EL EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN

Desde muy pronto la Tradición de la Iglesia atribuyó la autoría de este evangelio al apóstol Juan, el hijo del Zebedeo, el discípulo amado del Señor, el que se había recostado sobre su pecho durante la última cena. Probablemente alguno de los discípulos del Apóstol introdujo ciertas añadiduras, como se deduce de lo que escribe al final del evangelio: «Éste es el discípulo que da testimonio de estas cosas y las ha escrito, y sabemos que su testimonio es verdadero». (Jn 21,24; cfr 13,23; 19,26; 20,2; 21,7). Juan Apóstol debió de componer su evangelio a finales del siglo I, tras largos años de meditación y de anunciar las palabras y obras de Jesús.

En relación con los tres primeros Evangelios, el de San Juan presenta características muy propias. El ministerio de Cristo se centra sobre todo en Judea y la atención se fija especialmente en la actividad de Jesús en el Templo de Jerusalén, adonde sube al menos tres veces con ocasión de las fiestas (2,13; 7,10;12,12). En cambio, Juan refiere sólo unos pocos detalles de la actividad de Jesús en Galilea, aunque resalta su paso por Samaría (4,1-42). A la hora de presentar su enseñanza este evangelista manifiesta también tendencia a exponer el sentido profundo de las palabras y de los hechos de Jesús. Muchas veces enmarca la revelación de Jesús sobre sí mismo en largos discursos que requieren una comprensión más honda que la que sugiere el texto a simple vista. Igualmente, Juan selecciona determinados milagros de Jesús, a los que llama «signos», porque le sirven de base para la enseñanza que quiere destacar. Él ha escrito su evangelio como testimonio «para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre» (20,31).

En líneas generales, Juan sigue el mismo orden que presentaban los Apóstoles en su predicación oral. En ello coincide con los evangelios sinópticos: Jesús comienza su ministerio público tras ser bautizado en el Jordán por Juan Bautista, predica y obra milagros en Galilea y Jerusalén, y acaba su vida en la tierra con la pasión y resurrección gloriosa. Dentro de este cuadro general, Juan sigue un plan propio, desarrollando algunas ideas fundamentales que aparecen a lo largo de su obra: la sucesión de las fiestas judías que van jalonando el relato y muestran la realización del Antiguo Testamento en el Nuevo; los temas de la Vida, del Pan de Vida, de la Luz, de la Verdad, del Amor, etc., en los que se expresa la acción salvadora de Cristo. Estas ideas entretejen el evangelio y le dan estructura sólida y cohesión temática. Tras un prólogo, en el que se contienen los grandes temas que se desarrollarán en el evangelio (1,1-18), se pueden apreciar dos grandes partes. La primera contiene la manifestación progresiva de Jesús como el Mesías por medio de sus signos, encuentros y discursos, frente a la obcecación creciente de los judíos que le rechazan (1, 19-12,50); los estudiosos suelen llamar a esta parte «libro de los signos». La segunda muestra la manifestación de Jesús como Mesías e Hijo de Dios, en su pasión, muerte y resurrección, es decir, en la «hora» de Jesús y, del poder de las tinieblas (13,1-21,25); suele denominarse «libro de la gloria».

El cuarto evangelio ha sido llamado el «evangelio espiritual» (Clemente de Alejandría). Es -como los sinópticos- «Evangelio», pero supone una profundización en la vida y enseñanza del Señor. De ahí también su lugar a continuación de éstos. Juan enseña que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, la Palabra eterna del Padre, que comunica su Espíritu tras su muerte y resurrección. Esta revelación de Cristo, sin embargo, exige fe para poder participar de su vida, y exige comunión en caridad con los otros cristianos en la Iglesia bajo la guía de Pedro. Esta unión con Cristo y en la Iglesia está garantizada por los sacramentos. La Virgen María es modelo de fe y, como Madre de la Iglesia, continúa ejerciendo su maternidad sobre todos los cristianos.

Citas Antiguo Testamento

1,23 . Is 40,3
1,51 . Gn 28,12.
2,17 . Sal 69, 10
6,31 . Sal 78,24; Ex 16,4.
6,45 . Is 54,13; Je 31,33
7,42 . 2 S 7,12-16; Mi 5,1
10,34 . Sal 82,6
12,13 . Sal 118,25-26
12,15 . Za 9,9
12,38 . Is 53,1
12,40 . Is 6,9-10
13,18 . Sal 41,10
15,25 . Sal 35,19; 69,5
19,24 . Sal 22,19
19,36 . Ex 12,46: Sal 34,21
19,37 . Za 12,10