Rey. hay una unidad más o menos estrecha, o por lo menos conformada. El lenguaje, el estilo y la teología de estos libros apoyan la conclusión de que un así llamado deuteronomista (un individuo o una escuela) reunió una va riedad de fuentes de varios períodos y los entretejió en un todo completo durante el exilio. Esto significaría que Josué fue escrito c. 550 a. de J.C. Estos libros están ligados por conclusiones e introduccio nes que se sobreponen. Jos. 1:1 se equipara con Deut. 34:1– 12, especialmente el v. 5, donde a Moisés se le llama por primera vez "siervo del Señor". La misma señal se confiere a Josué, también por pri mera vez, al final de Jos. (24:29). La conclusión de Josué (24:29– 31) se repite como parte de la introducción a Jue. (2:6– 9). El estilo del deuteronomista es más evidente en los discursos de despedida de Moisés (Deut. 31), Josué (Jos. 23), Samuel (1 Sam. 12), David (1 Rey. 2:1– 4) y Salomón (1 Rey. 8:54– 61), coronados por el resumen editorial del propio deuteronomista (2 Rey. 17).
Los judíos siempre han reconocido la unidad de Jos., Jue., Sam. y Rey., llamándolos los "Profetas Anteriores". Este arreglo tiene las ventajas de llamar la atención a la integridad de cada libro y de distinguir entre el Pentateuco, que describe la organización de Israel como el pueblo de Dios bajo el pacto mosaico, y Jos., Jue., Sam. y Rey. que interpretan la historia de Israel en términos de ese pac to. Sin embargo, el acercamiento moderno pone énfasis en los fuertes vínculos entre Deut. y estos libros. G. J. Wenham ha encontrado cinco temas teológicos que unen a Deut. y Jos.: La guerra santa de conquista, la distribución de la tierra, la unidad de todo Israel, Josué como el sucesor de Moisés y el pacto.
El acercamiento moderno es también un avance sobre el punto de vista tradicional porque observa fuentes dentro de Jos. a Rey. y enfoca el uso teológico que el deuteronomista hace de ellas. Jos. explícitamente menciona el libro de Jaser como una fuente (10:13) y algunos de los problemas dentro del libro se explican mejor mediante un análisis de las fuentes. Por ejemplo, en 11:21 se describe a Josué llevando a los anaquitas fuera de Hebrón, pero en 14:12 se da el crédito a Caleb por esa hazaña. Esta diferencia no es una contradicción, porque a Josué como jefe del ejército se le pudieron haber acreditado las proezas de su subalterno. Pero esto pue de explicarse mejor en términos de fuentes diversas.
El deuteronomista asumió que sus lectores conocían las historias antiguas del Pentateuco. Por ejemplo, se habla de los huesos de José en Gén. 50:25, que son sacados de Egipto en Exo. 13:19 y sepultados en Siquem en Jos. 24:32; y la herencia prometida a Caleb en Núm. 14:24, 30 encuentra su cumplimiento en Jos. 14:6– 15.
La Fecha de la Conquista
El intento por fijar fecha a la conquista de la tierra por Israel, lo obstaculiza la naturaleza de la escritura de la historia bíblica, la forma en que la Biblia calcula fechas y la ambigüedad de los descubrimientos arqueológicos.
Los hombres que compilaron las historias de la Biblia tenían como meta principal enseñar teología, no escribir sobre meros hechos, de modo que a veces se pasan por alto los detalles. Sin embargo, algunas de las reconstrucciones que los historiadores modernos han hecho de lo que realmente sucedió, parten demasiado radicalmente de la Biblia para tomarlas en serio.
Tomando las fechas que se dan en 1 Rey. 6:1 y Jue. 11:26 al pie de la letra, uno podría fijar la fecha de la conquista c. 1400 a. de J.C. Sin embargo, uno no puede asumir que la Biblia sencillamente suma los años en esta forma. No obstante, la evidencia arqueológica desde Jericó y Hazor apuntan a esta fecha. En Jericó, el estudio de los restos de cerámica, los escarabajos reales, la actividad sísmica en la región, la destrucción por fuego y aun las ruinas de los muros derribados junto con el uso de carbono-14 reúne una evidencia impresionante de que la ciudad fortificada fue destruida finalmente por el año 1400. En Hazor, hay niveles de destrucción en los años 1400, 1300 y 1230 a. de J.C. Casi todos los eruditos asignan la destrucción del 1300 al faraón Seti I, dejando cualquiera de las otras a Israel. La referencia en Jue. 4:2 de Hazor como una ciudad cananea, en oposición a las tres o cuatro generaciones de Israel después de Josué, excluye una fecha posterior, a menos que uno suponga ya sea que la narración bíblica en Jue. 4 es imperfecta o que la evidencia arqueológica es in completa. Hai, si se identifica correctamente, carece de evidencia de una destrucción israelita, presentando un problema para cualquiera de los puntos de vista (ver sobre 7:2). J. Bimson ha establecido el año 1400 a. de J.C. como la fecha de la conquista sobre base más firme, refinando las fechas de los períodos arqueológicos en cuestión.
Por otro lado, la evidencia arqueológica de Pitón y Ramesés en Egipto (Exo. 1:11), la falta de datos corroborando los reinos establecidos de Edom y Moab al oriente del Jordán antes del siglo XIII a. de J.C., y los cientos de nuevos asentamientos de pastores nómadas que se esparcieron en Israel alrededor del año 1200 en contraste con su ausencia en el período anterior, todo favorece fijar la fecha de la conquista en la segunda mitad del siglo XIII.
Sin embargo, la fecha de la conquista no afecta en realidad la teología o el mensaje de Josué, en tanto hubo una conquista.


Teologia
El libro de Josué trata de la tierra prometida: Su posesión (caps. 1– 12), su distribución (caps. 13– 21) y su conservación (caps. 22– 24). Por otro lado, trata también del desposeimiento de "los perver sos" de esa tierra. La tierra digna de reyes fue dada a un pueblo digno de ser reyes (ver Jos. 12).
La tierra como don
El Creador de toda la tierra (Sal. 24:1, 2; 47:4) y único dueño de Palestina (Lev. 25:23) hizo depositarios a los patriarcas de una tierra digna de reyes, que fluía leche y miel (Deut. 31:20). Prometió darla a sus descendientes como una herencia permanente (Gén. 17:8; Exo. 32:13). La ocupación de la tierra, que sería tomada por etapas (ver 13:1– 7), fue iniciada dramáticamente por Josué. Fue entonces "distribuida" por Dios a las tribus de Israel por sorteo (Núm. 33:50– 54), y así se convirtió en su posesi ón inalienable que nadie podía tomar de ellos por la fuerza. Solamente los levitas no recibieron tie rra propia; en su lugar, ellos "heredaron" al Señor mismo, abriendo el camino para un entendimiento espiritual de la herencia (13:14).
Con la resurrección y ascensión de Cristo y con el derramamiento del Espíritu, se hizo claro que Josué es un símbolo de Cristo y que la tierra es un símbolo, una metáfora, de la salvación de la iglesia en Cristo (cf. 1 Cor. 10:1– 4). Tanto la tierra como la salvación en Cristo son un don (1:2, 6; cf. Rom. 6:23), poseído únicamente a través de la fe (1:7, 9; cf. Rom. 10:8– 21; Ef. 1:8, 9). Son tanto un lugar de bendición (Exo. 3:8; Núm. 13:27; Ef. 1:3, 14), un hogar de reposo (Jos. 1:13; Heb. 4:1– 11) y un lugar santo en donde de manera única uno encuentra a Dios (Exo. 15:17; Col. 3:1– 4; 1 Tim. 2:5, 6). Ambos demandan también un estilo de vida que se conforme a la ley de Dios (1:7, 8; 8:30– 35; 1 Cor. 10:1– 13). A través del nuevo pacto Cristo califica a su iglesia para vivir en esta "tierra" digna de reyes (Eze. 37:26). Y aunque la iglesia hoy hereda la vida eterna y el reposo en Cristo Jesús, después de su resurrección gozará de una "tierra" más sólida, apropiada a ese estado (cf. 1 Cor. 15:50– 54; Heb. 11:39– 40). La "tierra" permanece como un don ya recibido pero todavía no experimentado plenamente.
Unidad de la generación fundadora
El autor pretende vincular a Josué con Moisés e identificar al pueblo que entró en la tierra como los representantes de aquellos que salieron de Egipto (ver 24:7, 17). Aunque el éxodo y la conquista duraron más de dos generaciones, el autor de Jos. trata a esas generaciones fundadoras como una. Vincula a Moisés y su ayudante Josué a través del libro. Por ejemplo, Dios prometió estar con ambos (1:5); ambos guían a Israel a través de aguas formidables que asombrosamente se secan y así son exaltados a los ojos del pueblo (3:7); ambos se quitan sus sandalias en la presencia del Señor (5:13– 15); ambos interceden por el pueblo cuando peca (7:7); ambos poseen la tierra y la distribuyen (12:7– 8; 14:1– 5); ambos bendicen al pueblo (22:6); y ambos median el antiguo pacto (cap. 24). La generación bajo es tos dos dirigentes vio las maravillas asombrosas del Señor en el éxodo y la conquista (24:7, 17) y entró en pacto con él; son los primeros dirigentes de la nación gobernada por Dios.
Unidad de todo Israel
El autor también está interesado en pintar la unidad de las 12 tribus, usando "todo Israel" y términos similares frecuentemente (p. ej. 3:1, 7, 17; 18:1; 22:14). A los hombres de las tribus orientales que lucharon no se les despidió hasta después que se completó la conquista (1:14, 15; 22:1– 9), y el malentendido de su altar "rival" causó consternación en tre las otras nueve y media tribus (22:10– 34). Doce hombres, uno de cada tribu, tomaron una piedra del Jordán para edificar un memorial nacional (4:1– 9) y todas las tribus renovaron el pacto mosaico en Siquem (8:33, 34).
Fidelidad del pacto
La generación de Josué probó el tema dominante de esta historia; a saber, que el Señor cumplió su pro mesa a los patriarcas y dio a Israel la tierra y el reposo. Se afirma y reafirma en puntos clave en el libro: En el prólogo antes de la conquista (1:1– 9), después de la conquista (11:23) y después de la distribución de la tierra (21:43– 45). Las menciones sobre las sepulturas, al final del libro, también simbolizan esta verdad (24:28– 33). Esta historia sagrada establece la confesión de Israel: "El Dios de dioses, Jehovah", él es su Dios (22:22), y la motivación para guardar su pacto (caps. 23– 24). Estimula a los fieles a poseer la tierra que queda (13:1– 7; 14:6– 15; 19:49, 50), dejando a los infieles sin ex cusa (18:3), y pone pensativos a todos con la sombría realización de que Dios también cumple las maldiciones de su pacto (23:15– 16; 24:19– 24).
Israel, por su parte, debe cumplir sus obligaciones del pacto tomando, distribuyendo y reteniendo la tierra a través de la obediencia de fe en el Señor, mostrando su fe en él en la obediencia a su ley.
Guerra santa
La obediencia al pacto implicaba que Israel lucharía de acuerdo con las reglas de la guerra santa dadas en Deut. El Señor inicia la batalla y, si Israel obedece de todo corazón, asegura su triunfo (1:2– 9; cf. Núm. 27:18– 21), interviniendo en ocasiones en las formas más asombrosas como en Jericó (6:20) y Gabaón (10:11, 14). Mientras estimulaba a Israel a ser fuerte en su fe en él, Dios destruye a sus enemigos antes de que principie la batalla haciendo que cunda el pánico en sus corazones (2:9– 11, 24).
"Al vencedor pertenecen los despojos" y así, todos los malvados cananeos deben ser "dedicados" (heb. herem) al Señor (6:17). La exterminación de los cananeos tuvo el propósito de salvar a Israel de la tentación (Deut. 7:1– 5). Como lo describe G. A. Cooke: "Cualquier cosa que pudiera poner en peligro la vida religiosa de la comunidad, se le ponía fuera del camino en que podía dañar prohibiéndose su uso humano; para asegurar esto efectivamente, debe ser totalmente destruida." Cuando Acán fracasó en dedicar al Señor lo que por derecho era suyo, Acán y todo lo que él poseía fueron destruidos (7:15). Algunas veces el Señor reservaba el botín para él y otras veces recompensaba a su ejército con él (8:27). Los cananeos fueron exterminados de acuerdo con el recto juicio del Señor y no por que Israel tuviera sed de sangre. La prostituta Rajab se arrepintió y encontró un lugar permanente en Israel (6:25). Sin embargo, en la mayor parte Dios endureció los corazones de los cananeos que es taban maduros para el juicio (11:19, 20). Su destrucción prefigura el castigo eterno de los impíos (Mat. 25:46), como la destrucción de Sodoma y Gomorra siglos antes. Israel poseyó su tierra porque el propósito del Señor era santificarla. Esa es la razón por la cual el autor coloca el relato de la renovación del pacto en Siquem justo en el corazón de las historias de las batallas (8:30– 34). Si no reco nocemos estos paralelos entre el juicio de Israel sobre los cananeos y el juicio final, fracasaremos en ver por qué a Israel se le instruyó actuar en esta forma.
Bosquejo del Contenido
1:1-18Prólogo
1:1-9El Señor ordena a Josué
1:10-15El mandato de Josué al pueblo
1:16-18La respuesta del pueblo a Josué
2:15:15Entrada a la tierra
2:1-24El informe de los espías: "Canaán derrotada"
3:14:24Cruce del Jordán
5:1-14Preparaciones rituales
6:112:24La toma de la tierra
6:1-27La batalla de Jericó
7:18:29La batalla de Hai
8:30-35El pacto renovado en el monte Ebal
9:1-27Tratado con Gabaón
10:1-43Conquista del sur
11:1-15Conquista del norte
11:16-23Resumen de la conquista
12:1-24Apéndice: lista de los reyes derrotados
13:121:45Distribución de la tierra
13:1-7Tierra todavía por conquistar
13:8-33Distribución de la tierra al oriente del Jordán
14:119:51Distribución de la tierra al occidente del Jordán
20:1-9Ciudades de refugio
21:1-42Ciudades levíticas
21:43-45Resumen: la maravillosa fidelidad de Dios
22:124:33Reteniendo la tierra
22:1-34El altar de testimonio de las tribus orientales
23:1-16Discurso de despedida de Josué
24:1-28Renovación del pacto en Siquem
24:29-33Postdata: menciones sobre sepulturas