Riched20 5.50.30.2002;
Malaquias
Introducción
Autor
El nombre heb. Malaquías significa "mi mensajero" o, si Malaquías es un apócope de "Malaquiah", posiblemente "mensajero de [el Señor]". En base a la LXX algunos estudiosos han discutido que Malaquías 1:1 debiera considerarse como un título, "mi mensajero", en vez de un nombre propio. Parece más cierto, sin embargo, que es el nombre de un hombre, ya que así se interpreta en otras fuentes antiguas. Si así es, el libro de Mal. sigue el modelo de cada uno de los otros 14 profetas escritores, donde se presenta el nombre del autor al principio, usando lenguaje similar al que se ha usado en 1:1 (cf. especialmente Hag. 1:1). Por consi guiente, 3:1 presenta un juego importante de palabras sobre el nombre del profeta: "He aquí yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí." Lo que se implica de este juego de palabras es que el ministerio de Malaquías tenía la intención de prefigurar al mensajero venidero, al que se identifica en el NT como Juan el Bautista (véase sobre 3:1 y 4:5, 6). También véase el cuadro de la p. 656.
Fecha
En contraste con la mayoría de los demás libros proféticos del AT Mal. no ofrece indicadores claros a la fecha de su composición. Sin embargo, la mayoría de los estudiosos concuerda en que Malaquías probablemente fue contemporáneo de Nehemías a mediados del siglo V a. de J.C. La existencia inferida del templo en 1:10; 3:1, 8, dando una fecha posterior a la reconstrucción en 515 a. de J.C., apoya esto. La evidencia más convincente para dar fecha a Malaquías, sin embargo, es el paralelo substancial que existe entre los pecados mencionados en Malaquías y los mencionados por Esdras y Nehemías. Hay inquietudes compartidas acerca de la corrupción de los sacerdotes (1:6– 2:9; Neh. 13:4– 9, 29, 30); matrimonios de fe mixta (2:10– 12; Esd. 9– 10; Neh. 10:30; 13:1– 3, 23– 27); abuso de los marginados (3:5; Neh. 5:1– 13); y el no pagar los diezmos (3:8– 10; Neh. 10:32– 39; 13:10– 13).
Marco
El ministerio de Malaquías tuvo lugar como 100 años después del fin del cautiverio babilónico y el decreto inspirado de Ciro en 538 a. de J.C., lo que permitió que los judíos volvieran a su patria y reedificaran el templo (2 Crón. 36:23). Esto ocurrió unos 80 años después de que los profetas Hageo y Zacarías habían animado a reconstruir aquel templo con promesas gloriosas de la bendición de Dios, el injerto de las naciones, la prosperidad, la expansión, la paz y el retorno de la gloriosa presencia de Dios mismo (cf., p. ej., Hag. 2; Zac. 1:16, 17; 2; 8; 9). Para los desilusionados contemporáneos de Malaquías, sin embargo, estas predicciones malentendidas deben haber parecido una burla cruel. En contraste con las promesas halagadoras, la áspera realidad era la de privación económica, el fracaso de las cosechas, la sequía prolongada y la pestilencia (3:10, 11).
Después de regresar del exilio Judá siguió siendo un territorio insignificante con una superficie de 30 x 40 km., habitado por una población de 150.000 más o menos. Aunque disfrutaban los beneficios de una iluminada política persa de tolerancia religiosa y una autodeterminación política limitada, el pueblo sentía la subyugación palpable de un poder extranjero (Neh. 1:3; 9:36, 37), y sufrieron la persistente oposición y oprobio de las naciones vecinas (Esd. 4:23; Dan. 9:25). Judá ya no era una nación independiente, y de mayor importancia, tampoco era gobernada más por un rey ungido de la línea real de David.
Posiblemente lo peor de todo, a pesar de las promesas del Mesías venidero y de la misma presencia gloriosa de Dios (p. ej. Zac. 1:16, 17; 2:4, 5, 10– 13; 8:3– 17, 23; 9:9– 13), Israel experimentó sólo destitución espiritual. A diferencia de los datos históricos de periodos anteriores, Est., Esd. y Neh. describen con franqueza el período del posexilio de Judá como desprovisto de las evidencias milagro sas de la presencia de Dios. En contraste, tanto con el templo de Salomón, como con la promesa profética del templo restaurado (como en Eze. 40– 43), el templo del posexilio fue física y espiritualmente inferior. Como se revela en 3:1, el lugar santísimo en este segundo templo no contenía ninguna manifestación visible de la gloria de Dios. Aunque Dios ciertamente estaba bien y sano, como revelado, p. ej., por sus providencias sobresalientes en el libro de Est., era definitivamente un periodo de vida "posterior a la dureza de los acontecimientos" (cf. también Miq. 5:3). En otras palabras, era un periodo muy parecido al nuestro, en el cual el pueblo de Dios tiene que vivir más por fe que por vista (Juan 20:29; 2 Cor. 5:7; 1 Ped. 1:8; 2 Ped. 3:3– 13).
El Mensaje de Malaquias
Los contemporáneos de Malaquías bien pueden haber sido relativamente ortodoxos en sus creencias y libres de una idolatría descarada (aunque cf. 2:11), pero la ortodoxia de ellos había llegado a estar muerta. Estaban muy propensos a hacer acomodos éticos y diluir las demandas exigentes de una verdadera adoración. Respondiendo al cinismo y al malestar de sus compañeros israelitas, la profecía de Malaquías llega como una clarinada para una renovada fidelidad para con el pacto.
En 1:2– 5, la primera de las seis "disputas", Malaquías comienza defendiendo la realidad del amor electivo de Dios por Israel, un amor que evoca una obediencia robusta del pacto y una adoración sincera como respuesta apropiada. Pero lejos de esto, el pueblo estaba deshonrando a Dios con sus ofrendas débiles y el formalismo hipócrita de su adoración.
En 1:6– 2:9, la segunda disputa, Malaquías expone estas ofensas y reprende a los sacerdotes por haberlas disculpado y así violado el pacto del Señor con Leví.
En 2:10– 16, la tercera disputa, Malaquías condena los casamientos mixtos como una infidelidad en contra del pacto de Israel con el Señor, y el divorcio ilícito como infidelidad contra el pac to matrimonial entre un marido y su esposa, del cual el Señor es testigo. Malaquías advierte que este comportamiento no sólo hace que las ofrendas sean inaceptables, sino que colocan la vida del pecador en peligro ante un Dios santo.
En 2:17– 3:5, la cuarta disputa, Malaquías amplía el foco de su acusación mientras que promete que el Señor vindicará su justicia. Esto ocurrirá cuando "el mensajero del pacto" venga para juzgar a los inicuos (cuando el Señor servirá de testigo no sólo en contra de los adúlteros, como en 2:10– 16, sino también en contra de otros pecadores) y para purificar a su pueblo para que sus ofrendas sean aceptables al fin.
En 3:6– 12, la quinta disputa, Malaquías vuelve al tema de las ofrendas que Israel da de mala gana. El pueblo había experimentado adversidad material y estaba bajo una maldición, no a pesar de su conducta, sino en base a ella. Por lo tanto, Malaquías lo reta al diezmo en conciencia, que será premiado con bendición divina.
En 3:13– 4:3, la sexta disputa, Malaquías asegura a sus quejumbrosos contemporáneos que los malhechores, quienes parecen evitar la justicia divina dada su prosperidad, aún serán juzgados, mientras que el Señor libertará a aquellos que le temen.
Finalmente, en 4:4– 6 Malaquías hace un resumen de los puntos principales de su profecía: recordar la ley de Moisés (el enfoque de las disputas 1– 3) y la promesa de Elías y el día venidero del Señor (el enfoque de las disputas 4– 6).
El mensaje de Malaquías tiene el arreglo de un modelo estructurado tipo "imagen y espejo", ABCCBA, lo que se refleja en las secciones en las cuales el comentario ha sido dividido.
Bosquejo del Contenido
1:1Encabezado
1:2-5A Los buenos y los malos arrogantes: el amor de Dios es vindicado por juicio
1:62:9B Las ofrendas de Israel, dadas de mala gana, son condenadas
2:10-16C El testimonio del Señor en contra de los matrimonios con extranjeros y los divorcios
2:173:5C El testimonio del Señor en contra del adulterio y otros pecados
3:6-12B Las ofrendas de Israel, dadas de mala gana, son condenadas
3:134:3A Los buenos y los malos arrogantes: el amor de Dios es vindicado por juicio
4:4-6Conclusión