Riched20 5.50.30.2002;
Esdras y Nehemias
Introducción
Aunque los libros de Esd. y Neh. aparecen como dos obras separadas en nuestra Biblia, originalmente eran una obra en dos partes y esas partes se deben estudiar juntas. No sólo la antigua tradición judía es muy clara en este respecto (probablemente la división en dos libros fue una innovación de la iglesia cristiana), pero lo que es más importante es que el contenido de los libros mis mos demuestra ese hecho. Especialmente la segunda parte de Neh. sirve como el clímax de todo lo que ha pasado anteriormente, incluyendo la obra de Esdras, como su presencia e importancia en Neh. 8 lo prueba. Aun que Neh. 1:1 obviamente comienza una nueva sección de la obra, no marca un cambio más drástico en la narrativa que el de Esd. 7:1 en donde se presenta al mismo Esdras.
Lo que no es tan seguro es si se deberían considerar estos libros como parte integral de la obra del autor de los libros de Crón. Obviamente sirven de continuación a su narrativa, como lo muestra la repetición del final de Crón. en los primeros versículos de Esd., pero eso de por sí no demanda que sea el mismo autor. Ambas obras parecen estar interesadas en varios de los mismos temas, notablemente la atención que le dan a la obra y al personal del templo de Jerusalén. Pero dado que ambos son productos de una comunidad relativamente pequeña que por su parte estaba dominada por el templo, tales elementos en común no deberían sorprendernos. Los eruditos en la materia difieren sobre este punto. Afortunadamente no hay muchos lugares donde la decisión hace mucha diferencia para la interpretación de Esd. o Neh. Por lo tanto, estos libros serán considerados en esta sección sin referirnos más a los libros de Crón. de aquí en adelante.
La Situación Historica
Dado que los libros de Esd. y Neh. llevan la forma de una narrativa histórica, tenemos que saber algo de su situación y del transcurso de los eventos a los cuales se refieren para que podamos comprender la contribución que hacen al desarrollo del resto de la historia bíblica.
Los libros de Rey. cuentan la larga historia de los reinos de Israel y Judá. La existencia por separado de Israel llegó a su fin en 722 a. de J.C. cuando los asirios finalmente incorporaron el país al resto del Imperio (2 Rey. 17). Por los siguientes 150 años el pequeño reino de Judá con el descendiente de David como rey y con su capital en Jerusalén, continuó existiendo como nación individual con experiencias mixtas. Sin embargo, es importante recordar que todo lo que sabemos del pasado de Israel debe haber llegado hasta nuestros días por este medio.
En 587 a. de J.C. Judá sufrió la misma ruina que su vecino del norte, Israel, aunque en su caso por mano de los babilonios que, en el transcurso del tiempo, sustituyeron a los asirios como el Imperio mundial dominante en esos días. Sería difícil exagerar el trastorno radical que causó la conquista babilónica. Muchas personas, particularmente los líderes y las clases en el poder, fueron deportadas a Babilonia. El templo que por tanto tiempo había permanecido como el punto focal de la religión y la unidad del pueblo fue arrasado por completo y todos sus artículos de valor transportados al templo de los victoriosos babilonios. El rey también fue qui tado (2 Rey. 25:7) tal como pasó con sus antepasados (2 Rey. 24:15), de modo que la monarquía que desde la época de David había representado la esperanza del pueblo (2 Sam. 7) sencillamente dejó de existir. El país mismo parece haberse convertido nada más que en una provincia bastante remota del Imperio Babilónico. Con este desmantelamiento al por mayor de todas las instituciones más importantes del país, a muchos les debe haber parecido que Judá (y con él la religión de la cual eran los únicos testigos) había sido relegada a las páginas de la historia, la misma clase de suerte que varias naciones vecinas sufrieron al mismo tiempo. El li bro de Lam. capta esta escena de impotencia y de desesperación.
No sabemos lo suficiente acerca de la situación en Judá o Babilonia durante los siguientes 50 años, o sea el período comúnmente conocido como el exilio. Lo que sí esta claro, sin embargo, es que en tre los deportados hubo algunos quienes no sólo elaboraron una estrategia para sobrevivir física y socialmente sino que también (y esto es lo más importante) pudieron darse cuenta de que Dios todavía tenía algo en mente para ellos. Verdaderamente ser capaz de apreciar que esos eventos catastróficos eran de parte de Dios y no quedaban fuera de su control fue un avance teológico de grandes proporcio nes. Al estar conscientes de eso y al tratar de aprender las lecciones dolorosas que podía enseñar, al menos algunos miembros de la comunidad cautiva aprendieron a leer, a conservar y finalmente a añadir a las escrituras sagradas desde el punto de vista de su nueva perspectiva.
El año 538 a. de J.C., el momento en que comienza el libro de Esd., proclamó un tremendo cambio no sólo en las condiciones de la comunidad judía en el exilio sino en toda la historia del antiguo Cercano Oriente. Ciro el persa, quien en poco tiempo se había hecho con el poder en su patria y había comenzado una serie de conquistas extensas en los últimos años, entró en Babilonia triunfalmente y de allí en adelante fue considerado el soberano indiscutible de todo lo que previamente era el Imperio Babilónico. El Imperio Persa que él estableció fue la potencia mundial principal los dos siguientes siglos más o menos. En diferentes períodos sus reyes controlaban un área que se extendía desde Egipto hasta la India. Por supuesto, también tuvieron sus vicisitudes. Hubo períodos de gran inquietud y rebelión interna; Egipto de ningún modo estuvo bajo control todo el tiempo y algunos de los conflictos con las potencias vecinas como Grecia han llegado a ser legendarios. Tampoco fue ron todos los reyes persas tan capaces como Ciro, Darío y Artajerjes, los tres reyes acerca de quienes se oye más en los libros de Esd. y Neh.


A pesar de esto, dos puntos importantes emergen que se deben mantener en mente. Primero, para los persas el territorio de Judá era más importante de lo que uno se imaginaría debido a su posición estratégica cerca de la frontera tumultuosa de Egipto. Les preocupaba mucho asegurarse de que esta área se mantuviese fiel al Imperio. Y segundo, cuando les convenía hacerlo, los persas tenían la práctica de ganarse esa clase de fidelidad al concederle a los pueblos subyugados un nivel de autonomía local en asuntos religiosos y legales. Por supuesto, cuando les convenía, podían ser tan tiránicos y crueles como los asirios o los babilonios; pero junto a esto, la política más liberal de repatriar a pueblos ocupaba su lugar en el método de gobierno que tenían, como lo ilustra el libro de Esd.
Como veremos muy pronto, los autores bíblicos no se centran en estos asuntos más amplios. Sin embargo, éstos influencian mucho la actitud que tienen sobre las políticas internacionales y, lo que quizá sea más significativo, estas políticas proveen el marco dentro del cual actúan los personajes de los cuales escriben. La realidad de la situación los obliga a hacer y a esperar lo que sea más práctico, de modo que al leer no debemos buscar lo que no hu biera sido razonable para ellos en aquellos días. Conseguir independencia para la nación en el mejor de los casos sólo hubiese sido un sueño remoto. Lo que se necesitaba en esos momentos era encontrar la manera de adaptar las verdades y normas religiosas, establecidas en el pasado y en circunstancias muy distintas, a la nueva situación de una comunidad religiosa pequeña viviendo bajo la sombra de una de las potencias mundiales más importantes.
Escenario
Dada la situación histórica, ¿dónde encajan los libros de Esd. y Neh.? Esta pregunta no es tan fácil de contestar, como uno se imaginaría, por varias razones.
Como es el caso con muchos de los libros bíblicos, es necesario mantener en mente dos niveles diferentes. Primero, es obvio que existen los eventos al nivel que se describen, y este es el más directo de los dos métodos. La mayor parte de la información necesaria para entender esto se encontrará en los puntos relevantes del comentario que sigue. Un punto que no recibirá comentario, en todo caso, es la fecha cuando Esdras viajó a Jerusalén. Según Esd. 7:7 esto ocurrió en el séptimo mes del rey Artajerjes pero hubo tres reyes con el mismo nombre y la historia no hace ninguna distinción. Ya que la historia de Esd. se cuenta antes de la de Neh. generalmente se supone que fue Artajerejes I, de modo que la fecha en cuestión sería 458 a. de J.C. Hay que avisar al lector, sin embargo, que varios eruditos prefieren las fechas de Artajerjes II (poniendo a Es dras en 398 a. de J.C.) y que Esdras fue a Jerusalén después de Nehemías. Esta opinión, que se puede encontrar en otros comentarios, obviamente requiere que se arregle mucho material a este nivel histórico elemental. En todo caso, no es tan popular ahora como solía serlo, y no es lo que este comentario asume.
En segundo lugar, siempre vale la pena, al leer libros históricos, preguntarse acerca del escenario y el propósito del autor o del redactor que compiló la obra en su forma actual. Obviamente esto ocurrió más tarde, en algunos casos mucho más tarde, que los eventos que se describen. Por ejemplo, al leer los Evangelios lo normal es investigar el énfasis de cada uno de los evangelistas, y lo que ayuda es el hecho de que podemos comparar la presentación de uno con la de los otros. Podemos observar lo que se ha incluido u omitido, dónde difiere el orden de la presentación y otros elementos por el estilo. Uno quiere saber lo que cada autor enseña acerca de Jesús mismo y por qué lo ha hecho en la manera peculiar.
En principio lo mismo es cierto de Esd. y Neh. Es obvio que el autor ha utilizado diferentes documentos y que no ha utilizado todo el material que ellos le ofrecían. Asimismo, observaremos en el comentario varios lugares donde ha arreglado el material a su propia manera por sus propias razones. El estudio de estos asuntos nos ayuda a ver lo que el autor quería hacer destacar más a sus lectores.
Esto, sin embargo, es lo que da lugar a otros problemas, especialmente el hecho de que no hay modo seguro de determinar con exactitud cuándo escribió el autor y por lo tanto para quién escribía. Una opinión muy probable es que los relatos de la obra de Esdras y Nehemías (o sea, más o menos Esd. 7Neh. 13) fueron combinados alrededor del 400 a. de J.C. y que Esd. 1– 6 fue añadido un siglo más tarde creando los libros en la forma actual. Si eso es correcto, entonces, un posible interés de los primeros capítulos p. ej. sería la legitimidad de la forma de expresión del culto en la comunidad judía en presencia de afirmaciones rivales, especialmente el crecimiento del grupo que llegamos a conocer más tarde como los samaritanos. Observamos entonces que la restauración del templo se presenta como la verdadera línea de conti nuidad con las formas del culto israelita antiguo y como la comunidad establece su sentido de identidad en presencia de afirmaciones rivales. De esto se pueden aprender lecciones útiles para hoy en lugares donde la iglesia también se esfuerza para mantener su verdadera identidad en un ambiente hostil, especialmente porque los eventos que son la fundación de nuestra fe ocurrieron hace tanto tiempo.

Algunos de Los Temas Principales
Es posible, dadas estas consideraciones, escoger varios temas que corren por ambos libros. La razón para mencionarlos aquí no es para poder decir todo lo que los libros enseñan acerca de estos asuntos, sino hacer preguntas que uno pueda tener en mente al leer el texto mismo.
Concepto teológico de la historia
La primera observación que notamos es que estos libros son muy selectivos en lo que escogen para contarnos. La frase "pasadas estas cosas" en Esd. 7:1, p. ej. cubre un período de más de 50 años. Las actividades de Esdras mayormente ocupan un período de 12 meses, y de la obra de Nehemías no sabemos nada de lo que pasa durante los 12 años entre su primer año de actividad intensa y su segundo período de gobernador más de 12 años más tarde. Asimismo, las citas en Neh. 12:26 y 47 parecen que unen directamente a la generación de los que regresaron primero a la obra de los reformadores que vinieron dos o más generaciones más tarde. Cla ramente, ésta no es una historia científica moderna. Por lo contrario, el período que se cubre está considerado del punto de vista del completo control de Dios sobre el proceso y por medio del cual su pueblo fue primeramente restablecido y luego reformado sobre la tierra. Solo son incluidas las cosas que contribuyeron a eso. Nosotros también necesitamos alzar los ojos de los acontecimientos mundanos de todos los días, los cuales a veces resultan desalentadores, para poder discernir los propósitos mayores de Dios en la vida y mundo nuestros. Teniendo esa vista más amplia enfrente, aprendemos a apreciar más la contribución que ca da uno de nosotros hacemos.
Continuidad
Dadas las desconcertantes circunstancias del exilio ya mencionadas, era muy importante para los que regresaban a Jerusalén y para los que venían detrás de ellos asegurarse de que seguían la misma fe que sus antepasados. ¿Podían seguir confiando en las mismas promesas que encontramos en los libros más antiguos del AT? ¿Podían depender en que Dios les ayudara y guiara como lo había hecho en las generaciones pasadas? Ya que su situación era tan diferente de la que los precedió, ¿tenían derecho aún de llamarse el pueblo de Israel? En el comentario se dan muchos ejemplos de la atención que el autor presta a estos temas, y sin duda hay muchos otros que todavía se podrán descubrir. La manera en que se describe el regreso del exilio, el proceso de reconstrucción del templo, la manera en que fue amueblado, y las personas que ministraron allí, todos estos fueron los medios por los cuales el autor quiso tranquilizar a los lectores y darles un sentido de orientación religiosa.
Quizá lo más importante de todo fue la atención que le dio al libro de la Ley, la ley de Moisés (utiliza varios títulos diferentes, pero todos se refieren a lo mismo). Por supuesto, gran parte de la ley, que llamamos el Pentateuco (de Gén. a Deut.), fue escrita por un pueblo que vivió en distintas condiciones: Eran una nación soberana y podían controlar todos sus propios asuntos internos. Tal vez por esa misma razón muchos llegaron a considerarla como palabra muerta. La contribución especial de Esdras, como veremos, fue desarrollar métodos de interpretación que les enseñasen a obtener los principios fundamentales de las Escrituras para que los pudiesen aplicar de nuevo en sus propios días, algo que es tan necesario que nosotros hagamos como lo fue para ellos. La adherencia a las enseñanzas de este libro (el cual, por supuesto, tiene tanto de la gracia y salvación de Dios y del carácter de la fe como de la "ley" definida estrictamente) les permitió obtener los medios principales de acceso al conocimiento de Dios, como también lo hace para nosotros. Esto es lo más importante para establecer continuidad con la fe de los que nos precedieron.
El progreso de la restauración
Las primeras tres secciones principales de los libros (Esd. 1– 6; 7– 10; Neh. 1– 7) siguen el mismo modelo: Se concede permiso a una persona o a un grupo para regresar a Jerusalén desde Babilonia para realizar una tarea específica; al ponerse a hacerla se encuentran con oposición de una clase u otra, pero finalmente la superan para completar al menos la parte principal de la tarea. Este modelo a su vez sirve para animarnos a tener paciencia y ser fieles y al mismo tiempo nos advierte que no nos desviemos por culpa de problemas externos.
La última parte de la obra (Neh. 8– 13), sin embargo, es bastante difícil. Al centro de ella se encuentra la lectura de la ley, seguida por la confesión y el compromiso de obedecer la ley de Dios (Neh. 8– 10). Pero pronto, a pesar de la celebración por lo que se ha logrado (Neh. 12:27– 43), leemos de los intentos, no siempre exitosos, de trasla dar los valores de ese gran evento a la rutina más monótona que invariablemente los sigue. De esto hacemos dos observaciones. Primera, la "renovación del compromiso" de Neh. 8– 10 está ubicada firmemente como el clímax de la obra de Dios por medio de los reformadores y no como condición de ella. Los lectores futuros podrán aprender que la obediencia fiel que se les requiere no es un medio para ganar el favor de Dios sino que representa la acción en respuesta a la manera en que Dios ha restaurado y transformado la existencia de su comunidad. Segunda, el pueblo de Dios no puede suponer que se le puede mantener para siempre en un alto plano de emoción espiritual. En verdad esos momentos pierden su valor si no se les convierte en una vida de fidelidad y obediencia regular y cotidia na inclusive en asuntos tan "mundanos" como las contribuciones financieras para el servicio de Dios. La manera medio desalentadora en que termina el libro en Neh. 13 sugiere que, sin ayuda, ésta es verdaderamente la parte más difícil del mensaje del libro.
Relaciones
Casi en todas partes (Neh. 9:32– 37 es la única mayor excepción) los libros pintan a los reyes persas en una luz positiva. Desde el primer versículo de Esd., donde Ciro reacciona en respuesta al impulso de Dios, pasando por la confirmación por parte de Darío del permiso para reconstruir el templo (Esd. 6:6– 12; ver el v. 14) y la encomienda de Es dras por Artajerjes (Esd. 7:12– 26) y su apoyo de Nehemías (Neh. 2:6), estos reyes son los agentes humanos principales de la voluntad divina a nivel oficial. En contraste, la importancia política de los actores principales judíos recibe muy poca atención. Al seguir el rastro de este tema, se hace claro que el autor trataba de dar un bosquejo del programa que fuese fiel a la realidad y, por otra parte, insistió en las lecciones de lo que significa ser fiel bajo estas circunstancias. Ya que las autoridades dominantes tenían buena disposición hacia los judíos, se debían concentrar en las oportunidades que Dios les daba de servir en vez de perturbar las cosas tratando de hacer cambios radicales en el statu quo. Solo el final de Neh. 9 sirve para recordar que lo bueno que Dios desea todavía queda por venir.
En cambio, a las autoridades de los países vecinos se les proyecta de modo uniforme en una luz negativa, con Sambalat siendo el peor de todos, aunque de ninguna manera el único. Y aquí, la amenaza es muy seria ya que estos vecinos compartían hasta cierto punto los valores religiosos de los judíos mismos (ver, por ej. Esd. 4:1– 3). No se ne cesita dudar de que haya un tono lleno de disculpas en la manera resuelta en que se describe el tratamiento de esta oposición. Para muchas personas este es uno de los aspectos menos atractivos de estos libros, especialmente cuando parte de la solución a los problemas incluye disolver los matrimonios mixtos (Esd. 9– 10; Neh. 13:23– 28). Nueva mente en estos pasajes es necesario mantener en mente las circunstancias que los judíos enfrentaban y no tratar de evitar el problema al darle una respuesta "espiritual". La pureza de su religión era vi tal para la continuidad de la comunidad y por eso el legado que nos deja es que en este período formativo no debía haber término medio ni en su posición legal bajo la ley persa ni en la integridad de su autoidentidad. (Además, se debe recordar que estaban dispuestos a recibir a toda persona que quisiese unirse a ellos con sinceridad; cf. Esd. 6:21.) Hay veces, y sin duda ésta era una de esas, cuando hay que darle prioridad a la pureza de las cualidades de "luz" y de "sal" del pueblo de Dios para que no se disuelvan completamente y el testimonio del amor y gracia salvífica de Dios se pierda de vista completamente.
Estos son algunos de los temas característicos de estos libros que pueden servirnos de orientación para leerlos inteligentemente. Por supuesto, esto no es como para negar que habrá otras observaciones que nos llamarán la atención. Entre otras cosas mencionaremos la soberanía característica de Dios, especialmente teniendo en cuenta la situación política en la que se encuentran estos libros en comparación con los libros más antiguos de historia del AT, la naturaleza y práctica de la oración, también los rasgos de los actores principales, las cualidades del liderazgo que ejemplifican, etc. En todo caso, es obvio que hay mucho de valor eterno que se pue de aprender al estudiar estos libros frecuentemente malentendidos.
Nehemias
NEHEMIAS
Bosquejo del Contenido
1:17:73Nehemías restaura los muros de Jerusalén
1:1-11La vocación de Nehemías
2:1-20Nehemías llega a Jerusalén
3:1-32La reconstrucción de los muros
4:1-23Más oposición
5:1-19Problemas sociales y económicos
6:1-19Se completa el muro a pesar de amenazas personales
7:1-73La necesidad de repoblar Jerusalén
8:110:39La renovación del pacto
8:1-18La lectura de la ley
9:1-37La confesión
9:3810:39La promesa de obedecer la ley
11:113:31Consolidación
11:1-20Los nuevos habitantes de Jerusalén
11:2112:26Listas suplementarias
12:2713:3La dedicación del muro y su secuela
13:4-31Reformas finales
Comentario
La primera parte del libro de Neh. (cap. 1– 7) se dedica casi por completo a la obra de reconstrucción de los muros de Jerusalén por parte de Nehemías. Esto representa el homólogo político o social de las reformas de Esdras en el área religiosa que se acaban de relatar, aunque por supuesto las dos esferas no se pueden mantener completamente ais-
ladas una de la otra. La narración se basa mayormente en el relato del mismo Nehemías en primera persona. La segunda parte del libro (caps. 8– 13), toma prestado material de varias fuentes diferentes, y representa el clímax combinado de las obras de los dos reformadores en la renovación espiritual de la comunidad y en asuntos relacionados.