LA CARTA A LOS HEBREOS

La Carta a los Hebreos es por su contenido uno de los escritos más solemnes e importantes del Nuevo Testamento. El título, a pesar de no ser original puesto que data probablemente del siglo II, responde con gran precisión a la naturaleza y contenido del libro. Es muy probable que los «Hebreos» destinatarios de la carta fueran, en primer lugar, cristianos provenientes del judaísmo, buenos conocedores tanto del idioma griego como de la cultura hebrea y, en especial, de las ceremonias del culto mosaico. La Carta a los Hebreos responde a un género intermedio entre el epistolar y el propio de un discurso o sermón escrito (cfr 13,22: «palabra de exhortación»). Además, por su estructura, orden y método, recuerda el género de un breve ensayo teológico.

La carta, histórica y doctrinalmente, se relaciona por su contenido con el cuerpo de cartas paulinas. En ella encontramos un eco fiel de la predicación de San Pablo. Sin embargo, su forma literaria presenta características propias que le confieren una patente originalidad. Desde fines del siglo IV es atribuida a San Pablo en todas las iglesias. Antes de esa fecha es generalmente admitida como paulina en Oriente, pero hay dudas en Occidente. La causa era la evidente diferencia de estilo, sintaxis y vocabulario respecto al resto del corpus epistolar paulino: Hebreos posee un griego excelente, pulido y culto, que contrasta con el griego espontáneo y vigoroso de San Pablo. El autor tuvo que ser un cristiano culto de origen judío, buen conocedor de la Sagrada Escritura y de las cuestiones teológicas planteadas en el momento de la redacción, y, además, una persona muy cercana a San Pablo en pensamiento y actividad. Por el contenido se trasluce que fue un hombre de cultura helenista, con gran celo pastoral y profundo conocimiento de la vida religiosa del pueblo hebreo y del culto del Templo de Jerusalén. Como fecha de composición se ha sugerido el año 65, pero no puede descartarse una fecha más avanzada en el primer siglo. Conforme a las palabras de 13,24: «Os saludan los de Italia», se ha pensado en Roma como lugar de composición. Sin embargo, esta expresión podría entenderse también como el saludo de un grupo de cristianos procedentes de aquel país, pero que residen en otro lugar que nos es desconocido y desde el que se envía la carta.

El principal propósito de la carta es mostrar la superioridad del cristianismo respecto a la Antigua Alianza, pero tanto el estilo como la intención no son polémicos. El escrito tiene como fin hacer ver que la Nueva Ley es la perfección, el cumplimiento y la superación de la Antigua. Para ello se centra en la consideración del sacerdocio y sacrificio de Cristo como superiores a los levíticos. Éste es el fundamento doctrinal que respalda la exhortación a la perseverancia en la fe que el autor dirige a los destinatarios y que -inseparablemente unido al primero- constituye el otro motivo primordial de la epístola.

Citas del Antiguo Testamento
1,5. Sal 2,7; 2 S 7,14
1,6. Dt 32,43; Sal 97,7
1,7. Sal 104,4
1,8-9. Sal 45,7-8
1,10-12. Sal 102,26-28
1,13. Sal 110,1
2,6-9 Sal 8,5-7
2,12. Sal 22,23
2,13. Is 8,17; 2 S 22,3; Is 8,18
2,16. Is 41,8
3,5. Nm 12,7
3,7-11. Sal 95,7-11
3,15. Sal 95,7-8
3,17. Nm 14,29-32
3,18. Nm 14,22-23
4,3. Sal 95,11
4,4. Gn 2,2
4,5. Sal 95,11
4,7. Sal 95,7
5,5. Sal 2,7
5,6. Sal 110,4
5,10. Sal 110,4
6,8. Gn 3,17-18
6,13. Gn 22,16
6,14. Gn 22,17
6,20. Sal 110,4
7,1. Gn 14,18-20
7,11. Sal 110,4
7,17. Sal 110,4
7,21. Sal 110,4
8,5. Ex 25,40
8,8-12. Jr 31,31-34
9,20. Ex 24,3-4
10,5-7. Sal 40,7-9
10,12-13. Sal 110,1
10,16. Jr 31,33
10,17. Jr 31,34
10,28. Dt 17,6
10,30. Dt 32,35-36
10,37. Is 26,20; Ha 2,3
10,38. Ha 2,4
11,5. Gn 5,24
11,12. Gn 22,17; Ex 32,13; Gn 15,5
11,18 Gn 21,12
11,21. Gn 47,31
12,5-6. Pr 3,11-12
12,12. Is 35,3; Jb 4,3-4
12,13. Pr 4,26-27
12,20. Ex 19,13
12,21. Dt 9,19
12,26. Ag 2,6
12,29. Dt 4,24; Is 33,14
13,5. Dt 31,6.8; Jos 1,5
13,6. Sal 118,6