EL APOCALIPSIS

El Apocalipsis cierra la colección de libros de la Sagrada Escritura y es el único, dentro del Nuevo Testamento, de carácter profético. La Iglesia ha recurrido a él con frecuencia, sobre todo en la Liturgia, para cantar el triunfo de Cristo resucitado y el esplendor de la Jerusalén celestial, símbolo de la Iglesia en su estado glorioso. Se puede ver cierto paralelismo entre el Apocalipsis y el primero de los libros sagrados, el Génesis. En éste se nos presenta el comienzo de cuanto existe, mediante la acción creadora de Dios. En el Apocalipsis, con un simbolismo similar al del Génesis, se habla extensamente de la nueva creación (cfr Ap 21,1-5), inaugurada con la Redención de Cristo y que culminará con su segunda venida al final de la historia. Los últimos capítulos aluden en concreto al río que regaba el paraíso (cfr Gn 2,6; Ap 22,1) y al árbol de la vida (cfr Gn 2,9; Ap 22,14).

Durante los dos siglos anteriores y posteriores a Cristo, especialmente en momentos de gran tribulación, surgieron bastantes escritos, judíos y, después, cristianos, que llevaban por título «Apocalipsis» (Revelación), cuyo contenido y forma correspondían a lo que hoy se llama «género apocalíptico». Estos libros tienen fundamentalmente dos rasgos comunes: a) el tema de los últimos tiempos, cuando triunfará el bien y será derrotado el mal; b) el recurso a simbolismos del reino animal, de los astros, de expresiones numéricas, etc., para describir la historia pasada y presente, proyectándolos a la vez a los tiempos finales. El Apocalipsis de Juan participa de estos rasgos, pero en el fondo depende con más fuerza de los oráculos proféticos del Antiguo Testamento. Como los otros «apocalipsis», es también un libro de consolación, surgido en un periodo de dificultades extraordinarias. A la vez representa un estímulo a la santidad de vida y a la fidelidad a Jesucristo, válido en todo tiempo.

El autor de esta «revelación» se llama Juan (1,1). Debido al tipo peculiar del escrito, han surgido numerosos intentos de identificación de este autor. Desde el siglo II la Tradición identifica a este Juan con San Juan Apóstol y evangelista. Las semejanzas con el cuarto evangelio son muchas y tras ambos escritos parece muy probable que haya de reconocerse la autoridad del Apóstol. El libro va dirigido a «las siete iglesias que están en Asia» (1,4): Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea (cfr 1,11), número que simboliza la Iglesia universal. La finalidad del escrito es poner en guardia a los cristianos contra los serios peligros que existían para la fe y, al mismo tiempo, consolar y animar a cuantos sufrían el peso de la tribulación, debida sobre todo a las terribles persecuciones de Domiciano (años 81-96) y de algunos judíos. En esas circunstancias el autor trata de consolar a los cristianos, para que mantengan viva la esperanza en el triunfo final de Cristo.

Muchas han sido las interpretaciones del Apocalipsis a lo largo de la historia. Entre ellas han sido numerosas las que veían en este libro exclusivamente una profecía final de los últimos tiempos. Sin embargo, el Apocalipsis constituye una visión teológica de toda la historia, subrayando su aspecto trascendente y religioso. San Juan nos presenta la situación de la Iglesia en aquel momento, y una amplia panorámica de los últimos tiempos; pero con la particularidad de que esos tiempos definitivos se han inaugurado ya con la venida de Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre. Es una concepción muy acorde con el cuarto evangelio, donde también se presenta la época definitiva, así como la vida eterna, ya iniciadas ahora de alguna forma y en marcha hacia la plenitud total. De este modo se nos da una cierta perspectiva de los acontecimientos y la esperanza del triunfo final. Por una parte se presenta la lucha cósmica entre el bien y el mal, pero por otra se da por sentado el triunfo definitivo de Cristo.

El núcleo doctrinal del Apocalipsis está centrado, pues, en las venidas del Señor: tanto la primera con su triunfo sobre la muerte, como la segunda -la Parusía- con el establecimiento definitivo de su Reino al final de los tiempos. Además se contienen exhortaciones de orden moral, especialmente en la primera parte, y enseñanzas sobre la Redención obrada por Cristo, la majestad de Dios, la Iglesia, los ángeles y la Virgen María.

Citas del Antiguo Testamento
1,7. Dn 7,13; Za 12,10
1,13. Dn 7,13; 10,5
1,14. Dn 7,9; 10,6
1,15. Dn 10,6; Ez 1,24; 43,2
2,26-27. Sal 2,8-9
3,7. Is 22,22
4,7. Ez 1,10
4,8. Is 6,2-3; Ez 1,18; Ex 3,14
6,16. Os 10,8
7,16. Is 49,10
7,17. Ez 34,23; Sal 23,2; Jr 2,13; Is 25,8
9,20. Dn 5,4.23; Sal 115,4-7; 135,15-17
10,5-6. Dn 12,7; Gn 14.22.19; Ne 9,6
11,4. Za 4,3.11-14
12,5. Is 66,7; Sal 2,9
13,10. Jr 15,2; 43,11
19,15. Sal 2,9
21,3. Lv 26,11-12; Ez 37,27; Za 2,14
21,4. Is 25,8
21,7. 2 S 7,14
21,12. Ez 48,31; Ex 28,21
21,13. Ez 48,31-34