LAS CARTAS DE SAN JUAN

Según una tradición que se remonta al siglo II, el apóstol San Juan escribió sus tres cartas en Éfeso, a la vuelta de su destierro de Patmos, al final del siglo I de nuestra era.

La Primera Carta de San Juan no tiene encabezamiento, en contraste con las demás epístolas del Nuevo Testamento (a excepción de la Carta a los Hebreos) y con las cartas profanas de la antigüedad grecorromana. No menciona el nombre del autor, ni el de los destinatarios, ni expresa los saludos de costumbre. Se omite también la despedida al final. Sin embargo, su estilo, estructura, vocabulario e ideas muestran que se debe situar en el mismo entorno que el cuarto evangelio. El hecho de que no se nombren las personas a quienes se dirige, hace suponer que se trata de una especie de carta circular enviada a algunas comunidades cristianas. Es probable que fuera escrita, con posterioridad al evangelio, para las comunidades cristianas de Asia Menor cuyos nombres se citan en el Apocalipsis (Ap 2,1-3,22).

Como se desprende de su contenido, algunos falsos doctores -anticristos, seductores, hijos del diablo, les llama (cfr 2,18.26; 3,7.10; 4,1)- habían surgido en el seno de aquellas jóvenes iglesias. Aunque seguramente ya se habían desvinculado de ellas (2,19), sus errores seguían amenazando la pureza de la fe y de las costumbres cristianas. El Apóstol escribe con la finalidad de denunciar aquellas desviaciones de tipo doctrinal y moral, y fortalecer así la fe a los creyentes. Frente a los que sembraban la discordia y el error, enseña la comunión con Dios en la fe recibida; frente a los errores sobre Cristo, afirma la verdad de la divinidad y de la humanidad de Jesús. La comunión con Dios en Cristo hace al cristiano hijo de Dios que debe vivir la caridad con sus hermanos. La caridad, el amor, es el tema central. San Juan utiliza muy a menudo tanto el sustantivo «amor» (18 veces), como el verbo «amar» (28 veces). En dos ocasiones llega a esta sublime formulación: «Dios es amor» (4,8.16). Como dice San Agustín, en esta carta el Apóstol «dijo muchas cosas, prácticamente todas, acerca de la caridad» (In Epist. Ioann. ad Parth.

prolog.). En definitiva, este escrito enseña cómo la verdadera fe en Jesucristo, Hijo de Dios, fundamenta los principios del amor cristiano, que lleva consigo el amor al prójimo y el perdón de las ofensas.

La Segunda y Tercera Carta de San Juan responden en su estructura al modelo de las cartas de la época en el ambiente grecorromano: tienen al principio un protocolo -con el nombre del remitente, los destinatarios y el saludo- y, al final, la despedida. El autor se presenta en ambas como «el Presbítero» (2 Jn 1; 3 Jn 1). La segunda se dirige «a la Señora Elegida y a sus hijos» (v. 1), expresión que es un modo figurado de designar a una iglesia local, muy probablemente de Asia Menor. La tercera va dirigida a un cristiano llamado Gayo (v. 1), y quizás a través de él a un grupo de fieles. La Tradición, no sin ciertas dificultades, las ha atribuido a San Juan, que las habría escrito al final del siglo I.

La segunda carta fue escrita como una advertencia en momentos en que el peligro de los herejes no era aún tan grave como revela 1 Jn. Las recomendaciones que hace el autor coinciden con los temas tratados en la primera. La tercera carta, aunque no contiene doctrinas nuevas, es un valioso testimonio de la vida de las primeras comunidades cristianas, y un modelo de los escritos de recomendación que se mencionan en otros lugares del Nuevo Testamento (cfr Hch 18,27; 2 Co 3,3).